CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


En el hilo de su argumentación, M. Harris presenta al lector unos pocos textos evangélicos que contrasta entre sí. Son los siguientes.

• Mt 5,9 “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” con Mt 10,34: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada”.

• Mt 5,39: “Pero yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra” con Lc 12,51: “¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división”

• Mt 26,52: “Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.” con Lc 22,36: “Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada”

• Lc 6,27: “Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien,” con Jn 2,15: “Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas;”

Se podrían añadir más. Por ejemplo:

Mc 12,17 “Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios»” (en el sentido pretendido por Marcos: que el lector obtenga la conclusión de que Jesús ordenaba pagar el tributo con Lc 22,2: “Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es el mesías rey»”.

Dicho de paso: la interpretación de la perícopa del tributo al César “es evidentemente falsa”. Aquí, la explicación de Harris me parece deficiente y obscura, por lo que la omito. Como es natural, he leído muchas interpretaciones de esta perícopa del “Tributo”. La que me parece más clara es la de Puente Ojea, que he resumido en la obra La verdadera historia de la Pasión (EDAF 2008) y que presento aquí:

“Para entender bien la situación ofrece mejores pistas que la de Marcos la versión paralela de Lucas. Los fariseos, que conocen bien el pensamiento de Jesús, se mantienen al acecho mientras envían a unos delegados que formulan a éste una pregunta trampa de modo que tenga que exponer “ante el pueblo”, en público (Lc 20, 26), una enseñanza políticamente peligrosa. Esa doctrina –bien conocida, pero no expresada manifiestamente por el evangelista- constituye las premisas teológicas de la pregunta: el pueblo sabe y acepta que la tierra entera y los ciudadanos de Israel son propiedad de Dios. El pago del tributo al César supone admitir a éste como señor y por tanto ser infieles a la alianza con Yahvé, el único Señor. Que aquella doctrina era también propia de Jesús lo dan por supuesto los fariseos que articulan la estratagema, y lo saben a ciencia cierta ya que es la enseñanza mantenida por todos los judíos piadosos desde hacía muchos años (luego atribuida a los celotas)…, y Jesús era un piadoso.

“La cuestión no es, pues, propiamente una pregunta para informarse, porque saben de antemano que Jesús está de acuerdo con las ideas expuestas que implica no declarar “señor” al César y por tanto el no pago del tributo. Se trataba solamente de “obtener de Jesús una declaración pública y solemne en la capital religiosa de Israel por la que se rechazase abiertamente el pago del tributo a un Señor extranjero”. De este modo Jesús estaba metido en una verdadera trampa: si decía que sí había que pagar, arruinaba públicamente toda su predicación sobre el Reino de Israel, que estaba de acuerdo con las premisas teológicas arriba expuestas. Sí decía que no, con los romanos al lado y vigilantes, sería reo de un delito de sedición contra el Imperio. Podría ser apresado y condenado de inmediato a muerte. Por eso le preguntan si es lícito a los judíos pagar el tributo (Mt 22,17 / Lc 20,22)…, lícito religiosamente se entiende, porque políticamente ya sabían la respuesta: había que pagar el tributo so pena de cárcel y muerte.

“Jesús entiende la naturaleza de la trampa y su respuesta a ella será un “no” –los judíos no deben pagar-, pero un “no” sólo claro para quienes supieran de qué iba la cosa, aunque para los romanos –que no conocían bien la teología de que Israel era sólo propiedad de Dios- la respuesta podía darse como satisfactoria, ya que no predicaba públicamente un no.

“Aparentemente Jesús da la razón a estos últimos; pero en el fondo, tal respuesta se la quita, pues es una negativa a los ojos de los que entienden. Para lograr escaparse del aprieto –un prueba más de que no deseaba su muerte-, Jesús opone estratagema a estratagema. Ordena que le muestren la moneda en la que se paga el tributo, un denario. En él está impresa la efigie del César. Entonces Jesús dice: “Devolved al César lo que es del César (esta moneda o cualquier otra con esta efigie), y a Dios lo que es de Dios (el pueblo y la tierra de Israel, y los frutos de esa tierra = el importe del tributo).

“Así pues, el doble sentido, engañoso voluntariamente, “se centra en la moneda: como ostenta la efigie del César, puede tomarse a primera vista como una cosa que pertenece a él; pero el tributo no es la moneda, que es un simple medio de pago”, sino el esfuerzo, el trabajo, los frutos de la tierra de Israel (que pueden traducirse a cualquier moneda, por ejemplo el estáter/didracma fenicio o griego utilizado como modo de pago corriente el tributo al Templo: Mt 17, 24), y todo eso es sólo de Dios. Por consiguiente, Jesús vino a decir en el fondo: si hay por ahí denarios, podéis dárselos al César pues son suyos, pero el fruto de la tierra de Israel, el tributo, eso es sólo de Dios. Por tanto, no debe pagarse el impuesto.

“La estratagema fue, por lo visto, tan brillante, que Marcos y los otros dos evangelistas que le siguen escribieron que los enemigos “quedaron absolutamente maravillados” por ella

Concluiremos pronto.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 23 de Diciembre 2011

Notas

11votos
Hoy escribe Fernando Bermejo

Disculpándome con los lectores por la hora tardía de la introducción de este texto, hoy llamo la atención sobre la reciente aparición de un libro de Agustín Pániker, El sueño de Shitala. Viaje al mundo de las religiones, Kairós, Barcelona, 2011.

Además de editor de la editorial Kairós, Agustín Pániker es especialista en religiones de la India (ha escrito interesantes monografías sobre el jainismo y el shikhismo), talentoso escritor y magnífico conferenciante, además de una persona gentil y encantadora.

La religión es uno de los aspectos más longevos y universales de la humanidad. Este libro aborda las cuestiones esenciales que rodean los fenómenos religiosos; empezando por la más simple y a la vez compleja de todas: ¿qué es la religión? A partir de ahí, y siempre con un lenguaje didáctico y por momentos incluso intimista, Pániker aborda temas tan variados como la configuración de las religiones del mundo, el papel de la contemplación, de la muerte o de los textos sagrados, el sentido de la conversión religiosa o del sacrificio, la aparición de las llamadas sectas religiosas y hasta formas civiles o seculares en las que transmigra la religiosidad. Se abordan prácticas y significados de fenómenos religiosos de todos los continentes y tradiciones. En un estilo que toma lo mejor del ensayo, el relato de viaje, el documento antropológico o el artículo periodístico, este libro nos lleva a aprender de las fuentes de sabiduría de la humanidad y a comprender mejor la amplitud, la riqueza y la perduración del fenómeno religioso.

