¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Tendencias Estratégicas
Blog
(V y última entrega)
NO HE he sido puro, pues rechazo todos los puritanismos, pero he sido ético, pues creo en los valores. ¿En cuáles? En los que cada uno asume como propios, sin necesidad de que sean superiores a los de los demás
NO HE dicho lo que en ese momento no me pedía el cuerpo decir.
NO HE hecho lo que no sentí que debía hacer
NO HE cantado himnos ajenos, y no socialicé mucho más allá de lo preciso, a pesar de lo mucho que mi madre se esforzó por enseñarme buenas maneras. Tengo la constancia de que mis errores me pertenecen a mí solo, de que no fueron inducidos, sino elegidos por mí con plena consciencia, a imagen de mi mismo.
NO HE sido miembro de nada que me condicionara, ni partidos políticos, ni ordenes de caballería, ni de Clubs encumbrados. En eso hice caso al sabio consejo de mi padre. La verdad es que he pagado un precio muy alto por esa empecinada independencia, pero no es menos cierto que ha sido un peaje consciente.
NO HE creído en lo que todos querían que creyera. Pues creer es un acto íntimo y personal. Me correspondía a mí el decidir. Mis dioses, mis ídolos y mis credos me pertenecen.
NO HE fallado nunca a mis amigos, tengo esa certeza aunque algunos tal vez no lo hayan sentido como yo. Don Juan decía que la culpa la tiene “el maldito cariñena” pero en realidad es la maldita polisemia la que nos hace ver las mismas cosas de forma diferente y bifurcarnos por senderos que solo Durrell Lawrence y Jorge Luis Borges conocen.
En este punto debo poner una nota amarga, yo estoy muy agradecido a personas- las tengo muy claras- que me acompañaron en momentos complicados de mi vida y me fueron de gran apoyo aunque después algo, nunca se sabe muy bien el qué, haya hecho que cada cual tomase su propio camino. Ellos también son parte de mi memoria porque solo donde hay dolor puede haber amor.
NO HE dejado que mi imaginación me haya jugado malas pasadas. No he calentado mi mente con celos o envidias. No he deseado lo ajeno. Juego con las cartas que tengo y solo odio y sufro por los hechos reales, que ya me llega. Este rasgo carencial el no-ser-envidioso tal vez sea mi principal virtud si es que tengo alguna.
Corolario
Entre el “he” y el “no he”, han pasado 35.740.800 minutos desde aquel frío día de febrero de 1942 en que mi madre Dolores, o mejor Lolina, me trajo al mundo. Y tengo la sensación de haber hecho tantas cosas que me pierdo y me resulta difícil retener y espigar lo importante. Menos mal que al final del camino lo importante, es siempre lo mismo: mis hijos Alejandro y Emma, mi mujer Carmen, mis nietecitas, las que ya han llegado y las que están por llegar, la familia, los amigos, otras vez los amigos, los alumnos, los buenos momentos pasados juntos.
He cumplido 68 pero no miro hacia atrás, ni con ira ni sin ella. Como dijo la Piaff “Je ne regrette rien”, y por si cabían dudas lo remachó “no rien de rien…” Para mí la culpa no ha sido nunca una opción. Lo mal hecho es un simplemente un error, que sirve para aprender. Pero en cambio sí cultivo con ahínco la autocrítica. Y a golpe de sentido crítico, me he ido auto-produciendo a mí mismo, espero que a mejor.
De algo si estoy cierto- aunque tal vez sea una certeza fugaz- he terminado encontrando lo que nunca había buscado, mi paz interior. Gracias a todos los que me ayudaron.
Ah! A pesar de este respiro que me he dado, de este alto en el camino, y de este texto un puntito nostálgico que se dejaría acompañar por un buen amaro italiano y música de Astor Piazzolla, lo cierto es que la partida continúa y estoy dispuesto a seguir dando la lata y a jugar tanto como me dejen mis neuronas y me lo permitan las de las de los demás.
NO HE dicho lo que en ese momento no me pedía el cuerpo decir.
NO HE hecho lo que no sentí que debía hacer
NO HE cantado himnos ajenos, y no socialicé mucho más allá de lo preciso, a pesar de lo mucho que mi madre se esforzó por enseñarme buenas maneras. Tengo la constancia de que mis errores me pertenecen a mí solo, de que no fueron inducidos, sino elegidos por mí con plena consciencia, a imagen de mi mismo.
NO HE sido miembro de nada que me condicionara, ni partidos políticos, ni ordenes de caballería, ni de Clubs encumbrados. En eso hice caso al sabio consejo de mi padre. La verdad es que he pagado un precio muy alto por esa empecinada independencia, pero no es menos cierto que ha sido un peaje consciente.
NO HE creído en lo que todos querían que creyera. Pues creer es un acto íntimo y personal. Me correspondía a mí el decidir. Mis dioses, mis ídolos y mis credos me pertenecen.
NO HE fallado nunca a mis amigos, tengo esa certeza aunque algunos tal vez no lo hayan sentido como yo. Don Juan decía que la culpa la tiene “el maldito cariñena” pero en realidad es la maldita polisemia la que nos hace ver las mismas cosas de forma diferente y bifurcarnos por senderos que solo Durrell Lawrence y Jorge Luis Borges conocen.
En este punto debo poner una nota amarga, yo estoy muy agradecido a personas- las tengo muy claras- que me acompañaron en momentos complicados de mi vida y me fueron de gran apoyo aunque después algo, nunca se sabe muy bien el qué, haya hecho que cada cual tomase su propio camino. Ellos también son parte de mi memoria porque solo donde hay dolor puede haber amor.
