NotasHoy escribe Antonio Piñero Abordamos en las postales que siguen, dos o tres, las conclusiones importantes de F. Bermejo a propósito de las similitudes y diferencias entre Juan Bautista y Jesús de Nazaret. Lo primero en lo que insiste Bermejo en este apartado es: “La arbitrariedad en el tratamiento habitual de la relación entre Juan y Jesús no se limita al silenciamiento o minimización de las semejanzas expuestas, sino también al establecimiento de diferencias radicales en algunos aspectos en los que los datos disponibles difícilmente permiten deducirlas”. 1. Uno de los clichés más habituales en la exégesis neotestamentaria es la dicotomía entre un Jesús anunciador de un mensaje alegre y salvífico, contrapuesto a un Bautista predicador de la condenación. Los más conocidos entre nosotros son J. P. Meier, Theissen – Merz; J. D. G. Dunn y J. Becker. A. El primer argumento es que Juan no pudo ser un predicador que insistiera prácticamente sólo en la condenación –y muy poco en la salvación, es decir, como si éste fuera una figura triste y sombría, y –por el contrario- la de Jesús, radiante, compasiva, alegre, luminosa. ¿Por qué? Porque el Bautista tuvo un éxito que probablemente fue mayor que el de Jesús. Lo confirma el peligro que vio en él Herodes Antipas, quien se anticipó a matarlo, antes de que las masas pudieran promover altercados de orden público. Por tanto parece que la predicación de Juan el Bautista respondía a las esperanzas y necesidades psicológicas y espirituales de los judíos que lo escuchaban atentamente. B. A pesar de las imágenes del “hacha en la raíz del árbol” o de la “paja que arde en el fuego”, Juan Bautista predicaba también que “el trigo –los salvados, se supone que la mayoría de los que le escuchaban- sería recogido en el granero (= el reino de Dios futuro = la salvación). La doctrina de Juan Bautista no estaba destinada sólo a sembrar el miedo, sino a suscitar la esperanza y el consuelo de los oyentes. “Todo esto indica que su mensaje comprendía también un evangelio, la proclamación de “buenas noticias” (Lc 3, 18). C. La imagen de un Jesús puramente compasivo y luminoso es falsa. “Los evangelios sinópticos ofrecen abundante material históricamente verosímil en que Jesús anuncia cosas terribles (no menos terribles que las anunciadas por Juan) para quienes no le escuchasen. Del mismo modo que en la era hay paja para quemar y trigo para colectar, en el banquete escatológico hay invitados, pero hay también excluidos. Jesús amenaza repetidas veces con el fuego eterno, el llanto y el crujir de dientes a quienes no oigan y crean en su mensaje y no se dispongan para poder entrar en el Reino. 2. Un asceta –Juan Bautista- frente a un individuo amante de la buena comida y del buen beber = Jesús? Los exegetas han dibujado reiteradamente a Jesús como hombre dispuesto a las celebraciones y banquetes para contraponerlo a la vida ascética del Bautista. Según Bermejo, sin embargo, “resulta fácil mostrar que tales juicios carecen de genuino fundamento, pues hay diversos indicios textuales que apuntan a que una de las dimensiones del profeta escatológico Jesús fue la predicación con el ejemplo de un ascetismo que, sin necesidad de extremismos extravagantes, tenía implicaciones radicales. Ante todo, el texto de Q (Lc) 7, 31-35, según el cual Jesús sería un “comedor y bebedor” indica sólo una diferencia esencial: ciertamente Jesús comía de vez en cuando con pecadores arrepentidos para mostrar que el reino de Dios está abierto no sólo a sus colegas fariseos, sino también a todos los que muestren un sincero arrepentimiento. La imagen de un Jesús comilón y bebedor, que el mismo Jesús recoge, es evidentemente una exageración de los adversarios (se supone que fariseos estrictos y escribas). La mejor manera de neutralizar la frase hiriente fue para Jesús recogerla y mostrar que no tenían razón. Los mismos fariseos estrictos (haberim, “compañeros”) comían juntos probablemente una vez por semana, en comidas festivas y por tanto abundantes. Lo que se critica de Jesús no es que sea en realidad “comedor y bebedor”, sino con quién como, mucho o poco. “De hecho, el propio Jesús usa la misma expresión (“comer y beber”) en Q (Lc) 17, 26-30 con un sentido claramente peyorativo. SE puede tomar al pie de la letra, tanto como la afirmación de los mismos adversarios de que él expulsa los demonios con el poder de Belcebú. Añade Bermejo que tomar sin crítica alguna la afirmación sobre Jesús comedor de los adversarios es tanto más improbable cuanto que Jesús consideraba inminente el juicio escatológico. El banquete, o mejor la comensalidad era el signo de los bienes también materiales del Reino que viene, pero no un fin en sí mismo. Una dificultad para la argumentación que exponemos presenta el texto de Mc 2, 18-20 en el que unos discípulos de Juan se dirigen a Jesús preguntándole por qué, mientras ellos ayunan, los discípulos de Jesús no lo hacen. Un examen atento del pasaje significa ciertamente que los discípulos de Jesús ayunan menos que los de Juan Bautista, pero no en absoluto que Jesús se opusiera al ayuno en sí y menos que no lo practicara en absoluto (como se diría si se tomara en serio lo de “comedor y bebedor”). En primer lugar –argumenta Bermejo- hay suficientes indicios en los Evangelios de que Jesús practicó el ayuno y de que quizás enseñó a practicarlo de cierta manera (cf. Mt 4, 2 (“Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre”); Mt 6, 16-18 (“Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro”); Mt 17, 21: “Mas este linaje de demonios no sale sino por oración y ayuno” ). Esto resulta perfectamente comprensible dado que Jesús era respetuosos con la Ley (buscaba su mejor cumplimiento en lo esencial) y la Torá prescribía el ayuno para la solemne fiesta del Yom Kippur o “Día de la expiación” (Lv 16,29.31). No hay el menor indicio de que Jesús se opusiera a ello. El texto de Mc 2, 18-19a y paralelos –si se retrotrae al Jesús histórico (la mayoría de los exegetas piensa que sí, al menos en cuanto a la sustancia)- o bien significa que, a diferencia de los fariseos y los seguidores de Juan, Jesús no estableció días fijos para el ayuno, o bien es un dicho circunstancial sin significado genérico, es decir es una respuesta circunstancial, en el debate con los adversarios, que no establece una norma fija del grupo de Jesús. No puede concluirse de Mc 2,18-19 que el no ayunar fuera estrictamente “una norma de vida” para Jesús, como se pretende. El pasaje muestra lo ya dicho y que debe admitirse: las prácticas de ayuno voluntario del grupo de Jesús eran más laxas que las de los otros grupos. Pero la diferencia no es radical. Seguiremos con estos argumentos que son sólidos y bien fundados críticamente. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 30 de Noviembre 2010
Comentarios
