Notas![]()
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Final de los Hechos de Felipe (cc. 107-148) El último gran fragmento de estos Hechos Apócrifos de Felipe lleva en el ms. 824 griego del Vaticano el siguiente epígrafe: “De los viajes del apóstol Felipe desde el Hecho XV hasta el final, incluido el martirio”. El ms. A se refiere solamente al martirio. El texto comienza con una referencia cronológica al reinado de Trajano (98-117) y sigue los datos de la tradición recordando que Felipe predicaba el Evangelio por las ciudades de Licia y de Asia. Por el texto conocemos que los acontecimientos narrados tienen lugar en la ciudad de Ofiorima o Hierápolis de Asia, la moderna Pamukkale al sudoeste de la península de Anatolia. Felipe, Bartolomé y Mariamne se alojaban en la casa de Estaquis, calificado ya en este pasaje de cristiano. Da la impresión de que el nuevo fragmento de la narración es independiente de los textos anteriores, porque habla de Estaquis como de “un cristiano de nombre Estaquis”. Igualmente presenta a Bartolomé como “uno de los setenta y dos discípulos del Señor” cuando hasta ahora se refería a él bajo la denominación común de “los apóstoles”. También expresa la intención de presentar a Mariamne como la hermana de Felipe”, como si no fuera ya conocida su identidad. Los nuevos fragmentos abundan en temas y personajes conocidos ya en otros pasajes anteriores. Nicanora, esposa del procónsul o gobernador Repite la narración que los habitantes de la localidad daban culto a las serpientes y a la Víbora. Por eso la ciudad de Hierápolis recibía el nombre de Ofiorima. En realidad, Ofiorima significa “avenida o calle de las serpientes”,como quien dice “Calle de las sierpes”, aunque aquí se trata más bien del nombre de la ciudad. La esposa del gobernador, Nicanora, aquejada de diversas enfermedades, acudió a Felipe a escondidas y contra el parecer de su marido. Mariamne le explicó en hebreo que el Redentor había venido para redimirla e iluminarla. En efecto, Nicanora explicó que, siendo hebrea, al escuchar la palabra de sus antepasados, había quedado curada súbitamente de su enfermedad y de sus dolores. Felipe oró por ella para que Cristo Jesús la salvara del engaño del enemigo y pudiera dirigirse en libertad al país de sus padres. Fue en aquel momento cuando llegó su marido como un caballo furioso, la agarró por los vestidos y gritó preguntando cuál era el médico que la había curado de modo que hubiera podido levantarse sola de la cama y venir hasta donde estaban los magos. Nicanora respondió con entereza pronunciando una exhortación para que su marido cambiara de mentalidad y se librara de los dardos de la serpiente homicida. Si quería que ella permaneciera con él, tendría que vivir en castidad y en el temor de Dios. Era demasiado para el genio homónimo de Tiranógnofo. Tomó a su mujer por los cabellos y la arrastraba dándole de patadas, mientras le decía que mejor sería para ella morir a espada que prostituirse con aquellos magos extranjeros. La amenazaba con la muerte para castigar luego a sus seductores con los peores tormentos. Ordenó a sus servidores que le trajeran a los culpables. Entraron en la casa de Estaquis y se apoderaron de Felipe, de Bartolomé y de Mariamne, a los que arrastraron hasta donde estaba el procónsul. Detrás salieron “el fidelísimo Estaquis con todos los fieles” (c. 120,2), que no quisieron abandonar en aquel trance a sus maestros. (Icono del apóstol Felipe) Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 19 de Marzo 2012
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NotasPor las dos cartas a los Corintios y a los Romanos sabemos que las iglesias de Macedonia y Acaya realizaron una colecta para los pobres de Jerusalén. Para organizar esta colecta, Pablo envió a Corinto a Tito y a dos discípulos anónimos (2 Cor. 8:16 y ss): el hermano famoso a causa del Evangelio y “nuestro hermano”. En 1 Corintios se aprecia que Timoteo estaba en camino a Corinto cuando la colecta estaba a punto de comenzar (1 Cor. 16:1-11) y en 2 Corintios se dice que fue Tito quién comenzó la colecta (2 Cor. 8:6), lo que hace pensar a King, Borse y Fellows que son la misma persona. Fellows también trata de responder a la pregunta de por qué Pablo deja en el anonimato la identidad de dos de los tres organizadores de la colecta. Su respuesta, inspirada en BAUCKHAM y THEISSEN –que consideran que algunos anonimatos de los evangelios, como el del discípulo que corta la oreja de un siervo del Sumo Sacerdote, tienen una finalidad protectora– es la siguiente: para proteger la colecta y sus portadores en caso de que la carta cayese en malas manos. Este posible temor de Pablo, siempre según Fellows, no es nada extraño, pues en Hechos de los Apóstoles se nos dice que se cambió el itinerario a causa de un complot contra Pablo (Hch. 20:3) y en 2 Corintios Pablo alude a peligros de salteadores, de judíos, de gentiles y de falsos hermanos (2 Cor. 11:26). Por esta misma razón de seguridad Pablo es ambiguo respecto a la colecta y prefiere denominarla “servicio a favor de los santos” Ahora bien, si el anonimato de dos discípulos se justifica por razones de seguridad, ¿por qué se menciona a Tito? Según Fellows, porque era conocido por otro nombre: Timoteo. APOSTILLA 1. Estoy de acuerdo con la minoría de autores que sitúan la segunda visita de Pablo a Corinto antes de 1 Corintios (o de Corintios B, si es que está formada por dos cartas) por dos motivos: a) Creo que explica mejor el cambio de planes de viaje. b) La “carta de lágrimas” parece que responde a una ofensa a Pablo o a algún amigo suyo. En cambio, tras la segunda visita, Pablo no volvió dolido sino indignado (“vuelvo a decirlo de antemano ahora que estoy ausente, lo mismo que la segunda vez estando presente: si vuelvo otra vez, obraré sin miramientos”, 2 Cor. 13:2). 2. No me convence que la “carta de lágrimas” y 1 Corintios viajasen más o menos al mismo tiempo, una por mar y otra por tierra. 3. Tampoco me convence que, si Pablo esperaba a Timoteo en Éfeso, partiese sin él hacia Macedonia. 4. El argumento para llamar Tito a Timoteo en 2 Corintios me parece sugestivo y verosímil. 