Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Si a un no creyente se le ocurriera poner el título “¿Tiene salvación la Iglesia?” a un libro en el que se dedicase a denunciar a la jerarquía de la Iglesia católica con los consabidos tópicos –anticonciliar, medieval, contrarreformista, corrupta, arribista, etc.-, las numerosas voces de costumbre no tardarían en alzarse contra él y acusarle de toda trapacería y falacia, si no de hostilidad anticristiana y otras lindezas por el estilo. Pero esto es lo que hace básicamente el teólogo suizo Hans Küng en un libro de 2011 publicado en España por Trotta en este 2013 (y muy bien traducido): “¿Tiene salvación la Iglesia?” – el carácter desafiante del título está expresado de modo aún más impactante en el original alemán (Ist die Kirche noch zu retten?, ¿Tiene salvación todavía la Iglesia?), pues en él se plantea si es posible salvar aún a la institución que acuñó el inolvidable Extra ecclesiam nulla salus. El editor español, no obstante, parece haber preferido un título lo más breve posible –. Sin embargo, en este caso podemos estar seguros de que apenas se alzará voz alguna para denunciar la falacia: sedicente administrador del supuesto Misterio en su doble calidad de sacerdote y teólogo, Küng cuenta ante la reverente mirada de muchos con patente de corso, máxime cuando se ofrece ahora a sí mismo como médico o (psico)terapeuta de los males que padece la Iglesia católica –o, para ser más precisos, su gobierno jerárquico establecido. Hubo un tiempo en que se hablaba del Christus medicus, pero la diestra del Padre se halla tan lejos, y donde esté Hans… Hay, en efecto, mucha gente que piensa de Hans Küng exactamente lo mismo que él piensa de sí mismo: que es uno de los grandes intelectuales de nuestro tiempo, y que cuando el oráculo habla es mejor callar y prestar atención, no vaya a ser que la luz no nos alcance y vivamos eternamente instalados en las más oscuras tinieblas. Para delicia también de sus editores, Küng tiene un numeroso club de fans y turiferarios. Hay también quien tenderá a considerar la pretensión del suizo de ofrecerse como médico o terapeuta de los cuadros dirigentes de la Iglesia católica como un inequívoco síntoma de hybris: alguien que se presenta a sí mismo de este modo, y que de paso no deja de autoelogiarse a diestro y siniestro, ¿no está acaso usurpando una función que no le corresponde e incurriendo en infatuación? Y hay quien piensa que Küng es un sedicente teólogo, y que con eso ya está dicho lo principal. Es decir, que considerarle uno de los grandes intelectuales de nuestro tiempo es una broma de mal gusto o el resultado de una perversión neuronal habitual, sí, pero no por ello menos fatídica (aunque sin la menor duda hay muchas cosas infinitamente más graves en este mundo). Para un juicio detenido sobre el penúltimo libro del autor –siempre es el penúltimo–, puede verse el siguiente enlace: http://www.revistadelibros.com/blogs/vitrinas/hans-kungen-la-puerta-de-rashomon Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 29 de Mayo 2013
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Notas
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Las Pseudo Clementinas Introducción (3) Continuamos repasando aspectos distintos de una obra que los acumula enmarcados en diferentes ambientes creados alrededor de personajes diversos, presentados como los autores y responsables de debates ideológicos. No es fácil ni cómodo reducir a titulares concretos la literatura pseudoclementina. Autores como B. Rehm (Die Pseudoklementinen, 1953), A. Siouville (Les Homélies Clémentines, 1933). W. Heintze (Der Klemensroman und seine griechischen Quellen, 1914), entre otros, se refieren a la obra como a una Novela. Para Rehm es Der Klemensroman, lo mismo que para Heintze; Siouville habla de Le Roman Pseudo-Clémentin. Lo que es sin duda una reducción impropia, aunque pretendieran considerar los debates ideológicos como parte de una novela relacionada de alguna manera con Clemente. Hablamos de una reducción impropia, porque los elementos de la novela como tal ocupan básicamente las Homilías I, XII, XIII, XIV. Lo mismo podemos decir del apelativo de la referencia a Clemente, que no deja de ser en la novela un personaje secundario. Los personajes son los miembros de una noble familia romana formada por los esposos Fausto y Matidia, con sus tres hijos Faustino, Faustiniano y Clemente. Debemos notar que Faustino y Faustiniano son los que aparecen en el relato con los nombres de Niceta y Áquila, conocidos y presentados con esos nombres después de su naufragio, pero que recuperan sus nombres auténticos después del reconocimiento de la familia bajo el amparo de Pedro. Matidia, acosada por las pretensiones de un pariente, finge haber tenido una visión que le aconsejaba salir de Roma con sus hijos mayores para evitar daños presuntos. El padre envía a su mujer con sus hijos a Atenas, pero la realidad es que no llegan a su destino, impedidos y desviados por una tempestad. Quedan separados en situación penosa de necesidad. Matidia acaba convertida en mendiga acogida por una amiga y como tal es conocida por Pedro. Fausto se creyó obligado a