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Los Hechos de Juan (HchJn) y las Uirtutes Ioannis (VJ) Los HchJn están presentes en las “Virtudes de Juan” en dos largos apartados de la obra. El texto de las VJ sigue minuciosamente en su c. 4 la historia de la muerte y resurrección de Drusiana tal como aparece en los capítulos 63-86 de los HchJn. El apóstol predicaba en Éfeso y realizaba curaciones en un ambiente de pacífica convivencia con una creciente comunidad. Pero un extraño suceso vino a turbar (interturbare) la situación de los fieles. Un joven de nombre Calímaco, personaje importante en la ciudad, se enamoró de Drusiana, la esposa del gobernador de Éfeso, Andrónico. Sus amigos trataban de disuadirle de sus pretensiones recordándole que la mujer vivía en castidad con su marido después de haber superado una situación paroxística. Drusiana, convertida por Juan a la fe cristiana y a la vida de castidad, había sido encerrada por su esposo en un sepulcro por negarse a convivir con él maritalmente. El relato de las VJ como el de los HchJn nada cuenta de la conversión de Andrónico, que ahora convivía castamente con su esposa. Los detalles de la conversión de este personaje, supuestamente narrados en la gran laguna del capítulo 37 de los HchJn, son también omitidos lógicamente en el texto de la colección de Abdías. Por el contrario, recogen el dato de la insistencia del joven enamorado, cuya actitud sumió a Drusiana en una situación de melancolía extrema que acabó provocándole la muerte. Juan trataba de consolar al atribulado marido, quien lamentaba particularmente las circunstancias del fallecimiento de su esposa. El relato de las VJ reproduce prácticamente al detalle la exhortación que Juan dirige a Andrónico en presencia de los fieles (HchJn 67-69). Compara la muerte con la suerte del timonel que llega a puerto, con la del campesino que recoge el fruto de sus campos en el granero, con la del corredor en el estadio que recibe su premio, con la del atleta que logra la corona del triunfo. Proclama, lo mismo que HchJn 68,1, las pesadumbres de la vida, de las que ya se ha liberado todo difunto: “preocupaciones, hijos, padres, gloria, pobreza, adulación, juventud, belleza, vanagloria, concupiscencia, riqueza…” y otros problemas mencionados con idéntica literalidad. El autor copia del texto de los HchJn tanto el contenido como la forma. Sigue el relato de ambos documentos, mientras Juan pronunciaba su exhortación, el enamorado preparaba con el apoyo de su cómplice Fortunato, el administrador de Andrónico, la violación del cadáver de la difunta. De forma paralela los dos textos recogen las insolentes expresiones del enamorado: “Ya que no quisiste en vida tener contactos (coitus consortium) conmigo, te haré esta afrenta ahora que estás muerta” (HchJn 70,2). Ya no quedaba en el cuerpo de Drusiana otra prenda que el paño que cubría sus genitales, cuando apareció de pronto una serpiente que mató al mayordomo de un mordisco y derribó al enamorado. El texto de las VJ supone que la serpiente también mordió a Calímaco, que cayó en tierra presa del terror y perdidas las fuerzas por efecto del veneno. Pero coincide con los HchJn en el detalle de que la serpiente se posó encima del joven. Éste fue el cuadro que encontraron Juan y Andrónico cuando entraron en el monumento. Iban a celebrar la eucaristía al tercer día después de la muerte de Drusiana cuando advirtieron que no encontraban las llaves. Juan prometió que las puertas se abrirían solas y avanzó el dato de que la fallecida no estaba en su sepulcro. Continúan los relatos en HchJn y en VJ coincidiendo en detalles como la visión del joven sonriente, que anunció la resurrección de Drusiana y ascendió al cielo. Cuando Andrónico vio el espectáculo de Drusiana semidesnuda y el de los dos cadáveres, hizo ante Juan una exégesis precisa de lo sucedido. Suplicó al apóstol que resucitara a Calímaco para que diera su versión de los hechos. Una voz misteriosa, procedente del “Hermoso”, había anunciado: “Calímaco, muere para que vivas” (HchJn 76,3). Siguió luego la resurrección de Drusiana (HchJn 80), quien rogó para que el mismo Fortunato fuera también resucitado. Cosa que logró la piadosa mujer. Pero el traidor era árbol malo y de mala raíz y huyó despavorido. Una solemne eucaristía puso fin a la historia. Juan supo en espíritu que Fortunato estaba para morir, lo que confirmó un joven enviado para informarse. El c. 4 de las VJ y el 86 de los HchJn terminan con las palabras de Juan dichas con referencia al mayordomo infiel: “Ya tienes, diablo, a tu hijo” (HchJn 86,2). Después del c. 4 de las VJ, sigue en extensión el c. 9, tomado también de los HchJn y que narra la Metástasis, la que en los HchJn ocupa los capítulos 106-115. Que la obra de Abdías sigue más o menos directamente el texto de los HchJn lo demuestra una lectura, aunque sea cursiva, del texto de las VJ. Numerosos detalles demuestran palmariamente la identidad del relato en sus elementos fundamentales. Para el autor de las VJ, todo sucedió en domingo, como en HchJn 106,1. Juan en su alocución interpela a los “consiervos, coherederos y copartícipes del reino de Dios” (“del Señor” en HchJn 106,1), y enumera las obras realizadas por su medio: “signos, carismas, descansos, servicios, glorias, fe, comuniones, gracias, dones” (HchJn, ibid.). Habla de las garantías (pignora) que Dios ofrece (HchJn 107,3), de la corona tejida por Jesús, el único Salvador, con las flores de su sangre (HchJn 108,1). Terminada la oración, pidió pan, lo bendijo y lo repartió entre los presentes (HchJn 110,1). Luego, pidió a si diáclono Birro (Vero, Byrros) que tomara consigo a dos hermanos con cestas y azadones. Los HchJnPr hablan de siete, dirigidos por Prócoro. Cuando llegaron a la tumba de uno de los hermanos, Juan les dijo: “Cavad, hijitos”. Y les urgía para que cavaran más profundamente (HchJn 111,1). Terminado el trabajo, se despojó de su manto (uestem) y lo extendió en la fosa. En pie, vestido con una túnica de lino (linea), extendiendo las manos, pronunció una larga oración (HchJn 112-114). En ella agradecía al Señor que lo conservara limpio de todo contacto con mujer y le pusiera repetidas trabas para que no pudiera contraer matrimonio. Tras un tercer intento, Jesús le dijo: “Juan, si no fueras mío, te hubiera permitido casarte” (HchJn 113,1), palabras recogidas textualmente tanto en los HchJn como en las VJ. El final de la Metástasis es en los HchJn sorprendentemente breve: “Con el rostro vuelto hacia oriente, se persignó, se puso en pie y dijo: «Tú conmigo, Señor Jesucristo». Se tumbó sobre la fosa en la que había extendido sus vestidos. Nos dijo: «La paz sea con vosotros, hermanos». Y entregó su espíritu”. El texto de las VJ refiere el gesto de Juan que se despedía bendiciendo a los suyos. El apóstol ordenó que cubrieran su cuerpo dentro de la fosa. Entonces entregó su espíritu. Algunos discípulos, testigos del final, se alegraban ante el espectáculo; otros se lamentaban por tan dolorosa pérdida. Del sepulcro comenzó a manar un maná “hasta el día de hoy”, cuya virtud curaba todas las enfermedades y hacía realidad toda clase de deseos y plegarias. El relato de las VJ hace alusión al encuentro que tuvo Juan con el Resucitado cuando a un requerimiento de Pedro Jesús respondió: “Si quiero que permanezca hasta que yo vuelva, tú sígueme” (Jn 21,22). Todo acaba con una doxología: “(A Cristo) se debe la gloria y la eternidad, la fortaleza y el poder por los siglos de los siglos. Amén”. Este final del texto de las VJ delata la intención de cerrar un ciclo temático. El capítulo X, sobre la muerte de Herodes, está por lo tanto fuera de contexto. (Entrada principal de la Basilica de la tumba de Juan en Éfeso)) Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 29 de Noviembre 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Recojo hoy los comentarios del propio autor de estos paralelismos reseñados en Juan Bautista y Jesús, Fernando Bermejo. Éste comenta así las similitudes y las diferencias (como dije, utilizo sus palabras, aunque a veces las modifico un tanto, pp. 47-49 del artículo ya citado en postales anteriores): I. “El número e importancia de estos paralelismos dan qué pensar: en las creencias y el mensaje, la percepción de la gente, su expresión y su destino las similitudes son elocuentes y permiten