CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
oy escribe Fernando Bermejo

Querido Xabier:

Ayer me encontré, de improviso después de algunas semanas, con un texto en tu blog en el que te refieres a una postal mía en este mismo blog, a pesar de que en ella yo había escrito claramente: “El texto de hoy es –excepto el excursus entre corchetes siguiente, escrito al hilo de una observación de Xabier sobre el tono “agresivo” de algunos de mis textos– del todo independiente de esa carta”. Dado que tú a la vez continúas y cierras explícitamente el diálogo en esta sede, yo haré lo mismo en el post de hoy: continúo y cierro.
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El núcleo de mi primer post partía de una afirmación tuya en tu <em>Evangelio de Marcos<em>(Verbo Divino, Estella, 2012), p. 1021, nota 100: “Los textos de Reimarus han sido publicados por G. E. Lessing […] Sobre los posibles elementos ‘armados’ del movimiento de Jesús y sus seguidores siguen siendo esenciales los libros de Brandon […] Una última defensa del carácter ‘militar’ del movimiento de Jesús ha sido defendida en castellano por X. [J.] Montserrat […] Esa hipótesis ha sido suficientemente refutada por la exégesis crítica, como muestras las obras más importantes de los últimos decenios sobre la historia de Jesús”. Dado que en tu discurso pareces meter en el mismo saco a Reimarus, Brandon y Montserrat, lo de la “suficiente refutación” parece referirse a la totalidad. Y es esto –si te he interpretado bien– lo que considero tan injusto e infundado como falso. Precisamente para abrir un diálogo al respecto, una pregunta central que te formulé es la de cuáles eran, en tu opinión, los argumentos que “refutan suficientemente la hipótesis”. Esta pregunta no fue respondida.

El segundo núcleo de mi carta venía dado por el hecho de que al analizar el texto de Mc 14,47, tú construyes tu discurso afirmando en ocasiones que el individuo que saca la espada es “alguno de sus simpatizantes (a quienes él no controla)”, mientras que pocas líneas después, en la misma página, sostienes que “debe ser un discípulo importante, cabeza de grupo” (y esto no está en una nota, sino en el cuerpo del texto). Yo te pregunté si, en tu opinión, quien desenvaina y tira a matar era una cosa o la otra, porque no es lo mismo –si es un mero “simpatizante”, ¿de dónde sale, si en esta escena las fuentes nos hablan solo de discípulos?; si es un “discípulo importante”, y si Jesús era un amante y maestro tan exquisito de la paz, ¿es que no había logrado inculcar sus valores más sagrados a uno de sus discípulos íntimos?–, y porque las consecuencias no son iguales, y porque este tipo de cosas deberían dejarse claras para saber por dónde discurre realmente tu discurso, y qué juicio intelectual merece. Quizás hayas respondido y yo no lo haya visto –porque, como la Sinagoga, estoy ciego–, pero el lector que se formule estas preguntas sigue sin saber con cuál de las dos respuestas te quedas, ni a qué atenerse.

Evidentemente, no era ni es mi intención reducir un monumental comentario sobre Marcos que te ha llevado mucho tiempo y esfuerzo a una contradicción, aunque parece que tú me lo achacas. Si esta es la impresión causada, lo lamento de veras: no era mi intención. Pero tan injusto como sería hacer eso lo es dar a entender a los lectores que yo cometo la injusticia de reducir el valor de tu obra a una cuestión menor o nota a pie de página. Evidentemente, no es así. La cuestión que planteo no es en absoluto baladí, porque del juicio histórico sobre el pasaje de Mc 14, 47 –junto con otros, por supuesto– depende un tipo u otro de reconstrucción histórica del personaje, y por tanto el juicio que se emita sobre las esperanzas, el carácter y la muerte de Jesús (y no me digas que te mantienes en el plano literario o la perspectiva de Marcos, porque cuando quieres, en tu comentario, saltas al plano de la historia).

Con respecto a lo que digo en mi segundo escrito sobre lo que tú afirmas sobre mi tono, yo no me defendí, aunque solo sea porque creo no necesitar defensa alguna. Me limité a hacer una serie de observaciones a mi juicio elocuentes, y la referente a Jesús permite –a quien quiera verlo– detectar el doble rasero y la parcialidad de muchos (me temo que también la tuya). Por lo demás, Xabier, solo la gente que me conoce bien sabe de cuántos tonos y tonalidades yo soy capaz (lo mismo te pasará a ti, supongo).

Ciertamente, en la realidad lo que para unos es plausible para otros no lo es, igual que –al parecer–lo que para unos es una respuesta para otros no lo es. Los humanos somos así. Pero que los relatos de la Pasión (y en general los Evangelios) están –en el plano de la reconstrucción histórica, que es al que obviamente me estoy refiriendo en todo momento– plagados de inverosimilitudes, y que esta sea una de las bases de la hipótesis de la que hablamos, no es algo que se invente Fernando Bermejo. Es algo que reconoce cualquiera que tenga ojos para ver, y que numerosos estudiosos (como mínimo desde Reimarus, si no nos remontamos a Celso y Porfirio) han visto. Y para detectar las incoherencias y las inverosimilitudes da igual si estás sentado en un despacho aséptico, en medio del tráfago de una urbe o en una playa atlántica cogiendo olas, con tabla o sin ella. De modo que hablar de la “coherencia de Bermejo” y de la “inverosimilitud de Bermejo” puede ser retóricamente eficaz, pero, querido Xabier, no tiene ni pies ni cabeza. (Por cierto, muy bonita la foto de la legión con el Cristo).

No contento con ello, escribes a renglón seguido: “Los textos hay que estudiarlos desde su trasfondo histórico, literario, retórico y religioso (por lo menos). A no ser que se estudien así, no se pueden lanzar acusaciones generales”. Pero ¿de qué acusación me estás hablando? ¿Desde cuándo es “lanzar una acusación” afirmar algo tan elemental –pero que muchos no quieren ver– como que “El punto de partida de la hipótesis es la propia textualidad de los Evangelios canónicos, en la medida en que a) sus relatos de la Pasión están plagados de contradicciones, incoherencias e inverosimilitudes”? Pero ahora también nos enteramos de que hay “un plano” en que esta afirmación es “discutible”. Me gustaría saber cuál es, hablando de reconstrucción histórica (que es a lo que me refiero siempre), cuál es ese interesante plano…

Item más. Al escribir yo “la hipótesis del Jesús implicado en la resistencia antirromana, en cualquiera de sus variantes, no goza de amplias simpatías en la exégesis neotestamentaria (mayoritariamente compuesta de creyentes cristianos), por razones obvias”, quiero decir exactamente lo que digo. Al escribir tú: “Tengo la impresión de que quiere decir que los creyentes cristianos no pueden ser ‘imparciales’ a la hora de entender el fenómeno Jesús”, esa es una deducción tuya. Sin duda, yo he afirmado a menudo y seguiré haciéndolo –demostrándolo con numerosos ejemplos (v.gr. en mi último artículo de Bandue 2011, en que muestro las contradicciones e incoherencias de Meier, Crossan, Theissen y Dunn en el tratamiento de un tema determinado)– que, con demasiada frecuencia, a los exegetas creyentes se les (os) ve el plumero, pero eso no significa que a otros no se les vea; y tampoco significa que un creyente no pueda ser crítico (o un increyente acrítico, faltaría más). Uno de mis autores más respetados del s. XIX es Johannes Weiss, que era un piadoso protestante, pero que en términos generales sabía distinguir bastante bien la historia de la teología. Otro de los autores a los que más respeto, a caballo entre el XX y el XXI es a Dale Allison, exegeta profundamente creyente y uno de los historiadores de Jesús más eruditos y sensatos. Y respeto a Dale no porque yo sea el único español al que cita, sino porque es un individuo profundo y lúcido, que distingue con delicada nitidez entre historia y teología. Los exegetas creyentes capaces de elaborar historia crítica son una especie rara, pero de vez en cuando se avistan ejemplares. De modo que, aunque sin duda afirmaciones “poco serias” se me pueden atribuir, precisamente la de la imposibilidad de un exegeta creyente crítico, no (la de su improbabilidad, sí: omnia praeclara rara). Y sobre lo que son las precomprensiones y los prejuicios, ya he dicho en este blog hace tiempo todo lo que tenía que decir.

Yo no discuto –y apenas hay quien discuta – que el proyecto de Jesús incluyera una profunda espiritualidad, justicia social, y humanidad, y que estuviera conformado por conmovedores ideales (conmovedores, en algunos casos; en otros, totalmente inquietantes y desquiciados). Esto lo han reconocido Eisler, Brandon, Maccoby, y otros muchos. La presunta unilateralidad de la hipótesis del Jesús implicado en la resistencia antirromana es, al menos en varias de sus versiones, pura caricatura sin base.

Estoy totalmente de acuerdo contigo en que hay que precisar el tipo de resistencia antirromana de Jesús. Pero, en primer lugar, quizás reconozcas que hay muchos exegetas y teólogos a los que se les ponen los pelos como escarpias al oír hablar de “resistencia antirromana”, ¿verdad? Y en segundo lugar, hay que ver cuál es la plausibilidad y la coherencia de la versión que se ofrece (por eso te preguntaba, por ejemplo, si según tú el individuo que asesta el mandoble en Getsemaní es un mero “simpatizante” o un “discípulo importante”, pero al parecer me voy a quedar sin saberlo).

