CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

El año pasado, una colega y amiga que trabaja en el ZfA (el Centro para la investigación del antisemitismo, de la Technische Universität de Berlín) me remitió copia de un trabajo en curso, que contiene diversos datos sobre la historia del antijudaísmo sumamente interesantes. Recupero uno de ellos, pues creo que puede ser muy revelador para que nuestros lectores más reflexivos comprendan mejor algunas reacciones suscitadas por algunos textos de este blogger.

A principios de los años 50 del s. XX, mucho antes de que se hubieran publicado obras sobre la responsabilidad de los ciudadanos corrientes en el Tercer Reich tan relevantes como la de Christopher Browning (Ordinary Men. Reserve Police Battalion 101 and the Final Solution in Poland), un grupo de psicólogos alemanes llevó a cabo un estudio relativo a los prejuicios de la sociedad germana y al grado de complicidad que esta tuvo con el antijudaísmo y el antisemitismo de entonces.

Uno de los experimentos consistió en lo siguiente. Se seleccionaron varias afirmaciones acerca del judaísmo que se encontraban expuestas en términos virtualmente idénticos tanto en los discursos de gerifaltes y publicaciones nazis (alguna, procedente incluso de Der Stürmer) como en obras y homilías de pastores y teólogos cristianos de los años 30 y 40. Las frases versaban sobre la inferioridad espiritual y moral del judaísmo, la responsabilidad de los judíos en la muerte de Jesús, la necesidad de superar el judaísmo o la superación (“Aufhebung”) del judaísmo por Jesús y el cristianismo.

Las frases eran leídas por los entrevistados, quienes –aunque podían comentar y matizar su respuesta aparte– debían ofrecer una respuesta clara (“Sí” o “No”) a la pregunta “¿Calificaría Vd. esta afirmación como un ejemplo de Judenhass (“odio a los judíos”, “antijudaísmo”)?

En una de las pruebas, las frases eran mostradas a los entrevistados como formando parte de un documento gráfico plagado de simbología del NSDAP: fotos de Goebbels, Hitler o Julius Streicher, portadas de Der Stürmer, uniformes de las SA, esvásticas, etc. En otra –realizada con algunos días o semanas de diferencia–, las frases formaban parte de un contexto visual religioso: cruces, fotos de iglesias y eclesiásticos en sus púlpitos, y expresiones típicamente cristianas. No variaba el contexto argumentativo, sino únicamente el contexto simbólico.

Pues bien, los resultados del estudio son en extremo elocuentes. Mientras que en el caso del contexto nazi la respuesta a la pregunta “¿Calificaría Vd. esta afirmación como un ejemplo de Judenhass?” fue un SÍ en un 94% de los casos, cuando la misma afirmación era situada en un contexto cristiano la respuesta fue un NO en un 81%.

La lógica de esta paradoja es fácilmente comprensible, pero por si acaso no estará de más explicitarla. Los sujetos del estudio ya no se identificaban mayoritariamente con el partido nazi –con lo cual podían ser más objetivos a la hora de juzgar sus características negativas–, pero en su mayor parte seguían identificándose con su religión, sus pastores y teólogos. La identificación ideológica y emocional con sus Iglesias impedía a la mayor parte de encuestados mantener la imparcialidad necesaria para juzgar como antijudío precisamente lo que ellos mismos habían considerado antijudío en otro contexto.

Tal como lo expresó lapidariamente uno de los investigadores: “El prejuicio propio niega la existencia del prejuicio ajeno, tanto más comprensiblemente cuanto que ambos son exactamente el mismo”.

Quien tenga oídos para oír, que oiga.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 11 de Enero 2012
Vida del apóstol Felipe según sus Hechos Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro


Identidad del protagonista

Felipe es el protagonista de los Hechos con una personalidad prolija de variados perfiles. Cuando el Salvador recomienda a Mariamne, hermana de Felipe, que ayude a su hermano en las tareas de la evangelización, traza un carácter del apóstol como de hombre inseguro y vacilante en sus determinaciones. Y aunque lo califica de “audaz e irascible”, reconoce que necesita apoyos puntuales, y pide a la sacrificada mujer que no lo deje solo porque podría “crear problemas a la gente” (HchFlp VIII 95).

En las referencias al texto de los HchFlp pongo en números romanos el Hecho correspondiente. El número latino en negrita se refiere a la numeración de Bonnet. En los pasajes de los manuscritos A y G (Atenas), notaré el número romano del Hecho en cuestión seguido de la letra A o G y el número latino de la numeración de F. Bovon.

La personalidad vacilante de Felipe está quizá condicionada por la dudosa identidad del protagonista. Los dos personajes bíblicos que llevan ese nombre han provocado una confusión, perceptible ya en escritores muy antiguos. Los dos personajes, el apóstol de las listas de los Sinópticos y el evangelista de Hch 8,5-13, aparecen unidos por una misma tradición que los sitúa en Hiérapolis de Frigia. El lugar de la antigua Hiérapolis de Frigia es la moderna Pamukkale (“Castillo de algodón”), así llamada por las terrazas y cascadas petrificadas de calcárea blanca, fenómeno natural sorprendente, admirado y visitado por los turistas.

Allí residieron y allí descansan según la tradición sus restos mortales. Precisamente en estos días se está hablando del hallazgo de la tumba del apóstol Felipe en las ruinas de una antigua iglesia cristiana de Pamukkale (Turquía). Tumba que aún no ha podido ser abierta, pero que lo será en breve. A pesar de la comprensible confusión de los dos personajes homónimos de los libros canónicos, el texto de los HchFlp deja fuera de toda duda que el protagonista del apócrifo es el apóstol. Lo proclaman los principales manuscritos (A y V) desde el título hasta el “amén” (HchFlp 146,1).

El evangelio de Juan contiene varias referencias al apóstol Felipe. En primer lugar, cuenta su encuentro con Jesús, que lo invitó a seguirle (Jn 1,43). Felipe dio parte de la noticia a Natanael, natural de Caná de Galilea (Jn 21,2), un Natanael ausente con ese nombre de las listas de los apóstoles, pero que muy bien pudiera ser el Bartolomé de los Sinópticos. De Felipe dice Juan que “era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro”. Vuelve Felipe al texto de Juan en la escena de la multiplicación de los panes. Jesús se dirige precisamente a Felipe para preguntarle dónde se podría comprar el pan suficiente para alimentar a tanta gente. Con doscientos denarios, responde Felipe, no habría para dar a cada comensal ni una rebanada (Jn 6,5-7).