Próximamente comentaré con más detenimiento este interesante libro. Feliz Navidad a nuestros lectores cristianos, feliz solsticio de invierno para todos.

Cordiales saludos de Fernando Bermejo
Miércoles, 21 de Diciembre 2011
Vida del Apóstol Judas Tomás según los textos gnósticos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Libro de Tomás, el atleta

Otro de los documentos de la biblioteca de Nag Hammadi referidos al apóstol Tomás es el que lleva por título Libro de Tomás el atleta. Como dice A. Piñero en la introducción a su traducción en el libro Todos los evangelios, p. 520, la lengua original era el griego y había sido compuesto entre los siglos II y III, pero fue traducido al copto en el siglo IV.

De acuerdo con su título, el apóstol Judas Tomás es el protagonista de la obra, escrita en forma de evangelio o diálogo de revelación. Las primeras palabras del texto afirman de forma diáfana que se trata de las “palabras secretas que dijo el Salvador a Judas Tomás”. Volvemos a encontrar aquí la idea de un encuentro personal de Tomás con el Salvador, que le comunicó doctrinas secretas. Por ficción literaria, se dice que Matías puso por escrito esas palabras que oyó mientras iban caminado Tomás y el Salvador, y hablaban el uno con el otro. El corpus central de la obra comienza con la afirmación de que todo lo que va a seguir es lo que el Salvador dijo a Tomás.

El principio de su alocución es una apelación a su interlocutor calificado como “Hermano Tomás”. Justifica su actitud y su relación con el apóstol recordando que se ha dicho que es hermano gemelo de Jesús. El hecho de su hermandad exige que Tomás no sea ignorante de sí mismo, sino que se conozca adecuadamente. Porque el que se ha conocido a sí mismo ha comenzado a conocer la profundidad del ser. Sigue Jesús concluyendo: “Por ello, pues, tú eres mi hermano, Tomás. Porque has visto lo que está oculto a los hombres” (P 138).

Tomás pedía al Señor que le explicara las cosas que le preguntaba antes de su ascensión. Porque está claro que ”es difícil practicar la verdad ante los hombres”. Tras una disquisición del Salvador sobre lo visible y lo invisible, Tomás le suplicó que le hablara de las cosas invisibles y secretas a los hombres. Porque los que hablan de las cosas invisibles son, en opinión de Tomás, como los que disparan con sus arcos a objetivos durante la noche. Era preciso que haya luz, decía Jesús. Pero Tomás objetaba que la luz se levanta con el día y desaparece con la noche. Entrando y saliendo del marco de la metáfora, Jesús proclamaba bienaventurado a Tomás porque la luz había brillado precisamente para los apóstoles.

El Salvador habla luego del amor de la luz, que posee todo el que busca la verdad de la sabiduría. Tal es el verdadero sabio, el que es alimentado por la verdad. En el lado contrario se mueve el ignorante o necio, el que ignora las muchas cosas que han sido reveladas. Como el Salvador bendecía al sabio que busca la verdad para llegar al descanso, Tomás expresaba su deseo de llegar al descanso a través de la sabiduría. Es lo que se pierden las almas impías, las que aman la dulzura del fuego y sirven a la muerte. Su destino es el infierno al que van a parar los que aman las obras de la corrupción.

En el debate sobre el tema, preguntaba el Salvador a Tomás cuál era su opinión. Pero Tomás, prudentemente, respondió: “A ti, Señor, te compete hablar y a mí escuchar”. En efecto, habló proclamando que los hombres acabarán en el infierno si siguen los dictados de la materia. El tiempo revelará la calidad de los frutos de cada viviente. Tomás alabó las palabras del Señor, que el mundo ni escuchaba ni cumplía.

Después de una nueva descripción del infierno, de los lamentos por los impíos y de una parábola de la viña y las malas hierbas, proclama el texto unas bienaventuranzas de los gnósticos o espirituales. Termina el autor con una exhortación a la vigilancia necesaria para conseguir el triunfo final, es decir, el descanso. Termina el libro con una referencia al título, a la intención del autor y el consiguiente augurio: “El Libro de Tomas el atleta escrito para los perfectos. Recordadme también, hermanos míos, en vuestras oraciones. Paz a los santos y al espiritual”.

(Símbolo de la luz)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 19 de Diciembre 2011


Hoy escribe Antonio Piñero


Marvin Harris, unas páginas después de lo que comentamos en la última nota, escribe: “¿Por qué huyeron todos los discípulos y por qué Simón Pedro negó tres veces a Jesús antes de que amaneciera? Porque, como judíos que eran, compartían con Caifás (se refiere a la profecía de éste narrada en el Cuarto Evangelio, a propósito de los posibles desórdenes de orden público que podía provocar Jesús y que comprometían la seguridad ante los romano “«Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación»”: 11,49-50) la conciencia de estilo de vida de sus antepasados y entendían que el mesías tenía que ser un príncipe militar invencible y capaz de realizar prodigios” (p. 167).

Con otras palabras, la huida precipitada de todos y la negación de Pedro sólo tiene sentido si creen que al fracasar la empresa de la entrada en Jerusalén y la purificación del Templo Dios había dado el signo de que el mesianismo de Jesús no era tal. El mesías verdadero sería otro… y ¡ya aparecería!

Según Harris, esto lleva a una conclusión innegable: “La conciencia de estilo de vida compartida por Jesús y su círculo íntimo de discípulos no era la de un mesías pacífico. Aunque los Evangelio pretenden negar claramente la capacidad de Jesús de obrar actos políticos que tiene algo de violentos, conservan lo que parece ser una corriente subyacente de dichos y hechos de Jesús, contradictorios con esta idea, que vinculan a Juan Bautista y a Jesús con la tradición militar mesiánica […]

“La razón de este comportamiento radica en que en el tiempo en el que se compuso el primer evangelio (Marcos), los dichos y hechos no pacíficos que los testigos oculares y la fuentes apostólicas irrecusablemente habían atribuido a Jesús, eran muy conocidos por los fieles.

