Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
De los análisis efectuados en anteriores postales sobre el Catecismo de la Iglesia Católica se sigue que los cristianos que hoy en día se oponen a la pena de muerte no tienen una mayor legitimidad, en tanto que cristianos, que los que mantienen una postura retencionista, ni son eo ipso más sensibles o más agudos que estos (a quienes a menudo parecen considerar más simples o anticuados, lo cual les proporciona de paso la agradable sensación -plenamente ilusoria- de ser más “críticos”). Más aún, podría decirse que estos creyentes abolicionistas se engañan más que los otros, ya que aunque a menudo aspiran noblemente a superar la violencia producida en virtud de su fe, no solo la Escritura no les puede dar la razón concluyente a la que aspiran, sino que la Tradición abrumadoramente se la quita. Dicho de otro modo: toda voz contra la pena de muerte en perspectiva eclesial, por muy bienintencionada que sea –y sin duda suele serlo–, es solo wishful thinking sin base -o, en el mejor de los casos, con tanta base como su contraria-. Como escribe precisamente un abolicionista católico, el abolicionismo procedente del mundo eclesiástico “no puede sacudirse un cierto polvo sospechoso. No de herejía, como en el siglo XII, ¡faltaría más!, pero sí de progresismo no suficientemente ortodoxo” (B. M. Hernando, “La pena de muerte y los cristianos”, Razón y Fe 1.072 (Febrero 1988), pp. 145-153, p. 150). “La Iglesia debería levantar su voz a favor del abolicionismo”, “Tendríamos que empezar dando ejemplo en este terreno”, “Habría que pronunciar un no rotundo a la muerte”... son frases pronunciadas por los partidarios del abolicionismo en la Iglesia. Pero lamentablemente son únicamente frases piadosas, que si algún día llegan a resultar eficaces será porque se hagan tan fuertes e insoportablemente insistentes que la política de la conveniencia obligará a los órganos directivos de la Iglesia Católica a cambiar su posición (la cual, por tanto, en un nuevo cambio de circunstancias históricas podrá volver a variar). No será, por las razones que he expuesto, el resultado de la fidelidad a su Tradición, pues si la Iglesia quiere ser fiel a su Tradición habrá de mantener una violencia de la que no por azar ha sido durante muchísimos siglos y –ciertamente de manera amortiguada– sigue siendo aún hoy cómplice. En lo que respecta a la pena de muerte, la enseñanza oficial de la Iglesia Católica es, pues, hasta cierto coherente con su tradición, pues mantiene la ambigüedad constitutiva que le permite un sí que no es un sí y un no que no es un no. En lo que respecta a sus pretensiones de ser guía en cuestiones morales, el examen de su doctrina oficial sobre la pena de muerte permite -si falta hiciera- dar un rotundo mentís a tales pretensiones, al apreciar las falacias e inconsistencias en las que incurre en sus documentos. Son las cosas que tiene la así llamada “revelación”. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Martes, 26 de Febrero 2013
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Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Desarrollo de los Hechos apócrifos de Nereo y Aquiles Elogio de los mártires (c. 1) Los Hechos apócrifos de Nereo y Aquiles abren el texto con un generoso elogio de los mártires y del martirio en términos generales. Pretenden con ello animar a los cristianos a imitar en cierta manera su conducta, su valentía, su aprecio por los valores eternos y el menosprecio de los temporales. Con la idea de conseguir la vida eterna, no dudaban aceptar pesadumbres y sacrificios. Portando los trofeos de la victoria, caminaban hacia su destino glorioso llenos de gozo. Cuando Nereo y Aquiles ensalzan los valores de la virginidad, no omiten recordar que la virginidad es la segunda virtud en importancia en la escala de valores cristianos después del martirio. Apología de la virginidad Sin solución de continuidad, el apócrifo aborda el tema nuclear de la virginidad. Lo hace tomando como ejemplo a Domitila, a la que presenta como “virgen nobilísima, prima del emperador Domiciano” (c. 2,1). Aparecen junto a ella en el relato sus dos servidores, definidos como eunucos o ayudas de cámara, cuyos nombres eran Nereo y Aquiles. Habían sido convertidos a la fe por el apóstol Pedro, que los había bautizado y añadido a la comunidad cristiana. Hechas las presentaciones de los tres principales protagonistas de la obra, ponen en práctica su protagonismo los titulares de estos Hechos. Viendo que su señora estaba adornada con púrpura y oro para recibir a su pretendiente, el noble Aureliano, le dirigieron un encendido alegato, que comprendía un elogio incondicional de la virginidad, confirmado con una visión absolutamente negativa de la vida matrimonial. Empiezan su argumentación los dos hermanos subrayando la oposición entre los valores eternos del cielo y los efímeros de la tierra. Uno de esos valores se refiere al eventual esposo mortal, por muy hijo de procónsul que sea, de valor nulo al lado del hijo del rey inmortal, que daría a su felicidad perspectivas eternas. Domitila replicó alabando las delicias de una vida con marido y con hijos que llenan de dulzura la vida y prolongan el nombre y la fama de la estirpe. Además, la abundancia de bienes de fortuna ayuda a que la vida resulte más placentera. Domitila era de familia noble y tenía en perspectiva una boda con el hijo del procónsul de Roma. Su vida tenía perfiles que no pueden conocer ni apreciar los que han nacido en la pobreza y la escasez. Toma la palabra Nereo para responder a los