NO HE dejado que mi imaginación me haya jugado malas pasadas. No he calentado mi mente con celos o envidias. No he deseado lo ajeno. Juego con las cartas que tengo y solo odio y sufro por los hechos reales, que ya me llega. Este rasgo carencial el no-ser-envidioso tal vez sea mi principal virtud si es que tengo alguna.
Corolario
Entre el “he” y el “no he”, han pasado 35.740.800 minutos desde aquel frío día de febrero de 1942 en que mi madre Dolores, o mejor Lolina, me trajo al mundo. Y tengo la sensación de haber hecho tantas cosas que me pierdo y me resulta difícil retener y espigar lo importante. Menos mal que al final del camino lo importante, es siempre lo mismo: mis hijos Alejandro y Emma, mi mujer Carmen, mis nietecitas, las que ya han llegado y las que están por llegar, la familia, los amigos, otras vez los amigos, los alumnos, los buenos momentos pasados juntos.
He cumplido 68 pero no miro hacia atrás, ni con ira ni sin ella. Como dijo la Piaff “Je ne regrette rien”, y por si cabían dudas lo remachó “no rien de rien…” Para mí la culpa no ha sido nunca una opción. Lo mal hecho es un simplemente un error, que sirve para aprender. Pero en cambio sí cultivo con ahínco la autocrítica. Y a golpe de sentido crítico, me he ido auto-produciendo a mí mismo, espero que a mejor.
De algo si estoy cierto- aunque tal vez sea una certeza fugaz- he terminado encontrando lo que nunca había buscado, mi paz interior. Gracias a todos los que me ayudaron.
Ah! A pesar de este respiro que me he dado, de este alto en el camino, y de este texto un puntito nostálgico que se dejaría acompañar por un buen amaro italiano y música de Astor Piazzolla, lo cierto es que la partida continúa y estoy dispuesto a seguir dando la lata y a jugar tanto como me dejen mis neuronas y me lo permitan las de las de los demás.
Rafael Alberto Perez
Viernes, 12 de Febrero 2010
Comentarios
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(IV entrega)
HE trabajado duro, y siempre en trabajos que me han apasionado. He trabajado tanto que he llegado a acreditar 73 años de vida laboral, y no porque los tenga, sino porque más de la mitad de mi vida he trabajado (y cotizado) en, al menos, dos sitios diferentes. El trabajo me aportó el orden, la disciplina y la sociabilidad que me faltaban. Pero sobretodo me dio la posibilidad de poner en práctica mis ideas y aficiones, y de conocer gente interesante. Con 20 años monté una empresa de Christmas que yo mismo dibujaba. Pronto tuve como socios a dos grandes amigos, Javier Vasallo y Alberto Doblado. Pero mi primer sueldo lo cobraría en 1965 por hacer guiones para spots publicitarios en Estudios Moro, entonces ubicados en la calle Los Mesejos de Vallecas; seguí en la agencia de publicidad Lintas (Madrid y Bruselas). Allí trabajé con Luis Jesús Martinez compañero de la Escuela Oficial de Publicidad y conocí a Emilio Martinez Ramos, con quien habría de escribir dos libros. En 1970 fui director de cuentas internacionales en FCB con Guillermo García Ferrada (a quien recuperé en Puerto Rico hace 8 años y he vuelto a perder en Miami); en 1974 salté a MacCann-Erickson (Madrid) como Account Service Director y fue allí donde cerré mi capítulo publicitario en 1977.
HE continuado trabajando en empresas que yo mismo iba creando. Con lo que sin darme cuenta me convertí en mi propio jefe. Así a finales de los 70 participé activamente en la transición económica desde el Centro de Estudios Económicos. Y en los 80 inicié el desembarco de las relaciones públicas en España (hasta entonces había tráfico de influencias) desde el Instituto de la Comunicación Pública. Un proyecto que consolida en los 90 desde Consultores Quantumleap como consultor estratégico de reputadas instituciones- y empresas. Y sigo trabajando como asesor estratégico en The Blueroom Project (www.blueroom.es) de mi hijo Alejandro. De todos esos cuarenta y cuatro años de trabajo continuado he aprendido que las teorías que no valen para la práctica, son siempre malas teorías. Pero también que toda práctica necesita de una teoría.
HE conocido a lo largo de mi vida a personas interesantes, escritores, pintores, escultores, profesionales, científicos, algunos viven, otros ya no, pero sus imágenes y sus palabras siguen vivas en mí. Primero todo ocurrió en Galicia. De Otero Pedrayo retengo su obsesión por que las señoritas a A Coruña “falasen galego”; de Alvaro Cunquiero su constante fabular y una explicación plausible del origen del apellido familiar: Fole. El mismo Fole de Anxel Fole, tío segundo mío al que nunca llegué a conocer. De Urbano Lugrís recuerdo un surrealismo de pecios y de brújulas y sobre todo su voz potente a las 3 de la madrugada: “Rafael tengo 5 subdiáconos vestidos de azul en la jaula de Canario”. Esas serían para mí sus últimas palabras. Pocos meses después fallecería en Vigo.
En mi etapa publicitaria HE tenido la suerte de trabajar con grandes profesionales: Edward Harper, Jean Nöel Reboud, Javier Suso (coautor de mi primer libro), Pepe Campuzano, Angel del Río, Greg Birbil (…) y de conocer a gente famosa como Farfaix M. Conne (la C de FCB); John O´Toole, su sucesor en la presidencia de FCB y el padre de los famosos mosquitos de Raid; Barry Day, gran exégeta de McLuhan, su mensaje y su masaje. Pero sería Billy Davis, cantante de los Four Tops (“Reach Out”), y compositor de los grandes temas musicales de Coca Cola, incluida “la chispa de la vida”, con quien coincidí el año 76 en Londres, quien me enseñaría que el togetherness, el sentimiento de estar juntos (en torno a una canción, una marca, un candidato) es el verdadero mensaje. Hoy le llamaríamos conectividad.