“Los escritores evangélicos cambiaron el desequilibrio de la conciencia del estilo de vida del culto de Jesús en el sentido de un mesías pacífico, pero no podían borrar del todo las huellas de continuidad con la tradición militar mesiánica” (p. 167).

Estoy de acuerdo con esta apreciación que ha sido utilizada por diversos investigadores que han llegado a la misma conclusión por vía de un análisis semejante de los textos evangélicos.

Que yo sepa ha sido en este país Puente Ojea el que más ha puesto de relieve este argumento. Él lo denomina “material furtivo” y lo emplea en una doble dirección:

Primero como prueba de la mera existencia de Jesús, ya que los evangelios tienen dos referentes: un Jesús real¡, deducible de los restos de historia real conservados en los Evangelios, y un “Cristo de la fe” o “Cristo celestial paulino”, que no tiene esas características históricas. Si Jesús no hubiese existido y fuese un puro mito literario, como argumentan los mitistas, no se hubiera dado este fenómeno. Tendríamos una “biografía de Jesús” lisa y llana, sin contradicciones. Por cierto, J. Mosterín dice de este argumento “que le pone los pelos de punta puesto que no es lógico”… (¿¿??)

Segundo: para indicar lo mismo que Harris, que el mesianismo del Nazareno, como le gusta denominarlo, no era pacífico y participaba de las características militares, políticas y sociales propias del pensamiento judío de la época de Jesús.

Yo estoy de acuerdo con los dos puntos de vista. E independientemente de Harris y de Puente Ojea había llegado hace tiempo a las mismas conclusiones.

Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 16 de Diciembre 2011

Notas

15votos
Hoy escribe Fernando Bermejo

Tras haberse gestado prácticamente a lo largo de un lustro, acaba de ser publicado en lengua española un amplio volumen sobre las creencias en la reencarnación, del que proporcionamos a continuación los datos:

A. Bernabé, M. Kahle y M. A. Santamaría (eds.), Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente, Abada Editores, Madrid, 2011, 687 páginas.

La idea de que un núcleo de identidad transfísica (llámese “alma”, “espíritu”, etc.) transmigra de un cuerpo a otro está presente, hasta hoy, en un buen número de culturas y religiones. El ambicioso propósito de los editores de esta obra ha sido, por primera vez en lengua española, ofrecer un panorama del desarrollo, la expansión y las variantes de esta creencia.

Por una parte, el volumen presta especial atención a la India antigua y la Grecia clásica, los dos ámbitos culturales en los que se encuentra un mayor número de textos, autores y corrientes que mencionan y desarrollan la teoría de la transmigración, pero amplía el análisis a otros ámbitos culturales (como el celta y el siberiano) en los que la creencia presenta rasgos particulares. Llevar a buen término una empresa colectiva de estas características –fruto de la colaboración de una veintena de especialistas–no es en absoluto tarea fácil, por lo que el cuidado puesto por los editores en la preparación de esta obra, así como el interés del resultado final, merece ciertamente calurosas felicitaciones.

Además de la introducción y un capítulo final recapitulatorio, la obra presenta los siguientes 20 capítulos: Antecedentes en los Vedas (Madayo Kahle), Muerte e inmortalidad en los brahmanas (Julia Mendoza), las Upanishads antiguas (M. Kahle – J. Mendoza), el jainismo (Agustín Pániker), el budismo indio (Juan Arnau), pueblos tracios (Raquel Martín y J. A. Álvarez-Pedrosa), el orfismo (Alberto Bernabé), Pitágoras (Francesc Casadesús), Grecia: de Ferecides a Píndaro (Marco Antonio Santamaría), la poesía de Empédocles (Carlos Megino), Platón (F. Casadesús), Plutarco (Rosa María Aguilar), el neoplatonismo pagano (Antoni Bordoy), el mundo romano (José Joaquín Caerols), el cristianismo primitivo (Mercedes López Salvá y Miguel Herrero de Jáuregui), el maniqueísmo (Fernando Bermejo), el judaísmo (Amparo Alba), Islam (Montserrat Abumalham), los celtas (Mª Henar Velasco López), Siberia (José Andrés Alonso de la Fuente).

El interés que presenta este volumen resulta evidente, no solo por la novedad que introduce en el panorama bibliográfico en lengua española, sino también por las razones siguientes.

En primer lugar, no solo el especialista en historia de las religiones encontrará muy útil la presentación sistemática que aquí se ofrece (además de las bibliografías parciales), sino que la obra está concebida para poder ser leída por un público amplio, interesado en la historia de las creencias.

En segundo lugar, por el propósito didáctico del libro. Cada uno de los capítulos está escrito con voluntad de claridad, subdividido en epígrafes descriptivos, dotado de abundantes notas y de una bibliografía especializada al final.

En tercer lugar, el volumen consta de un capítulo recapitulatorio que contiene un balance final y una reflexión sobre las analogías y diferencias de los distintos tipos de creencias en la transmigración.

Por último, se ofrece en un Anexo una utilísima Antología de textos que tiene prácticamente, por sí misma, las dimensiones de un pequeño libro (115 páginas). De este modo, el lector dispone de una gran cantidad de los textos más relevantes para el estudio de la creencia, sin necesidad de tener que ir a buscarlos en monografías específicas.

La aparición de esta monografía es –por si falta hiciera– otra prueba de que la historia de las religiones, aunque desarrollada en nuestro país con cierto rigor solo en las últimas décadas, es aquí y ahora una disciplina singularmente floreciente.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 14 de Diciembre 2011
El Apóstol Judas Tomás en los textos gnósticos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

El evangelio según Tomás

Las arenas egipcias de Nag Hammadi han proporcionado a la ciencia y a los estudiosos del cristianismo antiguo páginas señeras de literatura apócrifa deudoras de la mentalidad gnóstica. El apóstol Tomás tenía grandes devotos, cuya devoción aflora en escritos que han merecido la atención de los historiadores. Uno de ellos es el famoso Evangelio según Tomás. Puede verse el Evangelio según Tomás en traducción de F. Bermejo en el libro de A. Piñero Todos los evangelios.

