CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe (supuestamente) Fernando Bermejo

Marcial Maciel Degollado es, ay, el más claro chivo expiatorio de nuestro tiempo. Ahora, cuando está de moda hablar de pederastia –como si no hubiera otros temas–, Marcial Maciel es la comidilla de todos los corrillos. “El depredador eclesiástico”, lo llaman calumniosamente.

Se le acusa de abusar sexualmente de decenas, de cientos de jóvenes. De haber inventado, para persuadirles y poder abusar de ellos, las historias más rocambolescas (por ejemplo, de que contaba a los niños y adolescentes que tenía grandes dolores en el vientre y que el papa Pío XII le había dado su autorización personal para que, con objeto de aliviarlo, lo masajearan en sus partes pudendas y poder proseguir así con su importante misión apostólica). Se le acusa de haber absuelto en confesión a los jóvenes que le manifestaban sus escrúpulos morales tras masturbarlo. De haber utilizado a sus ayudantes para disuadir a los padres de los jóvenes de interponer demandas legales, con la promesa de la concesión de becas y la obtención del sacerdocio para sus hijos (y, en caso de no resultar las promesas, proceder a las amenazas).

Se le acusa de ser un drogadicto, un morfinómano, a más tardar desde los años 50. De haber tenido relaciones con mujeres, y haberlas dejado embarazadas. De tener cinco hijos. De haber dilapidado el dinero de los confiados donantes, alojándose a lo largo de su dilatada vida en los mejores hoteles y viajando siempre en primera clase (y viajando sin cesar, para obtener su droga o ir a ver a sus amantes). De haber hecho cuantiosos regalos de dinero en efectivo a altos dignatarios eclesiásticos de la Curia romana. De haber intentado sobornar a funcionarios civiles de diversos gobiernos, incluido el español. De haber falsificado documentos, hasta firmas de cardenales. De haber amenazado de muerte a aquellos de quienes sospechaba que podrían hablar mal de él.

Ustedes no saben qué cantidad de infamias se están vertiendo contra él. No hay vicio que, dicen, Marcial Maciel no haya tenido. Pobre Padre nuestro, con lo bueno y lo santo que era. ¡Con el bien que hizo a nuestra Santa Madre Iglesia!

No crean los lectores que yo creo a pies juntillas en la inocencia de Nuestro Padre Marcial Maciel únicamente porque fuese a todas luces un hombre de Dios que irradiaba santidad, o porque fundó la benemérita congregación de los Legionarios de Cristo. No. Yo soy un ser racional, y me baso en argumentos irrefutables y en la lógica aplastante. Los propios Legionarios reconocen que, en multitud de ocasiones el Padre Maciel, recibió graves acusaciones. ¿Alguien me va a convencer a mí de que, si Marcial Maciel hubiera sido un delincuente de tal calibre a lo largo de más de 60 años, nuestros obispos y el Vaticano no lo habrían sabido? ¿Alguien me va a convencer de que a la Iglesia Católica, con el organismo burocrático no gubernamental más grande del mundo y quizás el mejor informado, le habrían pasado inadvertidos tales desmanes durante más de 60 años, –de haberse cometido–? ¿Y de que nuestros obispos, cardenales y papas, que representan a Dios en la tierra y cuyo ideario no es otro que la Verdad y la Justicia, no le habrían parado los pies para que no hiciera daño a nuestros queridos chamacos y a Nuestra Santa Madre Iglesia? ¿A mí me la van a dar con queso?

Por el contrario, obispos, cardenales y Papas lo tuvieron siempre en palmitas, sabedores de su profético carisma y de su santidad. Y, más que nadie, Su Santidad Juan Pablo II, un hombre de Dios merecedor ya no de una, sino de varias canonizaciones. Juan Pablo II, que lo quiso como a un hermano, como a un hijo (¿han visto ustedes las fotografías de los dos juntos, el afecto con que el Papa lo trataba?), en 1994 escribió una carta laudatoria, publicada en los diarios más importantes de México, en que lo llamaba “guía eficaz de la juventud” “que ha querido poner a Cristo como criterio, centro y modelo de toda su vida sacerdotal”. ¿Hay que recordar acaso quién fue Juan Pablo II, el timonel que con mano firme guió la Iglesia durante veinte años? Dicen que los rumores sobre Maciel comenzaron en los años 40 ¡y en 1994 Su Santidad habla maravillas de él!

Pero no solo eso. En 1997, un grupo de ocho personas (a las que prefiero, por caridad, no calificar), exlegionarios de Cristo, hicieron denuncias públicas –que llegaron, ¡vaya si llegaron! al Vaticano– denunciando de nuevo a Nuestro Padre Maciel de abusos sexuales. ¡Pero en el año 2004, al cumplirse el sexagésimo aniversario de la ordenación sacerdotal del P. Maciel, se celebra una ceremonia en Roma, a la que asiste una nutrida representación de 25 obispos y 10 cardenales –entre ellos Angelo Sodano– y en la que el Papa vuelve a manifestar su apoyo a Marcial Maciel! ¿Acaso esto no es la prueba más contundente de que las acusaciones vertidas contra Maciel a lo largo de muchas décadas no merecían el más mínimo crédito?

Pero hay más. Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el entonces cardenal Joseph Ratzinger conocía muy bien el caso Maciel (contra el cual el Vaticano ya había recibido otras denuncias en décadas anteriores), especialmente tras las denuncias efectuadas a principios de 1997. Y, sin embargo, hasta finales del año 2004 Su actual Santidad Benedicto XVI no autorizó una investigación, y hasta el año 2006, el Vaticano no emitió una nota ordenando a Nuestro Padre retirarse a una vida de oración. ¿Alguien quiere convencerme acaso de que Joseph Ratzinger, a quien la prensa malintencionada llamó “el Rottweiler de Dios”, habría impedido –como de hecho impidió- durante más de siete años la investigación a Maciel de haber habido algún indicio de credibilidad en las acusaciones? ¿Acaso se le obstaculizó a Nuestro Padre seguir al frente de la gloriosa organización de los Legionarios de Cristo?

Las malas lenguas dicen que la investigación fue cerrada por las presiones realizadas por el cardenal Angelo Sodano. Pero ¿cómo puede haber alguien que crea que Angelo Sodano, cardenal de la Iglesia Católica, secretario de Estado del Vaticano, habría respaldado a un pederasta y morfinómano a sabiendas de que lo era…? ¿Acaso Su eminencia, ante la gravísima naturaleza de los delitos, se habría quedado callado –al igual que Juan Pablo II y Benedicto XVI- permitiendo así la continuación del sufrimiento de las víctimas? ¿Acaso también él habría sido cómplice? ¿Y acaso quiere alguien convencerme de que a Joseph Ratzinger alguien como Sodano le habría podido parar los pies y le habría impedido revelar la verdad?

Esto, como Vds. mismos reconocerán, no tiene ni pies ni cabeza. Lo siento, señores enemigos de la Iglesia, yo esto, simplemente, no me lo creo. Como dijo el cardenal primado de Méjico, Norberto Rivera, al periodista Salvador Guerrero, que en 1997 le preguntó por la publicación de las acusaciones contra Maciel, yo repetiré hasta el final: “Son falsas, son inventos, y tú nos debes platicar cuánto te pagaron”.

Se me dirá que últimamente el Vaticano anda haciendo visitas apostólicas a los Legionarios, y que incluso desde la Curia romana se empieza a hacer juicios sobre Maciel. Evidentemente, solo la presión de los medios de comunicación, laicistas y relativistas, puede explicar que actualmente se estén produciendo tales hechos. Ya lo dijo Nuestro Padre Maciel cuando algunos le acusaban de infamias y sodomía en los años 70: el Demonio está haciendo de las suyas… Pero ya resplandecerá la verdad, ya.

Dios bendiga a Nuestro Padre Maciel, que, a pesar de la maledicencia y la injusta persecución, ya está en la Gloria.