Madrid, ciudad cosmopolita, mixturada y abierta donde las haya, me franqueó otras puertas. Fue aquí donde conocí a tres laureados: dos premios Nobeles, James Buchanan, Nobel de Economía de 1986 y nuestro Camilo José Cela, y también a un Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Humanas, Jose Luis Pinillos. Los tres tuvieron la gentileza de acompañarme en mi libro “Estrategias de Comunicación“ con aportaciones escritas. A Jesús Martin Barbero y a Edgar Morin los conocí después. También a ellos les estoy agradecido pues me acompañaron con prólogos, charlas y sobremesas plagadas de anécdotas y de lecciones sutiles. Más especial es el caso del pintor Ángel Orcajo, uno de los grandes, a quien debo las portadas de dos de mis libros. La vecindad ha permitido que Orcajo no sea para mí otro amigo en la distancia, sino presencia viva, pues tengo el lujo de cultivar y disfrutar de su amistad
Entre los pintores además de Lugrís, Gallo y Orcajo, recuerdo a José Aguiar canario nacido en La Habana, cuando lo iba a visitar con mi padre, el también pintor José Francisco, en su estudio de un Pozuelo que entonces me parecía tan lejano. Y, cómo no, a Antonio Lopez, a Luis Gordillo y tantos otros en las interminables sesiones del Jurado del Premio de Pintura Santa Lucía. Algo más lejos en su Oaxaca natal está el gran Fernando Gallo, a quien debo las magnificas separatas/laberintos de “Estrategias de Comunicación”
Al campeón del mundo Anatoli Karpov lo conocí en los 80 y fue un grato encuentro del que guardo su firma en un tablero de ajedrez, que no dejo que nadie limpie, (no se vaya a borrar). De Jurgen Donges, alemán nacido en Granada y Director del Instituto de Política Económica de Colonia, aprendí sentido común aplicado a la economía, y de Fernando de La Puente la estrategia vista por los economistas.
En esta galería de reputados, de todos ellos HE aprendió mucho. No tanto erudición, que a cada uno le pertenece la suya y es cosa que no se contagia, sino la forma de atacar los problemas, pero sobre todo he aprendido que cuanto más grande es el hombre más sencillo lo es en el gesto.
He recibido el impulso de mis viejos amigos cuando más lo necesitaba. Pero también he recibido el regalo de la amistad tardía cuando uno ya no la espera. Ahí están Luis Jesús y Piera. Ahí, mis nuevos amigos del Foro Iberoamericano Sobre Estrategias de Comunicación, FISEC. Los antonios, claudios, rubenes, franciscos, carlos, aitores, valentines, isabelas, juanes, luises, eduardos, alicias, sandras, denises, teres, manolos, josés, galas, constantines, edgares y tantos otros que desde Colombia, Brasil, Chile, Argentina, Portugal, España, la Dominicana, México, Cuba, Rusia, Alemania, Francia, etc. me acompañan en mis locuras estratégicas y comunicativas (pero eso sí, siempre confiando en que no lo sean)
He tenido la suerte de tener muy buenos y cariñosos alumnos y quien dice alumnos dice grandes profesionales participantes en mis seminarios y charlas. Me jacto de mantener una buena amistad con bastantes de ellos repartidos por México, Brasil, Colombia, Chile, Argentina, España, Portugal, etc. etc. Han sido más importantes en mi vida de lo que ellos mismos se puedan creer, pues me han dado confianza y ánimo para seguir diciendo cosas políticamente incorrectas y académicamente heterodoxas. Justo el espacio donde crecen los nuevos paradigmas. De todos ellos retengo una frase que un día me encontré en internet publicada después del Encuentro en la Universidad de Loja (Ecuador) y que resume muy bien esta idea: “Rafael Alberto Pérez, ese fue otro loco que nos trastocó la forma de pensar, mirar y decir: “Estrategia”, retando todo convencionalismo, sus experiencias e investigaciones nos contaron mas verdades”
HE continuado trabajando en empresas que yo mismo iba creando. Con lo que sin darme cuenta me convertí en mi propio jefe. Así a finales de los 70 participé activamente en la transición económica desde el Centro de Estudios Económicos. Y en los 80 inicié el desembarco de las relaciones públicas en España (hasta entonces había tráfico de influencias) desde el Instituto de la Comunicación Pública. Un proyecto que consolida en los 90 desde Consultores Quantumleap como consultor estratégico de reputadas instituciones- y empresas. Y sigo trabajando como asesor estratégico en The Blueroom Project (www.blueroom.es) de mi hijo Alejandro. De todos esos cuarenta y cuatro años de trabajo continuado he aprendido que las teorías que no valen para la práctica, son siempre malas teorías. Pero también que toda práctica necesita de una teoría.
HE conocido a lo largo de mi vida a personas interesantes, escritores, pintores, escultores, profesionales, científicos, algunos viven, otros ya no, pero sus imágenes y sus palabras siguen vivas en mí. Primero todo ocurrió en Galicia. De Otero Pedrayo retengo su obsesión por que las señoritas a A Coruña “falasen galego”; de Alvaro Cunquiero su constante fabular y una explicación plausible del origen del apellido familiar: Fole. El mismo Fole de Anxel Fole, tío segundo mío al que nunca llegué a conocer. De Urbano Lugrís recuerdo un surrealismo de pecios y de brújulas y sobre todo su voz potente a las 3 de la madrugada: “Rafael tengo 5 subdiáconos vestidos de azul en la jaula de Canario”. Esas serían para mí sus últimas palabras. Pocos meses después fallecería en Vigo.
