CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
“Pablo y la salvación de Israel”. Cuestiones disputadas en torno a Pablo de Tarso Diario de abordo de un diálogo (IV) (506)

Hoy escribe Carlos Segovia


7) ¿Qué lugar ocupan los capítulos 9–11 en el conjunto de la Carta de Pablo a los Romanos y cuál es la argumentación de Pablo en ellos?

C. A. S. — Para mí son el centro de la carta. Pablo no afirma en ellos que Dios haya rechazado a su pueblo, antes bien al contrario. Pero, si uno se fija bien, tampoco dice que los judíos deban finalmente creer en Cristo, por más que les reproche no haber entendido el alcance del momento presente que Cristo ha inaugurado. Su reproche cede, además, ante la constatación paradójica de que el plan divino está por encima de todo ello. Y al final, dice, todo Israel se salvará. Pero ¿qué quiere decir Pablo en Romanos 11,26 cuando afirma que “todo Israel se salvará”? En mi opinión, justamente eso: que todo Israel se salvará. Es necesario, a mi juicio, interpretar esa afirmación a la luz de lo que Pablo mismo indica más adelante sobre el carácter “irrevocable” de la “elección de Israel” (11,29). Pablo tampoco dice ahí que Dios vaya a mantener o a renovar su alianza sólo con aquellos judíos que reconozcan a Jesús como el mesías, sino, sencillamente, que la “elección de Israel” es “irrevocable”.

A. P. — Para mí también son el núcleo de la carta. Y, como sabes, yo no sostengo tampoco que Pablo afirme en ellos que Dios ha rechazado a su pueblo. ¡Jamás! Pero si se analizan bien los capítulos 10 y 11 (especialmente 10,5-12) sí dice Pablo que los judíos también deben creer en Cristo. Por no hablar del texto clave de 2 Corintios 3,4-18, que no puede omitirse. No encaja con el pensamiento global de Pablo que los judíos no tengan que aceptar al mesías de Dios o de Israel. Al predicar a los gentiles está manifestando Pablo qué es Cristo para ellos y para Israel, para el cosmos, y para la historia en general. Pablo dice a los gentiles que ha llegado el momento en el que Dios hará que Israel cumpla su misión dentro de la Alianza. La idea general es: el Dios fiel a la Alianza estima que ha llegado ya el final de la historia; es el momento de enviar el mesías al mundo. Entre otras cosas el mesías logrará el cumplimiento de la Promesa y la incorporación de los gentiles en Israel en igualdad de condiciones. Pero hará más: manifestará la justicia de Dios, es decir la fidelidad de Dios a su alianza; cumplirá, pues, con la Alianza con Israel, llevará la historia a su término, etc. ¡Pero todo por medio de su “hijo” el mesías de Israel! Lo que Dios ha obrado y obra, a través del mesías en la plenitud de los tiempos es la restauración final, los objetivos del éxodo y del exilio jamás cumplidos. Esos se cumplirán en los últimos días. Pablo sostiene que Dios tiene una nueva economía para este tiempo final, y toda esa economía pasa por su mesías y por el reino del espíritu, de Dios y de su ungido. Luego también Israel ha de creer en Cristo.


8) ¿Qué es exactamente, según Pablo, lo que la mayoría de los judíos no ha sabido ver con la llegada de Jesús?

A. P. — En Romanos 10,5-12 Pablo afirma que también los judíos deben buscar la “justificación que procede de la fe (pístis)” en oposición a la “justificación que procede de la ley (nómos)”. El v. 6 afirma que la ley de la fe es “traer a Cristo” para el judío; es decir, que el judío acepte a Cristo, lo que es fácil según él porque “la palabra de la fe que proclamamos está dentro de sus corazones” (v. 8). Fíjate en las palabras que emplea Pablo; dice: “la palabra de fe que proclamamos...”. Aquí Pablo comienza a clarificar el significado de “pístis” en este contexto: se refiere al acto de la proclamación del evangelio, que los judíos rechazan y los gentiles no. Luego lo que Pablo pide es que todos acepten la Palabra del evangelio, que crean y confíen en ella. Luego es superevidente que Pablo está exigiendo a sus connacionales judíos un acto de fe en el evangelio qué él predica y por extensión en Cristo. Y es también superevidente que lo que Pablo reprocha a sus correligionarios judíos en Rm 9-11 es su falta de fe no sólo en los planes de Dios, sino también en Cristo.