Lamento añadir que, con respecto al asunto del “militarismo” de Jesús al que te refieres mencionándome –hablas en alguna ocasión de “militante militar antirromano en plano militar” (sic)–, para decirlo en román paladino, tú te lo guisas y tú te lo comes. Nunca he afirmado ni presupuesto que Jesús fuera un militarista ni el jefe de un ejército, ni que la actividad armada haya sido lo más crucial en su trayectoria vital, ni que creyera que iba a ser una actuación armada la que haría irrumpir, como tal, el Reino de Dios. La asociación de Jesús con la resistencia antirromana –o la compatibilidad de su proyecto con esa resistencia– y con cierta medida de violencia y de ruido de armas no implica necesariamente ninguna de esas tesis. Ya Samuel Brandon tuvo que denunciar, un tanto harto, que varios sedicentes estudiosos críticos (v.gr. J. Gwyn Griffiths, ¡en New Testament Studies!) afirmaran que él había escrito que Jesús era un zelota (¡algo que Brandon negó explícitamente en su obra!). Pero bueno, a las caricaturas estamos acostumbrados. A esta luz, no necesito añadir una palabra a tus simpáticas afirmaciones sobre el carácter obsoleto de mis preocupaciones y lo desencaminado de mis respuestas.

Con respecto a la valoración que efectúas de mis artículos historiográficos, como no haces referencias precisas ni críticas concretas, no sé a qué te refieres con lo de “bastante parcial”, y por tanto no puedo decidir si ese juicio tuyo es, a su vez, bastante parcial. En todo caso, tal vez te interese saber que muchos de quienes están hoy en el plano internacional en la vanguardia de la historia y la historiografía sobre Jesús (Dale Allison, A. J. M. Wedderburn, James Crossley, Anthony Le Donne, Chris Keith…) no parecen compartir tu juicio, pues están citando elogiosamente mi obra y aceptando su validez (tanto los artículos españoles como el inglés). Tampoco parecen compartir tu juicio los editores de la Encyclopedia of the Bible and Its Reception (Walter de Gruyter, Berlín y Nueva York), pues me han encargado la redacción del artículo “Quest of the Historical Jesus”… con lo cual, ciertamente, solo demuestran lo terriblemente insensatos que son.

Por lo que respecta a los lugares en los que publico y a su adscripción confesional, te confieso que estoy muy contento de haber publicado donde lo he hecho –nunca me arrepiento de nada, yo soy así de (ir)responsable–, pero permíteme aclararte que lo que he publicado en editoriales confesionales –y podrías haber añadido 4 artículos en Estudios Bíblicos (el último sale en septiembre)– es solo un pequeño porcentaje del total, pues la mayor parte se edita –a menudo en inglés y en otras lenguas europeas– en sedes no necesitadas de nihil obstat. Por lo demás, te ahorraré, a ti y a los lectores, la historia de la publicación de mis dos artículos en la Revista Catalana de Teología hace 6 años, y de los intentos por cortocircuitar su publicación por parte de algunos eclesiásticos-exegetas conocidos de este país. Por supuesto, hay de todo en la viña del Señor, y ha sido un placer colaborar v. gr. con la colección de Estudios Bíblicos de la editorial Sígueme, en la que trabajan personas tan excelentes y afables.

Y, para terminar, ciertamente, Xabier, no, yo no albergo el menor objetivo de “transformación mesiánica” del mundo. Yo soy así de elemental y de primario (solo en un plano, claro, en otro esta afirmación es muy discutible…). El mesianismo os lo dejo a quienes tenéis la inmensa fortuna de saber que hay un mesías, y quién es. En lo relativo a unciones con óleo, ciertamente prefiero el aceite de oliva virgen extra… pero solo para cocinar. Por lo que respecta a mi compromiso con la justicia y con una realidad menos indecente (en la medida de lo posible, que visto lo visto nunca es muy grande), no diré una palabra, porque que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, y viceversa.

Te avisaré cuando publique mis artículos –históricos en este caso, no historiográficos– sobre la hipótesis mencionada (va para largo, el principal aparecerá en inglés y ya sabes lo que tarda el peer review…), para que tengas la oportunidad, si quieres, de refutarlos suficientemente en una revista científica, donde uno sí se expone a tener que responder de sus incoherencias y sus contradicciones.

Querido Xabier, lamento haberme alargado. Yo también termino este texto dándote las gracias. Por tus líneas bienintencionadas -y por las que no lo parecen tanto, pero que en el fondo también lo son porque tú tienes buen fondo-, por tus inmerecidos elogios, por ser quien eres, y desde luego por haberme invitado a Cuenca (¡no una, sino dos veces, que ya te has olvidado!). Mi afecto por ti sigue incólume. Y espero que no pasen años sin que te pueda dar otro abrazo.

Siempre tuyo,

Fernando
Miércoles, 29 de Agosto 2012

Notas

Hoy escribe [Fernando Bermejo y] un lector

Hace algunas semanas, un amable lector argentino del blog escribió un extenso comentario a una de mis postales. Reproduzco aquí las partes de su texto que realizan objeciones y afirmaciones críticas, reservando mi respuesta para la próxima semana.<!--more-->

“Lo que pienso es que la crucifixión de Jesús, solo o acompañado, no basta para afirmar de manera irrefutable que estamos ante la presencia de un fanático religioso, cabecilla de un movimiento armado destinado a imponer por la fuerza el Reino de los Cielos”

“Jesús está indudablemente al frente de un movimiento que probablemente estaba atravesado por las más diversas tendencias, cobijado por cierto bajo una serie de coincidencias fundamentales.
Además, como Fernando Bermejo se propone analizar a Jesús y a su movimiento como a un simple grupo religioso humano, sin compartir casi nada de lo que la teología cristiana sostiene sobre él, debería admitir que los movimientos políticos son complejos y albergan en su seno a las más diversas líneas. Los líderes suelen situarse muchas veces por encima de ellos, manejando con mayor o menor inteligencia la relación con los distintos sectores que se expresan en él.”

“No quiero, con el ejemplo precedente, dejar sentado que Jesús fue el cabecilla ingenuo de un grupo que se le fue de las manos, pero pienso que se debe considerar seriamente la posibilidad de que en el complejo universo político, religioso y social de la Palestina del siglo primero su capacidad de convocatoria incluyera a quienes tenían una visión más radicalizada sin que necesariamente él suscribiera totalmente el camino que podían propugnar algunos.
Cuando en el Evangelio leemos el episodio que suele titularse “La confesión mesiánica de Pedro”, para mí al menos resulta más que evidente que hubo quienes tempranamente lo vieron bajo ese perfil y en las no unívocas visiones con respecto al papel de esa figura mesiánica, se proyectaron y delinearon distintos modelos que podían comprometer a quienes deseaban, por la violencia, establecer el Reino y expulsar al enemigo.”

“La heterogeneidad de un movimiento que incluía a quienes habían seguido a Juan, a enfermos curados, a mujeres, a miembros más o menos comprometidos con otros grupos religiosos existentes bien pudo haber contado con un ala radicalizada que en el contexto del creciente descontento que provocaba la ocupación romana y en el marco del liderazgo que Jesús ejercía, en un momento, la autoridad romana lo haya visto como al referente al que había que imponerle un castigo ejemplar y definitivo.”

“Incluso ese Jesús crucificado en medio de otras dos personas con las que sostiene un breve diálogo bien puede ser más que algo simbólico, más que una simple escena montada y reflejar cierta realidad en el sentido de que ambos pudieron ser partidarios suyos y, en el medio de los terribles dolores, uno reprocharle no tener poder para bajarlo de la cruz y el otro reconocer, en cambio, que Jesús no había hecho nada y que ellos bien merecían el castigo que estaban padeciendo. Porque si Fernando Bermejo le concede verosimilitud a ese hecho, por extensión yo puedo dar por cierto el diálogo que sostuvieron los tres crucificados.”

“Antes de terminar, tengo una pregunta para Fernando Bermejo. Hay algo que me parece importante poder dilucidar. Quizá él pueda hacerlo. Si Jesús era un líder que luchaba contra los romanos, si esa era más que una veta dominante en su heterogéneo movimiento, si eso fue lo que estuvo en la médula de su convocatoria a los galileos de entonces ¿por qué el evangelista Marcos estaba interesado en dar una imagen pacífica de su maestro cuando la violencia se expandía con más fuerza y la misma podía estimular las expectativas de victoria e inminente intervención divina? Los cristianos y sobre todo los que manejan la Iglesia parecen tener la capacidad de adaptarse siempre a los gustos del poder para que su mensaje se propague y no deje de ganar adeptos. Ya Marcos, según Fernando Bermejo, reunía magistralmente esas dotes."

"Insisto con esto porque no es algo menor. Resulta que en el momento que esa violencia se hace cada vez más intensa hasta terminar con la destrucción del mismo templo en el 70 y con Masada en el 73 y proseguir aún varios años más para volver a estallar en el 132 nuevamente, un predicador de la violencia, organizador de un movimiento armado, decidido a todo por sus creencias, es reconvertido en un predicador pacifista cuando ese mismo escenario de violencia podía jugarle a favor para reivindicarlo, para marcar la exactitud del camino emprendido. Me parece ir demasiado lejos.”