Saludos cordiales y feliz Año Nuevo
Jueves, 30 de Diciembre 2010
Hoy escribe Antonio Piñero

Como apuntábamos, quizás sea un tanto exagerado etiquetar a los de este grupo como “gnósticos”. Pero es, sin embargo, verdad que a lo que más se parecen sus ideas es a las de los gnósticos. Puede decirse al menos que su ideología religiosa tiene resabios de corte “gnosticizante”, es decir que se adelantaron a algunas nociones que pocos años después serán patrimonio de la gnosis y del gnosticismo.

Sin duda alguna, estos cristianos se creían especiales, por lo que Pablo tuvo que dirigir contra ellos buena parte de su carta (no sólo los capítulos 1-4). A ellos parece dedicarles más tiempo que a cualquier otro grupo de la comunidad.

Por el tenor de sus respuestas y argumentos Pablo parece admitir en principio algunos puntos de vista de los “espirituales”. Aunque también es posible que se trate de la utilización del mismo vocabulario que el de sus adversarios para darle la vuelta a sus argumentos.


Así el Apóstol parece aceptar de los cristianos “espirituales” de Corinto:

• La diferencia entre “perfectos” o “espirituales” y vulgares o “carnales” (3,1), que no captan las cosas del Espíritu de Dios (en 2,14 estos últimos son denominados “psíquicos” u hombres dotados de “alma”, pero no de espíritu).

Esta distinción esencial entre “espíritu” y “carne” como entidades casi irreconciliables, es parte del trasfondo del pensamiento de Pablo ya sea consciente o semiconscientemente. Esta contraposición explicará la inclinación hacia la virginidad y el poco entusiasmo hacia el matrimonio por parte del Pablo en el cap. 7. Con otras palabras: hay un componente protognóstico imperfecto en Pablo que no es conveniente ignorar porque explica mucho de su teología.

• La existencia de una sabiduría de Dios, escondida, pero destinada desde los siglos para los humanos, desconocida por los príncipes de este mundo (los demonios o “arcontes”, o “jefes de este mundo”, llamados falsamente dioses por los paganos), sabiduría que se expresa en términos espirituales: 2,6s.

- Esa sabiduría es revelada por el Espíritu, el único que conoce las profundidades de Dios:

“10 Pero Dios nos lo reveló a nosotros por su Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. 11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del mismo hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas que son de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es venido de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado; 13 lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, sino con doctrina del Espíritu Santo, acomodando lo espiritual por medio de lo espiritual. 14 Pero el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 15 Pero el espiritual discierne todas las cosas; mas él de nadie es discernido. 16 Porque ¿quién conoció el entendimiento del Señor? ¿Quién le instruyó? Mas nosotros tenemos el entendimiento del Cristo.” (2,10-16).

- El cristiano espiritual que tiene esa sabiduría es libre: “Pero mirad que esta libertad vuestra no sea tropezadero a los que son débiles” (8,9).

La participación de Pablo en algunas ideas de aquellos a los que corrige en 1 Cor ha llevado a algunos comentaristas a sospechar que el surgimiento de los “espirituales” de Corinto procedía de un mal entendimiento de la predicación misma de Pablo, o de una exageración a la hora de poner en prácticas nociones paulinas.

Con otras palabras: los “espirituales” partían de una división paulina entre los hombres según su grado de espiritualidad (“espirituales”: poseedores del espíritu divino/“psíquicos” o inferiores = como dijimos, poseedores sólo del “hálito vital”, pero que al no tener “espíritu” nunca serán consustanciales con Dios) y acentuaban o exageraban el concepto paulino de libertad y su modo de vida de predicador escatológico.

Estos cristianos se pondrían como ejemplo a un Pablo que predicaba la libertad, que afirmaba tener una religión con rasgos “entusiásticos”: había tenido visiones de Dios (2 Cor 12,2-7) y hablaba en lenguas más que nadie (1 Cor 14,18).

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Miércoles, 29 de Diciembre 2010
Hoy escribe Antonio Piñero


Además de este ataque global a la formación de facciones dentro del cristianismo del que hablamos en la nota anterior, Pablo dirige su batería de argumentos contra el grupo que se creía “más de Cristo que los demás”. Antes de considerar las razones en contra del Apóstol veamos qué pintura de estos “espirituales” se puede deducir de una lectura atenta de 1 Cor.

Pablo parece dibujar a los “espirituales” en su carta del siguiente modo:

Se denominaban “perfectos” o “espirituales”, y pensaban que su sabiduría religiosa era superior a la del resto del grupo: “6 Con los hombres perfectos, sin embargo, exponemos un saber, pero no un saber del mundo este ni de los jefes pasajeros del mundo presente; 7 no, exponemos un saber divino y secreto, el saber escondido; 8 ese que, conforme al decreto de Dios antes de los siglos, había de ser nuestra gloria, ese que ninguno de los jefes del mundo presente ha llegado a conocer” (2,6-8)
Miraban probablemente con un cierto desdén a los cristianos corrientes o “carnales”. Ellos, los “espirituales”, estaban unidos directamente a Cristo a través de su sabiduría especial, revelada por los dones del Espíritu (caps. 12 y 13 = Jesús > Espíritu > cristianos “espirituales” o “perfectos”), mientras que los demás tenían como patronos mediadores a hombres: Pablo, Pedro o Apolo, todos intermediarios humanos (= Jesús > apóstoles > “carnales” o inferiores).

• Su salvación, espiritual naturalmente, estaba tan asegurada que lo corporal o material no les afectaba: en este ámbito todo les estaba permitido; podían hacer lo que quisieran con su cuerpo:
“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me meteré debajo de la potestad de ninguna” (6,12); “Todo me es lícito, mas no todo conviene; todo me es lícito, mas no todo edifica (10,23).

Entre ellos unos pensaban que lo que hicieran con su cuerpo no tenía importancia y que las acciones del cuerpo, material, quedaban fuera del espíritu. Así, por ejemplo, podían frecuentar prostitutas, sin que eso afectara a su interior, lo espiritual: “Así que, el que piensa estar firme , mire que no caiga. 13 No os ha tomado tentación, sino la humana; mas fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis llevar ; antes dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar. Por lo cual, amados míos, huid de la idolatría ( = fornicación). 15 Como a sabios hablo; juzgad vosotros lo que digo” (6,12-15).


Otros, por el contrario, se decantaban por posturas ascéticas; por ejemplo, renunciaban a todo contacto con mujer y consiguientemente al matrimonio (cap. 7) para librarse de todo tipo de atadura carnal o de obligaciones relacionadas con el sexo como la procreación.

• Tenían aprecio por los sacramentos del bautismo y de la eucaristía, pero no como medios que fundamentaban la unión o comunión del grupo, sino como canales automáticos de salvación, por los que ésta quedaba asegurada casi automáticamente. Por ello se consideraban libres de cumplir preceptos morales que afectaran a lo exterior, no espiritual. Estas nociones se deducen del cap. 10 en el que Pablo reflexiona sobre el bautismo y la eucaristía a la luz del Antiguo Testamento, de pasajes que tratan del éxodo de Egipto sobre todo. Los antiguos israelitas recibieron figuradamente (10,2.3.6) el bautismo y participaron de la eucaristía, es decir del pan bendito (el maná). Pero este hecho no impidió que los que entre ellos se comportaron mal desagradaran a Dios y murieran (10,5):

<blockquote>“1 Porque no quiero que olvidéis, hermanos, que nuestros antepasados estuvieron todos bajo la nube, que todos atravesaron el mar 2 y que, en la nube y en el mar, recibie¬ron todos un bautismo que los vinculaba a Moisés. 3 Todos también comieron el mismo alimento profético y todos bebieron la misma bebida profética, 4 porque bebían de la roca profética que los acompañaba, roca que representaba al Mesías. 5 A pesar de eso, la mayoría no agradó a Dios, y la prueba es que fueron abatidos en el desierto.

6 Todo esto sucedió para que aprendiéramos nosotros, para que no estemos deseosos de lo malo, como ellos lo desearon. 7 No seáis tampoco idólatras, como algunos de ellos, según dice la Escritura: «El pueblo se sentó a comer y beber y luego se levantó a danzar» (Ex 32,6). 8 Tampoco seamos libertinos, como lo fueron algunos de ellos, y en un solo día cayeron veintitrés mil” (10,1-8)</blockquote>

El argumento quedaría así:

Los espirituales dicen: el bautismo y la eucaristía producen un efecto de salvación casi automático.