5. Mi propuesta, sin entrar a opinar ahora sobre si Tito es Timoteo, es la siguiente: - Viaje de Pablo a Corinto, en el que anuncia oralmente el plan de viaje de 2 Cor. 1:15-16. - Pablo envía a Timoteo y Erasto a Corinto pasando por Macedonia mientras 1 Corintios viaja por barco. Cambio de planes de viaje (1 Cor. 16:5) - Timoteo vuelve a Éfeso dándola malas noticias. - Viaje de Tito (¿Timoteo?) a Corinto por barco portando la “carta de lágrimas” - Encuentro de Tito (¿Timoteo?) y Pablo en Macedonia. ¿Fue Tito circuncidado por Pablo? Según Hechos, Timoteo fue circuncidado por Pablo a causa de los judíos, ya que al ser hijo de madre judía, si no se circuncidaba sería visto como un apóstata. Tito, viajó al Concilio de Jerusalén con Pablo y Bernabé (en Hechos no se menciona a Tito, pero se dice que les acompañaron “algunos” hermanos) para demostrar que se podía ser un buen creyente sin necesidad de estar circuncidado. En su Epístola a los Gálatas, Pablo dice que Tito, siendo griego, no fue obligado a circuncidarse. Sin embargo, a continuación viene una frase con un texto muy oscuro y con variantes en distintos manuscritos que dice: “pero a causa de los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud, a quienes ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio…” (Gal. 2:4-5). Dado lo oscuro de este texto, se ha sugerido por algunos autores como, entre otros, Bernard ORCHARD, que podría tratarse de una frase incompleta que podría aludir a un hecho conocido sobradamente por los gálatas. Fellows, al igual que otros, cree que hay una elipsis y que debería acabar con una referencia a una circuncisión voluntaria de Tito a causa de los falsos hermanos, pese a que en Jerusalén no fue obligado a ello. En la misma epístola se dice que “ni siquiera Tito fue obligado a circuncidarse” (Gal. 2:3). ¿Por qué se emplean las palabras “ni siquiera”? Si sólo Tito (gentil) acompañó a los judíos Pablo y Bernabé a Jerusalén, estas dos palabras sobran. Y, si además de Tito bajaron otros gentiles, ¿por qué se dice que “[de los gentiles que bajaron] ni siquiera Tito fue obligado a circuncidarse”? La respuesta de Fellows es que, si Tito es Timoteo, su situación era diferente a la de los otros gentiles por ser hijo de madre judía. La alusión a Tito podría deberse a que los “falsos hermanos” podrían haber alegado a su favor que Pablo circuncidó a Tito-Timoteo, respondiendo Pablo que ello lo hizo voluntariamente a causa de los falsos hermanos y que no fue obligado a ello por las “columnas” de Jerusalén. APOSTILLA: Además de Richard Fellows, algunos exégetas (p.e. DUNCAN y SANDERS) han defendido la hipótesis de que Tito fue circuncidado voluntariamente, aunque eso no les ha llevado a pensar que Tito y Timoteo fuesen la misma persona.
Sábado, 17 de Marzo 2012
Notas
Queridos amigos:
Un amigo lector, que desea permanecer en el anonimato, y que firma con el pseudónimo de Aletheia, me ha enviado una comunicación que considero interesante que llegue a los lectores. Como es larga, la divido en dos partes He aquí el texto: De acuerdo con las epístolas auténticamente paulinas, Tito, “hermano y colaborador” de Pablo, viajó al llamado “Concilio de Jerusalén” (circa 49) con Pablo y Bernabé (Gal. 2). Unos 8 años después, Pablo le encargó una difícil misión en Corinto y, junto a dos discípulos anónimos, fue el encargado de administrar en Corinto una colecta para los pobres de Jerusalén (2 Cor. 8). En cuanto a las epístolas pseudo-paulinas, es destinatario de una carta y es mencionado en la Segunda Epístola a Timoteo. En estas cartas se da a entender que Pablo, tras el arresto domiciliario de dos años en Roma con el que finaliza Hechos, viajó de nuevo a Oriente y envió a Tito a Creta (Tt. 1) y, durante la última prisión de Pablo en Roma, viajó a Dalmacia, no estando claro si abandonando a Pablo o cumpliendo una misión (2 Tim. 4). Sin embargo, los datos que nos ofrecen estas últimas cartas son muy dudosos, no sólo por haber sido escritas muchos años después de la muerte de Pablo, sino porque el autor parece estar mal informado acerca de la vida de Pablo. En cualquier caso, llama la atención la ausencia de Tito en el libro de los Hechos de los Apóstoles y de la lista de saludos de Romanos 16. ¿A qué se debe? Tres autores, de forma independiente, han considerado que la causa de esta omisión es que Tito y Timoteo son la misma persona. El primero en formular este hipótesis fue Robert KING en un libro titulado Who was Saint Titus, publicado ¡en 1853! Esta obra, que puede leerse íntegramente on-line (http://www.archive.org/stream/whowassttitusscr00king#page/12/mode/2up) ha pasado desapercibida. De hecho, en Google Books solo existe una referencia a ella. En 1984 el alemán Udo BORSE propuso tímidamente la misma hipótesis, basándose en que 1 Corintios anticipa una visita de Timoteo (4:17, 16:10) y 2 Corintios habla de un viaje ya pasado de Tito y no contiene ninguna alusión al viaje de Timoteo, lo que le llevó a pensar que se trataba de la misma visita (‘Tränenbrief und 1. Korintherbrief’, Studien zum Neuen Testament und Seiner Umwelt 9, 1984, pp. 175-202.). Esta hipótesis no pudo desarrollarla porque murió poco después. Por último, el investigador canadiense Richard G. FELLOWS publicó en 2001 en el Journal of the Studies of The New Testament la misma hipótesis, añadiendo que Timoteo (“agradable a Dios”) fue un apodo puesto por Pablo a Tito, algo habitual entre los primitivos cristianos más militantes (Simón-Pedro, José-Bernabé, Juan-Marcos, etc.). Tras la publicación de este artículo, a la luz de las observaciones que le han sido realizadas, Fellows ha desarrollado y precisado su teoría en un blog (http://paulandco-workers.blogspot.com, que cuenta con ilustres seguidores como Mark Goodacre, entre otros) en el que incluso analiza con detalle los cambios que realiza Pablo entre la primera persona del singular y del plural en 2 Corintios. Generalidades Antes de entrar en detalles, Fellows indica las coincidencias entre Timoteo y Tito: • Ambos eran incircuncisos antes del “Concilio de Jerusalén”. • Ambos eran conocidos por los gálatas y los corintios. • Timoteo viajó con Pablo desde Listra (Galacia) hasta Éfeso, pasando por Macedonia y Acaya. De Tito no se dan datos, pero se sabe que estuvo en el Concilio de Jerusalén y que en algún momento viajó a Éfeso. • Ambos fueron enviados por Pablo desde Éfeso hasta Corinto para cumplir delicadas misiones. • Ambos participaron en la organización de la gran colecta para los pobres de Jerusalén. • Cierta semejanza fonética al empezar sus nombres por la misma sílaba, lo cual, según Fellows, no es irrelevante, pues esta circunstancia se da en algunos cambios de nombre: Silas-Silvanus o Saulo-Paulo. Tito y Timoteo en Corinto En la Primera Epístola a los Corintios, Pablo anuncia a sus lectores que ha enviado a Timoteo y pide que cuando llegue sea bien recibido (4:17; 16.10). Sin duda, partió pasando por Macedonia, lo que encaja con Hechos 19.22 y Filipenses 2:19. En la Segunda Epístola a los Corintios no hay ninguna alusión al viaje de Timoteo, pero sí a un viaje de Tito, que se encontró con Pablo en Macedonia. La explicación tradicional es que Pablo envió a Timoteo, quién le dio malas noticias a su vuelta. En consecuencia, Pablo realizó un viaje relámpago a Corinto en donde fue ofendido y, tras este incidente, envió a Tito, de carácter más enérgico, portando una “carta de lagrimas” (2 Cor. 2:3-4) y, en esta ocasión, le dio buenas noticias. La hipótesis alternativa de Fellows es que solo hubo un viaje con esta secuencia: • La segunda visita de Pablo a Corinto tuvo lugar antes del envío de 1 Corintios, lo que en su opinión explica más fácilmente el cambio de planes de viaje. Sobre esta cuestión, Fellows no es el único ni el primero en adelantar este viaje. • Tito-Timoteo viaja con Erasto a Macedonia (Hch. 19:22) para luego ir a Corinto portando la “carta de lagrimas”. Por lo tanto, Erasto sería el hermano anónimo de 2 Corintios 12:18: “Invité a Tito y mandé con él al hermano. ¿Os ha explotado acaso Tito?” • Una vez que Tito-Timoteo ha partido, Pablo recibe información de “los de Cloe” y una carta con preguntas de Corinto. Escribe 1 Corintios, que es enviada por barco desde Éfeso. • Tito-Timoteo se encuentra con Pablo en Macedonia y le da buenas noticias de su misión en Corinto. • Pablo escribe la Segunda Epístola a los Corintios, que es enviada por Tito y dos hermanos anónimos. Según Fellows, lo más razonable es que esas tres personas figuren en la lista de los que envían saludos en Romanos 16. El mayor inconveniente de esta secuencia es que el final de 1 Corintios da a entender que Pablo espera a Timoteo en Éfeso, no en Macedonia (1 Cor. 16:11). Fellows supone que Tito-Timoteo se retrasó y que, por lo tanto, Pablo salió de viaje hacia Corinto pasando por Macedonia esperando encontrárselo en el camino (en determinadas épocas del año no era posible viajar en barco entre Corinto y Éfeso). Saludos de Alétheia y de Antonio Piñero
Viernes, 16 de Marzo 2012
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Si se escribiera una historia del cristianismo a partir de los accidentes geográficos, el río Orontes desempeñaría en ella un papel destacado. El Orontes, o Nahr al-Assi, con una extensión de algo más de 500 kilómetros, atraviesa las tierras del antiguo Canaán y desemboca en Antioquía, llamada por ello “Antioquía-sobre-el-Orontes”. Es en esta ciudad donde parece haberse empezado a llamar “cristianos” a los nazarenos, y es en las cartas de Ignacio, obispo de Antioquía, donde aparece por vez primera el substantivo “Khristianismós”. Pero Antioquía no es la única ciudad bañada por las aguas del Orontes que ha sido relevante para la historia del cristianismo. Otra es Emesa, situada a unos 140 kms al norte de Damasco, a más de 100 al oeste de Palmira y a menos de 100 al sudeste de Apamea, la patria del filósofo platónico Numenio. No sabemos cuándo llegó el cristianismo a Emesa, bastión de cultos paganos como los del dios-sol sirio Baal (Heliogábalo, sumo sacerdote de este, fue proclamado emperador romano en esta ciudad por las tropas sirias). El primer obispo conocido de Emesa fue Silvano, que sufrió martirio bajo Diocleciano (según el testimonio de Eusebio en su Historia eclesiástica). Uno de sus sucesores, Anatolio, asistiría al primer concilio ecuménico, el de Nicea en 325. Un escritor cristiano relevante relacionado con la ciudad fue Eusebio de Emesa (ca. 300-359), arriano moderado, discípulo de Eusebio de Cesarea. Había nacido en Edesa pero fue elegido (de ahí el nombre con el que se le conoce) obispo de Emesa, no sin dificultades y sinsabores. Una noticia sobre el desarrollo del cristianismo en la ciudad nos es proporcionada por el denominado Chronicon Pascale, que asegura que la gran iglesia que había en la ciudad fue profanada en tiempos del emperador Juliano mediante la erección de una estatua de Dioniso. En época bizantina, Emesa, el hogar del célebre himnógrafo Romanus Melodus (que murió a mediados del s. VI), se hizo famosa por su pretensión de albergar la cabeza de Juan el Bautista, convenientemente cristianizado como santo. Emesa ha sido centro administrativo para los patriarcados de las Iglesias jacobita y melquita, y a causa de su emplazamiento geográfico en la ruta que lleva hacia el norte desde Egipto, Palestina y Damasco experimentó las vicisitudes de la guerra por parte de los ejércitos de árabes, mongoles, turcos y cruzados. Esta Emesa no es otra que la actual Homs en Siria, cuyos habitantes son víctimas desde hace ya muchos meses de las masacres perpetradas por las tropas de Bashar el-Assad, ante la mirada poco menos que impertérrita de los europeos amantes de la libertad, la paz, la democracia y la justicia. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 14 de Marzo 2012
