CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
419-01 Jesús de Nazaret el hombre de las cien caras (I)
Hoy escribe Antonio Piñero



Hace un par de semanas daba noticia, en unas breves líneas, de que estaba apunto de salir este libro mío cuyo título corresponde al de esta postal, publicado por EDAF, Madrid, 2012, 349 pp. (ISBN 978-84- 414-3096-9). Precio 18 euros. La semana pasada me indicaron que ya había llegado efectivamente a las librerías. Se me ha ocurrido presentarlo de la manera más objetiva posible y al modo como se hace a veces: reproduciendo el “Prólogo”, el índice o contenido y el epílogo. Publicar alguna parte del libro para que se vea como está dispuesto me parece muy ilustrativo. Y eso es lo que voy a hacer en los días siguientes.

Comienzo, pues, por el PRÓLOGO


El volumen presente no es un “libro de texto”, sino un libro “de textos”. Su misión es presentar al lector de un modo ordenado los pasajes, tomados en general de los evangelios tanto canónicos como apócrifos, y con pocas excepciones de otros autores de la literatura cristiana primitiva (como Hechos apócrifos de los apóstoles, Justino Mártir e Ireneo de Lyón)., que hacen aparecer ante sus ojos las “mil caras de Jesús”: cómo se veía él a sí mismo –según los evangelistas- y cómo lo vieron sus discípulos, sus amigos y sus enemigos. El libro representa así el punto de vista, variadísimo, del cristianismo primitivo sobre cómo era Jesús.

Como he indicado en mi obra Los cristianismos derrotados (Edaf, Madrid, 2008), unos doscientos años después de la muerte de Jesús, un observador imparcial que se paseara entre los cristianos podría observar entre ellos una gran unidad, cierto, pero también la existencia de bastantes grupos diferentes al “ortodoxo” o mayoritario.

En total quizás pudiera distinguir unos diez cristianismos diferentes, aunque luego –fijando más su atención- caería en la cuenta de que esa diferenciación procedía de tres troncos principales: el judeocristianismo palestinense, formado en general por lo seguidores inmediatos de Jesús, el judeocristianismo helenista que pronto sería absorbido por su corriente principal, el cristianismo paulino, y la corriente gnóstica. Estos son lo grupos que se reflejan en los textos que presentamos.

Este libro apenas tiene comentario alguno, sino algunas aclaraciones, al principio y al final de los textos, cuando proceda, de modo que el lector pueda situarlo en su contexto y entenderlo mejor. La idea central es dejar –cómoda y ordenadamente- al lector ante los textos que nos ha legado la Antigüedad sobre un personaje complejo y fascinante en sí mismo, como todos los hombres grandes, en sus repercusiones en la historia del mundo, sobre todo en Occidente. Algunos de los textos han de repetirse necesariamente ya que contienen múltiples ideas interesantes para nuestro objetivo. En la segunda repetición se procura acortar el texto dejando sólo lo esencial para el epígrafe respectivo.

A alguien le podrá parecer que algunos textos, o incluso apartados, son un tanto forzados. En realidad no es así, porque muy a menudo los antiguos, al igual que los modernos, no dicen las cosas directamente. Hay que “estar en el ambiente” para captar plenamente la intención de algunos pasajes. En estos casos, los epígrafes o alguna indicación mía en cursiva podrán indicar el camino para una verdadera intelección de un texto determinado.

La variedad de textos presentados han salido de múltiples manos, con mentalidades muy diferentes y en momentos muy diversos –desde la segunda mitad del siglo I d.C. hasta los siglos VI y VII (pocos casos; y siempre pensando que el material reelaborado por el texto conserva recuerdos cristianos anteriores).- y van aparentemente en pie de igualdad puesto que no se hacen diferencias tipográficas en su presentación. Ello no quiere decir que el autor de esta selección otorgue el mismo valor como fuente histórica a todos ellos. Ni mucho menos,

Este último aserto me parece tan importante que es conveniente insistir en ello: no vale lo mismo para reconstruir al Jesús histórico el material contenido en los evangelios más antiguos –que coinciden con los aceptados por la Iglesia—debidamente sometidos a la critica filológica e histórica que el fantasioso material que la reinterpretación de Jesús ha ido acumulando a partir del siglo II hasta el XI más o menos.

En la inmensa mayoría de los casos –salvo el Evangelio de Tomás gnóstico, la base reconstruible del Evangelio de Pedro, algunos fragmentos papiráceos antiguos— estos textos, luego declarados apócrifos no tienen valor histórico alguno. Pero no es la intención de este libro reconstruir el Jesús histórico, sino mostrar la variedad del cristianismo primitivo, sobre todo desde finales del siglo I hasta el V. Y desde el punto de vista de la especulación teológica, no de la ortodoxia, tales textos valen para mostrar la diversidad del cristianismo. Al fin y al cabo, para un historiador de la antigüedad, las reinterpretaciones teológicas, tanto ortodoxas como no ortodoxas tienen el mismo valor en un aspecto: son muestras de la evolución del pensamiento cristiano; pero no juzga si se acercan a la verdad histórica o no.

En consecuencia y para tranquilidad de algunos lectores, afirmo que en líneas generales –no siempre- contienen un material mucho más fiable aquellos textos que fueron compuestos relativamente cerca de la vida y andanzas del Jesús que caminó por Galilea y Judea predicando la cercanía del reino de Dios que los más tardíos. Esto quiere decir que son más fiables los evangelios canónicos --a excepción del de Juan que es una reescritura muy peculiar de la tradición sobre Jesús con el añadido de breves pinceladas históricas interesantes—que los apócrifos, posteriores y más dados a la reconstrucción fantástica de los huecos dejados por la historia.

Como he señalado en el “Epílogo” de mi obra Jesús. La vida oculta (Esquilo, Badajoz, 2007), estos últimos suelen ser leyendas populares unas veces forjadas anónima y vulgarmente; otras, compuestas conscientemente como leyendas en la soledad de algún escritorio por alguna persona consciente de estar fabricando historietas edificantes. La principal razón para no atribuirles valor histórico es su escritura tardía.

Habían pasado ya tantos años desde la muerte de Jesús, que de los años de su vida oculta no quedaba ningún testimonio fiable…, entre otras razones porque no se empezaron a recoger noticias sobre él sino después de su muerte y especialmente cuando se afianzó su culto como persona divina, trascendental para la salvación de la humanidad. En esos momentos no quedaba memoria fiel de los años de su infancia –sin importancia práctica para los creyentes- y todo lo importante de los otros instantes de su vida había sido recogido por los “evangelios oficiales”.

