Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Ya anuncié hace unos días el contenido (índice) de esta magnífica edición. Añadiré hoy una valoración puesto que me ha llegado ya el libro (174 pp. ISBN: 978-84- 301-1796-3). Como nota agradable para los lectores del Blog añadiría que el libro está dedicado a Gonzalo del Cerro y su mujer Charo Aguilar. Como puntos de interés de esta edición, señalaría: 1) Contiene una introducción muy completa en que se examinan los distintos aspectos del texto (origen, lugar de composición, datación, contenido, estructura, relación con el Nuevo Testamento, relación con la literatura patrística, etc.) 2) Es la primera de las ediciones en ámbito hispano que contiene el texto copto. 3) Está realizada a partir de la edición crítica del EvJud aparecida en 2007, que aportaba apreciables mejoras en la transcripción y la traducción respecto a la edición provisional en abril de 2006. Además, incorpora las nuevas lecturas y correcciones efectuadas desde entonces por varios estudiosos, y muy en particular los nuevos fragmentos de las páginas 37-38, 41-42, 53-54, 55-56 y 57-58, recuperados en 2009. 4) Posee un abundante y exhaustivo aparato de notas que refleja el estadio más reciente de la investigación (y que contiene a menudo variantes de reconstrucción propuestas por diversos estudiosos); contiene tanto notas filológicas como doctrinales, destinadas a facilitar al máximo la comprensión del texto. 5) Contiene la bibliografía más completa y actualizada hasta la fecha. 6) Es de pequeño tamaño, lo que hace a la edición muy manejable (y su precio es muy asequible). Sabiéndome muy bien lo que me digo --ya que yo mismo hice en su día una traducción de este Evangelio tan traído y llevado en su momento, pero hoy casi olvidado— puedo garantizar que es la mejor de cuantas ediciones existen en el mundo. La notas son casi un comentario al texto. Creo que la edición de F. Bermejo entierra definitivamente la interpretación básica un tanto apresurada que del Evangelio de Judas hicimos prácticamente todos los investigadores en el 2006. De sabios es mudar la opinión. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 13 de Abril 2012
Comentarios
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Tras estos días de la así llamada Semana Santa, en los que tanta prosa ha habido, me parece adecuado traer a colación algo de poesía del Siglo de Oro, y en particular algunos de los numerosos sonetos de Francisco de Quevedo en que el objeto es la muerte de Jesús, por supuesto en su versión cristiana. Hay diversos aspectos interesantes en los sonetos sacros de Quevedo (no en vano graduado en teología por Valladolid y “teólogo seglar”), y no es el menor la combinación de excelencia poética y los estereotipos antijudíos destilados directamente de la descripción en los Evangelios canónicos, en que se responsabiliza de la muerte de Jesús al pueblo judío, exactamente tal y como hoy (de manera a menudo indirecta pero suficientemente clara) siguen haciendo los más eximios teólogos, incluso desde las mismas páginas de Religión Digital. Son también interesantes, por ejemplo, los usos que hace el vate español de Mt 27, 51 (las piedras que se rompen; el dramático pasaje mateano le es caro) y Jn 10, 31-33 (y también, en algún caso, Jn 8). Una vez más, y como tan a menudo, se dan la mano de modo inquietante la distorsión operada por los prejuicios y la sublimidad del genio artístico. Vinagre y hiel para sus labios pide, y perdón para el pueblo que le hiere: que como sólo porque viva, muere, con su inmensa piedad sus culpas mide. Señor que al que le deja no despide, que al siervo vil que le aborrece quiere, que porque su traidor no desespere, a llamarle su amigo se comide, ya no deja ignorancia al pueblo hebreo de que es Hijo de Dios, si, agonizando, hace de amor, por su dureza, empleo. Quien por sus enemigos, expirando, pide perdón, mejor en tal deseo mostró ser Dios, que el sol y el mar bramando *** Pues hoy derrama noche el sentimiento por todo el cerco de la lumbre pura, y amortecido el sol en sombra obscura da lágrimas al fuego y voz al viento; pues de la muerte el negro encerramiento descubre con temblor la sepultura, y el monte, que embaraza la llanura del mar cercano, se divide atento, de piedra es, hombre duro, de diamante tu corazón, pues muerte tan severa no anega con tus ojos tu semblante. Mas no es de piedra, no; que si lo fuera, de lástima de ver a Dios amante, entre las otras piedras se rompiera. *** Con sacrílega mano el insolente pueblo, de los milagros convencido, alza las piedras, más endurecido cuanto el Señor atiende más clemente. Muera quien el vivir eternamente, que se negó a Abrahán, nos ha ofrecido; murieron los profetas, y, escondido, yace Moisés, caudillo más valiente. Burló las piedras, que después miraron con lástima a la Cruz de Dios vestida, y de noche por Él, cielo y estrellas, donde todas de invidia se quebraron de que para instrumento de la vida más quisiese a la Cruz que a todas ellas. La poesía, claro es, no se refuta. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 11 de Abril 2012
Notas![]()
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Felipe en el libro gnóstico Pistis Sofía (PSofía) El libro PSofía es uno de los más importantes e influyentes de la literatura gnóstica. Es una traducción al copto de un original griego, compuesto entre los años 250 y 300 de nuestra era, aunque basado en tradiciones más antiguas. La obra completa es un diálogo entre Jesús Resucitado y varios de sus discípulos, incluida María Magdalena. Uno de los apóstoles destacados a lo largo del texto es Felipe. El título viene a identificar en cierto modo la fe con la sabiduría a la manera del dicho de los ascetas cuando afirmaban que “aquel que se salva sabe, y el que no, no sabe nada”. Cuenta primero de la Sabiduría caída y su arrepentimiento según la doctrina del gnóstico Valentín. Luego, describe la liberación de la Sabiduría como augurio de la liberación de los espíritus. Dada la extensión de la obra, envío a los interesados en el tema a la versión y al estudio de F. García Bazán, La gnosis eterna. Antología de textos gnósticos griegos, latinos y coptos II, Pistis Sofía/Fe Sabiduría, Trotta, Madrid, 2007. Puede verse una selección del texto, traducida por García Bazán, en la citada obra de A. Piñero, Todos los evangelios, pp. 575-594. Supone el autor que Jesús pasó once años después de la resurrección enseñando a sus discípulos. Estaba Jesús en el monte de los Olivos con sus discípulos, cuando descendió sobre él la potencia luminosa y lo rodeó completamente. Subió a los cielos despidiendo una luz desbordante. Pero a la hora novena del día siguiente se produjo un terremoto, se abrieron los cielos y vieron que Jesús descendía rodeado de luz. Cuando Jesús acababa de hablar respondiendo a una intervención de María Magdalena, el apóstol Felipe tomó la palabra para interpelar a Jesús. Se encontraba Felipe sentado y escribía todas las palabras que hablaba el Maestro. De pronto se levantó, se postró a los pies de Jesús y lo adoró diciendo: “Señor mío, Salvador, dame facultad para que hable en tu presencia y para que te interrogue sobre este discurso antes de que nos hables de los lugares a los que irás a causa de tu servicio”. El Salvador le autorizó para hablar. Ésta fue la pregunta que le planteó: “Señor mío, ¿a causa de qué misterio has dado la vuelta a la prisión de los arcontes, sus eones, su destino, su esfera y todos sus lugares y los has hecho confundirse en sus caminos y desviarse de su carrera?” El Señor le respondió que lo había hecho por la salvación del mundo. Lo que pretendía era salvar el número de las almas perfectas de la potencia y la corrupción de la materia del mundo, para que, una vez purificadas, ascendieran a su herencia en la altura, donde está el tesoro de la luz. En otra ocasión, estaba Jesús resucitado con sus discípulos, cuando levantó la voz para orar al Padre de todas las paternidades con palabras misteriosas. Tomás, Andrés, Santiago y Simón el Cananeo estaban con los rostros vueltos hacia el oriente. En cambio, Felipe y Bartolomé estaban vueltos hacia el norte. El cielo, el mundo y el mar habían huido hacia occidente. Jesús y sus discípulos permanecían suspendidos en el aire en el camino del medio. Pero debemos recordar que, según el criterio de Pistis Sofía, María Magdalena y Juan el Virgen eran los más importantes de todos los discípulos del Salvador. (El apóstol Felipe , iluminador) Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 9 de Abril 2012