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Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Hecho XIV: Curación de Estaquis el ciego Suceso importante y muy celebrado fue la curación de Estaquis, un hombre rico, que estaba ciego desde hacía cuarenta años. El episodio es el tema del Hecho XIV. Lloraba Estaquis desconsolado pidiendo a sus hijos que lo llevaran al dispensario donde los apóstoles practicaban la medicina. Cuando llegó, contó Estaquis a los apóstoles unos sueños extraños que tenía desde hacía tres días y que le proporcionaban la certidumbre de que recobraría la salud. En tiempos pasados había perseguido a los cristianos pues era de los que daban culto a la Víbora y a las serpientes. Contempló en una ocasión unos huevos de serpiente de los que salían crías. Tuvo la ocurrencia de que si se untaba los ojos con el jugo de los huevos de los ofidios podría tener algún alivio. Pero el efecto fue contraproducente. Se le desarrolló una terrible infección con inflamación en los ojos que le duró diez años. En aquel tiempo sólo encontraba refrigerio con unas hierbas que su esposa recogía en el campo. Pero una mañana, salió la buena mujer a recoger las hierbas medicinales cuando fue atacada y muerta por una bestia feroz. Desde entonces ni había contemplado la luz y ni siquiera había podido ver el rostro de sus hijos. Estaquis suplicaba a Felipe que lo librara de aquel tormento. Tanto más cuanto que una voz le explicó el origen de su situación. Su ceguera se debía a que un diablo le cubría el rostro y no le permitía ver la luz. Pero la voz le avisó de que en el dispensario a las puertas de la ciudad estaba el médico que le devolvería la salud. Estaquis se dirigió allá y, según contaba, vio a un joven hermoso que tenía tres rostros: uno de jovenzuelo, otro de mujer elegantemente vestida, un tercero de anciano. La mujer portaba una lámpara, cuyos rayos llenaron de luz los ojos de Estaquis. El joven llevaba un cántaro y bautizaba a cuantos entraban en la ciudad, que se volvían blancos como las ramas de la palmera. Todo le demostraba que era Dios el que le anunciaba su curación. Felipe prorrumpió en una plegaria de bendición. Tomó luego a Estaquis y le explicó cómo había sido Satanás el que lo condujo hacia su ruina y perdición. Pero el Señor le daba en esta ocasión la luz verdadera. Felipe extendió su mano, mojó su dedo en la boca de Mariamne y ungió los ojos de Estaquis que recobró inmediatamente la vista. El milagro produjo una gran conmoción en la ciudad, pues eran por demás abundantes las curaciones efectuadas por los apóstoles con toda clase de enfermos. Muchos, que eran testigos de los prodigios, se convertían. Felipe bautizaba a los hombres y Mariamne a las mujeres. Toda le gente de la ciudad estaba admiraba, sobre todo porque veía a un leopardo y a un cabrito que participaban en las oraciones respondiendo con el “amén”. Hecho XV: Nicanora, la mujer del gobernador El Hecho XV cuenta el eco de la curación de Estaquis, que llegó a oídos de la mujer del gobernador Tiranógnofo. La mujer había sido mordida por las serpientes que percibieron en ella a una persona extranjera. Su cuerpo acabó llagado, dolorido y atormentado por el veneno de las serpientes. Pero cuando se enteró de que Estaquis había recobrado la vista, pidió a sus criados que la llevaran a la casa de Estaquis, lo que hicieron a escondidas de su propio marido. Entretanto, Felipe dirigía a Estaquis una larga exhortación de tintes marcadamente encratitas. Le recordaba lo que había padecido bajo el poder de Satanás, del que se había librado con la ayuda de Dios que nunca lo había abandonado. Le hacía varias recomendaciones, en particular, que se abstuviera de los excesos de vino y de carne. Le recomendaba que viviera en la continencia y que la fomentara entre sus hijos y criados. Porque, aseguraba, “la continencia es el fundamento de todo y la riqueza de Dios” (XV A 2,2). En un arranque poético le pedía que se purificara de la “lascivia, que es la ruina, la novia de la muerte, la boda con la corrupción, la alegría de los demonios, el regocijo de la impureza, el gozo de la envidia, el deleite de los perdidos” (XV A 3,2). La vara florecida A continuación hundió Felipe su bastón en el patio de la casa de Estaquis rogando al Señor Jesucristo que floreciera lo mismo que la vara de Aarón (Núm 17,16-26). Al momento floreció el bastón y se convirtió en un frondoso árbol de laurel, lo que llenó de admiración a los testigos de semejante prodigio. Practicaba el apóstol la limosna llenando tres tinajas de trigo, de vino y de aceite, de las que repartía entre los necesitados sin que disminuyera su contenido. Cuando Nicanora oyó las palabras del apóstol y vio los prodigios que hacía en la casa de Estaquis, se olvidó de sus dolores. Pero sus criados le recordaron que su marido no quería que fuera a ver a Felipe, y temían que los sorprendiera allí y los castigara a todos. Regresó a su casa para no causar problemas a los siervos de Dios. Nicanora rogaba a Dios que su marido Tiranógnofo creyera en él o muriera, ya que la impedía visitar a los santos apóstoles. Una laguna en el texto acaba en un reproche que Tiranógnofo dirige a su mujer amenazándola con castigos para ella y para los apóstoles, si se atreviera a ir con ellos. Se retiró, pues, el gobernador y se dirigió a su tribunal. Entretanto, Felipe, Bartolomé, Mariamne, el leopardo y el cabrito permanecían en la casa de Estaquis. (Diagrama de los Ofitas). Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 12 de Marzo 2012
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Concluyo hoy la síntesis de una pequeña parte del artículo de Fernando Bermejo sobre la historiografía moderna y el “mito de la singularidad de Jesús”, artículo que no deseo que pase desapercibido entre los lectores del Blog “Consideremos ahora el segundo pasaje/texto aducido por Crossan como testimonio de la “diferencia” entre Juan y Jesús, Lc 7, 31-35: “¿Con quién compararé a los hombres de esta generación, y a quién son semejantes? Son semejantes a los niños sentados en la plaza y que dan voces los unos a los otros diciendo: ‘Os tocamos la flauta y no danzasteis; entonamos endechas y no plañisteis’. Porque ha venido Juan el Bautista sin comer pan ni beber vino y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el hijo del hombre comiendo y bebiendo, y decís: ‘Ahí tenéis a un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores’”. “En este pasaje, Jesús equipara la presente generación con niños que no reaccionan a dos acicates diversos; esos acicates son, en el símil, Juan y Jesús, que, aun siendo diferentes, quedan mancomunados y situados al mismo nivel como mensajeros de Dios, rechazados y calumniados por un pueblo recalcitrante. Es, pues, muy claro que este texto pone a Juan y a Jesús en el mismo nivel. “En el pasaje mateano paralelo al de Lucas (11,16-19) la antítesis no hace sino reforzar el paralelismo entre los dos personajes y está al servicio de este: la distinción relevante y central no es la que se da entre Juan y Jesús, sino la que hay entre ellos y la generación a la que se dirigen, la cual, predíqueselo del modo en que se lo predique (éste es el sentido de la diferencia en la descripción de Juan “sin comer pan ni beber vino” y Jesús “comiendo y bebiendo”), no se convierte. Repárese, además, en que el lenguaje utilizado por Jesús probablemente es hiperbólico, reproduce el de sus oponentes –¡y el de los de Juan!