CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


Además de este ataque global a la formación de facciones dentro del cristianismo del que hablamos en la nota anterior, Pablo dirige su batería de argumentos contra el grupo que se creía “más de Cristo que los demás”. Antes de considerar las razones en contra del Apóstol veamos qué pintura de estos “espirituales” se puede deducir de una lectura atenta de 1 Cor.

Pablo parece dibujar a los “espirituales” en su carta del siguiente modo:

Se denominaban “perfectos” o “espirituales”, y pensaban que su sabiduría religiosa era superior a la del resto del grupo: “6 Con los hombres perfectos, sin embargo, exponemos un saber, pero no un saber del mundo este ni de los jefes pasajeros del mundo presente; 7 no, exponemos un saber divino y secreto, el saber escondido; 8 ese que, conforme al decreto de Dios antes de los siglos, había de ser nuestra gloria, ese que ninguno de los jefes del mundo presente ha llegado a conocer” (2,6-8)
Miraban probablemente con un cierto desdén a los cristianos corrientes o “carnales”. Ellos, los “espirituales”, estaban unidos directamente a Cristo a través de su sabiduría especial, revelada por los dones del Espíritu (caps. 12 y 13 = Jesús > Espíritu > cristianos “espirituales” o “perfectos”), mientras que los demás tenían como patronos mediadores a hombres: Pablo, Pedro o Apolo, todos intermediarios humanos (= Jesús > apóstoles > “carnales” o inferiores).

• Su salvación, espiritual naturalmente, estaba tan asegurada que lo corporal o material no les afectaba: en este ámbito todo les estaba permitido; podían hacer lo que quisieran con su cuerpo:
“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me meteré debajo de la potestad de ninguna” (6,12); “Todo me es lícito, mas no todo conviene; todo me es lícito, mas no todo edifica (10,23).

Entre ellos unos pensaban que lo que hicieran con su cuerpo no tenía importancia y que las acciones del cuerpo, material, quedaban fuera del espíritu. Así, por ejemplo, podían frecuentar prostitutas, sin que eso afectara a su interior, lo espiritual: “Así que, el que piensa estar firme , mire que no caiga. 13 No os ha tomado tentación, sino la humana; mas fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis llevar ; antes dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar. Por lo cual, amados míos, huid de la idolatría ( = fornicación). 15 Como a sabios hablo; juzgad vosotros lo que digo” (6,12-15).


Otros, por el contrario, se decantaban por posturas ascéticas; por ejemplo, renunciaban a todo contacto con mujer y consiguientemente al matrimonio (cap. 7) para librarse de todo tipo de atadura carnal o de obligaciones relacionadas con el sexo como la procreación.

• Tenían aprecio por los sacramentos del bautismo y de la eucaristía, pero no como medios que fundamentaban la unión o comunión del grupo, sino como canales automáticos de salvación, por los que ésta quedaba asegurada casi automáticamente. Por ello se consideraban libres de cumplir preceptos morales que afectaran a lo exterior, no espiritual. Estas nociones se deducen del cap. 10 en el que Pablo reflexiona sobre el bautismo y la eucaristía a la luz del Antiguo Testamento, de pasajes que tratan del éxodo de Egipto sobre todo. Los antiguos israelitas recibieron figuradamente (10,2.3.6) el bautismo y participaron de la eucaristía, es decir del pan bendito (el maná). Pero este hecho no impidió que los que entre ellos se comportaron mal desagradaran a Dios y murieran (10,5):

<blockquote>“1 Porque no quiero que olvidéis, hermanos, que nuestros antepasados estuvieron todos bajo la nube, que todos atravesaron el mar 2 y que, en la nube y en el mar, recibie¬ron todos un bautismo que los vinculaba a Moisés. 3 Todos también comieron el mismo alimento profético y todos bebieron la misma bebida profética, 4 porque bebían de la roca profética que los acompañaba, roca que representaba al Mesías. 5 A pesar de eso, la mayoría no agradó a Dios, y la prueba es que fueron abatidos en el desierto.