Pero la multiplicidad de opiniones sobre cómo era Jesús siguió adelante. La gran batalla por la imagen de un Jesús “canónico” se dio entre los diversos grupos de cristianos desde el momento mismo en el que empezaron a difundirse los evangelios y hechos de los apóstoles tardíos (desde la mitad del siglo II y sobre todo en el siglo III)., documentos que hacían la competencia a los evangelios que iban adquiriendo el rango de canónicos o sagrados: los de Marcos, Mateo y Lucas, por una parte, y más tarde el de Juan.

Por parte de los cristianos ortodoxos hubo desde entonces, y hasta los siglos VI-VIII, una lucha a muerte por aniquilar a los apócrifos y desterrarlos de las iglesias oficiales. A veces se intentaba también manipularlos y expurgarlos sustituyendo las antiguas versiones por otras más concordes con el pensamiento teológico ortodoxo. El éxito de esta tarea aniquiladora se muestra en la extrema escasez de textos evangélicos que procedan del judeocristianismo palestinense: sólo fragmentos que ocupan menos de quince páginas.

Por suerte, parte de esos evangelios apócrifos, los de la tercera tendencia cristiana primitiva, la gnóstica, ha permanecido intocada hasta nuestros días, puesto que se descubrieron por casualidad hacia 1945, en regular estado de conservación, pero sin enmiendas ni añadidos… y así han sido editados (Véanse Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi I-III, Trotta, Madrid, 42011 y Todos los Evangelios, Edaf, Madrid, 2010, con diversas reimpresiones).

Espero que el lector –aunque alguna que otra vez haya leído los textos que aquí presentamos- se sorprenda de la enorme variedad de las perspectivas sobre Jesús que albergó el cristianismo de los primeros siglos. Y deseo que sepa que lo presentado es sólo una selección, pues de muchos apartados se podrían presentar aún más testimonios. Que es así lo indicamos cuando parece conveniente añadiendo un elenco breve de textos paralelos, donde sólo se indica la obra y capítulo más un par de palabras sobre el contenido del pasaje en cuestión.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 23 de Marzo 2012
Hoy escribe Fernando Bermejo

Llamo hoy la atención de nuestros lectores sobre un libro importante aparecido hace unos pocos años, y cuyos análisis no han pasado de moda: Jonathan Klawans, Purity, Sacrifice, and the Temple. Symbolism and Supersessionism in the Study of Ancient Judaism, Oxford University Press, Oxford, 2006.

Es imposible entender el judaísmo y el cristianismo sin comprender las instituciones bíblicas centrales del sacrificio y el Templo. Sin embargo, tanto en el ámbito judío como cristiano –y también en el ámbito académico dependiente de sus preconcepciones– estas instituciones suelen ser consideradas únicamente como realidades deleznables, destinadas a ser “superadas”. En el ámbito cristiano, la “superación” se considera operada por la espiritualidad jesuánica.

Basándose en una nueva lectura de los textos, en estudios antropológicos y del ritual, Jonathan Klawans –profesor del Departamento de Religión de la Universidad de Boston– pone de manifiesto el poderoso simbolismo del antiguo culto sacrificial judío, mostrando que el sacrificio constituía una actividad espiritualmente rica y significativa iluminada por dos “principios organizadores” centrales a las tradiciones sacerdotales de la Biblia: el deseo de imitar a Dios y la preocupación por mantener la presencia divina dentro de la comunidad.

Al hacer esto, Klawans desmonta todas las anteriores visiones evolucionistas (y más o menos hostiles) del antiguo sacrificio judío como un comportamiento “primitivo” y espiritualmente vacío que fue rechazado y superado por la Eucaristía en el cristianismo o por la oración en el judaísmo rabínico. Sus lecturas novedosas de textos neotestamentarios y rabínicos desafían preconcepciones y prejuicios sólidamente asentados tanto en el ámbito académico como en la mente de muchos cristianos.

El libro se divide en dos partes. En la primera (“Pureza y sacrificio en el Israel bíblico”), el autor argumenta que la fascinación selectiva (y a menudo evolucionista) con los orígenes del sacrificio ha tenido un efecto negativo sobre la comprensión académica del Israel bíblico. En la segunda, se analiza cómo diversas ideas judías y cristianas sobre el reemplazo del sacrificio (o su “espiritualización”) han tenido a su vez un impacto negativo sobre la comprensión de toda una serie de textos judíos antiguos relativos a asuntos cultuales.

El último capítulo, el séptimo, presenta el mayor interés para los estudiosos del Nuevo Testamento, pues en él se analiza la actitud de Jesús y neotestamentaria ante el Templo. Se examinan en particular el incidente de Jesús en el Templo y la “institución” de la Eucaristía. Mientras que la mayor parte de estudiosos consideran que estos episodios articulan una crítica o incluso un rechazo del Templo de Jerusalén, Klawans –a partir de las conclusiones obtenidas en los capítulos previos de su libro– ofrece interpretaciones alternativas de ambos relatos.

Comentaré ulteriormente este interesante libro, recomendándolo desde ahora a nuestros lectores.

Posdata: en algún próximo post terminaremos la serie sobre la obra de MacCulloch, de la que la editorial Debate está preparando ya una nueva edición revisada.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 21 de Marzo 2012
Vida del apóstol Felipe según sus Hechos Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Final de los Hechos de Felipe (cc. 107-148)

El último gran fragmento de estos Hechos Apócrifos de Felipe lleva en el ms. 824 griego del Vaticano el siguiente epígrafe: “De los viajes del apóstol Felipe desde el Hecho XV hasta el final, incluido el martirio”. El ms. A se refiere solamente al martirio. El texto comienza con una referencia cronológica al reinado de Trajano (98-117) y sigue los datos de la tradición recordando que Felipe predicaba el Evangelio por las ciudades de Licia y de Asia. Por el texto conocemos que los acontecimientos narrados tienen lugar en la ciudad de Ofiorima o Hierápolis de Asia, la moderna Pamukkale al sudoeste de la península de Anatolia.