NotasHoy escribe Antonio Piñero Concluyo hoy la presentación puramente objetiva, de fragmentos, del libro Esta colección/selección de textos, a pesar de su abundancia, superior a los mil pasajes, podría extenderse mucho más. No se ha hecho porque se correría el grave riesgo de cansar seriamente a los lectores y porque el aumento no mudaría en absoluto la perspectiva de diversidad de interpretaciones de Jesús. Espero de todos modos que, cuando el lector llegue a este punto, haya quedado convencido de la tesis sobre el origen del cristianismo que defendíamos al principio, en el Prólog: el cristianismo es un producto de la reflexión teológica de los discípulos de Jesús, después de la muerte de éste. El cristianismo es repensar y reinterpretar a Jesús a la luz de la creencia firme de que ha resucitado y de que está vivo entre sus fieles. Esa reflexión o reinterpretación se logra no sólo pensando en su vida en sí, sino también apoyándose en la palabra viva de Dios, las Escrituras. Los cristianos estaban también convencidos de que esa palabra había predicho de antemano todo lo importante sobre Jesús en su calidad de mesías de Israel, llegado en la plenitud de los tiempos Y como Jesús no dejó nada escrito, las Escrituras sagradas permiten interpretaciones múltiples y las ideas sobre la vida, figura y misión eran variadas junto con los avatares dela tradición oral, no es extraño que los puntos de vista sobre el Maestro y Mesías fueran a su vez variados y múltiples. Y de ahí también que haya serias divergencias entre las reconstrucciones del Jesús de la historia y la especulaciones puramente teológicas que componen el Cristo de la fe. En el siglo VI a.C. un poeta-filósofo griego, Jenófanes de Colofón, había afirmado en uno de sus poemas que los hombres crean a los dioses y no al revés. Los dioses de los tracios tienen el cabello rubio y los ojos azules; los de los etíopes la tez negra y el pelo ensortijado. Si los caballos tuvieran dioses, tendrían sin duda forma de caballo; y si los tuvieran los leones, de león. La presente colección/selección de textos permite al lector adquirir una mentalidad un tanto relativista respecto a la herencia de la Antigüedad sobre los hombres importantes, famosos, o trascendentes para la humanidad. Sólo podemos reconstruir su vida y figura a base de los restos que nos hayan dejado: arqueológicos, numismáticos o textuales. En el caso de Jesús no hay nada de los dos primeros apartados: sólo nos queda el último. Y los textos que sobre él versan comienzan a escribirse unos cuarenta años de su muerte, basados en una tradición oral que tiene todos los inconvenientes a ella inherentes respecto a su fidelidad y la posibilidad de variación y cambio. Por si fuera poco, esta diversidad de textos sobre Jesús continúa por siglos, y se escriben cosas sobre él, con la apariencia al menos de que son auténticas, cientos de años después de su muerte…, momentos en los que la imaginación y la fantasía campan por sus respetos Queda, pues, claro que la tarea del historiador para reconstruir con verosimilitud la figura de este personaje que vivió hace dos mil años es titánica. A la vez, debe sorprender al lector la seguridad con la que muchos hablan de Jesús con absoluta seguridad. Debe caerse en la cuenta de que ncluso la tradición de diecinueve siglos sobre el Cristo de la fe tiene fundamentos históricos inseguros y, a veces, ciertamente erróneos desde el punto de vista de la pura ciencia histórica. Pienso que esta colección de textos, donde no hablo yo sino los autores antiguos (mi único influjo sobre el lector es la selección y el orden de los pasajes), debe servir al lector de pedagogía de la comprensión y del sano relativismo: es inútil hacer afirmaciones apodícticas basándose en las fuentes transmitidas --nuestro único sistema de conocimiento-- y es inútil morir o matar por una visión de Jesús que en esencia permanece fluctuante y relativa. Opino que esta “pedagogía de la comprensión y del sano relativismo” pod ría ser el fruto principal de esta antología. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 7 de Abril 2012
NotasHoy escribe Antonio Piñero Carlos A. Segovia, profesor en la Universidad Camilo José Cela, me ha hecho caer en la cuenta de una hipótesis sobre el sentido de la muerte de Jesús según Stanley K. Stowers en su obra Relectura de la carta a los romanos. Justicia, judíos y gentiles (Re-reading Romans. Justice, Jews, and Gentiles, Yale University Press, New Haven,1994) ha propuesto una hipótesis interesante, o al menos digna de mención sobre el propósito de la muerte de Jesús según Pablo de Tarso. Es la siguiente (en especial pp. 213-214 y passim; el resumen es del mismo Segovia): El Apóstol pensaba que Dios había designado a Jesús, por su estirpe davídica, para ser el mesías. Jesús había sido enviado para poner fin al dominio del mal en el mundo que los justos padecían y para restaurar a Israel castigando a los judíos infieles y a los opresores romanos. Dios había investido a Jesucristo con su espíritu y con los poderes necesarios para cumplir esa tarea, esto es, para ejercer su justicia, sancionar a los perversos y premiar a sus fieles. . . Pero, por fidelidad a su misión, Jesús decidió no ejercer los poderes que Dios le había confiado porque, de lo contrario, muchos judíos y casi todos los gentiles habrían sido entregados a la perdición. Jesús murió y retrasó así el juicio de Dios por compasión hacia los pecadores. Por fidelidad al plan divino y a las promesas de Dios, y pensando que Dios lo vindicaría y le permitiría cumplir su misión mesiánica en el futuro, Jesús rehusó ejercer sus poderes hasta el punto de evitar huir y de aceptar ser ejecutado por los romanos. Al renunciar de ese modo a sus prerrogativas mesiánicas, Jesús dio a los judíos y a los gentiles oportunidad de arrepentirse, confiando en que Dios retrasaría su misión hasta el momento en que su justicia pudiera hacerse verdaderamente efectiva. El rechazo de Jesús a tomar el camino más fácil equivalía, por lo tanto, a un acto de fidelidad hacia la misión que le había sido encomendada y hacia los propósitos de Dios. Jesús optó por morir por los demás. Dios le vindicó resucitándolo y haciendo de él el pionero de la renovación del mundo. Al igual que Abrahán, Jesús no fue simplemente un objeto pasivo de fe, sino alguien cuya fidelidad hacía efectiva la justicia misericordiosa que Dios tenía intención de mostrar al mundo. Según Stowers los textos del Pablo genuino que apoyan su interpretación son los siguientes: 1 Cor 15:24-25, donde Cristo es presentado con los atributos de un mesías de tipo regio únicamente en el futuro 2 Cor 10:1, donde, al aludir a la “mansedumbre” (prautes) y la “bondad” (epieikeia) de Cristo, Pablo recurre a dos términos habitualmente empleados en la lengua griega para designar la clemencia del rey o del general victorioso que, pudiendo sojuzgar al enemigo derrotado, no lo hace Flp 2:1-11: donde Pablo exhorta a los gentiles y a los judíos a cooperar entre sí según el modelo de Cristo, quien, pese a ser el mesías, supo adaptarse a las necesidades de unos y otros Rom 1:3-4 donde Pablo afirma que si bien Cristo nació “del linaje de David según la carne” (lo que le otorgaba de antemano ciertos poderes que él sin embargo no ejerció), fue designado “hijo de Dios según el espíritu” (recibiendo entonces nuevos poderes) en el momento de su resurrección Rom 15. donde Pablo exhorta a los gentiles y a los judíos a cooperar entre sí según el modelo de Cristo, quien, pese a ser el mesías, supo adaptarse a las necesidades de unos y otros ¿Qué les parece? Saludos cordiales de Antonio Piñero y de Carlos A. Segovia