A Felipe se dirigieron unos griegos que querían ver a Jesús. Felipe transmitió el deseo a su compañero Andrés, y ya los dos comunicaron a Jesús la pretensión de los extranjeros (Jn 12,20-22). En el contexto de una reflexión de Jesús sobre su identidad con el Padre, Felipe le abordó para pedirle: “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta” (Jn 14,8-9). Sería, pues, Felipe un apóstol con quien Jesús podía permitirse ciertas intimidades y confianzas. Una persona con matices de ingenuidad mezclada con segura lealtad.

Otro Felipe hace su aparición en las páginas del Nuevo Testamento con ocasión de un conflicto doméstico, producido entre los griegos y los hebreos. Las deficiencias en el servicio de las mesas dieron origen al nombramiento de siete varones para que los Apóstoles pudieran dedicarse a la oración y al ministerio de la palabra. Fueron los siete diáconos (ministros o servidores), entre los cuales Felipe es mencionado en segundo lugar después de Esteban (Hch 6,5). Este Felipe es el protagonista del capítulo octavo de los Hechos de Lucas. Felipe “bajó a la ciudad de Samaría y predicaba a Cristo” (Hch 8,5) con acompañamiento de milagros. Sus prodigios atrajeron a muchos a la fe, entre otros, a Simón Mago, quien después de recibir el bautismo se unió a Felipe (Hch 8,13). El ángel del Señor encaminó luego a Felipe al encuentro con el etíope, que era ministro de la reina de Candaces, encuentro que terminó con el bautismo del que el texto denomina reiteradamente “eunuco” (Hch 8,23-39) . Posiblemente, el término deba entenderse, como en numerosos pasajes antiguos, en el sentido de hombre de confianza, profesión más que estado fisiológico.

Del diácono Felipe, reconocido como “uno de los siete”, tenemos en Hch 21,8 la noticia de que recibió en su casa a Pablo, que volvía de Éfeso. El texto de Lucas cuenta que este Felipe “tenía cuatro hijas vírgenes, que practicaban la profecía”. Los datos aportados por los Hechos canónicos pudieron ser la ocasión de que se produjera una confusión que acabara en la fusión de dos personas distintas en una sola.

Un detalle que se repite por dos veces en los HchFlp es el de la escena de reparto de las tierras de misión, hecho por sorteo entre los Apóstoles. Ya hemos mencionado la opinión de A. Lipsius, para quien esa escena debía figurar al principio de todos los Hechos Apócrifos. Sin embargo, presente en los HchTom, en los HchJnPr y en el Martyrium Prius, aparece en los HchFlp, concretamente al principio de los Hechos III y VIII. En ambos casos, se trata obviamente del inicio de sendos ciclos narrativos.

(Estatua del apóstol Felipe en San Juan de Letrán de Roma).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 9 de Enero 2012
Hoy escribe Antonio Piñero


Concluiremos enseguida –si fuere posible-- la exposición y valoración de “Jesús y su movimiento” según Marvin Harris, valoración hace tiempo pedida por algunos lectores.

Tras la muerte de Jesús, según Harris, flanqueado en la cruz por dos bandidos-celotes, probablemente discípulos suyos, o al menos simpatizantes de su movimiento (de lo contrario no se explica que crucifiquen a Jesús entre ellos), se observa una gran conmoción de los discípulos de Jesús, quienes habían sido dejados en libertad por los romanos, debido a su insignificancia. Los discípulos “todavía no habían vislumbrado la idea de que el culto a Jesús tenía que ser el culto a un salvador pacífico y no el de un salvador vengativo” (p. 170).

Mi pregunta aquí : ¿Cómo podía vislumbrar los abatidos discípulos que había que dar culto a Jesús?

“Sólo después de la desaparición del cuerpo de Jesús de la tumba llegaron a comprender la falta de poder mesiánico de éste”.

La "falta de poder mesiánico" se refiere sin duda a la escasez de fuerzas militares del Nazareno insuficientes para ser mesías en el Israel de su tiempo. Harris sostiene que sólo las visiones colectivas de los discípulos les permitieron comprender que la victoria militar, señal del verdadero mesianismo, no se aplicaba a Jesús. La muerte de Jesús no demostraba que fuera un falso mesías. Su nueva idea, recibida en esas visiones, era que el lapso temporal entre su resurrección y nueva venida era una nueva oportunidad concedida por Dios a los judíos para convertirse a la fe en Jesús.

Comentario: para un creyente puede ser ofensivo que se hable de las apariciones como “visiones” (colectivas),, pero es necesario acostumbrase, pues esa es la opinión común de los no creyentes.

Sigue Harris: “No hay razón para suponer que esa reinterpretación de la muerte de Jesús condujera de golpe a un rechazo del significado militar y político de la condición mesiánica de Jesús”.

Comentario: En verdad, no lo sabemos. Pero lo que sí me parece claro es que el origen de la nueva cristología (“‘ciencia’ de Jesús como mesías”) es el efecto de una reinterpretación completa de la vida, figura y misión de Jesús. Y como esa reinterpretación se hace releyendo con nuevos ojos la palabra de Dios, la Escritura, para los creyentes la reinterpretación es un efecto de la inspiración del Espíritu Santo. Para los no creyentes, es un efecto de la función “mitopoética” (creadora de mitos) del espíritu humano, el cual –según decía ya Jenófanes de Colofón en el siglo VI a.C.- es el hombre el que crea a los dioses y no los dioses los que crean a los hombres.