–, y no vehicula una diferencia sustancial: Jesús, de hecho, está criticando acerbamente a quienes, en lugar de reaccionar acogiendo el mensaje predicado, se acogen, haciendo gala de volubilidad y frivolidad, a cualquier coartada para rechazarlo; da igual si el mensajero bebe o no bebe, come o no: su género de vida es siempre interpretado in malam partem, lo que evidencia el carácter caprichoso y la mala conciencia de “esta generación”. “La verdadera contradicción que el texto expresa no está en los dos predicadores, sino en el interior de quienes los rechazan. Jesús no concede ninguna importancia especial a lo que es una mera diferencia de estilo. “Resulta instructivo observar el procedimiento que sigue Crossan para intentar justificar una afirmación tan grávida de consecuencias como la que sostiene una “ruptura” entre Juan y Jesús: una lectura armonicista y sesgada de dos textos –que no dicen lo que él pretende–, y sin prestar atención a los aplastantes testimonios textuales que muestran la continuidad entre Juan y Jesús ni al restante material evangélico que contradice sus interpretaciones. Pero no es solo esto. Incluso si Crossan pudiera justificar las “diferencias” que postula, estas no autorizarían en ningún sentido razonable a hablar de una “ruptura”, ni siquiera de una “oposición” entre Juan y Jesús. “Parecida desenvoltura y falta de rigor hallamos en Jesus, A Revolutionary Biography. En ella, sin aducir ulteriores argumentos, Crossan afirma que Jesús es “casi el opuesto exacto a Juan Bautista” (p. 48). Uno esperaría que el autor explicara qué significa, en el caso de un ser humano, la expresión “ser el opuesto exacto” a otro. En todo caso, podría argumentarse con cierta plausibilidad que lo “opuesto” a un judío monoteísta sería un pagano (ateo o politeísta), que lo “opuesto” a un predicador entusiasta sería un calculador político, o que lo “opuesto” a un sujeto que buscaba la instauración de un Reino de Dios sería alguien que no creyera en él, sino que pensara que el único Imperio deseable era el del césar. Así pues, una plausible opción para diseñar al “opuesto” de Jesús –repitámoslo, si tal lenguaje tiene sentido– sería alguien como, por ejemplo, el romano Poncio Pilato (al fin y al cabo, tan “opuesto” a él que lo mandó crucificar). Ahora bien, aseverar que el casi opuesto exacto a Jesús es Juan el Bautista, un individuo que presenta tal cantidad de paralelos fenomenológicos con él, que tenía sus mismas creencias y piedad, que albergaba sus mismas esperanzas, y que tenía también sus mismos adversarios, es una afirmación tan gratuita y disparatada que únicamente parece resultar explicable si quien la formula padece alguna distorsión perceptiva o tiene alguna necesidad emocional para hacerlo. “La necesidad de Crossan de distinguir a Jesús de Juan se evidencia cuando uno se percata de la asombrosa y desmesurada estatura histórica que concede a priori al primero, ya en la obertura de su libro principal. Jesús es, para este autor, un sujeto que ignora y supera no solo los límites de la religión y la cultura en la que vive, sino los propios fundamentos de la civilización: el héroe contracultural por antonomasia, el igualitarista radical, el debelador de todo límite. No es de extrañar que tan extraordinario sujeto deba ser cuidadosamente distinguido de cualesquiera otros; y a esta luz se entiende por fin su obsesivo interés por diferenciar a toda costa a Juan y Jesús. Lástima que, cuando se aparca el lirismo y la fantasía y se examinan críticamente las fuentes, la plausibilidad de la reconstrucción de Crossan brille, una y otra vez, por su ausencia, y resulte no ser sino un producto de wishful thinking” Mi valoración de esta argumentación es totalmente positiva y estoy en completo acuerdo con ella. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com POSTDATA: Fernando Bermejo me comunica que la editorial Debate ha expresado su voluntad de publicar, dentro de unos pocos meses, una edición de la obra de Diarmaid MacCulloch totalmente revisada. Agradezco a Fernando esta noticia y felicito muy cordialmente a la Editorial Debate que constituye, sin duda, a elevar su prestigio lo que a la larga redunda en pro de sus legítimos intereses comerciales. Desde aquí y, dada la importancia de la obra, me atrevería a sugerir a Debate que el revisor de la obra fuera el mismo Fernando Bermejo. Saludos de nuevo Antonio Piñero
Viernes, 9 de Marzo 2012
Notas
Queridos amigos:
Deseo anunciaros que acaba de publicarse mi último libro que lleva por título "Jesús de Nazaret. El hombre de las cien caras". de la editorial EDAF, Madrid. Os transcribo el enlace por si os interesa echarle una ojeada: http://www.edaf.net/es/libro.asp?producto=1971. El volumen presente no es un “libro de texto”, sino “de textos”. Su misión es presentar al lector de un modo ordenado los pasajes, tomados en general de los evangelios tanto canónicos como apócrifos, y con pocas excepciones de otros autores de la literatura cristiana primitiva (como Hechos apócrifos de los apóstoles, Justino Mártir e Ireneo de Lyón)., que hacen aparecer ante sus ojos las “mil caras de Jesús”: cómo se veía él a sí mismo –según los evangelistas- y cómo lo vieron sus discípulos, sus amigos y sus enemigos. El libro representa así el punto de vista, variadísimo, del cristianismo primitivo sobre cómo era Jesús. Saludos cordiales, Antonio Piñero.
