CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
503  El sentido de la muerte del Mesías. Cuestiones disputadas en torno a Pablo de Tarso Diario de abordo de un diálogo (II)
Hoy escribe Carlos A. Segovia

(4) ¿Recurre Pablo a metáforas sacrificiales a la hora de ilustrar el valor salvífico asignado por él a la muerte de Cristo? Es decir, ¿entiende Pablo muerte de Jesús como un sacrificio del Hijo? Y, de ser así, ¿de qué tipo de metáforas se trata? ¿Están tomadas del judaísmo? ¿Del paganismo? ¿De ambos? Pero, sobre todo, ¿cómo interpretarlas? ¿Es posible establecer un criterio en cuanto al por qué de su uso y en cuanto a su incidencia y sus límites en el conjunto de la cristología paulina?

Respuesta de C. A. S.:

Aceptemos que Pablo hace uso de ellas. ¿Pretende con ellas sustituir el culto del Templo y remplazarlo por el culto de Cristo? A quienes defienden esto habría que recordarles, en primer lugar, que es como mínimo curioso (a) que Pablo no afirme nunca nada parecido y (b) que entre las razones que algunos esgrimieron contra él no figure tampoco ninguna referencia a ello. ¿Podía la sustitución del culto del Templo tener siquiera sentido en el marco del judaísmo anterior al 70? Por otra parte, ¿de qué tipo de metáforas se trata? ¿De metáforas tomadas de la liturgia del Templo? Supongámoslo. ¿Qué nos encontramos? Que comienzan de inmediato los problemas. Primero, el rito de purificación del Templo no tenía como objeto el perdón de los pecados. Segundo, no había en el transferencia de los pecados de nadie a la víctima inmolada. Tercero, el rito distinto que tenía por finalidad la transferencia y expiación/expulsión de los pecados no entrañaba la muerte (el sacrificio) del chivo expiatorio.

Es en el imaginario cristiano, posterior a Pablo, donde todo esto se confunde. Pablo elabora imágenes basadas en el rito de expulsión; esto no puede negarse. Pero es muy discutible que elabore ninguna basada en la reinterpretación cristiana del rito destinado a la purificación del Templo. Afirmar lo contrario sería anacrónico. Juega también, además y para complicar aún más las cosas, con otras varias imágenes nunca suficientemente precisas sin embargo, y que, por ello, nos llevan a pensar en otras afines a las desplegadas, por ejemplo, en los cultos paganos (más exactamente, en ciertos cultos mistéricos) o en el propio texto bíblico (siempre y cuando admitamos de antemano que la filiación divina de Jesús a la que alude Pablo debe interpretarse en sentido fuerte, lo que representa por sí mismo un problema adicional). ¿Pero qué podemos deducir de todo esto?

Sencillamente, a mi juicio, que Pablo apela a diferentes imágenes para referirse a algo cuyo sentido nunca acaba de estar claro y cuya definición, por lo mismo, da en escapársenos. Ahora bien, ¿qué ocurriría si todas esas imágenes, por muy poderosas que nos parezcan por momentos, se resituaran en la periferia de la mesiología paulina? ¿No debemos ver en lo que, como mesías de Israel, Pablo señala que Cristo ha obrado y lo que ha rehusado hacer según lo que los judíos esperaban del mesías, el eje del mensaje paulino sobre Jesucristo, esto es, el eje de su cristología? Y, de ser así, ¿no deberíamos interpretar las posibles imágenes sacrificiales de Pablo en tanto que imágenes adyacentes a un mensaje que, en sus fundamentos, no es sin embargo sacrificial (salvo que interpretemos la renuncia de Cristo, en sentido amplio, como un sacrificio)?

¿Cómo interpretar entonces las alusiones de Pablo a la “sangre” de Cristo y a su “derramamiento”?


Respuesta de C. A. S.:

Como alusiones al hecho de entregar la vida y morir. ¿Morir por qué y por quién? Por los pecados de los hombres, ciertamente. Pero esto puede significar mucho menos de lo que supone la tradicional interpretación sacrificial de Pablo. Un ejemplo: cuando Pablo dice que Cristo fue “entregado por vuestras faltas” (Romanos 4,25), ¿qué debemos deducir de esa expresión? Ésta, sin duda, significa lo que dice, a saber: que Cristo fue “entregado por vuestras faltas”, es decir, por el perdón de los pecados. En rigor, ¡nadie discute esto! Pero lo que hay que clarificar es de qué manera tiene ello lugar. ¿Mediante un sacrificio vicario, tal y como defiende la interpretación tradicional, o simplemente retrasando el juicio de los hombres dándoles más tiempo para el arrepentimiento, como defendemos algunos?