El argumento de Harris para sostener que los discípulos seguían creyendo en un reino de Dios sobre la tierra de Israel aun después de la muerte de Jesús está tomado de Lc 24,21:

“Nosotros reíamos que él era el que iba a liberar a Israel”,

y sobre todo de Hch 1,6:

“Los que estaban reunidos con Jesús le preguntaron: ‘Señor: ¿acaso vas a restablecer el reino para Israel?’”?,

y también de las palabras del capítulo 6 del Apocalipsis y otros pasajes, que describen al Cordero (Jesús en su función de sacrificado, como cordero pascual, cuyo sacrificio, si se acepta con el debido acto de fe, supone la remisión de los pecados) como un jinete montado sobre un caballo blanco, con un arco en sus manos, una corona en su cabeza, que sale a la guerra para vencer a sus enemigos. En otro lugar del mismo Apocalipsis (19,12ss) es descrito también como Juez, cuyos ojos son como llamas de fuego:

“ Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el que lo monta se llama «Fiel» y «Veraz»; y juzga y combate con justicia. 12 Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce;13 viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios.14 Y los ejércitos del cielo, vestidos de lino blanco puro, le seguían sobre caballos blancos.15 De su boca sale una espada afilada para herir con ella a los paganos; él los regirá con cetro de hierro; él pisa el lagar del vino de la furiosa cólera de Dios, el Todopoderoso.16 Lleva escrito un nombre en su manto y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de Señores. 17 Luego vi a un Ángel de pie sobre el sol que gritaba con fuerte voz a todas las aves que volaban por lo alto del cielo: «Venid, reuníos para el gran banquete de Dios,18 para que comáis carne de reyes, carne de tribunos y carne de valientes, carne de caballos y de sus jinetes, y carne de toda clase de gente, libres y esclavos, pequeños y grandes.»”

Comentario: Estoy de acuerdo en que según el Nuevo Testamento, había una parte de judeocristianos en el siglo I que todavía seguía creyendo en una vuelta rápida de Jesús a la tierra, un Jesús con los predicados de juez de los enemigos de Dios y vengador de los justos, sus discípulos, oprimidos por los poderosos de la tierra. No se puede negar. Con el tiempo esta imagen pasará al olvido y todo el texto del Apocalipsis se interpretará simbólicamente, o bien los sucesos finales descritos -interpretados de una u otra manera- se trasladarán a un fin del mundo muy lejano donde, de un modo u otro la justicia divina vindicará a los justos que sufrieron por el nombre de Jesús. Nada de esto puede negarse.

Mucho más discutible –más bien debe negarse-- es la idea de que un mesías que muere y resucita no sea original dentro del judaísmo del siglo I, es decir que existía antes y que el cristianismo "copia" de alguna manera nociones anterioes. Se refiere Harris, sin duda, a la antiguas opiniones de Dupont-Sommer y John Allegro de que en los manuscritos del Mar Muerto se habían encontrado textos claros sobre el Maestro Justo (“Maestro de justicia”) que era perseguido, condenado a muerte, moría y resucitaba. Hoy día, con la publicación de todos los textos del Mar Muerto, se sabe bien que tal idea es el producto de lecturas apresuradas de los textos, hoy debidamente corregidas. También hemos comentado en este Blog la interpretación de Israel Knohl de nuevos textos, también muy discutidos, del Mar Muerto (4Q427 7; 4Q491 11; 4Q471b) que parecen mantener esa idea ya antes de Cristo, según Knohl. Pero, al parecer, según la opinión de los expertos, no es en absoluto seguro el que hubiera existido tal idea de un mesías sufriente, muerto y resucitado en el judaísmo precristiano.

He aquí el comentario de Joel Marcus (El Evangelio según Marcos, Sígueme, Salamanca, 2011, vol. II, 1279) al respecto:

“Una idea que no parece haber recibido ninguna atención destacada en el judaísmo precristiano es la del mesías sufriente; ningún texto judío primitivo habla de tal figura. Para los cristianos la idea de un mesías que sufre parece natural, pero esto sucede porque está profundamente arraigada en una comprensión cristiana del Antiguo Testamento. En el judaísmo, sin embargo, el mesías davídico está relacionado con el triunfo, no con la derrota y la muerte; la reacción sobresaltada de Pedro al anuncio del Jesús marcano de su pasión futura (Mc 8, 31-32) es, por tanto, muy realista. El Deuteroisaías habla sin duda alguna del siervo del Señor que sufre y muere una muerte expiatoria (Is 50, 4-9; 52, 13--53, 12), pero esta figura no se identificaba con el mesías. Ciertamente, aunque el Targum ve referencias al mesías en Isaías 53, asigna el sufrimiento del pasaje de Isaías a los enemigos del mesías en vez de al ungido mismo. Las tradiciones rabínicas posteriores que hablan de la muerte del mesías hijo de José estaban probablemente influenciadas por el cristianismo o por la muerte del dirigente de la Segunda Rebelión judía, Bar Kochba, y no por un concepto preexistente judío de un mesías sufriente. Por tanto, la noción neotestamentaria del mesianismo sufriente es una mutación del mesianismo anterior judío y no una directa continuación de él.”

Seguiremos, pues parece que no deja de ser interesante, ya que Harris presenta materia de reflexión y discusión.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 6 de Enero 2012
Hoy escribe Fernando Bermejo

Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban "cerrados". Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu. Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado […] Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios.” (negritas originales)

Paráfrasis (cuasitargúmica):

Allá por el siglo I (de hecho, desde hacía ya mucho, mucho tiempo), los judíos eran un pueblo sumamente desgraciado. No sabían qué era realmente la fe o el amor, no tenían ni la más remota idea de lo que significaban la esperanza o la alegría. Conceptos como “interioridad”, “autenticidad”, “bondad”, “libertad”, eran desconocidos para ellos, y las experiencias de tales realidades no digamos. ¡Ay, qué páramo tan desolado, qué desierto! Esos zarrapastrosos judíos vivían en un estado de perpetua desesperación y congoja, padeciendo todos ellos el más espantoso raquitismo espiritual y moral. Rezaban, pero siempre tristísimos, sintiendo que era inútil. Acudían al templo (los templos: también el de Elefantina), pero por rutina u obligación, y siempre acongojados. Frecuentaban las sinagogas, pero la pesadumbre y el abatimiento les atenazaban. Es que les reconcomía el desaliento, vamos. En realidad, la vida espiritual (es un decir) de aquellos pobres diablos carecía totalmente de sentido. La más completa desesperación empapaba hasta el último rincón de la vida de Palestina (y de la diáspora). Si conserváramos retratos de esos tarados, serían copias de “El grito” de Munch. Claro que milagrosamente, con Jesús –que era judío, sí, pero un judío tan raro y especial que superó el judaísmo (bueno, el judaísmo y lo que se le pusiera por delante)– todo cambió: por primera vez (el cur tam sero ya pasó de moda), la religiosidad esclerotizada y muerta revivió y todo fue, para decirlo en una sola palabra, superguay. Jesús inauguró la autopista hacia el cielo y creó el espacio wi-fi para chatear con Dios.

