CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Notas

Juan el Bautista bautizaba. Veamos que se puede reconstruir sobre ese bautismo. En este caso sigo en buena medida el libro de Joan E. Taylor The Inmerser: John the Baptist within Second Temple Judaism.

Hoy escribe Eugenio Gómez Segura


 
El cambio de actitud que reclamaba Juan y ese complementar la Ley con un compromiso mantenido, culminaba en el bautismo, que Flavio Josefo definía como “purificación del cuerpo una vez que el alma ya estaba purificada mediante la justicia”. Nótese, entonces, que para Juan el bautismo no era lavar pecados sino certificar que mediante la justicia (la observación de la Ley) ya se había preparado el fiel para la llegada del nuevo reino, para el final de los tiempos conocidos. A la vista de esto, hay que poner en cuarentena la información del autor de Marcos, que explica en Mc 1, 4:

“apareció Juan bautizando en el desierto y predicando el bautismo del arrepentimiento para absolución de pecados”.
Claramente el posterior rito de la época cristiana tenía diferente significado que el de Juan, perteneciente a la vida de Jesús.

El libro atribuido al profeta Isaías ofrece algunas claves para interpretar qué pensó el Bautista sobre su bautismo. En Is 1, 12-20 el profeta viene a decir que los ritos disgustan a Yahvé si se celebran sin justicia, es decir, no están acompañados de obediencia a la Ley: “buscad lo que es justo". Y en Is 58, 3-12 se indica que los ayunos no son válidos salvo que se ayune de riqueza si un pobre necesita algo; de alimento si hay hambrientos, etc. No se trata de ayunar por ayunar, sino de cumplir la Ley más allá de la pura reglamentación sin inteligencia. La idea es antigua, por tanto.

Y también era conocida y usada por otros: Filón de Alejandría, judío nacido en Egipto cerca del año 15 antes de nuestra era, en su obra Quod Deus immutabilis sit (Sobre la inmutabilidad de Dios) argumentaba en sentido parecido:

“porque es absurdo que a un hombre se le prohíba entrar al templo sin lavar y limpiar su cuerpo, y sin embargo intente rezar y sacrificar con un corazón todavía manchado y sucio. Los templos están construidos con piedras y vigas, es decir, de materiales sin alma, y de igual forma lo está el cuerpo, sin alma. ¿Cómo puede ser que se le prohíba a este cuerpo sin alma tocar las piedras sin alma salvo que se haya sometido a baños lustrales y purificatorios, y un hombre no se arredre por acercarse con alma impura a la máxima pureza que es la Divinidad, incluso cuando no va a arrepentirse?  Quien no sólo haya decidido no volver a transgredir la Ley, sino incluso lavar su pasado, puede acercarse con alegría; pero quien se acerque sin esto e impuro, aléjese; pues nunca se esconderá de quien ve lo más profundo del pensamiento y camina por sus lugares intransitables”.

Quien entre al templo ha de estar puro dentro y fuera, corazón y piel, para sacrificar correctamente. O, en palabras del libro de Isaías que reúnen las ideas de pureza y camino ajustado a la Ley (Is 35, 8): “habrá un camino, y una senda, y será llamado camino de santidad, el impuro no lo transitará, sino que estará destinado a quien recorra el camino”.

El texto con el que Josefo describe el bautismo que practicaba Juan (“convocaba a los que cultivaban la virtud y se conducían con justicia entre ellos y con piedad respecto a Yahvé”) parece más que apropiado para el contexto judío de la época: primero, cumplidores de la Ley; después, bautismo. Se entiende que, previo a la ceremonia bautismal, ha habido un cambio: “porque el bautismo le parecía apropiado no como una simple petición de perdón para algunos pecados, sino como una purificación del cuerpo una vez que el alma ya estaba purificada mediante la justicia”. Y traduzco “ya estaba purificada” porque el verbo griego proekkekatharménes es pretérito perfecto, lo cual, en ese idioma, indica que la acción ya está terminada y se mantiene en el presente. Algo así como “tengo acabado el trabajo”.

La justicia, el comportamiento observante de la Ley mosaica, era el camino para alcanzar la purificación, no la purificación el camino para alcanzar la absolución. El proceso, por tanto, sería el siguiente: uno se arrepiente y se aplica a comportarse según la Ley (justicia); una vez se mantenga ese comportamiento, con el tiempo quedará purificado el corazón; después de ese tiempo confirmado por el actuar, la persona se sumerge en agua; Yahvé acepta los dos gestos, el continuado cumpliendo la Ley y el momentáneo del bautismo, y el fiel es considerado puro exteriormente. Es decir, el bautismo no era la casilla de salida para empezar a ser justo sino otro paso dado tras mucho tiempo siendo justo.

Una nota más es de gran relevancia: es evidente que algunos judíos aceptarán volver a los caminos de la justicia, pero otros no. Eso explica la alusión en las fuentes neotestamentarias a la estirpe de Abraham:

Así pues, decía a las multitudes que salían a bautizarse por él: "Crías de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Dad en consecuencia frutos dignos de arrepentimiento y no comencéis a decir entre vosotros: “tenemos como padre a Abraham”. Pues os digo que Dios es capaz de hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham. Y el hacha ya se encuentra junto a la raíz del árbol; es más, todo árbol que no da fruto bueno es talado y arrojado al fuego” (Lc 3, 7-11).

El aviso es contundente: quienes huyeran del arrepentimiento se enfrentarían a la cercanía del final, pues ya estaría todo preparado: el árbol que no dé fruto bueno (el judío que no cumpla la Ley) no será absuelto el día del juicio aunque sea judío. Habría, por tanto, un resto de judíos buenos. Dicho en términos coloquiales, el Bautista avisó: no iba a valer “genio y figura hasta la sepultura”.
 
 
Tomado de mi libro Jesús de Galilea: una reconstrucción arqueológica, Amazon.
 
Saludos cordiales.
 
 

Lunes, 3 de Marzo 2025


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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