En mi etapa publicitaria HE tenido la suerte de trabajar con grandes profesionales: Edward Harper, Jean Nöel Reboud, Javier Suso (coautor de mi primer libro), Pepe Campuzano, Angel del Río, Greg Birbil (…) y de conocer a gente famosa como Farfaix M. Conne (la C de FCB); John O´Toole, su sucesor en la presidencia de FCB y el padre de los famosos mosquitos de Raid; Barry Day, gran exégeta de McLuhan, su mensaje y su masaje. Pero sería Billy Davis, cantante de los Four Tops (“Reach Out”), y compositor de los grandes temas musicales de Coca Cola, incluida “la chispa de la vida”, con quien coincidí el año 76 en Londres, quien me enseñaría que el togetherness, el sentimiento de estar juntos (en torno a una canción, una marca, un candidato) es el verdadero mensaje. Hoy le llamaríamos conectividad.
Madrid, ciudad cosmopolita, mixturada y abierta donde las haya, me franqueó otras puertas. Fue aquí donde conocí a tres laureados: dos premios Nobeles, James Buchanan, Nobel de Economía de 1986 y nuestro Camilo José Cela, y también a un Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Humanas, Jose Luis Pinillos. Los tres tuvieron la gentileza de acompañarme en mi libro “Estrategias de Comunicación“ con aportaciones escritas. A Jesús Martin Barbero y a Edgar Morin los conocí después. También a ellos les estoy agradecido pues me acompañaron con prólogos, charlas y sobremesas plagadas de anécdotas y de lecciones sutiles. Más especial es el caso del pintor Ángel Orcajo, uno de los grandes, a quien debo las portadas de dos de mis libros. La vecindad ha permitido que Orcajo no sea para mí otro amigo en la distancia, sino presencia viva, pues tengo el lujo de cultivar y disfrutar de su amistad
Entre los pintores además de Lugrís, Gallo y Orcajo, recuerdo a José Aguiar canario nacido en La Habana, cuando lo iba a visitar con mi padre, el también pintor José Francisco, en su estudio de un Pozuelo que entonces me parecía tan lejano. Y, cómo no, a Antonio Lopez, a Luis Gordillo y tantos otros en las interminables sesiones del Jurado del Premio de Pintura Santa Lucía. Algo más lejos en su Oaxaca natal está el gran Fernando Gallo, a quien debo las magnificas separatas/laberintos de “Estrategias de Comunicación”
Al campeón del mundo Anatoli Karpov lo conocí en los 80 y fue un grato encuentro del que guardo su firma en un tablero de ajedrez, que no dejo que nadie limpie, (no se vaya a borrar). De Jurgen Donges, alemán nacido en Granada y Director del Instituto de Política Económica de Colonia, aprendí sentido común aplicado a la economía, y de Fernando de La Puente la estrategia vista por los economistas.
En esta galería de reputados, de todos ellos HE aprendió mucho. No tanto erudición, que a cada uno le pertenece la suya y es cosa que no se contagia, sino la forma de atacar los problemas, pero sobre todo he aprendido que cuanto más grande es el hombre más sencillo lo es en el gesto.
He recibido el impulso de mis viejos amigos cuando más lo necesitaba. Pero también he recibido el regalo de la amistad tardía cuando uno ya no la espera. Ahí están Luis Jesús y Piera. Ahí, mis nuevos amigos del Foro Iberoamericano Sobre Estrategias de Comunicación, FISEC. Los antonios, claudios, rubenes, franciscos, carlos, aitores, valentines, isabelas, juanes, luises, eduardos, alicias, sandras, denises, teres, manolos, josés, galas, constantines, edgares y tantos otros que desde Colombia, Brasil, Chile, Argentina, Portugal, España, la Dominicana, México, Cuba, Rusia, Alemania, Francia, etc. me acompañan en mis locuras estratégicas y comunicativas (pero eso sí, siempre confiando en que no lo sean)
He tenido la suerte de tener muy buenos y cariñosos alumnos y quien dice alumnos dice grandes profesionales participantes en mis seminarios y charlas. Me jacto de mantener una buena amistad con bastantes de ellos repartidos por México, Brasil, Colombia, Chile, Argentina, España, Portugal, etc. etc. Han sido más importantes en mi vida de lo que ellos mismos se puedan creer, pues me han dado confianza y ánimo para seguir diciendo cosas políticamente incorrectas y académicamente heterodoxas. Justo el espacio donde crecen los nuevos paradigmas. De todos ellos retengo una frase que un día me encontré en internet publicada después del Encuentro en la Universidad de Loja (Ecuador) y que resume muy bien esta idea: “Rafael Alberto Pérez, ese fue otro loco que nos trastocó la forma de pensar, mirar y decir: “Estrategia”, retando todo convencionalismo, sus experiencias e investigaciones nos contaron mas verdades”
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(III Entrega)
HE sido curioso. Y no “porque el mundo me hubiese hecho así”- como cantaba Jeanette- sino por todo lo contrario. Al preguntar era yo quien hacía al mundo, construía mi mundo. Una pregunta sin respuesta era en mí un acicate para seguir buscando. El juego consistía y consiste en convertir una duda en una certeza o mejor todavía (porque las certezas son peligrosas) en una nueva pieza de nuestra mirada (que en ese proceso se va haciendo cada vez más compleja) al mundo que nos rodea. Pensándolo bien esa curiosidad puede que sea mi principal rasgo positivo.
