CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Vida del apóstol Felipe según sus Hechos Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Hecho IX (cc. 102-106): Muerte de un dragón

El Hecho IX refiere la muerte de un gran dragón que surgió de las sombras y se dirigió amenazante hacia los siervos de Dios, Felipe, Bartolomé y Mariamne, que caminaban acompañados por el leopardo y el cabrito. Su dorso era negro y su vientre como de bronce con chispas de fuego. Tenía más de cien codos de largo y estaba acompañado por una multitud de serpientes con sus crías. El desierto se estremecía a su paso.

Felipe tranquilizó a Bartolomé y a Mariamne recordando la palabra de Cristo, que les recomendó que no tuvieran miedo ni de las serpientes ni del dragón tenebroso. Oraron, pues, y rociaron el aire con el cáliz rezando para que se apagara el fuego del dragón, quedara anulado su furor y cerrada su madriguera. Felipe rogó a sus compañeros que alzaran el cáliz, trazaran en el aire la señal de la cruz, con lo que verían la gloria del Poderoso.

Se produjo entonces un relámpago de fuego que cegó al dragón y a las serpientes que lo acompañaban. A la vez se secaron mientras los rayos de luz penetraban por los orificios de su madriguera y rompían los huevos de las serpientes. Los apóstoles cerraron sus ojos hasta que el relámpago hubo desaparecido. “Continuaron luego su camino alabando a nuestro Señor Jesucristo” (c. 106,1).

Hecho XI (cc. A XI 1-A XI 10): Los demonios y las serpientes

Desparecidos del ms. A los folios que contenían el Hecho X, el relato prosigue en el Hecho XI tras las huellas de Felipe, Bartolomé y Mariamne. Estaban a punto de recibir “la eucaristía del Salvador” cuando se produjo un violento terremoto del que surgían voces confusas de unos demonios, que protestaban quejándose de la actividad de Felipe y sus acompañantes, principio de ruina para ellos. Ante la intimación de Felipe, contaron su relación natural con la serpiente del Paraíso, con los ángeles de Génesis 6 y con las serpientes devoradas por el dragón de Moisés (Éx 7).

El texto repite que Felipe y sus amigos caminaban a través de una tierra desierta. El apóstol Felipe ordenó a los demonios que se manifestaran como eran tanto en número como en apariencia. Sus órdenes incluían su salida y desaparición. Salieron, pues, cincuenta serpientes que alzaban sus cabezas a gran altura, pues cada una de las serpientes medía más de sesenta codos. Se produjo un nuevo terremoto, pero Felipe intimó al causante del seísmo para que diera la cara. Y apareció en medio de las serpientes un dragón de unos cien codos de largo, negro como el hollín, respirando fuego y vertiendo veneno. Se encaró con Felipe y le prometió edificar para él una iglesia como en otro tiempo edificaron los demonios el templo de Jerusalén para Salomón.

Felipe les ordenó que tomaran forma humana, pero declararon ser de naturaleza oscura y tenebrosa. Su padre se llamaba Tinieblas, su madre Negrura. Eran “negros, de pies pequeños, retorcidos cabellos, sin rodillas, piernas como el viento, de ojos centelleantes, barba puntiaguda, cabellos hirsutos, lascivos, afeminados”. Tenemos aquí una descripción de los demonios según la mentalidad popular. El dragón invitó a Felipe a que mirara su forma. Entonces el dragón y las cincuenta serpientes “echaron a volar como vientos”. En menos de tres horas trajeron por el aire cincuenta columnas altas y lograron hacer la edificación en seis días, pero huyeron para no tener que vérselas más con Felipe.

El apóstol pronunció una oración de colorido gnóstico al inefable, al verdadero, al retoño del Padre, al misterio que está en el silencio, en cuyo honor cantan las plenitudes de la ogdóada, al que oye por nuestros oídos y ve por nuestros ojos. El Hecho acaba con una eucaristía que Felipe administra a Bartolomé y a Mariamne.

(Figura popular del demonio)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 27 de Febrero 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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