presentar conjuntamente a Juan el Bautista y a Jesús como un subtipo (de las modalidades proféticas y apocalípticas) del judaísmo del Segundo Templo. De hecho, la enumeración efectuada evidencia la existencia de una plataforma común lo bastante amplia como para mostrar la no plausibilidad de cualquier intento de postular la existencia de un abismo, un contraste radical o discontinuidad entre ambos sujetos. El dato resulta tanto más significativo si tenemos en cuenta los siguientes aspectos: • Ante todo, la lista enumerada, por extensa que parezca, dista de ser exhaustiva. Hay otros paralelismos más discutidos, pqeo que merece la pena enumerar rápidamente: - Jesús y Juan parecen haber sido célibes, al menos en su ministerio público - Es posible que Jesús, al igual que Juan, haya bautizado; - También Juan Bautista puede haber empleado la noción de “Reino de Dios” • Por otra parte, todos esos paralelismos se deducen de una información relativa al Bautista que es francamente escasa, limitada a una concisa noticia en Josefo y a un puñado de pasajes en los Evangelios canónicos; • Los paralelismos se establecen o deducen a partir de fuentes manifiestamente interesadas en exaltar a Jesús como un sujeto incomparable. El hecho de que textos (antiguos como los Evangelios) cuyos autores deseaban destacar la figura de su venerado héroe dejen transparentar tantas semejanzas entre éste y Juan, contradiciendo su propia tendencia a convertir a Jesús en algo único, indica que tales semejanzas debieron de ser objetivamente abrumadoras. II. También hay diferencias entre Juan Bautista y Jesús, que no deben omitirse en una enumeración honesta. Hay rasgos importantes de la personalidad de Jesús que no parecen encontrarse en modo alguno en el Bautista:; • la actividad taumatúrgica y exorcística atribuida a Jesús, • Su modo de vida itinerante • Sus diferencias de dieta y contexto con respecto al Bautista (por ejemplo, Juan en el desierto come langostas y miel, mientras Jesús participa en comidas comunitarias). • Puede añadirse una percepción de matiz: Jesús insiste más en el Reino y en la gracia y a bondad de Dios que empuja a todos a convertirse para entrar en él, mientras que Juan Bautista parece insistir más en el Juicio que se avecina, dando por supuesto (¿o es una difuminación de los evangelistas?) el Reino de Dios que viene con las consiguientes venturas para los elegido. Ahora bien, si tales diferencias pueden considerarse aspectos novedosos de la misión de Jesús con respecto a la de Juan, no parece haber ningún sentido en que puedan ser calificadas de fundamentales. Algunas de las diferencias entre Juan y Jesús que muestran los autores propensos a destacar a Jesús como un “unicum” pueden explicarse bien. Bermejo cita en nota las siguientes: - El hecho de que Juan se concentrara en el desierto y Jesús en las ciudades los vincula ya como sujetos que eligieron llevar, en razón de sus profundas convicciones escatológicas, una existencia marginal. - Jesús pudo elegir llevar una vida itinerante con el objeto de completar más eficazmente –y no precisamente de confrontarse con– la predicación de Juan (y tal vez también porque una existencia itinerante le convertiría en un blanco menos fácil para Antipas de lo que Juan parece haber sido para el tetrarca). • De hecho estas diferencias reales entre ambos personajes no pueden neutralizar el peso de sus coincidencias ni, a fortiori, legitimar el habitual discurso de contraste u oposición, no sólo porque el anuncio y trayectoria de ambos predicadores son esencialmente los mismos y por tanto tales diferencias son a menudo una mera cuestión de énfasis o hincapié, sino también porque la actividad de Jesús puede haber sido complementaria a la de Juan, y así parece haber sido considerada por él mismo. • Todo lo dicho se ve corroborado cuando se analizan los textos verosímilmente auténticos en que Jesús habla de Juan (Cf. Mt 11, 7b-9.11a; 11, 16-19; 21, 23-32.Una posible excepción es Mt 11, 11b, que –en caso de que proceda de Jesús– admite varias interpretaciones), los cuales testimonian una altísima admiración por el Bautista, a quien vio como alguien del todo especial (“más que un profeta”, “el más grande entre los nacidos de mujer”) o como un colaborador –a su mismo nivel– en el anuncio del mensaje divino. Por el contrario, “las fuentes permiten establecer como hecho histórico que Juan nunca dio un testimonio directo a favor de Jesús”. III. En síntesis: “La plausibilidad histórica obliga a concluir que, en relación a la labor de Juan, Jesús pudo haber visto su propia acción, sea como su continuación, como su suplementación o incluso como una inflexión, pero en ningún caso como una oposición a ella o como un distanciamiento significativo. Todos los indicios apuntan a que la continuidad entre ambos predicadores prima de manera aplastante sobre cualquier discontinuidad”. Yo estoy muy de acuerdo con esta conclusión que me parece perfectamente razonada, sólo razonada y nada más que razonada. No veo ningún indicio de “partido previo”, ni animadversión hacia nadie, sino la procura de ofrecer un estudio objetivo de las fuentes y unos resultados que sean consecuencia mera del análisis imparcial. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Domingo, 28 de Noviembre 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Concluimos hoy con los paralelismos ineludibles entre Juan el Bautista y Jesús recopilados y comentados por F. Bermejo en su artículo de la revista ’lu. 12. Ambos a trajeron a elementos social y religiosamente marginales de la población. Diversos pasajes evangélicos –Lc 3, 12-14; Lc 7, 29-30 y Mt 21, 31-32, cuya historicidad resulta plausible- sitúan a recaudadores y prostitutas en conexión con Juan. Que esto también se daba en Jesús es muy conocido. 13. Ambos anunciaron una intervención decisiva de Dios en un futuro muy próximo. Que la idea de una intervención final de Dios en un futuro muy próximo formó parte del kerigma de Juan el Bautista no puede entreverse con facilidad en la noticia que le dedica Josefo. Con respecto a Jesús, que el galileo esperó un desenlace escatológico en un futuro próximo puede considerarse uno de los resultados más seguros de la investigación desde la demostración ejemplar que en el s. XIX hizo Johannes Weiss (La predicación de Jesús acerca del Reino de Dios, de 1892, aun no traducida al castellano). 14. Ambos emplearon un lenguaje pregnante, es decir, cargado de sentido, a veces múltiple, caracterizado por la viveza y la hipérbole. Juan utilizó vívidas imágenes tomadas del entorno desértico que eligió para su predicación, como el nido de víboras (cf. Q 3, 7-10), el aliento ardiente del calor desértico y el río como metáfora para el juicio y la purificación. A Jesús se le pueden atribuir toda una serie de elocuentes parénesis, o exhortaciones, y parábolas al servicio de un mensaje escatológico radical. 15. Los dos anunciaron un juicio, y, por ende, salvación y condenación. En el caso de Juan, la imagen del fuego inextinguible que quemará la paja es elocuente. En el caso de Jesús, el concepto de Reino de Dios, en tanto que realidad escatológica, contiene la idea del juicio, el cual inevitablemente posee tanto una dimensión gozosa –para quienes se salvan– como una terrible para los condenados 16. A la luz del Juicio, ambos hicieron un llamamiento al arrepentimiento. En el caso del Bautista, la expectativa del juicio está encaminada al arrepentimiento y a producir buen fruto: el bautismo que proclama es un “bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados”. En lo que respecta a Jesús –quien se sometió al bautismo de Juan–, tal llamamiento es un dato firmemente enraizado en la tradición, aun si Mc 1, 15 y Mc 6, 12 se considerasen resúmenes redaccionales del evangelista. 