Felipe, Bartolomé y Mariamne se alojaban en la casa de Estaquis, calificado ya en este pasaje de cristiano. Da la impresión de que el nuevo fragmento de la narración es independiente de los textos anteriores, porque habla de Estaquis como de “un cristiano de nombre Estaquis”. Igualmente presenta a Bartolomé como “uno de los setenta y dos discípulos del Señor” cuando hasta ahora se refería a él bajo la denominación común de “los apóstoles”. También expresa la intención de presentar a Mariamne como la hermana de Felipe”, como si no fuera ya conocida su identidad. Los nuevos fragmentos abundan en temas y personajes conocidos ya en otros pasajes anteriores.

Nicanora, esposa del procónsul o gobernador

Repite la narración que los habitantes de la localidad daban culto a las serpientes y a la Víbora. Por eso la ciudad de Hierápolis recibía el nombre de Ofiorima. En realidad, Ofiorima significa “avenida o calle de las serpientes”,como quien dice “Calle de las sierpes”, aunque aquí se trata más bien del nombre de la ciudad. La esposa del gobernador, Nicanora, aquejada de diversas enfermedades, acudió a Felipe a escondidas y contra el parecer de su marido. Mariamne le explicó en hebreo que el Redentor había venido para redimirla e iluminarla. En efecto, Nicanora explicó que, siendo hebrea, al escuchar la palabra de sus antepasados, había quedado curada súbitamente de su enfermedad y de sus dolores. Felipe oró por ella para que Cristo Jesús la salvara del engaño del enemigo y pudiera dirigirse en libertad al país de sus padres.

Fue en aquel momento cuando llegó su marido como un caballo furioso, la agarró por los vestidos y gritó preguntando cuál era el médico que la había curado de modo que hubiera podido levantarse sola de la cama y venir hasta donde estaban los magos. Nicanora respondió con entereza pronunciando una exhortación para que su marido cambiara de mentalidad y se librara de los dardos de la serpiente homicida. Si quería que ella permaneciera con él, tendría que vivir en castidad y en el temor de Dios. Era demasiado para el genio homónimo de Tiranógnofo. Tomó a su mujer por los cabellos y la arrastraba dándole de patadas, mientras le decía que mejor sería para ella morir a espada que prostituirse con aquellos magos extranjeros. La amenazaba con la muerte para castigar luego a sus seductores con los peores tormentos.

Ordenó a sus servidores que le trajeran a los culpables. Entraron en la casa de Estaquis y se apoderaron de Felipe, de Bartolomé y de Mariamne, a los que arrastraron hasta donde estaba el procónsul. Detrás salieron “el fidelísimo Estaquis con todos los fieles” (c. 120,2), que no quisieron abandonar en aquel trance a sus maestros.

(Icono del apóstol Felipe)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 19 de Marzo 2012

Por las dos cartas a los Corintios y a los Romanos sabemos que las iglesias de Macedonia y Acaya realizaron una colecta para los pobres de Jerusalén.
Para organizar esta colecta, Pablo envió a Corinto a Tito y a dos discípulos anónimos (2 Cor. 8:16 y ss): el hermano famoso a causa del Evangelio y “nuestro hermano”.
En 1 Corintios se aprecia que Timoteo estaba en camino a Corinto cuando la colecta estaba a punto de comenzar (1 Cor. 16:1-11) y en 2 Corintios se dice que fue Tito quién comenzó la colecta (2 Cor. 8:6), lo que hace pensar a King, Borse y Fellows que son la misma persona.
Fellows también trata de responder a la pregunta de por qué Pablo deja en el anonimato la identidad de dos de los tres organizadores de la colecta. Su respuesta, inspirada en BAUCKHAM y THEISSEN –que consideran que algunos anonimatos de los evangelios, como el del discípulo que corta la oreja de un siervo del Sumo Sacerdote, tienen una finalidad protectora– es la siguiente: para proteger la colecta y sus portadores en caso de que la carta cayese en malas manos.
Este posible temor de Pablo, siempre según Fellows, no es nada extraño, pues en Hechos de los Apóstoles se nos dice que se cambió el itinerario a causa de un complot contra Pablo (Hch. 20:3) y en 2 Corintios Pablo alude a peligros de salteadores, de judíos, de gentiles y de falsos hermanos (2 Cor. 11:26). Por esta misma razón de seguridad Pablo es ambiguo respecto a la colecta y prefiere denominarla “servicio a favor de los santos”
Ahora bien, si el anonimato de dos discípulos se justifica por razones de seguridad, ¿por qué se menciona a Tito? Según Fellows, porque era conocido por otro nombre: Timoteo.

APOSTILLA
1. Estoy de acuerdo con la minoría de autores que sitúan la segunda visita de Pablo a Corinto antes de 1 Corintios (o de Corintios B, si es que está formada por dos cartas) por dos motivos:
a) Creo que explica mejor el cambio de planes de viaje.
b) La “carta de lágrimas” parece que responde a una ofensa a Pablo o a algún amigo suyo. En cambio, tras la segunda visita, Pablo no volvió dolido sino indignado (“vuelvo a decirlo de antemano ahora que estoy ausente, lo mismo que la segunda vez estando presente: si vuelvo otra vez, obraré sin miramientos”, 2 Cor. 13:2).
2. No me convence que la “carta de lágrimas” y 1 Corintios viajasen más o menos al mismo tiempo, una por mar y otra por tierra.
3. Tampoco me convence que, si Pablo esperaba a Timoteo en Éfeso, partiese sin él hacia Macedonia.
4. El argumento para llamar Tito a Timoteo en 2 Corintios me parece sugestivo y verosímil.
5. Mi propuesta, sin entrar a opinar ahora sobre si Tito es Timoteo, es la siguiente:
- Viaje de Pablo a Corinto, en el que anuncia oralmente el plan de viaje de 2 Cor. 1:15-16.
- Pablo envía a Timoteo y Erasto a Corinto pasando por Macedonia mientras 1 Corintios viaja por barco. Cambio de planes de viaje (1 Cor. 16:5)
- Timoteo vuelve a Éfeso dándola malas noticias.
- Viaje de Tito (¿Timoteo?) a Corinto por barco portando la “carta de lágrimas”
- Encuentro de Tito (¿Timoteo?) y Pablo en Macedonia.

