CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
“Sobre las religiones” de Alexis de Tocqueville (452)
Hoy escribe Antonio Piñero

Cualquiera que haya leído la obra magna, opino, de Tocqueville “La democracia en América”, como es mi caso, sentirá en seguida una enorme curiosidad y respeto por adelantado ante esta obrita del gran maestro del análisis político y de la escritura clara y precisa, que fue Alexis de Tocqueville (1805-1859). Un amigo me ha regalado el libro y se lo agradezco sinceramente. He aquí la ficha completa:

Alexis de Tocqueville, Sobre las religiones. Cristianismo, hinduismo e islam. Edición de Jean-Louis Benoît. Traducción de Fernando Caro. Ediciones Encuentro. Serie “Filosofía”. Madrid 2013, 159 pp. ISBN: 978-84- 9920-168-9.

El título español de la obra que comentamos (“Notas sobre el Corán y otros textos sobre las religiones”) hace mejor honor al contenido de la obra, ya que el cristianismo es el que ocupa el mayor número de páginas.

La orientación general de la obra es la pregunta de Tocqueville acerca de uno de los impulsos de la Revolución francesa que cambia el “antiguo régimen” por uno “nuevo”: ¿Es una ventaja el intento de sustituir las formas religiosas por otras seculares e ideológicas? Y la respuesta –que viene de un personaje escéptico y racionalista— es que “el remedio es peor que la enfermedad”. La religión es necesaria en todas las sociedades, más aún en las democráticas.

No elude, pues, Tocqueville el aspecto político de las religiones, ni tampoco otro aspecto que hoy llamaríamos moral y existencial. Entonces, conforme a estas ideas directrices, prosigue Tocqueville estudiando y comparando tres religiones, hinduismo, islam y cristianismo en relación con las sociedades en las que se desarrollan. Es éste un enfoque sociológico de la aproximación a las religiones que hace de Tocqueville un pionero, un adelantado respecto al último cuarto del siglo XX cuando se hace casi “moda” en la investigación los aspectos sociales del cristianismo (Bruce C. Malina; Gerd Theissen; Abraham Malherbe, B. L. Mack, etc., y en nuestro país Rafael Aguirre, como introductor de la disciplina).

No es moderno, sin embargo, en algunas de sus conclusiones en este ámbito como que “las ideas generales sobre Dios y la naturaleza humana son las que le conviene (a la sociedad) sustraer a la acción habitual del pensamiento del individuo y de las que más tiene que ganar y menos que perder al reconocer una autoridad”. A la verdad, esta opinión es hoy insufrible,… pero quizás el pragmatismo de Tocqueville –y aun cierto cinismo-- lo lleve a pensar así, pues ciertamente para la sociedad y el gobernante (¡ante todo!) el rebaño es más fácilmente dirigible e incluso manipulable que el pensador libre. Esta idea se compensa con otra sentencia, que aboga por la separación Iglesia – Estado: “Las religiones deben permanecer en el ámbito que le es propio… no tratar de escaparse de sus límites… ni querer ampliar su poder más allá de los asuntos religiosos, con lo que se arriesgan a no ser creídas en ninguno”.

Respecto al hinduismo, Tocqueville formula un juicio muy severo: considera que es la peor forma de religión. Pudo ciertamente comenzar con buenas ideas, pero al establecer un vínculo intrínseco entre la religión y el perverso sistema de castas… se convierte en “una religión abominable, tal vez la única que valga menos que la incredulidad”. No me atrevo a juzgar el terrible juicio condenatorio de nuestro autor, pues no me siento competente para ver si dentro del hinduismo existen en verdad correcciones que hagan no válido este juicio… Quizás no. Pero sí es cierto que el hinduismo --que se ha convertido en la mayoría de sus practicantes ante todo en una religión interior, que ignora el proselitismo, que se mantiene separada de la política, la ciencia y el progreso tecnológico-- no se ha sentido en absoluto impedido en su incorporación al mundo moderno…, al menos exteriormente y en todo aquello que significa avance tecnológico e incluso social.

Los juicios de Tocqueville sobre el islam no están formulados de oídas, sino después de haber leído muy detenidamente el Corán. De hecho este libro que comentamos se transforma en algunas de sus páginas (de la 37 a la 47) en una guía de lectura del Corán, al que resume con cuidado por capítulos (no por azoras y aleyas). Pero, en general, su opinión del islam es muy dura, resaltando los aspectos guerreros del Corán y su fanatismo cierto, y considera que es retroceso respecto al evangelio.