17. Su visión del Templo parece haber estado caracterizada por cierta ambigüedad. En lo que respecta a Jesús, esta ambigüedad, que puede haber tenido como causa la crítica nacida del entusiasmo escatológico, es especialmente patente. En cuanto a Juan, su actividad bautista, según el cual la situación de pecado del pueblo de Israel imponía la necesidad de un nuevo rito para la purificación, parece implicar que la institución religiosa más importante de Israel, el Templo y su culto sacrificial, no resultaba suficiente para operar la mediación salvífica, y que él mismo se presentó como tal mediador. 18. El mensaje de ambos tenía polémicas implicaciones sociales y políticas. La predicación del Bautista comportaba una dimensión política, en la medida en que incluía la enseñanza central de una intervención inminente de Dios en la historia, la cual implicaría la redención de Israel y la supresión de todo sometimiento a los enemigos de Dios (entre ellos, los gentiles). Por parte de Jesús, el Reino/Reinado de Dios anunciado por él constituía una realidad de carácter integral, en la que lo religioso y lo político son indisociables. Aun si Jesús no instigó a la rebelión armada, su mensaje religioso tenía claras implicaciones sociopolíticas (ya en la medida en que la irrupción del Reino entrañaría la desaparición de todo dominio pagano). 19. Ambos mantuvieron relaciones tensas con Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea. En el caso de Juan, esto es ya evidente por cuanto sabemos por los Evangelios y por Flavio Josefo que fue ejecutado por orden de Antipas. Por lo que respecta a Jesús la tradición conserva indicios de sus críticas a éste. Lc 13, 31ss. conserva la noticia de que Jesús es advertido de que Antipas le quiere matar, a lo que reacciona calificándole de “zorro”. La tradición sinóptica apunta a que Antipas buscó la muerte de Jesús. 20. Ambos fueron arrestados y ejecutados por las autoridades políticas. Juan Bautista fue ejecutado por Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea, probablemente en la fortaleza de Maqueronte, mientras que Jesús lo fue por la autoridad romana de Judea. El responsable directo de la crucifixión fue el gobernador romano Poncio Pilato. 21. La razón decisiva más plausible de sus ejecuciones es que su actividad fue juzgada potencialmente peligrosa para el orden público, por lo que tuvieron el carácter de golpes preventivos. 22. Juan y Jesús fueron exaltados por sus seguidores, especialmente tras su muerte. Aunque este aspecto ya no pueda ser enumerado como un elemento común en la actividad de ambos predicadores, merece ser citado en cuanto a su destino (no hallamos indicios de tal proceso de exaltación en otros profetas contemporáneos). Me parece que esta lista de paralelos es suficientemente impresionante y es materia de amplia reflexión. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Sábado, 27 de Noviembre 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero El artículo que comentamos lleva como subtítulo, “Paralelismos fenomenológicos y diferencias implausibles” (pp. 27-56, ’Ilu 15 (2010), lo que ilustra bien el interés del autor por poner de relieve ambos aspectos. La relación entre los dos predicadores judíos escribe F. Bermejo en su síntesis- es definida por la mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento e historiadores del cristianismo en términos de “contraste” o “diferencia radical”. Pero esta perspectiva, según Bermejo –y yo estoy absoluta y radicalmente de acuerdo con él- no es defendible desde el punto de vista aséptico de la mera historiografía. Por ello la mejor manera de proceder es primero exponer de modo detallado los paralelismos –que me parece que no se pueden negar- entre los dos personajes, y por otro considerar las diferencias que creen observar los investigadores, que obligaría supuestamente –en el caso de probarse en el análisis de los textos de los que disponemos- a establecer un contraste entre estos dos predicadores del judaísmo del tiempo del Segundo Templo. Los lectores de esta bitácora creo que serán conducidos, por la fuerza de la argumentación, que cumple con todas las normas usuales histórico-críticas, a concluir tales diferencias en Juan Bautista y Jesús o bien no existen, o cuando sí existen no son lo suficientemente relevantes como para justificar las afirmaciones usuales. De este modo, concluye Bermejo, “es posible demostrar que la difundida opinión acerca de una tajante oposición entre Juan el Bautista y Jesús carece de fundamento, siendo el resultado de una distorsión de los datos disponibles debida a prejuicios ideológicos, más específicamente teológicos” ( p. 27). En la primera parte de mi comentario- o más bien exposición- resumo los epígrafes en los que divide Bermejo sus paralelos. Utilizo expresamente sus palabras, no las mías, aunque no aparezcan entrecomilladas: 1. Ambos fueron individuos intensamente religiosos, cuyo destino estuvo determinado por su fe. tanto Juan como Jesús pertenecieron a esa clase de personas que se toman sus convicciones con la máxima seriedad y fervor –probablemente en virtud de experiencias religiosas, quizás visionarias o extáticas (Cf. Lc 10, 18). 2. En su ministerio público, fueron los dos individuos vital y religiosamente marginales. Ambos abandonaron no sólo sus lugares de origen sino también los modos “integrados” de la vida cotidiana a fin de asumir un ministerio profético. 3. Ambos fueron individuos dotados de carisma. La atracción y fascinación suscitadas por Juan es testimoniada en términos elocuentes por Flavio Josefo (Antigüedades de los judíos 18, 118). El entusiasmo generado por Jesús entre algunos de sus oyentes es testimoniado ampliamente en los escritos cristianos. 4. Reunieron discípulos y actuaron como maestros. A diferencia de otros carismáticos palestinos de la época –como Hanina ben Dosa o Honi ha-Me’aggel (“el trazador de círculos”), que son recordados en la tradición como figuras aisladas–, Juan y Jesús tuvieron discípulos durante su actividad pública. Respecto a Juan Bautista, véase Mc 2,18; Lc 3,12; Jn 3,26. 5. Ambos se inspiraron en especial en el libro de Isaías (en particular Is 30, 27-28, pero posiblemente también Is 4, 4; 10, 15-19; 10, 33 – 11, 4; 34, 10; 51, 1-3; 52, 14-15; 66, 24). 6. Ambos actuaron como heraldos del inminente drama escatológico. El Bautista se consideró autorizado a efectuar un llamamiento urgente al pueblo de Israel y a operar una actividad ritual extraordinaria como preparación para la irrupción inminente del drama escatológico, es decir, del juicio divino, preludio del Reino. 7. Enfatizaron más los valores espirituales y morales que los rituales, en la línea del profetismo antiguo de Israel. En el caso de Jesús, el respeto por las prescripciones de la Ley significa que Jesús no tiene intención alguna de abolir la Ley, pero también es clara en Jesús la primacía de los aspectos éticos de la Ley misma: la crítica del legalismo autocomplaciente y la concesión de primacía a la pureza interna, la misericordia y el amor es un rasgo fuertemente atestiguado en la tradición de los dichos sobre Jesús que presentan visos de historicidad. 