Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
“Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban "cerrados". Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu. Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado […] Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios.” (negritas originales) Paráfrasis (cuasitargúmica): Allá por el siglo I (de hecho, desde hacía ya mucho, mucho tiempo), los judíos eran un pueblo sumamente desgraciado. No sabían qué era realmente la fe o el amor, no tenían ni la más remota idea de lo que significaban la esperanza o la alegría. Conceptos como “interioridad”, “autenticidad”, “bondad”, “libertad”, eran desconocidos para ellos, y las experiencias de tales realidades no digamos. ¡Ay, qué páramo tan desolado, qué desierto! Esos zarrapastrosos judíos vivían en un estado de perpetua desesperación y congoja, padeciendo todos ellos el más espantoso raquitismo espiritual y moral. Rezaban, pero siempre tristísimos, sintiendo que era inútil. Acudían al templo (los templos: también el de Elefantina), pero por rutina u obligación, y siempre acongojados. Frecuentaban las sinagogas, pero la pesadumbre y el abatimiento les atenazaban. Es que les reconcomía el desaliento, vamos. En realidad, la vida espiritual (es un decir) de aquellos pobres diablos carecía totalmente de sentido. La más completa desesperación empapaba hasta el último rincón de la vida de Palestina (y de la diáspora). Si conserváramos retratos de esos tarados, serían copias de “El grito” de Munch. Claro que milagrosamente, con Jesús –que era judío, sí, pero un judío tan raro y especial que superó el judaísmo (bueno, el judaísmo y lo que se le pusiera por delante)– todo cambió: por primera vez (el cur tam sero ya pasó de moda), la religiosidad esclerotizada y muerta revivió y todo fue, para decirlo en una sola palabra, superguay. Jesús inauguró la autopista hacia el cielo y creó el espacio wi-fi para chatear con Dios. Breve comentario: Algún lector ingenuo podría pensar que las palabras del texto entrecomillado que sirve de obertura a este post han sido extraídas de algún polvoriento, rancio y obsoleto tratado sobre el judaísmo escrito a principios del siglo XIX (o del XVI), o tal vez de la obra de alguno de los no pocos exegetas y teólogos centroeuropeos que abrazaron de modo entusiasta el nazismo, y que –como los exegetas y teólogos en las décadas siguientes– siguieron utilizando la categoría de Spätjudentum (“judaísmo tardío”) como fácil sparring para el incesante enaltecimiento de la identidad cristiana. O que quizás proviene de la caricatura reiterada por algún charlatán sin la menor formación ni sentido crítico, de los muchos que pueblan los púlpitos y las calles del mundo. En realidad, esas palabras las ha escrito hace unos días un blogger de Religión Digital, sacerdote y escritor, un intelectual cristiano considerado experto en Jesús y su mundo, cuyo nombre prefiero omitir. Al fin y al cabo, las cosas que escribe las han dicho y escrito antes miles como él, las dicen y escriben hoy en día miles como él y las escribirán y dirán miles como él en el futuro. Miles y miles. Observación inútil 1: Más allá del hecho evidente de que la realidad humana es crisis permanente, la idea de que el judaísmo vivía una profunda crisis religiosa en tiempos de Jesús porque los pobrecitos judíos sentían la lejanía de Dios –idea típica de la más rancia exégesis cristiana durante siglos (pero que uno, ingenuamente, creía habría pasado a mejor vida en las mentes de individuos mínimamente reflexivos)– no resiste el menor escrutinio crítico. El sentido común, el conocimiento más elemental del fenómeno religioso y desde luego el conocimiento del judaísmo en el período helenístico (el tiempo de Hillel, Hanina ben-Dosa, Honi el trazador de círculos, el Maestro de Justicia, el autor del libro de Jonás, Juan el Bautista, de ciertos legistas que resumían la Ley exactamente igual que Jesús, etc., etc., etc.) muestra no solo su carácter falso sino también ridículo. En realidad, no tiene el rango de idea: no es más que una solemne majadería. Observación inútil 2: La solemne majadería de que el judaísmo vivía una profunda crisis religiosa hasta que llegó Jesús de Nazaret solo puede ser mantenida en virtud, bien de una crasa ignorancia, bien de la asunción de una caricatura de la religión judía generada por sentimientos antijudíos hondamente arraigados secularmente en la exégesis y la teología cristianas, bien de una combinación de ambas. Como es difícil admitir en el blogger tan supina ignorancia, se impone la segunda explicación. Un nuevo tic antijudío (desde hoy dejo de señalarlos, porque para qué). Observación inútil 3: La mera observación de las majaderías que se encuentran por doquier en el discurso de aquellos a quienes cabría suponer una mínima formación tanto de su inteligencia como de su sensibilidad demuestra que todo el esfuerzo crítico de siglos, la acribia filológica, el pausado análisis de las fuentes, el estudio riguroso de la historia, el desenmascaramiento de los prejuicios ideológicos, el afán por aquilatar el juicio de modo cada vez más preciso y la búsqueda de imparcialidad son tareas absoluta y totalmente inútiles cuando se dan de bruces contra los inveterados prejuicios y las pulsiones verborreicas de los predicadores-escritores. Lo cual es, desde un punto de vista, profundamente trágico; pero, desde otro, no menos profundamente cómico. Observación inútil 4: En un mundo en que la razón y el amor por la verdad tuvieran más fuerza que la necesidad del autoengaño y la autocomplacencia a toda costa, a quienes escribieran en serio cosas a la vez tan manifiestamente falsas y denigratorias se les proveería gratuitamente de un pico y una pala, y se les obligaría (eso sí, con extrema amabilidad y caritativa dulzura) a picar piedra en una cantera durante un período no inferior a seis meses, antes de volver a permitirles coger un bolígrafo, una máquina de escribir o un ordenador. Saludos cordiales de Fernando Bermejo. Buen Humor y Feliz Año. Le shanah tovah!