Breve comentario:

Algún lector ingenuo podría pensar que las palabras del texto entrecomillado que sirve de obertura a este post han sido extraídas de algún polvoriento, rancio y obsoleto tratado sobre el judaísmo escrito a principios del siglo XIX (o del XVI), o tal vez de la obra de alguno de los no pocos exegetas y teólogos centroeuropeos que abrazaron de modo entusiasta el nazismo, y que –como los exegetas y teólogos en las décadas siguientes– siguieron utilizando la categoría de Spätjudentum (“judaísmo tardío”) como fácil sparring para el incesante enaltecimiento de la identidad cristiana. O que quizás proviene de la caricatura reiterada por algún charlatán sin la menor formación ni sentido crítico, de los muchos que pueblan los púlpitos y las calles del mundo. En realidad, esas palabras las ha escrito hace unos días un blogger de Religión Digital, sacerdote y escritor, un intelectual cristiano considerado experto en Jesús y su mundo, cuyo nombre prefiero omitir. Al fin y al cabo, las cosas que escribe las han dicho y escrito antes miles como él, las dicen y escriben hoy en día miles como él y las escribirán y dirán miles como él en el futuro. Miles y miles.

Observación inútil 1:

Más allá del hecho evidente de que la realidad humana es crisis permanente, la idea de que el judaísmo vivía una profunda crisis religiosa en tiempos de Jesús porque los pobrecitos judíos sentían la lejanía de Dios –idea típica de la más rancia exégesis cristiana durante siglos (pero que uno, ingenuamente, creía habría pasado a mejor vida en las mentes de individuos mínimamente reflexivos)– no resiste el menor escrutinio crítico. El sentido común, el conocimiento más elemental del fenómeno religioso y desde luego el conocimiento del judaísmo en el período helenístico (el tiempo de Hillel, Hanina ben-Dosa, Honi el trazador de círculos, el Maestro de Justicia, el autor del libro de Jonás, Juan el Bautista, de ciertos legistas que resumían la Ley exactamente igual que Jesús, etc., etc., etc.) muestra no solo su carácter falso sino también ridículo. En realidad, no tiene el rango de idea: no es más que una solemne majadería.

Observación inútil 2:

La solemne majadería de que el judaísmo vivía una profunda crisis religiosa hasta que llegó Jesús de Nazaret solo puede ser mantenida en virtud, bien de una crasa ignorancia, bien de la asunción de una caricatura de la religión judía generada por sentimientos antijudíos hondamente arraigados secularmente en la exégesis y la teología cristianas, bien de una combinación de ambas. Como es difícil admitir en el blogger tan supina ignorancia, se impone la segunda explicación. Un nuevo tic antijudío (desde hoy dejo de señalarlos, porque para qué).

Observación inútil 3:

La mera observación de las majaderías que se encuentran por doquier en el discurso de aquellos a quienes cabría suponer una mínima formación tanto de su inteligencia como de su sensibilidad demuestra que todo el esfuerzo crítico de siglos, la acribia filológica, el pausado análisis de las fuentes, el estudio riguroso de la historia, el desenmascaramiento de los prejuicios ideológicos, el afán por aquilatar el juicio de modo cada vez más preciso y la búsqueda de imparcialidad son tareas absoluta y totalmente inútiles cuando se dan de bruces contra los inveterados prejuicios y las pulsiones verborreicas de los predicadores-escritores. Lo cual es, desde un punto de vista, profundamente trágico; pero, desde otro, no menos profundamente cómico.

Observación inútil 4:

En un mundo en que la razón y el amor por la verdad tuvieran más fuerza que la necesidad del autoengaño y la autocomplacencia a toda costa, a quienes escribieran en serio cosas a la vez tan manifiestamente falsas y denigratorias se les proveería gratuitamente de un pico y una pala, y se les obligaría (eso sí, con extrema amabilidad y caritativa dulzura) a picar piedra en una cantera durante un período no inferior a seis meses, antes de volver a permitirles coger un bolígrafo, una máquina de escribir o un ordenador.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo. Buen Humor y Feliz Año. Le shanah tovah!
Miércoles, 4 de Enero 2012
Vida del apóstol Felipe según sus Hechos Apócrifos (HchFlp)
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Hechos del Santo Apóstol y digno de alabanza, Felipe

Introducción

Los Hechos Apócrifos de Andrés, Juan, Pedro, Pablo y Tomás, etiquetados por Rémi Gounelle como composiciones de la “primera generación”, fueron seguidos de otros dedicados a la ampliación de los antiguos o a la presentación de apóstoles, desconocidos prácticamente en los escritos canónicos. A partir del siglo IV ven la luz nuevos Hechos, variados en su forma y extensión. Pero de todos podemos afirmar con R. Gounelle que toman abundante material de los libros canónicos. Puede verse R. Gounelle, “Actes apocryphes des Apôtres et Actes des Apôtres canoniques”, Revue d’Histoire et de Philosophie religieuse, 84 (2004) 3-30, esp. pág. 6.

Entre estos Hechos Apócrifos de los Apóstoles, llamados también “menores”, brilla con luz propia el relato de los Hechos de Felipe (HchFlp). Ya hemos dicho que la categoría o denominación de “menores” nada tiene que ver ni con su tamaño ni con su calidad estético-literaria, sino con la realidad de su dependencia de los cinco grandes Hechos Apócrifos primitivos. La calidad literaria de los HchFlp ofrece páginas literarias de reconocido mérito, intencionadamente buscado por el autor. Son fragmentos retóricos en los que las tendencias de moda de la época dejan una impronta que sorprende por su desenvoltura en la reiteración del uso de sus preferencias literarias. Un aspecto fácilmente perceptible es que estos Hechos de Felipe tienen un carácter más retórico que doctrinal.

La tradición cristiana prestó a Felipe una atención fácilmente comprobable. El resultado fue un conjunto de relatos en los que convergen versiones variadas, unidas en torno al protagonista, un personaje único, desdoblado posiblemente por Lucas. Cf. F. Amsler, Actes de l’Apôtre Philippe, Brepols, 1996, 17. Los HchFlp de que disponemos en la actualidad están compuestos de quince Hechos, seguidos por el Martirio.

