CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy “escribe” Antonio Piñero

Por amor a la claridad y porque este Blog es ante todo discursivo, un espacio donde pueden dirimirse ideas cortés y educadamente sin el menor interés de molestar u ofender a las personas, tengo interés en que se publique la réplica, o las precisiones del autor a mis críticas sobre su libro “Apuntes sobre Jesús y el cristianismo”.. Tengo permiso del replicante para publicar sus obsrvaciones.

Los lectores de este Blog saben de sobra que he defendido siempre que las únicas portadoras de derechos son las personas no las ideas, y que éstas como tal no deben “respetarse”. De lo contrario no habría progreso alguno. Las ideas, conceptos, hipótesis explicativas de obscuridades de la historia, argumentos al respecto, etc., como tal no son sujeto de derecho, por lo que deben comprenderse, estudiarse, criticarse, contrastarse, sustituirse por otras, etc. Por consiguiente ahí van las precisiones del autor a mis críticas, de tono general, a su libro.

COPIA

Querido profesor y amigo:

Le agradezco de nuevo el tiempo que ha dedicado a la lectura de mi ensayo, así como su presentación y crítica, sin duda alguna atinadas.

He tomado buena nota de los aspectos negativos que denuncia, y le aseguro que ya he corregido varias de las carencias reseñadas, como la no inclusión (aparente desentendimiento) de la crítica realizada a algunas tesis negacionistas en la obra colectiva compendiada por Vd. “¿Existió Jesús realmente?”

Al final de su crítica, realiza Vd. un resumen de los tres pilares que a su juicio, y no en el que manifiesto en mi ensayo, constituirían los pilares de las hipótesis negacionistas en general. Como pudiera confundirse con lo que aparece en la obra que acaba de comentar, desearía esclarecerle que de esos tres argumentos, sólo asumo relevante el tercero de ellos (referido al desconocimiento mostrado por Pablo sobre la vida y enseñanzas de Jesús). No así al segundo (contradicciones interevangélicas), en el jamás he entrado para apoyar una tesis negacionista; ni en el primero (paralelismos con otras religiones). Claro que denuncio estos paralelismos, pero sólo ayudan a explicar el mito, referido al dios que sufre el recorrido habitual (nacimiento virginal, adoración, muerte y resurrección salvífica) propio de las deidades solares o mistéricas; algo que en modo alguno excluye la existencia del personaje histórico con el que éste se funde y que podría seguir subyaciéndole. De hecho, por mucho espacio que dedique a las tesis negacionistas (de Drews, Fau, Doherty, Wells e incluso, en su apartado, Cascioli), no me apunto a ellas, sino –en buena medida- a la historicista.

En cambio, en la propia tabla que se reparten las páginas 54 y 55 de la obra, se resumen los argumentos de peso de ambos grupos, los cuales trato de abordar a lo largo de varias decenas de páginas, de un modo coherente e individualizado:

I. Razones favorables a la existencia de Jesús:
- Las enormes dificultades, detectables por quienes apliquen los métodos histórico-críticos, que han de afrontar los autores evangélicos para lograr una fusión imposible entre un personaje histórico y una deidad inventada.
- Su cita, más o menos directa, en fuentes históricas como F. Josefo (“Antigüedades judaicas” y “Las guerras de los judíos”) y Tácito (“Anales”); y acaso en el “Talmud”.
- La misma existencia del cristianismo, que debió evolucionar a partir de los dichos, biografía y tradiciones sobre la resurrec-ción de un personaje creíble, que vivió en un contexto histórico hoy bien conocido.
- La existencia explícita de los judeocristianos, discípulos directos de dicho personaje, que esperaban su retorno como Mesías.
- La creencia en la resurrección de Jesús. Sus discípulos directos habrían creído (precozmente, unas semanas después de su ejecución) que Jesús (un hombre histórico ejecutado) habría resucitado de su tumba y ascendido a los Cielos.
- La existencia de “unidades de tradición” susceptibles de combinarse según un modelo que, en palabras de GPO, “exige la directa reconstrucción del modelo mesiánico judío (...) que habitaba en la mente de Jesús, desalojando así el dogmatico modelo paulino con el que se ha construido fraudulentamente la fe cristiana.”