Viernes, 6 de Abril 2012
NotasHoy escribe Antonio Piñero Seguimos con el tema del martes pasado Jesús argumenta sobre la Ley con la misma técnica que un fariseo “Y sucedió que un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. 24 Decíanle los fariseos: ‘Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?’ 25 El les dice: ‘¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, 26 cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?’ 27 Y les dijo: ‘El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado’” (Evangelio de Marcos 2,23-27). “El les replicó: ‘Y ¿no habéis leído en la Ley que los sábados los sacerdotes violan el precepto en el templo sin incurrir en culpa?’” (Evangelio de Mateo 12,5) “¿Está permitido curar en sábado? 11 Jesús les respondió: ‘Supongamos que uno de vosotros tiene una oveja, y que un sábado se le cae en una zanja, ¿la agarra y la saca o no? 12 Pues ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, está permitido hacer bien en sábado’” (Evangelio de Mateo 12.10-12). “Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: ‘¡Hipócritas! Cualquiera de vosotros ¿no desata del pesebre al buey o al burro el día de precepto y lo lleva a abrevar? 16 Y a ésta, que es hija de Abrahán y que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no había que soltarla de su cadena en día de precepto?’” (Evangelio de Lucas 13,15-16). “Por esto Moisés os dio la circuncisión -no procede de Moisés sino de los patriarcas- y circuncidáis a un hombre en sábado. 23 Si un hombre recibe la circuncisión en sábado para que no se quebrante la ley de Moisés, ¿os indignáis conmigo porque sané a un hombre completo en sábado? 24 No juzguéis por la apariencia, sino dad sentencia justa” (Evangelio de Juan 7,22-24). Jesús explica su doctrina en parábolas y comparaciones como los fariseos “Decía también: ‘¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?’” (Evangelio de Marcos 4,30). “Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: 25 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. 26 Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: 27 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina” (Evangelio de Mateo 7,24-27). “¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: 17 ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’” (Evangelio de Mateo 11,16-17). “Otra parábola les propuso, diciendo: ‘El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo (Evangelio de Mateo 13,24) Los capítulos 4 del Evangelio de Marcos y 13 del de Mateo constan fundamentalmente de parábolas; en el de Lucas están más dispersas; en el Evangelio de Juan Jesús no pronuncia parábola alguna. “¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? 32 Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza…” (Evangelio de Lucas 7,31-32). “Decía, pues: ‘¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? 19 Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas’. 20 Dijo también: ‘¿A qué compararé el Reino de Dios? 21 Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo’” (Evangelio de Lucas 13,18-20). B. A la inversa: Jesús enemigo acérrimo de los fariseos Desacredita y condena a los fariseos “Por tanto, cuando des limosna no lo anuncies a toque de trompeta como hacen los hipócritas (= fariseos). en las sinagogas y en la calle para que la gente los alabe. Ya han recibido su recompensa, os lo aseguro […] 5 Cuando recéis, no hagáis como las hipócritas, que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse ante la gente. Ya han recibido su recom¬pensa, os lo aseguro” (Evangelio de Mateo 6,2.5). “Entonces se acercan los discípulos y le dicen: ‘¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír tu palabra?’ 13 El les respondió: ‘Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz. 14 Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo’” (Evangelio de Mateo 15,12-14). “Dijo Jesús a sus discípulos: ‘Mucho cuidado con la levadura de los fa¬riseos y saduceos’.12 Entonces comprendieron que no los prevenía contra la levadura del pan, sino contra la doctrina de los fariseos y saduceos” (Evangelio de Mateo 16,11-12). “¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, qué les cerráis a los hombres el reino de Dios! Porque voso¬tros no entráis, y a los que están entrando tampoco los de¬jáis.15¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros! 16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que enseñáis: ‘Jurar por el santuario no es nada; pero jurar por el oro del santuario obliga’! 17 ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el santuario que consagra el oro? 18 O también: ‘Jurar por el altar no es nada, pero jurar por la ofrenda qué está en el altar obliga’. 19 ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar, que hace sagrada la ofrenda? 20 Quien jura por el altar, jura al mismo tiempo por todo lo que está encima; 21 y quien jura por el santuario, jura al mismo tiempo por el que habita en él: 22 y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que está sentado en él” (Evangelio de Mateo, 23,14-22). Los fariseos desacreditan a Jesús “Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: ‘¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores? […] 18 Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: ‘¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?’” (Evangelio de Marcos 2,16.18). “Y salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. 12 Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: ‘¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará, a esta generación ninguna señal.’ 13 Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta. 14 Se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. 15 El les hacía esta advertencia: ‘Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes’” (Evangelio de Marcos 8, 11-15). “Salían ellos todavía, cuando le presentaron un mudo endemoniado. 33 Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: ‘Jamás se vio cosa igual en Israel’. 34 Pero los fariseos decían: ‘Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios’” (Evangelio de Mateo 9,32-34). Los fariseos quieren matar a Jesús “Pasó de allí y se fue a la sinagoga de ellos. 10 Había allí un hombre que tenía una mano seca. Y le preguntaron si era lícito curar en sábado, para poder acusarle. 11 El les dijo: ‘¿Quién de vosotros que tenga una sola oveja, si ésta cae en un hoyo en sábado, no la agarra y la saca? 12 Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, es lícito hacer bien en sábado’. 13 Entonces dice al hombre: ‘Extiende tu mano’. El la extendió, y quedó restablecida, sana como la otra. 14 Pero los fariseos, en cuanto salieron, se confabularon contra él para ver cómo eliminarlo’” (Evangelio de Mateo 12,9-14). Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Jueves, 5 de Abril 2012
Notas
Hace unos días, Antonio Piñero y yo recibimos un correo electrónico del traductor de la obra de Diarmaid MacCulloch comentada en algunos de mis posts anteriores. Este traductor solicitaba –entre otras cosas que Vds. verán de inmediato– la publicación del texto que sigue. Dado que este espacio me está asignado con todos sus derechos y responsabilidades, yo soy quien debía decidir si este escrito se publicaría o no. A pesar de que buena parte del texto enviado por el sr. traductor constituye una réplica a un escrito mío que solo ha circulado en privado, dadas mis críticas públicas en esta sede, y dado que quien escribe es –al igual que mis colegas y amigos de este blog– firme defensor del derecho a la réplica y a la defensa, opto por publicarlo aquí íntegramente, siendo innecesario que su autor me lo agradezca. Sigue mi contrarréplica.