8. La predicación de los dos contenía directrices morales y exhortaba, en concreto, a compartir la propiedad. la tradición sobre Jesús, que recoge no sólo la crítica de Mammón, de la seducción de la riqueza y del apego a los bienes terrenos (Mc 10,23ss) sino también la exigencia a renunciar y a compartir los bienes (Mc 10, 17ss; Lc 14, 7ss), testimonia que éste parece haber aprendido bastante del Bautista. Juan Bautista va encaminado en la parte práctica de su predicación a tener el máximo cuidado con el prójimo, especialmente por los débiles y los necesitados, y a la búsqueda de una justicia real en las relaciones comunitarias. 9. No se limitó ninguno de ellos a las oraciones estipuladas, sino que enseñaron a rezar de forma característica. Lc 11, 1 (cf. Lc 5, 33) recoge el dato de que los discípulos de Jesús le ruegan que les enseñe a orar tal como Juan el Bautista hacía con sus discípulos. Esta noticia –aunque no goza de atestación múltiple- tiene todos los visos de verosimilitud si se atiende al criterio de dificultad, pues cuesta imaginar por qué el evangelista habría inventado un dato que hace de los discípulos de Jesús personas pendientes de Juan. 10. Los dos se dirigieron en su predicación a sus correligionarios, es decir, a Israel. Ni Juan el Bautista ni Jesús de Nazaret parecen haber querido crear una secta dentro del judaísmo, sino hacer un llamamiento inclusivo al pueblo de Israel a convertirse. Al mismo tiempo, no hay indicios de que ninguno de los dos haya tenido la intención de dirigirse a los gentiles. 11. Matizaron el nacionalismo de su mensaje mediante el énfasis en el aspecto moral. Tanto la predicación de Juan Bautista como la de Jesús, en línea de nuevo con la tradición profética, parece haberse mantenido lejos de una suerte de autocomplacencia que aseguraría la salvación en razón de una pertenencia étnica o el recurso a la historia de salvación del pueblo como garantía del perdón de Dios. Y con esto hemos llegado a la mitad de los 22 paralelismos fenomenológicos que señala Fernando Bermejo en su artículo de la revista ’Ilu, que llevamos comentando hace unos días. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Viernes, 26 de Noviembre 2010
NotasHoy escribe Fernando Bermejo Dado que la historia del antijudaísmo cristiano es muy larga y se correrá el riesgo de perder de vista lo que motivó esta serie de posts, vale la pena llamar la atención desde ahora acerca de muchas medidas tomadas contra los judíos a lo largo de los siglos por la Iglesia cristiana –más concretamente, por sus clérigos y obispos– que hallaron su reflejo en la Alemania nazi. En su momento analizaremos la situación de los judíos en el ghetto de Roma, y las reveladoras políticas papales concomitantes. Baste, por el momento, con la enumeración de algunas de esas medidas. · Derecho canónico: Prohibición de matrimonios mixtos y relaciones sexuales entre cristianos y judíos. Sínodo de Elvira, año 306. Medida nazi: Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes, 15 de septiembre de 1935. Derecho canónico: Prohibición de que cristianos y judíos coman juntos. Sínodo de Elvira, año 306. Medida nazi: Prohibición a los judíos de entrar en los vagones-comedor de los trenes, diciembre de 1939. · Derecho canónico: No se permite a los judíos ocupar cargos públicos. Sínodo de Clermont, año 535. Medida nazi: Ley para el restablecimiento del Funcionariado Civil Profesional, abril de 1933. Derecho canónico: No se permite a los judíos emplear sirvientes ni poseer esclavos cristianos. · Tercer Sínodo de Orleans, año 538. Medida nazi: Ley para la Protección de la Sangre y el Honor alemanes, 15 de septiembre de 1935. Derecho canónico: Se prohíbe a los judíos mostrarse en público durante la Semana Santa. Tercer · Sínodo de Orleans, año 538. Medida nazi: Decreto que autoriza a las autoridades locales a prohibir que los judíos salgan a la calle ciertos días. ·Derecho canónico: quema del Talmud y otros libros, 12º Sínodo de Toledo, año 681. Medida nazi: quema de libros. · Derecho canónico: se prohíbe a los cristianos convivir con los judíos en casa de estos. Sínodo de Narbonne, año 1050. Medida nazi: Directiva de Göring en la que se establece la concentración de judíos en casas, 28 de diciembre de 1938. · Derecho canónico: se obliga a los judíos a pagar impuestos para sostener a la Iglesia, al igual que los cristianos. Sínodo de Gerona, año 1078. Medida nazi: Se establece que los judíos deben pagar un impuesto sobre la renta especial, en lugar de las donaciones destinadas a los fines del Partido, impuestas a los nazis, diciembre de 1940. El lector interesado puede consultar: R. Hilberg, La destrucción de los judíos europeos, Akal, Madrid, 2005 (original inglés revisado: 2002) J. E. Scherer, Die Rechtsverhältnisse der Juden in den deutsch-österreichischen Ländern, Duncker & Humblot, Leipzig, 1901. Continuará. Saludos de Fernando Bermejo
Jueves, 25 de Noviembre 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Hoy, siguiendo la línea de ayer, sigo comentando algunos artículos del número 15 de la revista, ’Iu. “Los ciclos cósmicos y la imagen del continuo renacer en los Vedas”, es el tema del trabajo de Madayo Kahle, doctorando ya avanzado de la Complutense. Su artículo estudia los ciclos de la naturaleza han marcado profundamente tanto la cosmovisión reflejada en los himnos védicos como el desarrollo del ritualismo brahmánico. Es decir, el “comportamiento” cíclico del sol, la luna, la aurora, el cambio de la luz a las tinieblas cada día, los meses y las estaciones del año, el tiempo divinizado. En esos ciclos cósmicos interviene el ser humano, que desempeña su función en el mantenimiento del cosmos y de una bebida ritual, llamada Soma. En realidad este Soma es una divinidad, pero que se concreta de algún modo en un bebedizo que representa todas las cualidades del agua, del fuego y de la fuerza vital del aire. La vida, afirma Kahle, se mantiene gracias al intercambio de hombres y dioses. Este intercambio se fundamenta en la fuerza mágica del ritual que se plasma en los ritos [¡Ojo! Casi nadie distingue ya entre lo que es el “ritual”, las rúbricas o modos de proceder y actuar, y los “ritos” que ejecutan ese ritual teórico; en inglés se perdió prácticamente la diferencia entre los dos vocablos, y por influencia de este idioma está ocurriendo lo mismo en español] Siguiendo un progresivo proceso de abstracción, el hombre asocia cada vez más su destino a estos ciclos cósmicos lo que conduce a la doctrina de la transmigración de las almas. Todo lo que expone Kahle se ilustra con textos védicos, transcritos y primorosamente traducidos. Hay otros artículos interesantes en este número, como son los de Daniel Muñoz Garrido, sobre “La creación del mundo en el arte medieval: la Sinagoga del Tránsito” (de Toledo). En el trabajo se estudia la enorme importancia del relato de la creación del mundo (Gn 1-2) para judíos cristianos y musulmanes y cómo se refleja en el arte. Luego, concentrándose en la sinagoga toledana, el artículo desvela cómo hay toda una reinterpretación de Gn 1 por medio de una representación no figurativa y simbólica de este capítulo. Josefina Pimentel estudia “La conciencia psicológica en la enseñanza y la práctica espiritual y religiosa”. Su objetivo es explorar –por medio de las respuestas de una serie de personas entrevistadas- los elementos psicológicos derivados de la enseñanza y la práctica de la religión. La autora se muestra muy partidaria de la creación de institutos de investigación para el estudio de la conciencia, la espiritualidad y la religión, desde una visión sistemática, pues ayudará en extremo a comprender fenómenos que son vitales en nuestra sociedad, a pesar del aparente materialismo. Luis Vivanco trata de “La noción de ‘velo de los sentidos1 en el