argumentos de Domitila. Inicia su apología de la virginidad recordando que su pérdida representa la desaparición de la integridad, que es un don de la naturaleza. Perderá también el título de virgen para ser llamada en adelante simplemente mujer. La mujer casada pierde su libertad para someterse al dominio del marido. Queda reducida a la situación de una vulgar criada, a la que su marido quitará la posibilidad de tratarse con otras personas amigas o parientes. En el caso de que abrigue la menor sospecha contra ella, vendrán los castigos, los azotes, las peleas. Y no faltarán las sospechas aun como consecuencia de acciones virtuosas. Domitila responde a Nereo reconociendo que su madre ha sufrido todo lo que Nereo ha descrito en su alocución. Pues su padre la maltrató durante mucho tiempo con sus insolencias. Dirigió a sus servidores una pregunta que no era sino echar leña al fuego del debate: “¿Voy a tener yo también que soportar tales cosas?” (c. 3,2). (Interior de la basílica de los santos mártires Nereo y Aquiles en las catacumbas de Domitila en Roma) Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Lunes, 25 de Febrero 2013
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Hoy escribe Antonio Piñero
¡Oh felix culpa! Por diversas noticias me alegro personalmente de que haya quedado aclarado que la mano benevolente y anónima de alguien, en mi artículo/biografía de Wikipedia, que obrando apresuradamente --aunque se lo agradezco-- anunció que ya estaba publicada la Guía para entender a Pablo. Esta “Guía” no solo no está en prensa, sino en pleno proceso de efervescente generación. Está casi concluida la primera parte, porque los coautores tanto Carlos A. Segovia como yo, teníamos ya cientos y cientos de páginas previamente escritas. La composición de este libro está siendo, con mucho, la más dura y penosa de toda mi vida, a pesar de tanto trabajo previo. Creía en verdad entender bien a Pablo, pero no era así. Cuando me puse a redactar, lo sentí vívidamente. ¡Y cómo voy a escribir “para entender a Pablo” si no llego a comprenderlo totalmente! Con razón pesaba, al menos sobre mí, el tremendo libro de Räisänän, probablemente el mayor elenco jamás visto de contradicciones de Pablo… ¡y solo del tema “Pablo y la Ley”! En este año pasado tuve un par de veces el impulso romántico de quemar todos mis papeles previos sobre Pablo, cientos de páginas, y renunciar. Me sobrepuse. El corpus del Pablo que creemos auténtico (7 cartas, alagunas compuestas de retazos de otras cartas de Pablo: Rom 1 2 Co Gal Flp Flm 1 Tes) es muy pequeñito, fácilmente abarcable. Traducido a términos electrónicos modernos, escasos 49 folios tipo Times New Roman, tamaño 12, a espacio y medio. Y de estos 49 folios los verdaderamente “imposibles” son solo unos 10. Pero de una densidad teológica y de una potencia retórica y de una complicación tal por sus aparentes contradicciones, que llegan a saltarse las lágrimas del lector. Y esto es lo que me ha pasado a mí. Después de tantísimo trabajo previo a lo largo de toda la vida, he tardado casi un año de lecturas y reflexión en encontrar tres o cuatro claves de comprensión de Pablo, no más; sobre todo, en distinguir cuidadosamente los múltiples sentidos de “ley”, griego nómos en Pablo. Sus lectores quizás no experimentaron nuestras terribles dificultades de comprensión, porque casi todos habían convivido con Pablo lo suficiente como para que este les hubiera aclarado su pensamiento. Y lo mismo ocurre con la fe/fidelidad de Jesús Mesías o cómo interpretar en verdad su presunta divinidad o divinización –en este tema he mudado un tanto mi mente-- y el sentido de la muerte del mesías … entre otros temas apasionantes. En la interpretación de Pablo me adscribo a la corriente de la “New perspective on Paul” de N.T. Wright y James Dunn, pero creo que voy un poco más allá. Carlos A. Segovia, por el contrario, se adscribe claramente al bando de los “New Radicals”, una interpretación presuntamente solo judía, no griega de Pablo, muy condicionada por el holocausto que impulsa a nuevas lecturas. Naturalmente nuestros diálogos/discusiones han sido muy, muy prolongados… prácticamente todos por escrito, esgrimiendo mil y un argumentos de un lado y de otro; hemos tenido verdadera obsesión por el texto griego, que hemos transcrito mil veces en nuestras discusiones escritas… hasta casi aprenderlo de memoria. Sospecho que la mayoría de los investigadores no ha hecho este duro ejercicio de intentar aprenderse de memoria a todo Pablo en griego, de modo que la mente, con el tiempo, noche y día, establezca conexiones insólitas y reflexione sobre las claves de cómo entender a este genial, enrevesado, turbulento, apocalíptico judío mesianista que es Pablo de Tarso. Si en el futuro libro que se está gestando hallamos tan solo tres o cuatro claves de interpretación más o menos novedosas en cientos de páginas, merecerá la pena todo el esfuerzo. No sabemos cuándo saldrá el libro ni cómo. Esperamos vivamente que sea en la editorial Trotta, que estimamos la más apropiada para este libro, pues no en vano es una suerte d continuación especializada de la Guía para entender el Nuevo Testamento. Quizás pueda ver la luz para finales del 2013 o inicios del 2014. Nuestra intención es hacer también una versión inglesa y presentar ciertamente la española en un futuro congreso de Roma, de selectos paulinistas, a mediados de 2014 que Carlos A. Segovia tiene ya en avanzado estado de organización. En este congreso (Meeting de Nangheroni) participarán -salvo imponderables— los siguientes investigadores : William