RÉPLICA: TRISTE EXCUSA PARA UNA HISTORIA EXCELENTE En primer lugar, quiero agradecer al titular de este blog la gentileza de permitirme responder a los artículos que recientemente ha hecho públicos en este y otros foros el Sr. Fernando Bermejo en relación a una obra traducida por mí. En segundo lugar, quiero advertir al Sr. Bermejo que desde esta misma línea encontrará en mi lenguaje un tono muy distinto al que he mantenido con él en otros diálogos privados, exactamente hasta el momento que estudié la muestra de «errores» presuntamente achacables a mi versión española de A History of Christianity, del profesor D. MacCulloch. Y, en tercer lugar, dirigiéndome expresamente a los lectores de este blog, diré que no voy más que a apuntar unas líneas generales, sin desarrollarlas en absoluto en todos sus extremos, para desmentir categóricamente la valoración que hace el Sr. Bermejo; y lo haré así para no alargar más este desgraciado asunto tratando, al menos, de defender mi imagen como traductor, lesionada por la tan imprudente actuación del Sr. Bermejo. Desconozco los campos específicos y la metodología de análisis e investigación de los estudios sobre el cristianismo, pero sí puedo afirmar que conozco bastante bien todos los relacionados con el ámbito de la traducción. En su vertiente más teórica, es preciso distinguir, por ejemplo, entre literalidad y globalidad de sentido; valga decir que en nuestro gremio se habla en ocasiones, sin ir más lejos, de traductores/traducciones a las que se califica de «literalistas» o de «no literalistas»; y que, entre otros, ese conocimiento debe cuando menos enseñar al traductor a comprender que ningún texto tiene una «única» traducción correcta o válida (aunque, sin duda, hay muchas que pueden ser incorrectas o inválidas). En su vertiente aplicada, una de las primeras preguntas que se debe plantear un traductor al abordar un texto es cuáles son los lectores potenciales del futuro libro, y no sólo por factores intrínsecos al texto (tema, registro de lenguaje, tono...), sino también por factores externos y materiales (editorial que lo publicará, medio en el que aparecerá, público lector de esa obra y editorial...). También en su vertiente aplicada, y para su valoración a posteriori, es preciso contar, entre otras muchas cosas, con un catálogo que permita diferenciar entre errores ortotipográficos, erratas, correcciones de estilo, opciones terminológicas, adaptaciones culturales/textuales/lingüísticas... y, sí, finalmente, también errores leves o graves. Una vez analizada la muestra de presuntos «errores», un recuento pormenorizado arroja que de un total de 107, es decir, un 0,041 por ciento del total de las 257.000 palabras que componen los más de 600 folios a que corresponden, 67 casos son en realidad propuestas de corrección de estilo del Sr. Bermejo que en absoluto pueden considerarse errores; 17 constituirían un amplio capítulo de «Otros» en el que se incluyen erratas, «despistes» editoriales, enmiendas irrelevantes o valoraciones ignorantes de los requerimientos de trasvasar un mensaje de una lengua a otra. Por último, 23 casos (el 0,008 por ciento de ese total de más de 600 folios) podrían considerarse errores «leves» o de interpretación (y digo «podrían» porque le concedo automáticamente la razón como especialista que parece ser en este tema, aun cuando no esté tan claro desde el punto de vista traductológico)... y tan solo de 3 casos se puede decir que son ciertamente errores que se podrían considerar relevantes. Si la muestra de «errores» abarca aproximadamente la mitad del texto de MacCulloch, resulta difícil comprender que se pueda escribir tan gratuita e irresponsablemente que «si [sus] cálculos no fallan, [la edición] debe de superar con mucho el millar de errores». Toda esta cuantificación sin tener en cuenta que existen, al menos, tres ediciones en inglés diferentes de la obra (la que manejó el Sr. Bermejo, al menos, no es la misma que yo he utilizado para traducir), sobre una de las cuales el autor introdujo, además, en torno a un centenar de correcciones (¿errores de autor?). En más de 257.000 palabras, casi 11.000 frases, hay tres errores relevantes y 23 posibles errores leves o de interpretación. Triste recuento. Por si eso no bastara, al Sr. Bermejo le preocupaba mucho «no perjudicar mis intereses» (según me dijo en diálogo privado y, eso sí, después de haberme expresado yo en los comentarios a su primera entrada), cosa que sin duda ha hecho y muy gravemente, sin pensar que también ha perjudicado sin fundamento alguno, además de a la editorial (¿puede alguien imaginar lo que significa recomendar a los lectores más interesados en una obra que la lean en su lengua original y huyan de la traducción?) y a los correctores que en su día realizaron la revisión del texto (no tan «especializada», sin duda), los cuales también se sentirán interpelados por el Sr. Bermejo y, lo que es peor, por sus propios supervisores en la editorial. Pero al Sr. Bermejo no le bastó con eso, sino que también remitió la «lista de errores» al autor, en lo que sin duda ha sido el ejercicio de presuntuosidad con consecuencias más irreparables que se hubiera podido concebir. Es una pena que el Sr. Bermejo anunciara en el título de sus entradas comentar una «excelente historia» pero que no haya podido pasar de hablar de la, según él, «triste traducción». Yo, además, me hago, entre otras, una pregunta: ¿Por qué el Sr. Bermejo espera un año a comentar una «excelente historia» publicada en inglés en febrero de 2011 y, pese a haberla leído en la lengua original y ser excelente, cuando anuncia comentarla desaprovecha dos ocasiones para hacerlo y se postula como «lektor» con el fin de revisar la traducción? Envidio el tiempo de que dispone el Sr. Bermejo quien, después de leer una obra, puede releerla en otra lengua y cotejar las versiones... ¡con la de libros que hay siempre pendientes de lectura! Por último, y por tanto, agradecería al Sr. Bermejo que: 1.- Publique este mismo texto, sin introducciones ni comentarios, en los blogs en que se hayan difundido sus dos entregas anteriores sobre esta obra. 2.- Con posterioridad, en una entrega independiente, matice o corrija las sentencias inadecuadas que, sea por la indebida aplicación de licencias literarias, por la errónea atribución de responsabilidades traductológicas/editoriales, por sobregeneralización... o por cualesquiera que sean los motivos, ha escrito irresponsablemente y, 3.