6 Todo esto sucedió para que aprendiéramos nosotros, para que no estemos deseosos de lo malo, como ellos lo desearon. 7 No seáis tampoco idólatras, como algunos de ellos, según dice la Escritura: «El pueblo se sentó a comer y beber y luego se levantó a danzar» (Ex 32,6). 8 Tampoco seamos libertinos, como lo fueron algunos de ellos, y en un solo día cayeron veintitrés mil” (10,1-8)</blockquote>

El argumento quedaría así:

Los espirituales dicen: el bautismo y la eucaristía producen un efecto de salvación casi automático.

Pablo responde: No es verdad: los israelitas también los recibieron (espiritualmente) y sin embargo perecieron en el desierto.

La lección es clara: “no codiciemos el mal” (10,6). Pablo ataca la impureza (fornicación), la participación en los banquetes a los ídolos (¿10,7?) y la murmuración dentro de la comunidad. Así pues, probablemente el capítulo 10 es una denuncia por parte de Pablo de acciones perpetradas por los llamados “espirituales” libertinos, que se creían libres de ataduras morales.

• Les preocupaba poco a los espirituales el Jesús que vivió en la tierra, el “Jesús carnal”; sólo les interesaba el “Jesús o Cristo espiritual”, de modo que podían pronunciar tranquilos una aparente blasfemia: “¡Anatema sea Jesús!” (12,3).

Se creían de mentalidad “fuerte”, respecto a otros, de mentalidad o conciencia “débil”. Por ejemplo: comían tranquilamente carne sacrificada a los ídolos porque sabían que los dioses no existen en realidad. Mientras tanto los “débiles” de la comunidad se abstenían de esa carne porque en realidad no tenían la conciencia bien formada (“no tenían sabiduría”) y creían cometer un pecado. La mentalidad de los “fuertes” les llevaba también a participar imprudentemente en banquetes paganos, lo cual era un escándalo y comprometía su honesta participación en la eucaristía (“el cáliz del Señor”): cap. 8 y 10,14-22.

Creían poseer los mejores dones espirituales, sobre todo aquellos que eran los más llamativos externamente como la profecía o el “hablar en lenguas” (12,10). ¿En qué consistía este último fenómeno? Según Hch 2,6-8 se trataba del don de comprender y hablar en lenguas extranjeras sin haberlas aprendido. Pero un poco antes, en 2,4.13 parece indicar que era una especie de balbuceo ininteligible con el que el ser humano se comunicaba con Dios impulsado por el Espíritu. En el caso de Corinto parece tratarse de esto último (cf. 12,10 “diversidad de lenguas”; 13,1: “lenguas de los hombres y de los ángeles; 14,2: “el que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios”). Al dejarse llevar en exceso por su aprecio hacia el aparatoso don de lenguas, las asambleas cristianas acababan en un guirigay tumultuario, en el que nadie entendía a los demás. Daba la impresión de ser una reunión de locos (14,23).

• Parecían negar los “espirituales” la realidad de la resurrección futura (15,12), probablemente porque creían haber alcanzado ya la salvación. La resurrección habría empezado ya en el presente (“escatología realizada”). La posesión del Espíritu unía al cristiano perfecto directamente con Cristo resucitado elevándolo sobre todo el mundo de lo terrenal. En una mentalidad griega (y gnóstica) no es raro que surgiera la idea de una resurrección ya comenzada en esta vida: el alma es ya espiritual (no puede morir) y la revelación la hace aún más espiritual.