Saludos de Fernando Bermejo

Miércoles, 29 de Agosto 2012
Vida de Santiago el Mayor según sus Hechos Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Texto de las historias. Fecha de composición. Autor

La historia de Santiago de Zebedeo, que presento en este bosquejo de su vida y martirio, está tomada de las obras de Abdías de Babilonia, Pseudo Abdías obviamente. Pues el primer obispo de Babilonia, consagrado obispo por los mismos apóstoles según la tradición, no puede ser el autor de estos relatos que no van más allá del siglo VI.

Las obras del Pseudo Abdías son un grupo de obras conservadas en latín, que tratan de la vida de diferentes apóstoles y de su martirio. La obra en su conjunto alcanzó una gran difusión en la edad media, como prueba la atención que merecieron en la Leyenda Aurea de Giacomo Della Voragine. En diez libros recoge su autor leyendas sobre todos los apóstoles, en las que van incluidas las relativas a Pablo, que completan así el número de los Doce. El título preferido por los estudiosos modernos es el de Colección del Pseudo Abdías. De este personaje cuenta el apócrifo que era discípulo de Simón y Judas, que vino con ellos desde Judea y que fue consagrado por ellos como primer obispo de Babilonia.

La obra sería original de un tal Cratón, presunto discípulo también de estos mismos apóstoles, y fue compuesto en diez volúmenes. Abdías habría escrito un resumen: pauca selegimus (“Hemos seleccionado unas pocas cosas”: StMe 20). La complejidad de la obra se hace patente por la diversidad de títulos con que aparece en los distintos manuscritos: Pasiones, Milagros de los Apóstoles, Gestas y Martirios. Este último epígrafe es precisamente el término empleado por la advertencia adjunta a la historia de Simón y Judas: “Ahora bien, Abdías, obispo de Babilonia, que fue ordenado por estos apóstoles, escribió las gestas (gesta) de los mismos santos apóstoles en lengua hebrea, que fueron traducidas todas al griego por un discípulo del mismo Abdías, de nombre Eutropio”. La historia de Santiago, el hijo de Zebedeo, está contenida en el libro IV de la Colección del Pseudo Abdías. Las tradiciones recogidas en la Colección eran conocidas ya por Clemente de Alejandría y por Eusebio de Cesarea.

Ministerio de Santiago en el Pseudo Abdías

Identidad de Santiago de Zebedeo

La narración del Pseudo Abdías hace en el umbral de su obra una relación de los datos de su personalidad. Era hijo de Zebedeo y hermano de Juan el evangelista. El Salvador le pidió que lo siguiera cuando se encontraba en el mar en compañía de su padre y de su hermano Juan. Después de la pasión del Señor recibió en suerte las regiones de Judea y Samaría como tierras de misión. En efecto, recorría aquellas provincias entrando en las sinagogas y demostrando que en Cristo se habían cumplido los vaticinios que sobre él habían anunciado los Profetas.

Hermógenes y Fileto, adversarios de Santiago

Dos personajes, conocidos ya por el corpus paulino, trataron de refutar su argumentación negando que Jesús fuera el Hijo de Dios enviado como Mesías al mundo. Pero Santiago hacía una sabia demostración a base de las Escrituras con tanta riqueza de citas y tanta lógica, que Fileto se convirtió a la fe de Santiago. No contento con ello, se dirigió a su maestro, el mago Hermógenes, para referirle las razones dialécticas y taumatúrgicas de su conversión. Santiago hacía toda clase de milagros, curaba a los enfermos, expulsaba a los demonios de los posesos y hasta resucitaba a los muertos. Con ello demostraba que el verdadero Hijo de Dios es aquel al que crucificaron los judíos. Invitaba a su maestro Hermógenes a acudir a Santiago para pedirle perdón y hacerse discípulo suyo.

Hermógenes, encendido en ira, “ató a Fileto con vínculos mágicos” (c. 2,3) y le retó para que Santiago lo liberara. Fileto envió a un amigo para que comunicara a Santiago lo sucedido. El apóstol le envió su sudario con la promesa de alivio y liberación. Apenas el enviado tocó con el sudario a Fileto, quedó éste libre de las ataduras mágicas y fue corriendo a contar a Santiago los detalles de su peripecia.

Hermógenes provocó a los demonios con sus artes mágicas para que fueran a Santiago y se lo trajeran en compañía de Fileto. Quería vengarse de ellos por medio de burlas y amenazas. Pero cuando llegaron los demonios al lugar donde estaba Santiago, empezaron a dar alaridos por el aire pidiendo piedad. El apóstol les preguntó por qué habían venido. Contestaron que Hermógenes los había enviado para que llevaran a Santiago y a Fileto hasta él. Pero cuando se iban acercando, unos ángeles los habían atado con cadenas de fuego dejándolos en el tormento. Santiago ordenó a los ángeles que desataran a los demonios para que regresaran a Hermógenes y lo trajeran atado hasta Santiago.

Los demonios ataron a Hermógenes las manos a la espalda con cuerdas y lo llevaron a Santiago. El apóstol le dirigió un reproche lleno de avisos acerca de su conducta pasada. Sin embargo, no permitía a los demonios que se tomaran venganza de Hermógenes ni que le hicieran daño. Al contrario, preguntó a los demonios por qué no arrestaban a Fileto a quien tenían a su alcance. Los demonios respondieron que no podían tocar ni siquiera a una hormiga que estuviera bajo los dominios y la protección del apóstol Santiago, que aprovechó la ocasión para dirigir a Fileto y a los presentes una suprema lección. Todos conocían la recomendación del Señor de no devolver mal por mal. De acuerdo con la palabra del Señor, Santiago mandaba a Fileto que devolviera el bien por el mal que de Hermógenes había recibido. Concretaba su recomendación diciendo que si el mago lo había atado, él lo soltara, si él quiso llevarlo encadenado por los demonios, él le permitiera ir libre a donde quisiera. Era una forma nueva de tratar al prójimo.

(Cuadro de Rubens. Santiago el Mayor porta la espada como instrumento de su martirio).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 27 de Agosto 2012
437-01  “Filiación”. Cultura pagana, religión de Israel, orígenes del cristianismo
Hoy escribe Antonio Piñero



Comentamos hoy el tercer volumen de la serie “Filiación” ya reseñados en este blog, y que publicó la editorial Trotta, Madrid, 2005 y 2007. El presente volumen es de finales del 2011 y recoge las actas de las jornadas de estudio Vª y VIª sobre “La filiación divina en los inicios de la reflexión cristiana”. ISBN: 978-849879-218-8. Los editores de este volumen son Patricio de Nasvascués, Manuel Crespo Losada y Andrés Sáez Gutiérrez.

Esas jornadas fueron organizadas por el entonces “Instituto Diocesano de Filología Clásica y Oriental San Justino” que ahora ha subido de categoría y porta el título de “Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino”; supongo que esta Facultad es independiente de la Facultad de Teología San Dámaso, Madrid, adscritas ambas a alguna Universidad Pontificia.

Como en los anteriores volúmenes, este III sigue abordando el estudio de un concepto clave, la filiación, en el ámbito general de la Antigüedad del mundo clásico y del Medio Oriente, que importa mucho para la antigüedad cristiana: a saber, en qué sentido es “Hijo” de Dios el mesías de Israel, Jesús de Nazaret, y en qué sentido son también “hijos” los creyentes en este mesías.

El problema es arduo, pues en una de las ramas más modernas de la investigación actual sobre Pablo de Tarso se argumenta denodadamente que, según el Apóstol, la expresión “hijo de Dios” aplicada al mesías Jesús no va más allá de lo que significaba ese mismo sintagma referido al rey de Israel, que era un hombre normal, no divino, pero que como monarca gozaba de un estatus preferente de “filiación”. Israel era, sin duda el hijo de Dios. Pero el rey lo era “aún más”

Así por ejemplo, se expresa en el Salmo 2,7 y en 89,27: “Él me invocará diciendo tú eres mi padre, mi Dios y la roca de mi salvación. Y yo lo haré mi primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra”. Todo ello significa que, para ese sector de la investigación de hoy, Pablo consideraría al mesías Jesús un mero ser humano y que la filiación adoptiva de los creyentes en el mesías sería del mismo estilo: el Ungido, Jesucristo no es más que el primogénito entre muchos hermanos, todos a nivel humano. Desde luego queda excluida toda noción de preexistencia del mesías en Pablo.

El contenido de este tomo III, en concreto, es el siguiente: en la sección primera “Cultura pagana” aparecen estudios sobre el posible concepto de filiación en el ámbito etrusco" (Roberto López Montero); “La filiación en Homero y en Hesíodo” (Emilio Crespo). “La filiación en el caso de los órficos” (Miguel Herrero de Jáuregui); “Las implicaciones teológicas del debate en torno a la generación del mundo en el Timeo” (Franco Ferrari) estudio que viene a cuento porque los filósofos platónicos de la edad imperial concibieron el tema de la filiación casi únicamente dentro de una perspectiva teológico-cosmológica.