Parece como si Tomás tuviera en su personalidad características propias de evangelista. Ya decía Orígenes que junto a los cuatro evangelios oficialmente reconocidos como pertenecientes al canon de los inspirados, existían otros muchos testimonios de la persona y la misión de Jesús el Cristo. El más famoso de la biblioteca copta de Nag Hammadi es el de Tomás. La lengua original era con seguridad el griego, aunque fue traducida al copto. Pero se tiene la opinión de que la obra primitiva es de los alrededores del año 150 y es probablemente oriunda de Siria. Podemos afirmar que su gnosticismo es de carácter moderado, tanto que no faltan autores que identifican su texto como perfectamente explicable dentro de los parámetros de la ortodoxia.

La forma literaria es la propia de una colección de dichos o logia de Jesús, muchos de los cuales tienen su paralelo en los evangelios sinópticos. La mayor parte de los dichos comienzan con la expresión “Jesús dijo”. Con frecuencia exponen ideas conocidas y fórmulas usadas en los textos de los evangelios. Hay algunas frases evangélicas repetidas varias veces como la advertencia de Jesús: “El que tenga oídos para oír que oiga” (log. 8.21.24.63.65), dicho que también cita Tomás en una de las exhortaciones de sus Hechos Apócrifos (c. 82,2). También se recuerda que “los últimos serán los primeros”, que “si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en la fosa” (log. 34) o que “la mies es mucha, pero los operarios son pocos” (log. 73). Se menciona la doctrina de parábolas como la del sembrador (log. 9), la del grano de mostaza (log. 20), la de la perla preciosa (log. 76) y otras varias.

La ficción literaria abunda en la idea de que el autor de este evangelio es el mismo apóstol Judas Tomás. Así lo afirma rotundamente el título o epígrafe: “Éstas son las palabras secretas que Jesús el Viviente dijo y que Dídimo Judas Tomás escribió”. Un pasaje de la obra cuenta de la pregunta que Jesús hizo a sus discípulos, pues quería saber a quién era parecido. Pedro y Mateo le dieron su opinión. La respuesta de Tomás fue un tanto misteriosa: “Mi boca no podrá decir en modo alguno a quién te pareces”. El texto narra que Jesús se llevó con él a Tomás y “le dijo tres palabras”. Se supone que se trata de las palabras secretas mencionadas en el epígrafe.

Cuando Tomás regresó a donde se encontraban los demás discípulos, éstos le preguntaron sobre lo que le había dicho Jesús. Tomás respondió con palabras no menos misteriosas: “Si yo os dijera tan sólo una de las palabras que me ha dicho, cogeríais piedras y me las arrojaríais, pero de las piedras saldría fuego que os abrasaría” (log. 13). Es posible que algunos de los logia recojan palabras pronunciadas por el mismo Jesús, que no han sido conservadas en otros documentos. Así es, según Joachim Jeremías el logion 82: “Jesús dijo: Quien a mí se acerca, se acerca al fuego, quien de mí se aleja, se aleja del Reino”.

Por lo demás, ciertos pasajes del Evangelio según Tomás tienen su eco en los mismos HchTom. Así es el logion 22, recogido en la larga alocución de Tomás en sus Hechos, c. 147,2: “Lo interior lo he hecho exterior y lo exterior interior”. Lo mismo ocurre con lo que el apóstol Tomás dice en sus Hechos, c. 47, 1. Cuenta allí que Jesús lo tomó, lo separó de todos sus compañeros y le dijo tres palabras (lógous) secretas que no puede contar a otros. Es lo que hemos visto hace pocas líneas en el logion 13 del Evangelio según Tomás. Todos estos detalles son, sencillamente, reflejo de la atención que prestó a Tomás la devoción de los fieles en la comunidad cristiana. Un apóstol calificado no sólo como hermano (HchTom 11,2), sino como “mellizo de Cristo” (EvTom, título; HchTom 39,1).

(Encuentro de Tomás con Jesús resucitado)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 12 de Diciembre 2011
Hoy escribe Antonio Piñero

Decíamos en nuestra nota anterior que Herodes Antipas confundía a Jesús y a Juan Bautista porque en lo que respecta a las implicaciones políticas de ambos mensajes había poca o nula diferencia. Antes de leer a Harris, había yo interpretado siempre que gran parte de la itinerancia de Jesús era forzada, para huir de las amenazas de la policía de Juan Bautista. Esto explicaría entre otros dos dichos de Jesús:

• “Dícele Jesús a un escriba): «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza»” (Mt 8,20

“He aquí que os envío como corderos en medio de lobos. Sed prudentes como palomas y astutos como serpientes” (Lc 10,3)

• “En aquel momento se acercaron unos fariseos a decirle: ‘Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte.32 El les contestó: ‘Id a decirle a ese zorro: “Yo, hoy y mañana, se¬guiré curando y echando demonios; al tercer día habré acabado”. 33 Pero hoy, mañana y pasado tengo que proseguir mi camino, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’” Lc 13,31-33

Y como había que ser sencillos como palomas pero astutos como serpientes (también en Mt 10,16), es muy posible que dada la proverbial astucia de Jesús (ejemplo: episodio del pago del tributo al César), Jesús tuviera motivos pare ejercitarse huyendo de Antipas.