Esta idea de la “resurrección adelantada” explicaría por qué los espirituales pensaban que podían hacer lo que quisieran con el cuerpo, incluso frecuentar prostitutas: el alma ya había resucitado y el cuerpo no era más que materia sin interés destinada a la aniquilación. Nada importaba.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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Los que se creían “más de Cristo que los demás” (300-05)

Hoy escribe Antonio Piñero


Además de este ataque global a la formación de facciones dentro del cristianismo del que hablamos en la nota anterior, Pablo dirige su batería de argumentos contra el grupo que se creía “más de Cristo que los demás”. Antes de considerar las razones en contra del Apóstol veamos qué pintura de estos “espirituales” se puede deducir de una lectura atenta de 1 Cor.

Pablo parece dibujar a los “espirituales” en su carta del siguiente modo:

• Se denominaban “perfectos” o “espirituales”, y pensaban que su sabiduría religiosa era superior a la del resto del grupo: “6 Con los hombres perfectos, sin embargo, exponemos un saber, pero no un saber del mundo este ni de los jefes pasajeros del mundo presente; 7 no, exponemos un saber divino y secreto, el saber escondido; 8 ese que, conforme al decreto de Dios antes de los siglos, había de ser nuestra gloria, ese que ninguno de los jefes del mundo presente ha llegado a conocer” (2,6-8)

• Miraban probablemente con un cierto desdén a los cristianos corrientes o “carnales”. Ellos, los “espirituales”, estaban unidos directamente a Cristo a través de su sabiduría especial, revelada por los dones del Espíritu (caps. 12 y 13 = Jesús > Espíritu > cristianos “espirituales” o “perfectos”), mientras que los demás tenían como patronos mediadores a hombres: Pablo, Pedro o Apolo, todos intermediarios humanos (= Jesús > apóstoles > “carnales” o inferiores).

• Su salvación, espiritual naturalmente, estaba tan asegurada que lo corporal o material no les afectaba: en este ámbito todo les estaba permitido; podían hacer lo que quisieran con su cuerpo:
“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me meteré debajo de la potestad de ninguna” (6,12); “Todo me es lícito, mas no todo conviene; todo me es lícito, mas no todo edifica (10,23).

Entre ellos unos pensaban que lo que hicieran con su cuerpo no tenía importancia y que las acciones del cuerpo, material, quedaban fuera del espíritu. Así, por ejemplo, podían frecuentar prostitutas, sin que eso afectara a su interior, lo espiritual: “Así que, el que piensa estar firme , mire que no caiga. 13 No os ha tomado tentación, sino la humana; mas fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis llevar ; antes dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar. Por lo cual, amados míos, huid de la idolatría ( = fornicación). 15 Como a sabios hablo; juzgad vosotros lo que digo” (6,12-15).


Otros, por el contrario, se decantaban por posturas ascéticas; por ejemplo, renunciaban a todo contacto con mujer y consiguientemente al matrimonio (cap. 7) para librarse de todo tipo de atadura carnal o de obligaciones relacionadas con el sexo como la procreación.

• Tenían aprecio por los sacramentos del bautismo y de la eucaristía, pero no como medios que fundamentaban la unión o comunión del grupo, sino como canales de salvación, por los que ésta quedaba asegurada casi automáticamente. Por ello se consideraban libres de cumplir preceptos morales que afectaran a lo exterior, no espiritual. Estas nociones se deducen del cap. 10 en el que Pablo reflexiona sobre el bautismo y la eucaristía a la luz del Antiguo Testamento, de pasajes que tratan del éxodo de Egipto sobre todo. Los antiguos israelitas recibieron figuradamente (10,2.3.6) el bautismo y participaron de la eucaristía, es decir del pan bendito (el maná). Pero este hecho no impidió que los que entre ellos se comportaron mal desagradaran a Dios y murieran (10,5):