Me detengo en este apartado que puede parecer un tanto más extraño: autores como Numenio de Apamea y Harpocración de Argos llevaron a cabo una clara jerarquización de la esfera divina al hablar de un primer dios (Padre) de un segundo Dios (Demiurgo o artífice) y de un tercer dios (que sería el cosmos). Recordemos que para los filósofos estoicos, panteístas, Dios es la totalidad del universo regida por la razón universal. Lo importante aquí es que el segundo Dios, “hijo” (éggonos) podría transmitir a los hombres una cierta filiación.

Dos trabajos más en este primer apartado tratan de la “Filiación en las inscripciones griegas de Asia menor” (María Paz de Hoz) donde se puede estudiar cómo se trata la relación paterno filial desde el punto de vista de la epigrafía funeraria. Por último, hay otro trabajo importante para entender bien “El concepto de adopción en el Imperio romano” (Angelo di Berardino).

Conocer bien este proceso es interesante; pues, para Pablo, los creyentes en Cristo son hijos adoptivos de Abrahán. Los gentiles, al creer en la proclamación / kerigma de los apóstoles cristianos sobre el mesías hijo de Dios no hacen otra cosa que repetir el proceso de fe / creencia / confianza en la promesa de Dios que había hecho Abrahán antaño (Romanos 4) y que contiene la afirmación de que también los gentiles serán adoradores del Dios de Israel, se sobrentiende que en los momentos previos a la venida del Reino de Dios.

En el apartado sobre la religión de Israel no hay más que un trabajo, a saber, el de Jacques van Ruiten de la Universidad de Groninga, con el título: “Filiación divina en el libro de los Jubileos”. Este artículo estudia en especial Jubileos 1,24-25, donde los hijos de Israel son llamados hijos del Dios vivo y otros dos lugares del mismo libro apócrifo del Antiguo Testamento (2,20 y 19,29) en los que Jacob es presentado como hijo primogénito de Dios.

Este trabajo, muy importante, bien documentado y con notable capacidad de análisis, concluye que no se puede decir que haya cabida para una interpretación literal del sintagma “hijo de Dios”, respecto a los israelitas, sino solo para una comprensión metafórica: Israel es el primogénito de Dios en relación con otros pueblos; Israel está consagrado a Dios, y esa relación metafórica de Padre a hijo requiere la obediencia a la divinidad por parte del hijo, así como la solicitud y fidelidad de Dios, como Padre, para proteger a Israel. Esta filiación aunque metafórica muestra una relación fuerte entre Israel y la divinidad que nunca puede ser eliminada.

En la sección sobre orígenes del cristianismo hay trabajos interesantes que paso a enumerar: César Augusto Franco Martínez hace una exégesis de Heb 5,8 y 12,1-11 en la que estudia la relación entre filiación y el sufrimiento. Es importante que, en Hebreos, Jesús es presentado como divino, como hijo, como sumo sacerdote que se ofrece en sacrificio doloroso. El autor sostiene que, con ciertas matizaciones, el autor de Hebreos afirma que se puede denominar también “hijos” a los que se benefician de la redención de Cristo por el sufrimiento.

Luca Arcari estudia a Jesús como hijo y como téknon (“artesano / maestro de obra”) en el Apocalipsis. Hace una comparación de textos de este libro con otros del Antiguo Testamento (Génesis 37,9 Isaías 28, 1) varios otros textos de Josefo y otros de la literatura qumránica y del Segundo Templo en general, en los que presenta al hijo de Dios, Jesús, en una dimensión de total sacralidad en la que se insiste en que esa sacralidad le viene por línea materna. Naturalmente el autor afirma que estas categorías nada tienen que ver con el Jesús histórico.

Interesante es el artículo de Daniel Vigne sobre la filiación divina de Cristo en el judeocristianismo. En el artículo estudia la cristología del Evangelio de los hebreos y del evangelio de los ebionitas. El primero, en opinión del autor, pertenece a una rama de judeocristianos ortodoxos en los que la cristología es muy elevada, es decir, puede llegarse a postular una fe común con los sucesores de las iglesias paulinas que creen casi unánimemente (al menos por el testimonio de Colosenses), que el mesías es hijo de Dios real y óntico.

El evangelio de los judeocristianos heterodoxos, el de los ebionitas, tiene un concepto de la filiación de Jesús menos elevado. Por ello se presenta a Jesús como hombre, concepción en la que el “Hijo” no es Dios. El evangelio de los ebionitas aparece complementado en este artículo por el estudio de una serie de citas de textos de los Padres de la Iglesia sobre la teología judeocristiana y de las Homilías pseudo clementinas.

Fernando Bermejo estudia “la filiación en los gnósticos setianos. Una aproximación”. Me parece muy interesante la primera parte de este artículo por su esfuerzo en delimitar la relevancia del fenómeno setiano y los problemas para caracterizar a este grupo. Luego estudia la filiación en el ámbito divino, según los setianos: la tríada primordial como relación familiar; la filiación del Demiurgo respecto a Sofía; la filiación de los arcontes del Demiurgo y, finalmente, la filiación de los seres humanos divididos en dos ámbitos: a) de Adán a Caín y b) Set/Norea y la raza de Set = los gnósticos.

Los tres artículos siguientes se centran en la obra de San Justino: “El hijo antes de la creación del mundo en la obra de San Justino” (Juan José Ayán Calvo); “El camino de la filiación: Jesús, el hijo, en Justino mártir” (José Granados); “La filiación en Justino mártir: los cristianos”, de Giuseppe Visonà, y finalmente “Cómo se integra el tema de la filiación en la obra y el pensamiento de Justino”, es decir, la filiación divina de Cristo y la misma filiación divina de los cristianos, por Philippe Bobichon.

El último artículo de este volumen trata de la filiación de Cristo como hijo en un texto del gnóstico Heracleón recogido por Orígenes y las consecuencias de esta filiación por medio de la gnóme (“consejo / juicio”). Su autor, Patricio de Navascués, concluye sosteniendo que “La relación que tiene el Hijo con el Padre, en cuanto que es consejo del Padre, lo distingue personalmente de él y no lo separa, sino que por medio de la crasis o fusión del Espíritu los sostiene en unidad de pensamiento y acción. Según Heracleón, los seres humanos por su parte tienen acceso a esta filiación positiva.


Hasta aquí la indicación del contenido de esta obra colectiva. En la próxima entrega haré un breve comentario a esta trabajo denso y, en mi opinión, muy interesante, que aborda un aspecto fundamental en la cristología. No en vano el inicio de la teología cristiana es la cristología y el desarrollo de ésta es el cristianismo.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 24 de Agosto 2012
Hoy escribe Fernando Bermejo

En uno de los comentarios a una postal anterior sobre la hipótesis del Jesús sedicioso antirromano, un amable lector formuló una objeción, relativa a Pablo, que hoy me dispongo a contestar. El núcleo de la objeción consistía en que, si Jesús hubiera sido un resistente antirromano implicado en una resistencia armada, sería difícilmente explicable –por no decir imposible de creer– que Pablo de Tarso, un prorromano convencido, hubiera predicado a Jesús.

Antes de responder, aclaro una vez más que mi idea general (que será expuesta de modo sistemática en sede académica) es que la mejor explicación para lo que se afirma en las fuentes disponibles es la de que Jesús fue un sujeto profundamente religioso que no solo predicó un mensaje que suponía un desafío frontal a los intereses imperiales (predicación del Reino de Dios, pretensión regia, oposición al pago del tributo), sino que estuvo implicado, al menos en el período final de su vida, en algún acto muy concreto de sedición (Lc 22, 36 + Lc 23, 2 + resistencia en Getsemaní, etc.) en el marco de una firme creencia en la intervención inminente de Dios. No presupongo –y, salvo meliori, no he afirmado– que Jesús fuera el jefe de un ejército, ni que la actividad armada haya sido lo más crucial en su trayectoria vital, ni que creyera que iba a ser una actuación armada la que haría irrumpir, como tal, el Reino de Dios. La asociación de Jesús con la resistencia antirromana y con cierta medida de violencia y de ruido de armas no implica ninguna de esas tesis.

Una vez aclarado este punto, sostengo que, a mi modo de ver, la objeción relativa a Pablo no es válida, por las siguientes razones (procederé en lo que sigue de lo más general a lo más concreto).

Ante todo, a mi juicio la objeción descuida la fuerza y el alcance de la capacidad mitopoiética del ser humano. Este es capaz de las transformaciones semánticas más llamativas, tanto porque su capacidad hermenéutica alcanza límites a primera vista insospechados, sea porque los resortes que mueven esas construcciones interpretativas no son la coherencia lógica o la búsqueda de la verdad fáctica, sino las necesidades espirituales y emocionales, que operan en un plano mucho más determinante y son mucho más poderosas, como todo el mundo sabe. Las transformaciones –e incluso inversiones – semánticas en la historia de las religiones son bien conocidas.