El juicio global sobre el islam es el siguiente: “La doctrina de que la fe salva, que el primero de los deberes religiosos es obedecer ciegamente al Profeta, que la guerra santa es la primera de todas las buenas obras… tienen resultados prácticos obvios… Las tendencias violentas y sensuales del Corán chocan de tal modo a la vista que no concibo que escapen a un hombre con sentido común. El Corán es un avance sobre el politeísmo en cuanto que contiene conceptos más ciertos y más claros sobre la divinidad y abarca con una visión más amplia y nítida algunos deberes generales de la humanidad. Pero excita pasiones, y en este sentido no sé si no ha hecho más daño a los hombres que el politeísmo, que no siendo uno ni por su doctrina ni por su sacerdocio, jamás constreñía las almas muy de cerca, dejándolas tomar vuelo bastante libremente. Mientras que Mahoma ha ejercido sobre la humanidad un poder inmenso que creo, en definitiva, ha sido más perjudicial que provechoso”.

En Occidente hoy –pienso-- se opina de un modo semejante en general. Pero opino que es erróneo cualquier intento de convencer a los musulmanes la adopción de ideas políticas, por ejemplo, la democracia al estilo occidental, o religiosas, porque tampoco Occidente está para enseñar… si se considera la historia de violencia y crueldad que ha ido acompañando al cristianismo desde el siglo IV hasta hace muy poco. Cualquier evolución del islam ha de nacer desde dentro, y la única obligación que tenemos en Occidente, pienso, es colaborar y apoyar al islam moderado.

Tocqueville distingue también entre la religión islámica y los deberes sociales respecto a ella de los colonizadores. No olvida nuestro autor ciertos efectos negativos de la influencia de Francia en el norte de África sobre todo y ciertas consecuencias también negativas de su política colonizadora. Por ello insiste Tocqueville en respetar la religión musulmana, en condenar cualquier expolio y abuso por parte de Francia y en exhortar a las autoridades francesas para que ayuden a los musulmanes a levantar escuelas y mezquitas para educar adecuadamente a sus gentes.

El cristianismo y el catolicismo en particular ocupan la parte del león del presente libro (de la p. 91 hasta la 151). La actitud de Tocqueville sobre el cristianismo es ambivalente. Por un lado admira el mensaje general del Jesús de los evangelios, la implantación por parte del cristianismo de nuevos valores morales sobre el politeísmo al que sustituye…, y ve en esta religión el germen de la democracia futura y la exaltación de los valores y derechos del hombre. Sostiene, pues, que el cristianismo es muy superior como religión al hinduismo y al islam. Pero no acepta el dogma cristiano que considera mítico: él es personalmente un no creyente respetuoso.

Al contemplar la sociedad norteamericana, aboga decididamente Tocqueville por la separación de iglesia y estado siguiendo el ejemplo de los EE.UU. Allí observó más de cerca los valores del protestantismo; sobre todo el espíritu de libertad, que contagia la política y la Constitución…, pero critica también acertadamente que el protestantismo es un caldo de cultivo para la proliferación de sectas, muchas de ellas ridículas.

Del catolicismo critica Tocqueville la injerencia de los obispos sobre todo en los asuntos de la política; y su ambición terrena, que le lleva estar cerca del poder aunque sea no democrático; denuncia la lucha contra la libertad de enseñanza, aunque reconoce que el clero en general, al menos en Francia, estaba bien preparado intelectualmente. Otra crítica certera de Tocqueville al catolicismo es sobre su inflexibilidad para adaptarse al progreso intelectual de los tiempos, defecto que achaca a sus ataduras a los poderes terrenos… y sobre todo a los esquemas mentales, muy rígidos, que ha ido generando el catolicismo a lo largo de la historia. Su crítica a la postura antiliberal y reaccionaria del papa Pío IX es muy dura.

En síntesis: un libro breve y claro, muy interesante porque no sólo nos dibuja el pensamiento acerca de la religión y lo religioso de la intelectualidad francesa del siglo XIX, sino una disección válida también hoy de las tres religiones analizadas. Una palabra sobre la traducción: aunque no tengo el texto inglés delante, se nota que el traductor ha hecho bien su oficio. La traducción es buena, ya que se lee bien y su castellano es muy correcto. Un libro, pues, recomendable.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com


Viernes, 28 de Junio 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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