Tres momentos de la tradición sobre este Apóstol marcaron el recuerdo de tres autores, cuyos trabajos han conseguido que podamos disponer de la práctica totalidad de los HchFlp tanto en su contenido como en su estructura: 1) C. Tischendorf editó el Hecho II en 1850 sirviéndose del manuscrito griego 881 de París. Del mismo ms. publicó el fragmento final desde el Hecho XV hasta el Martirio. - 2) M. Bonnet publicó los HchFlp en la edición de sus Acta Apostolorum Apocrypha en edición con A. Lipsius.- 3) Un tercer hito importante en la transmisión de los HchFlp fue el hallazgo y la publicación del ms. Xenophontos 32 del Monte Athos, designado con la letra A. El hallazgo tuvo lugar en el Monte Atos (Grecia septentrional) y en el año 1974. Sus descubridores fueron François Bovon y Bertrand Bouvier. (Cf. F. Bovon, B. Bouvier, F. Amsler, Acta Philippi, CCSA, Brepols, 1999). El manuscrito A es el testigo más importante y completo de los Hechos de Felipe.

Carácter compuesto de los Hechos de Felipe

Una lectura cursiva de los HchFlp descubre abundantes divergencias en la obra. El protagonista presenta aspectos cambiantes y hasta contradictorios en su personalidad. El apóstol que aparece con rasgos de ternura y proclive al perdón reacciona en otros contextos de forma violenta y vengativa. El texto, lejos de ser uniforme y coherente, ofrece sorprendentes quiebras que van del estilo al contenido. La diferencia entre las partes narrativas y las dialogadas es demasiado llamativa para que podamos ver en el detalle solamente un cambio de talante o de situación existencial. Todo parece delatar diversidad de criterios, tanto literarios como doctrinales.

Esta apreciación es particularmente visible en los dos manuscritos principales que contienen la totalidad de estos Hechos, el ms. A Xenophontos 32 (Athos, del siglo XIV) y el ms. V gr. 824 (Vaticano, del siglo XI). El ms. A es más ampuloso, más exagerado en sus posturas, más “heterodoxo”. El ms. V es más breve, más moderado en sus afirmaciones, omite varias cristofanías. El contraste se percibe mejor si se comparan los dos primeros Hechos. El Hecho I es una especie de libelo encratita en opinión de F. Amsler, mientras que el Hecho II, ausente en el ms. A, es una composición ortodoxa, escrita probablemente como rectificación de un capítulo de los Hechos originales.

Algunos manuscritos transmiten únicamente el Hecho II, lo que demuestra que pudo circular como una obra independiente. Lo llamativo es que conservan su numeración sin la menor referencia a un eventual Hecho precedente. Estos detalles avalan la tesis de que el Hecho II tiene una cierta etiqueta de independiente y que no guarda coherencia con el resto de los HchFlp.

Es por lo tanto una realidad perceptible el carácter compuesto de estos Hechos, como ya pensaban los especialistas desde R. A. Lipsius y M. Bonnet. No cabe, pues, la hipótesis de pensar en una obra escrita por un solo autor y de forma continuada, fruto de un proyecto uniforme. Las diferencias y los contrastes que hemos mencionado se explican mejor si vemos la obra como un conjunto de textos diferentes, unidos en torno a un mismo protagonista y testigos de diversas tradiciones. Así comprendemos las contradicciones del personaje principal y los vaivenes en la ideología del autor. Estamos de acuerdo con el criterio de F. Amsler cuando habla de cuatro obras específicamente distintas:
1) El Hecho I.
2) El Hecho II.
3) El bloque de los Hechos III-VII.
4) El Hecho VIII y siguientes.

Los bloques III-VII y VIII-XV empiezan con una escena del sorteo de los territorios de evangelización, lo que demuestra en el ánimo de su autor la intención de iniciar una obra nueva o, al menos, ciclos nuevos de la narración. Puede verse el artículo de J.-D. Kaestli sobre el tema, donde menciona la opinión de Lipsius, para quien los Hechos Apócrifos debían empezar por alguna clase de reparto de las tierras que justificara la presencia de un apóstol en un territorio concreto: “Les scenes d’attribution des champs de missión et de départ des Apôtres dans les Actes Apocryphes” en F. BOVON y otros Les Actes Apocryphes des Apôtres, Ginebra, 1981, 249-264.

Icono de san Felipe.

Saludos cordiales y feliz año 2012. Gonzalo del Cerro
Lunes, 2 de Enero 2012
Hoy escribe Antonio Piñero


Queridos amigos:


Estoy de vuelta ya en España por lo que me incorporo de nuevo a la dulce tarea de estar con Ustedes y comunicarles lo que me puede parecer interesante de entre las lecturas y trabajos que el devenir de la vida me va sugiriendo o imponiendo. Todo parece estar razonablemente bien en mi vida, en lo que la humana fragilidad permite. por lo que con un saludo de entrada, muy cordial, seguimos.

No he estado del todo ausente ya que mi amigo y colega Gonzalo del Cerro se ha encargado de “pinchar”, o lanzar al aire, lo que había preparado hasta mi vuelta para que viera la luz los viernes. Por ahora seguiremos a este ritmo de aparición de postales hasta que me pueda descargar de trabajos urgentes impuestos por las circunstancias.

Por ejemplo, se van jubilando excelentes colegas, y a sus sucesores se les ocurre hacer libros-homenajes en honra y recuerdo de su labor. Hay que participar, y con gusto, en ellos, como tributo a la memoria de lo mucho que han hecho durante su vida académica activa. Ya se imaginan que eso supone escribir una serie de artículos que apartan de la tarea que a largo plazo me había impuesto. Todo lleva su tiempo.

De todos modos, pienso que en los tres años casi completos que lleva de vida este Blog su han ido acumulando miles de páginas en el servidor, que ahora podría ser conveniente releer...quien tenga ganas. Hay material de sobra para la reflexión.

Y volviendo al tema que nos ha ocupado los viernes pasados: quiero acabar pronto con la reseña de la imagen de Jesús que ofrece la obra de Marvin Harris, tan continuamente reeditada, “Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura” de Alianza Editorial (colección “Libro de bolsillo”), Madrid, 1974, y que varios lectores me han pedido desde hace tiempo que reseñara. Así pues, seguimos.

