CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


Cuando ocurrirá con exactitud la venida del Reino de Dios es cosa que no conoce Jesús con certeza, ni tampoco le preocupaba excesivamente, ni se entretenía en cálculos. Así lo dice la sentencia recogida en Lc 17,20:


Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: «El Reino de Dios viene sin que pueda calcularse (griego: ouk… metá parateréseos)


Sólo sabe Jesús que tal llegada está muy próxima (griego eggiken) tal como aparece por ejemplo en Mc 1,15:


« El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca  »

Y es tan cercana que Jesús envía a sus discípulos a proclamar a todo Israel esta venida, porque a él no le da tiempo personalmente. Y no sólo esto: la venida está tan inminente que si en una ciudad no se les hace caso, no deben los discípulos perder en ella tiempo ninguno, sino despreciarla (bien por su dureza de corazón, o por la pérdida de la oportunidad de conversión), sacudir contra ella el polvo de sus sandalias y apresurarse a llegar a la siguiente:

« Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies » (Mt 10,14)


Si el Reino estuviera ya aquí, aunque fuera «de algún modo» (frase típica de algunos comentaristas como J. P. Meier), no tendría Jesús tanta prisa.

Acabamos de traducir Lc 17,20 Jesús como que el reino de Dios no vendrá «con cálculos» (griego, meta paratereseos). Hay que confesar que esta frase es difícil, pero ciertamente no significa que la venida del reino de Dios «no se producirá aparatosamente» (como traduce Rafael Aguirre, en el libro ¿Qué se sabe… de Jesús de Nazaret?, p. 72), sino que no puede determinarse con exactitud el día, la hora y el lugar con cálculos de signos astronómico/astrológicos; sólo el Padre sabe la fecha:

« Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre » (Mc 13,32).

Y a menos que atribuyamos una gran parte de los signos escatológicos celestes de la venida, en Marcos 13, no a Jesús, sino exclusivamente a la iglesia primitiva (con lo que –en mi opinión se presentaría un Jesús no verdadero, no apocalíptico), el reino de Dios vendrá aparatosamente, con grandes signos, con cataclismos, angustias, tribulaciones, guerras, huidas rápidas, etc.

« Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas  »(Mc 13,24-25).

Jesús, en Lc 17,20, sólo quiere decir que sus colegas fariseos, aunque sean muy listos, y a pesar de su afición a los cálculos y combinaciones de signos, no caen en la cuenta de que los inicios decisivos del Reino están ya presentes en medio de ellos, entre ellos, es decir “a su alcance”, como indica la continuación de la frase en Lucas:

« Y no dirán: “Vedlo aquí o allá”, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros »

La unión de las sentencias de Marcos 13,24-25 y Lc 17,20-21 es difícil:

1. Es posible que pueda significar que una vez el Reino haya venido de improviso y con gran aparato celeste, no haya que preguntar “¿Dónde está?” (y la respuesta sería: “Vedlo aquí o allá”) porque el Reino se presentaría sin duda alguna: “el Reino de Dios ya está entre vosotros» = “el Reino de Dios ya estará entre vosotros» = presente por futuro.

2. O bien es posible que haya de entenderse como se ha interpretado la mayoría de las veces, a saber que los inicios del reino de Dios están ya al alcance de todos (“entre ellos”) incluso de los fariseos…, si se arrepienten.

3. O bien es posible también que Lc 17,21 (¡piénsese que la frase está dirigida a los fariseos con los que Jesús está disputando agriamente! ¿Cómo va a “estar el Reino entre ellos?”) sea una interpretación de Lucas de una sentencia de Jesús que pudo significar otra cosa. Lo discutiremos más adelante.


De cualquier modo parece que el pensamiento de Jesús era que poder calcular con exactitud la venida del Reino era restar a Dios algo de su omnipotencia, de su independencia en la decisión de establecerlo: el momento y el cómo. Sólo puede saberse que el «tiempo que resta» es escasísimo: la venida del Hijo del Hombre con la instauración del Reino está «a las puertas» (Mc 13,29: “Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas”).

Existe también otra posibilidad como señaló ya Johannes Weiss en su obra clave sobre “El reino de Dios en la predicación de Jesús” de finales del siglo XIX, y más recientemente Senén Vidal (Los tres proyectos de Jesús): es posible que Jesús comenzara a dudar de la inminencia de la venida del Reino a medida que constataba el fracaso de su misión en Galilea –las gentes no se convertían como esperaba-; entonces se decidió a anunciar la venida del Reino en la capital, Jerusalén, para tener más audiencia; la llegada a la ciudad aumentó en él la casi certeza de que su audacia iba a costarle la vida; es decir, preveía la posibilidad de su muerte… Que luego Jesús hubiera de interpretar esta muerte como instrumento acelerador de la venida del Reino es muy probable, aunque no esté claro en qué sentido.

Jesús pudo interpretar su muerte como purificatoria del pecado del pueblo que no prestaba oídos a su proclamación; o como sacrificio impetratorio ante Dios que «ablandara» su corazón respecto al pueblo y accediera por fin a instaurar el Reino. Sea de ello como fuere, parece claro que --dada la confianza absoluta de Jesús con Dios (quizá sólo quebrantada en el momento explícito de su fallecimiento, Mc 15,34 «¿Por qué me has desamparado?»)--, su muerte no podía significar el fracaso absoluto de su misión, que sólo dependía de Dios, sino otra vía para cumplirla. En opinión de muchos intérpretes no parece que Jesús la interpretara como un sacrificio estrictamente vicario (doctrina de Pablo), es decir, como un morir en substitución de otros.

Según el pensamiento de Jesús es absolutamente seguro que habrá un solemne Juicio divino indudablemente antes de la venida del Reino. Sin embargo, tampoco queda claro si este Juicio precederá inmediatamente a la regeneración del mundo presente o la sigue; más probable lo primero, como parece indicar la escena del Juicio final en Mateo 25, donde la sentencia precede al momento en el que las ovejas buenas, entran en el Reino (sea como fuere cómo se lo imagina el Jesús de este evangelista en este pasaje) y como los cabritos no entran en el Reino y deben cumplir condena eterna.

Según las sentencias de Jesús recogidas en Mc 9,44.45.47, es mejor evitar el pecado, quedar manco, tuerto o cojo, pero asegurar tras este sacrifico la entrada futura en el Reino:

« Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. 45 Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. 47 Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna »

Por Mt 12,41-42 y Lc 11,31-32:

« La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón.Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás (versión de Lucas),
 »
sabemos que también los muertos resucitarán y estarán presentes en el Juicio; algunos de ellos, gentiles que oyeron las proclamas a la conversión y se arrepintieron de sus maldades, como los ninivitas, o que buscaron la verdad, como la Reina del Sur, acusarán en ese tribunal a los malvados israelitas.


Seguiremos con ese complejo mundo de las tradiciones de Jesús sobre la venida del Reino que están mucho menos claras que lo que piensa la mayoría.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com


Viernes, 12 de Abril 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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