Campbell, Terence Donaldson, Katy Ehrensperger, Pamela Eisenbaum, Paula Fredriksen, Caroline Johnson Hodge, Larry Hurtado, Davina Lopez, Mark Nanos, Todd Penner, Jeremy Punt, David Rudolph,Anders Runesson,Sze-kar Wan, Magnus Zetterholm. Es muy posible también que estén presentes Brigitte Kahl y Justin Hardin, pendientes de confirmar. Y en el congreso estarán asimismo, del Enoch Seminar, que editan la revista internacional Henoch, gente tan conocida como Gabriele Boccaccini, Isaac Oliver, Timothy Sailors, James Waddell y Jason Zurawski (nombres a los que sin duda se sumarán otros en los próximos meses); y, aparte, quizá también, Ra'anan Boustan. Para aquel que se haya adentrado un poco en el mundo de los estudios más recientes sobre Pablo de Tarso no se le escapará que en el Congreso de Roma estarán presentes casi todos. Allí intentaríamos presentar la “Guía para entender a Pablo” e intentaríamos convencerlos de que merece la pena que, vertido al inglés, nos ayuden a buscar una editorial anglosajona que acoja el libro de acuerdo con le editorial española, Trotta. Estamos procurando que el estilo sea igual de claro que la “Guía para entender el Nuevo Testamento”, con lenguaje sencillo y llano, explicando todo, procurando primero que se lea a Pablo y se entienda, sin notas… Un libro altamente técnico, es cierto --¡no es una novela, en verdad!- pero al mismo tiempo altamente accesible al mismo público que el de la Guía anterior. Y esto es más o menos todo lo que se me ocurre decir a propósito de este feliz incidente que me permite expresar con total sinceridad mis esperanzas y mis angustias… junto con las de Carlos. Saludos muy cordiales de Antonio Piñero, culpable final de la redacción de estas líneas, y de Carlos A. Segovia www.antoniopinero.com
Viernes, 22 de Febrero 2013
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Lo visto en postales anteriores muestra que, aunque la pena de muerte resulta injustificable desde una concepción humanista del derecho penal, resulta que existen criterios de fe para defenderla, los cuales convencen a muchos seres humanos tanto o más que los argumentos de razón. Y hay muchos seres humanos que piensan que no se puede -o no se debería, en caso de que se pudiera- dejar al criterio político el decidir en casos que afectan a una ley moral promulgada por Dios. Cuando en ocasiones se afirma que “es imposible legitimar religiosamente la pena capital y sancionarla teológicamente” simplemente se están expresando deseos, no utilizando argumentos ni diciendo verdad alguna. Siempre seguirá siendo posible, en virtud de la fe cristiana -y en particular de la católica, cuyas fuentes de revelación son la Escritura y la Tradición-, considerar la renuncia a la pena de muerte no como un progreso humanitario y la aplicación de principios de la más alta religiosidad, sino más bien como una debilidad moral y una concesión a la secularización del orden político-civil . Lo grave del asunto es que los argumentos de razón no valen de nada en estos casos, en los cuales la pena de muerte es legitimada mediante Escrituras y Tradición consideradas de origen divino. En segundo lugar, lo dicho implica la falsedad de una habitual (auto)presentación teológica según la cual la violencia en la Iglesia es algo perteneciente únicamente al pasado. Que durante siglos y siglos las cosas hayan sido como han sido, bajo los ojos de todas las Iglesias cristianas, que permanecían silenciosas o daban abiertamente su aprobación a la pena de muerte -y, podría añadirse, a la tortura- es algo que no se explica volcando la culpa en el carácter presuntamente más bárbaro del clima moral de otras épocas o argumentando que la violencia es un fenómeno muy humano. Es falsa la idea -también bastante extendida- según la cual la defensa de la legitimidad de la pena de muerte por parte de la Iglesia se debería a una malinterpretación milenaria llevada a cabo por ciertos individuos supuestamente de cualidades intelectuales y/o morales inferiores a las de los contemporáneos. En efecto, los creyentes que por convicción o por gusto se oponen a la pena de muerte intentan por todos los medios convencerse a sí mismos y a los otros de que esa oposición es lo que se deduce de una interpretación correcta de la Escritura, mientras que la postura contraria solo sería comprensible como fruto de la eiségesis o la aplicación al razonamiento de esquemas intelectuales ajenos a lo cristiano. Esta es también únicamente una piadosa ilusión. En tercer lugar, y en inextricable conexión con lo anterior, cabe deducir que cuando los creyentes manifiestan “escandalizarse” en relación con la posición favorable de la Iglesia oficial a la pena de muerte (v. gr. en el Catecismo), y ponen el grito en el cielo, tales alharacas parecen ser solo posibles en virtud de una grave ignorancia (o de un uso arbitrario) de la Escritura y de la Tradición. Continuará. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 20 de Febrero 2013
Notas