A tenor de lo que leemos en los Evangelios, las autoridades romanas y sus “clientes” (según la relación social, típica de la Antigüedad de “patrón/jefe/benefactor” y “cliente” = subordinado de algún modo, “protegido”, que hace negocios a la sombra de la influencia benefactora del patrón) capturaron a Jesús y a continuación lo trataron como dirigente de un grupúsculo que había generado problemas de orden público por su intervención armada en la “purificación del Templo y por su defensa, también con armas, a la hora del prendimiento.

Harris cree probable la existencia de un juicio y condena “interna”, intrajudía, por motivos religiosos por parte de las autoridades (no se preocupa de dilucidar los posibles problemas jurídicos y de casi imposibilidad de tiempo físico de un proceso judío tal como lo cuentan los Evangelios. Pero ve más verosímil aún que las autoridades judías entregaran a Jesús en manos del Gobernador por motivos “seculares”, es decir, por cargos políticos. En “contextos coloniales” (como ocurría en Judea en el siglo I) los “mesías populares” son siempre culpables de un delito político-religioso, nunca sólo de uno puramente religioso... que a los romanos les importaba bien poco.

La predicción de Caifás de Jn 11,47-51

47 Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. 48 Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.» 49 Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, 50 ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación.» 51 Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación

se cumplió totalmente: una vez que Jesús estuviera preso e indefenso, las gentes, sobre todo el pueblo de Jerusalén, probablemente menos acostumbrado a sus prédicas, lo consideraría un mesías fracasado (por tanto, no protegido por Dios y “falso”) y no habría ningún movimiento popular a su favor, digno de temer.

Obsérvense varias cosas al respecto sugeridas por este pasaje:

A) Este juicio contra Jesús de las autoridades judías, , sin el reo presente, tiene lugar antes de la semana de la Pasión. Quizás varias semanas o meses. Juan no menciona ningún juicio posterior, corrigiendo así a los Sinópticos. Opino que es más verosímil la posición del Cuarto Evangelista. En todo caso lo que hubo contra Jesús en casa de Caifás (Mt 26,57) y Anás, fue una simple inspección del reo Jesús y una confirmación de que había que acabar con el por motivo puramente de orden público, no religioso: un “revoltoso” muerto sirve de escarmiento; el pueblo. Éste no se levantará contra los romanos y éstos se quedarán quietos sin molestar aún más con sus acciones militares.

Todo ello supone que el proceso contra Jesús comenzó antes de la estricta “semana de la Pasión”, quizás en la fiesta de los Tabernáculos, en septiembre, la última que señala el evangelista Juan como festividad en la participó Jesús. ésta es la tesis que defiendo en "La verdadera historia de la Pasión", de 2008..

B) La intervención de los fariseos es destacada por Juan en la condena de Jesús, pero no por los otros evangelistas. Parece que los fariseos no condenaron a muerte al Nazareno: era uno de los suyos, al menos indirectamente.

C) La frase que recoge el Evangelista: “Vosotros no sabéis nada”, indica que había dudas entre las autoridades o principales de los judíos a propósito de Jesús: algunos de ellos, fariseos, no estarían dispuestos a acabar con él.


Seguiremos


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 30 de Diciembre 2011
Hoy escribe Fernando Bermejo

Reseño aquí brevemente una monografía que apareció hace un mes sobre el Evangelio de Judas, que presenta algunas novedades importantes en la investigación efectuada hasta la fecha: Lance Jenott, The Gospel of Judas. Coptic Text, Translation, and Historical Interpretation of the “Betrayer’s Gospel”, Mohr Siebeck, Tübingen, 2011.

Además de una interpretación novedosa, el interés de la obra de Jenott estriba en presentar una edición del texto copto algo diferente de la edición crítica. El autor ha mejorado varias lecturas, y en otras ha sugerido alternativas que dan mayor sentido al texto.

El libro de Jenott imagina la historia del cristianismo antiguo sin los conceptos de ortodoxia y gnosticismo (a la luz de las críticas que de este concepto se han efectuado en los últimos quince años), pues el autor considera que intentar comprender textos antiguos altamente complejos a través de un modelo ingenuamente binario podría estar cegándonos al espectro de posibilidades interpretativas disponible. De este modo, es posible más fácilmente descubrir las continuidades que este texto comparte con un espectro más amplio de teologías, actitudes y comportamientos cristianos. Así pues, la nueva monografía no se refiere nunca al autor del Evangelio de Judas como "gnóstico".

Por ejemplo, Jenott propone que el autor del Evangelio de Judas no critica todas las formas de sacrificio o ritual, incluyendo la muerte sacrificial de Jesús, la Eucaristía o el bautismo. Según su análisis, el autor comprende el bautismo como un medio clave de salvación a través del cual el iniciado “limpia” su cuerpo mortal heredado del Adán terrero y empieza a participar en la victoria que Jesús ganó sobre los poderes demoníacos en la cruz.

Según Jenott, al igual que otros textos “setianos” el EvJudas interpretaría la muerte de Jesús positivamente, según el mito del Christus Victor. El autor del texto compartiría con varios autores de la Patrística una interpretación dramática y mitológica de la crucifixión de Jesús: el cuerpo mortal de Jesús sufrió en un sacrificio, mientras que su persona inmortal permaneció libre de daño y triunfó sobre las fuerzas del mal. En su opinión, a diferencia de lo que a menudo se ha afirmado, el Evangelio de Judas no efectúa una crítica de la interpretación sacrificial de la muerte de Jesús. Dado que otros textos setianos nada dicen sobre esa muerte, esto sugiere que la interpretación de la muerte de Jesús pudo ser un asunto discutido en el seno de los propios grupos setianos.

Según el autor, el problema acuciante para el autor del Evangelio de Judas fue que los miembros del clero naciente insistían en que solo ellos podían administrar la Eucaristía, y que legitimaban su pretensión apelando a la sucesión apostólica a partir de los doce discípulos. Con el objeto de minar su autoridad y la integridad de su culto, el autor respondió escribiendo un nuevo “Evangelio” que retrata a los Doce como sacerdotes malvados implicados en toda clase de actividades inmorales.