- Estudie el modo de reparar los daños causados en mi imagen y prestigio personal y profesional como traductor ante el autor, la editorial, mi entorno profesional y la opinión pública. El afán del Sr. Bermejo por enmendar errores es encomiable, pero hay una diferencia entre el «deber» de enmendar errores y el aprovechamiento de los presuntos errores ajenos para obtener ventaja o beneficio (mediático, profesional, ...) sin preocuparse de los perjuicios que pueda ocasionar a terceros. Antiguamente (es decir, hace unos veinte años) las editoriales recibían cartas de lectores para señalar erratas cuya corrección servía para mejorar futuras ediciones. Era un «sentimiento del deber« que tenían muchos lectores para corregir una simple tilde o añadir una diéresis. Sin embargo, lo que el Sr. Bermejo ha conseguido, aparte de lesionar gravemente la imagen de terceros, no ha sido más que destacar como experto y, acaso, postularse como especialista y revisor editorial. En el Evangelio abundan los episodios ejemplares en los que Jesucristo critica o reprende a los fariseos. Yo recomendaría Mateo 23, 1-12, o el célebre sobre los «sepulcros blanqueados». Por lo demás, obsta decir que, ya en contacto con el gabinete jurídico de la asociación de traductores que me representa, me reservo el derecho de emprender las acciones legales pertinentes en caso de que continúe viendo lesionados mi imagen, mi buen nombre y mis derechos profesionales. Con la esperanza de encontrarnos en una situación menos desafortunada, envío un saludo muy cordial a todos los lectores. Ricardo García Pérez Traductor de Inglés-Español
Miércoles, 4 de Abril 2012
NotasRESPUESTA DE FERNANDO BERMEJO El malestar ocasionado por la recepción del texto anterior en quien firma este no tiene nada que ver con las lindezas que en ella se acumulan (recapitulando: Fernando Bermejo es un ignorante en el ámbito traductológico, un imprudente, un irresponsable, un miserable insensible e interesado que se aprovecha del perjuicio que causa a otros, un presuntuoso y un hipócrita sepulcro blanqueado), ni desde luego con las amenazas (nada menos que de acciones legales) que contiene, sino con la tensión provocada por la confluencia de, por un lado, la convicción de que todo el mundo debe tener derecho de réplica (y ello a pesar de que tal derecho es aquí dudoso), y, por otro, la no menos profunda convicción de que si a alguien puede perjudicar la publicación de la carta que antecede es, única y exclusivamente, a su propio autor. La desazón, no obstante, no se acaba ahí, sino que se prosigue en la medida en que si, por una parte, el impulso espontáneo de quien firma es pensar que la única reacción que merece esa carta es el más sepulcral silencio o la más demoledora ironía, por otra ese impulso se ve dificultosamente asociado a la nítida percepción de que quien ha redactado ese escrito es alguien que parece albergar la genuina sensación de haber sido objeto de un comportamiento injusto y de ser asistido en todo, en sus manifestaciones, por la razón y la justicia. Esto hace que la honda repugnancia que a quien escribe estas líneas le inspira esa carta se vea en todo momento trabada por la exigencia de entender a quien la ha escrito, de –por así decirlo– disculparlo, y de, en la medida de lo posible, no incurrir en la demasiado fácil tentación de pagarle con la misma moneda que utiliza y, por tanto, de faltarle demasiado fácilmente al respeto. Así pues –a pesar de las diversas insidias y las falsedades que el texto del sr. García Pérez contiene, y a pesar de que soy consciente de que cualquier cosa que yo escriba no mitigará los sentimientos profundamente negativos que el autor parece albergar hacia mí–, al menos mientras redacto el presente escrito me esforzaré en suponer que el sr. Ricardo García Pérez (cuyo nombre hasta ahora yo no había utilizado como una de las maneras de intentar poner coto a los efectos negativos de mi crítica), al redactar su carta, ha caído por debajo de sí mismo, y es por tanto alguien mejor –intelectual y moralmente– que lo que su carta denota. Dado que las diversas descalificaciones personales que el autor realiza se comentan por sí mismas y/o son indemostrables, en lo que sigue me limitaré a los hechos comprobables, es decir, a afirmaciones concretas relativas a su traducción del libro mencionado. Pues bien, lamentablemente, diversas afirmaciones del autor de la carta son falsas, y algunas de ellas además demostrablemente falsas, y ello ya con total independencia del análisis de su traducción. 1º) El autor afirma que mi denuncia de errores se refiere a “más de 600 páginas”, a “aproximadamente la mitad del texto” (que tiene 1.293 páginas). En realidad, la muestra de errores enviada a la editorial, el propio traductor y los agentes literarios del autor (previa petición expresa de ellos) contenía (como se señalaba meridiana y explícitamente) errores extraídos únicamente de las pp. 105 a 530. Lo que es más relevante, el escrito al que el traductor tuvo íntegro acceso iba encabezado por varias observaciones, una de las cuales decía literalmente: “Estas correcciones –que comienzan con la 2ª Parte de la obra, en la página 105– se refieren únicamente a menos de una tercera parte del volumen total del libro (e incluso en esta porción no se han tenido en cuenta algunas de sus subsecciones)”. 2º) Con sus minuciosas cuantificaciones, el autor comete además la evidente falacia de presentar los errores señalados por quien firma como una lista exhaustiva, y no como lo que en realidad era (y como se afirmó ya en este blog) a saber, una mera muestra. De hecho, otra de las observaciones que encabezan el escrito mío que obra en poder del sr. García Pérez dice literalmente: “Los problemas señalados no son, ni mucho menos, todos los detectados, sino solo una selección representativa. Hay muchos más errores e imprecisiones de los aquí consignados”. 