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Autor, lugar y fecha de composición de HechNerAqu Como es habitual en todos los Hechos Apócrifos, el autor oculta su identidad en el más estricto anonimato. Solamente podemos colegir su personalidad por los perfiles manifiestos de su obra. El autor de la de los Hechos de Nereo y Aquiles es un cristiano imbuido de la mentalidad encratita, tan presente en otros apócrifos. Los extensos alegatos dirigidos por los dos siervos a su ama Domitila rozan los límites de la heterodoxia. El autor Dado que el autor original escribe en griego, Achelis piensa que podía ser un griego residente en Roma (Acta ss. Nerei et Achillei / Text und Untersuchung von Hans Achelis (1893) pág. 67). El lugar en que fue compuesta la obra El lugar original de estos Hechos es con toda probabilidad la ciudad de Roma. El autor tiene un amplio conocimiento de la ciudad y sus alrededores. Sabe de las vías importantes, que son el centro del culto de sus mártires: Ardeatina, Latina, Nomentana, Salaria. Conoce lugares como Terracina en la costa meridional del Lacio; Amiterno en la región de los Abruzzos, población llamada ahora San Victorino, el santo que en ella fue martirizado; Cutilias en la región de los sabinos. El texto griego de los Hechos emplea términos latinos con sencilla espontaneidad. Así, por ejemplo: koubikoularíous, illoústrios, bikáriōi, kourátora. Es decir, “camareros”, “ilustre”, “vicario”, “cuidador”. El dato confirma que Roma, su lengua, su geografía y sus tradiciones son detalles familiares para el autor. Fecha de su composición La mención del sepulcro de Petronila junto a las tumbas de Nereo y Aquiles en las catacumbas de Domitila ofrece un término a quo para la fecha de composición de estos Hechos, que no podría ser anterior al 394, año de la consagración de la basílica. Esta es una de las razones por las que H. Achelis en su obra citada, pág. 68, prefiere señalar el siglo VI como el tiempo de composición de estos Hechos. Concretamente, el reinado de Justiniano (527-565) es para Achelis una época que ofrece más probabilidades que el siglo anterior, como quieren otros investigadores. El texto que seguimos en nuestro estudio sigue prácticamente el del códice Vaticano 866, del siglo XI. El códice C, Vaticano del siglo XV, es un resumen o extracto de los Hechos, y abarca una tercera parte de su contenido. Del abundante material de los relatos extrae las partes que le interesan, como son los pasajes que recogen las historias de Petronila, Nereo-Aquiles y Domitila. Es difícil comprender cómo una obra que narra el martirio de trece mártires se rotule como Martirio de los santos Nereo y Aquiles o como Hechos de Nereo y Aquiles. Un decidido devoto de estos mártires rodeó su recuerdo de otros compañeros mártires para añadir brillo a su memoria. (Cuadro de los santos Nereo y Aquiles) Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Lunes, 18 de Febrero 2013
NotasHoy escribe Carlos A. Segovia Las posibles conexiones entre el islam primitivo, de un lado, y el judaísmo y el cristianismo, de otro, han llamado a menudo la atención de los estudiosos de los orígenes del islam. El ambiente cristiano en el que Mahoma pudo formarse, su compleja actitud —y la de sus primeros seguidores— hacia judíos y cristianos, y, por último, la presencia de motivos judíos y cristianos en el texto coránico y en las tradiciones musulmanas primitivas, han sido ampliamente estudiados en los últimos doscientos años. Pero puede decirse que hacia los años 70 del pasado siglo tuvo lugar un cambio de proporciones considerables en la manera de enfocar el estudio de los orígenes del islam. Tradicionalmente tenido por auténtico, el metarrelato sobre el nacimiento del islam en la Arabia de mediados del siglo VII que nos suministran las fuentes islámicas más tempranas, es hoy considerado por un número creciente de estudiosos demasiado ideológico y tardío —demasiado eulógico— como para ofrecer una imagen veraz de la emergencia del islam. Actualmente están explorándose nuevas cronologías que van desde finales del siglo VII hasta mediados del VIII (esto es, desde época marwaní hasta época abasida) y geografías alternativas que tienden a situar el nacimiento del islam en la región siro-palestina. Análogamente, somos cada vez más los que vemos la primitiva comunidad islámica como una secta monoteísta difícil de determinar en cuanto a su identidad pero que evolucionó desde el judeocristianismo hasta constituirse en un grupo específicamente islámico, lo que probablemente ocurrió mucho más tarde de lo que suele pensarse y de manera un tanto ambigua, ya sea a la vez que el movimiento político que llevó a los árabes a hacerse con el control de los territorios del Creciente Fértil o al margen del mismo y, quizá inicialmente, en oposición a él. Por otra parte, en estos años ha comenzado asimismo a prestarse atención a los estratos redaccional y editorial del texto coránico, previos a su canonización; muchos contemplamos hoy el Corán, de hecho, como una suerte de “palimpsesto” originalmente formado por diferentes escritos independientes entre sí tras cuya letra pueden descubrirse pasajes encriptados tomados de la literatura pseudoepigráfica intertestamentaria y de la literatura apócrifa y litúrgica del cristianismo, y cuya hipotética función litúrgica y/u homilética contrastaría, así pues, con las preocupaciones jurídicas características de la posterior tradición islámica y que, una vez formada, ella proyectó retroactivamente sobre el texto coránico. Finalmente, la historicidad de la figura de Mahoma como fundador del islam también ha sido contestada en las últimas décadas, dada la escasez y el carácter una vez más tardío y esencialmente literario de las más tempranas biografías del profeta del islam. Son tres, en suma, las corrientes hoy en vigor en cuanto al estudio de los orígenes del islam: (a) El punto de vista tradicional, que todavía goza del respaldo de numerosos estudiosos occidentales; (b) Una serie de enfoques radicalmente revisionistas que han contribuido a redefinir los contornos, los contenidos y los temas propios de dicho campo de estudio; y (c) Diversos enfoques que cabe calificar de