Harvis piensa, con el Evangelio de Juan, que Jesús predicó en Jerusalén mucho antes de lo que dan a entender los Sinópticos. Además interpreta la profecía de Zacarías 9,9 –-que según él fue cumplida voluntariamente por Jesús; yo opinaba y opino igual, incluso contra los escépticos que creen toda la escena como no histórica ya que se dice que cumple una profecía previa; por tanto está construida para cumplirla— en un sentido más militarista. El texto completo, qa es lo que importa, dice así:

“¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna. 10 El suprimirá los cuernos de Efraín y los caballos de Jerusalén; será suprimido el arco de combate, y él proclamará la paz a las naciones. Su dominio irá de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra. 11 En cuanto a ti, por la sangre de tu alianza, yo soltaré a tus cautivos de la fosa en la que no hay agua. 12 Volved a la fortaleza, cautivos de la esperanza; hoy mismo, yo lo anuncio, el doble te he de devolver. 13 Porque he entesado para mí a Judá, el arco he cargado con Efraín. Voy a incitar a tus hijos, Sión, contra tus hijos, Yaván, y te haré como espada de un bravo. 14 Yahvé aparecerá sobre ellos, y saldrá como relámpago su flecha; (el Señor) Yahvé tocará el cuerno y avanzará en los torbellinos del sur. 15 Yahvé Sebaot los escudará; y devorarán y pisotearán las piedras de la honda, beberán la sangre como vino, y se llenarán como copa de aspersiones, como los cuernos del altar. ”

Aquí destaca Harris lo que ocurrirá después de esa entrada humilde y pacífica (vv 14 y 15): la paz es sólo para Israel, no para los demás porque luego los hijos de Sión “devoran someten y pisotean” y beberán “sangre (de los enemigos) como si fuere vino” sólo después, una vez la tierra sometida, vendrá la paz.

Harris sigue comentando la escena de la entrada triunfal e insiste en el título “Hijo de David”…, en nada pacífico. “Los paganos tendrán la paz, pero ¡será la paz del Sacro Imperio judío, largamente esperado!” (p. 164).

“Nada había estrictamente pacífico en lo que Jesús y sus discípulos realizaron después de haber entrado en la ciudad… al elegir la ‘invasión’ de Jerusalén justo al inicio de la Pascua (yo creo que probablemente fue en realidad en la Fiesta de los Tabernáculos, en septiembre; pero eso es igual para el argumento) se aseguraran la protección de los millares de peregrinos que legaban del campo[…] Al atardecer se retiraban a casas de sus amigos ocultando sus paradero a todos salvo al núcleo de sus discípulos ” (p. 165).

Opino también que esta doble perspectiva es muy posible. La primera, me parece cierta; la segunda, la del ocultamiento, es hipotética, pero plausible. Ciertamente, en la entrada triunfal y en lo purificación del Templo Jesús no hizo nada que lo hubiera distinguido de un grupúsculo de fanáticos religioso-nacionalistas que habría desencadenado la alarma entre las autoridades.

Y también el miedo, pues se repite en dicho “No lo detengamos durante la fiesta, porque tememos un alboroto de la muchedumbre (Mc 14,2).


Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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Viernes, 9 de Diciembre 2011
Hoy escribe Fernando Bermejo

Dado que las cuestiones planteadas en mi post de la semana pasada han generado numerosos comentarios de todo signo y condición, escribo hoy para aclarar algunos extremos y dejar aún más claro lo que pienso al respecto.

1) En mi post anterior, señalé que –como han argumentado detenidamente muchos respetados autores a los que sería paranoide (por no decir, simplemente: idiota) acusar de paranoicos– el antijudaísmo forma parte del núcleo duro del pensamiento cristiano. Comencé haciendo referencia a varios autores y autoras bien conocidos en la investigación sobre este tema, y como obra muy reciente cité un libro de Amy-Jill Levine (una estudiosa bien conocida en la investigación sobre Jesús, y que es la única mujer judía que forma parte del consejo de redacción del Journal for the Study of the Historical Jesus, integrado mayoritariamente por varones cristianos), evidentemente no como argumento de autoridad, sino precisamente porque esta autora es una de las que ha reflexionado sobre el instructivo hecho de que se puede ser un cristiano inteligente, bienintencionado e incluso progresista, y al mismo tiempo tener sin embargo instalado en lo más profundo tics antijudíos, que se manifiestan aun inconscientemente. Dado que yo he escrito un simple post (no un artículo o un libro), resulta poco razonable (como hace algún lector) pedir que yo reproduzca los ejemplos que pone esta autora. Quien esté interesado, tiene una amplia bibliografía disponible.

2) La idea de que se puede ser un cristiano inteligente y bienintencionado (e incluso progresista) y al mismo tiempo tener sin embargo instalado en lo más profundo tics antijudíos resulta contraintuitiva (uno esperaría que el cristiano inteligente y bienintencionado –como en general las personas inteligentes y bienintencionadas– haya superado totalmente tales prejuicios), pero lo contraintuitivo no es, ni mucho menos, siempre falso (no es necesario llegar a niveles subatómicos y hablar de física cuántica para advertirlo). Y es precisamente porque esta idea refleja un hecho incontrovertible por lo que me parece interesante reflexionar sobre ella en compañía de nuestros lectores. Que muchos cristianos pretendan negar a toda costa esta verdad es muy comprensible (es ciertamente una verdad difícil de digerir), y ya solo esto permite comprender el escasamente caritativo tono de los comentarios de algunos lectores.

3) No estará de más decir explícitamente que, aunque el antijudaísmo forma parte del núcleo del pensamiento cristiano, y aunque por tanto los tics antijudíos aparecen por doquier en la exégesis y la teología cristianas, hay cristianos capaces (tras un arduo trabajo intelectual y emocional) de deshacerse de algún modo de aquél. De hecho, personas como G. F. Moore o Charlotte Klein fueron cristianos (esta última nació judía). Pasa con esto lo mismo que con la figura histórica de Jesús: al igual que los estudiosos cristianos que son capaces de distinguir nítidamente entre historia y teología son una muy exigua minoría (pero existen), los cristianos que son capaces de superar su antijudaísmo son una muy exigua minoría (pero existen). Omnia praeclara rara.

4) Como ejemplo del alcance del tic antijudío en personas a las que nadie acusará (tampoco, nótese bien, el autor de estas líneas) de cabal antijudaísmo puse el ejemplo de una afirmación reciente de un teólogo español, que repito aquí:

[…] los mismos procedimientos y calumnias con que hace dos mil años otros amargaron la vida a Jesús de Nazaret... hasta asesinarlo

Queda perfectamente claro que, aunque aquí no se nombre a los judíos, son los judíos los referidos. No es solo que –a pesar de lo que intenta argumentar un lector- no parece poder decirse que los romanos calumniaran a Jesús, sino que la continuidad expresada en la frase –procedimientos y calumnias... hasta asesinarlo– no puede evidentemente referirse a las autoridades romanas, las cuales (que sepamos) tuvieron contacto directo con Jesús solo al final de la vida de este. El texto se refiere obviamente a judíos, y afirma que estos asesinaron a Jesús. Y esto reproduce la fabulación, contenida en los Evangelios canónicos (y tras ellos en innumerables obras cristianas) acerca de los adversarios (judíos) de Jesús empeñados en eliminar a este desde el principio, hasta que al final lo consiguen. La frase del teólogo delata, por tanto, quiérase o no, un tic antijudío.