¿Fue Tito circuncidado por Pablo?
Según Hechos, Timoteo fue circuncidado por Pablo a causa de los judíos, ya que al ser hijo de madre judía, si no se circuncidaba sería visto como un apóstata.
Tito, viajó al Concilio de Jerusalén con Pablo y Bernabé (en Hechos no se menciona a Tito, pero se dice que les acompañaron “algunos” hermanos) para demostrar que se podía ser un buen creyente sin necesidad de estar circuncidado.
En su Epístola a los Gálatas, Pablo dice que Tito, siendo griego, no fue obligado a circuncidarse. Sin embargo, a continuación viene una frase con un texto muy oscuro y con variantes en distintos manuscritos que dice: “pero a causa de los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud, a quienes ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio…” (Gal. 2:4-5).
Dado lo oscuro de este texto, se ha sugerido por algunos autores como, entre otros, Bernard ORCHARD, que podría tratarse de una frase incompleta que podría aludir a un hecho conocido sobradamente por los gálatas.
Fellows, al igual que otros, cree que hay una elipsis y que debería acabar con una referencia a una circuncisión voluntaria de Tito a causa de los falsos hermanos, pese a que en Jerusalén no fue obligado a ello.
En la misma epístola se dice que “ni siquiera Tito fue obligado a circuncidarse” (Gal. 2:3). ¿Por qué se emplean las palabras “ni siquiera”? Si sólo Tito (gentil) acompañó a los judíos Pablo y Bernabé a Jerusalén, estas dos palabras sobran. Y, si además de Tito bajaron otros gentiles, ¿por qué se dice que “[de los gentiles que bajaron] ni siquiera Tito fue obligado a circuncidarse”? La respuesta de Fellows es que, si Tito es Timoteo, su situación era diferente a la de los otros gentiles por ser hijo de madre judía.
La alusión a Tito podría deberse a que los “falsos hermanos” podrían haber alegado a su favor que Pablo circuncidó a Tito-Timoteo, respondiendo Pablo que ello lo hizo voluntariamente a causa de los falsos hermanos y que no fue obligado a ello por las “columnas” de Jerusalén.
APOSTILLA:
Además de Richard Fellows, algunos exégetas (p.e. DUNCAN y SANDERS) han defendido la hipótesis de que Tito fue circuncidado voluntariamente, aunque eso no les ha llevado a pensar que Tito y Timoteo fuesen la misma persona.
Sábado, 17 de Marzo 2012
Queridos amigos:

Un amigo lector, que desea permanecer en el anonimato, y que firma con el pseudónimo de Aletheia, me ha enviado una comunicación que considero interesante que llegue a los lectores. Como es larga, la divido en dos partes

He aquí el texto:

De acuerdo con las epístolas auténticamente paulinas, Tito, “hermano y colaborador” de Pablo, viajó al llamado “Concilio de Jerusalén” (circa 49) con Pablo y Bernabé (Gal. 2). Unos 8 años después, Pablo le encargó una difícil misión en Corinto y, junto a dos discípulos anónimos, fue el encargado de administrar en Corinto una colecta para los pobres de Jerusalén (2 Cor. 8).
En cuanto a las epístolas pseudo-paulinas, es destinatario de una carta y es mencionado en la Segunda Epístola a Timoteo. En estas cartas se da a entender que Pablo, tras el arresto domiciliario de dos años en Roma con el que finaliza Hechos, viajó de nuevo a Oriente y envió a Tito a Creta (Tt. 1) y, durante la última prisión de Pablo en Roma, viajó a Dalmacia, no estando claro si abandonando a Pablo o cumpliendo una misión (2 Tim. 4).
Sin embargo, los datos que nos ofrecen estas últimas cartas son muy dudosos, no sólo por haber sido escritas muchos años después de la muerte de Pablo, sino porque el autor parece estar mal informado acerca de la vida de Pablo.
En cualquier caso, llama la atención la ausencia de Tito en el libro de los Hechos de los Apóstoles y de la lista de saludos de Romanos 16. ¿A qué se debe?
Tres autores, de forma independiente, han considerado que la causa de esta omisión es que Tito y Timoteo son la misma persona.

El primero en formular este hipótesis fue Robert KING en un libro titulado Who was Saint Titus, publicado ¡en 1853! Esta obra, que puede leerse íntegramente on-line (http://www.archive.org/stream/whowassttitusscr00king#page/12/mode/2up) ha pasado desapercibida. De hecho, en Google Books solo existe una referencia a ella.

En 1984 el alemán Udo BORSE propuso tímidamente la misma hipótesis, basándose en que 1 Corintios anticipa una visita de Timoteo (4:17, 16:10) y 2 Corintios habla de un viaje ya pasado de Tito y no contiene ninguna alusión al viaje de Timoteo, lo que le llevó a pensar que se trataba de la misma visita (‘Tränenbrief und 1. Korintherbrief’, Studien zum Neuen Testament und Seiner Umwelt 9, 1984, pp. 175-202.). Esta hipótesis no pudo desarrollarla porque murió poco después.

Por último, el investigador canadiense Richard G. FELLOWS publicó en 2001 en el Journal of the Studies of The New Testament la misma hipótesis, añadiendo que Timoteo (“agradable a Dios”) fue un apodo puesto por Pablo a Tito, algo habitual entre los primitivos cristianos más militantes (Simón-Pedro, José-Bernabé, Juan-Marcos, etc.). Tras la publicación de este artículo, a la luz de las observaciones que le han sido realizadas, Fellows ha desarrollado y precisado su teoría en un blog (http://paulandco-workers.blogspot.com, que cuenta con ilustres seguidores como Mark Goodacre, entre otros) en el que incluso analiza con detalle los cambios que realiza Pablo entre la primera persona del singular y del plural en 2 Corintios.

Generalidades

Antes de entrar en detalles, Fellows indica las coincidencias entre Timoteo y Tito:

• Ambos eran incircuncisos antes del “Concilio de Jerusalén”.
• Ambos eran conocidos por los gálatas y los corintios.
• Timoteo viajó con Pablo desde Listra (Galacia) hasta Éfeso, pasando por Macedonia y Acaya. De Tito no se dan datos, pero se sabe que estuvo en el Concilio de Jerusalén y que en algún momento viajó a Éfeso.
• Ambos fueron enviados por Pablo desde Éfeso hasta Corinto para cumplir delicadas misiones.
• Ambos participaron en la organización de la gran colecta para los pobres de Jerusalén.
• Cierta semejanza fonética al empezar sus nombres por la misma sílaba, lo cual, según Fellows, no es irrelevante, pues esta circunstancia se da en algunos cambios de nombre: Silas-Silvanus o Saulo-Paulo.