moderadamente revisionistas y que se sitúan a medio camino entre la perspectiva tradicional y los enfoques revisionistas radicales. Los trabajos que yo mismo he dedicado recientemente a la presencia de ciertos textos apocalípticos judíos como 1 Henoc y el Apocalipsis de Abraham en el Corán y al aparente uso que los editores del texto coránico hicieron del segundo de ellos (junto con el capítulo 3 de Gálatas y el 4 de Romanos, probablemente) al diseñar el mito fundador del islam(*), se inscriben en el interior del que he denominado revisionismo radical. Aparte del primero de tales trabajos (incluido en el libro en homenaje a John Wansbrough que edité hace escasos meses con mi colega Basil Lourié), el lector podrá encontrar en el enlace suministrado a continuación una bibliografía preliminar pero a la vez razonablemente amplia, creo, sobre este apasionante tema de estudio, el cual, lamentablemente, aún no ha recibido en España la atención debida. Pero confiemos en que esto cambie. Entre tanto, he aquí el enlace prometido, correspondiente a una entrada enciclopédica que estoy actualmente preparando y que dista, por tanto, de quererse todavía completa. Saludos cordiales. Carlos A. Segovia http://www.4enoch.org/wiki2/index.php?title=Early_Islamic_Studies (*) Segovia, C. A. "Noah as Eschatological Mediator Transposed: From 2 Enoch 71-2 to the Christological Echoes of 1 Enoch 106.3 in the Qur'an", Henoch 33.1 (2011) 130-45; "Thematic and Structural Affinities between 1 Enoch and the Qur'an: A Contribution to the Study of the Judaeo-Christian Apocalyptic Setting of the Early Islamic Faith", en C. A. Segovia y B. Lourié, eds., The Coming of the Comforter: When, Where, and to Whom? Studies on the Rise of Islam and Various Other Topics in Memory of John Wnsbrough (Piscataway, N.J.: Gorgias Press, 2012) 231-67; "'Those on the Left' and 'Those on the Right': Rereading Qur'an 56.1.56 (and the Founding Myth of Islam) in Light of Apocalypse of Abraham 21-2" (paper presentado al symposium "Apocalyptique et figures du mal", Universidad Libre de Bruselas, 2013).
Domingo, 17 de Febrero 2013
NotasHoy escribe Antonio Piñero Dentro de la batahola inmensa de noticias cruzadas de estos días acerca de la ya más que famosa renuncia papal en radio, TV y prensa, noticias contradictorias, etc. Yo también deseo escribir algo, pero lo haré dentro de unos días con más calma y para intentar ofrece textos antiguos que den una respuesta a afirmaciones destacadas pero cuya razón o sustento, que está en el cristianismo primitivo, por otra parte en textos elementales, no se ofrece. Lo haremos probablemente el domingo con más calma Hoy ofrezco textos sobre un curioso personaje que ha influido más que lo que parece en el ambiente semiapocalíptico que reina ahora , o ha reinado hace poco: Histaspes FRAGMENTO III (Lactancio, Div. inst. 7, 15, 17-19) 17 Las palabras de los profetas anuncian que la muerte va a tener lugar pronto mediante expresiones perifrásticas, para que nadie pueda entenderlo con facilidad. 18 Sin embargo, las Sibilas dicen con claridad que Roma perecerá por juicio de Dios, ya que ella odiará el nombre de Dios y, convertida en enemiga de la justicia, atormentará al pueblo nutrido en la verdad. 19 Asimismo, Histaspes, que fue un rey muy antiguo de los medos, del que procede el nombre del río que ahora se llama Hidaspes, transmitió a la posteridad un sueño extraño, que fue interpretado por un niño : “El Imperio y el nombre de Roma serán arrancados del mundo” . Esto lo profetizó Histaspes mucho antes de la fundación de la famosa Troya . FRAGMENTO IV (Lactancio, Div. inst. 7, 15, 11) La causa de esta devastación y destrucción será el hecho de que el nombre de Roma, con el que ahora es dominado el orbe, será arrancado de la tierra , el Imperio regresará a Asia; de nuevo Oriente dominará y Occidente será esclavizado . FRAGMENTO V (Lactancio, Div. inst. 7, 16, 4-14) 4 Seguirá la confusión y turbación del género humano, una vez que se haya cambiado la sede del Imperio. 5 Entonces vendrá una época detestable y abominable, en la que no habrá vida feliz para ningún hombre . Serán destruidas las ciudades desde sus cimientos y se vendrán abajo, no sólo con hierro y con fuego, sino también con continuos movimientos de tierra, inundaciones, constantes pestes y numerosas hambres . 6 El aire se adulterará y se hará corrupto y pestilente, tanto por inoportunas lluvias como por una estéril sequía, por fríos excesivos o por calores extremos, y la tierra no dará frutos al hombre. Ni la espiga, ni el árbol ni las viñas producirán, sino que presentarán la máxima esperanza en su florecimiento, pero decepcionarán en el fruto. 7 También se secarán las fuentes y los ríos, de modo que falte incluso la bebida, y el agua se convertirá en sangre y en líquido amargo. Además, faltarán en la tierra los animales, en el aire las aves y en el mar los peces. 8 Asimismo prodigios admirables confundirán las mentes de los hombres con un enorme terror: cabelleras de los cometas, tinieblas del sol, el color de la luna y caída de las estrellas... 10 Entonces los años serán más breves, los meses se acortarán y los días se reducirán... 11 También los montes más altos serán igualados con las llanuras y el mar no será navegable... 12 Entonces a través de la ira de Dios el hierro, el fuego, el hambre, la enfermedad y el miedo, que amenaza sobre todo, se alzará contra los hombres que no han conocido la justicia . En ese momento rezarán a Dios y no les escuchará, desearán la muerte, pero no llegará... se alegrarán por los muertos y gemirán por los vivos. 13 Con éstos y otros muchos males se producirá la desolación en la tierra y el mundo quedará deformado y desierto... 14 En efecto, la raza humana desaparecerá hasta tal punto que quedará apenas la décima parte de los hombres y donde había mil, apenas habrá cien . Incluso perecerán dos partes de los fieles de Dios y permanecerá una tercera parte, que ha sido aceptada . Conclusiones: • Roma = EE. UU, en opinión de muchos. • Canción repetida: no hay que creerla, naturalmente • Textos acomodables a circunstancias repetidas • Pero me temo que algo de esto es lo que probablemente ocurrirá…, pero no por profecía, sino por el enfrentamiento real del Islam contra Occidente Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 15 de Febrero 2013
