CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

Muchos de quienes hayan leído nuestro texto de la semana pasada se habrán percatado ya de que no era sino un divertimento de quien esto escribe. Ni existe –que sepamos– Niclas Schneeschmelzer, ni la idea de que la crucifixión de Jesús se debió a los dolores de cabeza de Pilato ha sido –que sepamos– aventurada seriamente por nadie. Las citas en alemán –excogitadas para dotar de mayor pedigree al asunto– eran apócrifas, así como todo lo relacionado con los “nuevos descubrimientos epigráficos y arqueológicos” (Crisipo y Sedonio, debo confesarlo, fueron los primeros nombres que se me vinieron a la cabeza). A fortiori, es pura invención todo lo dicho sobre la recepción del imaginario artículo en la SBL, la SNTS y el mundo teológico germanoparlante, y una completa ridiculez lo afirmado sobre su “trascendencia”.

¿Por qué, entonces, molestarse en escribir un texto así en un blog como este? Aparte de que la realidad del mundo humano es solo soportable con una considerable dosis de buen humor (y algunos de mis amigos y yo –espero que también algunos lectores – nos hemos reído de buena gana con el texto), existe una razón de peso: el disparate consistente en sostener que la crucifixión de Jesús tuvo como causa una jaqueca (o, si se prefiere, pues queda más chic, una "cefalea tensional") de Pilato no ha sido sostenido (que sepamos), pero lo esencial es que podría haberlo sido con toda naturalidad. La prueba incontrovertible es que (como ya apunto al referirme en el texto de la semana pasada a varios autores reales) ideas no menos disparatadas que esta han sido presentadas en los últimos años en respetadísimos foros exegéticos internacionales. Para muestra, daré en próximos posts unos cuantos botones. Atención: el resto de este texto NO es una broma.

Por ejemplo, en el año 2007, el profesor de Cambridge Justin Meggitt –con quien me tomé una cerveza en una terraza de Amsterdam antes de darme cuenta de que él era el perpetrador de lo que sigue – publicó un extenso artículo en el Journal for the Study of the New Testament (una revista cuyo antiguo director manifestaba hace años que rechazaba el 80% del material que recibe) titulado ‘The Madness of King Jesus: Why Was Jesus Put to Death, but His Followers Were Not?’. La tesis central de este artículo puede sintetizarse con las propias palabras del autor: “Las autoridades romanas no creyeron que Jesús fuera un pretendiente real. En lugar de ello, le juzgaron loco […] los Romanos ejecutaron a Jesús porque pensaron que estaban liquidando a un lunático iluso” (página 384). El autor está tan encantado con su idea que la ha transformado en un libro, cuya aparición está anunciada para octubre de 2013. Su título, que no es necesario traducir, no deja lugar a dudas: The Madness of King Jesus: The Real Reasons for His Execution.

Meggitt echa mano de su erudición para llenar de citas su artículo, pero aun así no puede evitar que su idea sea una solemne majadería. La majadería no estriba en la idea qua talis de que unos seres humanos pueden crucificar a otros por un quítame allá esas pajas (los seres humanos –esos individuos creados, al parecer, a imagen de Dios – hacen de todo a sus congéneres, incluyendo abrirlos en canal con un machete mientras respiran), sino en el hecho de aventurar – contribuyendo de este modo a la deforestación del planeta y a hacer desperdiciar a otros su valioso tiempo – una ocurrencia para épater le bourgeois cuando las razones de la crucifixión de Jesús (y de otros) están suficientemente claras desde siempre para cualquiera que haya estudiado un mínimo de historia y derecho romanos, y tenga asimismo oídos para oír.

Pero, además, es que la hipótesis de Meggitt no tiene ni pies ni cabeza. Por poner un solo ejemplo, pasa por alto con alegre despreocupación el hecho de que la tradición parece atestiguar la fama de maestro elocuente que tuvo Jesús, y hombres así no suelen ser considerados simplemente lunáticos. Además, el bueno de Justin no explica por qué Jesús fue ejecutado específicamente mediante la pena de crucifixión: los romanos no solían, que sepamos, crucificar a los orates.

Las geniales ocurrencias de Justin -que además de haber sido publicadas en JSNT, me consta que han sido discutidas en sesudos seminarios de Nuevo Testamento - están, con mucho, lejos de ser las más esperpénticas que se hayan perpetrado en los últimos años. Las hay mucho más insensatas (e incluso mucho más divertidas en su insensatez), como veremos en próximas entregas.

Así pues, si alguien se tomó en serio el texto de la semana pasada no debe sentirse especialmente avergonzado, pues este tipo de ideas son precisamente el aire que se respira en el enrarecido mundo de la exégesis bíblica y el así llamado “estudio histórico de Jesús”, un mundo en el que la más sofisticada erudición y la parafernalia académica concomitante conviven amigablemente con la falta de rigor más desvergonzada y la incurable insensatez general.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo


Miércoles, 3 de Abril 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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