Miércoles, 4 de Enero 2012
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Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Hechos del Santo Apóstol y digno de alabanza, Felipe Introducción Los Hechos Apócrifos de Andrés, Juan, Pedro, Pablo y Tomás, etiquetados por Rémi Gounelle como composiciones de la “primera generación”, fueron seguidos de otros dedicados a la ampliación de los antiguos o a la presentación de apóstoles, desconocidos prácticamente en los escritos canónicos. A partir del siglo IV ven la luz nuevos Hechos, variados en su forma y extensión. Pero de todos podemos afirmar con R. Gounelle que toman abundante material de los libros canónicos. Puede verse R. Gounelle, “Actes apocryphes des Apôtres et Actes des Apôtres canoniques”, Revue d’Histoire et de Philosophie religieuse, 84 (2004) 3-30, esp. pág. 6. Entre estos Hechos Apócrifos de los Apóstoles, llamados también “menores”, brilla con luz propia el relato de los Hechos de Felipe (HchFlp). Ya hemos dicho que la categoría o denominación de “menores” nada tiene que ver ni con su tamaño ni con su calidad estético-literaria, sino con la realidad de su dependencia de los cinco grandes Hechos Apócrifos primitivos. La calidad literaria de los HchFlp ofrece páginas literarias de reconocido mérito, intencionadamente buscado por el autor. Son fragmentos retóricos en los que las tendencias de moda de la época dejan una impronta que sorprende por su desenvoltura en la reiteración del uso de sus preferencias literarias. Un aspecto fácilmente perceptible es que estos Hechos de Felipe tienen un carácter más retórico que doctrinal. La tradición cristiana prestó a Felipe una atención fácilmente comprobable. El resultado fue un conjunto de relatos en los que convergen versiones variadas, unidas en torno al protagonista, un personaje único, desdoblado posiblemente por Lucas. Cf. F. Amsler, Actes de l’Apôtre Philippe, Brepols, 1996, 17. Los HchFlp de que disponemos en la actualidad están compuestos de quince Hechos, seguidos por el Martirio. Tres momentos de la tradición sobre este Apóstol marcaron el recuerdo de tres autores, cuyos trabajos han conseguido que podamos disponer de la práctica totalidad de los HchFlp tanto en su contenido como en su estructura: 1) C. Tischendorf editó el Hecho II en 1850 sirviéndose del manuscrito griego 881 de París. Del mismo ms. publicó el fragmento final desde el Hecho XV hasta el Martirio. - 2) M. Bonnet publicó los HchFlp en la edición de sus Acta Apostolorum Apocrypha en edición con A. Lipsius.- 3) Un tercer hito importante en la transmisión de los HchFlp fue el hallazgo y la publicación del ms. Xenophontos 32 del Monte Athos, designado con la letra A. El hallazgo tuvo lugar en el Monte Atos (Grecia septentrional) y en el año 1974. Sus descubridores fueron François Bovon y Bertrand Bouvier. (Cf. F. Bovon, B. Bouvier, F. Amsler, Acta Philippi, CCSA, Brepols, 1999). El manuscrito A es el testigo más importante y completo de los Hechos de Felipe. Carácter compuesto de los Hechos de Felipe Una lectura cursiva de los HchFlp descubre abundantes divergencias en la obra. El protagonista presenta aspectos cambiantes y hasta contradictorios en su personalidad. El apóstol que aparece con rasgos de ternura y proclive al perdón reacciona en otros contextos de forma violenta y vengativa. El texto, lejos de ser uniforme y coherente, ofrece sorprendentes quiebras que van del estilo al contenido. La diferencia entre las partes narrativas y las dialogadas es demasiado llamativa para que podamos ver en el detalle solamente un cambio de talante o de situación existencial. Todo parece delatar diversidad de criterios, tanto literarios como doctrinales. Esta apreciación es particularmente visible en los dos manuscritos principales que contienen la totalidad de estos Hechos, el ms. A Xenophontos 32 (Athos, del siglo XIV) y el ms. V gr. 824 (Vaticano, del siglo XI). El ms. A es más ampuloso, más exagerado en sus posturas, más “heterodoxo”. El ms. V es más breve, más moderado en sus afirmaciones, omite varias cristofanías. El contraste se percibe mejor si se comparan los dos primeros Hechos. El Hecho I es una especie de libelo encratita en opinión de F. Amsler, mientras que el Hecho II, ausente en el ms. A, es una composición ortodoxa, escrita probablemente como rectificación de un capítulo de los Hechos originales. Algunos manuscritos transmiten únicamente el Hecho II, lo que demuestra que pudo circular como una obra independiente. Lo llamativo es que conservan su numeración sin la menor referencia a un eventual Hecho precedente. Estos detalles avalan la tesis de que el Hecho II tiene una cierta etiqueta de independiente y que no guarda coherencia con el resto de los HchFlp. Es por lo tanto una realidad perceptible el carácter compuesto de estos Hechos, como ya pensaban los especialistas desde R. A. Lipsius y M. Bonnet. No cabe, pues, la hipótesis de pensar en una obra escrita por un solo autor y de forma continuada, fruto de un proyecto uniforme. Las diferencias y los contrastes que hemos mencionado se explican mejor si vemos la obra como un conjunto de textos diferentes, unidos en torno a un mismo protagonista y testigos de diversas tradiciones. Así comprendemos las contradicciones del personaje principal y los vaivenes en la ideología del autor. Estamos de acuerdo con el criterio de F. Amsler cuando habla de cuatro obras específicamente distintas: 1) El Hecho I. 2) El Hecho II. 3) El bloque de los Hechos III-VII. 4) El Hecho VIII y siguientes. Los bloques III-VII y VIII-XV empiezan con una escena del sorteo de los territorios de evangelización, lo que demuestra en el ánimo de su autor la intención de iniciar una obra nueva o, al menos, ciclos nuevos de la narración. Puede verse el artículo de J.-D. Kaestli sobre el tema, donde menciona la opinión de Lipsius, para quien los Hechos Apócrifos debían empezar por alguna clase de reparto de las tierras que justificara la presencia de un apóstol en un territorio concreto: “Les scenes d’attribution des champs de missión et de départ des Apôtres dans les Actes Apocryphes” en F. BOVON y otros Les Actes Apocryphes des Apôtres, Ginebra, 1981, 249-264. Icono de san Felipe. Saludos cordiales y feliz año 2012. Gonzalo del Cerro