3º) Otra falacia está implicada en las afirmaciones del sr. García Pérez de que la edición inglesa que él usó es diferente a la que yo he usado, y de que el autor introdujo un centenar de correcciones. Aunque al menos la segunda afirmación es en sí misma correcta (la semana pasada Diarmaid MacCulloch me envió esa lista de correcciones), tales afirmaciones son insidiosas, por la sencilla razón de que las eventuales diferencias entre las ediciones, así como las correcciones efectuadas, son prácticamente irrelevantes en cuanto a los errores que yo he señalado (salvo meliori, solo una corrección de MacCulloch coincide con uno de los pasajes de mi muestra de errores). Al señalar la existencia de falsedades y falacias en la carta del sr. García Pérez no estoy diciendo que el autor de la carta haya mentido a sabiendas. En mi esfuerzo por pensar de él in bonam partem, tiendo a creer, más bien, que su percepción de la realidad se ha visto alterada por su necesidad de lavar su imagen a toda costa (aun a costa de intentar manchar la mía) y por los profundos sentimientos negativos que su escrito trasluce, lo que le lleva a confundir bastante menos de 400 páginas con más de 600, y una simple muestra de errores con una enumeración exhaustiva, cuando resultan obvias las diferencias entre cada una de estas magnitudes. En realidad, las tergiversaciones de la realidad señaladas no son las únicas que cabe atribuir al sr. García Pérez: el correlato de la minimización de sus errores es una desaforada magnificación de la malevolencia ajena (en este caso, la mía). De hecho, vale la pena recordar que el sr. Ricardo García Pérez ya tuvo que retractarse de sus palabras cuando en los comentarios al blog me atribuyó algo que yo no había escrito, a saber, que su traducción era “pésima”. Yo jamás afirmé tal cosa, como el propio sr. García Pérez hubo de reconocer luego. De hecho, la traducción del sr. García Pérez no es pésima. “Pésima” es un superlativo, y si su traducción fuera pésima habría que rehacerla enteramente, cosa que no es en absoluto necesaria (una gran parte de su traducción es más que aceptable). El problema reside en que está plagada de errores. Una vez detectadas las falsedades señaladas, a uno pueden empezar a surgirle ciertas dudas fundadas acerca de la credibilidad que merecen las restantes afirmaciones del traductor Ricardo García Pérez, y acerca de su grado de objetividad a la hora de juzgar el número y la gravedad de errores que ha cometido (y, de paso, también a la hora de juzgar a quien esto firma). Las llamativas reducciones operadas por el sr. García Pérez en sus intentos de minimizar el problema de su traducción permiten también comprender la lógica que opera en la reducción que convierte una muestra de 107 errores en 23, y a su vez estos 23 en solo 3 realmente relevantes. Las pretensiones del sr. Ricardo García Pérez son, por lo demás, susceptibles de una virtual reducción al absurdo: si fuera cierta la pretensión de que la práctica totalidad de los errores señalados son insignificantes o cuestiones de estilo, y que por tanto la traducción apenas presenta errores, tal como pretende, no se entendería bien que la editorial Debate, tras haber pagado la labor del traductor, vaya ahora a costear –como de hecho va a hacer– los gastos de una revisión y una nueva edición corregida. Más allá de las falsedades señaladas, el único modo fiable que tienen los lectores interesados de comprobar dónde se halla la verdad sería comparar la traducción del sr. García Pérez con la nueva edición que es de prever la editorial publicará dentro de algunos meses. Cabe suponer, no obstante, que apenas habrá lectores dispuestos a realizar esta tarea. Yo habría preferido no volver a referirme en público a la traducción del sr. García Pérez, pero dado que es este el que se ha obstinado en volver a traer a la palestra el tema, y pensando en particular en quienes solo tienen la única edición disponible actualmente en castellano, reseño a continuación –sin afán de exhaustividad– los principales tipos de errores que contiene la traducción del sr. García Pérez, de modo que los lectores con conocimientos de inglés puedan decidir por sí mismos si la muestra de errores que señalo se refiere a errores reales y relevantes o está dictada más bien por mi ignorancia y mi calenturienta y malévola fantasía. Principales tipos de errores que contiene la traducción del sr. García Pérez: 1º) Errores muy graves de traducción en virtud del desconocimiento de la materia tratada. Puse más de media docena de ejemplos en mi segundo post (Jesús murió por “blasfemia contra las autoridades romanas”, Pablo animaba a sus interlocutores a circuncidarse, el cristianismo predicaba tres dioses, los árabes se llamaban a sí mismos “rumíes”/“romanos”…), pero hay muchos más. Según la traducción del sr. García Pérez, por ejemplo: El Antiguo Testamento habla de la virgen María (y Erasmo de Rotterdam lo sabía): la frase “Erasmus came to deplore the redirection on to Mary of Old Testament texts” es traducida como “Erasmo acabó detestando la reorientación que se daba a la figura de María en los textos del Antiguo Testamento” (p. 639). Jesús apenas usó el término “Dios”: la frase “Erasmus had also noted that the term ‘God’ is rarely used for Christ in the biblical text” es traducida como “Erasmo también había señalado que Cristo raras veces utiliza el término ‘Dios’ en el texto bíblico” (p. 646). Las listas que los Evangelios canónicos presentan de los testigos de las apariciones no mencionan a las mujeres. De la lista de testigos de apariciones del Jesús resucitado en Pablo MacCulloch afirma: “His list of witnesses to Resurrection appearances significantly contrasts with that of three Gospels, by not including any women at all”. García Pérez traduce: “[…] contrasta significativamente con las que aparecen en los tres Evangelios, que no incluyen a ninguna mujer” (p. 147). Constantino se convirtió al cristianismo en diversas ocasiones, y la gente lo atestiguó: La frase “Constantine has often been seen as undergoing a ‘conversion’ to Christianity es traducida por García Pérez como “A Constantino se le había visto a menudo experimentando una ‘conversión’ al cristianismo” (p. 221). Estos disparates –que dejan, sin embargo, impertérrito al sr. García Pérez– van acompañados de otros de un calibre inferior, como por ejemplo la traducción de “Catholicity” por “conformidad universal” (p. 156) o la confusión del género literario de los “Hechos” con la obra particular de los Hechos de los Apóstoles (p. 158), entre otros muchos. Saludos cordiales de Fernando Bermejo.
