CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


Concluiremos enseguida –si fuere posible-- la exposición y valoración de “Jesús y su movimiento” según Marvin Harris, valoración hace tiempo pedida por algunos lectores.

Tras la muerte de Jesús, según Harris, flanqueado en la cruz por dos bandidos-celotes, probablemente discípulos suyos, o al menos simpatizantes de su movimiento (de lo contrario no se explica que crucifiquen a Jesús entre ellos), se observa una gran conmoción de los discípulos de Jesús, quienes habían sido dejados en libertad por los romanos, debido a su insignificancia. Los discípulos “todavía no habían vislumbrado la idea de que el culto a Jesús tenía que ser el culto a un salvador pacífico y no el de un salvador vengativo” (p. 170).

Mi pregunta aquí : ¿Cómo podía vislumbrar los abatidos discípulos que había que dar culto a Jesús?

“Sólo después de la desaparición del cuerpo de Jesús de la tumba llegaron a comprender la falta de poder mesiánico de éste”.

La "falta de poder mesiánico" se refiere sin duda a la escasez de fuerzas militares del Nazareno insuficientes para ser mesías en el Israel de su tiempo. Harris sostiene que sólo las visiones colectivas de los discípulos les permitieron comprender que la victoria militar, señal del verdadero mesianismo, no se aplicaba a Jesús. La muerte de Jesús no demostraba que fuera un falso mesías. Su nueva idea, recibida en esas visiones, era que el lapso temporal entre su resurrección y nueva venida era una nueva oportunidad concedida por Dios a los judíos para convertirse a la fe en Jesús.

Comentario: para un creyente puede ser ofensivo que se hable de las apariciones como “visiones” (colectivas),, pero es necesario acostumbrase, pues esa es la opinión común de los no creyentes.

Sigue Harris: “No hay razón para suponer que esa reinterpretación de la muerte de Jesús condujera de golpe a un rechazo del significado militar y político de la condición mesiánica de Jesús”.

Comentario: En verdad, no lo sabemos. Pero lo que sí me parece claro es que el origen de la nueva cristología (“‘ciencia’ de Jesús como mesías”) es el efecto de una reinterpretación completa de la vida, figura y misión de Jesús. Y como esa reinterpretación se hace releyendo con nuevos ojos la palabra de Dios, la Escritura, para los creyentes la reinterpretación es un efecto de la inspiración del Espíritu Santo. Para los no creyentes, es un efecto de la función “mitopoética” (creadora de mitos) del espíritu humano, el cual –según decía ya Jenófanes de Colofón en el siglo VI a.C.- es el hombre el que crea a los dioses y no los dioses los que crean a los hombres.

El argumento de Harris para sostener que los discípulos seguían creyendo en un reino de Dios sobre la tierra de Israel aun después de la muerte de Jesús está tomado de Lc 24,21:

“Nosotros reíamos que él era el que iba a liberar a Israel”,

y sobre todo de Hch 1,6:

“Los que estaban reunidos con Jesús le preguntaron: ‘Señor: ¿acaso vas a restablecer el reino para Israel?’”?,

y también de las palabras del capítulo 6 del Apocalipsis y otros pasajes, que describen al Cordero (Jesús en su función de sacrificado, como cordero pascual, cuyo sacrificio, si se acepta con el debido acto de fe, supone la remisión de los pecados) como un jinete montado sobre un caballo blanco, con un arco en sus manos, una corona en su cabeza, que sale a la guerra para vencer a sus enemigos. En otro lugar del mismo Apocalipsis (19,12ss) es descrito también como Juez, cuyos ojos son como llamas de fuego:

“ Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el que lo monta se llama «Fiel» y «Veraz»; y juzga y combate con justicia. 12 Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce;13 viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios.14 Y los ejércitos del cielo, vestidos de lino blanco puro, le seguían sobre caballos blancos.15 De su boca sale una espada afilada para herir con ella a los paganos; él los regirá con cetro de hierro; él pisa el lagar del vino de la furiosa cólera de Dios, el Todopoderoso.16 Lleva escrito un nombre en su manto y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de Señores. 17 Luego vi a un Ángel de pie sobre el sol que gritaba con fuerte voz a todas las aves que volaban por lo alto del cielo: «Venid, reuníos para el gran banquete de Dios,18 para que comáis carne de reyes, carne de tribunos y carne de valientes, carne de caballos y de sus jinetes, y carne de toda clase de gente, libres y esclavos, pequeños y grandes.»”