Cabe ejemplificar lo anterior, precisamente, con los llamativos procesos que se han dado en la interpretación de la figura de Jesús de Nazaret. Por ejemplo, Jesús fue religiosamente un judío hasta la médula que en ningún sentido inteligible "superó" el judaísmo, pero la tradición posterior –cuya estela han seguido y seguirán fielmente durante muchos siglos la exégesis y la teología cristianas- lo convirtió muy pronto en un debelador del judaísmo y aun en un no-judío, con la mayor naturalidad y sin el menor escándalo para los cristianos. Otro ejemplo: Jesús se dirigió solo a Israel y tenía una idea francamente negativa de los paganos, pero la tradición cristiana lo ha convertido en un universalista sin fronteras y en el Salvador de las naciones, de nuevo sin el menor rubor. Estos ejemplos podrían multiplicarse.

A la luz de tales procesos de inversión que se constatan en la historia del cristianismo, ¿dónde se halla el problema de convertir a un sedicioso antirromano en un paradigma de pacifista? La respuesta es: en ninguna parte. No hay ningún problema, como los propios hechos demuestran. Necesidades ideológicas y espirituales son capaces de numerosos actos de prestidigitación (por supuesto, con la mejor de las conciencias).

Además, la objeción me parece descuidar el carácter y la experiencia del propio Pablo de Tarso. Pablo era un visionario –se le ha llamado “místico”, “carismático”, “poseso”– al cual, según declaración expresa propia, el Jesús “katà sárka” (lo que llamaríamos “la figura histórica de Jesús”) le importaba muy poco. Pablo era un individuo que tenía una serie de profundísimos conflictos espirituales, y que creyó resolverlos al ser arrebatado, si en cuerpo o fuera del cuerpo ni él lo supo, al tercer cielo, al oír cosas que no pueden ser contadas, y al ser partícipe de toda una serie de visiones y revelaciones que le permitieron contemplar en Jesús (al cual, que sepamos, no conoció personalmente, aunque esto ni siquiera es determinante) a un Salvador metahumano cuya muerte había sido causada por poderes arcónticos. Estas productivas experiencias místicas, con la interesante reinterpretación que suponen, dieron –como a millones después de él- sentido a su vida y fuerza para vivir. Y dado que ese sentido y esa fuerza eran tan absolutamente esenciales para él, lo demás –incluyendo quién fue de hecho Jesús– se convirtió en algo del todo secundario. O, mejor dicho: quién había sido de hecho y en realidad Jesús lo sabía Pablo mejor que nadie, porque Dios se lo había revelado en persona, bienaventurado él.

Dicho de otro modo: si a Pablo le hubieran interpelado: “oiga, mire, que Jesús fue crucificado por los romanos y la crucifixión se aplicaba a delitos de sedición; y que fue crucificado con varios lestai; y que fue detenido por muchos hombres armados; y que les dijo a sus seguidores que no tuvieran espada que se hicieran con una; y que varios de sus seguidores estaban armados con espadas; y que sabían manejarlas armas, y que las utilizaron; y que Jesús fue el responsable de un incidente violento en Jerusalén; y que hay indicios de que Jesús se opuso al pago del tributo; y que además resulta que pretendió ser rey de los judíos, lo que constituía una obvia lesión de la maiestas populi Romani; y que los propios discípulos de Jesús esperaban que este les aportara la liberación de Israel, y que tanto Jesús y sus discípulos concebían el reino de Dios como una realidad no solo espiritual sino sociopolítica; y que todo eso, y muchas otras cosas… lamentablemente, con su Cristo metahistórico no me acaban de cuadrar bien, y necesito otra hipótesis para explicarlo”, el Tarsiota habría respondido con el mismo tono entre burlón y compasivo que emplean muchos cristianos cuando se les dicen ciertas cosas:

“Pobre desgraciado, no entiende usted nada. Su inepcia congénita y su superficialidad intelectual y espiritual le impiden comprender lo más mínimo. Y además, sospecho que su visión tan terrena y mísera de Jesús solo prueba que es usted un sujeto moralmente mezquino, pues todo eso que usted dice no son sino calumnias y penosa malinterpretación. Y ahora perdóneme, que tengo prisa, pues he de predicar mi mensaje salvador y no puedo perder mi tiempo con gente como usted”.

En suma, Pablo estaba –como otros muchos en su estela– “en otro nivel”, en el nivel de la revelación personalizada de Dios, que le permitía comprender la cruz de Jesús y toda la historia de este de un modo que los mortales de a pie somos incapaces de vislumbrar, porque no hemos sido, ay, receptores de la divina gracia. Y, por tanto, la tradición que Pablo pudo llegar a conocer –que si romanos, que si lestai, que si espadas que se desenvainan, que si Jesús-rey de los judíos…– se convirtieron, tras sus experiencias religiosas, y con la mejor de las conciencias, en simples pamplinas, que constituían para él el mismo impedimento que constituyen para sus millones de sucesores: ¡es decir, ninguno! Porque cuando Dios habla, la razón se calla; porque cuando Dios habla, no hay contradicción que valga; porque cuando Dios habla, las preguntas y la lógica y la filosofía humana no son más que humo y cháchara insustancial; y porque cuando se trata de la eternidad, la historia es cosa de niños.

Así pues, en mi modesta opinión, la experiencia de Pablo no constituye una objeción válida a la hipótesis del Jesús sedicioso.

Posdata:

Mutatis mutandis, ¿saben Vds. qué cantidad de documentación y testimonios fehacientes demuestran que Marcial Maciel Degollado fue un abusador sistemático de menores, un mentiroso compulsivo, un drogodependiente, y un falsificador sin escrúpulos?

¿Y saben cuántos obispos y cardenales y papas –hombres de profundo acumen teológico, y sin duda también de moral no menos exquisita y concienzuda que Pablo– mientras pudieron, echaron tierra sobre el asunto y permitieron que durante décadas la visión de Maciel que tenía la opinión pública fuera la de un santo varón, y ello a pesar de que tenían indicios y aun pruebas más que suficientes que demostraban lo contrario?

¿Y saben cómo se habría escrito la historia de Maciel si –como ha pasado en tantos otros casos– algunas víctimas o sus familiares no hubieran podido manifestarse, y algunos periodistas no hubieran tenido el coraje de sacar los trapos sucios a la luz?

¿Y saben cuánta gente todavía hoy en día considera a M. M. un santo hombre de Dios, al que rezan devotamente cada noche y cuya intercesión piden a Nuestro Señor?

¿Y saben lo que piensa esta gente de quienes dicen que su particular san Marcial fue un abusador sistemático de menores, mentiroso compulsivo, etc…?

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 22 de Agosto 2012
Vida de Santiago, el hijo de Zebedeo, en sus Hechos Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Santiago en el grupo de los íntimos de Jesús

Un aspecto importante de la personalidad de Santiago, el hijo de Zebedeo, también llamado “Santiago el Mayor”, es su pertenencia al grupo de tres de los discípulos distinguidos por el Maestro con gestos de particular intimidad. Jesús, en efecto, reservó para sus tres íntimos experiencias particulares. En la escena de la resurrección de la hija de Jairo, documentada por Marcos y Lucas, “Jesús no permitió que le siguiera nadie sino Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago” (Mc 5,37 par.).

Otro suceso extraordinario en el texto de los evangelios sinópticos es el de la transfiguración. Marcos subraya los detalles con particular intención. No sólo recoge con Mateo la expresión kat’idían (“aparte”), sino que añade el adjetivo mónous (“solos”). “Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan y los subió aparte a un monte alto, solos, y se transfiguró ante ellos” (Mc 9,2 par.).

Para el episodio de la oración en Getsemaní, Jesús “llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y angustia” (Mc 14,33 par.). Era otro momento particularmente importante en la vida del Maestro. Los mismos discípulos que habían sido testigos de los destellos de la personalidad transcendente de Jesús en la transfiguración, veían ahora estremecidos los tristes reflejos de su humanidad. Allí, al lado de Pedro y del discípulo amado, estaba Santiago en la más cercana intimidad con Jesús. En compañía de Pedro, Juan y Andrés pudo también Santiago oír de labios de Jesús los vaticinios sobre el fin del mundo desde la ladera del Monte de los Olivos (Mc 13, 3s).

El ministerio de Santiago

Los detalles del ministerio de Santiago, contenidos en su apócrifo, están tomados de Clemente de Alejandría en el libro VII de sus Hypotipóseis (“Los esbozos”). Aunque esta obra no se ha conservado, fue la fuente de la que tomó Eusebio los datos para su Historia de la Iglesia (Eusebio, H. E., II 9.10). La tradición fue también conocida y comentada por Focio en el códice 238 de su Biblioteca. Ambos citan a Flavio Josefo y coinciden en presentar la muerte de Herodes Agripa como castigo divino por ser el responsable de la muerte de Santiago. Eusebio entiende que Santiago fue decapitado, lo mismo que el escriba Josías, convertido al ser testigo del último milagro del “hijo del trueno”.

La historia de Santiago en el texto del Pseudo Abdías, que seguimos en el relato de su vida, no es generosa ni en sucesos ni en doctrina. Cuenta primero los datos bíblicos de su elección (Mc 1,19-20 par.). Sigue inmediatamente el episodio de la hostilidad de Hermógenes y Fileto contra la predicación de Santiago. El debate giraba en torno a la mesianidad de Jesús, defendida por Santiago y negada por sus adversarios. Los nombres de estos dos personajes son ya conocidos por la carta 2 Tim 1,15 (Hermógenes) y 2,17 (Fileto), enemigos ambos de Pablo.