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Un examen detenido de los argumentos presuntamente fundados en la experiencia o la razón esgrimidos a favor de la pena de muerte revela su debilidad, y muestra que la pena capital apenas resulta defendible en clave racional. No se puede argüir que la pena de muerte constituya una exigencia para la salvaguardia de la sociedad ni un acto de legítima defensa, ni que posea capacidades intimidatorias. Por el contrario, puede probarse que, lejos de resolver nada, la legalización de la pena de muerte genera embrutecimiento, sirve de cobertura a la lógica de la venganza, produce de manera intermitente el asesinato de personas inocentes, favorece la discriminación y la represión irreparables contra minorías, en casos políticos a menudo crea nuevos mártires, y expone a las sociedades que la permiten a hacerse merecedoras de la misma violencia cuya legitimidad en última instancia no niegan. El afán por justificar la pena de muerte radica más bien en ciertas fuerzas instintivas del psiquismo humano, que, aunque no sean del todo conscientes, conservan una eficacia extraordinaria. Lejos de ser una solución, el uso de la pena de muerte se limita a dar la impresión errónea de que se están tomando “medidas firmes” contra el crimen; de este modo, el énfasis en la pena capital impide demasiado a menudo prestar atención y recursos reales al problema de la delincuencia en un Estado moderno y adoptar las medidas más complejas que son realmente necesarias para su tratamiento. Esto obliga a quienes defienden la pena de muerte a empecinarse en el argumento de la retribución... y/o a recurrir a una fundamentación religiosa. Es, en efecto, posible una fundamentación religiosa (y esto se comprueba en el caso de las tres principales religiones monoteístas) de la legitimidad de la pena de muerte -cuando no de otros tipos de violencia-. Por lo que respecta al caso específico de la Iglesia católica, hemos podido comprobar que en su Escritura de forma parcial y en su Tradición de manera abrumadoramente mayoritaria tiene lugar la legitimación de la pena de muerte. Aun si a esta constatación -difícilmente impugnable, como muestran los propios desesperados esfuerzos de los creyentes abolicionistas- quisiera objetarse que cabe de todos modos una interpretación abolicionista en perspectiva cristiana, la aceptación de la objeción no cambia en nada la gravedad de lo constatado, puesto que entonces habrá de reconocerse honradamente que esa equivocidad de la postura ante la pena de muerte sólo es explicable como el reflejo de una constitutiva ambigüedad doctrinal. Dicho de otro modo: nadie ha sido ni podrá ser capaz de probar que del conjunto de las Escrituras consideradas inspiradas y de la Tradición se deriva un absoluto “no matarás”. La defensa de la pena de muerte a lo largo de casi toda su historia, y la posibilidad de una constante defensa de tal pena por parte de la Iglesia Católica no se deben, por consiguiente, a un inescrutable azar, sino a la constitutiva equivocidad de las fuentes de la Revelación, lo cual en ciertos temas como el que nos ocupa permite extraer de ellas prácticamente lo que se quiera. Al igual que es cierto el principio según el cual Ex contradictione quodlibet, así también puede afirmarse que Ex confusione quodlibet. La fe católica, como tal, no proporciona ni puede proporcionar criterios inequívocos para oponerse a la pena de muerte. A esta luz se entiende la total confusión conceptual y moral de que adolece al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica, tanto en su versión oficial como en la versión popular ad usum Delphinorum. Las implicaciones de lo dicho hasta el momento son tan curiosas como graves, y las desgranaremos en próximas postales. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 13 de Febrero 2013
Notas
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Valores doctrinales del MartNerAq Si comparamos los Hechos sobre el Martirio de los santos Nereo y Aquiles con los cinco Hechos Apócrifos primitivos, notamos una notable y evidente diferencia. Los Hechos primitivos son densos en doctrina y abundan en fragmentos parenéticos, mientras que los relatos del MartNerAq carecen de esas características. No hay apóstoles predicadores. Ni siquiera se mencionan reuniones de cristianos en las que resuene la voz de exposiciones teóricas o de exhortaciones de carácter práctico. Los pasajes dialogados prevalecen frente al relato de acontecimientos. La secuencia milagro-conversión-bautismo es ordinaria y frecuente, casi rutinaria. No hay conversiones que puedan considerarse fruto de una dialéctica doctrinal. Los pasajes más parecidos a las parénesis teórico-prácticas son las recomendaciones dirigidas a Domitila por sus siervos Nereo y Aquiles sobre los valores de la virginidad, que