Comentario: Estoy de acuerdo en que según el Nuevo Testamento, había una parte de judeocristianos en el siglo I que todavía seguía creyendo en una vuelta rápida de Jesús a la tierra, un Jesús con los predicados de juez de los enemigos de Dios y vengador de los justos, sus discípulos, oprimidos por los poderosos de la tierra. No se puede negar. Con el tiempo esta imagen pasará al olvido y todo el texto del Apocalipsis se interpretará simbólicamente, o bien los sucesos finales descritos -interpretados de una u otra manera- se trasladarán a un fin del mundo muy lejano donde, de un modo u otro la justicia divina vindicará a los justos que sufrieron por el nombre de Jesús. Nada de esto puede negarse.

Mucho más discutible –más bien debe negarse-- es la idea de que un mesías que muere y resucita no sea original dentro del judaísmo del siglo I, es decir que existía antes y que el cristianismo "copia" de alguna manera nociones anterioes. Se refiere Harris, sin duda, a la antiguas opiniones de Dupont-Sommer y John Allegro de que en los manuscritos del Mar Muerto se habían encontrado textos claros sobre el Maestro Justo (“Maestro de justicia”) que era perseguido, condenado a muerte, moría y resucitaba. Hoy día, con la publicación de todos los textos del Mar Muerto, se sabe bien que tal idea es el producto de lecturas apresuradas de los textos, hoy debidamente corregidas. También hemos comentado en este Blog la interpretación de Israel Knohl de nuevos textos, también muy discutidos, del Mar Muerto (4Q427 7; 4Q491 11; 4Q471b) que parecen mantener esa idea ya antes de Cristo, según Knohl. Pero, al parecer, según la opinión de los expertos, no es en absoluto seguro el que hubiera existido tal idea de un mesías sufriente, muerto y resucitado en el judaísmo precristiano.

He aquí el comentario de Joel Marcus (El Evangelio según Marcos, Sígueme, Salamanca, 2011, vol. II, 1279) al respecto:

“Una idea que no parece haber recibido ninguna atención destacada en el judaísmo precristiano es la del mesías sufriente; ningún texto judío primitivo habla de tal figura. Para los cristianos la idea de un mesías que sufre parece natural, pero esto sucede porque está profundamente arraigada en una comprensión cristiana del Antiguo Testamento. En el judaísmo, sin embargo, el mesías davídico está relacionado con el triunfo, no con la derrota y la muerte; la reacción sobresaltada de Pedro al anuncio del Jesús marcano de su pasión futura (Mc 8, 31-32) es, por tanto, muy realista. El Deuteroisaías habla sin duda alguna del siervo del Señor que sufre y muere una muerte expiatoria (Is 50, 4-9; 52, 13--53, 12), pero esta figura no se identificaba con el mesías. Ciertamente, aunque el Targum ve referencias al mesías en Isaías 53, asigna el sufrimiento del pasaje de Isaías a los enemigos del mesías en vez de al ungido mismo. Las tradiciones rabínicas posteriores que hablan de la muerte del mesías hijo de José estaban probablemente influenciadas por el cristianismo o por la muerte del dirigente de la Segunda Rebelión judía, Bar Kochba, y no por un concepto preexistente judío de un mesías sufriente. Por tanto, la noción neotestamentaria del mesianismo sufriente es una mutación del mesianismo anterior judío y no una directa continuación de él.”

Seguiremos, pues parece que no deja de ser interesante, ya que Harris presenta materia de reflexión y discusión.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 6 de Enero 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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