Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
“Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban "cerrados". Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu. Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado […] Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios.” (negritas originales) Paráfrasis (cuasitargúmica): Allá por el siglo I (de hecho, desde hacía ya mucho, mucho tiempo), los judíos eran un pueblo sumamente desgraciado. No sabían qué era realmente la fe o el amor, no tenían ni la más remota idea de lo que significaban la esperanza o la alegría. Conceptos como “interioridad”, “autenticidad”, “bondad”, “libertad”, eran desconocidos para ellos, y las experiencias de tales realidades no digamos. ¡Ay, qué páramo tan desolado, qué desierto! Esos zarrapastrosos judíos vivían en un estado de perpetua desesperación y congoja, padeciendo todos ellos el más espantoso raquitismo espiritual y moral. Rezaban, pero siempre tristísimos, sintiendo que era inútil. Acudían al templo (los templos: también el de Elefantina), pero por rutina u obligación, y siempre acongojados. Frecuentaban las sinagogas, pero la pesadumbre y el abatimiento les atenazaban. Es que les reconcomía el desaliento, vamos. En realidad, la vida espiritual (es un decir) de aquellos pobres diablos carecía totalmente de sentido. La más completa desesperación empapaba hasta el último rincón de la vida de Palestina (y de la diáspora). Si conserváramos retratos de esos tarados, serían copias de “El grito” de Munch. Claro que milagrosamente, con Jesús –que era judío, sí, pero un judío tan raro y especial que superó el judaísmo (bueno, el judaísmo y lo que se le pusiera por delante)– todo cambió: por primera vez (el cur tam sero ya pasó de moda), la religiosidad esclerotizada y muerta revivió y todo fue, para decirlo en una sola palabra, superguay. Jesús inauguró la autopista hacia el cielo y creó el espacio wi-fi para chatear con Dios. Breve comentario: Algún lector ingenuo podría pensar que las palabras del texto entrecomillado que sirve de obertura a este post han sido extraídas de algún polvoriento, rancio y obsoleto tratado sobre el judaísmo escrito a principios del siglo XIX (o del XVI), o tal vez de la obra de alguno de los no pocos exegetas y teólogos centroeuropeos que abrazaron de modo entusiasta el nazismo, y que –como los exegetas y teólogos en las décadas siguientes– siguieron utilizando la categoría de Spätjudentum (“judaísmo tardío”) como fácil sparring para el incesante enaltecimiento de la identidad cristiana. O que quizás proviene de la caricatura reiterada por algún charlatán sin la menor formación ni sentido crítico, de los muchos que pueblan los púlpitos y las calles del mundo. En realidad, esas palabras las ha escrito hace unos días un blogger de Religión Digital, sacerdote y escritor, un intelectual cristiano considerado experto en Jesús y su mundo, cuyo nombre prefiero omitir. Al fin y al cabo, las cosas que escribe las han dicho y escrito antes miles como él, las dicen y escriben hoy en día miles como él y las escribirán y dirán miles como él en el futuro. Miles y miles. Observación inútil 1: Más allá del hecho evidente de que la realidad humana es crisis permanente, la idea de que el judaísmo vivía una profunda crisis religiosa en tiempos de Jesús porque los pobrecitos judíos sentían la lejanía de Dios –idea típica de la más rancia exégesis cristiana durante siglos (pero que uno, ingenuamente, creía habría pasado a mejor vida en las mentes de individuos mínimamente reflexivos)– no resiste el menor escrutinio crítico. El sentido común, el conocimiento más elemental del fenómeno religioso y desde luego el conocimiento del judaísmo en el período helenístico (el tiempo de Hillel, Hanina ben-Dosa, Honi el trazador de círculos, el Maestro de Justicia, el autor del libro de Jonás, Juan el Bautista, de ciertos legistas que resumían la Ley exactamente igual que Jesús, etc., etc., etc.) muestra no solo su carácter falso sino también ridículo. En realidad, no tiene el rango de idea: no es más que una solemne majadería. Observación inútil 2: La solemne majadería de que el judaísmo vivía una profunda crisis religiosa hasta que llegó Jesús de Nazaret solo puede ser mantenida en virtud, bien de una crasa ignorancia, bien de la asunción de una caricatura de la religión judía generada por sentimientos antijudíos hondamente arraigados secularmente en la exégesis y la teología cristianas, bien de una combinación de ambas. Como es difícil admitir en el blogger tan supina ignorancia, se impone la segunda explicación. Un nuevo tic antijudío (desde hoy dejo de señalarlos, porque para qué). Observación inútil 3: La mera observación de las majaderías que se encuentran por doquier en el discurso de aquellos a quienes cabría suponer una mínima formación tanto de su inteligencia como de su sensibilidad demuestra que todo el esfuerzo crítico de siglos, la acribia filológica, el pausado análisis de las fuentes, el estudio riguroso de la historia, el desenmascaramiento de los prejuicios ideológicos, el afán por aquilatar el juicio de modo cada vez más preciso y la búsqueda de imparcialidad son tareas absoluta y totalmente inútiles cuando se dan de bruces contra los inveterados prejuicios y las pulsiones verborreicas de los predicadores-escritores. Lo cual es, desde un punto de vista, profundamente trágico; pero, desde otro, no menos profundamente cómico. Observación inútil 4: En un mundo en que la razón y el amor por la verdad tuvieran más fuerza que la necesidad del autoengaño y la autocomplacencia a toda costa, a quienes escribieran en serio cosas a la vez tan manifiestamente falsas y denigratorias se les proveería gratuitamente de un pico y una pala, y se les obligaría (eso sí, con extrema amabilidad y caritativa dulzura) a picar piedra en una cantera durante un período no inferior a seis meses, antes de volver a permitirles coger un bolígrafo, una máquina de escribir o un ordenador. Saludos cordiales de Fernando Bermejo. Buen Humor y Feliz Año. Le shanah tovah!
Miércoles, 4 de Enero 2012
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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