Miércoles, 4 de Abril 2012
Notas
SIGUE LA CONTRARÉPLICA DE FERNANDO BERMEJO
2º) Errores debidos al desconocimiento de la historia de las religiones y a otros desconocimientos. Referido al Irán antiguo, “Iranian” debe ser traducido como “iranio”, y no –como hace el traductor sistemáticamente– por “iraní” (pp. 47, 74 y otros). Entre los griegos, de Zeus no se puede decir que sea la “divinidad primordial” (chief), sino en todo caso la “divinidad principal” (p. 47). A menudo, el traductor vierte “hymn” (himno) por “salmo” (v. gr. p. 173). Según el traductor, Pedro, en Getsemaní, es el “adalid” (???) de Jesús (p. 186), no su “defensor” (defender). García Pérez traduce el término “triumph”, una obvia referencia a la celebración romana, como “victoria” (p. 230, donde un párrafo entero se malentiende al pasar por alto la referencia al “triunfo”), etc. Hay docenas de ejemplos como estos. 3º) Errores debidos al desconocimiento del vocabulario técnico. Por ejemplo, en la expresión “monarchian episcopacy” el adjetivo debe ser traducido no como “soberano” –tal como lo hace el sr. García Pérez–, sino como “monárquico” (pp. 163ss). “Worship” es a menudo traducido por “oración/oraciones” en contextos en que se debe ser traducido como “culto” (v. gr. p. 150). No es lo mismo “la teología agustina” que “la teología agustiniana” (Augustinian theology). Referido a las corrientes de la Reforma no integradas en los movimientos mayoritarios, “radical” no debe ser traducido como “extremista” (p. 170) o “intransigente”, sino como “radical”. “Glorification” (glorificación) no es lo mismo que “alabanza”. “The Fall” (la Caída) no es lo mismo que “el pecado original” (174, 183 y passim). No se puede achacar a los cristianos “la celebración del sufrimiento constante”, sino más bien “la celebración de la constancia en (medio d)el sufrimiento”, etc. etc. Es muy probable que el sr. García Pérez crea con buena conciencia, en virtud de sus autocomplacientes y liberales postulados traductológicos, que en estos y otros muchos casos da igual ocho que ochenta, pero lo cierto es que estas traducciones son, pura y simplemente, incorrectas. 4º) Errores de traducción puros y simples, a menudo graves, pues cambian el sentido del original e inducen a confusión al lector. No es lo mismo decir que Jesús, según sus seguidores, “cumplía con la tradición judía del Ungido” que: “constituía el cumplimiento de (fulfilled) la tradición judía del Ungido”. No es lo mismo “Micenas fue objeto de las alabanzas de un poeta griego del que sabemos muy poco” (García Pérez) que: “Micenas fue objeto de las alabanzas de un poeta griego que sabía muy poco de ella (who knew very little about it). Tras referirse a la Ilíada, MacCulloch escribe: “There follows the adventures of one Greek hereo, Odysseus”. Es decir: “Siguen las aventuras vividas por un héroe griego, Odiseo”. Por su parte, García Pérez traduce: “Allí se despliegan las aventuras…”. Allí ¿dónde? ¿En Troya? De Micenas se dice que “logró ejercer el poder nada menos que en un lugar tan distante como la gran isla de Creta”. El inglés dice simplemente “was capable of wielding power as far as the great island of Crete”, lo que cabe traducir como: “[…] hasta alcanzar la gran isla de Creta”. De hecho, Creta no está tan lejos del Peloponeso… De las epopeyas homéricas se dice que “took shape in recitation some time in the eight or seventh century”, que cabe traducir: “adquirieron su forma a través de la recitación entre los siglos VIII y VII” (o equivalente). García Pérez traduce: “adoptaron forma de verso entre los siglos VIII y VII”. Quizás a los lectores les interese saber que los últimos cinco errores mencionados están extraídos de una sola página (p. 46), que de hecho contiene más errores que aquí no enumeraré. A lo largo del libro hay varios cientos de ejemplos como estos. 5º) Errores de traducción debidos al cambio arbitrario de orden de los elementos de una frase o período, a menudo con resultados bastante divertidos (o penosos, según se mire): Una frase que dice “Los romanos mataron a Jesús, por mucho que la clase dirigente del Templo, enfurecida y temerosa por la naturaleza de su predicación, les hubiera inducido a hacerlo (The Romans killed Jesus, however much the Temple establishment, in fury and fear at the nature of his preaching, had prompted them to do so)” es traducida por el sr. García Pérez como: “Por mucho que la fundación del Templo [???] les hubiera impulsado a hacerlo, los romanos mataron a Jesús airados y atemorizados por la naturaleza de su predicación” (p. 121). Otro ejemplo: La frase “‘fábulas judaicas’, en expresión de la Epístola a Tito, que él habría atribuido al apóstol Pablo” (“‘Jewish myths’, in a phrase of the Epistle to Titus, which he would have attributed to the Apostle Paul”) es traducida así por el sr. García Pérez: “según una expresión que aparece en la Epístola a Tito, eran ‘fábulas judaicas’ que él atribuía al apóstol Pablo” (p. 155). Resulta claro que el cambio de orden aboca al absurdo, pues Marción era un paulinista radical que jamás habría atribuido fábulas a Pablo. Hay numerosos ejemplos de este tipo a lo largo de la obra. 6º) Errores debidos a libertades excesivas –y totalmente gratuitas– con el texto, con los que se tergiversa la significación del original y se induce a confusión a los lectores. Entre los numerosos ejemplos, baste el siguiente: En la p. 45, hay un párrafo en el que el autor se refiere al hecho de que los seguidores de Jesús añadieron “Christos” a su nombre, y el párrafo termina aclarando que ello sucedió “tras su ejecución en una cruz” (“after he had been executed on a cross”). El traductor, en lugar de traducir el texto tal y como está, transforma esa más bien inocua cláusula temporal del final del período al comienzo del mismo, que de este modo empieza así: “Una vez consumada la Crucifixión […]”. Tanto el uso del verbo “consumar” (teológicamente cargado) como el uso –con mayúscula– de “la Crucifixión” alteran sensiblemente lo que el autor dice y transmite. Hay docenas de ejemplos como este. 7º) Finalmente, están los errores que el autor considera “despistes” (no incluyo las erratas, pues entre los más de cien casos de mi muestra no había señalado, según creo recordar, ni una sola): confundir un siglo con otro (puse una docena de ejemplos en un post anterior, pero merece la pena señalar que ya en la primera línea de la introducción del libro tenemos un “seventeenth-century” convertido en un “siglo XVIII”: p. 27); un nombre propio con otro (“Constantino” en lugar de “Constancio”: p. 249), un nombre común con otro (“autoridad” en vez de “austeridad” – austerity”: p. 233); un adjetivo con otro (donde el autor describe a los dioses griegos como “partial” el traductor traduce “imparciales”: p. 49); omisión de palabras (significativas) en el texto: no es lo mismo quedarse “ciego” que “temporalmente ciego” (p. 127; estos despistes son relativamente numerosos); omisión de frases enteras del original (por ahora, he detectado ya un par de casos); o confusión pura y simple de términos, como cuando el autor, hablando de la relación entre Agustín de Hipona y su madre, habla de un “maternal triumph”, y el sr. García Pérez traduce como “victoria sobre lo material” (sic: p. 338). Sin duda, el sr. García Pérez consideraría todos estos errores –que, repitámoslo, son solo una mínima muestra de los existentes– como disculpables o totalmente irrelevantes, sea amparándose en su presunto profundo virtuosismo traductológico, sea alegando mi presunta inepcia para distinguir errores reales de errores imaginarios. A partir de ahí, cualquiera con un mínimo sentido