Pablo responde: No es verdad: los israelitas también los recibieron (espiritualmente) y sin embargo perecieron en el desierto.

La lección es clara: “no codiciemos el mal” (10,6). Pablo ataca la impureza (fornicación), la participación en los banquetes a los ídolos (¿10,7?) y la murmuración dentro de la comunidad. Así pues, probablemente el capítulo 10 es una denuncia por parte de Pablo de acciones perpetradas por los llamados “espirituales” libertinos, que se creían libres de ataduras morales.

• Les preocupaba poco a los espirituales el Jesús que vivió en la tierra, el “Jesús carnal”; sólo les interesaba el “Jesús o Cristo espiritual”, de modo que podían pronunciar tranquilos una aparente blasfemia: “¡Anatema sea Jesús!” (12,3).

Se creían de mentalidad “fuerte”, respecto a otros, de mentalidad o conciencia “débil”. Por ejemplo: comían tranquilamente carne sacrificada a los ídolos porque sabían que los dioses no existen en realidad. Mientras tanto los “débiles” de la comunidad se abstenían de esa carne porque en realidad no tenían la conciencia bien formada (“no tenían sabiduría”) y creían cometer un pecado. La mentalidad de los “fuertes” les llevaba también a participar imprudentemente en banquetes paganos, lo cual era un escándalo y comprometía su honesta participación en la eucaristía (“el cáliz del Señor”): cap. 8 y 10,14-22.

Creían poseer los mejores dones espirituales, sobre todo aquellos que eran los más llamativos externamente como la profecía o el “hablar en lenguas” (12,10). ¿En qué consistía este último fenómeno? Según Hch 2,6-8 se trataba del don de comprender y hablar en lenguas extranjeras sin haberlas aprendido. Pero un poco antes, en 2,4.13 parece indicar que era una especie de balbuceo ininteligible con el que el ser humano se comunicaba con Dios impulsado por el Espíritu. En el caso de Corinto parece tratarse de esto último (cf. 12,10 “diversidad de lenguas”; 13,1: “lenguas de los hombres y de los ángeles; 14,2: “el que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios”). Al dejarse llevar en exceso por su aprecio hacia el aparatoso don de lenguas, las asambleas cristianas acababan en un guirigay tumultuario, en el que nadie entendía a los demás. Daba la impresión de ser una reunión de locos (14,23).

• Parecían negar los “espirituales” la realidad de la resurrección futura (15,12), probablemente porque creían haber alcanzado ya la salvación. La resurrección habría empezado ya en el presente (“escatología realizada”). La posesión del Espíritu unía al cristiano perfecto directamente con Cristo resucitado elevándolo sobre todo el mundo de lo terrenal. En una mentalidad griega (y gnóstica) no es raro que surgiera la idea de una resurrección ya comenzada en esta vida: el alma es ya espiritual (no puede morir) y la revelación la hace aún más espiritual.

Esta idea de la “resurrección adelantada” explicaría por qué los espirituales pensaban que podían hacer lo que quisieran con el cuerpo, incluso frecuentar prostitutas: el alma ya había resucitado y el cuerpo no era más que materia sin interés destinada a la aniquilación. Nada importaba.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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Los que se creían “más de Cristo que los demás” (300-05)

Hoy escribe Antonio Piñero


Además de este ataque global a la formación de facciones dentro del cristianismo del que hablamos en la nota anterior, Pablo dirige su batería de argumentos contra el grupo que se creía “más de Cristo que los demás”. Antes de considerar las razones en contra del Apóstol veamos qué pintura de estos “espirituales” se puede deducir de una lectura atenta de 1 Cor.

Pablo parece dibujar a los “espirituales” en su carta del siguiente modo:

• Se denominaban “perfectos” o “espirituales”, y pensaban que su sabiduría religiosa era superior a la del resto del grupo: “6 Con los hombres perfectos, sin embargo, exponemos un saber, pero no un saber del mundo este ni de los jefes pasajeros del mundo presente; 7 no, exponemos un saber divino y secreto, el saber escondido; 8 ese que, conforme al decreto de Dios antes de los siglos, había de ser nuestra gloria, ese que ninguno de los jefes del mundo presente ha llegado a conocer” (2,6-8)

• Miraban probablemente con un cierto desdén a los cristianos corrientes o “carnales”. Ellos, los “espirituales”, estaban unidos directamente a Cristo a través de su sabiduría especial, revelada por los dones del Espíritu (caps. 12 y 13 = Jesús > Espíritu > cristianos “espirituales” o “perfectos”), mientras que los demás tenían como patronos mediadores a hombres: Pablo, Pedro o Apolo, todos intermediarios humanos (= Jesús > apóstoles > “carnales” o inferiores).

• Su salvación, espiritual naturalmente, estaba tan asegurada que lo corporal o material no les afectaba: en este ámbito todo les estaba permitido; podían hacer lo que quisieran con su cuerpo:
“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me meteré debajo de la potestad de ninguna” (6,12); “Todo me es lícito, mas no todo conviene; todo me es lícito, mas no todo edifica (10,23).

Entre ellos unos pensaban que lo que hicieran con su cuerpo no tenía importancia y que las acciones del cuerpo, material, quedaban fuera del espíritu. Así, por ejemplo, podían frecuentar prostitutas, sin que eso afectara a su interior, lo espiritual: “Así que, el que piensa estar firme , mire que no caiga. 13 No os ha tomado tentación, sino la humana; mas fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis llevar ; antes dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar. Por lo cual, amados míos, huid de la idolatría ( = fornicación). 15 Como a sabios hablo; juzgad vosotros lo que digo” (6,12-15).


Otros, por el contrario, se decantaban por posturas ascéticas; por ejemplo, renunciaban a todo contacto con mujer y consiguientemente al matrimonio (cap. 7) para librarse de todo tipo de atadura carnal o de obligaciones relacionadas con el sexo como la procreación.

• Tenían aprecio por los sacramentos del bautismo y de la eucaristía, pero no como medios que fundamentaban la unión o comunión del grupo, sino como canales de salvación, por los que ésta quedaba asegurada casi automáticamente. Por ello se consideraban libres de cumplir preceptos morales que afectaran a lo exterior, no espiritual. Estas nociones se deducen del cap. 10 en el que Pablo reflexiona sobre el bautismo y la eucaristía a la luz del Antiguo Testamento, de pasajes que tratan del éxodo de Egipto sobre todo. Los antiguos israelitas recibieron figuradamente (10,2.3.6) el bautismo y participaron de la eucaristía, es decir del pan bendito (el maná). Pero este hecho no impidió que los que entre ellos se comportaron mal desagradaran a Dios y murieran (10,5):

“1 Porque no quiero que olvidéis, hermanos, que nuestros antepasados estuvieron todos bajo la nube, que todos atravesaron el mar 2 y que, en la nube y en el mar, recibie¬ron todos un bautismo que los vinculaba a Moisés. 3 Todos también comieron el mismo alimento profético y todos bebieron la misma bebida profética, 4 porque bebían de la roca profética que los acompañaba, roca que representaba al Mesías. 5 A pesar de eso, la mayoría no agradó a Dios, y la prueba es que fueron abatidos en el desierto.
6 Todo esto sucedió para que aprendiéramos nosotros, para que no estemos deseosos de lo malo, como ellos lo desearon. 7 No seáis tampoco idólatras, como algunos de ellos, según dice la Escritura: «El pueblo se sentó a comer y beber y luego se levantó a danzar» (Ex 32,6). 8 Tampoco seamos libertinos, como lo fueron algunos de ellos, y en un solo día cayeron veintitrés mil” (10,1-8)


El argumento quedaría así:

Los espirituales dicen: el bautismo y la eucaristía producen un efecto de salvación casi automático.

Pablo responde: No es verdad: los israelitas también los recibieron (espiritualmente) y sin embargo perecieron en el desierto.