HE sido curioso, insisto, y por ello me han intrigado desde muy niño los pliegues intrincados de la carne y el sexo. Hasta que fui capaz de desentrañarlos, primero con ayuda de un diccionario, después con la ayuda de una chica menos curiosa pero más pragmática. A partir de esa nueva certeza surgió otra duda ¿Cómo cosas tan insignificantes (hay que ser humildes) trastornan tanto? ¿Como un universo en el que una pierna tapa a la otra (como dice con sabiduría la canción gallega) puede mover tantas pasiones? Lo cierto es que los objetos de mi curiosidad fueron cambiando con el paso de los años. Un día me intrigaron los misterios por los que uno seres son y están y otros son pero no están. El odio y el desprecio a cosas sin importancia como el color de la piel, o el país de origen. Hasta que pude despojarme de todo prejuicio, si es que alguna vez lo tuve. Y me he dejado intrigar y fascinar por los países y las culturas lejanas. Hasta que me di cuenta de que solo en la diferencia está la riqueza.
HE creído tocar el pasado al coleccionar objetos antiguos. Y por ello he comprado monedas romanas y llaves antiguas oxidadas (mi dos primeras colecciones) en las “ferranchinas” del Orzán en A Coruña (entonces se llamaba La Coruña); mis primeras piezas africanas en el mercado plebeyo de Les Marolles mientas en el mercado chic del Gran Sablón de los domingos encontraba moldes de las viejas fábricas de chocolate, todo en Bruselas, allá por la primavera de 1968 cuando en Paris los adoquines sustituían a los ramitos de muguetes. He comprado en San Telmo corales negros fósiles de la Isla de Juan Fernández, allí donde De Foe se inventó a su Robinsón; “chatarra” romana los domingos en la Plaza Mayor de Madrid, entre los numismáticos y los filatélicos; y también vasijas y fragmentos precolombinos allí donde los hubiere y la ley local me lo permitiera; huevos de dinosaurio, molares de mamuts, colmillos de ursus, y demás fósiles donde mi amigo Nano, y algo mas perecedero, percebes del Roncudo en la lonja de Corme.
HE creído tocar el futuro al escribir libros de Estrategia. Siempre he pensado que hacer un libro es como enviar un mensaje en una botella. A veces alguien lo encuentra, con suerte lo lee y conecta con el mensaje. Cuando ese milagro se produce, lector y autor deben considerarse felices. Yo lo estoy, pues al menos 4 de esos libros han merecido el cariño de sus lectores.
HE buscado la belleza y la he buscado en los museos: L´Hermitage, el Louvre, el British, el Antropológico de México, y tantos otros, aunque, cada vez más, prefiero callejear y observar a los seres humanos. La belleza está en la vida.
HE soñado con ser escritor y pintor, y algo de eso he hecho mientras fui joven, y algo queda todavía, aunque sea poco. Quiero creer que en todos mis proyectos hay un puntito de creatividad y de heterodoxia. Pero lo cierto es que me perdí en los vericuetos de lo cotidiano. Es una pena que no podamos vivir varias vidas a la vez. Tal vez sea esa necesidad de elegir para devenir, lo que me condujo hacia la estrategia.
(sigue)
HE sido curioso, insisto, y por ello me han intrigado desde muy niño los pliegues intrincados de la carne y el sexo. Hasta que fui capaz de desentrañarlos, primero con ayuda de un diccionario, después con la ayuda de una chica menos curiosa pero más pragmática. A partir de esa nueva certeza surgió otra duda ¿Cómo cosas tan insignificantes (hay que ser humildes) trastornan tanto? ¿Como un universo en el que una pierna tapa a la otra (como dice con sabiduría la canción gallega) puede mover tantas pasiones? Lo cierto es que los objetos de mi curiosidad fueron cambiando con el paso de los años. Un día me intrigaron los misterios por los que uno seres son y están y otros son pero no están. El odio y el desprecio a cosas sin importancia como el color de la piel, o el país de origen. Hasta que pude despojarme de todo prejuicio, si es que alguna vez lo tuve. Y me he dejado intrigar y fascinar por los países y las culturas lejanas. Hasta que me di cuenta de que solo en la diferencia está la riqueza.
HE creído tocar el pasado al coleccionar objetos antiguos. Y por ello he comprado monedas romanas y llaves antiguas oxidadas (mi dos primeras colecciones) en las “ferranchinas” del Orzán en A Coruña (entonces se llamaba La Coruña); mis primeras piezas africanas en el mercado plebeyo de Les Marolles mientas en el mercado chic del Gran Sablón de los domingos encontraba moldes de las viejas fábricas de chocolate, todo en Bruselas, allá por la primavera de 1968 cuando en Paris los adoquines sustituían a los ramitos de muguetes. He comprado en San Telmo corales negros fósiles de la Isla de Juan Fernández, allí donde De Foe se inventó a su Robinsón; “chatarra” romana los domingos en la Plaza Mayor de Madrid, entre los numismáticos y los filatélicos; y también vasijas y fragmentos precolombinos allí donde los hubiere y la ley local me lo permitiera; huevos de dinosaurio, molares de mamuts, colmillos de ursus, y demás fósiles donde mi amigo Nano, y algo mas perecedero, percebes del Roncudo en la lonja de Corme.
HE creído tocar el futuro al escribir libros de Estrategia. Siempre he pensado que hacer un libro es como enviar un mensaje en una botella. A veces alguien lo encuentra, con suerte lo lee y conecta con el mensaje. Cuando ese milagro se produce, lector y autor deben considerarse felices. Yo lo estoy, pues al menos 4 de esos libros han merecido el cariño de sus lectores.