5) A diferencia de lo que dice un lector, yo no “juzgo” al teólogo en cuestión. Me limito a poner nombre a lo que hace. Dar a entender que los judíos asesinaron a Jesús es reproducir una aberración histórica con gravísimas consecuencias morales, aunque se haga de paso y sin mencionar a los judíos. Me limito a poner otro ejemplo de cómo una persona que seguramente no cree ser (y sin duda no puede ser calificada de) “antijudía” puede decir cosas que delatan, en el fondo, profundos prejuicios antijudíos. Y puede hacerlo porque el mito cristiano fundamental, que este teólogo comparte, es intrínsecamente antijudío (v. infra).
El simple interés del caso es que hablamos de un teólogo progresista en la España contemporánea, no de un teólogo nazi ni de un discípulo de Bultmann en la Alemania de la posguerra, algo que nos quedaría un poco más lejos.

6) Tienen evidentemente toda la razón los lectores que afirman que los judíos son como los demás humanos y se les puede criticar. Gran verdad, a fe mía, pero yo jamás niego perogrulladas. Y podría ser que algunas autoridades judías hubieran tenido una cierta participación en el arresto de Jesús, y afirmar esto no implicaría antijudaísmo. Cierto, pero yo no he afirmado lo contrario. Así pues, las proclamas de algunos lectores sobre que no resulta antijudío postular que pudo haber una participación judía en el destino de Jesús no tocan en lo más mínimo a mi argumento ni constituyen un argumento contra mí (véase lo que sigue).

7) El antijudaísmo se evidencia no en la aceptación de algún tipo de participación judía en la muerte de Jesús –y por ello ni Ed Sanders ni B. Ehrman necesitan padecer de antijudaísmo–, sino en postular (por prejuicios teológicos) determinados modos de participación para los cuales no hay fundamento histórico. Por ejemplo, existe una diferencia muy sustancial entre afirmar que las autoridades judías, tras una acalorada discusión y como mal menor, decidieron parar los pies a un Jesús políticamente peligroso colaborando en su arresto para evitar el probable derramamiento de mucha sangre inocente (como puede deducirse de una lectura crítica del Cuarto Evangelio: Jn 11, 47-50) y afirmar que esas autoridades judías, por odio o envidia, utilizaron “procedimientos” (torticeros) y “calumnias” para “amargar la vida” a Jesús hasta “asesinarlo”. La diferencia entre ambas ideas es abismal, y espero que todo lector sea capaz de verla (pues quien no la viera, francamente padecería de un gravísimo problema de percepción). La primera no implica antijudaísmo, la segunda sí.

8) Y aquí se halla el problema (o uno de ellos): que la suma de calumnias e interpretación in pessimam partem que sobre las autoridades judías nos regalan a menudo los Evangelios es aceptada como fiable (¡cómo no, si son considerados Sagrada Escritura!) en el mundo cristiano, comenzando por el mundo de la exégesis y la teología. Así, la muerte de Jesús (el gran Jesús, el paradigma de todas las virtudes, el individuo único al que se adora) se explica por el odio y la envidia que por él sentían muchos de sus correligionarios, espiritualmente muy inferiores y que no eran capaces de soportar su maravillosa superioridad espiritual. Este cuento cristiano es al mismo tiempo un cuento chino, no porque los correligionarios de Jesús fueran tipos maravillosos (los jerarcas religiosos judíos no fueron seguramente mejores, moralmente hablando, que los jerarcas cristianos –entre los cuales hay gente muy noble y decente, pero también una gran cantidad de cínicos y miserables–), sino por dos razones que tienen todos los visos de ser históricamente fiables:
1ª) Jesús de Nazaret fue crucificado, es decir, ejecutado con una pena romana según el derecho romano;
2ª) los propios Evangelios ofrecen información abundante que apunta a que los romanos tuvieron razones suficientes para crucificar a Jesús (sin necesidad alguna de ser instigados a ello por judíos; v. infra).

9) Presupongo en todos nuestros lectores la capacidad de a) distinguir entre asesinato y ejecución; b) entender que en muchos casos no existe distinción real entre ambas, pues muy a menudo, en el mundo humano, la ejecución es un asesinato encubierto. Confío en que los lectores presupongan que también yo tengo esta doble capacidad (aunque algún amable lector parece sugerir lo contrario). Por tanto, debo de tener alguna razón para haber observado que las autoridades romanas responsables de la muerte de Jesús habrían considerado la crucifixión como una ejecución (legítima), no como un asesinato (arbitrario): “el poder romano habría dicho que fue ejecutado por un crimen de lesa majestad”. Pues bien, establecer una distinción, en el caso de Jesús de Nazaret, entre asesinato y ejecución presupone una visión determinada de cuáles fueron con mayor probabilidad las razones de la crucifixión de este personaje. Esta visión no puede ser explicada en dos líneas, aunque hace tiempo dediqué (también mi colega A. Piñero) algunos posts a esta cuestión. En apretada síntesis, digamos que existe un buen número de detalles en los propios Evangelios que explican suficientemente por qué Jesús fue crucificado por los romanos: la acusación contenida en Lc 23, 2 respecto a la prohibición de Jesús de dar tributo al César (en conexión con una lectura crítica de Mc 12,13-17), la exigencia de Jesús a sus discípulos para la adquisición de espadas en Lc 22,36-38, la presencia de armas en el grupo de los discípulos y la resistencia armada en el arresto, la violencia implicada en el episodio del Templo, la conexión establecida en Jn 11,47-50 entre la creencia en (el mensaje de) Jesús y una intervención romana, el juicio por Pilato, el titulus crucis (pretensión de ser “rey de los judíos”), la noticia evangélica sobre una (probablemente muy reciente) sedición en Jerusalén, la crucifixión de Jesús entre “lestai”, etc., etc.