Pues es evidente que, para Pablo, Jesús entregó su vida en vez de ejercer su papel de juez mesiánico (fíjate por ejemplo en el vocabulario que utiliza en 1 Cor intios15,24-5, donde Cristo es presentado con los atributos de un mesiás regio únicamente en el futuro; o en 2 Corintios 10,1, donde al aludir a la “mansedumbre” y la “bondad” de Cristo recurre a dos términos habitualmente empleados en griego para designar la clemencia del rey o del general victorioso que, pudiendo sojuzgar al enemigo derrotado, no lo hace: “prautes” y “epieikeia”, respectivamente). Preguntémonos por qué fue prendido y ejecutado Jesús. Respuesta: por razones estrictamente políticas (¡Juan vs. los sinópticos!). ¿Quién lo ejecutó? Roma; por eso murió en la cruz. Pablo no se refiere a nada de esto, pero no importa. Lo único que dice es que Jesús ha entregado su vida por los demás, que ha sido ensalzado por ello y que regresará con nuevos poderes. No es necesario, en mi opinión, deducir nada más de sus palabras.

Intervención de A. P.:

“Aceptemos que hace uso de ellas”. Lo de “aceptemos” parece una benevolencia dialéctica por tu parte. Es evidente que las usa y con profusión. “¿Pretende con ellas Pablo sustituir el culto del Templo y remplazarlo por el culto de Cristo?”. ¿Hay alguien con dos dedos de frente entre los investigadores independientes que defienda esto así, con estas palabras? “¿Podía la sustitución del culto del Templo tener siquiera sentido en el marco del judaísmo anterior al 70?”. Todo lo por mí argumentado sobre Pablo y la Iglesia de Jerusalén hace que, ciertamente, esta hipótesis sea imposible. ¡Pero nadie la defiende tampoco! ¡Tales adversarios son gigantes de papel!

En cuanto a la interpretación sacrificial de la muerte de Cristo en Pablo: fíjate, por ejemplo, en cómo interpreta éste en 1 Corintios 10,14-22 la última cena, que no fue una cena de Pascua, sino una comida solemne judía (un “qiddush”) de despedida de un sujeto inteligente, Jesús, que sabía que tal como iban las cosas, probablemente sería prendido y ejecutado por los romanos y que, sin embargo, mantenía la esperanza de que, en la inmediata venida del reino de Dios, él bebería de nuevo del fruto de la vid… es decir, participaría de la resurrección general de los muertos (al menos la de los justos israelitas) para entrar físicamente en el reino de Dios aquí en la tierra.

¿Cuál es la interpretación que hace Pablo? Se trata de un rito de continuidad, de memorial, hasta que el Señor venga; un rito que su inmediatísimo seguidor, Marcos, convierte ya en un sacrificio vicario (vino = sangre, vertida “por muchos” y que funda una “nueva alianza”; y lo mismo el inmediatísimo seguidor de Marcos, Mateo. Naturalmente, estos dos seguidores de Pablo ¡entendieron mal al maestro y lo fastidiaron todo hasta hoy! Por otra parte, en Efesios 5,12 se utilizan claramente, para describir la muerte de Cristo, dos vocablos que la describen como sacrificio “de pies a cabeza”: “prosphorá” y “thysía”. ¡Naturalmente, el imbécil del autor de Efesios, que no tenía ni idea de griego ni del pensamiento de Pablo, también se equivocó! Pero es que además la “sangre” que Pablo menciona en 1 Cor 10,14-22 es equiparable a la de los sacrificios paganos: mal tratada y mal bebida hace a los corintios reos de idolatría y puede tener consecuencias físicas mortales, al tener una potencia divina especial. Pablo no dice estrictamente que este “sacrificio” sea para el perdón de los pecados: es una acción cultual, mística, simbólica, cuya contenido es la comunión con Jesús por medio de la ingestión mística de su cuerpo y sangre.

Pero en todo caso Pablo rompe el tabú judío de la ingestión de la sangre. El rito supone la ingestión simbólica del cuerpo y la sangre del mesías, que se supone que está a la diestra del Padre, de donde vendrá entre nubes. Si el mesías no es una entidad divina, ¡le falta poco! E ingerir místicamente al mesías, sea éste o no divino, es una barbaridad dentro del judaísmo. Por si fuera poco, tenemos demás que, por medio de la comunión con Cristo, el mesías y sus fieles forman un solo cuerpo: el cuerpo místico. ¡Idea muy “judía”, por cierto! Evidentemente, Pablo no habla para la Iglesia judeocristiana de Jerusalén. Por tanto, ninguno que tenga dos dedos de frente diría que Pablo pretende sustituir el culto del Templo. ¡Pero está claro que para sus paganos convertidos a Cristo, según él, el Templo no vale nada! Y respecto a las “metáforas” (¡yo diría que son menos metáfora y más descripción!) hay que considerar el “perì hamartías” de Romanos 8,3, ¡que prácticamente siempre en los LXX significa “sacrificio por los pecados”! ¿Y cuál era la Biblia de Pablo?

En suma, estamos en el Mediterráneo oriental y en el siglo I… ¡No sólo no hay horror por una muerte sacrificial, sino que la gente piensa que lo normal y lo necesario para arreglar los “problemas” humanos en los que interviene la divinidad es el sacrificio. El horror al sentido de la muerte sacrificial de Cristo es puramente moderno.

Saludos cordiales de
Carlos A. Segovia

Domingo, 10 de Marzo 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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