HE buscado la belleza y la he buscado en los museos: L´Hermitage, el Louvre, el British, el Antropológico de México, y tantos otros, aunque, cada vez más, prefiero callejear y observar a los seres humanos. La belleza está en la vida.
HE soñado con ser escritor y pintor, y algo de eso he hecho mientras fui joven, y algo queda todavía, aunque sea poco. Quiero creer que en todos mis proyectos hay un puntito de creatividad y de heterodoxia. Pero lo cierto es que me perdí en los vericuetos de lo cotidiano. Es una pena que no podamos vivir varias vidas a la vez. Tal vez sea esa necesidad de elegir para devenir, lo que me condujo hacia la estrategia.
(sigue)
Blog
(II Entrega)
HE escanciado el Barrantes en mi posada de estudiantes de la Rúa del Franco, allí donde García Lorca se enamoró de la lengua gallega y dijo aquello de: “Chove en Santiago meu doce amor, herbas de prata e sono cobren a valeira lúa”. He degustado el mencía con amigos en bodegas de otros amigos de la Ribeira Sacra; el merlot y el shira en la ruta del vino de Chile con Alejandra Philippi y Claudio Avendaño, compañeros de fatigas académicas y humanas; el rioja en las Bodegas Riojanas y en las de CVNE mientras se suponía hacia las actas del Consejo del que era Secretario (así habrán salido); el vino joven de Betanzos en A Coruña cuando todavía las bodegas se anunciaban con una rama de laurel, y el de Tacoronte en Tenerife y, cómo no, el de Taganana, con su color ambarino acompañado de queso fresco, aguacates y pescado a elegir.
HE paladeado el pastel de Choclo en los Domínicos y la paila marina de Chez Mario en el viejo mercado de Santiago de Chile, con su “pico loco” que cura los males de los hombres; la “pastella” en Fez con su aroma a canela; las pizzas de Los Inmortales y Las Cuartetas en Buenos Aires; el ceviche de Gastón Acurio en Lima; los chapulines en Oaxaca; las manitas de cerdo de Au Pie de Cochón en la Rue Coquilliere justo en frente de les Halles Central de París; los mejillones con tomate en Lorbé, A Coruña, y los mejillones a la provenzal en Chez Leon en la Rue des Bouchers de Bruselas; el cordero de Jose María y el cochinillo de Candido en Segovia; la cataplana del Algarve en Portimâo; la bouillabaisse en el Viejo Puerto de Marsella; la caldereta de langosta en Ciudadela, Menorca; la merluza al punto en Getaria; el arroz caldoso con ansar en las marismas sevillanas (allí donde Spilberg rodó el Imperio del Sol ); el pulpo y la empanada de borona en Santiago de Compostela y, cómo no, las centollas y percebes de la costa de la Muerte en el San Francisco de Malpica.
HE bebido a la caída de la tarde, mojitos en El Nacional, daiquiris en las dos Floriditas, la de La Habana y la de Madrid hoy desaparecida, pisco sawer en el Hotel Maury de Lima (donde las crónicas dicen que fue inventado) y en el Hotel Diego de Almagro de Santiago de Chile (donde yo aprendí a prepararlo), piñas coladas frente al mar en la baranda de un restaurante de Isabela, Puerto rico, y “cubaslibres” gloriosos en el malecón de Santo Domingo mientras una rubia criolla entonaba “hasta su desembocadura” canciones sensuales del venezolano Muntaner. Pero la mejor copa de todas fue una (bueno fueron cuatro) caipiriña/s en el río Paraná entre Paraguay, Brasil y Argentina, mientras oía música folklórica en directo, en la compañía de Carmen y de Rubén Canella y Tere Tsuji, amigos del alma
HE disfrutado de las fiestas gloriosas del Palio de Siena y de San Fermín en Pamplona; de la procesión marinera de la virgen del Carmen en Malpica de Bergantiños con los barcos engalanados y los patrones borrachos; de las romerías gallegas a base de ribeiro y empanada casera, y de la romería chicharrera de San Roque en Garachico, allí donde el Teide cabreado sepultó a la vieja capital, saboreando chorizos de perro y pelotas de gofio con los que unos mozos vestidos de “magos” suelen obsequiar a los visitantes desde carros engalanados.
HE disfrutado también viendo en el Bernabeu con mi Hijo, Alejandro, las remontadas históricas del R, Madrid, cuando Hugo Sánchez; y corridas de toros históricas cuando el Cordobés hacia el salto de la rana.
Pero también HE disfrutado de lecturas tranquilas, y de tardes con mis amigos cantando (ellos, mientras yo metía algo de ruido) en los mesones de la Cava Baja de Madrid, y sobre todo he disfrutado hablando, hablando, hablando.
Hablando de hablar, HE tenido el lujo de hablar en Universidades de México, Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Argentina, Cuba, R. Dominicana, España, Portugal, Inglaterra, Italia, Eslovaquia, y Rumanía. Recuerdo que la primera invitación para aventurarme en otras Universidades distintas de mi Complutense original me vino de la mano de Javier Echeverría para unos Cursos de Verano en San Sebastián, y que la primera salida al extranjero fue a México, esta vez por gentileza de Ana Sara Ferrer. Pero sobre todo recuerdo cuando la Universidad de La Habana, allí donde mi abuelo Pancho llegó de emigrante hace ahora más de 120 años, me abrió su aula magna. Fue un bello momento.