Los New Radicals sostienen que el Apóstol es un judío pleno del Segundo Templo, fiel observante de la Ley, etc. ¿Es creíble que dentro del núcleo de su teología rechazara Pablo lo que era esencial en el judaísmo de su tiempo, a saber que las Escrituras hebreas, todas, apuntaban a la salvación mesiánica? El siglo I fue de altísima temperatura mesiánica (casi diez “figuras mesiánicas registra Josefo entre la muerte de Herodes el Grande y el estallido de la Revolución antirromana del 66-70), tanto que llevó al pueblo a una guerra suicida contra el Imperio, firme en la idea de que una vez iniciada la lucha Dios ayudaría con su mesías y vencería a los gentiles. ¡Pero Pablo sostiene en Romanos que no es necesario que Israel crea en el mesías apuntado deseado, con una denominaciones u otras por los Profetas, porque se salvará todo entero simplemente aceptando que el mesías ha venido sólo para integrar a los gentiles en Israel? En Gálatas 2,7-8 sostiene Pablo que el núcleo de su evangelio a la incircuncisión es exactamente igual al evangelio de la circuncisión de Pedro. Ahora bien, ¿cuál es el núcleo del evangelio judeocristiano? Que Israel debe aceptar a Jesús como el mesías de Dios. Pretender lo contrario es no entender al Pablo completo…diría que no sólo de Romanos, Gálatas, 2 Corintios, sino ni siquiera de Romanos al completo. Insisto, pues, en que hay más textos paulinos que Rom 11,26 y más argumentos, aunque aquí nos concentremos en Romanos.

C. A. S. — En mi opinión, Pablo les reprocha no haberse percatado del momento en el que viven, inaugurado con la primera venida de Cristo y que debe saldarse con la incorporación de los gentiles a Israel. Nada más. La interpretación habitual de Romanos 10 (¡de la que creo que tú no logras librarte!) es, a mi modo de ver, inconsistente: Pablo habla únicamente de Cristo a los gentiles, y la aparente falta de fe que supuestamente reprocha más adelante a algunos de sus correligionarios (11,23) ha de ver únicamente (si leemos bien ese pasaje a la luz de 3,2-3) con su falta de fidelidad al Dios de Israel. Por otra parte, el símil de la competición atlética desarrollado en 9,30ss. es simplemente eso: un símil. Unos, los elegidos de Dios, no han sabido ver que las promesas de Dios van más allá de la elección de Israel (de la que la Ley es exclusivamente el signo) ni cuál es el medio por el que él redimirá a las naciones. Otros, aquellos a quienes Dios no había elegido, parecen en cambio haberse percatado de ello. El argumento es, a fuerza de enfático y binario, un tanto forzado, pues está por ver cuántos gentiles se dejarán persuadir por el evangelio y hay, por otra parte, ciertos judíos, como el propio Pablo —¡el cual habla siempre de su condición judía en presente!—, que han comprendido lo que está en juego (¡como había sucedido siempre con Israel, nada nuevo aquí!).

Como quiera que sea, razona Pablo, aquellos que parecían estar en desventaja están ahora en ventaja frente a quienes hasta aquí parecían estarlo, y a la inversa. Esto es, en mi interpretación, lo único que Pablo dice. No se puede olvidar ni pasar por alto, además, lo que él afirma en 15,8-9.18: “Cristo se hizo siervo de Israel para... hacer efectivas las promesas de Dios a los patriarcas y dar oportunidad a los gentiles de alabar a Dios por su misericordia”; “me limito a hablaros de lo que Cristo ha obrado en mí para conducir a los gentiles hasta Dios” (literalmente, “hasta su Alianza”). Habría quizá que comenzar a leer a Pablo prestando atención a estos versículos. Y, ya puestos, habría también que tener sumo cuidado al afirmar que el mensaje de Pablo ponía en tela de juicio la identidad judía. Primero, no había un único judaísmo en el siglo I, ni una única identidad judía por tanto (me reclamo en este punto de Neusner, Boccaccini, Boyarin...). Segundo, el tema de la incorporación de los gentiles a Israel contaba con importantes precedentes (¡son incluso más los textos favorables a ella que los que la cuestionan, como creo haber mostrado en mi libro!). Y tercero, incluso si Pablo hubiera criticado la ley judía —cosa que yo no creo que hiciera: lo único que él critica, a mi juicio y al de quienes defendemos el “nuevo enfoque radical”, es la supuesta necesidad de aplicársela a los gentiles—, es obvio que semejante crítica era interna, no externa, al propio judaísmo (el judaísmo apocalíptico no es exactamente anomista, pero representa, desde el primer momento, una tendencia disidente frente al establishment sadoquita postexílico y sus leyes); por no hablar de que, como Mario Sabán nos recordaba recientemente y tú mismo señalas, hay textos judíos antiguos que sostienen que, en la era mesiánica, la Ley carecerá de operatividad y, por ende, de validez.

Saludos cordiales de Carlos Segovia.

Domingo, 7 de Abril 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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