buscar a su familia, pero dejó en Roma a su pequeño hijo Clemente, marchó y desapareció su memoria. Clemente se dispuso a viajar en busca de la Verdad (con mayúscula), cuyo deseo lo tenía postrado en cama. Se hizo amigo de Apión, personaje con quien tuvo luego un debate que duró tres días y está narrado en las Homilías IV, V y VI. El fragmento es apreciado como una de las partes literariamente mejor construidas en toda la obra. El caso es que Clemente viajó para buscar la verdad. Tuvo noticia de que en Judea había aparecido un personaje que proclamaba que había venido a dar testimonio de la verdad. Pero Clemente fue a parar en Alejandría, donde conoció a Bernabé, que lo remitió a Palestina en busca del maestro de la verdad. En Cesarea de Estratón coincidió de nuevo con el mismo Bernabé, que lo presentó a Pedro, de quien se hizo íntimo acompañante y secretario. A la sombra de Pedro se efectuó el reconocimiento de todos los miembros de la familia, separada durante más de veinte años. Ahora todos se habían convertido al cristianismo. Clemente es precisamente al autor de una de las tres cartas preliminares al texto de las Homilías, una carta bastante larga dirigida a Santiago denominado “Santiago el Señor y Obispo de obispos, que gobierna la santa Iglesia de los hebreos en Jerusalén”. Los personajes que participan en el debate aludido que mantiene Clemente con Apión son, por una parte, el “portavoz” Clemente, con sus hermanos aún sin reconocerse mutuamente, Nicetas y Áquila; por otra, Apión, Annubión y Atenodoro, considerados los tres como personajes históricos. De Apión hablamos ya como del destinatario de la obra de Flavio Josefo conocida como Contra Apión. Annubión fue un famoso astrólogo egipcio, perteneciente a la escuela de magia y astrología de claro renombre en Egipto. De Atenodoro no tenemos referencias, aparte de la atribución a la filosofía epicúrea, que hace el autor del relato. Su presencia está justificada por el tema desarrollado en el debate acerca de la Providencia, negada por los epicúreos. Como personaje especialmente destacado por los autores de las Pseudo Clementinas, debemos mencionar a Santiago, el hermano del Señor, obispo de obispos. En la carta de Pedro a Santiago (2,3) se hace mención del “hombre enemigo” precisamente en un contexto sobre el valor de la Ley de Moisés. Se supone que en este caso se trata de Simón Mago. Pero extrañamente la expresión “hombre enemigo” es usada en el Hecho Apócrifo de Santiago (3,1), el hermano del Señor, referida a Pablo en su etapa de perseguidor, cuando se presentó a reventar la predicación de Santiago sobre la medianidad de Jesús, y lo arrojó desde las escaleras del templo abajo dejándolo cojo de por vida. Sorprende que en las Pseudo Clementinas no se mencione nominalmente a Pablo. En su lugar aparecen frecuentes alusiones aplicadas a Simón Mago. Recordemos que la escuela de Tubinga defendía la idea de que el Simón Mago de esta obra era una caricatura de Pablo. No lo creo así, pero es una realidad que ciertas teorías recuerdan las posturas opuestas de Pedro y Pablo en los temas relacionados con la Ley y la circuncisión, la fe y las obras, etc. La evidente enemistad testimoniada por las Predicaciones de Pedro se convierte en la animosidad entre Simón Mago y Pedro. La teoría de las Syzygias o parejas, una mala y otra buena, daba en los Kerýgmata Petrou la oposición Pablo vs. Pedro, que las Clementinas convierten en oposición entre Simón Mago y Pedro. Bernabé desempeña una función importante en el relato. Él interviene en Alejandría para poner a Clemente en la pista del profeta de la verdad que había aparecido en Judea. Era presentado incluso como discípulo suyo. Luego, estando ya en Cesarea llevó a Clemente hasta Pedro, a quien lo recomendó hasta hacerlo compañero e inseparable. Zaqueo, el que fuera publicano, figura entre los dieciséis acompañantes de Pedro en II,1 y luego fue nombrado obispo por Pedro. Abundan los consejos relacionados con la atención y la obediencia que los fieles deben observar hacia su obispo. Los dos protagonistas destacados en esta literatura son realmente Pedro y Simón Mago. Pedro es el maestro y guía de los cristianos. Simón es su enemigo irreconciliable. El samaritano que Lucas presenta en los Hechos de los Apóstoles, 8, se convierte en la sombra de Pedro en los Apócrifos. Los debates más agrios y enconados de las Clementinas son los mantenidos entre ambos contrincantes. Sus ideas de Dios y, por supuesto, de Cristo y de su misión son diametralmente opuestas en la mentalidad y la palabra de estos hombres. El análisis de los textos será la mejor demostración de la realidad literaria de estos protagonistas indiscutibles de la obra. Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Lunes, 27 de Mayo 2013
Conferencias
Para la postal de hoy he pedido permiso a mi colega de la Universidad Complutense, el catedrático de Neurología de la Facultad de Medicina, Francisco J. Rubia, para reproducir su conferencia en un congreso de Parasicología científica que tuvo lugar en Guadalajara el 7 de abril de 2013.
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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