La lección es clara: “no codiciemos el mal” (10,6). Pablo ataca la impureza (fornicación), la participación en los banquetes a los ídolos (¿10,7?) y la murmuración dentro de la comunidad. Así pues, probablemente el capítulo 10 es una denuncia por parte de Pablo de acciones perpetradas por los llamados “espirituales” libertinos, que se creían libres de ataduras morales.

• Les preocupaba poco a los espirituales el Jesús que vivió en la tierra, el “Jesús carnal”; sólo les interesaba el “Jesús o Cristo espiritual”, de modo que podían pronunciar tranquilos una aparente blasfemia: “¡Anatema sea Jesús!” (12,3).

• Se creían de mentalidad “fuerte”, respecto a otros, de mentalidad o conciencia “débil”. Por ejemplo: comían tranquilamente carne sacrificada a los ídolos porque sabían que los dioses no existen en realidad. Mientras tanto los “débiles” de la comunidad se abstenían de esa carne porque en realidad no tenían la conciencia bien formada (“no tenían sabiduría”) y creían cometer un pecado. La mentalidad de los “fuertes” les llevaba también a participar imprudentemente en banquetes paganos, lo cual era un escándalo y comprometía su honesta participación en la eucaristía (“el cáliz del Señor”): cap. 8 y 10,14-22.

• Creían poseer los mejores dones espirituales, sobre todo aquellos que eran los más llamativos externamente como la profecía o el “hablar en lenguas” (12,10). ¿En qué consistía este último fenómeno? Según Hch 2,6-8 se trataba del don de comprender y hablar en lenguas extranjeras sin haberlas aprendido. Pero un poco antes, en 2,4.13 parece indicar que era una especie de balbuceo ininteligible con el que el ser humano se comunicaba con Dios impulsado por el Espíritu. En el caso de Corinto parece tratarse de esto último (cf. 12,10 “diversidad de lenguas”; 13,1: “lenguas de los hombres y de los ángeles; 14,2: “el que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios”). Al dejarse llevar en exceso por su aprecio hacia el aparatoso don de lenguas, las asambleas cristianas acababan en un guirigay tumultuario, en el que nadie entendía a los demás. Daba la impresión de ser una reunión de locos (14,23).

• Parecían negar los “espirituales” la realidad de la resurrección futura (15,12), probablemente porque creían haber alcanzado ya la salvación. La resurrección habría empezado ya en el presente (“escatología realizada”). La posesión del Espíritu unía al cristiano perfecto directamente con Cristo resucitado elevándolo sobre todo el mundo de lo terrenal. En una mentalidad griega (y gnóstica) no es raro que surgiera la idea de una resurrección ya comenzada en esta vida: el alma es ya espiritual (no puede morir) y la revelación la hace aún más espiritual.

Esta idea de la “resurrección adelantada” explicaría por qué los espirituales pensaban que podían hacer lo que quisieran con el cuerpo, incluso frecuentar prostitutas: el alma ya había resucitado y el cuerpo no era más que materia sin interés destinada a la aniquilación. Nada importaba.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Martes, 28 de Diciembre 2010
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Historia de Drusiana (2 parte)

Juan estaba perplejo y no acababa de comprender los elementos extraños del acontecimiento. Pero cuando Andrónico observó los detalles del espectáculo que tenían ante sus ojos, hizo una interpretación exacta del suceso y de sus orígenes y motivos. Calímaco se había enamorado de Drusiana, a la que trató de seducir en vida. Al no haber logrado sus perversos fines, compró con dinero la complicidad del administrador, con la intención de realizar en el cadáver de la difunta lo que no había conseguido cuando ella vivía. El joven hermoso había velado los despojos de Drusiana para que aquellos dos desalmados no lograran ejecutar sus planes. La voz que se oyó auguraba la resurrección de Drusiana, la víctima de la traición de ambos cómplices. También prometía la de Calímaco, mientras que no consideraba digno de la misma gracia a Fortunato. Calímaco era calificado por Andrónico como víctima de los engaños de personas malvadas.

Terminaba Andrónico su larga intervención pidiendo a Juan que resucitara a Calímaco para que explicara a los presentes los detalles del acontecimiento. Juan dio órdenes a la serpiente para que se retirara del cuerpo de Calímaco. Luego oró a Dios para que el joven resucitara y contara toda su peripecia. Vuelto a la vida, guardó silencio durante una hora. Preguntado luego por Juan sobre los motivos de su conducta, respondió explicando lo sucedido según la interpretación de Andrónico. Se había enamorado de Drusiana de tal manera que no pudo dejar de desearla ni siquiera una vez muerta. Juan quiso saber si de alguna manera había logrado cumplir sus planes sobre aquel cuerpo venerable y lleno de gracia. Calímaco lo negó insistiendo en la imposibilidad de ultrajar a la difunta desde el momento en que la serpiente se lanzó sobre los agresores y los dejó fuera de toda capacidad de realizar sus proyectos.

Contó Calímaco cómo la serpiente había mordido y matado con su veneno al administrador. Y cuando el joven se aprestaba a realizar su locura en el cuerpo de la difunta, vio cómo un joven hermoso cubría con su vestido el cuerpo de Drusiana. Del rostro del joven saltaban chispas por todo el sepulcro. Una de ellas llegó hasta Calímaco, como portadora de una voz que decía: “Calímaco, muere para que vivas”. Todo daba a entender que el joven sonriente era por lo menos un ángel de Dios. Calímaco terminó su confesión expresando su dolor y su vergüenza por lo sucedido. Pidió luego al apóstol que lo sostuviera y protegiera para poder llegar a ser instrumento de la gracia del Señor. Porque en él se había realizado una perfecta transformación. Había muerto un malvado y resucitado un hombre bueno; había muerto un gentil y había resucitado un cristiano. Conocía la verdad, pero solicitaba que su conocimiento llegara a la perfección.

Según el texto de este apócrifo, tuvo Juan una reacción que era mezcla de sorpresa y de gratitud ante la grandeza de la bondad y la misericordia de Dios. Tomó a Calímaco y le besó mientras bendecía a Dios por haber librado al joven del peligro en el que lo había lanzado su locura. Andrónico por su parte, conmovido al ver a Calímaco resucitado y transformado, pidió a Juan que también resucitara a Drusiana, lo que cumplió Juan con evidentes signos de complacencia. Se acercó a su cuerpo, tomó a Drusiana de la mano diciendo: “Drusiana, levántate en el nombre de nuestro Señor Jesucristo; levántate por su gloria” (c. 4,21).

Cuando la mujer se vio prácticamente desnuda, preguntó la razón. Enterada de todo por Juan, “alabó al Señor y se vistió”. Cuando vio a Fortunato tendido en tierra y muerto, suplicó a Juan que lo resucitara. Generosa reacción a favor del que había colaborado en el intento de ultrajar gravemente su cadáver. Calímaco, por el contrario, se opuso a esa súplica argumentando que la voz no había mencionado nada más que a Drusiana y a él mismo. Juan le recordó una doctrina varias veces repetida en diferentes pasajes de los apócrifos que encerraba la recomendación de no devolver mal por mal.

Fue Drusiana la encargada de resucitar a Fortunato. Lo hizo tras una larga oración en la que recordaba las bondades que Dios había realizado en ella. Llena, pues, de confianza tomó a Fortunato de la mano y le dijo: “Levántate, Fortunato, en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor y Dios” (c. 4,24). Pero los textos se empeñan en demostrar que aquel hombre no era digno ni de la gracia ni de la salvación. Aunque Dios abre su perdón a todos los hombres, no todos están bien dispuestos a recibirlo. Así ocurría en el caso de Fortunato, que se sintió descolocado ante las gracias que contemplaba a su alrededor. Se daba en él la situación que en las malas raíces. Aunque la madre tierra sea buena y generosa con todas las semillas, no puede hacer nada cuando la raíz está corrompida. Es lo que sucedió en la triste peripecia del administrador infiel.