Jueves, 8 de Marzo 2012
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
La semana pasada llamé de modo entusiasta la atención de los lectores sobre el interés y la calidad de la obra de Diarmaid MacCulloch, A History of Christianity. The First Thousand Years, así como, de modo apesadumbrado, sobre los considerables problemas de traducción que contiene la edición española. Una extensa –pero muy selectiva– muestra de más de cien errores obra ya en poder de la editorial, del autor y del traductor. Según la edición de Debate, a Jesús lo mataron “por blasfemar contra las autoridades romanas” (p. 121; MacCulloch no es responsable, pues el original dice algo un tanto diferente: “to hand over a man condemned for blasphemy to the Roman authorities”); Pablo de Tarso “insiste” a sus interlocutores “en que se circunciden” (p. 128; la frase pasiva “Pressure is being brought on them to be circumcised” es interpretada como referida a Pablo, no a sus oponentes); las palabras que habría visto Constantino antes de su crítica batalla fueron “Conquistada con esto” (p. 222; y no “Vence/vencerás con esto”). Siempre según la edición de Debate, el cristianismo reivindicaba la existencia de “tres dioses en uno” (p. 185; así se vierte “made exclusive claims for its three-in-one God”); “Kyrie Eleison, Christe Eleison, Kyrie Eleison” significaría “el Señor es misericordioso, Cristo es misericordioso, el Señor es misericordioso” (p. 166); Ambrosio de Milán habría ordenado al emperador Teodosio “que castigara la venganza de una matanza de los habitantes descontrolados de Thessaloniki” (p. 335; en lugar de: “que hiciera penitencia por su afán de venganza al masacrar a los habitantes”); y los árabes se denominaban a sí mismos “romanos” (p. 473; en el original inglés se dice que es así como llamaban a los bizantinos). Por lo demás, el siglo III se convierte en el II (p. 108); el año 100 n.e. se convierte en el 200 (p. 112); el siglo V, en el XV (p. 211); la España del s. VII, en la del s. XVIII (p. 318); el siglo VII, en el XVII (p. 369); el XIX, en el XII (p. 439); el s. XX, de nuevo en el XII (p. 418); 8 años se convierten en 80 (p. 513); los cristianos se convierten en los judíos (p. 289); Constancio en Constantino (p. 249), etc. Valgan estas indicaciones como insignificante botón de muestra de una edición que, si mis cálculos no fallan, debe de superar con mucho el millar de errores. Criticar públicamente una edición que, a pesar de su cuidada presentación, contiene una gran cantidad de defectos es un derecho e incluso un deber, pero no es para mí en lo más mínimo un plato de gusto, en especial cuando la honradez, la amabilidad y la calidad personal del traductor se traslucen en los comentarios efectuados por él en este blog (y he tenido ocasión de constatarlas en correspondencia privada). Y lo es aún menos cuanto uno sabe bien que traducir una obra de estas características le supone a una sola persona (como ha sido el caso) un esfuerzo colosal; y ello no solo a causa de la extraordinaria extensión del original, sino también en virtud de la cantidad de temas diferentes abordados, la voluntad de estilo del autor y la abundancia de alusiones y de ironía que encierra. Por lo demás, la responsabilidad de los problemas que presenta el texto no es ni mucho menos exclusiva del traductor (y no me refiero únicamente al título, que parece haber sido elegido por la editorial). Dada la falibilidad humana y la obvia dificultad de toda empresa de traducción, es –o debería ser– responsabilidad elemental del editor cuidar de que se realice una revisión experta de las obras que se publican en su sello. Así, por ejemplo, las editoriales alemanas prestigiosas tienen una figura –llamada Lektor(en): “lector(es)”: a veces, comprensiblemente, más de uno–, que son personas especializadas en diversos ámbitos cuya labor consiste en revisar concienzudamente manuscritos y traducciones. Aunque estas personas no son obviamente infalibles, gracias a su amplia preparación constituyen un eficacísimo filtro que evita la publicación de muchos errores y disparates, contribuyendo a limpiar, fijar y dar esplendor. Lamentablemente, muchos editores (no digamos en España) prefieren ahorrarse los costes de contratar a tales figuras, con las previsibles consecuencias. Tal desidia –que no se limita a tiempos de crisis económica, pues en nuestros lares se arrastra desde siempre– es uno de los factores que explican muchas de las barrabasadas que se encuentran en las librerías y que, más allá de las alharacas al uso, sirven para indicar con cierta precisión cuál es el genuino alcance del interés de muchos editores por la “cultura”. Resulta inquietante que muchos de estos caballeros –en los casos en que es posible denominarlos así– hayan decidido que la calidad de los resultados que de otra forma podrían obtener no les compensa el coste de la inversión. Pero la responsabilidad no se acaba aquí, pues se extiende a muchos de nosotros. Quienes se dedican a tareas intelectuales y tienen la oportunidad de confrontar a menudo ediciones en español con sus originales en otras lenguas son bien conscientes de la cantidad de libros publicados en este país que sería mejor, para los cerebros de quienes los leen y para el medio ambiente que los soporta, que no hubieran visto la luz. En este sentido, sería posible escribir varios tomos de una al mismo tiempo divertidísima y penosísima Antología del disparate. Pero, aunque todos lo sabemos, son muy pocos quienes denuncian la situación en público, sea porque no están dispuestos a perder su tiempo, sea porque no quieren indisponerse con los venerados editores o con los traductores –no raramente sus colegas de profesión–, sea porque les da pudor hacer pasar un mal rato a los responsables, sea porque lo juzgan