Lunes, 2 de Enero 2012
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Queridos amigos: Estoy de vuelta ya en España por lo que me incorporo de nuevo a la dulce tarea de estar con Ustedes y comunicarles lo que me puede parecer interesante de entre las lecturas y trabajos que el devenir de la vida me va sugiriendo o imponiendo. Todo parece estar razonablemente bien en mi vida, en lo que la humana fragilidad permite. por lo que con un saludo de entrada, muy cordial, seguimos. No he estado del todo ausente ya que mi amigo y colega Gonzalo del Cerro se ha encargado de “pinchar”, o lanzar al aire, lo que había preparado hasta mi vuelta para que viera la luz los viernes. Por ahora seguiremos a este ritmo de aparición de postales hasta que me pueda descargar de trabajos urgentes impuestos por las circunstancias. Por ejemplo, se van jubilando excelentes colegas, y a sus sucesores se les ocurre hacer libros-homenajes en honra y recuerdo de su labor. Hay que participar, y con gusto, en ellos, como tributo a la memoria de lo mucho que han hecho durante su vida académica activa. Ya se imaginan que eso supone escribir una serie de artículos que apartan de la tarea que a largo plazo me había impuesto. Todo lleva su tiempo. De todos modos, pienso que en los tres años casi completos que lleva de vida este Blog su han ido acumulando miles de páginas en el servidor, que ahora podría ser conveniente releer...quien tenga ganas. Hay material de sobra para la reflexión. Y volviendo al tema que nos ha ocupado los viernes pasados: quiero acabar pronto con la reseña de la imagen de Jesús que ofrece la obra de Marvin Harris, tan continuamente reeditada, “Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura” de Alianza Editorial (colección “Libro de bolsillo”), Madrid, 1974, y que varios lectores me han pedido desde hace tiempo que reseñara. Así pues, seguimos. A tenor de lo que leemos en los Evangelios, las autoridades romanas y sus “clientes” (según la relación social, típica de la Antigüedad de “patrón/jefe/benefactor” y “cliente” = subordinado de algún modo, “protegido”, que hace negocios a la sombra de la influencia benefactora del patrón) capturaron a Jesús y a continuación lo trataron como dirigente de un grupúsculo que había generado problemas de orden público por su intervención armada en la “purificación del Templo y por su defensa, también con armas, a la hora del prendimiento. Harris cree probable la existencia de un juicio y condena “interna”, intrajudía, por motivos religiosos por parte de las autoridades (no se preocupa de dilucidar los posibles problemas jurídicos y de casi imposibilidad de tiempo físico de un proceso judío tal como lo cuentan los Evangelios. Pero ve más verosímil aún que las autoridades judías entregaran a Jesús en manos del Gobernador por motivos “seculares”, es decir, por cargos políticos. En “contextos coloniales” (como ocurría en Judea en el siglo I) los “mesías populares” son siempre culpables de un delito político-religioso, nunca sólo de uno puramente religioso... que a los romanos les importaba bien poco. La predicción de Caifás de Jn 11,47-51 47 Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. 48 Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.» 49 Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, 50 ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación.» 51 Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación se cumplió totalmente: una vez que Jesús estuviera preso e indefenso, las gentes, sobre todo el pueblo de Jerusalén, probablemente menos acostumbrado a sus prédicas, lo consideraría un mesías fracasado (por tanto, no protegido por Dios y “falso”) y no habría ningún movimiento popular a su favor, digno de temer. Obsérvense varias cosas al respecto sugeridas por este pasaje: A) Este juicio contra Jesús de las autoridades judías, , sin el reo presente, tiene lugar antes de la semana de la Pasión. Quizás varias semanas o meses. Juan no menciona ningún juicio posterior, corrigiendo así a los Sinópticos. Opino que es más verosímil la posición del Cuarto Evangelista. En todo caso lo que hubo contra Jesús en casa de Caifás (Mt 26,57) y Anás, fue una simple inspección del reo Jesús y una confirmación de que había que acabar con el por motivo puramente de orden público, no religioso: un “revoltoso” muerto sirve de escarmiento; el pueblo. Éste no se levantará contra los romanos y éstos se quedarán quietos sin molestar aún más con sus acciones militares. Todo ello supone que el proceso contra Jesús comenzó antes de la estricta “semana de la Pasión”, quizás en la fiesta de los Tabernáculos, en septiembre, la última que señala el evangelista Juan como festividad en la participó Jesús. ésta es la tesis que defiendo en "La verdadera historia de la Pasión", de 2008.. B) La intervención de los fariseos es destacada por Juan en la condena de Jesús, pero no por los otros evangelistas. Parece que los fariseos no condenaron a muerte al Nazareno: era uno de los suyos, al menos indirectamente. C) La frase que recoge el Evangelista: “Vosotros no sabéis nada”, indica que había dudas entre las autoridades o principales de los judíos a propósito de Jesús: algunos de ellos, fariseos, no estarían dispuestos a acabar con él. Seguiremos Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 30 de Diciembre 2011