Tito y Timoteo en Corinto

En la Primera Epístola a los Corintios, Pablo anuncia a sus lectores que ha enviado a Timoteo y pide que cuando llegue sea bien recibido (4:17; 16.10). Sin duda, partió pasando por Macedonia, lo que encaja con Hechos 19.22 y Filipenses 2:19.

En la Segunda Epístola a los Corintios no hay ninguna alusión al viaje de Timoteo, pero sí a un viaje de Tito, que se encontró con Pablo en Macedonia.

La explicación tradicional es que Pablo envió a Timoteo, quién le dio malas noticias a su vuelta. En consecuencia, Pablo realizó un viaje relámpago a Corinto en donde fue ofendido y, tras este incidente, envió a Tito, de carácter más enérgico, portando una “carta de lagrimas” (2 Cor. 2:3-4) y, en esta ocasión, le dio buenas noticias.

La hipótesis alternativa de Fellows es que solo hubo un viaje con esta secuencia:

• La segunda visita de Pablo a Corinto tuvo lugar antes del envío de 1 Corintios, lo que en su opinión explica más fácilmente el cambio de planes de viaje. Sobre esta cuestión, Fellows no es el único ni el primero en adelantar este viaje.
• Tito-Timoteo viaja con Erasto a Macedonia (Hch. 19:22) para luego ir a Corinto portando la “carta de lagrimas”. Por lo tanto, Erasto sería el hermano anónimo de 2 Corintios 12:18: “Invité a Tito y mandé con él al hermano. ¿Os ha explotado acaso Tito?”
• Una vez que Tito-Timoteo ha partido, Pablo recibe información de “los de Cloe” y una carta con preguntas de Corinto. Escribe 1 Corintios, que es enviada por barco desde Éfeso.
• Tito-Timoteo se encuentra con Pablo en Macedonia y le da buenas noticias de su misión en Corinto.
• Pablo escribe la Segunda Epístola a los Corintios, que es enviada por Tito y dos hermanos anónimos.

Según Fellows, lo más razonable es que esas tres personas figuren en la lista de los que envían saludos en Romanos 16.

El mayor inconveniente de esta secuencia es que el final de 1 Corintios da a entender que Pablo espera a Timoteo en Éfeso, no en Macedonia (1 Cor. 16:11). Fellows supone que Tito-Timoteo se retrasó y que, por lo tanto, Pablo salió de viaje hacia Corinto pasando por Macedonia esperando encontrárselo en el camino (en determinadas épocas del año no era posible viajar en barco entre Corinto y Éfeso).


Saludos de Alétheia y de Antonio Piñero
Viernes, 16 de Marzo 2012

Notas

8votos
Hoy escribe Fernando Bermejo

Si se escribiera una historia del cristianismo a partir de los accidentes geográficos, el río Orontes desempeñaría en ella un papel destacado. El Orontes, o Nahr al-Assi, con una extensión de algo más de 500 kilómetros, atraviesa las tierras del antiguo Canaán y desemboca en Antioquía, llamada por ello “Antioquía-sobre-el-Orontes”. Es en esta ciudad donde parece haberse empezado a llamar “cristianos” a los nazarenos, y es en las cartas de Ignacio, obispo de Antioquía, donde aparece por vez primera el substantivo “Khristianismós”.

Pero Antioquía no es la única ciudad bañada por las aguas del Orontes que ha sido relevante para la historia del cristianismo. Otra es Emesa, situada a unos 140 kms al norte de Damasco, a más de 100 al oeste de Palmira y a menos de 100 al sudeste de Apamea, la patria del filósofo platónico Numenio.

No sabemos cuándo llegó el cristianismo a Emesa, bastión de cultos paganos como los del dios-sol sirio Baal (Heliogábalo, sumo sacerdote de este, fue proclamado emperador romano en esta ciudad por las tropas sirias). El primer obispo conocido de Emesa fue Silvano, que sufrió martirio bajo Diocleciano (según el testimonio de Eusebio en su Historia eclesiástica). Uno de sus sucesores, Anatolio, asistiría al primer concilio ecuménico, el de Nicea en 325.

Un escritor cristiano relevante relacionado con la ciudad fue Eusebio de Emesa (ca. 300-359), arriano moderado, discípulo de Eusebio de Cesarea. Había nacido en Edesa pero fue elegido (de ahí el nombre con el que se le conoce) obispo de Emesa, no sin dificultades y sinsabores.

Una noticia sobre el desarrollo del cristianismo en la ciudad nos es proporcionada por el denominado Chronicon Pascale, que asegura que la gran iglesia que había en la ciudad fue profanada en tiempos del emperador Juliano mediante la erección de una estatua de Dioniso.

En época bizantina, Emesa, el hogar del célebre himnógrafo Romanus Melodus (que murió a mediados del s. VI), se hizo famosa por su pretensión de albergar la cabeza de Juan el Bautista, convenientemente cristianizado como santo.

Emesa ha sido centro administrativo para los patriarcados de las Iglesias jacobita y melquita, y a causa de su emplazamiento geográfico en la ruta que lleva hacia el norte desde Egipto, Palestina y Damasco experimentó las vicisitudes de la guerra por parte de los ejércitos de árabes, mongoles, turcos y cruzados.

Esta Emesa no es otra que la actual Homs en Siria, cuyos habitantes son víctimas desde hace ya muchos meses de las masacres perpetradas por las tropas de Bashar el-Assad, ante la mirada poco menos que impertérrita de los europeos amantes de la libertad, la paz, la democracia y la justicia.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 14 de Marzo 2012
Vida del apóstol Felipe según sus Hechos Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Hecho XIV: Curación de Estaquis el ciego

Suceso importante y muy celebrado fue la curación de Estaquis, un hombre rico, que estaba ciego desde hacía cuarenta años. El episodio es el tema del Hecho XIV. Lloraba Estaquis desconsolado pidiendo a sus hijos que lo llevaran al dispensario donde los apóstoles practicaban la medicina. Cuando llegó, contó Estaquis a los apóstoles unos sueños extraños que tenía desde hacía tres días y que le proporcionaban la certidumbre de que recobraría la salud. En tiempos pasados había perseguido a los cristianos pues era de los que daban culto a la Víbora y a las serpientes.