primer libro de la Introducción a la Historia universal de Ibn Jaldun”. En las partes de esta obra Ibn Jaldun trata de las percepciones de carácter sobrenatural que poseen ciertos individuos. Respecto a ellos, es necesario considerar que la sensibilidad, elemento básico de la percepción humana, es en realidad un obstáculo para la percepción de las realidades sobrenaturales, pues éstas no se alcanzan por los medios usuales del conocimiento, sino por los que el autor árabe piensa que son revelaciones particulares del mundo angélico(por ejemplo, la del arcángel Gabriel a Mahoma, el Corán, recibida en estado de éxtasis, es decir, de pérdida de las cualidades normales de la percepción humana). Todo este tema ha sido tratado ya en el mundo griego desde Platón, con su teoría de la inspiración poética y mántica (profética) que supone una alienación esencial del hombre. Si no está poseído por la “manía” o locura divina el hombre no puede ponerse en contacto con la divinidad. Igualmente el pensador judío del siglo I, Filón, profundamente influido por Platón, opina de igual modo: “es imposible que lo mortal cohabite con lo inmortal”. Si se produce un estado de revelación hacia el ser humano, el “medium” de esa revelación, el profeta, su mente y su capacidad de expresión, han de salir necesariamente del ámbito humano: caerá en un estado de éxtasis o de pérdida de los sentidos. Pero una vez recibida la revelación, según Filón las capacidades intelectuales del ser humano sirven de maravilla –como saben los que siguieron la miniserie sobre el pensamiento de Filón- para conocer la realidad humana, lo esencial de la naturaleza divina y de sus obras y el camino de la salvación. Si existe o no culto a la madre en el budismo (no diosa madre, sino la progenitora, Maya, del personaje central en el budismo, el Buda histórico) es el eje de la siguiente investigación firmada por Thanit Kaewsom y J. M. Prieto Zamora. Partiendo de los cultos populares a las madres en religiones por nosotros conocidas, como Isis, la Virgen María y la diosa Durga en el hinduismo, se investiga si existe un culto verdadero a Maya en el budismo. La respuesta es negativa. A Maya, como madre de Buda, se rinde una cierta veneración, por su función generativa, porque su cuerpo fue como un templo donde se formó el Buda, y como mujer altamente virtuosa. Pero no hay culto estricto a ella como madre del “iluminador”. Otras dos figuras femeninas o andróginas, míticas del budismo como son Guanyin y Tara, que no son realmente madres de nadie, sino bodhisattvas (a continuación explico el significado de este término), sí se les rinde culto en el budismo, hasta hoy día. ¿Por qué? Porque los bodhisattvas son ejemplo, convertidos en mitos, de aquel que pudiendo alcanzar la iluminación final (convirtiéndose en Buda perfecto) renuncian a ello por compasión hacia sus hermanos mortales y ayudarles a alcanzar la iluminación. Con su vida, enseñanzas y ejemplos ayudarán a los humanos a alcanzar la iluminación. En el budismo mahayana, el bodhisattva Guanyin promete que no se convertirá en Buda hasta que todos los seres humanos se hayan “salvado”, es decir, hayan llegado a la perfecta iluminación. Tanto Guanyin, que en principio era varón, como Tara, el bodhisattva femenino del budismo tibetano (también en el mahayana y el vajrayana) desde el principio reciben aún hoy día culto como madres divinas o madres protectoras o madres cósmicas. El último trabajo, de este número muy interesante de ’Ilu es una recopilación bibliográfica sobre “Biblia, mujeres y feminismo. II Parte: El Nuevo Testamento y e cristianismo primitivo”. La autora, Mercedes Navarro Puerto, que no ha pretendido la exhaustividad porque es prácticamente imposible, no ha recogido las obras de José Ramón Esquinas, Jesús de Nazaret y su relación con la mujer. Una aproximación desde el estudio de género a partir de los evangelios sinópticos. Editorial “Academia del Hispanismo”, Vigo, 2007, ni la mía propia, Jesús y las mujeres, de 2009, Editorial Aguilar, Madrid, a pesar de su difusión (quizás ambas publicadas en editoriales de las que no se esperaba este tipo de obras, sino de otro estilo). La autora ha prometido un suplemento. Mañana concluiremos con la reseña del importante articulo de F. Bermejo sobre Jesús y Juan Bautista, aunque pienso que probablemente nos llevará más de una postal. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Miércoles, 24 de Noviembre 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero En esta semana, en tres o cuatro postales, deseo presentarles la revista de nuestra Facultad de Filología y del Instituto de Ciencias de las religiones de la Universidad Complutense de Madrid. Es en verdad una buena revista, muy buena diría, pero un tanto desconocida, en parte por el sistema de distribución de los productos universitarios. El modo de presentarla será indicar brevemente su finalidad, comentar el contenido del último número y, sobre todo, presentar un artículo, muy interesante y muy documentado, de Fernando Bermejo sobre el debatido tema de las relaciones entre Juan Bautista y Jesús. ’Iu es una revista de periodicidad anual, con formato 17x24 cm., fundada en 1995. Recoge en sus páginas artículos científicos sobre historia de las religiones, y sobre fenomenología, sociología, antropología y psicología de la religión. Dedica especial atención a trabajos relacionados con el ámbito hispano en general y con el cristianismo, judaísmo, islam en la península ibérica, en particular. La revista es interdepartamental y su dirección va rotando entre miembros destacados de diversos departamentos que se ocupan directa o indirectamente del ámbito de las tres religiones monoteístas, “del Libro”, fundamentalmente. Pero como nuestro departamento de Lenguas clásicas esta unido al de filología, lingüística e historia de la lengua indoeuropea, se tocan también, y con abundancia, temas de religiones orientales: hinduismo, budismo, zoroastrismo, etc. La dirección actual de la revista la lleva muy acertadamente la Prof. Dra. Dª Guadalupe Seijas, del Departamento de estudios hebreos y arameos de la Universidad Complutense de Madrid. E-mail: gseijas@filol.ucm.es. En cuanto a la revista en sí, véase: http://revistas.ucm.es/portal/?ILUR El número 15 del 2010 tiene un contenido que presentaré brevemente, dado que cada artículo va provisto de un resumen en castellano e inglés. El primer trabajo es del arabista Miquel Beltrán, de la Universidad de las Islas Baleares, cuyo título reza “El silencio como acercamiento a Dios en Maimónides”. Argumenta Beltrán que el silencio, como alabanza a Dios se halla, en la teología de Maimónides, imbricado con sus consideraciones acerca de la esencia de la divinidad, que se revela como absolutamente incognoscible. En su Guía de perplejos I (especialmente en los capítulos 50 a 60) Maimónides destaca que aunque el conocimiento humano y divino no tienen nada de común entre sí, a pesar de ello podemos orientar nuestro intelecto a la consideración de la “naturaleza” de Dios a través de a “expresión aproximativa” /tasamuh), si bien este sistema no permite entender la esencia divina. A través del silencio puede alabarse a Dios y expresamos nuestro acercamiento a Él mediante la teología radicalmente negativa, la negación de cualquier atributo que pudiera asociarse a la naturaleza de Dios. Creo que aquí tenemos una línea de acercamiento a lo divino –en la suposición de que pueda conocerse al menos que exista- línea que es radical y consecuente y que será explorada de nuevo por Nicolás de Cusa y muchos otros. En mi opinión, y