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Reseño aquí brevemente una monografía que apareció hace un mes sobre el Evangelio de Judas, que presenta algunas novedades importantes en la investigación efectuada hasta la fecha: Lance Jenott, The Gospel of Judas. Coptic Text, Translation, and Historical Interpretation of the “Betrayer’s Gospel”, Mohr Siebeck, Tübingen, 2011. Además de una interpretación novedosa, el interés de la obra de Jenott estriba en presentar una edición del texto copto algo diferente de la edición crítica. El autor ha mejorado varias lecturas, y en otras ha sugerido alternativas que dan mayor sentido al texto. El libro de Jenott imagina la historia del cristianismo antiguo sin los conceptos de ortodoxia y gnosticismo (a la luz de las críticas que de este concepto se han efectuado en los últimos quince años), pues el autor considera que intentar comprender textos antiguos altamente complejos a través de un modelo ingenuamente binario podría estar cegándonos al espectro de posibilidades interpretativas disponible. De este modo, es posible más fácilmente descubrir las continuidades que este texto comparte con un espectro más amplio de teologías, actitudes y comportamientos cristianos. Así pues, la nueva monografía no se refiere nunca al autor del Evangelio de Judas como "gnóstico". Por ejemplo, Jenott propone que el autor del Evangelio de Judas no critica todas las formas de sacrificio o ritual, incluyendo la muerte sacrificial de Jesús, la Eucaristía o el bautismo. Según su análisis, el autor comprende el bautismo como un medio clave de salvación a través del cual el iniciado “limpia” su cuerpo mortal heredado del Adán terrero y empieza a participar en la victoria que Jesús ganó sobre los poderes demoníacos en la cruz. Según Jenott, al igual que otros textos “setianos” el EvJudas interpretaría la muerte de Jesús positivamente, según el mito del Christus Victor. El autor del texto compartiría con varios autores de la Patrística una interpretación dramática y mitológica de la crucifixión de Jesús: el cuerpo mortal de Jesús sufrió en un sacrificio, mientras que su persona inmortal permaneció libre de daño y triunfó sobre las fuerzas del mal. En su opinión, a diferencia de lo que a menudo se ha afirmado, el Evangelio de Judas no efectúa una crítica de la interpretación sacrificial de la muerte de Jesús. Dado que otros textos setianos nada dicen sobre esa muerte, esto sugiere que la interpretación de la muerte de Jesús pudo ser un asunto discutido en el seno de los propios grupos setianos. Según el autor, el problema acuciante para el autor del Evangelio de Judas fue que los miembros del clero naciente insistían en que solo ellos podían administrar la Eucaristía, y que legitimaban su pretensión apelando a la sucesión apostólica a partir de los doce discípulos. Con el objeto de minar su autoridad y la integridad de su culto, el autor respondió escribiendo un nuevo “Evangelio” que retrata a los Doce como sacerdotes malvados implicados en toda clase de actividades inmorales. Mi próxima edición del Evangelio de Judas en la editorial Sígueme tiene en cuenta tanto las variantes textuales como las novedosas propuestas de interpretación contenidas en esta obra. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 28 de Diciembre 2011
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Hechos Apócrifos de los Apóstoles. Vol. III Tengo el placer y el honor de comunicar a los amables lectores de este Blog de Antonio Piñero la aparición del volumen III de Los Hechos Apócrifos de los Apóstoles, publicado por la Biblioteca de Autores Cristianos (B.A.C.). Las introducciones, los textos, su traducción, notas e índices son el trabajo de Antonio Piñero y del que esto escribe, Gonzalo del Cerro. El simple guarismo indica que delante van los dos primeros volúmenes que contienen los Hechos de Andrés, Juan, Pedro, Pablo y Judas Tomás, escritos entre los años 150 al 225. Eran los cinco primeros Hechos, calificados por los autores como “Mayores”, por la sencilla razón de que son los primeros y modelo de los Hechos siguientes. El volumen III contiene catorce Hechos, convencionalmente denominados “Menores”, todos ellos posteriores al siglo IV. Esta denominación genérica no hace alusión ni a su extensión ni a sus méritos literarios. Algunos de ellos, como los Hechos de Felipe y de Juan, escritos éstos presuntamente por Prócoro, uno de los primeros diáconos (Hch 6), tienen una extensión considerable. Abundan en muchos de ellos páginas de notable valor literario, claramente buscado por sus autores. Menciono en este sentido el Apócrifo, denominado Uirtutes Ioannis, escrito en un latín excelente probablemente en el siglo VI. Un mérito indudable de este volumen III de los Hechos Apócrifos es la colección de tradiciones, que han dejado su impronta en la devoción de la sociedad cristiana. La mayoría de los Apóstoles de Jesús apenas son conocidos por su mención nominal en las listas de los Apóstoles recogidas en los textos bíblicos. Los Hechos Apócrifos son la base documental de la geografía y la cronología de los ministerios y martirios de sus protagonistas. Tenemos por ellos conocimiento de detalles concretos de la predicación de Pedro y Pablo en Roma. Sabemos que en Roma sufrieron el martirio; Pedro murió y fue sepultado en el lugar llamado Vaticano (Hechos de Pedro y Pablo 84,1, del siglo V-VI), Pablo a tres millas de las puertas de Roma en la vía Ostiense en el lugar denominado “Aguas Salvias” (HchPePl 80,1). Antes de ser sepultados en sus basílicas fueron custodiados “en un lugar llamado Catacumbas” (HchPePl 87,1). Vaticano, Vía Apia, Vía Ostiense, Vía Nomentana, Aguas Salvias, Catacumbas, Quo vadis?, San Juan ante Portam Latinam, fechas de sus respectivas festividades… son recuerdos recogidos en los textos de estos Hechos Apócrifos. La arquitectura, la escultura y hasta la pintura son un vivo testimonio de los relatos. La cabeza calva de san Pablo, la escuadra en las manos del “arquitecto” santo Tomás el que edificara el palacio celestial, la crucifixión de san Pedro con la cabeza hacia abajo son detalles conocidos por los Apócrifos. Como conocido por los Apócrifos es el modo del martirio de san Bartolomé, que fuera despellejado vivo. El detalle está reflejado bellamente por Miguel Ángel en su Juicio Final de la Sixtina (PasBart 9,1). Un demonio enemigo, de nombre Berit, hace un retrato del santo para que otros diablos lo reconozcan y eviten. En la Pasión del Apóstol san Bartolomé 2,1-2, tenemos este hermoso texto: “Los cabellos de su cabeza son negros y espesos, su tez blanca, los ojos grandes, las narices simétricas y rectas, las orejas cubiertas con el cabello de la cabeza, la barba luenga con algunas canas, de estatura media, no se puede decir que sea ni alto ni bajo. Viste una túnica de manga corta con ribetes de púrpura y se cubre con un manto blanco que tiene joyas color de púrpura en cada uno de sus ángulos. Hace veintiséis años que sus vestidos ni se ensucian ni se deterioran. Igualmente, sus sandalias de largas correas no envejecen desde hace ya veintiséis años. Cien veces al día, se pone de rodillas y ora a Dios; y cien veces por la noche. Su voz es fuerte como el sonido de una trompeta. Con él caminan unos ángeles de Dios que no le permiten ni fatigarse ni sentir hambre. Siempre tiene el mismo aspecto y el mismo ánimo. En todo momento, permanece alegre y gozoso; todo lo prevé, todo lo sabe, habla y entiende todos los idiomas de todas las gentes. Fijaos: ya conoce lo que vosotros me habéis preguntado y la respuesta que os doy sobre él. Porque le sirven los ángeles de Dios, y son ellos los que se lo anuncian. Si os ponéis a buscarlo, se os mostrará si quiere; pero si no quiere, no lo podréis ver. Yo os pido que, cuando lo encontréis, le roguéis que no venga aquí para que no me hagan los ángeles que están con él lo que han hecho a mi colega Astarot”. Sirvan estas líneas de su Pasión como testimonio de las noticias con que los Apócrifos han enriquecido la tradición sobre unos personajes conocidos apenas por su mención en el Nuevo Testamento, cuya identidad queda a veces en contextos de duda o disensión. De Bartolomé se discutió incluso acerca de su identidad con el Natanael del cuarto evangelio, “auténtico israelita en el que no cabe engaño” (Jn 1,47). De todos modos, el nuevo volumen que ofrecemos es una presentación variada de catorce opciones distintas de la forma con que los discípulos de Jesús, “dejando todas las cosas, lo siguieron”. Estos Hechos cuentan los datos tradicionales, presuntamente históricos, relativos al martirio de los apóstoles epónimos. Algunos van incluso calificados de “Pasiones”, testimonio definitivo de la doctrina que predicaban siguiendo las órdenes de su Maestro. Saludos cordiales y felices fiestas. Gonzalo del Cerro
Lunes, 26 de Diciembre 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
En el hilo de su argumentación, M. Harris presenta al lector unos pocos textos evangélicos que contrasta entre sí. Son los siguientes. • Mt 5,9 “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” con Mt 10,34: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada”. • Mt 5,39: “Pero yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra” con Lc 12,51: “¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división” • Mt 26,52: “Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.” con Lc 22,36: “Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada” • Lc 6,27: “Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien,” con Jn 2,15: “Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas;” Se podrían añadir más. Por ejemplo: Mc 12,17 “Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios»” (en el sentido pretendido por Marcos: que el lector obtenga la conclusión de que Jesús ordenaba pagar el tributo con Lc 22,2: “Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es el mesías rey»”. Dicho de paso: la interpretación de la perícopa del tributo al César “es evidentemente falsa”. Aquí, la explicación de Harris me parece deficiente y obscura, por lo que la omito. Como es natural, he leído muchas interpretaciones de esta perícopa del “Tributo”. La que me parece más clara es la de Puente Ojea, que he resumido en la obra La verdadera historia de la Pasión (EDAF 2008) y que presento aquí: “Para entender bien la situación ofrece mejores pistas que la de Marcos la versión paralela de Lucas. Los fariseos, que conocen bien el pensamiento de Jesús, se mantienen al acecho mientras envían a unos delegados que formulan a éste una pregunta trampa de modo que tenga que exponer “ante el pueblo”, en público (Lc 20, 26), una enseñanza políticamente peligrosa. Esa doctrina –bien conocida, pero no expresada manifiestamente por el evangelista- constituye las premisas teológicas de la pregunta: el pueblo sabe y acepta que la tierra entera y los ciudadanos de Israel son propiedad de Dios. El pago del tributo al César supone admitir a éste como señor y por tanto ser infieles a la alianza con Yahvé, el único Señor. Que aquella doctrina era también propia de Jesús lo dan por supuesto los fariseos que articulan la estratagema, y lo saben a ciencia cierta ya que es la enseñanza mantenida por todos los judíos piadosos desde hacía muchos años (luego atribuida a los celotas)…, y Jesús era un piadoso. “La cuestión no es, pues, propiamente una pregunta para informarse, porque saben de antemano que Jesús está de acuerdo con las ideas expuestas que implica no declarar “señor” al César y por tanto el no pago del tributo. Se trataba solamente de “obtener de Jesús una declaración pública y solemne en la capital religiosa de Israel por la que se rechazase abiertamente el pago del tributo a un Señor extranjero”. De este modo Jesús estaba metido en una verdadera trampa: si decía que sí había que pagar, arruinaba públicamente toda su predicación sobre el Reino de Israel, que estaba de acuerdo con las premisas teológicas arriba expuestas. Sí decía que no, con los romanos al lado y vigilantes, sería reo de un delito de sedición contra el Imperio. Podría ser apresado y condenado de inmediato a muerte. Por eso le preguntan si es lícito a los judíos pagar el tributo (Mt 22,17 / Lc 20,22)…, lícito religiosamente se entiende, porque políticamente ya sabían la respuesta: había que pagar el tributo so pena de cárcel y muerte. “Jesús entiende la naturaleza de la trampa y su respuesta a ella será un “no” –los judíos no deben pagar-, pero un “no” sólo claro para quienes supieran de qué iba la cosa, aunque para los romanos –que no conocían bien la teología de que Israel era sólo propiedad de Dios- la respuesta podía darse como satisfactoria, ya que no predicaba públicamente un no. “Aparentemente Jesús da la razón a estos últimos; pero en el fondo, tal respuesta se la quita, pues es una negativa a los ojos de los que entienden. Para lograr escaparse del aprieto –un prueba más de que no deseaba su muerte-, Jesús opone estratagema a estratagema. Ordena que le muestren la moneda en la que se paga el tributo, un denario. En él está impresa la efigie del César. Entonces Jesús dice: “Devolved al César lo que es del César (esta moneda o cualquier otra con esta efigie), y a Dios lo que es de Dios (el pueblo y la tierra de Israel, y los frutos de esa tierra = el importe del tributo). “Así pues, el doble sentido, engañoso voluntariamente, “se centra en la moneda: como ostenta la efigie del César, puede tomarse a primera vista como una cosa que pertenece a él; pero el tributo no es la moneda, que es un simple medio de pago”, sino el esfuerzo, el trabajo, los frutos de la tierra de Israel (que pueden traducirse a cualquier moneda, por ejemplo el estáter/didracma fenicio o griego utilizado como modo de pago corriente el tributo al Templo: Mt 17, 24), y todo eso es sólo de Dios. Por consiguiente, Jesús vino a decir en el fondo: si hay por ahí denarios, podéis dárselos al César pues son suyos, pero el fruto de la tierra de Israel, el tributo, eso es sólo de Dios. Por tanto, no debe pagarse el impuesto. “La estratagema fue, por lo visto, tan brillante, que Marcos y los otros dos evangelistas que le siguen escribieron que los enemigos “quedaron absolutamente maravillados” por ella Concluiremos pronto. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 23 de Diciembre 2011
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Disculpándome con los lectores por la hora tardía de la introducción de este texto, hoy llamo la atención sobre la reciente aparición de un libro de Agustín Pániker, El sueño de Shitala. Viaje al mundo de las religiones, Kairós, Barcelona, 2011. Además de editor de la editorial Kairós, Agustín Pániker es especialista en religiones de la India (ha escrito interesantes monografías sobre el jainismo y el shikhismo), talentoso escritor y magnífico conferenciante, además de una persona gentil y encantadora. La religión es uno de los aspectos más longevos y universales de la humanidad. Este libro aborda las cuestiones esenciales que rodean los fenómenos religiosos; empezando por la más simple y a la vez compleja de todas: ¿qué es la religión? A partir de ahí, y siempre con un lenguaje didáctico y por momentos incluso intimista, Pániker aborda temas tan variados como la configuración de las religiones del mundo, el papel de la contemplación, de la muerte o de los textos sagrados, el sentido de la conversión religiosa o del sacrificio, la aparición de las llamadas sectas religiosas y hasta formas civiles o seculares en las que transmigra la religiosidad. Se abordan prácticas y significados de fenómenos religiosos de todos los continentes y tradiciones. En un estilo que toma lo mejor del ensayo, el relato de viaje, el documento antropológico o el artículo periodístico, este libro nos lleva a aprender de las fuentes de sabiduría de la humanidad y a comprender mejor la amplitud, la riqueza y la perduración del fenómeno religioso. Próximamente comentaré con más detenimiento este interesante libro. Feliz Navidad a nuestros lectores cristianos, feliz solsticio de invierno para todos. Cordiales saludos de Fernando Bermejo
Miércoles, 21 de Diciembre 2011
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Libro de Tomás, el atleta Otro de los documentos de la biblioteca de Nag Hammadi referidos al apóstol Tomás es el que lleva por título Libro de Tomás el atleta. Como dice A. Piñero en la introducción a su traducción en el libro Todos los evangelios, p. 520, la lengua original era el griego y había sido compuesto entre los siglos II y III, pero fue traducido al copto en el siglo IV. De acuerdo con su título, el apóstol Judas Tomás es el protagonista de la obra, escrita en forma de evangelio o diálogo de revelación. Las primeras palabras del texto afirman de forma diáfana que se trata de las “palabras secretas que dijo el Salvador a Judas Tomás”. Volvemos a encontrar aquí la idea de un encuentro personal de Tomás con el Salvador, que le comunicó doctrinas secretas. Por ficción literaria, se dice que Matías puso por escrito esas palabras que oyó mientras iban caminado Tomás y el Salvador, y hablaban el uno con el otro. El corpus central de la obra comienza con la afirmación de que todo lo que va a seguir es lo que el Salvador dijo a Tomás. El principio de su alocución es una apelación a su interlocutor calificado como “Hermano Tomás”. Justifica su actitud y su relación con el apóstol recordando que se ha dicho que es hermano gemelo de Jesús. El hecho de su hermandad exige que Tomás no sea ignorante de sí mismo, sino que se conozca adecuadamente. Porque el que se ha conocido a sí mismo ha comenzado a conocer la profundidad del ser. Sigue Jesús concluyendo: “Por ello, pues, tú eres mi hermano, Tomás. Porque has visto lo que está oculto a los hombres” (P 138). Tomás pedía al Señor que le explicara las cosas que le preguntaba antes de su ascensión. Porque está claro que ”es difícil practicar la verdad ante los hombres”. Tras una disquisición del Salvador sobre lo visible y lo invisible, Tomás le suplicó que le hablara de las cosas invisibles y secretas a los hombres. Porque los que hablan de las cosas invisibles son, en opinión de Tomás, como los que disparan con sus arcos a objetivos durante la noche. Era preciso que haya luz, decía Jesús. Pero Tomás objetaba que la luz se levanta con el día y desaparece con la noche. Entrando y saliendo del marco de la metáfora, Jesús proclamaba bienaventurado a Tomás porque la luz había brillado precisamente para los apóstoles. El Salvador habla luego del amor de la luz, que posee todo el que busca la verdad de la sabiduría. Tal es el verdadero sabio, el que es alimentado por la verdad. En el lado contrario se mueve el ignorante o necio, el que ignora las muchas cosas que han sido reveladas. Como el Salvador bendecía al sabio que busca la verdad para llegar al descanso, Tomás expresaba su deseo de llegar al descanso a través de la sabiduría. Es lo que se pierden las almas impías, las que aman la dulzura del fuego y sirven a la muerte. Su destino es el infierno al que van a parar los que aman las obras de la corrupción. En el debate sobre el tema, preguntaba el Salvador a Tomás cuál era su opinión. Pero Tomás, prudentemente, respondió: “A ti, Señor, te compete hablar y a mí escuchar”. En efecto, habló proclamando que los hombres acabarán en el infierno si siguen los dictados de la materia. El tiempo revelará la calidad de los frutos de cada viviente. Tomás alabó las palabras del Señor, que el mundo ni escuchaba ni cumplía. Después de una nueva descripción del infierno, de los lamentos por los impíos y de una parábola de la viña y las malas hierbas, proclama el texto unas bienaventuranzas de los gnósticos o espirituales. Termina el autor con una exhortación a la vigilancia necesaria para conseguir el triunfo final, es decir, el descanso. Termina el libro con una referencia al título, a la intención del autor y el consiguiente augurio: “El Libro de Tomas el atleta escrito para los perfectos. Recordadme también, hermanos míos, en vuestras oraciones. Paz a los santos y al espiritual”. (Símbolo de la luz) Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 19 de Diciembre 2011
NotasHoy escribe Antonio Piñero Marvin Harris, unas páginas después de lo que comentamos en la última nota, escribe: “¿Por qué huyeron todos los discípulos y por qué Simón Pedro negó tres veces a Jesús antes de que amaneciera? Porque, como judíos que eran, compartían con Caifás (se refiere a la profecía de éste narrada en el Cuarto Evangelio, a propósito de los posibles desórdenes de orden público que podía provocar Jesús y que comprometían la seguridad ante los romano “«Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación»”: 11,49-50) la conciencia de estilo de vida de sus antepasados y entendían que el mesías tenía que ser un príncipe militar invencible y capaz de realizar prodigios” (p. 167). Con otras palabras, la huida precipitada de todos y la negación de Pedro sólo tiene sentido si creen que al fracasar la empresa de la entrada en Jerusalén y la purificación del Templo Dios había dado el signo de que el mesianismo de Jesús no era tal. El mesías verdadero sería otro… y ¡ya aparecería! Según Harris, esto lleva a una conclusión innegable: “La conciencia de estilo de vida compartida por Jesús y su círculo íntimo de discípulos no era la de un mesías pacífico. Aunque los Evangelio pretenden negar claramente la capacidad de Jesús de obrar actos políticos que tiene algo de violentos, conservan lo que parece ser una corriente subyacente de dichos y hechos de Jesús, contradictorios con esta idea, que vinculan a Juan Bautista y a Jesús con la tradición militar mesiánica […] “La razón de este comportamiento radica en que en el tiempo en el que se compuso el primer evangelio (Marcos), los dichos y hechos no pacíficos que los testigos oculares y la fuentes apostólicas irrecusablemente habían atribuido a Jesús, eran muy conocidos por los fieles. “Los escritores evangélicos cambiaron el desequilibrio de la conciencia del estilo de vida del culto de Jesús en el sentido de un mesías pacífico, pero no podían borrar del todo las huellas de continuidad con la tradición militar mesiánica” (p. 167). Estoy de acuerdo con esta apreciación que ha sido utilizada por diversos investigadores que han llegado a la misma conclusión por vía de un análisis semejante de los textos evangélicos. Que yo sepa ha sido en este país Puente Ojea el que más ha puesto de relieve este argumento. Él lo denomina “material furtivo” y lo emplea en una doble dirección: Primero como prueba de la mera existencia de Jesús, ya que los evangelios tienen dos referentes: un Jesús real¡, deducible de los restos de historia real conservados en los Evangelios, y un “Cristo de la fe” o “Cristo celestial paulino”, que no tiene esas características históricas. Si Jesús no hubiese existido y fuese un puro mito literario, como argumentan los mitistas, no se hubiera dado este fenómeno. Tendríamos una “biografía de Jesús” lisa y llana, sin contradicciones. Por cierto, J. Mosterín dice de este argumento “que le pone los pelos de punta puesto que no es lógico”… (¿¿??) Segundo: para indicar lo mismo que Harris, que el mesianismo del Nazareno, como le gusta denominarlo, no era pacífico y participaba de las características militares, políticas y sociales propias del pensamiento judío de la época de Jesús. Yo estoy de acuerdo con los dos puntos de vista. E independientemente de Harris y de Puente Ojea había llegado hace tiempo a las mismas conclusiones. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 16 de Diciembre 2011
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Tras haberse gestado prácticamente a lo largo de un lustro, acaba de ser publicado en lengua española un amplio volumen sobre las creencias en la reencarnación, del que proporcionamos a continuación los datos: A. Bernabé, M. Kahle y M. A. Santamaría (eds.), Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente, Abada Editores, Madrid, 2011, 687 páginas. La idea de que un núcleo de identidad transfísica (llámese “alma”, “espíritu”, etc.) transmigra de un cuerpo a otro está presente, hasta hoy, en un buen número de culturas y religiones. El ambicioso propósito de los editores de esta obra ha sido, por primera vez en lengua española, ofrecer un panorama del desarrollo, la expansión y las variantes de esta creencia. Por una parte, el volumen presta especial atención a la India antigua y la Grecia clásica, los dos ámbitos culturales en los que se encuentra un mayor número de textos, autores y corrientes que mencionan y desarrollan la teoría de la transmigración, pero amplía el análisis a otros ámbitos culturales (como el celta y el siberiano) en los que la creencia presenta rasgos particulares. Llevar a buen término una empresa colectiva de estas características –fruto de la colaboración de una veintena de especialistas–no es en absoluto tarea fácil, por lo que el cuidado puesto por los editores en la preparación de esta obra, así como el interés del resultado final, merece ciertamente calurosas felicitaciones. Además de la introducción y un capítulo final recapitulatorio, la obra presenta los siguientes 20 capítulos: Antecedentes en los Vedas (Madayo Kahle), Muerte e inmortalidad en los brahmanas (Julia Mendoza), las Upanishads antiguas (M. Kahle – J. Mendoza), el jainismo (Agustín Pániker), el budismo indio (Juan Arnau), pueblos tracios (Raquel Martín y J. A. Álvarez-Pedrosa), el orfismo (Alberto Bernabé), Pitágoras (Francesc Casadesús), Grecia: de Ferecides a Píndaro (Marco Antonio Santamaría), la poesía de Empédocles (Carlos Megino), Platón (F. Casadesús), Plutarco (Rosa María Aguilar), el neoplatonismo pagano (Antoni Bordoy), el mundo romano (José Joaquín Caerols), el cristianismo primitivo (Mercedes López Salvá y Miguel Herrero de Jáuregui), el maniqueísmo (Fernando Bermejo), el judaísmo (Amparo Alba), Islam (Montserrat Abumalham), los celtas (Mª Henar Velasco López), Siberia (José Andrés Alonso de la Fuente). El interés que presenta este volumen resulta evidente, no solo por la novedad que introduce en el panorama bibliográfico en lengua española, sino también por las razones siguientes. En primer lugar, no solo el especialista en historia de las religiones encontrará muy útil la presentación sistemática que aquí se ofrece (además de las bibliografías parciales), sino que la obra está concebida para poder ser leída por un público amplio, interesado en la historia de las creencias. En segundo lugar, por el propósito didáctico del libro. Cada uno de los capítulos está escrito con voluntad de claridad, subdividido en epígrafes descriptivos, dotado de abundantes notas y de una bibliografía especializada al final. En tercer lugar, el volumen consta de un capítulo recapitulatorio que contiene un balance final y una reflexión sobre las analogías y diferencias de los distintos tipos de creencias en la transmigración. Por último, se ofrece en un Anexo una utilísima Antología de textos que tiene prácticamente, por sí misma, las dimensiones de un pequeño libro (115 páginas). De este modo, el lector dispone de una gran cantidad de los textos más relevantes para el estudio de la creencia, sin necesidad de tener que ir a buscarlos en monografías específicas. La aparición de esta monografía es –por si falta hiciera– otra prueba de que la historia de las religiones, aunque desarrollada en nuestro país con cierto rigor solo en las últimas décadas, es aquí y ahora una disciplina singularmente floreciente. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 14 de Diciembre 2011
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850 |