Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Como prometí la semana pasada, expondré y comentaré brevemente la crítica de Bermejo a la tesis de Crossan de que “Juan Bautista es exactamente lo opuesto a Jesús”. Por mor de la brevedad Bermejo ha escogido los pasajes fundamentales de los Evangelios, citados por Crossan como base de su apreciación, en sus obras fundamentales: “El Jesús histórico. Vida de campesino judío mediterráneo” y “Jesús. Una biografía revolucionaria” (Bermejo utiliza, para mayor rigor, la edición inglesa y en las notas prueba sus apreciaciones con citas del texto inglés). Crossan “admite… que Jesús fue bautizado por Juan, y que esto y otros textos (Lc 7, 24-27 con paralelo en Mt 11, 7-11) indican que Jesús aceptó la expectación apocalíptica de Juan y lo consideró un profeta. Sin embargo, Crossan opone de inmediato el contenido de Lc 7, 24-27 al de Lc 7, 28 (Mt 11, 11), y afirma que, si se acepta que ambos pasajes se remontan a Jesús, la única conclusión que puede extraerse es que este cambió de opinión acerca de Juan y de su mensaje”. He aquí los textos: Lc 7,24-27: “24 Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, se puso a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 25 ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios.:26 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta.27 Este es de quien está escrito: = He aquí que envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino. ” Lc 7,28: “«Os digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él”. Crossan sostiene, pues, que el v. 28 supone una ruptura de pensamiento entre discípulo y antiguo maestro. Para probar este aserto acude al logion 104 del Evangelio de Tomás gnóstico y a Mc 2,18-20. He aquí los textos: EvTom: 104. Dijeron a Jesús: “¡Ven, oremos hoy y ayunemos! Jesús dijo: “Pues, ¿qué pecado he cometido? ¿O en qué he sido vencido? Más bien, ayunemos y oremos cuando el esposo salga de la cámara nupcial”. Mc 2,18-20: “18 Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?» 19 Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. 20 Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día.” Es evidente la osadía de Crossan ya que EvTom 104 no sirve como prueba, en absoluto. Se queda, pues con un texto sólo. Según Crossan un único pasaje nada prueba sobre Jesús; hacen falta por lo menos dos y de clase diferente (criterio de múltiple atestiguación). Trae a colación entonces Q (Lc 7, 31-35 / Mt 11, 16-19); de este modo, concluye que tanto Mc como Q oponen el ascetismo de Juan a un comportamiento contrario en Jesús. Sintetizo la argumentación de Bermejo con sus propias palabras (pp. 11-14 “En esta argumentación existen considerables problemas. El primero es que Lc 7, 28 no parece entrañar cambio alguno de opinión con respecto a Juan. El dicho refleja una superlativa admiración por Juan y todo lo que afirma es que incluso el status de alguien tan grande como Juan palidece en comparación con la grandeza de la existencia en el Reino de Dios”. Ahora bien, añado yo, como el reino de Dios aún no ha venido, es evidente que tanto Juan Bautista como el mismo Jesús serían, como entidades existenciales que aún no han entrado en el Reino, inferiores a cualquiera que ya estuviera en el Reino. “Además, el texto no testimonia ningún cambio de perspectiva respecto a la escatología apocalíptica de Juan: ‘los nacidos de mujer’ sigue designando el tiempo presente, en el que impera el régimen de la generación y la corrupción, a diferencia de lo que ocurre en el Reino de Dios, en el que la filiación que habría sería la divina (Lc 20, 35ss). Así pues, la pretensión de Crossan de que el pasaje obliga a extraer la conclusión de un “cambio de opinión” de Jesús respecto a Juan el Bautista carece de fundamento. “Un problema ulterior es que Mc 2, 18-20 no establece una distinción entre Juan y Jesús, sino entre los discípulos de uno y otro, lo cual no es exactamente lo mismo. Esto significa en rigor que Crossan vulnera aquí una de sus reglas metodológicas, que impide apoyarse en testimonios no garantizados por atestiguación múltiple. Lo que es más relevante, el pasaje no testimonia necesariamente una distinción relevante, pues podría no referirse a una ausencia sistemática de ayuno; de hecho, comienza mencionando una situación particular en que determinados individuos realizan un ayuno (“Y estaban ayunando los discípulos de Juan…”), y ciertas personas preguntan/cuestionan a Jesús por qué sus discípulos no ayunan. Por tanto, la pregunta formulada podría referirse plausiblemente no a una diferencia de principio, sino ocasional: por qué los discípulos no ayunan en un momento determinado en que otros lo hacen. Además, debe observarse que en este diálogo Jesús, lejos de poner en cuestión la legitimidad de la práctica del ayuno como tal, la reconoce de modo implícito. “Otra objeción es que Crossan no distingue a qué tipo de ayuno se refiere el texto, pues en el judaísmo existe tanto ayuno normativo como ayuno voluntario, y la mayor parte de los comentadores parecen aceptar que el texto se refiere a ayunos voluntarios, es decir, a prácticas opcionales. En efecto, la referencia a ayunos de determinados grupos (“los discípulos de Juan”, “los fariseos”) indica que no estamos ante pronunciamientos generales, y por tanto no nos dice algo concluyente ni sobre las prácticas de ayuno de los discípulos ni sobre las de Jesús. “Además, resulta muy implausible extraer –como hace Crossan– la consecuencia de que Jesús no ayunaba a la luz de otras consideraciones. Ante todo, sería extraño que Jesús hubiera renunciado a algo tan básico como el ayuno prescrito en la Torá, el ayuno por antonomasia del día del Yom Kippur(“Día de la expiación: Lv 16,29-31; 23,27-32; Núm 29,7); y lo sería no solo porque cualquier judío piadoso habría seguido esta norma (halakah), sino también porque, de no haber sido así, con toda seguridad se habrían conservado rastros de tal comportamiento. La tradición cristiana, tan interesada en todo lo que pudiera interpretarse como divergencias de Jesús respecto a sus coetáneos, dejó constancia de otras polémicas –sobre la pureza, la observancia del Shabbat…–, pero nada recoge sobre una transgresión del ayuno prescrito. Que Jesús renunciara a tal práctica (que tiene a menudo un sentido penitencial) resulta tanto más improbable cuanto que –a pesar de las creencias de la propia tradición cristiana– parece haber tenido una conciencia aguda de sus propias limitaciones. “Lo que resulta improbable a priori resulta aún más dudoso a posteriori, si se tienen en cuenta diversos indicios textuales en los Evangelios de que Jesús no renunció al ayuno (voluntario). Uno de ellos es Mt 4, 1ss; aunque el carácter legendario del texto no permite hacer inferencias, resulta curioso que el autor no tenga reparo en atribuir a Jesús duras prácticas de ayuno. “Más pertinente es Mt 6, 16-18, texto muy probablemente jesuánico (“Y cuando ayunéis, no os pongáis ceñudos como los hipócritas, pues desfiguran sus rostros para figurar ante los hombres como ayunadores. En verdad os digo, firman el recibo de su paga. Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara, para que no parezcas a los hombres como quien ayuna, sino a tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve lo escondido, te dará la paga”); resulta claro que esta perícopa no se dirige contra el ayuno (¡el texto presupone tal práctica en los interlocutores, y en ningún momento es rechazada!), sino contra las muestras externas asociadas al ayuno: uso de cenizas, vestiduras rasgadas, etc. Así pues, Mt 6, 16-18 y Mc 2, 18-19 no son textos mutuamente excluyentes. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 24 de Febrero 2012
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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