forman una parte sustancial de estos Hechos y les proporcionan un subido color encratita. Nereo y Aquiles insisten en los atractivos de la virginidad, tan amada por Dios como por los ángeles. Es la virtud que “aventaja a todas las virtudes” y “ocupa el segundo lugar después del martirio” (c. 6). Más que una exposición positiva de la virginidad, las reflexiones de Nereo y Aquiles presentan un cuadro exageradamente pesimista sobre las sombras de la vida matrimonial. La mujer casada pierde su libertad y queda sometida a la tiranía de su marido (c. 3). Tiene que permanecer frecuentemente encerrada en casa y apartada del trato con otras personas, incluidos sus padres (c. 7). Muchos maridos son celosos, como fue el padre de la misma Domitila. Otros son adúlteros y corrompen a las criadas de la casa. Cuando surgen problemas, se ponen del lado de las criadas contra sus propias esposas. El proceso completo de la concepción, la gestación y el parto es una secuencia de molestias y pesadumbres. La gestante tiene que soportar el peso, las hinchazones y la disminución de movimientos. Y esto en el caso de que todo vaya bien. Pues con harta frecuencia surgen contratiempos y es preciso trocear al feto dentro de las entrañas de la madre. En tal caso el niño “degüella a su propia madre antes de nacer mientras él es degollado antes de iniciar su nacimiento” (c. 4). Con frecuencia el niño nace enfermizo o contrahecho, lleno de pústulas o endemoniado. La madre debe exponer sus intimidades a los ojos de otras mujeres. Hasta queda desnuda ante hombres extraños por exigencias del arte de la medicina. El matrimonio destruye de forma total e irrecuperable la integridad con que la naturaleza ha dotado a las mujeres. Cualquier otro defecto se corrige con el esfuerzo o con medios técnicos. El mismo pecado puede borrarse con la penitencia. Pero “la virginidad, una vez perdida, ya no puede recuperarse” (c. 5). La virgen conserva su libertad y se siente dueña de su destino y de su vida. La mujer casada queda muy condicionada en muchos aspectos de su vida `por la autoridad del marido y con su libertad claramente menguada. Una práctica devota testificada en estos Hechos es el culto a los mártires, cuya virtud ocupa la cima de todas las virtudes (c. 6). Después de cada martirio se narra la preocupación de los fieles por recoger los cuerpos de los mártires y darles honrosa sepultura. Con frecuencia suelen edificar iglesias que sirven de santuarios en memoria de los mártires en ellas sepultados. Esas iglesias se convierten en lugares de peregrinación, donde se producen abundantes curaciones milagrosas. Los trece martirios narrados van seguidos sin excepción del testimonio de la devoción de los cristianos y del culto a la memoria de sus mártires. En este sentido merece los honores de un recuerdo la iglesia del siglo IV, descubierta en las catacumbas de Domitila en Roma, en la que son evidentes las menciones de san Aquiles y la presunta memoria paralela de su compañero de servidumbre y martirio san Nereo. (Catacumbas de santa Domitila en Roma) Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Lunes, 11 de Febrero 2013
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Prometí la semana pasada transcribir hoy domingo el Prólogo a este más que interesante libro. Lo hago ahora, aunque pienso –si no me equivoco— que en algunos de los links/vínculos ofrecidos puede leerse también. Pero da igual. Aquí está: PRÓLOGO Este libro de Carlos A. Segovia es absolutamente indispensable en el panorama de los estudios sobre Pablo de Tarso en lengua española, pues presenta con rigor y claridad los resultados de una novedosa línea de investigación sobre la que la inmensa mayoría del público culto e interesado en los estudios sobre el cristianismo –y diría que incluso entre los profesionales de la teología- no tiene todavía ninguna o escasa información. Esta línea investigadora se centra sin duda en el núcleo del pensamiento del apóstol Pablo e intenta ofrecer razonadamente una interpretación nueva, pero que se piensa como mucho más acorde con el carácter profundamente judío del personaje, La verdad es que desde antes de la Segunda Guerra Mundial se vienen planteando reiteradamente, sobre todo por autores en lengua inglesa, cuestiones básicas acerca de si entendemos correctamente el pensamiento de la figura más prominente del cristianismo después de Jesús. Pero en España tales debates han tenido escasa o nula repercusión hasta ahora. Podríamos preguntarnos incluso si éste podría ser un silencio interesado, fomentado por las autoridades eclesiásticas a quienes en nada podría interesar que tales debates lleguen a la opinión pública. Ciertamente, los temas tratados en este libro son de capital importancia para la comprensión cabal del pensamiento de Pablo y la respuesta que a ellos se ofrece es clara y, a los ojos de muchos, radical. El autor presenta ordenada y claramente las opiniones de los principales representantes del nuevo planteamiento, para abordar él mismo las cuestiones suscitadas por este repaso del estado de la investigación ofreciendo sus propias respuestas y procurando fundamentarlas con el análisis de los textos principales de las cartas de Pablo, en especial la Epístola a los romanos. Ante todo se plantea el autor el alcance de la denominación común de Pablo como “Apóstol de los gentiles” y el papel que desempeña en verdad en su teología la incorporación de los paganos al grupo de creyentes en Jesús como mesías. No menos importante es abordar la cuestión conexa de la mal denominada “conversión” de Pablo, puesto que el