Contempló en una ocasión unos huevos de serpiente de los que salían crías. Tuvo la ocurrencia de que si se untaba los ojos con el jugo de los huevos de los ofidios podría tener algún alivio. Pero el efecto fue contraproducente. Se le desarrolló una terrible infección con inflamación en los ojos que le duró diez años. En aquel tiempo sólo encontraba refrigerio con unas hierbas que su esposa recogía en el campo. Pero una mañana, salió la buena mujer a recoger las hierbas medicinales cuando fue atacada y muerta por una bestia feroz. Desde entonces ni había contemplado la luz y ni siquiera había podido ver el rostro de sus hijos.

Estaquis suplicaba a Felipe que lo librara de aquel tormento. Tanto más cuanto que una voz le explicó el origen de su situación. Su ceguera se debía a que un diablo le cubría el rostro y no le permitía ver la luz. Pero la voz le avisó de que en el dispensario a las puertas de la ciudad estaba el médico que le devolvería la salud. Estaquis se dirigió allá y, según contaba, vio a un joven hermoso que tenía tres rostros: uno de jovenzuelo, otro de mujer elegantemente vestida, un tercero de anciano. La mujer portaba una lámpara, cuyos rayos llenaron de luz los ojos de Estaquis. El joven llevaba un cántaro y bautizaba a cuantos entraban en la ciudad, que se volvían blancos como las ramas de la palmera. Todo le demostraba que era Dios el que le anunciaba su curación.

Felipe prorrumpió en una plegaria de bendición. Tomó luego a Estaquis y le explicó cómo había sido Satanás el que lo condujo hacia su ruina y perdición. Pero el Señor le daba en esta ocasión la luz verdadera. Felipe extendió su mano, mojó su dedo en la boca de Mariamne y ungió los ojos de Estaquis que recobró inmediatamente la vista.

El milagro produjo una gran conmoción en la ciudad, pues eran por demás abundantes las curaciones efectuadas por los apóstoles con toda clase de enfermos. Muchos, que eran testigos de los prodigios, se convertían. Felipe bautizaba a los hombres y Mariamne a las mujeres. Toda le gente de la ciudad estaba admiraba, sobre todo porque veía a un leopardo y a un cabrito que participaban en las oraciones respondiendo con el “amén”.

Hecho XV: Nicanora, la mujer del gobernador

El Hecho XV cuenta el eco de la curación de Estaquis, que llegó a oídos de la mujer del gobernador Tiranógnofo. La mujer había sido mordida por las serpientes que percibieron en ella a una persona extranjera. Su cuerpo acabó llagado, dolorido y atormentado por el veneno de las serpientes. Pero cuando se enteró de que Estaquis había recobrado la vista, pidió a sus criados que la llevaran a la casa de Estaquis, lo que hicieron a escondidas de su propio marido.

Entretanto, Felipe dirigía a Estaquis una larga exhortación de tintes marcadamente encratitas. Le recordaba lo que había padecido bajo el poder de Satanás, del que se había librado con la ayuda de Dios que nunca lo había abandonado. Le hacía varias recomendaciones, en particular, que se abstuviera de los excesos de vino y de carne. Le recomendaba que viviera en la continencia y que la fomentara entre sus hijos y criados. Porque, aseguraba, “la continencia es el fundamento de todo y la riqueza de Dios” (XV A 2,2). En un arranque poético le pedía que se purificara de la “lascivia, que es la ruina, la novia de la muerte, la boda con la corrupción, la alegría de los demonios, el regocijo de la impureza, el gozo de la envidia, el deleite de los perdidos” (XV A 3,2).

La vara florecida

A continuación hundió Felipe su bastón en el patio de la casa de Estaquis rogando al Señor Jesucristo que floreciera lo mismo que la vara de Aarón (Núm 17,16-26). Al momento floreció el bastón y se convirtió en un frondoso árbol de laurel, lo que llenó de admiración a los testigos de semejante prodigio. Practicaba el apóstol la limosna llenando tres tinajas de trigo, de vino y de aceite, de las que repartía entre los necesitados sin que disminuyera su contenido. Cuando Nicanora oyó las palabras del apóstol y vio los prodigios que hacía en la casa de Estaquis, se olvidó de sus dolores. Pero sus criados le recordaron que su marido no quería que fuera a ver a Felipe, y temían que los sorprendiera allí y los castigara a todos. Regresó a su casa para no causar problemas a los siervos de Dios.

Nicanora rogaba a Dios que su marido Tiranógnofo creyera en él o muriera, ya que la impedía visitar a los santos apóstoles. Una laguna en el texto acaba en un reproche que Tiranógnofo dirige a su mujer amenazándola con castigos para ella y para los apóstoles, si se atreviera a ir con ellos. Se retiró, pues, el gobernador y se dirigió a su tribunal. Entretanto, Felipe, Bartolomé, Mariamne, el leopardo y el cabrito permanecían en la casa de Estaquis.

(Diagrama de los Ofitas).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 12 de Marzo 2012
Hoy escribe Antonio Piñero



Concluyo hoy la síntesis de una pequeña parte del artículo de Fernando Bermejo sobre la historiografía moderna y el “mito de la singularidad de Jesús”, artículo que no deseo que pase desapercibido entre los lectores del Blog

“Consideremos ahora el segundo pasaje/texto aducido por Crossan como testimonio de la “diferencia” entre Juan y Jesús, Lc 7, 31-35:

“¿Con quién compararé a los hombres de esta generación, y a quién son semejantes? Son semejantes a los niños sentados en la plaza y que dan voces los unos a los otros diciendo: ‘Os tocamos la flauta y no danzasteis; entonamos endechas y no plañisteis’. Porque ha venido Juan el Bautista sin comer pan ni beber vino y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el hijo del hombre comiendo y bebiendo, y decís: ‘Ahí tenéis a un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores’”.

“En este pasaje, Jesús equipara la presente generación con niños que no reaccionan a dos acicates diversos; esos acicates son, en el símil, Juan y Jesús, que, aun siendo diferentes, quedan mancomunados y situados al mismo nivel como mensajeros de Dios, rechazados y calumniados por un pueblo recalcitrante. Es, pues, muy claro que este texto pone a Juan y a Jesús en el mismo nivel.