II. Razones y datos contrarios a la existencia de Jesús:

- Las pruebas documentales son escasas o inexistentes.
- Pablo parece desconocerlo todo del Jesús histórico: su personaje es un dios mistérico.
- Los evangelios mienten en buena parte de su relato, no sólo fundiendo a un profeta con un dios mistérico, preexistente en el marco helenístico y egipcio, sino incluyendo sucesos falsos y frases copiadas del Antiguo Testamento, de autores clásicos y, en suma, de varios personajes legendarios o literarios.
- El personaje de partida en la tradición es el dios. Los datos biográficos (Q-3) se generan e incorporan algo tardíamente al primer evangelio (que parece incluir la fuente única).
- Carecemos de cualquier testigo directo. No sólo de un autor evangélico que hable de primera mano: nada de lo que sabemos a través de Pablo y de sus propias alusiones a otros evangelizadores nos lleva a sospechar que cualquiera de ellos ha tenido algún conocimiento directo de un Jesús histórico y humano.
- El dilema de E. Doherty: Si Jesús hubiera ejercido en sus seguidores y en los miles de creyentes que respondieron a su mensaje, el efecto explosivo que se afirma de él, dicho hombre tuvo que haber brillado en el firmamento de su tiempo. Los historiadores no podrían ignorarlo. Si por el contrario, fue un sabio anodino, discretamente seguido, hasta el punto de dejar escaso eco, sin realizar prodigios ni hazañas... ¿por qué iba a ser posteriormente erigido en una deidad?”

Estos elementos han de poderse refutar o someter a prueba uno a uno. ¿Es el caso? En el ensayo reseño varios puntos débiles a explicar en el conjunto de la historia a descubrir. Puntos cuya elucidación ayudaría mucho a descubrir la verdad sobre el personaje que nos interesa. Tengo la esperanza de que el trabajo sea admisible a este respecto, aunque poco se puede hacer más que proponer las respectivas tesis . Al final, mi decantación historicista obedece a ese poco –imperfecto- que no se explica salvo desde una literatura inverosímil y restos que permanecerían a contracorriente del devenir histórico-doctrinal. Lo que no quita que el personaje parece aparecer de un modo aluvional, mediante incorporación de tradiciones referidas a diferentes aspectos aislados, referidos al contenido de su predicación, su vida, su misión, su muerte...

En algún que otro lugar se someten las principales hipótesis a un estudio comparativo. E incluso se proponen predicciones (derivadas de ellas) a refutar o confirmar.

La hipótesis historicista quedaría refrendada por la confirmación de: i) existencia de tradiciones directas, primitivas y confluentes sobre una misma persona llamada Jesús que viviera en esa época y fuera, al tiempo, maestro (rabí), profeta apocalíptico y candidato mesiánico (o proclamado mesías) de origen galileo, ejecutado por Pilatos; ii) inicio consistente (no diluido hasta el punto de contar comunidades adoradoras de un Cristo celestial pero desconocedoras de cualquier papel terreno, frente a otras seguidoras de un maestro perfecto que no es deificado, ni predica el Reino Judío, ni muere ejecutado, etc.), continuidad verosímil de dichas tradiciones, evidencia de su transmisión a lo largo de varias generaciones; iii) punto de partida en el hombre histórico, más tarde divinizado, al que sus propios discípulos habrían creído ver resucitado en tres días escasos; mejor que en un dios salvador que adquiera, más tardíamente, con el paso de los decenios, una historia terrena crecientemente verosímil e “historizada” [adaptada al contexto, de modo que quepa entresacar algo verosímil entre otros elementos inventados o copiados de otras fuentes]; iv) conocimiento de los evangelios primitivos (versiones del último tercio del siglo I al primero del siglo II), y de las fechas redaccionales exactas de las versiones disponibles (que varios autores consideran propias del siglo II avanzado), con argumentos que afiancen inequívocamente una de las tesis.