Fortunato huyó de un lugar y una compañía que para él representaban una insoportable incomodidad. Juan celebró con los suyos la eucaristía, que pensaban ofrecer a Drusiana muerta y de la que ahora participaba Drusiana viva. Juan conoció en espíritu que Fortunato moriría por la mordedura de la serpiente. Envió a uno de los jóvenes para que lo comprobara. El joven regresó y contó que Fortunato había fallecido y que su cuerpo destilaba veneno. Juan recapituló el episodio en una frase: “Ya tienes, oh diablo, a tu hijo” (c. 4,29).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 27 de Diciembre 2010
Hoy escribe Antonio Piñero


Para que el lector de este blog no se desoriente en la explicación que seguirá de 1 Corintios A y B, adelanto que organizaremos las líneas principales del pensamiento de 1 Corintios en general según el siguiente esquema que reúne noticias de todos los capítulos de la carta:


1. Ataque de Pablo a la idea misma de formar “partidos”.

2. Crítica especial a los “espirituales”:

2.1 Descripción en particular de este grupo.
2.2 Nociones que comparte Pablo con los de este grupo.
2.3 Argumentos que opone el Apóstol a las concepciones de los “espirituales”.

3. Otros temas o cuestiones que afectan a la comunidad en general.


1. Ataque de Pablo a la idea misma de formar “partidos”.


Como hemos sostenido, 1 Corintios contiene ante todo un ataque general de Pablo contra la tendencia misma a formar facciones religiosas basadas en una posible adhesión a las personas que han impartido el bautismo cristiano y que por tanto pueden haber tenido ideas diferentes en puntos concretos de teología.

La idea central al principio de su carta es: ¿cómo puede habérseles ocurrido a los corintios formar partidos? Nadie puede ni debe gloriarse de formar un grupo especial dentro del cristianismo basándose en hombres. Según el Apóstol (3,5-9) es absurdo mostrar preferencias por unos misioneros del evangelio en detrimento de otros:

6 Yo planté, Apolo regó, pero era Dios quien hacía crecer; 7 por tanto, ni el que planta significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios. 8 El que planta y el que riega hacen uno, aunque el salario que cobre cada cual dependerá de lo que haya trabajado. 9 Es decir, nosotros trabajamos juntos para Dios; labranza de Dios, edificio de Dios sois vosotros.
10 Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, pero otro levanta el edificio (3,5-9).

Por tanto, lo único que importa es Cristo Jesús: él es el que otorga el crecimiento en la fe. Obsérvese cómo la expresión “en Cristo” se repite nueve veces en los diez primeros versículos de la carta, lo que indica que Pablo insiste en Cristo como fundamento único en cuestiones de fe.

Aceptar diferencias entre mediadores humanos del Evangelio es, según Pablo, propio de gente poco formada, “carnal”, no “espiritual” (3,1: “Por mi parte, hermanos, no pude hablaros como a hombres de espíritu, sino como a gente débil, como a cris¬tianos en la infancia.”). Todos los misioneros, Pablo, Pedro, Apolo o cualquier otro, son servidores de Cristo (4,1: “Según esto, que se nos considere a nosotros servidores Cristo y encargados de anunciar los secretos de Dios,”) y sobre éste debe fundarse un único sentir (1,10).

Pablo vuelve a este tema en 3,5-16 + 4,1-13: estos dos pasajes tienen una idea principal: la fe es como una semilla de Dios; los misioneros pueden contribuir a plantarla o regarla, pero es Dios solo el que otorga el crecimiento.

4 A ver, cuando uno dice «yo estoy con Pablo» y otro «yo, con Apolo», ¿no sois como gente cualquiera? 5 En fin de cuentas, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Auxiliares que os llevaron a la fe, cada uno con lo que le dio el Señor. 6 Yo planté, Apolo regó, pero era Dios quien hacía crecer; 7 por tanto, ni el que planta significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios. 8 El que planta y el que riega hacen uno, aunque el salario que cobre cada cual dependerá de lo que haya trabajado. 9 Es decir, nosotros trabajamos juntos para Dios; labranza de Dios, edificio de Dios sois vosotros (3,4-9).

11 Ahora que atención cada cual a cómo construye; porque un cimiento diferente del ya puesto, que es Jesús Mesías, nadie puede ponerlo (3,11)

16 ¿Habéis olvidado que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? 17 Si uno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros (3,16).

7 Vamos a ver, ¿quién te hace a ti superior?, y, en todo caso, ¿que tienes que no hayas recibido? Y si de hecho lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado? (4,7)

Por tanto, y como conclusión general, en opinión de Pablo es absurdo crear partidos o facciones dentro del cristianismo porque todo depende de Dios.

Una digresión:

Esta idea fundamental servirá de paso a Pablo para una digresión: defenderse de sus detractores (9,1-3):

1 ¿No soy libre?, ¿no soy apóstol?, ¿es que no he visto a Jesús Señor nuestro?, ¿no es obra mía el que vosotros seáis cristianos? 2 Si para otros no soy apóstol, al menos para vosotros lo soy, pues el sello de mi apostolado es que vos¬otros sois cristianos. 3 Esta es mi defensa contra los que me discuten,

y formular una ardorosa apología de su condición de apóstol (9,1-23) y de su modo de entender el apostolado.

Él es apóstol de verdad porque

• Su apostolado tiene como fundamento una revelación divina (9,1).

• Su apostolado ha sido bendecido por Dios. Ha tenido mucho éxito (9,2: un ejemplo es la fundación misma de la iglesia de Corinto.

• Su apostolado es verdadero porque se basa en algo tan cristiano como la renuncia a ciertos derechos y en un notable esfuerzo de:

- Renuncia al matrimonio para dedicarse mejor al apostolado:

• “4 ¿Acaso no tenemos derecho a comer y beber?, 5 ¿acaso no tenemos derecho a viajar en compañía de una mujer cristiana como los demás apóstoles, incluyendo a los hermanos del Señor y a Pedro?, 6 o ¿somos Bernabé y yo los únicos que no tenemos derecho a dejar otros trabajos? 7 ¿Cuándo se ha visto que un militar corra con sus gastos?, ¿quién planta una viña y no come de su fruto?, ¿qué pastor no se alimenta de la leche del rebaño?” (9,4-6).

- Renuncia al derecho a ser mantenido por la comunidad; el verdadero apóstol no pide dinero; él prefiere trabajar, ganar su propio sustento y no ser gravoso a nadie (9,8-18).

• “8 ¿Que son humanas las razones que alego?, ¿o es que la Ley, por su parte, no dice también eso? 9 Porque en la Ley de Moisés está escrito: «No pondrás bozal al buey que trilla» (Dt 25,4). ¿Le importan a Dios los bueyes, 10 o lo dice precisamente por nosotros? Sí, se escribió por nosotros, porque el que ara tiene que arar con esperanza, y el que trilla, con esperanza de obtener su parte. 11 Si nosotros hemos sembrado para vosotros lo espiritual, ¿será mucho que cosechemos nosotros de vuestros bienes materiales? 12 Si otros comparten los bienes de que disponéis, nosotros con mayor razón. Sin embargo, no hicimos uso de ese derecho, al contrario, siempre renunciamos a él para no crear obstáculo alguno a la buena noticia del Mesías.

13 Bien sabéis que a los que celebran el culto el templo los sustenta y que los que atienden al altar tienen su parte en las ofrendas del altar. 14 Pues también el Señor dio instrucciones a los que anuncian el evangelio diciéndoles que vivieran de su predicación.15 Yo, sin embargo, nunca he hecho uso de nada de eso, ni tampoco escribo estas líneas con intención de reclamarlo, más me valdría morirme que... Nadie me privará de este motivo de orgullo. 16 Porque el hecho de predicar el evangelio no es para mí un motivo de orgullo, ése es mi sino, ¡pobre de mí si no lo anunciara! 17 Si lo hiciera por mi voluntad, tendría mérito; pero si me han confiado un encargo independientemente de mi voluntad, 18 ¿dónde está entonces mi mérito? En predicar el evangelio ofreciéndolo de balde, sin aprovecharme del derecho que me da esa predicación.”