10) Aunque la aplastante mayoría de exegetas y teólogos cristianos (por no hablar de los cristianos en general) pasan de puntillas por estos datos evangélicos, intentan negar su validez u ofrecen de ellos interpretaciones rocambolescas o forzadas, la convergencia de todos esos indicios apunta en el sentido de que Jesús de Nazaret, aun sin ser un zelota, no fue ajeno a la resistencia política contra Roma. Esto explica del modo más sencillo y natural que Jesús fuera crucificado, es decir, ejecutado por un delito de lesa majestad. Por tanto, al escribir que Jesús de Nazaret no fue asesinado por los judíos, sino ejecutado por los romanos, estoy afirmando que la reconstrucción histórica más probable de los acontecimientos permite concluir que Jesús –a diferencia de muchas víctimas totalmente inocentes que en el mundo han sido, son y serán– parece haber sido objetivamente concausa de su propia muerte (aunque a mí personalmente -¿hace falta decirlo?– toda ejecución me repugna). Y que su muerte puede explicarse sin necesidad alguna de postular un sórdido complot por malévolos judíos de nariz ganchuda y torva mirada, que conspiraron contra él para asesinarlo, movidos por el odio, la envidia y la mala baba.

11) El problema, por supuesto, es que la admisión cabal de esta explicación de la muerte de Jesús hace que el mito cristiano central se derrumbe hecho añicos. Se derrumba la fantasía del Jesús-víctima pacífica e inocentísima, se derrumba la fantasía de los romanos benévolos-o-al-menos-engañados, se derrumba la fantasía de las autoridades judías malas-malísimas que odiaban a Jesús porque lo sentían como infinitamente superior moral y espiritualmente a ellos; se derrumba, en definitiva, el mito evangélico central.

Dado que es de prever que los cristianos, y en primer lugar los intelectuales cristianos, harán todo cuanto esté en su mano para no reconocer que el mito cristiano central no parece merecer el menor crédito, puede entenderse que para apuntalar tales resistencias prefieran seguir ateniéndose a lo esencial del relato contenido en los Evangelios canónicos (que para eso son sus Sagradas Escrituras), aunque no pocos elementos de ese relato sean no solo históricamente inverosímiles sino también moralmente deletéreos. Así se explica que personas que jamás admitirán conscientemente ser antijudías –y de las que ciertamente no se puede decir que defiendan una concepción cabalmente antijudía– puedan seguir padeciendo toda su vida inconscientes tics antijudíos.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 7 de Diciembre 2011
Martirio del apóstol Tomás según sus Hechos Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Martirio del santo y glorioso apóstol Tomás (HchTom 159-163)

Así suena el epígrafe del texto del relato final de los HchTom, que contiene los detalles de su martirio. Tomás regresó a la cárcel acompañado por Tercia, Migdonia y Marcia, que deseaban ser encerradas con él. El apóstol les dirigió unas palabras de despedida y esperanza. Estaba eufórico y gozoso por la cercanía de su final y su inminente entrada en la vida eterna y verdadera. Todo era el cumplimiento de los planes de Dios. La muerte no era sino aparente. Detrás de la salida de este mundo esperaba el ser hermoso y misericordioso para cumplir las promesas de riqueza y felicidad que hizo a favor de los que creen en él.

Cuando terminó aquellas palabras, entró en lo más oscuro de la cárcel dejando a las mujeres en la más absoluta desolación. Ellas sabían que el rey Misdeo lo iba a matar. Entretanto, los guardianes de la prisión estaban peleándose entre sí. Discutían sobre el fenómeno de las puertas que el mago extranjero abría y cerraba a discreción con el peligro de una fuga generalizada que sería la perdición de los guardianes. Marcharon para anunciar al rey lo sucedido. Ellos cerraban con sellos las puertas que luego aparecían abiertas. Más aún, su mujer y su hijo no se apartaban del prisionero. Cuando el rey comprobó que las puertas estaban con los sellos intactos, acusó a los guardianes de mentir.

El rey Misdeo se sentó en su tribunal y mandó llamar a Judas Tomás. Cuando entró el apóstol, lo despojaron de sus vestidos y le pusieron un ceñidor. El interrogatorio que le hizo el rey versó sobre la personalidad del apóstol, su origen, su dueño. Tomás confesó ser esclavo de Jesús, el Cristo. Misdeo decía haberse contenido para no acabar antes con aquel mago, pero había llegado el momento de librar a su pueblo de sus encantamientos. Misdeo no sabía qué solución tomar, pues tenía miedo de la muchedumbre. Sabía que muchos ciudadanos, incluidos algunos principales, creían en él y en su doctrina. Tomó, pues, a Tomás y lo llevó fuera de la ciudad con algunos soldados armados. Cuando recorrió unos tres estadios, lo entregó a cuatro soldados y a uno de los oficiales con la orden de que lo subieran a la montaña y allí lo alancearan.

Hubo un conato de motín de algunos de los presentes que pretendieron liberar a Judas Tomás. Pero los soldados se lo llevaron de allí. El texto refiere el detalle de que el oficial trataba con respeto al prisionero. El apóstol pronunció unas últimas palabras sobre los misterios que se cumplen en la vida del hombre. Añadía unas reflexiones sobre el número cuatro de los soldados que lo atravesarían. Cuatro eran los elementos de los que Tomás confesaba haber nacido. En los OrSib III 24-26 leemos: “El mismo Dios formó a Adán de cuatro letras: A-manecer, el D-ía en su mitad, el A-nochecer y la N-octurna Osa”. En griego el nombre de “Adam” está formado por las iniciales de las palabras Anatolé, Dysis, Arktos, Mesembría (Éste, Oeste, Norte, Sur). Pueden verse las notas sobre el “cuatro” y el “uno” en nuestra edición de los Hechos Apócrifos, vol. II p. 1193.

