CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero


Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos con la exposición de las doctrinas de Jesús sobre el Reino de Dios en los dos principlaes principales q vamos a comentar ene esta serie.

El capítulo sobre el reino de Dios en R. Aguirre-C. Bernabé-C. Gil es obra del primero. Utilizando la terminología extendida sobre todo por Norman Perrin, sostiene que «reino de Dios» es un símbolo en la enseñanza de Jesús, y aunque ofrece una sección sobre el «Presente y futuro del Reino de Dios», se dedica a aclarar ante todo la primera parte, la presencia del Reino, afirmando que «el reino de Dios futuro será sólo una manifestación definitiva del reinado divino» ya presente (pp. 73 y 75), y que la «comunidad cristiana primitiva acentuó el elemento futurista de la predicación de Jesús con la introducción de imágenes apocalípticas» ( p. 76). Sin embargo, es imposible negar que Jesús esperaba una intervención decisiva de Dios que cambiaría la historia y en la que los discípulos tendrían un protagonismo importante (p. 73).

En realidad «Jesús no explica qué entiende por reino de Dios» (p. 68) y es en «la tradición profética donde encontramos los antecedentes directos de la proclamación jesuánica del Reino», en especial en el Deuteroisaías y en Daniel (p. 69). El «gran avance de la investigación actual sobre Jesús es contextualizar su predicación y su actuación en su tiempo, en el judaísmo del siglo I, en las circunstancias de Galilea y de Jerusalén» (p. 80). «Hay que situar el reino de Dios que Jesús proclama y cuyo sentido va sugiriendo en su contexto antropológico y en la teología del judaísmo» (p. 82). Lo más típico de Jesús en la proclamación del Reino radica en la «sorprendente y audaz afirmación de… que Dios se está haciendo presente en medio de su pueblo» (p. 72).

Los dichos sobre le reino de Dios futuro «son muy numerosos» (cita 7 textos: Mc 14,25; Lc 11,2/Mt 6,10; Mc 13,32; además, hay signos precursores Mc 13,5-8; y hay una descripción de la venida del Reino: Mc 13,24-27; Lc 17,22-23 (p. 73).

Mc 14,25: “Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.»”

Lc 11,2/Mt 6,10: “El les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino,”

Mc 13,32: “Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”

Mc 13,5-8; “Jesús empezó a decirles: «Mirad que no os engañe nadie. 6 Vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: “Yo soy”, y engañarán a muchos. 7 Cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerras, no os alarméis; porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin. 8 Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá terremotos en diversos lugares, habrá hambre: esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento”.

Mc 13,24-27: “«Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, 25 las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Mar 26 Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; 27 entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.


Lc 17,22-23: “Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. 23 Y os dirán: “Vedlo aquí, vedlo allá.” No vayáis, ni corráis detrás.”

Entre los consensos actuales de la investigación, sostiene Aguirre que se halla el que Jesús anunció que a través de su ministerio se hacía presente el reinado de Dios. Pero el reino de Dios no es sólo un mensaje ético, sino la proclamación de la soberanía de Dios que se hace presente de forma irrevocable, escondida y misteriosa como oferta de gracia y de vida. Los signos actuales del Reino tienen un carácter liberador de lo que aliena al ser humano («espíritus impuros»), humanizador («sanaciones») e inclusivo («come con pecadores y publicanos») (p. 75).

La dicotomía entre el reino de Dios como entidad futura (J. Weiss; A. Schweitzer; A. Loisy) o como una entidad sólo presente (C. H. Dodd; J. B Crossan, M. Borg y su escuela) es errónea «porque estos exegetas parten de esquemas preexistentes en el judaísmo: el reino de Dios o es una realidad actual sobre el universo que se canta en el culto o es una expectativa futura para los apocalípticos.

Pero si hacemos justicia a todos los dichos de Jesús, sin quedarnos con unos en detrimento de los otros, encontramos una respuesta coherente: el reinado de Dios está ya presente entre los seres humanos… Jesús no invita simplemente a vivir desde las tradiciones pasadas de Israel… sino que todos estamos llamados a vivir (ahora) desde el reinado de Dios» (p. 78). «El fracaso histórico llevó a Jesús a profundizar en el misterio de los caminos de Dios en la historia, pero alejándose siempre de la mentalidad apocalíptica que no cree en la presencia constante, aunque oculta, de Dios en medio de la historia» (p. 79)

La «religión política» de Jesús –según Aguirre- no se refiere directamente a las implicaciones políticas del mensaje religioso de Jesús (los romanos y el Imperio quedan fuera del Reino, etc., aspecto que tratará levemente Aguirre en el apartado «El reino de Dios frente al Imperio»), sino a lo siguiente: «En Israel encontramos una religión política (el templo, el culto, la sinagoga) y una religión doméstica (pascua, sábado ritos de paso, por ejemplo)… en el judaísmo del tiempo de Jesús no hay divorcio entre la religión política y doméstica, ambas eran expresiones del yahvismo… la religión de Jesús tiene un marcado carácter político… (consiste) en que se dirige a Israel, convoca al pueblo, propone una profunda transformación de la vida social…» (p. 85).