Desde luego, la hipótesis negacionista se vería bastante avalada si esas
tradiciones fueran diversas en momentos, lugares, autorías o/y origen cultural, de modo que la redacción final incluyera tradiciones de diversas fuentes, en especial si éstas son además previas a Jesús. Máxime si primero, o por un lado, existiera el dios; y por otro, de un modo independiente, apareciera el maestro. Tal es la dicotomía que los negacionistas ven entre Pablo y la comunidad Q; o entre los apologetas del siglo I (adoradores de un Cristo ahistórico y carente de enseñanzas) y los logion cuasi carentes de cualquier biografía (enunciadores de frases de sabiduría) de la fuente Q (Q-1 y Q-2) en especial, y del evangelio copto de Tomás, como muestra práctica (aunque algo tardía). Y en varias tradiciones extracristianas llamativas .

Además de estas dos hipótesis, se incluyen: la confesional (que puede seguirse, como la negacionista y la defendida por cualquiera de los autores citados, mirando en el índice temático: ver “Versión confesional (Jesús evangélico, desarrollo del cristianismo)”) y otras que señalo como de índole atrevida, no por su negacionismo (como advirtió en su primera postal), sino por su originalidad exclusiva y su carácter especulativo a la hora de atar (quizá demasiados) cabos sueltos. Aprovecho para señalar que las tesis atrevidas no coinciden en ser de índole negacionista: la interpretación de Eisenmann no lo es; como no lo era el Conde del primer ensayo (sí, la del segundo y más criticable). En cuanto a Carotta y Cascioli sólo lo son a medias: el primero, por decir que “existió”, aunque no podemos conocer su vida real por haber sido diegéticamente transpuesta o sustituida por las hazañas de Julio César y su hijo; el segundo, porque toma a los evangelios como fuentes de primer orden para referirnos una historia básicamente verdadera y creíble, aunque referida a otro hombre, Juan de Gamala, hijo de Judas el Galileo que tendría hermanos de los mismos nombres, se habría movido por el mismo territorio y vivido en la ciudad descrita en los evangelios. Por el contrario, y contra la tesis de Cascioli, moriría una década más tarde, bajo Tiberio Alejandro, tendría otro nombre, así como otro padre, y sus dos hermanos menores no aparecen en los textos evangélicos, que distan de presentarnos a un Santiago zelote(!).

Vd. considera que me decanto por la existencia de interpolaciones masivas. Varias veces a lo largo de la obra he expresado la tesis contraria (pág 161), señalando que constituye su propia conclusión y la de la mayoría de los estudiosos. Pero, en efecto, la frase aparece tanto atribuida a Ehrman como Vd. en lo referente a la probada abundancia de correcciones doctrinales durante los siglos II y III como, en un sentido muy diferente e hipotético, a lo meramente denunciado por varios negacionistas.

Otro asunto a corregir, pues. Me he apuntado los siguientes, sin eludir la inclusión de otros que Vd. me indique: i) inclusión de las conclusiones que se omitieron (más que frente a Bauer, al que apenas cito, frente a Drews y Pujol ); ii) mejora expositiva: mejor organización del material, síntesis de enfoques personalizados de algunos autores (espero que en su mayoría estén bien sintetizados), y mejor concreción de mis conclusiones críticas particulares.

Sin otro particular, y rogándole sepa disculpar el tiempo que le robado, aprovecho para asegurarle que su crítica no caerá, en lo que a mí respecta, en saco roto. Me despido muy cordialmente, manifestándole, como siempre, mi mayor admiración.

J. Manuel Barreda

FIN DE COPIA

Por mi parte, saludos cordiales. y con esto ponemos punto final a nuestras obsrvaciones sobre el libro del Dr. Barreda.
Antonio Piñero

Miércoles, 19 de Septiembre 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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