- Esfuerzo de acomodación o intento de “hacerse todo a todos” para ganarlos a todos para Cristo:

• 19 Soy libre, cierto, nadie es mi amo; sin embargo, me he puesto al servicio de todos, para ganar a los más posibles. 20 Con los judíos me porté como judío para ganar ju¬díos; con los sujetos a la Ley, me sujeté a la Ley, aunque personalmente no esté sujeto, para ganar a los sujetos a la Ley. 21 Con los que no tienen la Ley, me porté como libre de la Ley, para ganar a los que no tienen Ley -no es que yo esté sin ley de Dios, no, mi ley es el Mesías-; 22 con los inseguros me porté como un inseguro, para ganar a los inseguros. Con los que sea me hago lo que sea, para ganar a algunos como sea. 23 Y todo lo hago por el evangelio, para que la buena noticia me aproveche también a mí (9,19-23).


Algunos comentaristas han insistido en que este tipo de vida apostólica es eminentemente escatológico-apocalíptico. La idea del fin del mundo cercan está siempre presente: Pablo se presentó ante los corintios con un mensaje en el que la esperanza escatológica tenía bastante peso. Su renuncia a la familia y al dinero fácil, sus señales y milagros (2 Cor 12,12) y sus carismas espirituales (1 Cor 14,18) iban bien de acuerdo con la espera ardiente de un fin del mundo próximo.


Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Domingo, 26 de Diciembre 2010
Hoy escribe Antonio Piñero

Como hemos afirmado ya, el problema auténtico al que se enfrenta Pablo es la existencia de facciones, “partidos” o banderías religiosas entre los corintios. En los capítulos 1 al 4 el Apóstol nombra cuatro grupos entre los cristianos de la ciudad:


A) “Los que son de Pablo”;

B “Los de Apolo”;

C) “Los de Cefas/Pedro”;

D) “Los de Cristo” (1,12).


El Apóstol no repite siempre el mismo orden, ni nombra siempre a todos los grupos (3,4: omite al “partido de Cefas” y “a los de Cristo”).

En realidad Pablo no da explicación alguna sobre las ideas peculiares de cada uno de estas facciones. Por consiguiente, tenemos que deducirlas leyendo entre líneas, examinando la (doble) carta en su conjunto y reflexionando sobre las respuestas o críticas del Apóstol.

Al perecer, los tres primeros “partidos” o grupos se denominan según el personaje que les ha impartido el bautismo: Pablo, Apolo (cf. Hch 18,24ss y 1 Cor 16,12) y Cefas. Estos misioneros nos son obviamente bien conocidos.

Pero ¿quiénes son “los de Cristo”? Desde luego Jesucristo no los bautizó personalmente. Ante este hecho algunos comentaristas han pensado que las facciones son en realidad sólo tres y que “los de Cristo” serían los otros cristianos de Corinto que no pertenecían a ninguna de ellas.

Habría entonces que entender “los de Cristo” como una frase irónica: Pablo empezaría por burlarse indirectamente de que se hubieran formado esas facciones –incluyendo a sus propios partidarios— inventándose un nuevo partido, absurdo en sí mismo pues todos “son de Cristo”. Luego ridiculizaría la solución contraponiendo el grupo mayoritario –no existente en verdad como partido—, a los otros tres grupos, sí realmente existentes como partidos.

Pero otros exegetas piensan que “los de Cristo” sí formaban un cuarto grupo bien determinado, y que 1 Corintios da suficientes pistas para caracterizarlos. Se trataba de ciertos cristianos que se creían superiores a los demás y más “de Cristo” que el resto.

Su ideario religioso tendría un tinte “entusiástico”, es decir, serían partidarios de una religión en la que predominaban rasgos exaltados o “entusiásticos” y fenómenos relacionados con el éxtasis, como visiones, profecías, hablar en lenguas…, fenómenos todos producidos por la infusión del Espíritu. Las características peculiares de este grupo y sus ideas se transparentarían leyendo atentamente la carta, pues hemos expuesto nuestra sospecha de que Pablo habría compuesto ésta con la vista puesta fundamentalmente en responder a los puntos de vista de tal facción, para él la verdaderamente peligrosa.

En líneas generales se podría decir que el trasfondo de estas disputas de “partidos” serían ciertas diferencias en el modo de entender el cristianismo, basadas en matices propios de la teología de cada uno de los bautizadores que sus partidarios aceptaban como suyos.

Esto podría ser claro respecto a los seguidores de Pablo y de Pedro. Los primeros contrapondrían una teología paulina basada no en la Ley, sino en la “justificación por la fe” a otra teología más judeocristiana o petrina (piénsese en la Epístola a los gálatas) fiel a la observancia de la Ley. Esta hipótesis es interesante, pero 1 Cor no da ninguna pista que la confirme, pues no menciona en absoluto una posible disputa en Corinto entre “paulinos” y “petrinos” o judeocristianos rancios.

Respecto a las diferencias entre los seguidores de Pablo y de Apolo, debemos confesar que nada sabemos de ellas. Más bien parece que Pablo consideraba muy amigo suyo a Apolo (“nuestro hermano Apolo”: 16,12), ya que estaba junto a él en Éfeso mientras escribía la carta.

Tampoco podemos imaginarnos diferencias entre los “partidarios de Pablo” y “los de Cristo”. ¿Quiénes son entonces estos últimos? Insisto en que en realidad tampoco lo sabemos con absoluta seguridad. Parece, sin embargo, lo más sensato suscribir la hipótesis mencionada hace un momento: formaban este último grupo cristianos de origen paulino, ciertamente, pero exagerados; se creían más de Cristo que los demás y que se autotitulaban “perfectos” o “espirituales”.

Como hemos dicho y veremos a continuación, gran parte de 1 Corintios A y B puede explicarse bastante bien si se parte de esta hipótesis. También podremos observar cómo las ideas religiosas de este “grupo de Cristo” se parece en algunos rasgos a los que presentarán más tarde los gnósticos cristianos del siglo II d.C. Por ello muchos comentaristas han designado a estos “espirituales” con el nombre de gnósticos incipientes o “protognósticos”. Volveremos a la cuestión después de haber expuesto sus ideas.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Sábado, 25 de Diciembre 2010
Hoy escribe Antonio Piñero


El hilo conductor del que hablamos en la nota anterior podría ser el siguiente: Pablo, aunque no lo diga expresamente, está respondiendo una y otra vez a los problemas que plantea uno de los grupos mencionados al principio de su carta “los de Cristo” (1,12), en su opinión el más significativo –y peligroso— de todos. Ese grupo está formado –lo veremos- por un grupito de cristianos, probablemente de procedencia pagana, que se creen superiores porque han recibido “de Cristo” (por eso son de su “partido”) una revelación especial y superior a la de los demás.

Pablo no acepta eso y el núcleo de su respuesta es: esos “espirituales” no son de verdad tales porque no saben en verdad la importancia absolutamente fundamental de la cruz o sacrificio de Cristo y su consideración como sabiduría divina destinada a la salvación. Este núcleo se repite con variaciones y digresiones a temas relacionados según la cuestión concreta que esté tratando.

Por ello téngase en cuenta que la respuesta paulina a las ideas de la facción dominante en el cristianismo de Corinto no se limita a los capítulos 1-4, sino que se desarrolla y se extiende por toda la (doble) carta, aunque Pablo no hable explícitamente de “partidos” a partir del capítulo 5.

Además de las variadas cuestiones suscitadas por este hilo conductor, que conviene no perder nunca de vista, la carta trata también otros temas de interés para la comunidad en general, aparentemente no relacionados con la cuestión de los “partidos”, pero que si se observan bien tienen relación con él. Además, Pablo añade alguna que otra aparente digresión, o mejor amplificaciones a algunos temas según se le va ocurriendo:

• 2,6-16: Sobre la sabiduría de Dios de la que pueden participar los humanos.

• 6,12-20: El cuerpo del ser humano es miembro del cuerpo de Cristo.

• 9,1-27: La vida y comportamiento de Pablo como ejemplo a seguir por los corintios. Defensa de su apostolado.

• 13,1-13: Alabanza del amor, el mejor entre los carismas.