HE paladeado el pastel de Choclo en los Domínicos y la paila marina de Chez Mario en el viejo mercado de Santiago de Chile, con su “pico loco” que cura los males de los hombres; la “pastella” en Fez con su aroma a canela; las pizzas de Los Inmortales y Las Cuartetas en Buenos Aires; el ceviche de Gastón Acurio en Lima; los chapulines en Oaxaca; las manitas de cerdo de Au Pie de Cochón en la Rue Coquilliere justo en frente de les Halles Central de París; los mejillones con tomate en Lorbé, A Coruña, y los mejillones a la provenzal en Chez Leon en la Rue des Bouchers de Bruselas; el cordero de Jose María y el cochinillo de Candido en Segovia; la cataplana del Algarve en Portimâo; la bouillabaisse en el Viejo Puerto de Marsella; la caldereta de langosta en Ciudadela, Menorca; la merluza al punto en Getaria; el arroz caldoso con ansar en las marismas sevillanas (allí donde Spilberg rodó el Imperio del Sol ); el pulpo y la empanada de borona en Santiago de Compostela y, cómo no, las centollas y percebes de la costa de la Muerte en el San Francisco de Malpica.
HE bebido a la caída de la tarde, mojitos en El Nacional, daiquiris en las dos Floriditas, la de La Habana y la de Madrid hoy desaparecida, pisco sawer en el Hotel Maury de Lima (donde las crónicas dicen que fue inventado) y en el Hotel Diego de Almagro de Santiago de Chile (donde yo aprendí a prepararlo), piñas coladas frente al mar en la baranda de un restaurante de Isabela, Puerto rico, y “cubaslibres” gloriosos en el malecón de Santo Domingo mientras una rubia criolla entonaba “hasta su desembocadura” canciones sensuales del venezolano Muntaner. Pero la mejor copa de todas fue una (bueno fueron cuatro) caipiriña/s en el río Paraná entre Paraguay, Brasil y Argentina, mientras oía música folklórica en directo, en la compañía de Carmen y de Rubén Canella y Tere Tsuji, amigos del alma
HE disfrutado de las fiestas gloriosas del Palio de Siena y de San Fermín en Pamplona; de la procesión marinera de la virgen del Carmen en Malpica de Bergantiños con los barcos engalanados y los patrones borrachos; de las romerías gallegas a base de ribeiro y empanada casera, y de la romería chicharrera de San Roque en Garachico, allí donde el Teide cabreado sepultó a la vieja capital, saboreando chorizos de perro y pelotas de gofio con los que unos mozos vestidos de “magos” suelen obsequiar a los visitantes desde carros engalanados.
HE disfrutado también viendo en el Bernabeu con mi Hijo, Alejandro, las remontadas históricas del R, Madrid, cuando Hugo Sánchez; y corridas de toros históricas cuando el Cordobés hacia el salto de la rana.
Pero también HE disfrutado de lecturas tranquilas, y de tardes con mis amigos cantando (ellos, mientras yo metía algo de ruido) en los mesones de la Cava Baja de Madrid, y sobre todo he disfrutado hablando, hablando, hablando.
Hablando de hablar, HE tenido el lujo de hablar en Universidades de México, Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Argentina, Cuba, R. Dominicana, España, Portugal, Inglaterra, Italia, Eslovaquia, y Rumanía. Recuerdo que la primera invitación para aventurarme en otras Universidades distintas de mi Complutense original me vino de la mano de Javier Echeverría para unos Cursos de Verano en San Sebastián, y que la primera salida al extranjero fue a México, esta vez por gentileza de Ana Sara Ferrer. Pero sobre todo recuerdo cuando la Universidad de La Habana, allí donde mi abuelo Pancho llegó de emigrante hace ahora más de 120 años, me abrió su aula magna. Fue un bello momento.
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(I entrega)
(al hilo de mi 68 cumpleaños)
"La Memoria está compuesta de olvidos y lo que no queda registrado se desvanece en el aire" Stendhal Diario Intimo
HE sobrevolado el cañón de El Colorado, las líneas de Nazca, la cordillera blanca de los Andes, el Chimborazo con sus nieves perpetuas, el Teide, el Vesubio, y el Stromboli humeante.
Me HE asomado al vértigo de Meteóra, de Machu Pichu, de los Andes, del Empire States, de las hoy desaparecidas Torres Gemelas de Nueva York y de la torre SEARS de Chicago.
HE cruzado el canal de la Mancha, el estrecho de Gibraltar y el charco varias veces, también el puente que separa Europa de Asia en Estambul, pero sobre todo he cruzado la teoría con la práctica
HE vuelto atrás en el tiempo en las callejas del viejo Cuzco, de Taxco, de Cartagena de Indias, pero sobre todo en la medina de Fez y en la plaza de la Djemaa el Fna de Marrakech.
HE creído estar en la otra orilla al pasear por La laguna, en Tenerife, del mismo modo que he creído estar en este lado del charco- y precisamente en la Plaza del Charco- mientas compraba artesanías en otra plaza, la de Páztcuaro, hecha a imagen y semejanza de la española; he tenido la sensación de estar en Santiago de Compostela, mientras tomaba un juguito bajo los soportales de Morelia, algo que casi se hizo real cuando apareció una tuna local que para mi sorpresa interpretó “Pasa la tuna en Santiago…”. Una sensación que se ha repetido en las calles de Querétaro y de Puebla y en tantos otros lugares de Latinoamérica
HE sentido la sombra omnipotente de los dioses en el Partenón, en Palenque, en Chichén Itzá, en los zenotes de Yucatán, en los moáis de la Isla de Pascua y en la catedral de Compostela.