inútil, o porque formular una crítica (aunque sea constructiva) expone más fácilmente a quien lo hace a convertirse él mismo en el blanco de críticas futuras. Y esto explica que numerosos dislates y bazofias editoriales pasen inadvertidos e impunes por el apocamiento, la acedía o la simple cobardía de quienes están en condiciones de desenmascararlos, mientras no raramente son celebrados con fuegos artificiales en las revistas de libros y en los suplementos así llamados “culturales”. Ignoro si la editorial Debate será capaz algún día de ofrecer a los hispanohablantes una versión de la obra de MacCulloch a la altura del original, aunque para curarnos en salud sigo aconsejando a los lectores que puedan hacerlo que adquieran la edición de Penguin. Uno de mis colegas-y-sin-embargo-amigos me contó recientemente que calculaba que en un libro de nuestra especialidad traducido recientemente al español debía de haber más de dos mil errores. Cuando, haciendo gala de una elemental (pero peligrosa) responsabilidad, lo puso en conocimiento del correspondiente editor, la respuesta que recibió de ese hombre ilustre e ilustrado fue que ya se había gastado lo suficiente en la traducción como para gastarse más en las correcciones. Sic transit gloria mundi. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 7 de Marzo 2012
Notas![]()
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Hecho XII: El leopardo y el cabrito piden la eucaristía El ms. A, único testigo documental del Hecho XII, reanuda la narración sobre el leopardo y el cabrito, concretamente, con el episodio en el que ambos piden el don de la eucaristía. Habían visto con envidia cómo Bartolomé y Mariamne la recibían y se sentían llenos de gozo. Lloraban, por lo tanto, porque no eran juzgados dignos de la santa eucaristía. Felipe les preguntó la causa de su llanto. El leopardo, convertido en un Demóstenes ocasional, expuso un largo razonamiento para demostrar cómo tanto él como el cabrito merecían participar de la eucaristía, ya que habían recibido el don de la palabra, visto la hermosura del rostro del Unigénito y oído su voz. Habían experimentado una profunda transformación. Despertaban del estado salvaje acercándose poco a poco a una conducta de mansedumbre y al estado de hombres perfectos. Por eso solicitaban la culminación de su proceso, que se cumpliría en cuanto recibieran el pan eucarístico, del que habían oído el misterio glorioso. Mientras esto pedía el leopardo, lloraban ambos animales. Felipe oró pidiendo a Dios que transformara la forma del leopardo y el cabrito en la de hombres para gloria y honor de su nombre. Esparció luego agua sobre ellos, con lo que la forma del rostro y el cuerpo de ambos animales se transformó hasta adquirir la semejanza de hombres. Se irguieron los dos sobre sus pies mientras sus extremidades delanteras tomaban la forma de manos. El relato termina con una acción de gracias que pronunciaron el cabrito y el leopardo despojados ya de la forma animal y revestidos de la mansedumbre de los santos. Hecho XIII: Llegada de Felipe a Hierápolis El título del Hecho XIII afirma que el apóstol Felipe y sus acompañantes llegaron a Hierápolis, en el centro de la península deAnatolia, donde la tradición señala el lugar de la muerte y la sepultura del apóstol. Iban caminando los apóstoles en compañía de los dos animales que parecían hombres. Cuando se acercaron a la ciudad, quisieron saber cuál era su nombre. Vieron que cada uno de los habitantes de la ciudad portaba una serpiente, que les servía de oráculo. Pero aquellos hombres de Hierápolis se equivocaron al interpretar el gesto de las serpientes, humilladas ante Felipe, como signo de comunión con sus creencias, siendo así que se trataba de una actitud de temor y reverencia. Los dos grandes dragones, situados a los dos lados de la puerta, perecieron al ver el rayo de luz que brillaba en la mirada de Felipe. Junto a la entrada de la ciudad encontraron un dispensario vacío que interpretaron como detalle providencial y que utilizaron como centro donde realizar sus curaciones. Felipe exhortó a los suyos a practicar la medicina haciendo uso del cofre que Jesús les entregó cuando aún estaban en Galilea. El episodio recuerda el pasaje de los Hechos de Pedro y los XII Apóstoles (9,20ss), en el que Jesús/Litargoel entregaba a los Apóstoles una caja con medicinas y ungüentos para que curasen las enfermedades . (Cf. Hechos de Pedro y los XII Apóstoles, 9,20ss; 10,30s en A. Piñero & G. del Cerro, Hechos Apócrifos de los Apóstoles, vol. I pp. 673-682. En su exhortación enumeraba Felipe las curaciones mencionadas en los evangelios y en numerosos pasajes de los apócrifos. Terminaba con una doxología a la que respondieron con el “amén” sus compañeros y los dos animales humanizados. (Comentario franciscano a Is 11,6) Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 5 de Marzo 2012
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Interrumpo momentáneamente la serie sobre el pensamiento de F. Bermejo acerca de la relación de Juan Bautista y Jesús según autores modernos e influyentes en el panorama español (seguiré la semana que viene) para cumplir un deseo de algunos lectores que se está retrasando. Se me ha hecho llegar la idea de que la presente serie esta inconclusa… y con toda razón pues al final de la entrega anterior (412-17) había prometido seguir. De hecho el tratamiento sobre Jesús propiamente termina con lo dicho en esa entrega, pero el capítulo de Harrys sigue con las consecuencias de la muerte de Jesús en el ámbito de sus discípulos, en sentido amplio, y cómo el movimiento da pasos agigantadados para convertirse al principio en una secta un tanto disidente pero perfectamente encardinada en el judaísmo de su tiempo y en unas pocas décadas iniciar el camino