Apóstol jamás la denomina así, sino “llamada” de Dios Padre o de Jesús. ¿Cómo pudo Pablo “convertirse” a algo si realmente éste algo no existía aún? Unida a esta cuestión va otra, también básica y frecuente, que se oye plantear muchas veces entre gentes interesadas por los orígenes de su fe: qué fundamento real tienen quienes defienden que fue Pablo y no Jesús el que creó, o fundó el cristianismo Es sabido que existen hoy confesiones que se denominan cristianas, pero que no creen en la divinidad de Jesús. ¿Fue Jesús un ser divino, o no lo fue según la teología del Apóstol? Consecuentemente, al responder a tal pregunta el autor se plantea si el Nazareno fue para Pablo un hijo real, óntico –casi diríamos, para entendernos bien, hijo “físico” de Dios-- o por el contrario, si hay que entender tal filiación según el más puro estilo judío. Naturalmente la investigación trata de estudiar cómo entiende el sintagma “Hijo de Dios” no sólo el Antiguo Testamento, por muy importante que esto sea, sino también –y diría que ante todo— en la literatura judía religiosa compuesta entre los siglos III a.C. y I d.C., aunque no fuera aceptada en el canon de Escrituras sagradas. Y la razón es que tales textos, que intentan completar o precisar la teología del Antiguo Testamento, fueron en verdad el humus donde creció parte del pensamiento religioso no sólo de Jesús, sino también de Pablo y otros seguidores del Nazareno. El debate sobre si la muerte de Jesús en la cruz tuvo realmente para el Apóstol el sentido sacrificial, es decir, el de una víctima cuya muerte borró ante Dios todos los pecados del mundo, es conocido por los lectores españoles ya que ha sido planteado ante todo por los teólogos de la Teología de la liberación. En este libro se aborda tal cuestión no a partir del estudio de los Evangelios, sino más atrás, señalando con razón que, a pesar del orden y presentación tipográfica del Nuevo Testamento que ofrece al lector primero los Evangelios y luego las epístolas paulinas, estas comenzaron a escribirse una dos décadas antes del primer escrito evangélico, en orden cronológico, el de Marcos. El tema de “Pablo y la ley de Moisés” es también capital en este libro, como es natural. Pero, ¿debemos enfocarlo de un modo radicalmente distinto a lo usual? Puede haber dudas serias de que Pablo cuestionara la ley de Moisés de un modo tan absoluto como se mantiene normalmente. Otro tema básico es la conversión de los paganos según Pablo. El núcleo de la vida misionera del Apóstol fue su denodado intento de convertir a “gentiles”, no judíos, a la fe en Cristo cómo mesías. El nuevo enfoque radical del pensamiento paulino presentado en este libro se plantea cómo debe comprenderse tal afán y qué función desempeña en la teología de Pablo. Unido estrechamente a él se halla el espinoso problema de la increencia de la mayoría de los judíos en el personaje, Jesús, al que sus seguidores aclamaban como el verdadero mesías de Israel. Es éste uno de los temas cruciales de la última carta de Pablo, la dirigida a los romanos y es una cuestión que debía de angustiar realmente a Pablo. Situar la solución que ofrece la Epístola a los romanos dentro del esquema general del pensamiento del Apóstol es uno de los afanes principales de este libro. El lector podrá encontrar, como muy sugestiva e interesante en mi opinión, la solución que él ofrece, que intenta bucear en cómo Pablo pudo concebir la aceptación de su muerte por parte de Jesús. La dilucidación de sus razones abocará también en este libro a indagar en qué sentido decía Pablo que, al final, “todo Israel se salvará”. Como se ve, los temas abordados en este libro son cruciales, van a la raíz de la teología paulina y se enfrentan sin miedo a los espinosos problemas que una correcta interpretación suscita. Es claro que su respuesta tiene gran importancia para dilucidar cómo debe comprenderse hoy esta teología, que después de la muerte del personaje, Pablo, se convirtió en uno de los ejes principales sobre los que se vertebra la teología cristiana, junto con la elevada cristología --es decir la “ciencia sobre cómo debe considerarse a Jesús como mesías”— del Cuarto Evangelio, No me cabe duda de que el libro presente suscitará una fuerte polémica intelectual. Algunas de sus interpretaciones son sin duda discutibles, y yo mismo tengo hacia ellas algunas reservas. Pero precisamente por ello el interés por leerlo puede ser aun más acuciante. Además, como el autor está perfectamente informado de la literatura que se ha generado últimamente sobre las cuestiones discutidas, el lector encontrará en las notas una bibliografía totalmente al día que le servirá de pista segura si desea profundizar en algunas de las cuestiones propuestas a discusión. Es inútil y dañino a la larga el intento de evitar que estas nuevas líneas interpretativas, realizadas con toda seriedad y en el ámbito de la investigación universitaria, vean la luz entre los lectores de lengua hispana, como creo que ha podido pretenderse ya por quienes se sienten inseguros en sus posturas intelectuales, aun aparentando una notable firmeza externa en su defensa. Por ello, y aun no convencido en todos los casos por las nuevas tesis radicales, recomiendo vivamente su lectura. El lector verá que la interpretación usual del apóstol Pablo, tan básica para su fe, o para su cultura religiosa, no es tan segura como parece. Saludos cordiales Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Domingo, 10 de Febrero 2013
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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