CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero

Interrumpo momentáneamente la serie sobre el pensamiento de F. Bermejo acerca de la relación de Juan Bautista y Jesús según autores modernos e influyentes en el panorama español (seguiré la semana que viene) para cumplir un deseo de algunos lectores que se está retrasando.

Se me ha hecho llegar la idea de que la presente serie esta inconclusa… y con toda razón pues al final de la entrega anterior (412-17) había prometido seguir. De hecho el tratamiento sobre Jesús propiamente termina con lo dicho en esa entrega, pero el capítulo de Harrys sigue con las consecuencias de la muerte de Jesús en el ámbito de sus discípulos, en sentido amplio, y cómo el movimiento da pasos agigantadados para convertirse al principio en una secta un tanto disidente pero perfectamente encardinada en el judaísmo de su tiempo y en unas pocas décadas iniciar el camino irreversible de separarse del judaísmo y formar una nueva religión. Así pues, quisiera hoy seguir la serie con unas breves reflexiones sobre el final de este capítulo de Harrys. No sé aún cuánto durará.

Harris establece una comparación entre las primeras comunidades de “seguidores de Jesús” y el grupo de Qumrán. Encuentra dos similitudes importantes: son “sectas” de “penitentes” (p. 172) que tienen una idea muy similar del reino de Dios, material/espiritual, en la tierra de Israel, que no rechazan de ningún modo la intervención armada, de Dios y de los hombres para establecer ese Reino, y que forman grupos con una comunión de bienes similar a la espera de que venga el mesías (los cristianos piensan que es un retorno) a instaurar el Reino con todas las consecuencias.

Mi comentario es que las similitudes, tal como se interpreta normalmente el grupo qumránico (hay otras diferentes) apuntan en verdad a esas semejanzas. Opino que las diferencias estaban en puntos relativamente menores: el grupo de Qumrán rechazaba adherirse al culto al Templo tal como estaba funcionando, mientras que el de los seguidores de Jesús lo aceptaba tal como era, aunque en su interior estuvieran disconformes (no en vano Jesús había intentado un serio correctivo –la denominad “purificación del Templo”, que fue totalmente ineficaz).

Creo también que las diferencias en teología no debían ser tantas ni tan graves entre ambos grupos, qumranitas y mesianistas jesusitas, puesto que la creación del concepto de mesías pacífico aún no se había producido entre le grupo de seguidores de Jesús. es mejor llamarlos “mesianistas”, que “cristianos” –-aunque los dos vocablos signifiquen lo mismo para distinguir al grupo de seguidores de Jesús, muy palestinos y muy judíos, de Jerusalén de los seguidores helenistas, más evolucionados en su teología por influjo de su ambiente y de la mentalidad propia inherente al uso de la lengua griega como lengua materna, congregados sobre todo en Antioquia.

Creo que la semejanza de teología explica el que fariseos y sacerdotes, según los Hechos de los apóstoles, se unieron sin problemas al grupo de mesianistas jesusitas. Pienso que Harris está influido por Brandon cuando sostiene que le mentalidad de los dos grupos era muy antirromana, en le fondo “militarista”… y con razón, pues no podía ser de otra manera después de la condena de Jesús. Y todos, sacerdotes y fariseos participaban de esa mentalidad. Ello explica también que se haya señalado desde hace mucho tiempo (en España con el vetusto libro, pero muy útil, sobre Qumrán de Antonio González Lamadrid (BAC) publicado a los 25 años del descubrimiento) que la organización y nombres de ambas comunidades son muy similares.

Sin embargo, el llamado “comunismo de consumo” de los mesinaistas jesusitas de Jerusalén debía ser algo diferente en cuanto que el esenio en general (sobre todo este = los casi cuatro mil que vivían en Palestina/Israel fuera del asentamiento de Qumrán y el qumránico propiamente tal, en la interpretación común, estaba organizado para durar y aguantar hasta que viniera el mesías en un tiempo más o menos largo…, mientras que el movimiento jesusita contaba con que ese tiempo sería brevísimo.

Opina Harris también (p. 172) que la “imagen de mesías pacifista no se perfeccionó probablemente hasta después de la caída de Jerusalén en el año 70. Durante el intervalo entre la muerte de Jesús y esta caída, más la redacción del primer evangelio, el de Marcos, hacia el 71, fue Pablo el que sentó las bases para la formación de la imagen del mesianismo pacífico de Jesús”.

Pienso que tiene razón Harris. Hoy día entre los comentaristas católicos de las obras de Pablo se tiende a minimizar la importancia de éste en cuanto “primer inventor” de una serie de reinterpretaciones de Jesús que hacen cambiar su figura. Normalmente se achaca a los “helenistas” de Antioquía y a la “Comunidad primitiva” (apenas sin diferenciación) el “invento” de esas reinterpretaciones paulinas, de modo que Pablo no habría seguido más que una tradición que existía bien en Jerusalén o sobre todo en Antioquía.

Así se intenta reducir el porcentaje de la novedad del pensamiento paulino sobre Jesús de modo que esta novedad (por ejemplo la construcción teológica de un “Cristo celestial” que se superpone a la figura del Jesús histórico) no caiga sobre Pablo sino sobre sus antecesores. Otro caso típico es presentar la institución de la eucaristía, interpretada al modo paulino, por vez primera en 1 Corintios 11,23 no como una interpretación de Pablo recibida pro revelación personal (¡como casi tos su “evangelio”!), sino como una tradición recibida directamente del mismo Jesús sin reinterpretación alguna.

Mi opinión es que no tenemos ni una sola línea fehaciente sobre el pensamiento de los “cristianos de Antioquia” que no proceda de las cartas paulinas… y que los análisis literarios complicados y difíciles no pueden darnos la seguridad de que no fue Pablo directamente quien reinterpretó a Jesús, de un modo tan distante a lo que fue su figura histórica.

Por ello, volviendo a Harris, opino de nuevo que tiene razón, que quien puso los fundamentos serios para pensar a Jesús como un mesías pacífico fue sobre todo Pablo de Tarso y no en bloque “la comunidad primitiva” o los “cristianos de Antioquia” y que Pablo no hizo más que seguir las huellas que estaban previamente marcadas. Piénsese que la “llamada” de Jesús a Pablo (lo que otros llaman con poca propiedad su “conversión”) debió de ocurrir tan sólo unos tres años después de la muerte de Jesús: del 30 al 33 d.C.

Seguiremos, según espero, con algunas interrupciones.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 2 de Marzo 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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