Hasta hace poco, se teorizaba que los antiguos ciclos hidrogeológicos de Marte fueron muy fríos, tanto que favorecieron la presencia de un gigantesco océano parcialmente cubierto de hielo y rodeado de glaciares en las tierras bajas del hemisferio norte. Ahora, un equipo internacional de investigadores ha confirmado esas especulaciones, gracias a evidencias globales a escala local, localizadas justo en la superficie del planeta rojo que recorre Curiosity: el cráter Gale.
Martin Barstow, un prestigioso astrónomo británico, reclamará mañana en una conferencia que los gobiernos y las agencias espaciales mundiales se comprometan en la construcción de un gigantesco telescopio, que a partir de 2030 se dedicaría entre otras cosas a buscar vida en otros planetas. Pero, para que este proyecto salga adelante, señala Barstow, las decisiones deberían tomarse ya.
Ayer, 19 de junio de 2014, tuvo lugar la ceremonia de tronadura que marca el siguiente hito para que el Telescopio Europeo Extremadamente Grande (E-ELT) de ESO se convierta en una realidad. Parte de los 3.000 metros del pico del chileno Cerro Armazones fue volado como paso previo a la nivelación de la cumbre, necesaria para preparar la construcción del telescopio óptico/infrarrojo, que es el más grande del mundo. Empezará a funcionar en 2024.
El ión OH+, que es fundamental para la formación de agua, ha sido encontrado por dos grupos de investigación en cuatro nebulosas planetarias, entre ellas la de la Hélice. Hasta ahora se pensaba que este tipo de objetos, propios de estrellas moribundas, eran demasiado hostiles para la formación de nuevas moléculas, como OH+.
Un nuevo y potente sistema que se basa en un espectro de absorción del metano más completo permitirá determinar con mucha mayor precisión si los exoplanetas son habitables. Científicos británicos y australianos han utilizado supercomputadoras para detectar la existencia del metano, uno de los biomarcadores más importantes. Por Carlos Gómez Abajo.
Un nuevo estudio de la NASA propone analizar la superficie helada de una de las lunas de Plutón -la gigantesca Caronte- para averiguar si esta tiene unas grietas, que indicarían que el interior de dicha luna en algún momento fue lo suficientemente cálido como para albergar agua líquida. Los análisis se realizarán a partir de 2015, cuando la nave espacial New Horizons de la NASA visite -por primera vez en la historia- Plutón y Caronte para proporcionar las observaciones más detalladas de ambos objetos celestes.
El momento del impacto gigante entre el antepasado de la Tierra y un cuerpo de tamaño planetario se produjo hace alrededor de 40 millones de años después del inicio de la formación del Sistema Solar. Esto significa que la etapa final de la formación de la Tierra tuvo lugar unos 60 millones de años antes de lo que se pensaba, según un nuevo estudio.
Las manchas que aparecen en la cara visible de la luna se formaron cuando la golpearon múltiples meteoros, creando grandes mares planos de basalto. En la cara oculta de la luna, en cambio, esos mares que parecen manchas no están. Astrofísicos de la Universidad Estatal de Pensilvania (Pensilvania, EE.UU.) creen saber por qué.
El observatorio espacial Herschel, de la Agencia Espacial Europea (ESA), ha analizado 132 objetos del Sistema Solar que están más allá de Neptuno, entre ellos Plutón, y los ha clasificado según su tamaño y la fracción de luz visible que refleja su superficie, el albedo, que permite deducir su composición (materia orgánica, hielo, etc.). Dos de ellos, Haumea y Varuna, tienen una forma marcada de óvalo.
Análisis isotópicos de muestras lunares han mostrado ligeras diferencias con la composición de oxígeno de la Tierra, lo que demostraría que la Luna se formó a partir de un gigantesco impacto entre nuestro planeta y un objeto de tamaño planetario llamado Theia, hace 4.500 millones de años. Hasta ahora esas ligeras diferencias no se habían observado, por lo que esta teoría estaba en duda.