HE sentido la sombra prepotente de los humanos en los despachos de algunos de mis clientes (los menos), de ciertos banqueros y políticos (los mas), pero también en los salones de algunas casas, en las butacas de algunos Clubs Sociales, en la pedantería de algunos colegas.
HE oído la poesía de las piedras de Uxmal, el agua de las cascadas de Iguazú, el oráculo- hoy silente- de Delfos y el rugido del mar en Finisterre.
HE asistido a conciertos y escuchado en directo a Jimmy Hendrix, los Beatles, Michael Jackson, Duke Kellington, Ella Fitzgerald, Lionel Hampton, Lou Benet, Miles Davis, Dixie Gillespie…
HE visto la blancura de los cerezos del Jerte, de las rocas de Dover, de la catedral de Arequipa y de los pueblos de la Alpujarra; el granate profundo de las haciendas mexicanas, el azul añil de sus puertas y ventanas, el siena descarnado de las costas del Algarve, el albero de las plazas de toros donde no se sabe si es la palabra la que hace al color, o el color el que hace a la palabra.
HE sentido el olor del azahar en Sevilla y el de las especias en los zocos marroquíes y en el gran bazar de Estambul
Me HE bañado en las frías aguas de Corrubedo y de las rías gallegas; y en las no menos frías de St. Lunaire, en la Bretaña francesa, allí donde iba Brigitte Bradot antes de mudarse a St Tropez, y por ello conozco el escalofrío de la lucidez: pero también me he bañado en las cálidas aguas en las islas del Rosario, en San Pedro de Majagua, frente a Cartagena de Indias; en la Riviera Maya; en Samaná; y en el Caribe dominicano y por ello conozco el sabor dulce del abandono en mi piel
HE fotografiado los flamencos andinos del gran salar de Atacama, los coatíes de Iguazú, los horneros de Casa Pueblo, las ruinas incas y también las mayas, los templos griegos, las iglesias ortodoxas, pero también a los amigos, y a la familia.
(…)
HE sobrevolado el cañón de El Colorado, las líneas de Nazca, la cordillera blanca de los Andes, el Chimborazo con sus nieves perpetuas, el Teide, el Vesubio, y el Stromboli humeante.
Me HE asomado al vértigo de Meteóra, de Machu Pichu, de los Andes, del Empire States, de las hoy desaparecidas Torres Gemelas de Nueva York y de la torre SEARS de Chicago.
HE cruzado el canal de la Mancha, el estrecho de Gibraltar y el charco varias veces, también el puente que separa Europa de Asia en Estambul, pero sobre todo he cruzado la teoría con la práctica
HE vuelto atrás en el tiempo en las callejas del viejo Cuzco, de Taxco, de Cartagena de Indias, pero sobre todo en la medina de Fez y en la plaza de la Djemaa el Fna de Marrakech.
HE creído estar en la otra orilla al pasear por La laguna, en Tenerife, del mismo modo que he creído estar en este lado del charco- y precisamente en la Plaza del Charco- mientas compraba artesanías en otra plaza, la de Páztcuaro, hecha a imagen y semejanza de la española; he tenido la sensación de estar en Santiago de Compostela, mientras tomaba un juguito bajo los soportales de Morelia, algo que casi se hizo real cuando apareció una tuna local que para mi sorpresa interpretó “Pasa la tuna en Santiago…”. Una sensación que se ha repetido en las calles de Querétaro y de Puebla y en tantos otros lugares de Latinoamérica
HE sentido la sombra omnipotente de los dioses en el Partenón, en Palenque, en Chichén Itzá, en los zenotes de Yucatán, en los moáis de la Isla de Pascua y en la catedral de Compostela.
HE sentido la sombra prepotente de los humanos en los despachos de algunos de mis clientes (los menos), de ciertos banqueros y políticos (los mas), pero también en los salones de algunas casas, en las butacas de algunos Clubs Sociales, en la pedantería de algunos colegas.
HE oído la poesía de las piedras de Uxmal, el agua de las cascadas de Iguazú, el oráculo- hoy silente- de Delfos y el rugido del mar en Finisterre.
HE asistido a conciertos y escuchado en directo a Jimmy Hendrix, los Beatles, Michael Jackson, Duke Kellington, Ella Fitzgerald, Lionel Hampton, Lou Benet, Miles Davis, Dixie Gillespie…
HE visto la blancura de los cerezos del Jerte, de las rocas de Dover, de la catedral de Arequipa y de los pueblos de la Alpujarra; el granate profundo de las haciendas mexicanas, el azul añil de sus puertas y ventanas, el siena descarnado de las costas del Algarve, el albero de las plazas de toros donde no se sabe si es la palabra la que hace al color, o el color el que hace a la palabra.
HE sentido el olor del azahar en Sevilla y el de las especias en los zocos marroquíes y en el gran bazar de Estambul
Me HE bañado en las frías aguas de Corrubedo y de las rías gallegas; y en las no menos frías de St. Lunaire, en la Bretaña francesa, allí donde iba Brigitte Bradot antes de mudarse a St Tropez, y por ello conozco el escalofrío de la lucidez: pero también me he bañado en las cálidas aguas en las islas del Rosario, en San Pedro de Majagua, frente a Cartagena de Indias; en la Riviera Maya; en Samaná; y en el Caribe dominicano y por ello conozco el sabor dulce del abandono en mi piel
HE fotografiado los flamencos andinos del gran salar de Atacama, los coatíes de Iguazú, los horneros de Casa Pueblo, las ruinas incas y también las mayas, los templos griegos, las iglesias ortodoxas, pero también a los amigos, y a la familia.
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Rafael Alberto Pérez
Blog sobre comunicación estratégica
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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