Mi próxima edición del Evangelio de Judas en la editorial Sígueme tiene en cuenta tanto las variantes textuales como las novedosas propuestas de interpretación contenidas en esta obra.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 28 de Diciembre 2011
Volumen III de los Hechos Apócrifos de los Apóstoles
Hoy escribe Gonzalo del Cerro


Hechos Apócrifos de los Apóstoles. Vol. III

Tengo el placer y el honor de comunicar a los amables lectores de este Blog de Antonio Piñero la aparición del volumen III de Los Hechos Apócrifos de los Apóstoles, publicado por la Biblioteca de Autores Cristianos (B.A.C.). Las introducciones, los textos, su traducción, notas e índices son el trabajo de Antonio Piñero y del que esto escribe, Gonzalo del Cerro. El simple guarismo indica que delante van los dos primeros volúmenes que contienen los Hechos de Andrés, Juan, Pedro, Pablo y Judas Tomás, escritos entre los años 150 al 225.

Eran los cinco primeros Hechos, calificados por los autores como “Mayores”, por la sencilla razón de que son los primeros y modelo de los Hechos siguientes. El volumen III contiene catorce Hechos, convencionalmente denominados “Menores”, todos ellos posteriores al siglo IV. Esta denominación genérica no hace alusión ni a su extensión ni a sus méritos literarios. Algunos de ellos, como los Hechos de Felipe y de Juan, escritos éstos presuntamente por Prócoro, uno de los primeros diáconos (Hch 6), tienen una extensión considerable.

Abundan en muchos de ellos páginas de notable valor literario, claramente buscado por sus autores. Menciono en este sentido el Apócrifo, denominado Uirtutes Ioannis, escrito en un latín excelente probablemente en el siglo VI. Un mérito indudable de este volumen III de los Hechos Apócrifos es la colección de tradiciones, que han dejado su impronta en la devoción de la sociedad cristiana. La mayoría de los Apóstoles de Jesús apenas son conocidos por su mención nominal en las listas de los Apóstoles recogidas en los textos bíblicos.

Los Hechos Apócrifos son la base documental de la geografía y la cronología de los ministerios y martirios de sus protagonistas. Tenemos por ellos conocimiento de detalles concretos de la predicación de Pedro y Pablo en Roma. Sabemos que en Roma sufrieron el martirio; Pedro murió y fue sepultado en el lugar llamado Vaticano (Hechos de Pedro y Pablo 84,1, del siglo V-VI), Pablo a tres millas de las puertas de Roma en la vía Ostiense en el lugar denominado “Aguas Salvias” (HchPePl 80,1). Antes de ser sepultados en sus basílicas fueron custodiados “en un lugar llamado Catacumbas” (HchPePl 87,1).

Vaticano, Vía Apia, Vía Ostiense, Vía Nomentana, Aguas Salvias, Catacumbas, Quo vadis?, San Juan ante Portam Latinam, fechas de sus respectivas festividades… son recuerdos recogidos en los textos de estos Hechos Apócrifos. La arquitectura, la escultura y hasta la pintura son un vivo testimonio de los relatos. La cabeza calva de san Pablo, la escuadra en las manos del “arquitecto” santo Tomás el que edificara el palacio celestial, la crucifixión de san Pedro con la cabeza hacia abajo son detalles conocidos por los Apócrifos. Como conocido por los Apócrifos es el modo del martirio de san Bartolomé, que fuera despellejado vivo. El detalle está reflejado bellamente por Miguel Ángel en su Juicio Final de la Sixtina (PasBart 9,1).

Un demonio enemigo, de nombre Berit, hace un retrato del santo para que otros diablos lo reconozcan y eviten. En la Pasión del Apóstol san Bartolomé 2,1-2, tenemos este hermoso texto: “Los cabellos de su cabeza son negros y espesos, su tez blanca, los ojos grandes, las narices simétricas y rectas, las orejas cubiertas con el cabello de la cabeza, la barba luenga con algunas canas, de estatura media, no se puede decir que sea ni alto ni bajo. Viste una túnica de manga corta con ribetes de púrpura y se cubre con un manto blanco que tiene joyas color de púrpura en cada uno de sus ángulos.

Hace veintiséis años que sus vestidos ni se ensucian ni se deterioran. Igualmente, sus sandalias de largas correas no envejecen desde hace ya veintiséis años. Cien veces al día, se pone de rodillas y ora a Dios; y cien veces por la noche. Su voz es fuerte como el sonido de una trompeta. Con él caminan unos ángeles de Dios que no le permiten ni fatigarse ni sentir hambre. Siempre tiene el mismo aspecto y el mismo ánimo. En todo momento, permanece alegre y gozoso; todo lo prevé, todo lo sabe, habla y entiende todos los idiomas de todas las gentes. Fijaos: ya conoce lo que vosotros me habéis preguntado y la respuesta que os doy sobre él. Porque le sirven los ángeles de Dios, y son ellos los que se lo anuncian. Si os ponéis a buscarlo, se os mostrará si quiere; pero si no quiere, no lo podréis ver. Yo os pido que, cuando lo encontréis, le roguéis que no venga aquí para que no me hagan los ángeles que están con él lo que han hecho a mi colega Astarot”.

Sirvan estas líneas de su Pasión como testimonio de las noticias con que los Apócrifos han enriquecido la tradición sobre unos personajes conocidos apenas por su mención en el Nuevo Testamento, cuya identidad queda a veces en contextos de duda o disensión. De Bartolomé se discutió incluso acerca de su identidad con el Natanael del cuarto evangelio, “auténtico israelita en el que no cabe engaño” (Jn 1,47).

De todos modos, el nuevo volumen que ofrecemos es una presentación variada de catorce opciones distintas de la forma con que los discípulos de Jesús, “dejando todas las cosas, lo siguieron”. Estos Hechos cuentan los datos tradicionales, presuntamente históricos, relativos al martirio de los apóstoles epónimos. Algunos van incluso calificados de “Pasiones”, testimonio definitivo de la doctrina que predicaban siguiendo las órdenes de su Maestro.

Saludos cordiales y felices fiestas. Gonzalo del Cerro

Lunes, 26 de Diciembre 2011
Hoy escribe Antonio Piñero


En el hilo de su argumentación, M. Harris presenta al lector unos pocos textos evangélicos que contrasta entre sí. Son los siguientes.

• Mt 5,9 “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” con Mt 10,34: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada”.

• Mt 5,39: “Pero yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra” con Lc 12,51: “¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división”

• Mt 26,52: “Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.” con Lc 22,36: “Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada”

• Lc 6,27: “Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien,” con Jn 2,15: “Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas;”

Se podrían añadir más. Por ejemplo:

Mc 12,17 “Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios»” (en el sentido pretendido por Marcos: que el lector obtenga la conclusión de que Jesús ordenaba pagar el tributo con Lc 22,2: “Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es el mesías rey»”.