Fileto se convirtió al escuchar la predicación y los argumentos de Santiago. En consecuencia, pretendió atraer a la fe cristiana al mago Hermógenes. Después de varias peripecias, el mago también se convirtió, arrojó al mar sus libros de magia y comenzó una vida de predicación, acompañada incluso con numerosos prodigios, realizados en el nombre de Jesús, el Mesías.

Cuando vieron los judíos que Hermógenes había abrazado la fe de su enemigo, promovieron una sedición, que dio con Santiago en la cárcel. Desde allí pronunció el apóstol una alocución sobre la mesianidad de Jesús y las doctrinas del kerigma cristiano, como vaticinadas ya por la Sagrada Escritura. Tales eran la venida de Jesús como redentor, su predicación, pasión, resurrección, ascensión a los cielos, su reinado a la derecha del Padre, su parusía. Todo con citas de salmos y profetas.

Martirio de Santiago

El texto fundamental sobre su martirio es el del libro canónico los Hechos de los Apóstoles de Lucas. El relato bíblico cuenta que Herodes “dio muerte a Santiago, el hermano de Juan, por la espada” (Hch 12,2). Fue Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, el que ordenó su muerte. La noticia forma parte de los detalles de la persecución contra los miembros de la Iglesia. Eusebio y el apócrifo concretan que murió decapitado. Según la tradición cristiana, Santiago, el hijo de Zebedeo, fue el protomártir del colegio apostólico. Su muerte temprana es la causa fundamental de la escasez de datos documentales sobre su vida y su ministerio.

A pesar de todo, muchos judíos creyeron por la predicación de Santiago y recibieron el bautismo. El apóstol se vio envuelto en un grave tumulto promovido por el pontífice de aquel año. Un escriba, de nombre Josías, echó una soga al cuello del apóstol y lo arrastró hasta el pretorio. Por el camino Santiago curó a un paralítico, milagro que sirvió para que el escriba se convirtiera. Fue tan sincera su conversión, que pidió a Santiago el bautismo y con él sufrió voluntariamente el martirio por decapitación.

(Martirio de Santiago. Cuadro de Alberto Durero)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Lunes, 20 de Agosto 2012
Hoy escribe Antonio Piñero

Supongo que casi todos los lectores habrán oído en múltiples ocasiones de la influencia de este poema acadio babilónico en el relato de la creación del Génesis y supongo, también, que la mayoría no habrá tenido la ocasión de leerlo, aunque existe una versión española de Francisco Lara Peinado. Otros más, habrán sentido la tentación de enterarse de cómo es la trama de este poema a través de internet. Pero como me imagino que los resúmenes serán poco fidedignos en ocasiones, les ofrezco la excelente síntesis de Montero Fenollós en el libro “Breve historia de Babilonia”, que comentamos la semana pasada, pp 231-234.

“La acción comienza con una alusión al inicio de los tiempos, es decir, al caos original. En ese estadio primigenio, el cosmos estaba representado por una pareja, el dios Apsu, que representaba el agua dulce, y la diosa Tiamat que simbolizaba el agua salada. De la unión de ambos nacerán los dioses primitivos y posteriormente los grandes dioses, entre ellos Ea, el padre de Marduk. Por un conflicto generacional, Ea se enfrenta a Apsu al que finalmente mata. Aprovecha entonces la situación para instalarse con su esposa en la residencia de Apsu: allí nacerá Marduk. El nuevo dios es descrito con todo lujo de detalles:

”En medio del sagrado Apsu, Marduk fue traído al mundo. Lo trajo al mundo Ea su padre y lo parió su madre Damkina. Él solo mamó de pechos divinos. El ama de cría que lo criaba lo llenó de una vitalidad formidable. Su naturaleza era desbordante. Su mirada, fulgurante; era desde su nacimiento un varón hecho y derecho, lleno de fuerza desde el principio […] Sus formas son inauditas, admirables, imposibles de imaginar, insoportables de ver”.

“Pese a todo, el conflicto generacional entre dioses ancestrales y jóvenes va a continuar. El joven Marduk provoca tormentas e inundaciones que molestan a Tiamat. Presionada por sus dioses colegas, la diosa decide finalmente crear un ejército de seres monstruosos formado por “hidras, formidables dragones, monstruos marinos, leones colosales, grandes perros guardianes y rabiosos, hombres-escorpión, monstruos agresivos, hombres-pez, gigantescos bisontes; todos ellos esgrimían armas despiadadas”.

“Tiamat pondrá a Kingu, su nuevo amante, al frente de este terrorífico ejército. Ea, conocedor de estos planes informa a la asamblea de los dioses para buscar un voluntario que no tema enfrentarse a Tiamat y sus monstruosas criaturas. Marduk aconsejado por su padre, se ofrece para marchar contra la temida diosa. Es aquí donde Marduk hace una petición a la asamblea de dioses que será fundamental para su futuro. El dios, como recompensa por su valeroso gesto, pide lo siguiente:

“Que no se cambie nada de aquello que yo disponga y que toda orden dada por mis labios sea irreversible, irrevocable”

“Con otras palabras: Marduk demanda como condición que si derrota a Tiamatt se le proclame rey de los dioses. La asamblea aceptará su petición. Así las cosas, se enfrenta a Tiamatt y la derrota tras lanzarle una mortal flecha a la panza. Finalmente, “con su despiadada maza le partió el cráneo, después le cortó las venas […] la partió en dos como un pescado seco…

“Con el cuerpo de Tiamat dividido en dos, Marduk crea el universo: el cielo y la tierra; las estrellas, la luna, el sol, las montañas, los ríos, etc. A continuación se dirige a la asamblea de dioses para que cumplan lo pactado:

“Entonces todos los Igigis reunidos se postraron ante él. Y todos los Anunnaki que allí había le besaron los pies. Su asamblea puso su rostro en tierra unánimente. Después tras haberse levantado, se inclinaron ante él diciendo aquí está ¡el rey![…] Se cubrió con su manto principesco, con el brillo sobrenatural de la realeza, con la corona terrorífica”.

“Fue así como Marduk se convirtió en el rey de todos los dioses de Mesopotamia. Una vez ungido rey, el nuevo dios decide crear Babilonia y su principal santuario, el Esagil que será, obra de los Anunnaki:

“Quiero construirme un templo que será mi habitáculo preferido, un hermoso entorno en el que yo estableceré mi santuario y fijaré mis moradas para constituir allí mi reino […] yo le daré por nombre Babilonia”.

“Marduk, insaciable siente la necesidad de realizar un gran prodigio con el que demostrar su nuevo estatus, por lo que decide crear a los hombres, para que estos se ocupen de hacer el trabajo de los dioses:

“Voy a condensar sangre, constituir una osamenta y crear así un prototipo que se llamará Hombre. Este prototipo, este hombre, lo voy a crear para que le sean impuestas las fatigas de los dioses, y así puedan estar ociosos”.

“El poema concluye con la enumeración de los cincuenta nombres de Marduk, en su mayoría sumerios, para demostrar la gloria de su persona y al mismo tiempo sus obras. El poema concluye con las siguientes palabras: después de haber derrotado a Tiamat, recibió Marduk el poder soberano.


Estoy seguro de que a los lectores se le ocurrirán muchas observaciones sobre el texto, comprándolo mentalmente con el relato del Génesis, por una parte, y cómo teologiza el autor de le versión hebrea, y sobre la formación de Yahvé, divinidad madianita, divinidad joven y guerrera, que derrota a los otros dioses y que asume las características del dios supremo. Zeus, en el panteón griego, tiene un origen semejante en su lucha contra los Cronidas.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 17 de Agosto 2012
Hoy escribe Fernando Bermejo

En mis últimas dos postales hice sendos llamamientos a un exegeta y a los lectores para que quienes creyeran que la hipótesis de un Jesús implicado activamente en la resistencia antirromana y al frente de un grupo armado está obsoleta tuvieran la oportunidad de enumerar públicamente en este blog los argumentos y objeciones en contra de la hipótesis. Constato que no se han recibido respuestas.<!--more-->

Aun así, veo que uno de nuestros amables lectores ha formulado la siguiente objeción aislada: “si el movimiento de Jesús era armado, ¿por qué detuvieron solo a él y, acaso, a un discípulo conocido por el Sumo Sacerdote?”. Obviando la discusión de algunos contenidos de este breve texto, en la presente postal me centraré en la cuestión esencial con objeto de dar una respuesta precisa.

La pregunta que el lector formula –a la que podemos referirnos en su formulación habitual “¿por qué las autoridades detuvieron únicamente a Jesús?” ha sido formulada anteriormente muchas veces en la historia de la investigación. Es, de hecho, una pregunta típica en las respuestas a las distintas versiones de la hipótesis de Jesús como sedicioso antirromano (en un tipo de resistencia que implicó el uso de armas).

