Los investigadores analizaron la capacidad de autocontrol del chimpancé y de otras 35 especies diferentes. Imagen: Evan L. MacLean. Fuente: Universidad Duke.
El autocontrol es la capacidad de resistir el impulso de hacer algo que es tentador pero, en última instancia, contraproducente. Un equipo internacional de científicos ha estudiado esta capacidad, en un total de 567 animales de 36 especies diferentes, a través de dos tareas experimentales.
“Independientemente del tamaño de su cuerpo, a las especies con cerebros más grandes les fue mejor en las tareas de autocontrol que les planteamos”, declara a Sinc el científico Evan L. MacLean, de la Universidad Duke (Durham, Carolina del Norte, EE.UU.), que lidera el estudio publicado en PNAS.
Las dos tareas tenían una fase de preparación y un componente de prueba. En la primera de ellas se les presentaba un cilindro opaco de cuyo interior tenían que recuperar un pedazo de comida.
Cuando los animales fueron capaces de solucionar esta tarea, se utilizó un cilindro transparente. La solución al problema era la misma -llegar desde un lateral de cilindro para recuperar la comida– pero ahora los sujetos podían ver la comida en el interior y tenían que resistirse a la tentación de llegar directamente al alimento, chocando con el tubo.
La segunda tarea consistió en estar familiarizados con la visión de un trozo de comida escondido en un objeto, y buscar en ese lugar para obtenerlo. Posteriormente, en los ensayos de prueba, los sujetos veían la comida escondida en ese mismo lugar, pero se les cambiaba visiblemente a una nueva ubicación antes de permitirles realizar la búsqueda. Los sujetos tenían que resistir el hábito de encontrarlo en la ubicación anterior y hallarlo en la nueva.
“Independientemente del tamaño de su cuerpo, a las especies con cerebros más grandes les fue mejor en las tareas de autocontrol que les planteamos”, declara a Sinc el científico Evan L. MacLean, de la Universidad Duke (Durham, Carolina del Norte, EE.UU.), que lidera el estudio publicado en PNAS.
Las dos tareas tenían una fase de preparación y un componente de prueba. En la primera de ellas se les presentaba un cilindro opaco de cuyo interior tenían que recuperar un pedazo de comida.
Cuando los animales fueron capaces de solucionar esta tarea, se utilizó un cilindro transparente. La solución al problema era la misma -llegar desde un lateral de cilindro para recuperar la comida– pero ahora los sujetos podían ver la comida en el interior y tenían que resistirse a la tentación de llegar directamente al alimento, chocando con el tubo.
La segunda tarea consistió en estar familiarizados con la visión de un trozo de comida escondido en un objeto, y buscar en ese lugar para obtenerlo. Posteriormente, en los ensayos de prueba, los sujetos veían la comida escondida en ese mismo lugar, pero se les cambiaba visiblemente a una nueva ubicación antes de permitirles realizar la búsqueda. Los sujetos tenían que resistir el hábito de encontrarlo en la ubicación anterior y hallarlo en la nueva.
Simios
“Los grandes simios, como chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes fueron los que mejor pasaron dichos experimentos, mientras que los monos ardilla (Saimiri sciureus) y los arrendajos euroasiáticos (Garrulus glandarius), una especie de pájaro, tendían a obtener los resultados más bajos en las pruebas”, asegura el experto.
Los autores trataron de encontrar correlaciones entre las capacidades cognitivas de la especie y una serie de medidas ecológicas, sociales y cerebrales. Evaluaron dos hipótesis sobre las presiones selectivas que pueden haber estimulado la evolución cognitiva: complejidad social y complejidad de la dieta.
Según MacLean, “las especies con dietas más amplias puntuaron más alto en las tareas de autocontrol. Por lo tanto, tener una dieta amplia –comer muchos tipos de alimentos de la naturaleza– puede requerir autocontrol y ser un factor importante para la innovación de éste”.
En definitiva, los resultados sugieren que la alimentación y el tamaño del cerebro influyen en la evolución cognitiva.
“Los grandes simios, como chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes fueron los que mejor pasaron dichos experimentos, mientras que los monos ardilla (Saimiri sciureus) y los arrendajos euroasiáticos (Garrulus glandarius), una especie de pájaro, tendían a obtener los resultados más bajos en las pruebas”, asegura el experto.
Los autores trataron de encontrar correlaciones entre las capacidades cognitivas de la especie y una serie de medidas ecológicas, sociales y cerebrales. Evaluaron dos hipótesis sobre las presiones selectivas que pueden haber estimulado la evolución cognitiva: complejidad social y complejidad de la dieta.
Según MacLean, “las especies con dietas más amplias puntuaron más alto en las tareas de autocontrol. Por lo tanto, tener una dieta amplia –comer muchos tipos de alimentos de la naturaleza– puede requerir autocontrol y ser un factor importante para la innovación de éste”.
En definitiva, los resultados sugieren que la alimentación y el tamaño del cerebro influyen en la evolución cognitiva.