Dicho de paso: la interpretación de la perícopa del tributo al César “es evidentemente falsa”. Aquí, la explicación de Harris me parece deficiente y obscura, por lo que la omito. Como es natural, he leído muchas interpretaciones de esta perícopa del “Tributo”. La que me parece más clara es la de Puente Ojea, que he resumido en la obra La verdadera historia de la Pasión (EDAF 2008) y que presento aquí:

“Para entender bien la situación ofrece mejores pistas que la de Marcos la versión paralela de Lucas. Los fariseos, que conocen bien el pensamiento de Jesús, se mantienen al acecho mientras envían a unos delegados que formulan a éste una pregunta trampa de modo que tenga que exponer “ante el pueblo”, en público (Lc 20, 26), una enseñanza políticamente peligrosa. Esa doctrina –bien conocida, pero no expresada manifiestamente por el evangelista- constituye las premisas teológicas de la pregunta: el pueblo sabe y acepta que la tierra entera y los ciudadanos de Israel son propiedad de Dios. El pago del tributo al César supone admitir a éste como señor y por tanto ser infieles a la alianza con Yahvé, el único Señor. Que aquella doctrina era también propia de Jesús lo dan por supuesto los fariseos que articulan la estratagema, y lo saben a ciencia cierta ya que es la enseñanza mantenida por todos los judíos piadosos desde hacía muchos años (luego atribuida a los celotas)…, y Jesús era un piadoso.

“La cuestión no es, pues, propiamente una pregunta para informarse, porque saben de antemano que Jesús está de acuerdo con las ideas expuestas que implica no declarar “señor” al César y por tanto el no pago del tributo. Se trataba solamente de “obtener de Jesús una declaración pública y solemne en la capital religiosa de Israel por la que se rechazase abiertamente el pago del tributo a un Señor extranjero”. De este modo Jesús estaba metido en una verdadera trampa: si decía que sí había que pagar, arruinaba públicamente toda su predicación sobre el Reino de Israel, que estaba de acuerdo con las premisas teológicas arriba expuestas. Sí decía que no, con los romanos al lado y vigilantes, sería reo de un delito de sedición contra el Imperio. Podría ser apresado y condenado de inmediato a muerte. Por eso le preguntan si es lícito a los judíos pagar el tributo (Mt 22,17 / Lc 20,22)…, lícito religiosamente se entiende, porque políticamente ya sabían la respuesta: había que pagar el tributo so pena de cárcel y muerte.

“Jesús entiende la naturaleza de la trampa y su respuesta a ella será un “no” –los judíos no deben pagar-, pero un “no” sólo claro para quienes supieran de qué iba la cosa, aunque para los romanos –que no conocían bien la teología de que Israel era sólo propiedad de Dios- la respuesta podía darse como satisfactoria, ya que no predicaba públicamente un no.

“Aparentemente Jesús da la razón a estos últimos; pero en el fondo, tal respuesta se la quita, pues es una negativa a los ojos de los que entienden. Para lograr escaparse del aprieto –un prueba más de que no deseaba su muerte-, Jesús opone estratagema a estratagema. Ordena que le muestren la moneda en la que se paga el tributo, un denario. En él está impresa la efigie del César. Entonces Jesús dice: “Devolved al César lo que es del César (esta moneda o cualquier otra con esta efigie), y a Dios lo que es de Dios (el pueblo y la tierra de Israel, y los frutos de esa tierra = el importe del tributo).

“Así pues, el doble sentido, engañoso voluntariamente, “se centra en la moneda: como ostenta la efigie del César, puede tomarse a primera vista como una cosa que pertenece a él; pero el tributo no es la moneda, que es un simple medio de pago”, sino el esfuerzo, el trabajo, los frutos de la tierra de Israel (que pueden traducirse a cualquier moneda, por ejemplo el estáter/didracma fenicio o griego utilizado como modo de pago corriente el tributo al Templo: Mt 17, 24), y todo eso es sólo de Dios. Por consiguiente, Jesús vino a decir en el fondo: si hay por ahí denarios, podéis dárselos al César pues son suyos, pero el fruto de la tierra de Israel, el tributo, eso es sólo de Dios. Por tanto, no debe pagarse el impuesto.

“La estratagema fue, por lo visto, tan brillante, que Marcos y los otros dos evangelistas que le siguen escribieron que los enemigos “quedaron absolutamente maravillados” por ella

Concluiremos pronto.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 23 de Diciembre 2011

Notas

11votos
Hoy escribe Fernando Bermejo

Disculpándome con los lectores por la hora tardía de la introducción de este texto, hoy llamo la atención sobre la reciente aparición de un libro de Agustín Pániker, El sueño de Shitala. Viaje al mundo de las religiones, Kairós, Barcelona, 2011.

Además de editor de la editorial Kairós, Agustín Pániker es especialista en religiones de la India (ha escrito interesantes monografías sobre el jainismo y el shikhismo), talentoso escritor y magnífico conferenciante, además de una persona gentil y encantadora.

La religión es uno de los aspectos más longevos y universales de la humanidad. Este libro aborda las cuestiones esenciales que rodean los fenómenos religiosos; empezando por la más simple y a la vez compleja de todas: ¿qué es la religión? A partir de ahí, y siempre con un lenguaje didáctico y por momentos incluso intimista, Pániker aborda temas tan variados como la configuración de las religiones del mundo, el papel de la contemplación, de la muerte o de los textos sagrados, el sentido de la conversión religiosa o del sacrificio, la aparición de las llamadas sectas religiosas y hasta formas civiles o seculares en las que transmigra la religiosidad. Se abordan prácticas y significados de fenómenos religiosos de todos los continentes y tradiciones. En un estilo que toma lo mejor del ensayo, el relato de viaje, el documento antropológico o el artículo periodístico, este libro nos lleva a aprender de las fuentes de sabiduría de la humanidad y a comprender mejor la amplitud, la riqueza y la perduración del fenómeno religioso.

Próximamente comentaré con más detenimiento este interesante libro. Feliz Navidad a nuestros lectores cristianos, feliz solsticio de invierno para todos.

Cordiales saludos de Fernando Bermejo
Miércoles, 21 de Diciembre 2011
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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