“En el pasaje mateano paralelo al de Lucas (11,16-19) la antítesis no hace sino reforzar el paralelismo entre los dos personajes y está al servicio de este: la distinción relevante y central no es la que se da entre Juan y Jesús, sino la que hay entre ellos y la generación a la que se dirigen, la cual, predíqueselo del modo en que se lo predique (éste es el sentido de la diferencia en la descripción de Juan “sin comer pan ni beber vino” y Jesús “comiendo y bebiendo”), no se convierte. Repárese, además, en que el lenguaje utilizado por Jesús probablemente es hiperbólico, reproduce el de sus oponentes –¡y el de los de Juan!–, y no vehicula una diferencia sustancial: Jesús, de hecho, está criticando acerbamente a quienes, en lugar de reaccionar acogiendo el mensaje predicado, se acogen, haciendo gala de volubilidad y frivolidad, a cualquier coartada para rechazarlo; da igual si el mensajero bebe o no bebe, come o no: su género de vida es siempre interpretado in malam partem, lo que evidencia el carácter caprichoso y la mala conciencia de “esta generación”.

“La verdadera contradicción que el texto expresa no está en los dos predicadores, sino en el interior de quienes los rechazan. Jesús no concede ninguna importancia especial a lo que es una mera diferencia de estilo.

“Resulta instructivo observar el procedimiento que sigue Crossan para intentar justificar una afirmación tan grávida de consecuencias como la que sostiene una “ruptura” entre Juan y Jesús: una lectura armonicista y sesgada de dos textos –que no dicen lo que él pretende–, y sin prestar atención a los aplastantes testimonios textuales que muestran la continuidad entre Juan y Jesús ni al restante material evangélico que contradice sus interpretaciones. Pero no es solo esto. Incluso si Crossan pudiera justificar las “diferencias” que postula, estas no autorizarían en ningún sentido razonable a hablar de una “ruptura”, ni siquiera de una “oposición” entre Juan y Jesús.

“Parecida desenvoltura y falta de rigor hallamos en Jesus, A Revolutionary Biography. En ella, sin aducir ulteriores argumentos, Crossan afirma que Jesús es “casi el opuesto exacto a Juan Bautista” (p. 48). Uno esperaría que el autor explicara qué significa, en el caso de un ser humano, la expresión “ser el opuesto exacto” a otro. En todo caso, podría argumentarse con cierta plausibilidad que lo “opuesto” a un judío monoteísta sería un pagano (ateo o politeísta), que lo “opuesto” a un predicador entusiasta sería un calculador político, o que lo “opuesto” a un sujeto que buscaba la instauración de un Reino de Dios sería alguien que no creyera en él, sino que pensara que el único Imperio deseable era el del césar. Así pues, una plausible opción para diseñar al “opuesto” de Jesús –repitámoslo, si tal lenguaje tiene sentido– sería alguien como, por ejemplo, el romano Poncio Pilato (al fin y al cabo, tan “opuesto” a él que lo mandó crucificar). Ahora bien, aseverar que el casi opuesto exacto a Jesús es Juan el Bautista, un individuo que presenta tal cantidad de paralelos fenomenológicos con él, que tenía sus mismas creencias y piedad, que albergaba sus mismas esperanzas, y que tenía también sus mismos adversarios, es una afirmación tan gratuita y disparatada que únicamente parece resultar explicable si quien la formula padece alguna distorsión perceptiva o tiene alguna necesidad emocional para hacerlo.

“La necesidad de Crossan de distinguir a Jesús de Juan se evidencia cuando uno se percata de la asombrosa y desmesurada estatura histórica que concede a priori al primero, ya en la obertura de su libro principal. Jesús es, para este autor, un sujeto que ignora y supera no solo los límites de la religión y la cultura en la que vive, sino los propios fundamentos de la civilización: el héroe contracultural por antonomasia, el igualitarista radical, el debelador de todo límite. No es de extrañar que tan extraordinario sujeto deba ser cuidadosamente distinguido de cualesquiera otros; y a esta luz se entiende por fin su obsesivo interés por diferenciar a toda costa a Juan y Jesús. Lástima que, cuando se aparca el lirismo y la fantasía y se examinan críticamente las fuentes, la plausibilidad de la reconstrucción de Crossan brille, una y otra vez, por su ausencia, y resulte no ser sino un producto de wishful thinking”


Mi valoración de esta argumentación es totalmente positiva y estoy en completo acuerdo con ella.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

POSTDATA:

Fernando Bermejo me comunica que la editorial Debate ha expresado su voluntad de publicar, dentro de unos pocos meses, una edición de la obra de Diarmaid MacCulloch totalmente revisada.

Agradezco a Fernando esta noticia y felicito muy cordialmente a la Editorial Debate que constituye, sin duda, a elevar su prestigio lo que a la larga redunda en pro de sus legítimos intereses comerciales.

Desde aquí y, dada la importancia de la obra, me atrevería a sugerir a Debate que el revisor de la obra fuera el mismo Fernando Bermejo.

Saludos de nuevo

Antonio Piñero
Viernes, 9 de Marzo 2012
Jesús de Nazaret. El hombre de las cien caras.
Queridos amigos:

Deseo anunciaros que acaba de publicarse mi último libro que lleva por título

"Jesús de Nazaret. El hombre de las cien caras".

de la editorial EDAF, Madrid.

Os transcribo el enlace por si os interesa echarle una ojeada:

http://www.edaf.net/es/libro.asp?producto=1971.


El volumen presente no es un “libro de texto”, sino “de textos”. Su misión es presentar al lector de un modo ordenado los pasajes, tomados en general de los evangelios tanto canónicos como apócrifos, y con pocas excepciones de otros autores de la literatura cristiana primitiva (como Hechos apócrifos de los apóstoles, Justino Mártir e Ireneo de Lyón)., que hacen aparecer ante sus ojos las “mil caras de Jesús”: cómo se veía él a sí mismo –según los evangelistas- y cómo lo vieron sus discípulos, sus amigos y sus enemigos. El libro representa así el punto de vista, variadísimo, del cristianismo primitivo sobre cómo era Jesús.

Saludos cordiales,
Antonio Piñero.
Jueves, 8 de Marzo 2012
Hoy escribe Fernando Bermejo

La semana pasada llamé de modo entusiasta la atención de los lectores sobre el interés y la calidad de la obra de Diarmaid MacCulloch, A History of Christianity. The First Thousand Years, así como, de modo apesadumbrado, sobre los considerables problemas de traducción que contiene la edición española. Una extensa –pero muy selectiva– muestra de más de cien errores obra ya en poder de la editorial, del autor y del traductor.