Por estas acumulación de temas y amplificaciones la carta da una cierta impresión de desorden. Por ello la explicación se centrará en los temas, en buscar el hilo conductor del pensamiento general de la carta y no intentaremos una aclaración versículo por versículo o pequeñas secciones.
Y antes de abordar el contenido de la (doble) carta desde el punto de vista del hilo conductor común, veamos los prenotandos:

A. 1,1-3: El prescripto nombra como remitentes a Pablo y a Sóstenes. Este personaje puede ser el que aparece en Hch 18,17: un antiguo jefe de la sinagoga de Corinto, apaleado por sus correligionarios al fracasar el juicio contra Pablo, que luego se hace cristiano y acompaña al Apóstol en sus tareas.

1,2: La carta aparece dirigida en primer lugar a los cristianos de Corinto. Pero el mismo Pablo probablemente –no una mano posterior— amplía el radio de acción de su misiva a otras iglesias (“a cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo”), pues está convencido de que las normas y doctrinas que expone tienen validez para la iglesia universal.

B. 1,4-9: La acción de gracias por los dones espirituales concedidos por Dios a los corintios es la usual, como aparece en otras cartas. Son de señalar, sin embargo, dos ideas centrales:

• Los cristianos de Pablo son ricos en sabiduría por la predicación del Evangelio (v. 5), y no carecen de ningún don de Dios (“carisma”: v. 7).

Estas frases, en apariencia simples, contienen ya el núcleo de la polémica –lo veremos— contra unos “adversarios” (cristianos de Corinto) que se creen los más ricos en sabiduría (gnosis = “conocimiento”) de todos.

• Pablo manifiesta de nuevo su creencia en un fin inmediato del mundo (al igual que en 1 Tes 4). El Apóstol espera la pronta “revelación” de Jesús; denomina al fin del mundo el “día del Señor”, como los antiguos profetas del Antiguo Testamento; en ese día habrá un juicio de Dios; para ser declarado justo en él hay que ser “irreprensible”. El resultado de la sentencia divina –positiva, naturalmente— será la “unión” con Jesucristo. Véase también 7,29: “El tiempo es corto”.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
b[www.antoniopinero.com]

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PS. Como modesto "regalo" y felicitación de Navidad y de Año nuevo, les transcribo el delicioso relato del "Protoevangelio de Santiago" 17,3-18,3 que describe el nacimiento de Jesús. Me parece un texto portentoso:

3 Cuando llegaron a la mitad del camino, María dijo a José: “Bájame de la burra porque lo que hay dentro de mí se da prisa por salir”. La bajó de la burra y le dijo: “¿A dónde te llevaré para proteger tu pudor?, porque este lugar es desierto.

18 1 Encontró allí una cueva y la introdujo en ella. Dejó junto a María a sus hijos, y él salió a buscar una comadrona hebrea por la región de Belén. 2 Yo, José, me puse a caminar, pero no podía. Levanté mis ojos al cielo y noté que el aire estaba estupefacto. Levanté la mirada hacia la bóveda del cielo y vi que estaba detenida y que los pájaros del cielo estaban quietos. Cuando volví la vista a la tierra, descubrí una artesa preparada y unos trabajadores recostados que metían sus manos en la artesa. Los que mascaban, en realidad no mascaban; los que cogían, no sacaban nada; los que se llevaban la comida a la boca, no se la llevaban, sino que los rostros de todos estaban mirando a lo alto. Había también unas ovejas que eran arreadas, pero [no avanzaban nada] sino que estaban paradas. El pastor levantó su mano para golpearlas [con el cayado], pero su mano se quedó en el aire. Volví la vista hacia la corriente del río y vi que los cabritos arrimaban sus bocas, pero no podían beber. En suma, todas las cosas momentáneamente cesaban de moverse.

(Traducción de Gonzalo del Cerro en "Todos los evangelios").
Viernes, 24 de Diciembre 2010

Notas

8votos
Hoy escribe Fernando Bermejo


Esta semana seré muy breve. La próxima semana interrumpiremos momentáneamente la discusión de los temas de los que veníamos ocupándonos, para abordar durante algún tiempo un tema cuya gravedad merece, creo, una cierta atención.

En cierto modo como propedéutica, propongo a nuestros lectores una meditación sobre uno de los aforismos que Kafka escribió en Zürau:

“Las cornejas afirman que una sola corneja podría destruir el cielo. Esto es indudable, pero no prueba nada contra el cielo, pues “cielo” significa precisamente: imposibilidad de cornejas.”

Feliz Navidad para unos, feliz solsticio de invierno para todos.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo<strong>
Jueves, 23 de Diciembre 2010


Hoy escribe Antonio Piñero



En octubre del año 2009 y en serie especial para este blog, “Cristianismo e Historia”, hice una larga serie en la que comenté algunas generalidades de 1ª Corintios, como la fundación de la comunidad y ciertos rasgos generales de ella condicionados por el emplazamiento geográfico de la comunidad en esa ciudad portuaria; luego comenté también la división que suele hacer la moderna crítica de 1 Corintios en dos cartas, distintas “Corintios A” y “Corintios B” escritas una detrás de otra.

La primera fue fruto probable de información oral acerca del grupo cristiano de Corinto de un cierto personaje de esa comunidad llamado Estéfanas (quizás acompañado por otros dos, llamados Fortunato y Acaico; digo quizás porque los manuscritos mejores omiten esos nombres). Esa carta podría reconstruirse (Según Senén Vidal) en los siguientes pasajes

1 Cor 6,1-11 + 1 Cor 10,1-22 + 1 Cor 11,2-34 + 1 Cor 15,1-58 + 1 Cor 16,13-18.
Recordamos que esta primera carta –contenida dentro de 1 Corintios es un texto reconstruido por la crítica, y que no hay ningún manuscrito conservado que nos ofrezca esta carta tal cual.

La segunda parte de la 1 Corintios actual, es denominada (también por Senén Vidal) “Corintios B”; fue escrita a continuación de la anterior (“Corintios A) a propósito de que Pablo no había sólo recibido información oral del grupo de Estéfanas, sino una carta de los corintios mismos –traída por un grupo de personas que Pablo llama los de la “Casa de Cloe”, es decir, hijos, parientes, o mejor, esclavos de esa señora- en la que los corintios le formulan preguntas concretas. Esa carta está compuesta por los textos siguientes (también según S. Vidal):

1 Cor 1,1-5,13 + 6,12-9,27 + 10,23-11,1 + 12,1-14,40 + 16,1-12.19-24,

Toda esta reconstrucción es muy posible que sea verdad. Pero antes de comentar en un futuro esta “Corintios B” por separado y detenidamente –como hice con la “Corintios A”, deseo señalar la posibilidad de un entendimiento común de ambas cartas –redactadas una detrás de la otra-, porque las dos responden a un mismo problema de fondo, a saber: criticar que los corintios, siendo una comunidad pequeñita (cuarenta o cincuenta personas que se reunían todas juntas en unas sala grande de una única casa de un rico de la ciudad que era cristiano), se hubieran dividido en “grupos”, “facciones” o “partidos”.

Dentro de esos grupos había uno que Pablo llama “el grupo de Cristo” (1 Cor 1,12) que a los ojos de Pablo era el más peligroso. Nunca describe exactamente a esos tipos peligrosos, ni tampoco a los pertenecientes a los otros grupos, porque lo da por supuesto.

Pues bien, parece ser que esos “de Cristo” se creían superiores a los demás y su actitud había provocado gran parte de los problemas de la comunidad. Pablo responde a estos problemas, que considerados a vista de pájaro –y teniendo en cuenta- las dos partes de 1 Corintios (Corintios “A” y “B”) serían los siguientes:

A. Cuestiones suscitadas por los corintios que Pablo conoce por información oral


1. 1,10-4,20: Existencia de facciones, “partidos” o banderías entre los corintios. Reflexiones de Pablo sobre los grupos y la verdadera sabiduría.

2. Problemas éticos de la comunidad:

a) 5,1-13: el caso del incestuoso.

b) 6,1-11: Los cristianos están dirimiendo sus diferencias ante los tribunales paganos.

c) 6,12-20: ¿Es todo lícito? ¿Incluso la fornicación? Reflexiones sobre el cuerpo humano como templo del Espíritu.


B. Cuestiones suscitadas por los corintios en una carta llegada a Pablo: cinco preguntas al Apóstol y sus respuestas:

1. 7,1-40: ¿Qué es mejor, el matrimonio o el celibato?