Cuando llegaron al lugar en que Judas Tomás debía ser alanceado, el prisionero dirigió a los soldados unas palabras de aliento y exhortación a creer en el Dios que predicaba. Según la versión siríaca, Tomás les exhortaba a practicar todas las virtudes que llevan a la libertad. Habló luego a Vazán pidiéndole que no impidiera la acción de los soldados, sino que les permitiera cumplir las órdenes del rey Misdeo. Pronunció Judas Tomás una plegaria que iniciaba con su exclamación del encuentro con Jesús resucitado “¡Señor mío y Dios mío!”. Insistía especialmente en la liberación que suponía su muerte. Dijo luego a los soldados: “Venid y cumplid la orden de quien os ha enviado” (c. 168,1). “Los cuatro lo atravesaron a la vez y lo mataron”. Los hermanos presentes lloraban mientras adornaban el cadáver con túnicas y sudarios, y lo depositaban en el monumento donde eran sepultados los antiguos reyes.

Sifor y Vazán permanecieron junto a la sepultura hasta que Tomás se les apareció y les rogó que regresaran con la promesa de que no mucho tiempo después serían llevados con el apóstol. Misdeo y Carisio trataron inútilmente de convencer a sus respectivas esposas para que cambiaran de conducta. Tomás se apareció también a ellas y las exhortó a perseverar en su decisión. Sus criados mostraron comprensión a las nuevas actitudes de sus señoras. Los hermanos se reunían en asamblea bajo la dirección de Sifor y Vazán a quienes Judas Tomás había hecho presbítero y diácono respectivamente. Su actividad era tan eficaz que por su medio la fe se acrecentaba en el país.

Los HchTom terminan con el relato de la conversión del rey Misdeo. Un hijo suyo sufrió la posesión diabólica por un espíritu terrible que nadie era capaz de vencer. Se acordó entonces de Judas Tomás; pensó que si lograba tocar a su hijo con un hueso del apóstol podría curarlo. Se le apareció Tomás que le prometió el cumplimiento de sus deseos por la inmensa bondad del Señor. El rey fue al sepulcro, pero no encontró los restos de Tomás. Tomó polvo del sepulcro y lo esparció sobre su hijo pronunciando un acto de fe en Jesús.

Al ver que su hijo quedaba curado, se incorporó a la asamblea de los hermanos a las órdenes de Sifor. Rogaba a todos que rezaran por él para que Dios le perdonara sus antiguos pecados. “Quedaron así completos los Hechos de Judas Tomás, que realizó en la India cumpliendo el mandamiento del Señor que lo envió, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (HchTom 171,1).

((Corona del Martirio))

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 5 de Diciembre 2011


Hoy escribe Antonio Piñero

El himno de victoria de los qumranitas (están tan seguros de ella que lo escriben antes de celebrarse la batalla) es una pieza imponente para describir el ánimo de los judíos fanáticos del siglo I:

“Levántate ¡oh Valiente!
Lleva a tus cautivos, ¡oh hombre glorioso!
Saquea, ¡oh valeroso!
¡Pon tu mano sobre el cuello de tus enemigos
Y tus pies sobre el mentón de los muertos!
¡Golpea a tus naciones enemigas
Y deja que tu espada devore la carne culpable!
¡Colma a la tierra de gloria
Y a tu herencia (Israel), de bendición!
¡Una multitud de ganado en tus pastos!
¡Plata, oro y piedras preciosas en tus palacios!
¡Oh Sión, regocíjate mucho!
¡Oh Jerusalén, aparece entre gritos de alegría!
¡Oh todas las naciones de Judá, mostraos!
Abrid vuestras puertas para siempre
¡Que entren los ricos de las naciones!
Y que sus reyes te sirvan
Y que todos tus opresores se dobleguen ante ti!
¡Qué muerdan el polvo a tus pies!


Mi opinión es que no había ningún judío piadoso en el siglo I, enb los años de Jesús, que no suscribiera al pie de la letra este himno de victoria. Obsérvese que el reino de Dios (que Jesús jamás explica) ocurre en la tierra de Israel y está lleno de bienes materiales.

Es claro que éste es también el marco escatológico / apocalíptico de Juan Bautista, ya que su bautismo –-aunque diverso del de los esenios (donde no había propiamente como acto único, sino como inmersiones en agua corriente, repetidas, para purificar de impurezas y pecados)—tiene raíces comunes con estas inmersiones esenias y con el transfondo general judío del agua como elemento básico de la purificación.

Compárese este himno esenio de victoria con unos versos del Salmo 17 de Salomón (apócrifo, naturalmente, compuesto hacia el 60 a.C. quizás por un fariseo, es decir, de una mentalidad parecida a la de Jesús):

“Mira a Israel, Señor, y suscítale un rey, un hijo de David,
en el momento que tú elijas, oh Dios, para que reine en Israel, tu siervo.
Rodéales de fuerza, para quebrantar a los príncipes injustos,
para purificar a Jerusalén de los gentiles que la pisotean, destruyéndola,
Para expulsar con tu justa sabiduría a los pecadores de tu
heredad, para quebrar el orgullo del pecador como vaso de alfarero,
Para machacar con vara de hierro todo su ser,
para aniquilar a las naciones impías con la palabra de su boca,
Para que ante su amenaza huyan los gentiles de su presencia
y para dejar convictos a los pecadores con el testimonio de sus corazones”.


Y concluye M. Harris (p. 163). El texto de Qumrán “hace sumamente difícil separar las enseñanzas de Juan Bautista, tal como se relatana en los evangelios, de la corriente principal de la tradición mesiánico-muilitar judía.

“No pretendo saber qué es exactamente lo que se proponía Juan Bautista, pero el contexto terrenal en el que debemos juzgar su conducta no puede ser (como lo interpretan los Evangelios y lo hacen la inmensa mayoría de los cristianos de hoy) el de una religión que todavía no había nacido, el cristianismo.

Sólo puedo pensar en los dichos y hechos de Juan Bautista relatados a una chusma polvorienta de campesinos, celotas, evasores de impuestos y bandidos, metidos hasta las rodillas en el Jordán, consumidos por un odio insaciable hacia los tiranos herodianos, los arrogantes gobernadores romanos, y los soldados paganos que se tiraban pedos en los lugares sagrados”.

“Herodes Antipas encontró después tan poca diferencia entre Jesús y el Bautista que se dice que observó: ‘Es Juan a quien decapité, resucitado de entre los muertos’”.

En mi opinión, y como mero historiador debe suscribirse prácticamente todo lo que dice aquí M. Harris. Más tarde, veremos.


Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com



Viernes, 2 de Diciembre 2011
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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