Jesús no es sólo ni principalmente un apocalíptico, sino que «es un profeta que proclama el reinado de Dios y un sabio que enseña su naturaleza e implicaciones» (p. 88). Al reino de Dios según Jesús compete «la revolución de valores que él promueve». Así, «Jesús desafía las normas convencionales del honor»… o, por ejemplo, «invita a hacerse esclavo de los demás»; o bien «hacerse como un niño… era solidarizarse con los más despreciados, con quienes menos contaban y menos honor tenían» (pp. 89-90).

No importan en el Reino las riquezas materiales, como era tradicional en el pueblo judío en el que «las riquezas y la abundancia de bienes eran signo de bendición divina», sino que «Jesús lleva una vida pobre» y para él sólo valen los tesoros que se «depositan en el cielo, lo cual implica desprendimiento y generosidad» ( p. 90).

Aguirre sostiene que las autoridades de Jerusalén percibían con razón el peligro que representaba Jesús, pues su proclama «no sólo incluía el fin futuro del Templo, sino que ya desde ahora hacía inútil el complicado sistema sacrificial para conseguir el perdón de los pecados y anulaba las sobreprestaciones que los sacerdotes habían añadido a las normas de pureza presentes en la Torá» (pp. 85-86).

«¿En qué se funda la enseñanza (y comportamiento) tan contracultural de Jesús? Si descubrimos, aceptamos y nos identificamos con el reinado de Dios, entonces toda la realidad se ve y valora de manera diferente. Ante todo aparecen en primer lugar aspectos preteridos: injusticias, sufrimientos… su reinado definitivo será su superación total. Los signos históricos del Reinado serán la justicia, la promoción de la vida… el resplandor de la verdad. Jesús enseña que los signos del Reino no son espectaculares acontecimientos cósmicos ni caprichosas modificaciones de la naturaleza. Dios reina en la medida en la que los seres humanos viven en libertad y fraternidad… Las enseñanzas de Jesús nos invitan a adelantar al presente los valores definitivos que Dios afirmará en el futuro… un reinado (del Padre) que entra en conflicto con muchos convencionalismos, hace superar el miedo… introduce la dinámica del amor abierto por la cercanía sorprendente del Padre que nos ama y urge a buscar y respetar, ante todo, a los últimos y más necesitados» (pp. 91-92).

El tercer libro, el de Theissen-Merz, El Jesús histórico, de G. Theissen y A. Merz, editado en castellano por Sígueme: Salamanca, 1999 claro metodológicamente y bien informado, incluye muy acertadamente la cuestión del reino de Dios en el apartado 9, «Jesús, profeta: la escatología de Jesús». Al igual que Pagola y Aguirre habla de la metáfora del reino de Dios en el Antiguo Testamento como primera base y presupuesto de la doctrina de Jesús sobre el Reino, e insiste convenientemente en la apocalíptica judía como presupuesto histórico de la predicación escatológica de Jesús.

Su presentación del Reino de Dios presente en el ministerio de Jesús difiere poco en sustancia de los dos ejemplos anteriores, aunque su metodología, método discursivo y talante es completamente diferente. Pero cuando se trata sobre el reino de «Dios futuro» (tres páginas y media: pp. 287-290) se concluye con el siguiente párrafo:

«Los dichos sobre le futuro reinado de Dios nos enseñan poco sobre la vida de ese reinado. No aclaran temas importantes. No hacen referencia a demandas nacionales, ni a los sueños litúrgicos del culto divino, en una perpetua cercanía de Dios. No aparecen exegetas ilustres que estudien la Torá. El cumplimiento de lo anhelado se resume en un buen convite…, y no convite festivo en el ámbito de los padres de familia. La segregación ritual de paganos y judíos no reviste ya importancia. En realidad el “reino de Dios no es un imperio, sino una aldea”» (p. 290).

Por el contrario, se deduce explícitamente de la presentación de Theissen-Merz (8 páginas y media) que el verdadero pensamiento de Jesús sobre el reino de Dios está en los dichos de presente.

El próximo día haremos una crítica a esta triple presentación

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 15 de Marzo 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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