En realidad, una respuesta teóricamente posible sería que, a menudo, las autoridades consideran que, cuando se elimina al cabecilla carismático de un grupo, la amenaza que el grupo supone se disuelve (“muerto el perro, se acabó la rabia”). Sin embargo, la respuesta que yo daré a la pregunta parte de la afirmación de que la pregunta misma está mal formulada: la pregunta presupone la verdad (o la verosimilitud) de la proposición “Jesús fue arrestado solo”, pero, como veremos a continuación, hay razones de peso para sostener que la presuposición es errónea.

Es de suponer que toda persona que ha pasado –por levemente que sea- por la criba del pensamiento crítico estará de acuerdo en que, a menudo, uno no puede fiarse de los relatos evangélicos de la Pasión, pues estos contienen no solo material legendario, sino también contradicciones y numerosas inverosimilitudes. Si hay muchas cosas en los Evangelios de las que no podemos fiarnos, es legítimo formular la pregunta: ¿debemos creer a los Evangelios cuando nos dan a entender que Jesús fue arrestado solo?

La razón para formular esa cuestión no es solo la prevención crítica genérica, sino también otra más concreta: los cuatro Evangelios afirman que Jesús de Nazaret fue crucificado en compañía de otros hombres. Dado que en este caso no parece haber razones para dudar de la fiabilidad de esta noticia (y quizás por ello virtualmente ningún estudioso ha dudado de su carácter histórico), ésta sí parece poder darse por buena.

Ahora bien, los Evangelios no dicen una sola palabra acerca de la relación de estos individuos con
Jesús en el período previo a la crucifixión. ¿Debemos aceptar alegremente este silencio, o debemos más bien esforzarnos en encontrar un sentido, tanto al dato mismo de una crucifixión colectiva, como al silencio de los evangelistas respecto a la relación entre sí de los crucificados? La voluntad de comprensión obliga a cualquier conciencia crítica a decantarse por la segunda opción.

Pues bien, parece, si no totalmente descabellado, sí extraordinariamente improbable que quienes fueron crucificados junto a Jesús no tuvieran relación alguna con él (como los Evangelios y la práctica totalidad de la exégesis confesional quieren hacernos creer), y ello por varias razones elementales:

1ª) Porque en una época (el primer tercio del s. I) en que parece haber habido en Palestina una paz relativa (en comparación con los miles de crucifixiones del período inmediatamente anterior y posterior), es poco probable que haya habido dos episodios inconexos de sedición, en un período muy breve, en Jerusalén. Es mucho más probable pensar que hubiera solo un episodio de insurrección.

2ª) Porque los Evangelios no nos hablan de dos grupos crucificados de manera independiente, sino de un solo grupo crucificado junto.

3ª) Porque los cuatro Evangelistas nos dicen que Jesús fue crucificado <strong>en medio de ellos</strong>, y acusado de la pretensión de ser “rey de los judíos” (un cargo político que no solo no es negado por Jesús, sino que es respaldado por varios otros pasajes evangélicos). No hay razones, que sepamos, para dudar de estas noticias.

Ahora bien, la explicación más probable de la crucifixión de Jesús en medio de sediciosos es que fue considerado, y con razón, el cabecilla de un acto de rebelión con un grupo del que formaban parte los otros dos, en calidad de subordinados (así lo han concluido historiadores como S. Brandon, H. Maccoby y otros cuya capacidad de razonamiento no se ve fatalmente alterada cuando se refieren al predicador galileo). La sana lógica y el sentido común nos dicen que los individuos que fueron crucificados con Jesús fueron crucificados con él porque tenían mucho que ver con él, y en un sentido muy preciso.

En suma: que, a pesar de la impresión que los autores de los Evangelios quisieron transmitir (y que muchos estudiosos y lectores se creen), con toda probabilidad Jesús de Nazaret NO fue arrestado solo, sino que fue arrestado y crucificado con algunos de sus partidarios y secuaces, y fueron crucificados con él por la misma razón que él: porque estuvieron implicados en un acto de resistencia antirromana en el que había armas de por medio, pues los tribunales romanos no solían condenar a los delincuentes comunes a la pena capital por mors aggravata. Si no hubo más crucificados, es debido a que simplemente consiguieron huir.

[Excursus. Otros argumentos a favor de que las autoridades romanas no estaban interesadas únicamente en Jesús son: 1) Las noticias sobre la huida de los discípulos; 2) la historia de la negación de Pedro (que, si en su literalidad puede denotar intereses teológicos, en su núcleo transmite la presencia de un gran miedo en el discípulo -obviamente el miedo a acabar como él-); 3) la noticia en Jn 19 acerca de que Jesús es interrogado acerca de su doctrina y "de sus discípulos”].

Y ahora podría preguntarse: ¿y por qué los Evangelios no dicen que Jesús fue arrestado con otros? La respuesta es: por la misma razón por la que sus autores no dicen lo que realmente ocurrió en Getsemaní (un episodio que carece totalmente de sentido en la narración actual, como ponen de relieve las preguntas que se formulan –cuando se dignan formularlas– los propios exegetas confesionales –“ah, pero, un tipo al que intentan matar ¿no reacciona? ¿no reaccionan sus acompañantes?), y por la misma razón por la que no aclaran el alcance de otros episodios turbios. Por la sencilla razón de que no les interesaba, a ellos o a sus fuentes.

Y ¿por qué no les interesaba, a ellos o a sus fuentes? La respuesta es doble:

1) Porque el Evangelio de Marcos –pauta para los restantes– fue escrito en un contexto temporal y sociohistórico, que hacía necesario, para maximizar las posibilidades de supervivencia de su autor y sus destinatarios, cancelar cualquier relación de Jesús con lestai y negar su condición de resistente antirromano, en el mismo momento (¿años 69, 70, 71?) en que miles de judíos estaban siendo o acababan de ser crucificados en Palestina, en las vicisitudes de la primera Guerra Judía.

2) Porque la crucifixión de Jesús-solo-en-su-grupo respalda el mito del justo entregado voluntariamente a la muerte. La impresión que los Evangelios (y los exegetas confesionales hasta el s. XXI inclusive) intentan ofrecer es que Jesús fue un ser gloriosamente aislado entre la masa del pueblo judío. Esta idea religiosa, dictada por la piedad y la adoración, se ve reflejada en la noción de Jesús-único-justo-crucificado.

(De este modo se evitan preguntas incómodas y difícilmente contestables, del tipo: “Si la muerte de Jesús tuvo valor sacrificial, ¿la de los otros crucificados no lo tuvo?” "¿Por qué hacer de Jesús un tipo-Dios tan excepcional, si tuvo exactamente la misma muerte que otros?" Y otras por el estilo).

Dicho de otro modo: la pregunta “¿Por qué Jesús fue arrestado solo?” equivale a “¿Por qué pidieron los judíos a un gobernador romano, y con tal inquina, que crucificara a Jesús, que era un judío?” “¿Por qué odiaban tanto los fariseos hipócritas al buen Jesús?” “¿Por qué la mujer del gobernador tuvo pesadillas por causa de Jesús?” “¿Por qué el gobernador romano se lavó las manos?” “¿Por qué existía la costumbre (no atestiguada), en una provincia beligerante del Imperio Romano, de liberar a un preso durante la Pascua?” “¿Por qué los perversos judíos se burlaban de Jesús cuando estaba colgado en la cruz?” “¿Por qué los sacerdotes del Templo sentían envidia por Jesús?” “¿Por qué quienes arrestaron a Jesús no se mostraron agradecidos por la extraordinaria curación de una oreja por parte de este?”, etcétera, etcétera. Es decir, la pregunta resulta estar mal formulada, porque –al igual que todas estas- presupone que es histórico algo que, con toda seguridad –o, si se prefiere, con toda probabilidad histórica–, no lo fue.

Y esto significa –por si hace falta sacar la conclusión– que la supuesta objeción NO es una objeción válida ni convincente a la hipótesis señalada. Quod erat demonstrandum.

Posdata-acertijo. ¿Cuántos crucificados hacen falta para que uno se digne a admitir que lo que dio lugar a una crucifixión colectiva fue algo suficientemente serio? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Cinco? ¿Una docena? ¿Un centenar? ¿Dos mil...?

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 15 de Agosto 2012
Vida de Santiago, el hijo de Zebedeo, según sus Hechos Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Identidad de Santiago el de Zebedeo

El historiador Eusebio de Cesarea llamaba ya la atención en el siglo IV sobre el hecho de que había muchos que tenían el nombre de Santiago. Lo hacía en un contexto en el que explicaba cómo “el otro” Santiago era conocido con el sobrenombre de “el Justo” (Eusebio, H.E., II 23,4.). En un pasaje diferente explicaba Eusebio, partiendo de una cita tomada de Clemente de Alejandría, que eran dos los Santiagos: uno el que fuera arrojado desde el pináculo del templo; el otro, el que fue decapitado (Ibid., II 9,2.).

El primero es el “hermano del Señor”; el segundo, el hijo de Zebedeo. El martirio temprano de este último, del que da expreso testimonio el libro canónico de los Hechos de los Apóstoles (Hch 12,2), es la causa de que los datos de su vida y su ministerio sean forzosamente escasos. Al morir en una época tan temprana, no tuvo tiempo ni oportunidad para desarrollar una misión, que dejara un rastro significativo en la historia del cristianismo.

