CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hechos de los santos Nereo y Aquiles
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Final de la carta de Marcelo

Petronila, la hija de Pedro

Entre los temas consultados por los mártires Nereo y Aquiles a Marcelo, formaba una parte importante el caso de Petronila, la hija del apóstol Pedro. El papiro de Berlín 8502,4 cuenta los detalles del suceso. Pero la carta de Marcelo añade pormenores desconocidos sobre el caso. Informa que, por expreso deseo de Pedro, su hija había nacido paralítica. Pedro sabía que su hija sería hermosa y representaría un peligro para su propia castidad y para la castidad de los que la contemplaran. Era la razón de que su padre prefiriera que naciera paralítica.

Conoce y comunica Marcelo el nombre del cristiano que interpeló a Pedro preguntando por qué mientras Pedro curaba a los enfermos, su hija yacía paralítica. La respuesta de Pedro valía para las dos preguntas. Pedro curaba a los enfermos porque ese era el encargo recibido del Maestro que lo había enviado a evangelizar. Y si no curaba a su hija no era por falta de poder, sino “porque eso es lo que le conviene” (c. 15,1). Pedro ratificó su afirmación con una demostración palmaria. El hecho no necesitaba argumentos. Ordenó a su hija que se levantara y sirviera a las mesas, lo que ejecutó con prontitud. Inmediatamente le ordenó su padre que volviera a su lecho y a su estado de inválida. Y así permaneció, durante toda su vida, inválida, pero íntegra.

Cuenta Marcelo de los intentos de Flaco, el acompañante del príncipe, de llevarse a Petronila para contraer matrimonio con ella. Petronila le pidió un plazo de tres días con intención de hacer más propicio a Dios con ayunos y penitencias. A los tres días, llegó el santo presbítero Nicomedes, que celebró los santos misterios de Cristo. En cuanto Petronila recibió el don del Señor, se recostó y entregó su alma a Dios. Las mujeres nobles y las vírgenes, que habían acompañado a Petronila, celebraron sus honras fúnebres.

Felícula, la amiga de Petronila

No acabó así el caso de Petronila. Flaco pretendió casarse con Felícula, amiga íntima de Petronila. Le propuso una disyuntiva: o se casaba con él o la obligaría a sacrificar a los dioses. Felícula tenía las ideas muy claras. No se casaría con él porque estaba consagrada a Cristo, y no sacrificaría a los ídolos porque era cristiana. Flaco ordenó a su lugarteniente que la encerrara siete días en una celda oscura sin alimentos. Las esposas de los guardianes la abordaron diciendo que le convenía casarse con Flaco, “un hombre noble, joven, guapísimo y amigo del emperador” (c. 16,1). Felícula respondió solamente ratificando su condición de cristiana y su propósito de permanecer fiel a su esposo Jesucristo.

Pasados los siete días, fue llevada a la casa de las Vestales, donde pasó otros siete días sin alimentos. Colgada sobre un potro de tormento, confesó a gritos que ya estaba contemplando a Cristo en quien estaba todo su deseo. A los que le decían que renunciara a ser cristiana para quedar libre, les gritó diciendo: “Yo no renuncio a mi creador, quien por mí fue abrevado con hiel y vinagre, fue coronado de espinas y clavado en una cruz” (c. 16,3). Con esta confesión entregó su espíritu al Señor.

El santo presbítero Nicomedes conoció por revelación dónde había sido depositado el cuerpo de Felícula, lo recogió en secreto por la noche, lo colocó en un cofre y lo enterró en su panteón a siete millas de Roma junto a la vía Ardeatina. Flaco se enteró de la gestión realizada por Nicomedes y tomó la decisión de obligarle a sacrificar a los ídolos. Ante la resuelta negativa del santo a ofrecer sacrificios a piedras sin alma, “fue golpeado con bolas de plomo hasta que marchó en paz hacia el Señor” (c. 17,2). Un clérigo llamado Justo, amigo de Nicomedes, recogió su cuerpo y lo enterró en un pequeño jardín que poseía junto a los muros de Roma en la vía Nomentana. Los que oran en aquel lugar consiguen todo lo que piden por la intercesión del santo presbítero mártir. Con esto termina la carta de Marcelo, hijo de Marcos, prefecto de Roma.

(S, Pignoni, s. XVII. Muerte de santa Petronila)

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro


Lunes, 1 de Abril 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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