en el terreno práctico, debería siempre obtenerse las consecuencias lógicas de esta vía negativa. Primero que no es posible probar, ni negar, la existencia de Dios, y segundo que sólo el símbolo es el modo de un posible acercamiento a él. La posibilidad de la revelación y de la construcción de una teodicea y de una teología dogmática de la divinidad queda absolutamente en entredicho. Más bien es imposible. La religión será una mezcla de razonamiento a tientas y sobre todo de sentimiento. Por tanto será privada, personal e intransferible. Otro artículo que me parece interesante, aunque técnico, es el de José María Blázquez sobre el hallazgo de “Nuevos teónimos hispanos” de divinidades prerromanas de la península ibérica, que nos acercan a la religión de esos pueblos, luego romanizados. El autor estudia las inscripciones latinas halladas en Arronches (Alemtejo, Portugal) y de otros lugares, donde aparecen divinidades tanto indígenas como romanas, los tipos de sacrificios ofrecidos, la religión de los pueblos del norte de la península y sobre todo la idea que podemos hacernos de la creencia en los viajes al mundo de ultratumba por mar y por aire. Realmente en los últimos decenios, comenta Blázquez, “el conocimiento de los dioses indígenas de la Hispania antigua ha avanzado considerablemente. Ha aumentado su número y el conocimiento de su carácter, de sus ritos y del área de su culto” (p. 90). Por último, para hoy, deseo mencionar el artículo de Carlos González Wagner, de la Universidad Complutense “Sobre inciensos, trances y (algunas) diosas. Una perspectiva etnobotánica”. Sostiene el autor que los tipos de incienso utilizados en algunos cultos y oráculos de la antigüedad parecen haber poseído la facultad de provocar visiones y excitar los dones adivinatorios. Un estudio de los componentes de estos inciensos nos revela su potencial psicoactivo. Dedica C.G. Wagner una especial atención a la diosa Ártemis y su culto con plantas mágicas; los trances, visiones y oráculos de Astarté, la Reina de los cielos y también la Venus fenicia. Seguiremos mañana con las perspectivas de otros artículos interesantes, y luego nos concentraremos en el trabajo de F. Bermejo. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 23 de Noviembre 2010
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Juan en las Uirtutes Iohannis o milagros de Juan El tercero de los grandes escritos apócrifos, que contienen básicamente toda la tradición sobre el apóstol Juan de Zebedeo, es el que lleva como título el de Virtutes Joannis, Virtudes o Milagros de Juan. Opto por la palabra “Milagros” para traducir la palabra del original Uirtutes. En este sentido debemos interpretar cualquier uso de la palabra Virtudes referida como título de la obra. Respetando el título tradicional latino, señalaré la obra como VJ. No es un escrito independiente, ni siquiera totalmente original, sino que está relacionado íntimamente con otros escritos anteriores, de los que depende y a los que sirve de confirmación o complemento. Es lógico, sin embargo, que la época de su origen imponga en su autor aspectos propios de una mentalidad nueva, siempre perceptible en detalles de contenido y de vocabulario. El título o epígrafe de Virtutes satisface a las necesidades y preferencias de personas sencillas, a quienes dicen más los hechos que la dialéctica. La colección, que contiene esta obra, fue publicada por vez primera por F. Nausea en Colonia el año 1531 con un título sorprendente: Anonymi Philalethi Eusebiani in uitas, miracula, passionesque Apostolorum Rhapsodiae (“Rapsodias compuestas por el anónimo Filaleto Eusebiano sobre las vidas, los milagros y las pasiones de los Apóstoles”). El autor dividió el largo capítulo IV de las Uirtutes Ioannis (VJ) en dos partes, con lo que la obra vino a tener once capítulos. El mismo siglo XVI, el año 1552 W. Lazius publicó en Basilea una segunda edición, a la que puso como título Historiae Apostolicae, auctore Abdia Babyloniae Episcopo (“Historias apostólicas, compuestas por Abdías, obispo de Babilonia”). Al principio de la colección recuerda el autor que los libros canónicos cuentan detalles sobre los discípulos de Jesús, pero resultan escasos para la devoción de los cristianos. Además, los libros que narran sucesos de su ministerio apenas contienen otra cosa que sus martirios. Por esa razón, el autor procura recoger los prodigios (Uirtutes) realizados por los distintos apóstoles, presentados en obras independientes. Un dato que debemos tener en cuenta es que el hecho de que varios manuscritos, al margen de la colección, reproduzcan solamente los capítulos I-IV de las VJ, es una prueba fehaciente de que la obra no es originalmente unitaria. La impresión que causa su lectura es la de una labor de concentración y resumen de tradiciones dispersas y más amplias. Es evidente que las Uirtutes Ioannis constituyen una sección de la obra del Pseudo Abdías Virtutes Apostolorum (“Milagros de los Apóstoles”). Como hemos visto en otros apócrifos, la obra de la colección atribuida a Abdías es oriunda del siglo VI. El autor de las VJ es igualmente anónimo, pero podemos colegir a partir de las características de la obra que más que autor es, en palabras de Junod-Kaestli, compilador. Es decir, se sirve de textos preexistentes que reúne y organiza según sus personales criterios. Del prefacio del autor se deduce su intención y su proyecto. Por lo que a las VJ se refiere, por la selección de temas, el orden y la organización general, “se debe considerar que él es el verdadero autor de las Uirtutes Ioannis en la forma que conocemos” (cf. Junod-Kaestli, Acta Ioannis, p. 753. El lugar de su composición es con toda probabilidad Francia. El autor del prefacio conoce el texto de la introducción de Gregorio de Tours al libro sobre los Milagros del bienaventurado apóstol Andrés. Los estudios de Lipsius y de Duchesne sobre el tema, aceptados unánimemente por los autores, abundan en estos datos. Pueden consultarse, en efecto, R. A. Lipsius, Die apokryphem Apostelgeschichten und Apostellegenden, I-II 1883-1890, esp. I 117-170; L. Duchesne, “Les anciens recueil de légendes apostoliques”, en Compte-rendu du troisième Congrès scientifique international des Catholiques, Bruselas, 1895, 69-79. El protagonista de la tradición El autor está firmemente convencido de que el protagonista de esta obra no es otro que el apóstol Juan, el discípulo amado, uno de los hijos de Zebedeo. Al margen de la polémica sobre la identidad de los diversos personajes que con el nombre de Juan aparecen en la tradición cristiana primitiva, el hijo de Zebedeo y hermano de Santiago, paisano de Pedro y Andrés, tenía muchas cartas en la mano para despertar en la comunidad cristiana un vivísimo interés, que se tradujo en abundantes tradiciones que ponían de manifiesto una devoción profundamente asentada en el corazón de los fieles. Los Hechos Apócrifos de Juan (HchJn) fueron un polo de atracción de recuerdos y tradiciones, pero fueron también un centro de expansión de datos que volvieron a aparecer en relatos y en reelaboraciones diversas. Lo hemos visto ya con los Hechos de Juan, escritos presuntamente por Prócoro, discípulo de Juan y uno de los primeros siete diáconos (Hch 6). Ahora abordamos otra obra, las Uirtutes Iohannis, -“Virtudes o Milagros de Juan”- enmarcada dentro de la mencionada colección atribuida al Pseudo Abdías, obispo de Babilonia, conocida bajo el epígrafe general de Uirtutes Apostolorum. Los autores de los apócrifos dan por supuesto que el Juan reflejado en sus relatos y tradiciones es el hijo de Zebedeo, el apóstol que figura en el primer cuarteto de las listas de los Doce, el que fue llamado al apostolado en el mismo contexto cronológico y geográfico que los hermanos Pedro y Andrés, de quienes era compañero de profesión. Es el apóstol Juan, del grupo de los íntimos de Jesús, el que habla en los apócrifos de experiencias personales como la de la Transfiguración o del gesto de reclinar su cabeza en el pecho del Maestro durante la última cena; es el apóstol a quien amaba Jesús, el mismo que al pie de la cruz recibió de Jesús el encargo de cuidar de su madre, como así lo hizo de acuerdo con las tradiciones recogidas en la literatura apócrifa. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 22 de Noviembre 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Aunque –como hemos dicho- La Historia de la redacción se concentró en un primer momento en las narraciones evangélicas, debe insistirse en que sus principios se aplican también al resto de escritores y obras del Nuevo Testamento, por ejemplo Pablo: qué tradiciones maneja y cómo las conserva o reelabora (cf. Rom 1,1-3). Sólo que la tarea no es tan fácil en cuanto que no existe un material comparativo triple, como ocurre con los evangelios sinópticos. La Historia de la redacción no discute que los evangelistas hayan elaborado por su cuenta una tradición anónima, pero esa reelaboración – opinan— es personal, ya no es impersonal y mecánica como ocurre con las leyes de la tradición oral transmitida en grupos. No es así: la reelaboración es peculiar y característica de cada evangelista. Si para la Historia de las formas había que recuperar la tradición más primitiva, para la Historia de la redacción hay que aclarar la tradición propia de cada autor evangélico, su mundo, su peculiar imagen de Jesús, bajo la idea de que tal reconstrucción ayudará mejor a precisar el “contexto vital” del conjunto de la tradición tal como se consolidó definitivamente en la doctrina del cristianismo primitivo, antes de la formación de un canon de escritos sagrado, por tanto en su período –importantísimo- constituyente. La investigación se plasma en realidad en la búsqueda de un tercer “contexto vital” para el género “evangelio”. Un investigador ilustre, Joaquim Jeremias, aunque muy partidista en algunos aspectos, había señalado en su estudio sobre las parábolas un doble “contexto vital”: uno en el ámbito de la actividad histórica de Jesús; otro, en la comunidad más primiti¬va, que las recrea y las transforma. La Historia de la redacción intenta recobrar un tercero, a saber el verdadero “contexto vital” de los Evangelios en la historia de la iglesia primitiva un poco posterior o, con otras palabras, el “contexto vital” de los evangelistas y de la comunidad para la que escriben, naturalmente más tardía cronológicamente a la del grupo primigenio de seguidores de Jesús. Este “tercer contexto vital” también recrea y transforma –y como dijimos en la nota de ayer- es vital de la formación de lo que luego será “dogma”. Así pues, el interés central de la Historia de la redacción consiste en responderse a una serie de preguntas como las siguientes: · ¿Qué ideas innovadoras pudieron motivar las normas de trabajo de un escritor concreto del Nuevo Testamento? · ¿Qué problemas teológicos, o sociológicos, de su propia comunidad son centrales para él? · ¿Cómo intenta responder a ellos? · ¿Cuál es la estructura fundamental del mensaje que el autor intenta plasmar? · ¿Qué concepción del tiempo, de la historia, de las Escrituras, de la salvación, de la Iglesia, de la misión y persona de Jesús, etc., tiene el autor? · ¿Cómo selecciona y manipula el material que llegó a sus manos? Por tanto, el proceder metodológico de la Historia de la redacción consiste en descubrir y poner de relieve la selección, disposición y estructuración de materiales previos por parte de un autor del Nuevo Testamento. Como el método tiene su aplicación plena en el estudio de los evangelios sinópticos, y se aplicó a éstos de modo preferente, a ellos se refiere lo que sigue. La investigación de la Historia de la redacción se dirige en primer lugar a fundamentar la prioridad cronológica y la influencia como fuente de un evangelista sobre otro, ya que se ve que –al menos los tres primeros- son bastante semejantes. En general, se admite la prioridad de Marcos sobre Mateo y Lucas; pero otro grupo, menor, de estudiosos se inclina por la prioridad de Mateo, o incluso la de Lucas… Aquí las espadas siguen en alto, peo el 95% admite la prioridad de Marcos porque esta hipótesis responde a la mayoría de las cuestiones, aunque no pueda satisfacer al cien por cien. Posteriormente estudia la Historia de la redacción cada uno de los autores evangélicos investigando el sentido, el significado y el porqué de los siguientes fenómenos: • Las mejoras estilísticas sobre su base (Marcos o tradiciones propias de Lucas o Mateo o Juan; y si es Marcos, sobre los textos previos que la investigación pueda suponer razonablemente que existieron antes que él, como colecciones de milagros, de parábolas o la historia de la pasión. • Las aclaraciones al texto base, es decir, los añadidos propios de cada evangelista. • Las omisiones de frases u expresiones difíciles. En general la abreviación de la fuente base. • Cualquier tipo de añadidura, p. ej., de datos geográficos, topográficos o cronológicos a lo recibido por tradición. • La transposición de metáforas e imágenes. • La transposición de una perícopa completa. • Los cambios de elementos dentro de una misma perícopa. • Las adiciones de otras unidades literarias de la tradición sobre un esquema base. • La complección de un pasaje por medio de otros datos de la tradición. • La unión de materiales erráticos (dichos o perícopas enteras transmitidas aisladamente) y los medios literarios de los que se vale. • El añadido de citas o de alusiones al Antiguo Testamento. • La dramatización de una escena o de un dicho. • La adición de cualquier tipo de comentarios personales (se llaman técnicamente “redaccionales”) sobre la fuente. Al encontrarse con estos fenómenos hay que preguntarse el porqué de cada uno de ellos: ¿qué hay detrás?. Al ponderar todas estas variantes y deducir las pertinentes consecuencias, el método de la Historia de la redacción ha producido resultados notables en la percepción de cómo es la teología o el punto de vista particular de cada escritor del Nuevo Testamento, en especial de los evangelistas, como decimos. Todo ello se aplicará al tratar de cada evangelio en particular. De las líneas anteriores resulta claro cómo la Historia de la redacción tiene su propio interés, fines y metodología, aunque de hecho sea una continuación de la Historia de las formas. La Historia de la redacción no significa una complementación estricta en el posible acceso al Jesús histórico, pero abre también nuevos cauces al señalar con mayor exactitud qué es primario y secundario en los diversos escritos del Nuevo Testamento, mostrándonos cómo los autores, evangélicos o de las cartas, siguen o modifican una determinada línea de tradición. De ese modo se reflexiona también de nuevo sobre la tradición primitiva y por diversos caminos se pueden formular hipótesis sensatas sobre cómo fue el Jesús de la historia y cómo fue luego reinterpretado. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Domingo, 21 de Noviembre 2010
|
Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
Secciones
Últimos apuntes
Archivo
Tendencias de las Religiones
|
Blog sobre la cristiandad de Tendencias21
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850 |