Recordemos con A. Piñero que el Nuevo Testamento da noticia de cinco personajes que llevaban el nombre de Santiago: 1) El protomártir del colegio apostólico Santiago el hijo de Zebedeo.- 2) Santiago el hijo de Alfeo.- 3) Santiago “el hermano del Señor”.- 4) “Santiago el Menor” (el mikrós, el "Pequeño"), hijo de María la de Cleofás (Mc 15,40).- 5) Santiago el padre del apóstol Judas (Mc 16,1; Lc 24,10). Cf. A. Piñero, Guía para entender el Nuevo Testamento, Madrid, 2006, 472. Era fácil que surgieran dudas o confusiones dada la igualdad de los nombres y la relación de todos ellos con el grupo de amigos de Jesús. Eusebio da por supuesto que Santiago el Justo era el hermano del Señor, elegido por los apóstoles para obispo de la sede de Jerusalén.

De los cinco personajes que llevaban el nombre de Santiago en las páginas del Nuevo Testamento, el hijo de Zebedeo es el que presenta una personalidad más definida e indiscutible. Natural de Betsaida, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, pescador de profesión, socio de los hermanos Simón Pedro y Andrés. Son los datos que identifican al que murió a espada (makhaírēi) por orden de Herodes Agripa.

Marcos y Mateo cuentan las circunstancias de su llamada al apostolado. Estaban, en efecto, los hermanos Santiago y Juan remendando las redes con su padre Zebedeo cuando los vio Jesús y los llamó. Ellos dejaron a su padre en la barca con los jornaleros y siguieron a Jesús (Mc 1,19-20 par.). La escena de la llamada aparece en el evangelio de Lucas dentro del contexto de la pesca milagrosa. Después de una noche de trabajo estéril, Pedro y sus socios echaron las redes por recomendación de Jesús con tanto éxito que las redes se rompían por el peso de la pesca (Lc 5,1-11).

Esta escena de la llamada ofrece elementos suficientes para un trazado cumplido de su personalidad social y profesional. Pescador, de familia acomodada, como se deduce del hecho de que su padre fuera propietario de una barca con jornaleros (misthōtoí). Esa elevada situación social podría tener una eventual justificación si el apóstol Juan era “el otro discípulo conocido del pontífice”, que facilitó la entrada a Pedro en el atrio donde Jesús era juzgado (Jn 18,15).

Los dos hermanos Santiago y Juan forman parte de las listas de los Doce en los sinópticos y en los Hechos de los Apóstoles de Lucas. Pero Marcos añade el detalle de que Jesús les impuso el nombre de Boanergés, es decir, “Hijos del Trueno” (Mc 3,17). El apodo hace alusión a algún aspecto de la personalidad de ambos hermanos, posiblemente a su carácter fogoso. En este sentido llama la atención su reacción cuando los samaritanos no quisieron recibir a Jesús y a sus discípulos de paso por su ciudad porque se dirigían a Jerusalén. Santiago y Juan dijeron a Jesús: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los destruya?” Su proposición mereció una rotunda reprimenda de parte de Jesús (Lc 9,54-55).

Otro detalle revelador del carácter de los Hijos del Trueno es su pretensión de ocupar los primeros puestos en el reino de Dios (Mc 10,35-45). Jesús les abordó para preguntarles si serían capaces de merecerlo bebiendo el cáliz y recibiendo el bautismo (la pasión) de Jesús. Una escueta palabra fue suficiente: Dynámetha (“podemos”). Las pretensiones de los dos hermanos provocaron las suspicacias de sus condiscípulos y las consiguientes protestas. Pero los dos hermanos se fiaban más de la sinceridad de sus sentimientos que de la realidad objetiva de sus posibilidades.

(Santiago el Mayor en un cuadro de Rembrandt).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Lunes, 13 de Agosto 2012
Breve historia de Babilonia, de J. L. Montero Fenollós (436-01)
Hoy escribe Antonio Piñero


Reseño hoy esta “Breve historia de Babilonia” porque me parece evidente que Mesopotamia, y en este caso Babilonia y su trasfondo, son muy importantes tanto para la interpretación del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento.

Ciertamente fue Babilonia la que transmitió a los judíos una concepción del mundo, heredera de los acadios anteriores, que es la base para la concepción de Dios, las relaciones de este con su creación, las posibilidades de la revelación fundadas en un divinidaden extremo cercano a la tierra, etc. Igualmente es Babilonia y su cultura la que sirve a una serie de sacerdotes exiliados del templo de Jerusalén, a finales del siglo VI tras la conquista de la capital de Judea por Nabucodonosor II, 587 a.C. como marco ideológico para recoger reordenar las antiguas leyendas del pueblo hebreo, su legislación antigua, refinar su concepción de Dios, editar antiguos textos proféticos, y en general hacer una edición previa de lo que hoy es el Antiguo Testamento; por tanto, una historia de Babilonia asequible, bien escrita y que toca los puntos fundamentales es bienvenida.

Su autor J. L. Montero es Doctor en Historia por la universidad de Barcelona y ha sido investigador del Instituto del Próximo Oriente antiguo de la misma Universidad (1993-2001). En la actualidad es profesor de Historia Antigua de la Facultad de Humanidades de la universidad de La Coruña. Sus conocimientos de Babilonia son notables porque, desde 2005, dirige el “Proyecto arqueológico del Eufrates sirio” en colaboración con la Dirección General de Antigüedades y Museos de Damasco. En 2004 recibió el premio “Concepción Arenal” de investigación en Humanidades por el proyecto “Tras las huellas de la torre de Babel”. Muchos de los lectores de este blog recordarán que comenté en su tiempo el catálogo de la exposición “Torre de Babel; historia y mito”, organizada en el 2010 por el museo Arqueológico de Murcia.

Esta breve historia está editada por Nowtilus, y su ISBN es: 978-84-9967-298-4, Madrid 2012, 285 pp. Con glosario, índice cronológico, bibliografía selecta e ilustraciones.

El contenido del libro abarca desde los comienzos de las excavaciones estudios arqueológicos en Mesopotamia por Francia y Gran Bretaña en el siglo XIX, que contiene los datos arqueológicos y cronológicos básicos para situar la historia posterior; sigue un capítulo dedicado a Hammurabi, rey amorreo pero que engrandeció el nombre de Babilonia y su importancia como legislador; continúa con un capítulo en el que se describe el destino de Babilonia a la sombra de kasitas y asirios, para concluir esta parte histórica con una presentación del reinado de Nabucodonosor II, el último gran rey de Babilonia y conquistador de Jerusalén en el 589 a.C. El último capítulo, número 8, relata el “final de Babilonia” con las dos conquistas de Ciro el persa (539 a.C.) y de Alejandro Magno (331 a.C.), que inició el proyecto de un magno encuentro entre oriente y occidente.

Entre los capítulos históricos se insertan tres capítulos más ideológicos o de arqueología. El primero, capítulo 5, describe la ciudad de Babilonia, tanto la parte civil como el centro religioso: el Esagil y el Etemenanki. El siguiente capítulo está dedicado a la torre de Babel “entre la historia y el mito”, que contiene una nueva propuesta de reconstrucción de ese zigurat de Babilonia, y el capítulo 7 presenta un interesante resumen de la religión mesopotámica y aborda el tema del dios Marduk y el “poema de la creación”, una obra de la literatura épica, escrita en acadio, que los babilonios conocían bien y que se suele conocer por las dos primeras palabras de este poema, Enûma elish, que significan: ”Cuando en lo alto…”. En la próxima postal ofreceremos un resumen (del mismo Montero Fenollós) de este poema.

El tema principal de esta composición literaria consistía en una justificación y glorificación de la nueva y privilegiada posición otorgada a Marduk, el nuevo soberano de los dioses, el dios patrón de Babilonia, dentro del panteón mesopotámico pero, como es sabido, el poema nos es ante todo interesante porque trata también de la creación del universo y del hombre. importantísima por su influencia para entender los primeros capítulos del Génesis, como es bien sabido.

En conjunto, el trabajo de Montero Fenollós me parece una obra muy clara, bien escrita que informa muchísimo, desmitificadora y rigurosa de la cosmopolita Babilonia, capital de un grandioso imperio, que nos interesa hasta hoy día. Prueba de la gran admiración y del temor que despertó Babilonia es el hecho de que grandes emperadores como Senaquerib, monarca asirio en el 689 a.C., Y los ya nombrado Ciro y Alejandro Magno conquistaran la capital del imperio. Alejandro Magno quedó tan fascinado por la cultura que, desde ese momento, concibió la idea de trasladar allí la capital de su imperio y convertir a Babilonia como el centro de irradiación de la fusión por él pretendida de oriente y occidente.

Pienso que esta breve historia de Babilonia merece la pena leerse porque nos ofrece las claves históricas fundamentales que un lector culto de hoy debe tener como base para sustentar las ideas sobre el Antiguos Testamento y también sobre el Nuevo. No en vano este corpus de escritos está modelado sobre concepciones apocalípticas, ideas acerca de la divinidad, nociones en torno a ángeles y demonios, etc. que los mismos judíos reconocen haber tomado prestadas de la religión babilónica. Naturalmente, el Nuevo Testamento es heredero de todo ello. Un libro, pues, muy recomendable.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 10 de Agosto 2012
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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