2. 8,1-11,1: En torno a la idolatría: ¿puede un cristiano comprar en el mercado carnes que provienen de sacrificios a los dioses paganos, o asistir a banquetes donde se come ese tipo de carnes? ¿Qué libertad tiene un cristiano?

3. 11,2-34: El culto cristiano y la Cena del Señor: ¿Cómo comportarse? ¿Qué sentido tiene la Eucaristía?

4. 12,1-14,40: Cuestiones relacio¬nadas con la religiosidad externa propia de ciertos elementos de la comunidad que se creen superiores, los “espirituales”: ¿qué valor tienen los dones espirituales y sus manifestaciones exteriores?

5. 15,1-58: La resurrección: ¿cuál es su auténtica realidad y significado?

Todo este conjunto de temas parece que tiene poca hilazón entre sí. Aparentemente es así. Por ello podría explicarse el contenido de esta carta tratando las cuestiones suscitadas en ella simplemente una detrás de otra, sin relacionarlas entre sí.

Pero es también probable que por debajo de todos esos temas en apariencia desconexos haya un hilo conductor que muestre una cierta unidad dentro de la variedad y que explica la profunda unión de temas existente entre Corintios A y B.

Lo veremos el próximo día
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Miércoles, 22 de Diciembre 2010



Hoy escribe Antonio Piñero


Respondemos a la pregunta formulada ayer. ¿Sería posible que el núcleo del relato de Zaqueo se remontara aún más arriba, a un nivel más antiguo? Según Bovon, no parece lógico postular que la comunidad o el autor del Material propio se lo hubieran inventado entero. Por tanto, hay que pensar que lo han recibido por tradición.

El argumento no es contundente porque tenemos escenas muy importantes de la tradición evangélica de Lucas que parecen que carecen de todo fundamento histórico, por tanto son un invento de la comunidad la que él pertenece, a él mismo o al autor del Material propio. El ejemplo más palpable está en los dos capítulos que inician el Evangelio: los relatos de la infancia. Y dentro de este bloque, el episodio de los pastores, por ejemplo, parece totalmente legendario. Igualmente, el episodio del niño Jesús perdido y hallado en el Templo, del que hay otros casos iguales de historias rabínicas. Y yéndonos al final del Evangelio, el episodio de los dos caminantes a Emaús es –en opinión casi unánime de los comentaristas- una invención didáctica del Evangelista.

Por tanto no sería en nada imposible que toda la perícopa fuera un invento de algún profeta de la comunidad u otro, como más arriba he indicado. De hecho, el episodio de Zaqueo se parece a otros relatos de vocación y de controversia, como el de Leví (5, 27-32) o el del paralítico de Cafarnaún (5, 17-26).

El mismo Bovon reconoce que

“Los primeros cristianos de entonces recordaban la liberalidad de Jesús al disponer de la gracia, y el ofrecimiento generoso de perdón que éste practicaba. Recordaban también que tal actitud había suscitado las reacciones hostiles de muchos en Israel. La “muchedumbre” del v. 3 y el “todos” del v. 7 representan en este estadio a esa parte del pueblo elegido que actualizaba la actitud de descontento (“murmuraban”, “recrimina¬ban” del v. 7) del pueblo en el desierto, según el libro del Éxodo.

“El relato de Zaqueo ofrecía un arma a los cristianos, minoritarios dentro de Israel, y diseñaba la respuesta a las vehementes críticas suscitadas contra sus esfuerzos misioneros y sus prácticas comunitarias. Los vv. 7 y 9 (quizá solamente el 9b, pues el 9a puede ser una glosa lucana) nacieron en este estadio de la evolución del relato.Se puede imaginar evidentemente que toda la narración vio la luz en esta época. Es decir, a un nivel de la tradición oral”.

Sin embargo, para Bovon esta hipótesis no es válida:

“Esto me parece inverosímil, pues la primera parte la historia manifiesta un carácter anecdótico que no era indispensable a la polémica contra os ricos de la comunidad y que está ausente de otras narraciones análogas.

Según Bovon, es preciso suponer un cuarto nivel, arcaico, el de una tradición aún más primitiva, que no conocía más que la aventura digna de mención ocurrida a Zaqueo. El pequeño y poderoso jefe de publicanos había puesto todo su interés en ver a Jesús. Su recuerdo se había conservado también por el hecho de que el Maestro había honrado al publicano con su presencia.

Aunque los principios de la “Historia de las formas” estarían en contra, no sería inverosímil que desde el origen la atención del relato se dirigiera también hacia los creyentes, y no únicamente hacia Cristo. En consecuencia, no está excluido que en este estadio de la tradición se hayan conservado recuerdos biográficos (no inventados, pues), tales como la conversión de Cornelio en presencia de Pedro o el encuentro inesperado de Zaqueo y Jesús.

(Extractado de las pp. 235-238 del comentario arriba mencionado).

La conclusión es: a este nivel cuarto de antigüedad es muy posible que estemos tocando recuerdos reales del Jesús histórico. Por tanto, he aquí una historia que en su núcleo más estricto podría remontarse al Jesús histórico.

En mi opinión, la conclusión sería bastante pobre y lo que podemos obtener de ella sería sólo confirmatorio de que Jesús trató con publicanos dispuestos a abrirse a su predicación del Reino de Dios, con la intención de que se arrepintieran, repararan sus deudas (como manda la Ley de Moisés) y se dispusieran a cumplir ésta desde ese momento en adelante.

Para contrastar y someter a crítica esta impresión obtenida del análisis del texto sobre Zaqueo el filólogo / historiador utiliza una serie de criterios o herramientas deductivas que se formulan de la manera siguiente: (G. Theissen – A. Merz, El Jesús histórico. Manual, Trad. española, Salamanca, Sígueme 1999, 139-143) y que Gonzalo del Cerro ha estudiado y comentado con precisión -en el capítulo “8. Criterios de historicidad para la reconstrucción de la figura del Jesús histórico. Algunas reflexiones sobre su valor”, recogido en el libro Existió Jesús realmente. El Jesús de la historia a debate, Editorial Raíces, Madrid 2209:

• No es posible en este caso recurrir -para sustentar la historicidad del episodio de Zaqueo- recurrir al denominado "criterio de testimonio múltiple": es decir, diversos testimonios de una tradición si son independientes entre sí elevan la posibilidad de poder identificar un legado auténtico de Jesús. Para aplicar este criterio los exegetas han elaborado cuadros de perícopas en los que aparecen los testimonios sobre Jesús recogidos en una, dos, tres o más estratos de tradición. Ejemplo de división:

A. Dato sobre Jesús por dos estratos de tradición: Mt y Lc = Q
B. Dato sobre Jesús por tres estratos de tradición: Mc Mt y Lc
C. Dato sobre Jesús por cuatro estratos de tradición: Mc Mtesp y Lcesp y Jn.
D. Dato sobre Jesús por cinco o más estratos de tradición: Mc Mt y Lc y Jn y EvTom u otro apócrifo u escrito cristiano de segunda o tercera generación.

Nuestra perícopa, transmitida solo por LUCAS, no cumple que ninguno de estos supuestos.

• Si podría ser sustentada su historicidad por el "criterio de desemejanza", ya que no era común a los rabinos de su tiempo el mezclarse con los “pecadores oficiales”:

“Es legado auténtico de Jesús lo que no pueda derivarse del judaísmo o del cristianismo primitivo, o lo que no pueda encajar en el pensamiento judío o en la mentalidad cristiana posterior (es decir, después de la resurrección o etapa de reflexión teológica sobre Jesús)”.

Y podría también sustentarse ese mínimo núcleo básico de historicidad por el "criterio de coherencia": es legado auténtico de Jesús lo que coincide en el contenido con las tradiciones (aceptadas como auténticas de Jesús) a partir (del uso) del criterio de desemejanza, aunque (esos resultados) se ajusten al pensamiento judío y cristiano primitivo.

Y con esto hemos terminado esta muestra de análisis.
En los días que siguen abordaremos otro tema.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

Saludos

Martes, 21 de Diciembre 2010
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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