“1 Porque no quiero que olvidéis, hermanos, que nuestros antepasados estuvieron todos bajo la nube, que todos atravesaron el mar 2 y que, en la nube y en el mar, recibie¬ron todos un bautismo que los vinculaba a Moisés. 3 Todos también comieron el mismo alimento profético y todos bebieron la misma bebida profética, 4 porque bebían de la roca profética que los acompañaba, roca que representaba al Mesías. 5 A pesar de eso, la mayoría no agradó a Dios, y la prueba es que fueron abatidos en el desierto.
6 Todo esto sucedió para que aprendiéramos nosotros, para que no estemos deseosos de lo malo, como ellos lo desearon. 7 No seáis tampoco idólatras, como algunos de ellos, según dice la Escritura: «El pueblo se sentó a comer y beber y luego se levantó a danzar» (Ex 32,6). 8 Tampoco seamos libertinos, como lo fueron algunos de ellos, y en un solo día cayeron veintitrés mil” (10,1-8)


El argumento quedaría así:

Los espirituales dicen: el bautismo y la eucaristía producen un efecto de salvación casi automático.

Pablo responde: No es verdad: los israelitas también los recibieron (espiritualmente) y sin embargo perecieron en el desierto.

La lección es clara: “no codiciemos el mal” (10,6). Pablo ataca la impureza (fornicación), la participación en los banquetes a los ídolos (¿10,7?) y la murmuración dentro de la comunidad. Así pues, probablemente el capítulo 10 es una denuncia por parte de Pablo de acciones perpetradas por los llamados “espirituales” libertinos, que se creían libres de ataduras morales.

• Les preocupaba poco a los espirituales el Jesús que vivió en la tierra, el “Jesús carnal”; sólo les interesaba el “Jesús o Cristo espiritual”, de modo que podían pronunciar tranquilos una aparente blasfemia: “¡Anatema sea Jesús!” (12,3).

• Se creían de mentalidad “fuerte”, respecto a otros, de mentalidad o conciencia “débil”. Por ejemplo: comían tranquilamente carne sacrificada a los ídolos porque sabían que los dioses no existen en realidad. Mientras tanto los “débiles” de la comunidad se abstenían de esa carne porque en realidad no tenían la conciencia bien formada (“no tenían sabiduría”) y creían cometer un pecado. La mentalidad de los “fuertes” les llevaba también a participar imprudentemente en banquetes paganos, lo cual era un escándalo y comprometía su honesta participación en la eucaristía (“el cáliz del Señor”): cap. 8 y 10,14-22.

• Creían poseer los mejores dones espirituales, sobre todo aquellos que eran los más llamativos externamente como la profecía o el “hablar en lenguas” (12,10). ¿En qué consistía este último fenómeno? Según Hch 2,6-8 se trataba del don de comprender y hablar en lenguas extranjeras sin haberlas aprendido. Pero un poco antes, en 2,4.13 parece indicar que era una especie de balbuceo ininteligible con el que el ser humano se comunicaba con Dios impulsado por el Espíritu. En el caso de Corinto parece tratarse de esto último (cf. 12,10 “diversidad de lenguas”; 13,1: “lenguas de los hombres y de los ángeles; 14,2: “el que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios”). Al dejarse llevar en exceso por su aprecio hacia el aparatoso don de lenguas, las asambleas cristianas acababan en un guirigay tumultuario, en el que nadie entendía a los demás. Daba la impresión de ser una reunión de locos (14,23).

• Parecían negar los “espirituales” la realidad de la resurrección futura (15,12), probablemente porque creían haber alcanzado ya la salvación. La resurrección habría empezado ya en el presente (“escatología realizada”). La posesión del Espíritu unía al cristiano perfecto directamente con Cristo resucitado elevándolo sobre todo el mundo de lo terrenal. En una mentalidad griega (y gnóstica) no es raro que surgiera la idea de una resurrección ya comenzada en esta vida: el alma es ya espiritual (no puede morir) y la revelación la hace aún más espiritual.

Esta idea de la “resurrección adelantada” explicaría por qué los espirituales pensaban que podían hacer lo que quisieran con el cuerpo, incluso frecuentar prostitutas: el alma ya había resucitado y el cuerpo no era más que materia sin interés destinada a la aniquilación. Nada importaba.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com



Martes, 28 de Diciembre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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