crítico puede extraer conclusiones acerca de la objetividad de los juicios de este traductor. Para terminar, con respecto al presunto perjuicio que mis comentarios habrían causado al sr. García Pérez, solo tengo que decir lo siguiente: que, dadas las diversas falsedades, falacias e insidias contenidas en su carta, albergo dudas fundadas de que lo que afirma sobre tales perjuicios merezca credibilidad; y que si tales perjuicios se hubieran dado, todavía estaría por determinar si su causa habrían sido mis declaraciones (en cuyo caso yo lo lamentaría muy profundamente), o más bien a) las limitaciones de su competencia como traductor (al menos, de esta obra); y/o b) su propia gestión de su relación con los editores (cuyo grado de prudencia pueden juzgar los lectores a partir de los comentarios efectuados acerca del editor de Debate por el sr. García Pérez en este mismo blog el día en que apareció mi primer post relativo a este tema). Si bien quisiera creer que el sr. Ricardo García Pérez es alguien más noble de lo que revela su carta, y quisiera esperar por tanto que sea capaz de entonar –al menos secretamente– la palinodia, informo ya a nuestros lectores de que, en caso de equivocarme, en lo sucesivo yo no volveré a prestar la más mínima atención a posibles futuras manifestaciones de la persona mencionada, aun si esta decidiera usar a partir de ahora el espacio de comentarios que liberalmente brinda este blog para seguir sembrando insidias y/o “desmentir categóricamente” a quien firma estas líneas. Con un cordial saludo, Fernando Bermejo
Miércoles, 4 de Abril 2012
Notas
Hoy escribe [bAntonio Piñerob]
Como he escrito ya estoy intentando hacer una presentación puramente objetiva de mi libro. “Jesús de Nazaret. El hombre de las cien caras”, haciendo algo semejante a la técnica periodística: ofrecer una parte del texto mismo, sin comentario ulterior, para que el lector vea y sepa. Hasta aquí hemos visto el Prólogo y el largo índice. Ahora nos queda ofrecer una muestra de las páginas del libro en si y el “Epílogo”. Comienzo por la muestra. Advierto que los programas de tratamientos de textos de los Blogs eliminar tabulaciones y otras marcas que tiene un texto en Word. Así, por ejemplo, el “Índice” de este libro aparecía en el Blog con una estructura totalmente distinta a como se envió a la la Editorial y esta a la imprenta Ejemplo de pp. 104-201 dentro del epígrafe “V. Como los demás veían a Jesús”, dividido en dos partes (para hoy martes y el jueves próximo) Fariseo: amigo y semejante a ellos en muchas cosas / Enemigo acérrimo de los fariseos <!--more--> A. Amigo y semejante a ellos [bLos fariseos admiten tener trato con Jesús b] “Había un hombre del grupo de los fariseos, de nombre Nicodemo, jefe de los judíos; 2 este fue a él de noche y le dijo: ‘Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro; pues nadie puede hacer esos signos que tú haces a no ser que Dios esté con él’” (Evangelio de Juan 3,1-2). [bLos fariseos llegan incluso a alabar a Jesús b] “Y envían donde él algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. 14 Vienen y le dicen: ‘Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?’” (Evangelio de Marcos 12,13-14). [bLos fariseos invitan a comer a Jesús b] “Un fariseo lo invitó a comer con él. Entró en casa del fariseo y se recostó a la mesa” (Evangelio de Lucas 7,36). “Apenas terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se recostó a la mesa. 38 El fariseo se extrañó al ver que no hacía abluciones antes de comer, 39 y el Señor le dijo…” (Evangelio de Lucas 11,37-39). “1 Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando […] 12 Y al que lo había invitado le dijo: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a vecinos ricos; no sea que te inviten ellos para corresponder y quedes pagado. 13 Al revés, cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; 14 y dichoso tú en¬tonces, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando re¬suciten los justos. 15 Habiendo oído esto, uno de los comensales le dijo: ‘¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!’” (Evangelio de Lucas 14,1.12-15). [bLos fariseos salvan la vida de Jesús b] “En aquel momento se acercaron unos fariseos a decirle: ‘Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte.32 El les contestó: ‘Id a decirle a ese zorro: “Yo, hoy y mañana, se¬guiré curando y echando demonios; al tercer día habré acabado”. 33 Pero hoy, mañana y pasado tengo que proseguir mi camino, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’” (Evangelio de Lucas 13,31-33). [bLos fariseos no intervienen en contra de Jesús en el proceso judío, como puede observarse en la lista siguiente a partir de Evangelio de Marcos 8,31, primera predicción de la pasión b] 8, 31 “El Hijo del Hombre será rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y los escribas” 9, 11 “¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?” 9, 14 Los escribas discuten con los discípulos de Jesús 10, 2 Los fariseos preguntan si le está permitido al varón divorciarse de su esposa 10, 33 “El Hijo del Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas” 11, 18 Los sumos sacerdotes y los escribas oyen a Jesús justificar la purificación del Templo y procurar matarlo 11, 27 Los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos cuestionan la autoridad de Jesús 12, 13 “Ellos” envían a algunos fariseos y herodianos para tender una trampa verbal a Jesús 12, 28 Uno de los escribas pregunta a Jesús sobre el mandamiento más importante 12, 32 Este escriba aprueba la respuesta de Jesús 12, 35 “¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es el Hijo de David?” 12, 38 “Guardaos de los escribas que gustan de pasear con largas vestiduras” 14, 1 Los sumos sacerdotes y los escribas procuran matar a Jesús 14, 10 Judas va a los sumos sacerdotes para disponer la traición de Jesús 14, 43 Jesús se enfrenta a Judas y a una muchedumbre armada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos 14, 53 Los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas se congregan con el sumo sacerdote para juzgar a Jesús 14, 55 Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero busca un testimonio contra Jesús 15, 1 Los sumos sacerdotes, después de tener un consejo con los ancianos, los escribas y el Sanedrín entero, entregan a Jesús en manos de Pilato 15, 3 Los sumos sacerdotes denuncian a Jesús ante Pilato 15, 10 Pilato sabe que los sumos sacerdotes han entregado a Jesús por envidia 15, 11 Los sumos sacerdotes mueven a la muchedumbre a pedir que suelten a Barrabás, y no a Jesús 15, 31 Los sumos sacerdotes con los escribas se burlan de Jesús (Tomado de J. Marcus, Mark 8-16. A New Translation and Commentary, The Anchor Yale Bible 27A, Yale University Press, New Haven London, 2009, p. 1100; traducción española, Editorial Sígueme, Salamanca, 2011). [bJesús predica también a los fariseosb] “Uno de aquellos días estaba él enseñando, y estaban sentados fariseos y maestros de la Ley llegados de todas las aldeas de Galilea y de Judea, e incluso de Jerusalén. La fuerza del Señor estaba con él para curar” (Evangelio de Lucas 5,17). [bJesús alaba a los fariseosb] “Entonces Jesús, dirigiéndose a las multitudes y a sus discípulos, 2 declaró: ‘En la cátedra de Moisés han tomado asiento los le¬trados y los fariseos. 3 Por tanto, todo lo que os digan, hacedlo y cumplidlo’” (Evangelio de Mateo 23,1-3). Terminamos el jueves que viene Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid [bwww.antoniopinero.com b]
Martes, 3 de Abril 2012
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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