irreversible de separarse del judaísmo y formar una nueva religión. Así pues, quisiera hoy seguir la serie con unas breves reflexiones sobre el final de este capítulo de Harrys. No sé aún cuánto durará. Harris establece una comparación entre las primeras comunidades de “seguidores de Jesús” y el grupo de Qumrán. Encuentra dos similitudes importantes: son “sectas” de “penitentes” (p. 172) que tienen una idea muy similar del reino de Dios, material/espiritual, en la tierra de Israel, que no rechazan de ningún modo la intervención armada, de Dios y de los hombres para establecer ese Reino, y que forman grupos con una comunión de bienes similar a la espera de que venga el mesías (los cristianos piensan que es un retorno) a instaurar el Reino con todas las consecuencias. Mi comentario es que las similitudes, tal como se interpreta normalmente el grupo qumránico (hay otras diferentes) apuntan en verdad a esas semejanzas. Opino que las diferencias estaban en puntos relativamente menores: el grupo de Qumrán rechazaba adherirse al culto al Templo tal como estaba funcionando, mientras que el de los seguidores de Jesús lo aceptaba tal como era, aunque en su interior estuvieran disconformes (no en vano Jesús había intentado un serio correctivo –la denominad “purificación del Templo”, que fue totalmente ineficaz). Creo también que las diferencias en teología no debían ser tantas ni tan graves entre ambos grupos, qumranitas y mesianistas jesusitas, puesto que la creación del concepto de mesías pacífico aún no se había producido entre le grupo de seguidores de Jesús. es mejor llamarlos “mesianistas”, que “cristianos” –-aunque los dos vocablos signifiquen lo mismo para distinguir al grupo de seguidores de Jesús, muy palestinos y muy judíos, de Jerusalén de los seguidores helenistas, más evolucionados en su teología por influjo de su ambiente y de la mentalidad propia inherente al uso de la lengua griega como lengua materna, congregados sobre todo en Antioquia. Creo que la semejanza de teología explica el que fariseos y sacerdotes, según los Hechos de los apóstoles, se unieron sin problemas al grupo de mesianistas jesusitas. Pienso que Harris está influido por Brandon cuando sostiene que le mentalidad de los dos grupos era muy antirromana, en le fondo “militarista”… y con razón, pues no podía ser de otra manera después de la condena de Jesús. Y todos, sacerdotes y fariseos participaban de esa mentalidad. Ello explica también que se haya señalado desde hace mucho tiempo (en España con el vetusto libro, pero muy útil, sobre Qumrán de Antonio González Lamadrid (BAC) publicado a los 25 años del descubrimiento) que la organización y nombres de ambas comunidades son muy similares. Sin embargo, el llamado “comunismo de consumo” de los mesinaistas jesusitas de Jerusalén debía ser algo diferente en cuanto que el esenio en general (sobre todo este = los casi cuatro mil que vivían en Palestina/Israel fuera del asentamiento de Qumrán y el qumránico propiamente tal, en la interpretación común, estaba organizado para durar y aguantar hasta que viniera el mesías en un tiempo más o menos largo…, mientras que el movimiento jesusita contaba con que ese tiempo sería brevísimo. Opina Harris también (p. 172) que la “imagen de mesías pacifista no se perfeccionó probablemente hasta después de la caída de Jerusalén en el año 70. Durante el intervalo entre la muerte de Jesús y esta caída, más la redacción del primer evangelio, el de Marcos, hacia el 71, fue Pablo el que sentó las bases para la formación de la imagen del mesianismo pacífico de Jesús”. Pienso que tiene razón Harris. Hoy día entre los comentaristas católicos de las obras de Pablo se tiende a minimizar la importancia de éste en cuanto “primer inventor” de una serie de reinterpretaciones de Jesús que hacen cambiar su figura. Normalmente se achaca a los “helenistas” de Antioquía y a la “Comunidad primitiva” (apenas sin diferenciación) el “invento” de esas reinterpretaciones paulinas, de modo que Pablo no habría seguido más que una tradición que existía bien en Jerusalén o sobre todo en Antioquía. Así se intenta reducir el porcentaje de la novedad del pensamiento paulino sobre Jesús de modo que esta novedad (por ejemplo la construcción teológica de un “Cristo celestial” que se superpone a la figura del Jesús histórico) no caiga sobre Pablo sino sobre sus antecesores. Otro caso típico es presentar la institución de la eucaristía, interpretada al modo paulino, por vez primera en 1 Corintios 11,23 no como una interpretación de Pablo recibida pro revelación personal (¡como casi tos su “evangelio”!), sino como una tradición recibida directamente del mismo Jesús sin reinterpretación alguna. Mi opinión es que no tenemos ni una sola línea fehaciente sobre el pensamiento de los “cristianos de Antioquia” que no proceda de las cartas paulinas… y que los análisis literarios complicados y difíciles no pueden darnos la seguridad de que no fue Pablo directamente quien reinterpretó a Jesús, de un modo tan distante a lo que fue su figura histórica. Por ello, volviendo a Harris, opino de nuevo que tiene razón, que quien puso los fundamentos serios para pensar a Jesús como un mesías pacífico fue sobre todo Pablo de Tarso y no en bloque “la comunidad primitiva” o los “cristianos de Antioquia” y que Pablo no hizo más que seguir las huellas que estaban previamente marcadas. Piénsese que la “llamada” de Jesús a Pablo (lo que otros llaman con poca propiedad su “conversión”) debió de ocurrir tan sólo unos tres años después de la muerte de Jesús: del 30 al 33 d.C. Seguiremos, según espero, con algunas interrupciones. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 2 de Marzo 2012
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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