Según la edición de Debate, a Jesús lo mataron “por blasfemar contra las autoridades romanas” (p. 121; MacCulloch no es responsable, pues el original dice algo un tanto diferente: “to hand over a man condemned for blasphemy to the Roman authorities”); Pablo de Tarso “insiste” a sus interlocutores “en que se circunciden” (p. 128; la frase pasiva “Pressure is being brought on them to be circumcised” es interpretada como referida a Pablo, no a sus oponentes); las palabras que habría visto Constantino antes de su crítica batalla fueron “Conquistada con esto” (p. 222; y no “Vence/vencerás con esto”). Siempre según la edición de Debate, el cristianismo reivindicaba la existencia de “tres dioses en uno” (p. 185; así se vierte “made exclusive claims for its three-in-one God”); “Kyrie Eleison, Christe Eleison, Kyrie Eleison” significaría “el Señor es misericordioso, Cristo es misericordioso, el Señor es misericordioso” (p. 166); Ambrosio de Milán habría ordenado al emperador Teodosio “que castigara la venganza de una matanza de los habitantes descontrolados de Thessaloniki” (p. 335; en lugar de: “que hiciera penitencia por su afán de venganza al masacrar a los habitantes”); y los árabes se denominaban a sí mismos “romanos” (p. 473; en el original inglés se dice que es así como llamaban a los bizantinos).

Por lo demás, el siglo III se convierte en el II (p. 108); el año 100 n.e. se convierte en el 200 (p. 112); el siglo V, en el XV (p. 211); la España del s. VII, en la del s. XVIII (p. 318); el siglo VII, en el XVII (p. 369); el XIX, en el XII (p. 439); el s. XX, de nuevo en el XII (p. 418); 8 años se convierten en 80 (p. 513); los cristianos se convierten en los judíos (p. 289); Constancio en Constantino (p. 249), etc.

Valgan estas indicaciones como insignificante botón de muestra de una edición que, si mis cálculos no fallan, debe de superar con mucho el millar de errores.

Criticar públicamente una edición que, a pesar de su cuidada presentación, contiene una gran cantidad de defectos es un derecho e incluso un deber, pero no es para mí en lo más mínimo un plato de gusto, en especial cuando la honradez, la amabilidad y la calidad personal del traductor se traslucen en los comentarios efectuados por él en este blog (y he tenido ocasión de constatarlas en correspondencia privada). Y lo es aún menos cuanto uno sabe bien que traducir una obra de estas características le supone a una sola persona (como ha sido el caso) un esfuerzo colosal; y ello no solo a causa de la extraordinaria extensión del original, sino también en virtud de la cantidad de temas diferentes abordados, la voluntad de estilo del autor y la abundancia de alusiones y de ironía que encierra.

Por lo demás, la responsabilidad de los problemas que presenta el texto no es ni mucho menos exclusiva del traductor (y no me refiero únicamente al título, que parece haber sido elegido por la editorial). Dada la falibilidad humana y la obvia dificultad de toda empresa de traducción, es –o debería ser– responsabilidad elemental del editor cuidar de que se realice una revisión experta de las obras que se publican en su sello. Así, por ejemplo, las editoriales alemanas prestigiosas tienen una figura –llamada Lektor(en): “lector(es)”: a veces, comprensiblemente, más de uno–, que son personas especializadas en diversos ámbitos cuya labor consiste en revisar concienzudamente manuscritos y traducciones. Aunque estas personas no son obviamente infalibles, gracias a su amplia preparación constituyen un eficacísimo filtro que evita la publicación de muchos errores y disparates, contribuyendo a limpiar, fijar y dar esplendor.

Lamentablemente, muchos editores (no digamos en España) prefieren ahorrarse los costes de contratar a tales figuras, con las previsibles consecuencias. Tal desidia –que no se limita a tiempos de crisis económica, pues en nuestros lares se arrastra desde siempre– es uno de los factores que explican muchas de las barrabasadas que se encuentran en las librerías y que, más allá de las alharacas al uso, sirven para indicar con cierta precisión cuál es el genuino alcance del interés de muchos editores por la “cultura”. Resulta inquietante que muchos de estos caballeros –en los casos en que es posible denominarlos así– hayan decidido que la calidad de los resultados que de otra forma podrían obtener no les compensa el coste de la inversión.

Pero la responsabilidad no se acaba aquí, pues se extiende a muchos de nosotros. Quienes se dedican a tareas intelectuales y tienen la oportunidad de confrontar a menudo ediciones en español con sus originales en otras lenguas son bien conscientes de la cantidad de libros publicados en este país que sería mejor, para los cerebros de quienes los leen y para el medio ambiente que los soporta, que no hubieran visto la luz. En este sentido, sería posible escribir varios tomos de una al mismo tiempo divertidísima y penosísima Antología del disparate. Pero, aunque todos lo sabemos, son muy pocos quienes denuncian la situación en público, sea porque no están dispuestos a perder su tiempo, sea porque no quieren indisponerse con los venerados editores o con los traductores –no raramente sus colegas de profesión–, sea porque les da pudor hacer pasar un mal rato a los responsables, sea porque lo juzgan inútil, o porque formular una crítica (aunque sea constructiva) expone más fácilmente a quien lo hace a convertirse él mismo en el blanco de críticas futuras. Y esto explica que numerosos dislates y bazofias editoriales pasen inadvertidos e impunes por el apocamiento, la acedía o la simple cobardía de quienes están en condiciones de desenmascararlos, mientras no raramente son celebrados con fuegos artificiales en las revistas de libros y en los suplementos así llamados “culturales”.

Ignoro si la editorial Debate será capaz algún día de ofrecer a los hispanohablantes una versión de la obra de MacCulloch a la altura del original, aunque para curarnos en salud sigo aconsejando a los lectores que puedan hacerlo que adquieran la edición de Penguin. Uno de mis colegas-y-sin-embargo-amigos me contó recientemente que calculaba que en un libro de nuestra especialidad traducido recientemente al español debía de haber más de dos mil errores. Cuando, haciendo gala de una elemental (pero peligrosa) responsabilidad, lo puso en conocimiento del correspondiente editor, la respuesta que recibió de ese hombre ilustre e ilustrado fue que ya se había gastado lo suficiente en la traducción como para gastarse más en las correcciones. Sic transit gloria mundi.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 7 de Marzo 2012
1 ... « 185 186 187 188 189 190 191 » ... 295


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





Tendencias de las Religiones


RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile