CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hechos Apócrifos (Martirio) de los santos Nereo y Aquiles
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Relación de martirios

Queda claro por el breve resumen de estos Hechos, que su título no hace justicia a su contenido. Ni Martirio ni Hechos de Nereo y Aquiles reflejan la variedad de los relatos y de los martirios referidos. El martirio de Nereo y Aquiles aparece en unas pocas líneas de la carta que Eutiquio, Victorino y Marón escriben a Marcelo. En cuanto al epígrafe de “Hechos”, todo se reduce a parte de las gestiones de los siervos de Flavia Domitila para llevar a su ama a la práctica de la castidad perpetua. Pero en la lista de mártires, actores en la narración literaria, aparecen trece mártires identificados en el texto:

1) Flavia Domitila, protagonista de la obra y persona de relieve en la sociedad romana. El apócrifo afirma que es prima del emperador Domiciano, de la dinastía de los Flavios.

2 y 3) Nereo y Aquiles, hermanos entre sí y esclavos de Domitila. El texto los denomina “eunucos”, término que más bien debe interpretarse como “camareros” o ayudas de cámara (koubikoularíous).

4) Petronila, la hija del apóstol Pedro, pretendida presuntamente por Flaco, confidente del príncipe.

5) Felícula, amiga íntima de Petronila, pretendida también por Flaco.

6) Nicomedes, el presbítero que acogió a Felícula y luego enterró su cuerpo. Padeció el martirio al ser golpeado por bolas de plomo.

7, 8 y 9) Eutiquio, Victorino y Marón, autores de la carta dirigida a Marcelo. Aureliano quiso en vano servirse de ellos para torcer la decisión de Domitila, pero los hizo matar con diferentes tormentos.

10 y 11) Los magistrados Sulpicio y Serviliano, colegas de Aureliano y pretendientes de Eufrosine y Teodora, amigas de Domitila. Convertidos a la fe, fueron decapitados por el prefecto de la ciudad.

12 y 13) Eufrosine y Teodora, amigas de Domitila, martirizadas con ella en la ciudad de Terracina.

Los HchNerAq y los HchPe

Los Hechos de Nereo y Aquiles tienen especiales conexiones temáticas con los Hechos Apócrifos de Pedro. Los datos comunes de ambos Hechos están motivados por la carta que Nereo y Aquiles escriben a Marcelo para recabar información sobre la vida, la doctrina y la conducta de Simón Mago. Dos de los discípulos del Mago traían revuelta a la población de la isla Poncia en la que compartían destierro con Flavia Domitila y sus fieles servidores. Nadie como Marcelo conocía la problemática del caso, pues Marcelo, como recuerdan Nereo y Aquiles en su carta, había sido discípulo de Simón Mago.

Los HchPe refieren los sucesos con abundancia de detalles. Marcelo era senador y había sido cristiano ejemplar ayudando a viudas, huérfanos y necesitados. Pero seducido por Simón, apostató de la fe y su “misericordia se convirtió en blasfemia” (HchPe 8,1-3). La presencia de Pedro, su palabra y sus prodigios conmovieron a Marcelo, que volvió al redil de la fe (HchPe 10) y expulsó a Simón de su casa de forma destemplada (HchPe 14).

Resurrección del hijo de una viuda

La resurrección del hijo único de una viuda, milagro referido en el MartNerAq, es un duplicado del milagro realizado por Pedro y narrado en el capítulo 28 de sus Hechos Apócrifos. Se trataba de un senador muy apreciado por el pueblo. Hubo un desafío entre Pedro y Simón para ver quién era capaz de devolver la vida al difunto. En ambos relatos paralelos Pedro tuvo que proteger a Simón de las iras del pueblo según la recomendación de Jesús de no devolver mal por mal. La Recomendación está repetida en el texto del Nuevo Testamento: Mt 5,44; Rom 12,17; 1 Tes 5,5; 1 Pe 3,9. En el MartNerAq Pedro tuvo que defender a Simón Mago incluso de un perro salvaje, convertido en manso por Pedro, pero que conservaba intacta su ferocidad contra Simón.

El texto de estos Hechos anuncia que habrá una guerra (pólemos) entre Pedro y el Mago. Este combate es tan característico en los HchPe que Lipsius titula el texto de su edición con el epígrafe Actus Petri cum Simone (“Hechos de Pedro con Simón”). Cf. R. A. Lipsius, Acta Apostolorum Apocrypha, I 45-103. La realidad es que los HchPe, los Actus Vercellenses tratan de sucesos mucho más amplios y variados que el contencioso entre el Apóstol y el Mago. Los autores de los apócrifos reflejaban en sus titulares el suceso nuclear de sus relatos.

El caso de santa Petronila

El segundo gran tema de la carta de Marcelo, es el caso de Petronila, la hija del apóstol Pedro. El suceso está contenido en el ya citado Papiro de Berlín 8502, 4, considerado como fragmento integrante de los primitivos HchPe. Pero el MartNerAq ofrece detalles originales. Conoce la identidad del que interpeló a Pedro sobre el hecho de que su hija permaneciera enferma de parálisis mientras su padre hacía curaciones de todas clases. Se llamaba Tito y figuraba entre los discípulos de Pedro. Estos Hechos dan a la hija de Pedro el nombre de Petronila, conocida mártir romana. La relación etimológica del nombre con Pedro puede estar en la base de la denominación.

Ambos Hechos, los de Pedro y los de Nereo y Aquiles, refieren los intentos de dos pretendientes, prendados de la belleza de la joven. En los HchPe se llama Ptolomeo, rico hacendado de la localidad. En el MartNerAq el pretendiente es Flaco, personaje destacado de la sociedad romana. Pero en ambas obras se habla de los mismos sucesos. En relatos donde queda exaltada la virginidad, la historia de la hija de Pedro encaja en las demás piezas del contexto.

Las listas del Martirologio romano mencionan a santa Petronila como mártir sepultada junto a los santos Nereo y Aquiles en la vía Ardeatina. El dato ha sido confirmado por las excavaciones llevadas a cabo en las Catacumbas de Domitila. Allí ha sido descubierta una iglesia del siglo IV en la que eran venerados los santos titulares de estos Hechos y santa Petronila, calificada allí como mártir.

Uno de los pocos valores históricos, reconocidos en el relato de estos Martirios, es la referencia al lugar de su sepulcro: “el suburbio de Domitila, en una cripta arenosa, en la vía denominada Ardeatina” (c. 18). En la iglesia del siglo IV, con recuerdos de los santos Nereo, Aquiles y Petronila, en un pilar situado detrás del altar central aparece la figura de un hombre en trance de ser decapitado. La inscripción - Acilleus- no ofrece duda: se trata del martirio de san Aquiles. El otro pilar representaba probablemente el martirio de su compañero san Nereo. El que ambos fueran camareros de Flavia Domitila explica que fueran enterrados en la propiedad privada de la noble dama. El elogio de san Dámaso en el epitafio de los santos supone que eran soldados y que, convertidos a la fe de Cristo, abandonaron la milicia en busca de “triunfos mayores”. Ese cementerio es también el lugar donde fueron inhumados los restos de santa Domitila.

Informan estos Hechos que la protagonista era prima de Domiciano, emperador de la dinastía Flavia. La historia conoce una Flavia Domitila, casada con el sobrino de Vespasiano, Flavio Clemente, que era cónsul cristiano el año 95. En consecuencia, era prima carnal de los futuros emperadores Tito y Domiciano. Pero la leyenda cuenta de otra Flavia Domitila, cuya personalidad aparece novelada en estos MartNerAq. Piensan algunos que se trata de una segunda Flavia Domitila, mártir cristiana, que da nombre a sus catacumbas, las más extensas de Roma, en la vía Ardeatina.

(Cuadro del martirio de san Marón y compañeros mártires. Texto de los HchNderAq)

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro

Domingo, 3 de Febrero 2013
Final de “La resurrección de Jesús”. Diálogo de A. Flew con N. T. Wright” Dios existe (Conclusión) (442-11)
Hoy escribe Antonio Piñero

Finalizo de una vez esta larguísima reseña con mi opinión respecto a lo que argumenta N. T. Wright en el Apéndice II al libro de A. Flew, Dios existe, y que he resumido en mis postales anteriores:

En primer lugar: reconocer que Wright es un hombre muy inteligente y que su argumento está muy bien montada: es una defensa muy brillante del punto de vista tradicional. Merece todos mis respetos.

Pienso, sin embargo, que falla un tanto en uno de sus dos pilares. El argumento no tiene en cuenta otra tradición muy primitiva sobre el enterramiento de Jesús y mucho mas verosímil recogida por el Nuevo Testamento, Hch 13,27-29:

27 Pues los habitantes de Jerusalén y sus jefes, que no lo conocían ni a él ni las escrituras de los profetas que se leen cada sábado, las cumplieron al condenarlo. 28 Y aunque no encontraron ninguna causa de muerte, pidieron a Pilato que lo eliminara. 29 Y cuando cumplieron todo lo que estaba escrito acerca de él, lo bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro”.

Esta tradición, que parece verdadera por el criterio de dificultad (¡extrema incluso!) sostiene que Jesús fue condenado los habitantes de Jerusalén y sus jefes y sus jefes…. quienes lo bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro”. Es decir, no fueron José de Arimatea (más Nicodemo: IV Evangelio), sino los jefes, por medio de sus esbirros, quienes bajaron a Jesús de la cruz y lo enterraron (se supone que en una tumba común, aunque se denomine “sepulcro”). Por tanto no se dan las circunstancias de enterramiento más bien de gente rica (con embalsamamiento) que se presupone en los Evangelios y que expone Wright.

Entonces sólo quedan como prueba las apariciones. Ahora bien y como es sabido, los relatos son tan contradictorios, que todo historiador se ve literalmente forzado a no dar crédito a esas historias de apariciones. Comenzando por Lucas que sitúa las apariciones solo en Jerusalén y durante un día y por Marcos que las emplaza en Galilea y durante varios días… siguiendo por las disparidades entre Pablo y los evangelistas, y la singular historia de la aparición de Jesús a María Magdalena (que parece ser del todo punto una narración simbólica de una mujer que pasa de la fe imperfecta no reconoce a Jesús; desea aprehenderlo luego para no dejarle marchar al cielo y provoca el famoso “No me toques”), y otras más contradicciones que pueden encontrarse en cualquier libro que trate de la resurrección…

Insisto: cualquier historiador debe rechazar este conjunto como histórico. Con lo cual nos quedamos también sin el otro pilar de la argumentación de Wright. Naturalmente, el historiador no debe caer en la trampa de dogmatizar acerca de explicaciones racionalistas a los que otros han calificado de “alucinación colectiva”. Tampoco me atrevo a hacer demasiado hincapié en que el origen de todas las historias de apariciones está en mujeres muy impresionadas por la muerte de Jesús y que fueron las primeras en sentir vivamente su presencia. Este argumento es “políticamente incorrecto”.

Añadamos de paso y tangencialmente a estas matizaciones que la afirmación de que el mesías muere o ha de morir es totalmente insólito dentro del judaísmo es verdad por lo general, pero que debo disentir de Wright en la afirmación absoluta ya que tenemos un texto del Apocalipsis (siríaco) de Baruc, compuesto entre el 70-90 d.C., es decir, más o menos contemporáneo de la ancianidad de Pablo, en donde se sostiene que el mesías muere (¿?) y aparece de nuevo (¿resucita?): 29,3-30,1; y otro del Libro IV De Esdras, más o menos de la misma época donde se afirma (en un texto retocado por los escribas cristianos, que añaden el nombre de Jesús) que el reino del mesías durará 400 años y que luego morirá el mesías para resucitar con todos los justos una semana después: IV Esdras 7,29-31.

También es posible, como he comentado ya en este Blog, que en un par de textos de Qumrán, oscuros y discutidos, se mencionan expresamente las humillaciones, muerte y resurrección del mesías, que es elevado luego al cielo y sentado en un trono angélico. Según Israel Knohl, esta historia se halla en los himnos se han transmitido en tres manuscritos diferentes: 4QHe, 4QHa fr. 7, y 1QHa col. 26. Por el contrario, la versión 2 se conserva sólo en un manuscrito, 4Q491 fr. 11, col. 1”.

Vuelvo a copiar uno de ellos

HIMNO 1, VERSIÓN 1

La base documental de la versión 1 del primer himno se halla en dos fragmentos de 4QHe. En el primer fragmento leemos:

1 el santo consejo. ¿Quién
2 de entre los hombres ha sido rechazado como yo?
3 se compara a mi doctrina.
4 ¿Quién hay como yo entre los ángeles?
5 que pueda medir el flujo de mis labios? ¿Quién
6 soy el amado del rey, compañero del
7 nadie puede compararse, pues yo
8 con oro me coronaré

En el segundo fragmento leemos:

1 ¿Quién ha sido como yo despreciado?
2 Y ¿quién puede comparárseme en mi paciencia ante las adversidades?
3 Me siento

Un tercer fragmento sólo contiene partes de una única palabra.

Aunque estos textos son muy fragmentarios, podemos encontrar ayuda en otros manuscritos de la versión 1, en los que a veces se conservan expresiones paralelas en forma más completa. Las expresiones paralelas en la versión 2 sirven también para nuestro propósito. Sobre la base de estos testimonios directos e indirectos podemos reconstruir como sigue la versión 1 del himno primero:

1 … Seré contado entre los ángeles, mi morada se halla en el santo
2 consejo ¿Quién… y quién ha sido como yo despreciado?
Y ¿quién
3 de entre los hombres ha sido rechazado como yo? ¿Quién ha soportado tantas aflicciones como yo? No hay doctrina
4 que se compare a la mía. Pues tengo mi asiento en los cielos
5 ¿Quién hay como yo entre los ángeles? ¿Quién podría cortar mis palabras? Y ¿quién
6 puede medir el flujo de mis labios? ¿Quién puede equiparárseme y comparárseme así en el juicio?10 Yo
7 soy el amado del rey, compañero de los santos
y nadie puede acompañarme. Y en mi gloria11
nadie puede comparárseme, pues yo … ni
con oro me coronaré, ni con oro refinado12.

Todo esto matiza mi opinión

Y ahora, para finalizar de verdad volvamos al conjunto del libro de A. Flew, “Dios existe” que hemos comentado durante semanas: me parece muy interesante y oportuno. Tiene prácticamente el elenco completo de los argumentos en pro y en contra de la existencia de Dios que se barajan actualmente, con la debida atención a los defensores punteros de una y otra posición. Desde luego bastante más los de la posición teísta. Un libro que debe leerse con atención y que hace reflexionar.

Para la posición contraria al teísmo creo que en España el autor que más profundamente ha comentado las tesis de Dawkins y Dennet es Gonzalo Puente Ojea en su obra “El mito del alma” de Editorial Siglo XXI, Madrid.

Perdón por mi ausencia la semana pasada: en verdad por motivos totalmente ajenos a mi voluntad.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 1 de Febrero 2013
Hoy escribe Fernando Bermejo

Antes de proceder a una evaluación final de la doctrina oficial de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte, puede valer la pena traer a colación alguna declaración representativa sobre este tema por parte de otras organizaciones.

Así, por ejemplo, el 11 de diciembre de 1977, el mismo año en que Amnistía Internacional recibía el Premio Nobel de la Paz, esta organización adoptó la denominada Declaración de Estocolmo como declaración de principios en lo relativo a la cuestión de la pena de muerte, abogando sin ambages por su supresión. Transcribo el texto a continuación:

“La Conferencia de Estocolmo sobre la abolición de la pena de muerte, integrada por más de doscientos delegados y participantes de África, Asia, Europa, Oriente Medio, América del Norte, América del Sur y el Caribe,

Recordando que:

-La pena de muerte es el castigo extremo, el más cruel, inhumano y degradante, y viola el derecho a la vida;

Considerando que:

-La pena de muerte es usada frecuentemente como instrumento de represión contra la oposición, contra grupos raciales, étnicos, religiosos y sectores marginados de la sociedad,
-La ejecución de un condenado constituye un acto de violencia, y la violencia tiende a provocar violencia,
-El imponer e infligir la pena de muerte embrutece a todos los involucrados en el proceso,
-La pena de muerte no ha demostrado jamás un efecto disuasorio,
-La pena de muerte está progresivamente adquiriendo la forma de desapariciones inexplicadas, ejecuciones extrajudiciales y asesinatos políticos,
-La ejecución es irrevocable y puede ser infligida a inocentes;

Afirma que:

-Es deber del Estado proteger sin excepciones la vida de toda persona dentro de su jurisdicción,
-Las ejecuciones con fines políticos de coacción llevadas a cabo ya sea por los gobiernos como por otros organismos son igualmente inaceptables,
-La abolición de la pena de muerte reviste un carácter imperativo para poder alcanzar así los modelos establecidos internacionalmente;

Declara:

-Su total e incondicional oposición a la pena de muerte,
-Su condena a todo tipo de ejecución llevada a cabo o tolerada por los gobiernos,
-Su compromiso de trabajar por la abolición universal de la pena de muerte;

Exhorta:

-A las organizaciones no-gubernamentales, nacionales e internacionales a trabajar colectiva e individualmente para proporcionar material informativo para uso público a favor de la abolición de la pena de muerte,
-A todos los gobiernos a tomar medidas para la total e inmediata abolición de la pena de muerte,
-A las Naciones Unidas a declarar sin ambigüedades que la pena de muerte es contraria al derecho internacional”

Esta declaración es un ejemplo conspicuo del carácter radical y la ausencia de ambigüedad con que un movimiento representativo y de vanguardia en la defensa de los derechos humanos declara su oposición a la pena de muerte y sostiene su ilegitimidad en el mundo contemporáneo. En mi opinión, vale la pena no perder de vista referencias como estas a la hora de abordar la postura oficial actual de la Iglesia Católica.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 30 de Enero 2013
Contenido de los Hechos Apócrifos de los santos Nereo y Aquiles
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Contenido de los Hechos de los santos Nereo y Aquiles

Como veremos más adelante, los denominados Hechos de Nereo y Aquiles abarcan acontecimientos en los que su presencia es apenas un liviano recuerdo. Quizá sea más apropiado hablar de “Hechos de Domitila”, puesto que su presencia es más constante que la de sus dos servidores. En el capítulo segundo de estos Hechos aparece ya la santa, con la que sus dos esclavos o camareros, Nereo y Aquiles, mantienen un largo debate sobre el valor categórico de la virginidad.

El último de los capítulos de la obra cuenta de su glorioso final en la ciudad de Terracina, población situada al sur de la región del Lacio, sobre la Vía Apia. Entre estos dos acontecimientos puntuales, el texto recoge sucesos que ocupan un espacio importante en la trama de la narración. Nereo y Aquiles se dirigen a san Clemente, pariente del procónsul, pidiéndole que consagre como virgen a Domitila. San Clemente cumplió el deseo de los fieles servidores de Domitila, impuso a la noble dama el velo o vestido de virgen y recibió sus votos.

El encuentro de Domitila y sus dos servidores con dos discípulos de Simón Mago en la isla Poncia movió a Nereo y a Aquiles a pedir a Marcelo datos sobre Simón Mago y sus relaciones con el apóstol Pedro (c. 11). Querían poseer argumentos para combatir la beligerancia de los discípulos del Mago, que tenían soliviantados a los habitantes de la isla. Marcelo les dio cumplida información mediante una larga carta que respondía a todos sus interrogantes. Les recordaba que había sido discípulo de Simón, pero que lo había abandonado para seguir a Pedro. Contaba sucesos que ya conocemos por los HchPe, como el debate mantenido por Pedro y Simón sobre un joven muerto. Pedro desenmascaró los engaños del Mago, resucitó al joven y logró incluso rescatar a Simón de las iras del pueblo enfurecido. El Mago tuvo que huir y se asoció con el emperador Nerón, “lleno como él de demonios”.

Nereo y Aquiles querían conocer también la suerte de Petronila, hija del apóstol Pedro. Marcelo cuenta que la parálisis de la joven, en opinión de su padre, era la circunstancia más conveniente para su salvación. La demostración hecha por Pedro de sus poderes, escena conocida también por los HchPe (Papiro de Berlín 8502, 4), va seguida aquí por el intento de Flaco, confidente (kómēs) del príncipe, que la pretendía como esposa. Pedro curó a su hija para demostrar que no era cuestión de incapacidad el lograr su curación. Pero, realizado el milagro de su curación hizo que regresara a su situación anterior de parálisis.

Muerta Petronila de forma inesperada, su pretendiente abordó entonces a la virgen Felícula, amiga de Petronila. Rechazado también por ella, la entregó al tormento y a la muerte (c. 16). El presbítero Nicomedes recogió el cuerpo de Felícula y lo enterró en su propio panteón. El gesto, conocido por Flaco, granjeó también a Nicomedes la gloria del martirio (c. 17). Con esto termina la relación epistolar de Marcelo.

Pero este Marcelo sigue siendo protagonista del relato, que ofrece la carta que escriben a Marcelo tres amigos de Domitila, llamados Eutiquio, Victorino y Marón. Comunican la noticia del martirio de los dos titulares de estos Hechos. Aureliano intentó corromperlos con regalos para que hicieran cambiar a Domitila de actitud. Al contrario, animaron a su ama para que perseverara en su propósito de vida virginal. Aureliano los entregó al procónsul Memmio Rufo que los hizo decapitar (c. 18).

El hermano de Marcelo, de nombre Marcos, contó a su hermano los acontecimientos ocurridos tras la muerte de Nereo y Aquiles. Según el informe de Marcos, Aureliano quiso doblegar la resistencia de Domitila por la intercesión de tres amigos de la doncella. Se trataba de Eutiquio, Victorino y Marón, los autores de la respuesta a la carta de Marcelo. Sin hacer caso de los prodigios realizados por los amigos de Domitila, Aureliano los separó y los hizo perecer con diferentes suplicios (cc. 19-20).

Aureliano recurrió a los magistrados Sulpicio y Serviliano, pretendientes a su vez de dos nobles mujeres, Eufrosine y Teodora, hermanas de leche de Domitila. La noble Domitila operó sendos milagros en un hermano de Teodora y en la hija de la nodriza de Eufrosine. Los magistrados Sulpicio y Serviliano, testigos de esos prodigios, abrazaron la fe cristiana. Aureliano tuvo la pretensión de celebrar las tres bodas en un solo día. Se entregó a una celebración desenfrenada, pero murió de extenuación en el intento. Su hermano Luxurio entregó los magistrados al prefecto que los hizo decapitar. Luego hizo morir a las tres doncellas, víctimas del fuego.

(Cuadro de santa Domitila)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 28 de Enero 2013
Hoy escribe Fernando Bermejo

Hace algo menos de un año tuvimos ocasión de comentar la esplendidez, la honradez intelectual, la amplitud de miras y la erudición de la obra del profesor de Oxford Diarmaid MacCulloch, A History of Christianity, así como de lamentar las deficiencias de la traducción castellana de esta obra en la editorial Debate. Hoy me complace anunciar la aparición de una nueva edición española, profundamente revisada, en la misma editorial, que conserva el título de la primera edición: Historia de la cristiandad.

Seguro que será posible encontrar algunos defectos en la nueva edición, pero en ella al menos se han subsanado los numerosos –y a menudo gravísimos– errores de traducción de la primera, de infelice recordación. Calculo grosso modo que en la nueva edición se habrán incluido entre tres mil y cuatro mil correcciones.

Por lo demás, en su momento tuve la oportunidad de hacer algunas sugerencias a MacCulloch con respecto a su texto original, varias de las cuales fueron aceptadas e introducidas en la nueva versión española. Reseño a continuación solo algunas de ellas, que pueden ser de interés para los lectores.

Al referirse a la crucifixión de Jesús, el texto original decía que Jesús fue “executed along with two common criminals…”, “ejecutado junto con dos delincuentes comunes”. Esto es, con toda probabilidad, desde el punto de vista histórico un error garrafal, debido en buena parte a una ideologizada pseudohistoriografía confesional, ya eficazmente universalizada. El término lestaí (usado por Mc y Mt), y en especial lo que sabemos de la aplicación de la crucifixión en la Judea del s. I, remiten a un crimen de lesa majestad, y por tanto de sedición. Los crucificados con Jesús eran sediciosos, culpables de insurrección. MacCulloch aceptó una propuesta matizada, y el texto dice ahora: “dos hombres que eran probablemente rebeldes políticos contra el Imperio Romano”.

En relación a Prisciliano, había un error de contenido en el texto original inglés, que en traducción era: “Ardió en la hoguera y hasta el siglo XI fue el único cristiano occidental que recibió el trato que el emperador pagano Diocleciano había decretado para los herejes”. El error estriba en el método de ejecución de Prisciliano. La nueva versión, con la anuencia de MacCulloch, evita el error y añade otra información: “Prisciliano fue decapitado; más tarde, en el siglo XI, cristianos occidentales imitarían directamente las acciones contra los maniqueos emprendidas por el emperador pagano Diocleciano, quemando a sus correligionarios paganos en la hoguera”.

Como historiador avezado, bien consciente de la repercusión de los escándalos por los casos de pederastia en la Iglesia, MacCulloch dedica en su obra una página entera a este asunto. El segundo párrafo está consagrado al efecto perjudicial que para la credibilidad de la jerarquía católica tuvo el apoyo sostenido de Juan Pablo II a la Legión de Cristo. La referencia original a Maciel decía: “Marcial Maciel Degollado, a participant in the Cristero war in his youth”.

Como señalé a MacCulloch, esta noticia está basada meramente en una de las innumerables mentiras del propio Maciel, quien (como cuenta Fernando M. González en su libro Marcial Maciel. Los Legionarios de Cristo) plagió la experiencia de otra persona que conocía con el afán de darse pisto y aparecer ante la posteridad como un beligerante y combativo cristiano (sí es cierto que algunos de sus parientes fueron “cristeros”). En realidad, Maciel, nacido en 1920, tenía 9 años cuando la guerra de los cristeros terminó; y tampoco parece haber tomado parte en la segunda “Cristiada” (1934-1938). Al enterarse de esto, MacCulloch consideró conveniente revisar el texto y propuso el texto que ahora consta, en traducción, en la nueva edición (p. 1062): “MMD, que en alguna ocasión pretendió haber participado de joven en la guerra de los cristeros”.

Me permito recomendar vivamente a los lectores que no hayan leído esta magnífica obra de Diarmaid MacCulloch que lo hagan, sea en inglés, sea en esta nueva edición española, la cual –ahora sí– ofrece, a mi juicio, suficientes garantías.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 23 de Enero 2013
Martirio de los santos Nereo y Aquiles
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Hechos de Nereo y Aquiles

Circunstancias de estos Hechos

El título de estos Hechos Apócrifos de Nereo y Aquiles es en la versión griega Martirio de los santos Nereo y Aquiles. La denominación de este apócrifo aparece en la literatura como Hechos de Nereo y Aquiles por el influjo de la edición de H. Achelis. Por fidelidad al texto griego original, prefiero referirme a esta obra con el título de Martirio, aun reconociendo que ninguno de estos títulos hace justicia a la realidad del texto.

En la apreciación del autor griego de estos Hechos, el contenido de la obra se reduce al relato del martirio de sus dos protagonistas. La edición de H. Achelis, tanto en el texto como en el comentario, pone como epígrafe la inscripción latina Acta Nerei et Achillei (“Hechos de Nereo y Aquiles”). Sin embargo, está claro que la obra es muy distinta de los conocidos Hechos Apócrifos de los Apóstoles. No hay aquí unos protagonistas reales que constituyan el eje de la narración. Ni siquiera el relato de su martirio forma parte de la narración central de los Hechos, sino que es una noticia comunicada circunstancialmente a Marcelo con una breve exposición de los sucesos. Marcelo es el cristiano que, según cuentan los Hechos de Pedro, apostató de la fe por influjo de Simón Mago, pero se convirtió de nuevo por la acción del apóstol Pedro (HchPe 8-10).

La carta da la noticia de la muerte de los santos epónimos de estos Hechos, una carta que es la respuesta a la que Marcelo dirigió a Nereo y Aquiles para informar sobre el resultado del contencioso entre el apóstol Pedro y Simón Mago. El Apóstol y el Mago forman una pareja de personajes que reflejan un enfrentamiento paradigmático, del que ofrecen detalles obras numerosas e importantes en el origen de la mentalidad cristiana. El relato aporta datos sobre las vidas y conductas de ambos contendientes. Encabezan la carta los futuros mártires Eutiquio, Victorino y Marón como remitentes del mensaje.

El capítulo primero de estos Hechos es una confesión de intenciones. Se refiere a los mártires en general y al valor ejemplar del testimonio de su martirio. Sólo después, y como ejemplo que confirma el objetivo del autor, aparece mencionada la nobilísima virgen “Domitila, prima del emperador Domiciano”. Esta ilustre dama tenía dos “eunucos como ayudas de cámara” (koubikoularíous), convertidos a la fe cristiana y bautizados por el apóstol Pedro. Según el texto, desarrollan una intensa catequización de su ama Domitila para persuadirla de las excelencias de la virginidad y de los inconvenientes de la vida matrimonial.

Estaban desterrados con su señora en la isla Poncia, donde encontraron a dos discípulos de Simón Mago que ensalzaban la fama de su maestro y tachaban a Pedro de enemigo del género humano. Aparece el conocido enfrentamiento hostil entre el apóstol Pedro y el mago Simón. Nereo y Aquiles escribieron una carta a Marcelo, discípulo en otro tiempo de Simón Mago, en la que solicitaban datos sobre el enfrentamiento que mantuvieron ambos personajes, así como sobre sus vidas y doctrinas. Con la noticia de esta carta (c. 11), desaparecen sin más de la narración los “protagonistas”, más bien epónimos de estos Hechos. Cuando llegó la respuesta de Marcelo, larga y detallada, hacía treinta días que Nereo y Aquiles habían muerto decapitados en Terracina.

(Santa Domitila con los santos Nereo y Aquiles)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Lunes, 21 de Enero 2013
“La resurrección de Jesús”. Diálogo de A. Flew con N. T. Wright” Dios existe (X) (442-10)

Hoy escribe Antonio Piñero


Continúo hoy con el apéndice II al libro de Flew “Dios existe”

En segundo lugar A. Flew preguntó a Wright sobre “¿Qué pruebas hay de la resurrección de Jesús?”. Wright respondió haciendo un resumen de su libro “La resurrección del hijo de Dios” (“The Resurrrection of the Son of God, de 2003”).

Wright comienza observando, con razón, que la creencia en la resurrección de los cuerpos es muy judía, pero totalmente extraña a las nociones sobre la vida ultraterrena de griegos y romanos. Para los judíos, en cambio, la resurrección con el cuerpo incluido era la única puerta para la vida después de la muerte. En el siglo I todos los creyentes judíos estaban convencidos de que al final de los tiempos, que estaba próximo, en la era mesiánica, e inmediatamente antes de la llegada del reino de Dios habría una resurrección general de los muertos, que se levantarían para que quienes fueran justos entraran en el reino mesiánico, o bien para que los malvados sufrieran una condenación eterna (más o menos). Había también otros que sostenían que sólo resucitarían los justos, es decir, los judíos fieles y unos pocos paganos que hubieran observado perfectamente la ley natural (= El Decálogo, en líneas generales).

Los individuos, como Filón de Alejandría que sostenían un vida ultraterrena del alma sola, sin el cuerpo, eran muy raros entre los judíos y se les veía como demasiado influenciados por el helenismo.

Pero, como he indicado yo mismo otras veces, Wright señala que no entraba en las ideas de los judíos el que un ser humano justo resucitara como ser único antes de la resurrección general. Y este fue el caso de Jesús. Esto supuso una mutación notable en las creencias de los seguidores de Jesús respecto al judaísmo en general. Llegados aquí, Wright sostiene que algo asombroso hubo de ocurrir en realidad para los discípulos de Jesús sostuvieran esta idea así como otras que eran también una notable variante de la creencia general de sus paisanos.

La segunda variante fue la creencia de que la resurrección de Jesús y la de sus seguidores transformaría el cuerpo los resucitados. Pablo lo dice claramente: muere un cuerpo carnal y resucita un cuerpo espiritual (1 Cor 15).

El tercer cambio era creer que el mesías tenía que morir y resucitar. Algo insólito en el judaísmo.

La cuarta variante es según Wright que la idea de la resurrección es utilizada en relación con el bautismo, la santidad y varios otros aspectos de la vida cristiana que el judaísmo no tenía en mente.

El quinto aspecto diferente es pensar que los efectos de la resurrección de Jesús –y la futura de sus fieles—empieza a notarse de algún modo ya desde el presente.

Sexto en el cristianismo la resurrección pasa de ser un elemento de la doctrina a ser un punto importante y nuclear de la nueva fe. Wright sostiene que algo muy importante debió de pasar para que esto sucediera.

Finalmente, a pesar de ciertas tradiciones divergentes los primeros cristianos son sorprendentemente unánimes en la convicción de la resurrección de Jesús, la futura de los fieles, como se producirá y qué función desempeñará. Wright sostiene que el historiador debe deducir de aquí que algo muy concreto debió de ocurrir en los inicios para que treinta o cuarenta años después –tiempo de los evangelistas— se note esta uniformidad “que ha conformado y coloreado todo el cristianismo primitivo” (p. 160). De ello deduce Wright que “aunque fueran escritas más tarde, en los evangelios se rememoran tradiciones orales muy tempranas”.

Wright se enfrenta a una crítica seria: Puesto que en Marcos y Mateo apenas hay descripción alguna de las pariciones de Jesús y sólo en Lucas y sobre todo en Juan se encuentran relatos de un Jesús resucitado con un cuerpo craso, que come y bebe, ello significa que hacia el año 95 había cristianos que no creían en la resurrección de Jesús y hubo que inventarse tales historias (Lc y Jn).

Responde Wright que si tales historias hubieran sido inventadas a propósito jamás se habría urdido semejantes narraciones ya “que sería como meterse un gol en la propia portería” (p. 161). ¿Por qué? En su opinión porque como los que las inventan son judíos habrían acudido a copiar o urdir alguna historia en torno a Daniel 12, donde se dice que los “justos brillarán como estrellas en el cielo” tras su resurrección; jamás habrían pensado en presentar a un Jesús comiendo y bebiendo después de resucitar. Ahora bien, no encontramos nada de eso. No hay historias de Jesús brillando como un astro.

Otro argumento serio para Wright es que en el siglo I jamás unos judíos habrían utilizado a mujeres como testigos de la resurrección, porque se consideraba que su testimonio no tenía validez jurídica. Así ocurre en 1 Cor 15. Pablo no nombr a ninguna mujer, solo hombres como gentes a los que se les ha concedido una aparición precisamente para dar mayor fuerza a su testimonio. Por ello el caso de los evangelistas, a pesar del texto paulino, o sobre todo el de Juan, con su extraña aparición a María Magdalena, debieron de basarse en hechos muy reales como para atreverse a presentar a mujeres como testigos del acto fundante de la fe cristiana

Otro argumento: En Pablo, Hebreos, el Apocalipsis, Ignacio de Antioquía, Justino Mártir o Ireneo se utiliza la resurrección de Jesús como prueba de que siendo Jesús el “primogénito entre muchos hermanos” su resurrección es prenda de la posterior de sus seguidores. Sin embargo, en los Cuatro Evangelistas no encontramos nada parecido sin la siguiente afirmación “Jesús ha resucitado. Luego Jesús era en verdad el mesías”. Según Wright esta “anomalía” de las narraciones evangélicas es otra indicación de que están relatando tradiciones muy primitivas que contaban la historia de otro modo, sin sostener a la vez la resurrección de los fieles.

Por tanto, concluye, el historia debe preguntarse que hay detrás de los relatos de las apariciones y la forma que tienen las narraciones evangélicas que las transmiten? Y responde: Solo pueden explicarse porque ocurrieron dos cosas:

A) Se encontró una tumba vacía y se sabía que esa era la tumba de Jesús

B) Hubo auténticas apariciones de Jesús.

Respecto a A): Era muy fácil para los primeros cristianos primitivos saber dónde había sido enterrado Jesús. Era muy fácil también controlar la tumba. En efecto en Judea no se enterraba el cadáver, sino que se dejaba sobre una mesa delante de los nichos propiamente tales de las tumbas. Pasado el tiempo cuando la carne se había corrompido y desaparecido, se colocaban los huesos en un osario, y éste, a su vez, en un lóculus o nicho.

Y ahora viene la conclusión final: el historia debe pensar que hubo realmente una tumba vacía y que hubo avistamientos de alguien que fue identificado como Jesús. “¿Cómo en cuanto historiador puedo explicar estos dos hechos? La explicación más fácil es que estas cosas sucedieron –tumba vacía y apariciones— porque Jesús resucitó realmente y fue visto realmente” (p. 166). Por tanto “la resurrección de Jesús proporciona una explicación suficiente para esos dos hechos”. Y “habiendo examinado las hipótesis alternativas expuestas (por la crítica) pienso también que es una explicación necesaria.

Hasta aquí N. T. Wright. El próximo día finalizaré de verdad esta reseña más bien larga

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com



Viernes, 18 de Enero 2013
Hoy escribe Matthias Glaubernst, nuestro corresponsal en Berlín

El director del Instituto de Criminología de Baja Sajonia, el Dr. Christian Pfeiffer, jefe del grupo de expertos independientes que investigaba los archivos de 27 diócesis de Alemania, con el objeto de elucidar los casos de abusos sexuales a menores cometidos en prácticamente todas las diócesis durante décadas, ha sido destituido, al dar la Conferencia episcopal por cancelado el acuerdo al que se había llegado.

La versión de los hechos del Dr. Pfeiffer es conocida: ha afirmado que los obispos, influidos en particular por la diócesis de Munich y Freising, le habían pedido presentarles todas sus investigaciones “para ser aprobadas” antes de una eventual publicación. El investigador ha tachado esa posibilidad como “inaceptable” y “para nada prevista en el contrato inicial de investigación”. Pfeiffer aseguró que el estamento eclesiástico trataba así de manipular los resultados y de impedir la difusión de sus conclusiones más comprometedoras, todo ello después de haberse destruido presuntamente abundante material incriminatorio.

La diócesis de Múnich y Freising apareció en la portada de los diarios hace tres años, en pleno escándalo por los abusos sexuales cometidos contra niños en instituciones de la Iglesia católica alemana. Resulta que un sacerdote pederasta fue recibido en esta diócesis a comienzos de los años 1980, y reincidió después en otra. Curiosamente, el arzobispo de Múnich por aquel entonces –y por tanto responsable último- no era otro que Joseph Ratzinger, el actual pontífice. El vicario general de la época asumió entonces la entera responsabilidad de la decisión y aseguró que el futuro Benedicto XVI lo ignoraba todo.

La versión de los Reverendos Administradores del Misterio, sin embargo, es muy distinta a la del Dr. Pfeiffer. Las razones esgrimidas para poner fin al acuerdo, según el portavoz de la Conferencia Episcopal alemana, han sido la independencia y la diligencia con la que el investigador estaba ejecutando su trabajo. “Esa pecaminosa independencia,” –explicó Martin Januarscherz, obispo de Frier– “rayana en una luciferina soberbia, Nos inquietó y Nos disgustó profundamente”. “Al mismo tiempo”, añadió, “la diligencia aplicada por el Dr. Pfeiffer para llevar a cabo la investigación que le fue confiada resultaba en extremo sospechosa, pues todo el mundo sabe cuán cerca anda el vicio de la extrema virtud”. Fuentes extraoficiales pero contrastadas afirman, por lo demás, que el investigador llevaba ya tiempo sin recibir la Sagrada Comunión.

Lo que hasta ahora no había trascendido es la ulterior decisión tomada el viernes por el episcopado alemán. Reunidos con carácter urgente, los obispos católicos eligieron por unanimidad como responsable del nuevo equipo de investigación a Wolfgang Arschlecker, el arzobispo de Pappen-Wurstenberg. Doctor en derecho canónico, este prelado había sido condenado hace tres años en sentencia firme por un doble delito de pederastia y otro de encubrimiento de pederastas, aunque debido a su delicada salud y a las eficaces gestiones del Vaticano nunca había ingresado en la cárcel, y solo se le había impuesto el rezo diario de los Misterios Gozosos (eso sí, durante un año).

A nadie, no obstante, debería extrañar lo más mínimo tal decisión. Como elocuentemente explicó ante la prensa monseñor Januarscherz, “Una vez totalmente restablecido de sus dolencias físicas, culpable soberbia sería no creer que el sincero arrepentimiento y el perdón de Nuestro Señor han borrado las antiguas faltas de nuestro queridísimo hermano en Cristo y han hecho de él un Hombre Nuevo. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. “Además -añadió con voz tonante el obispo, no en vano profundamente versado en el conocimiento de las Escrituras–, ¡lo que es locura para el hombre, es sabiduría de Dios!”.

Tan solo el repentino fallecimiento del Hombre Nuevo el domingo –según dicen algunos de sus allegados, en olor de santidad– impidió que pudiera ejercer la labor encomendada.

Ayer martes, enfrentados a la dura tarea de tener que pensar por segunda vez en menos de una semana, los obispos decidieron elegir para llevar a cabo la investigación nada más y nada menos que al mismísimo Jesucristo.

Así razonaba la inesperada decisión episcopal monseñor Januarscherz: “Cuando se está osando poner en cuestión el amor de los pastores del rebaño por la verdad, medidas extremas se imponen. Cristo Resucitado ve en lo escondido y lo recóndito del hombre. Nadie se atreverá a cuestionar la imparcialidad del Señor del Universo”. A continuación, con lógica desarmante, añadió: “¿Y quién mejor que la Verdad misma para lograr que la verdad acabe resplandeciendo?”.

Preguntado por una corresponsal del Neue Zürcher Zeitung sobre cuándo y cómo efectuaría Jesucristo su investigación, entornando los ojos al tiempo que esbozaba una beatífica sonrisa, el portavoz de la Conferencia Episcopal alemana exclamó: “Hija mía, eso está en manos de Dios”.

Desde Berlín, Matthias Glaubernst
Miércoles, 16 de Enero 2013
El martirio de san Bartolomé en los Hechos de Felipe
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Martirio de Felipe y Bartolomé

El procónsul, no contento con castigar a su propia mujer, envió a unos funcionarios para que arrestaran a Felipe, Bartolomé y Mariamne y los golpearan con correas de cuero. Después de azotarlos, ordenó que les ataran los pies y los arrastraran por las calles de la ciudad hasta el templo de la Víbora (c. 121,2). Allí los dejó encerrados y encadenados junto a los sacerdotes de los ídolos.

Se congregaron en el templo los sacerdotes de la Víbora y unos siete mil devotos, que pidieron a gritos al procónsul que los vengara por los daños que les habían infligido aquellos extranjeros. Pues, en efecto, habían matado a las serpientes y habían dejado desiertos sus altares. Se habían quedado sin dioses que los protegieran y los vengaran.

Indignado el procónsul con los sucesos y con la conducta de su esposa, dio órdenes para que sacaran del templo a los apóstoles y los llevaran a su tribunal. Hizo que desnudaran sus funcionarios a Felipe y a Bartolomé en busca de sus ocultos poderes mágicos (c. 125,1). Cuando trataron de desnudar a Mariamne, su cuerpo se transformó en una nube de fuego, que impidió que los presentes pudieran ver su desnudez. El procónsul hizo que perforaran a Felipe los tobillos y lo colgaran cabeza abajo. “A Bartolomé, lo colocaron delante de Felipe y le clavaron las manos en el muro de la entrada del templo” (c. 125,3).

El texto del relato comenta que Felipe y Bartolomé se miraban mutuamente sonrientes. Hablaban entre sí en lengua hebrea. El recurso a la lengua de sus antepasados era corriente en los momentos finales de la vida de los apóstoles. Felipe preguntó a Bartolomé por Juan que iba a llegar enseguida para rezar por ellos. Y consciente de que los vecinos intentaban quemar la casa del piadoso Estaquis, propuso a Bartolomé que hicieran bajar fuego del cielo para consumir a los malvados. Llegó entonces Juan y preguntó quiénes eran aquellos hombres y por qué eran castigados. Los ciudadanos del lugar conocieron enseguida que no era de los suyos, pero le dijeron que los colgados estaban pensando hacer bajar fuego del cielo para destruirlos.

Felipe fue el que comunicó en hebreo a Bartolomé que había llegado Juan. Cuando vio Juan a los dos compañeros colgados de mala manera, les dijo: “Que el misterio del que fue colgado entre el cielo y la tierra se cumpla con vosotros” (c. 129,2). Los ciudadanos comprendieron que Juan era cómplice de Felipe y Bartolomé, por lo que pretendieron arrestarlo, pero se les paralizaron las manos. Fue entonces cuando Felipe tuvo uno de sus accesos de intemperancia y quiso tomarse venganza de sus verdugos. Era el recuerdo y la recomendación de no devolver mal por mal. Juan, Bartolomé y Mariamne trataron de impedírselo recordando cómo su Maestro había soportado todas las pesadumbres de su pasión y muerte.

No convencieron a Felipe, que pronunció una maldición y consiguió que se abriera el abismo y tragara el lugar donde estaba el procónsul, el templo, la Víbora y sus devotos hasta unos siete mil hombres. La reacción de Felipe mereció una seria reprimenda de parte del Salvador por haber desoído su recomendación. La consecuencia sería que Felipe tendría que esperar cuarenta días de demora antes de entrar en la gloria para recibir la corona por su ministerio y su martirio. El Salvador liberó a los que habían sido absorbidos por el abismo, exceptuados el procónsul y la Víbora. Anunció que Bartolomé tendría que ir a Licaonia donde padecería el martirio por crucifixión. Los liberados y los fieles bajaron del patíbulo a Felipe, quien a su vez ordenó que desclavaran a Bartolomé.

Felipe mantuvo una larga conversación con Bartolomé, en la que le anunció su destino y su final en Licaonia. Le recordó que antes de partir tenía que construir una iglesia, que tuviera una pared en medio. La pared divisoria tenía la finalidad de que la vista de las vírgenes no turbara la pureza de las plegarias de los recién bautizados. Así se lo explicaba Felipe a Bartolomé, que se sorprendió de que en el tiempo de la convivencia con Jesús, nunca separó el Maestro a las vírgenes de los apóstoles. Felipe respondió a Bartolomé que la presencia del Salvador lo llenaba todo de forma que neutralizaba cualquier sombra de tinieblas. Todos estaban llenos de su luz, su gracia y su gloria.

Consciente el apóstol Felipe de que se acercaba su hora, recomendó a Bartolomé que consagrara obispo al piadoso Estaquis, el que fuera curado de su ceguera y le entregara las normas para dirigir una comunidad cristiana. Dio luego los detalles de su propia sepultura a Bartolomé que los cumplió puntualmente en compañía de Mariamne tan pronto como Felipe entregó su espíritu al Señor. En cuanto sepultaron el cuerpo de Felipe, se oyó una voz del cielo que decía: “El apóstol Felipe ha sido coronado con la corona de la inmortalidad por el árbitro de la lucha, Jesucristo” (c. 146,1). Bartolomé encomendó al obispo Estaquis que bautizara a todos los que creían en la Trinidad.

A los cuarenta días tras de la muerte de Felipe, cumplida la penitencia que le fue impuesta por su acceso de intemperancia, se apareció el Salvador en la figura de Felipe para anunciar a Bartolomé y a Mariamne que ya se había abierto para él el paraíso y que había entrado en la gloria de Jesús. Ambos se despidieron de los hermanos, oraron por cada uno de ellos y abandonaron la ciudad de Ofiorima, que es la Hierápolis de Asia. Bartolomé se dirigió a Licaonia, mientras Mariamne se fue al río Jordán. Ambos eran los lugares que Felipe glorificado les había recomendado en nombre del Señor.

(Martirio de san Bartolomé).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 14 de Enero 2013
“La autorrevelación de Dios en la historia humana. Diálogo de A. Flew con N.T. Wright” = Dios existe (IX) (442-09)



Hoy escribe Antonio Piñero


Antony Flew escogió a Nicholas Thomas Wright porque este exegeta anglicano, obispo dimisionario de Durham, es uno de los prestigiados intérpretes semiconservadores del Nuevo Testamento en ámbito de lengua inglesa. N. T. Wright ha escrito mucho y sus obras son en verdad buenas. Su pequeño libro sobre Pablo, Paul In Fresh Perspective, Fortress Press, Minneapolis, 2009, es francamente interesante: su exégesis es convincente, va a lo sustancial y ofrece claves efectivas para entender en profundidad las ideas básicas de la teología paulina.

En este apéndice, Flew, un entusiasta del humanismo cristiano incluso en su época atea, pregunta a Wright sobre la verdad de la base del cristianismo, la revelación de Dios en Jesús y el fundamento de la creencia en ella y la resurrección. Flew sabe de antemano que la ciencia histórico-crítica aplicada a los relatos evangélicos sobre Jesús y, sobre todo, a los de la resurrección dejan poco pie a pensar en la historicidad de este evento.

Wright se defiende bien: afirma, en primer lugar, que la cuestión de la existencia histórica de Jesús está prácticamente zanjada entre los historiadores de toda condición. Gracias a los métodos histórico-críticos, hay pocas personas de la Antigüedad de la que podamos decir que conocemos tanto como sobre Jesús…; aunque sea objetivamente poco, es suficiente. Por tanto, Flew se da por satisfechos y pasa a la pregunta sustancial: “¿Qué razones hay para sostener, basándose en los textos, que Jesús es Dios encarnado?”

La pregunta supone ya demasiado: que el Dios de la revelación judeocristiana existe, y que el análisis de los textos, en gran parte muy legendarios, o incluso míticos (como en general todos los de la Antigüedad), permiten responder a esta cuestión.

Wright sostiene que su fe en Jesús como hijo de Dios encarnado no se basa solo en los Evangelios, sino más bien en la actuación de Jesús y en lo que puede deducirse de cómo entendían los judíos del siglo I a Dios y a su acción en el mundo. Wright sostiene que los textos sostienen sin dudar que existe un Dios único, que es creador, que es el Dios de Israel y que sigue actuando en el mundo y en la historia. La acción de Dios, y a Dios mismo, se ve en los textos protocristianos de cinco formas.

1. La primera es su Palabra: Dios habla y hubo luz. Su palabra es viva y activa.

2. Dios actúa por su Sabiduría, creadora y sostenedora del mundo. La Sabiduría es como la personificación de Dios hacia fuera, hacia el universo.

3. La gloria de Dios habita en el Templo.

4. Este es el símbolo de la “encarnación” de Dios en medio de Israel.

5. El Espíritu de Dios es otra de las maneras como Dios actúa en el mundo.

Wright argumenta que Jesús se presenta ante los hombres como la “encarnación”, o representación de estas cinco formas de actuación de Dios entre los hombres.

Así:

1. Jesús es la Palabra. Por ejemplo, Jesús en la parábola del Sembrador (Mc 4,3ss).

2 Jesús se autopresenta como la Sabiduría de Dios. por ejemplo, en su dicho “El que oye estas palabras mías y las cumple…” (Mt 7,24).

3. Jesús se comporta como si él fuese el Templo, personificándolo. Por ejemplo, mostrándose como perdonador de los pecados, algo que pertenecía exclusivamente a Dios (Mc 2,10, curación del paralítico, en sábado, en la sinagoga de Cafarnaún: “Pues para que veáis que el hijo del hombre tiene poder para perdonar los pecados…”).

4. “Cuando se está con Jesús es como si estuviéramos en el Templo, contemplando la gloria de Dios. Ejemplo: las antítesis en el Sermón de la Montaña: “Habéis oído que se dijo… pero yo os digo” (Mt 5,22ss)

5. Finalmente, respecto al Espíritu baste considerar la frase de Jesús “Si yo por el espíritu de Dios expulso a los demonios…” (Lc 11,20).

Conclusiones de Wright:

“Toda esta gran historia de un Dios que desciende a estar con su pueblo está ocurriendo ahora” en Jesús (p. 155); cuando Jesús entra en Jerusalén, el ‘domingo de Ramos’ no va a morir sino que piensa que está cumpliendo las profecías del retorno del rey Dios y de su mesías a Sión. Jesús es el guerrero divino de Yahvé, en expresión de Joel Marcus que asumir Wright.

Por ello, cuando poco después de su muerte y sus discípulos creen firmemente que Jesús ha resucitado, dijeron para sí, reflexionando sobre su vida anterior con Jesús: “¿Comprendéis ahora con quien hemos estado todo este tiempo? Hemos estado con el que encarnaba al Dios de Israel”.

Por último, Wright asume una expresión del IV Evangelio que explica su pensamiento: la idea de Dios en los humanos es siempre muy vaga; sólo cuando miramos a Jesús cobra un perfil preciso: “Nadie ha visto nunca a Dios; pero el hijo unigénito de Dios, que vive en el seno del Patre se ha dado a conocer” (Jn 1,18).

Mi opinión respecto a la argumentación de Wright:

Con todo el respeto a este exegeta, a quien admiro, tendría que reescribir toda esta postal y precisar detenidamente cada una de sus afirmaciones. Pero dejémoslo estar, porque Wright en el fondo, más que lo que pensaba Jesús de sí mismo está contando qué pensaron los Evangelistas de Jesús y, por tanto, entró en el terreno difícil de la precisión acerca de la autoconciencia de Jesús y de cómo ese ser humano fue “divinizado” de algún modo después de su muerte, en un proceso que se repite incluso en el judaísmo de la época. El ejemplo más conspicuo es Henoc /Metatrón (Libros I, II y III de Henoc = Edic. Cristiandad, Madrid, Apócrifos del Antiguo Testamento vol. IV, 1984; aún accesible).

A este respecto quisiera copiar unas líneas de James G. D. Dunn, un conmilitón de Wright en la tarea de ofrecer una “nueva perspectiva” en la comprensión de Pablo, el primer teólogo cristiano de quien se puede presumir que presenta rasgos notorios, aunque ambiguos, haber considerado ya “divino” a Jesús, de algún modo:

“¿Implicaba la confesión de Jesús como Señor que Pablo adoraba a Jesús como Dios y esperaba que sus convertidos hicieran los mismo (cf. Jn 20,28: “Señor mío y Dios mío”, en boca de Tomás)?. No es esta una pregunta a la que pueda responderse con un simple ‘sí’ o ‘no’. Ciertamente Pablo no dudaba en utilizar en referencia a Jesús textos que hablaban de Yahvé: señalemos particularmente el uso del texto intensamente monoteísta de Is 45,23 cuando habla del reconocimiento universal anticipado del señorío de Cristo (Flp 2,11), y el modo sorprendente con el que Pablo parece incorporar a Cristo en la Shemá de Israel (Dt 6,4: Yahvé es Dios único…) en 1 Cor 8,6 (“Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros.”).

“Lo que no está claro es la medida en la que Pablo concebía al Jesús exaltado compartiendo la divinidad de Dios, aparte de la simple (¡!) condición de Señor. Igualmente notables son sus referencias bastante frecuentes a Dios como ‘El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo’ (Rom 15,6; 2 Cor 1,3, etc.), así como su desarrollo más explícito de la relación entre Dios y el Cristo exaltado en 1 Cor 15,24-28: ‘Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad. 25 Porque debe él reinar = hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. 26 El último enemigo en ser destruido será la Muerte. 27 Porque ha sometido todas las cosas bajo sus pies. Mas cuando diga que «todo está sometido», es evidente que se excluye a Aquel que ha sometido a él todas las cosas. 28 Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo’). Es cierto que Pablo describió a los cristianos como ‘los que invocan el nombre del Señor’ (1 Cor 1,2), invocó él mismo a Cristo (1 Cor 16,23: “¡Que la gracia del Señor Jesús sea con vosotros!”), y no dudó en unir a Dios Padre y al Señor Jesucristo en su bendición (Rom 1,7; 1Cor 1,3, etc.).

“Pero es cierto que Pablo nunca dirige a Cristo su acción de gracias (eucharistéo; eucharistía), ni sus peticiones normales (déomai; déesis), como tampoco nunca alaba a Cristo (doxázo), ni le “sirve” cultualmente (latreúo; latreía), ni lo adora (proskynéo). A veces, sin embargo, ofrece su acción de gracias o su oración a Dios ‘a través de Cristo’ (Rom 1,8; 7,25). Igualmente significativo, dado que su misión era constantemente criticada por los creyentes judíos más tradicionalistas, es que no parece que esos mismos fieles encontrasen motivo de crítica en la cristología paulina relativa a Jesús como Señor, es decir, crítica porque ellos considerasen que la doctrina de Pablo cuestionaba la unidad de Dios y el exclusivo derecho de Este a la adoración. Cuando Pablo por su actitud frente a la Ley era objeto de una hostilidad ostensible, aunque reflejada a través de creyentes judíos, habría resultado extraño que su cristología, de ser susceptible de alguna objeción seria, no hubiera sido atacada, más de lo que se desprende de 1 Cor 1,23 (“Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles;”) y Gal 3,13 (“Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero”)”

(Comenzando desde Jerusalén, tomo 1 de la trilogía “El cristianismo en sus comienzos”; Editorial Verbo Divino, Estella 2012, 669-671).

Como se ve por este excelente resumen, las cosas no están tan claras como sostiene Wright. Todo lo más puede sostenerse razonablemente, a la luz de los testimonios aportados por Dunn en el primero y segundo de los párrafos transcritos, que tanto Pablo como sus cristianos gentiles (pero no los judeocristianos) sostenían de Jesús era divino de algún modo; pero que esa divinización estaba en sus comienzos; que aún no se había reflexionado sobre sus consecuencias, que no era criticada porque muchos judíos de la época pensaban que el mesías podía ser uno de los “dos poderes en el cielo”, y que las dificultades que ofrece el tercer párrafo de Dunn arriba transcrito es de mucho menos peso que los textos del primero (y faltan otros importantes como 1 Cor 2,7-8: “Os hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra, 8 desconocida de todos los príncipes de este mundo, pues de haberla conocido no hubieran crucificado al Señor de la Gloria”).

La próxima semana concluimos con nuestro amplio comentario de “Dios existe” de Antony Flew. ¡A pesar de que alguien, descubriendo el Mediterráneo, anunció como novedad en Religiondigital, hace muy pocos días en pagina de inicio, que Antony Flew el famoso ateo se había convertido al teísmo!


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com



Viernes, 11 de Enero 2013
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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