CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero

I En la batahola inmensa de noticia cruzadas de estos días acerca de la ya más que famosa renuncia papal me ha parecido ver repetidas varias veces, en radio, TV y prensa, una noticia similar a la del título de esta nota, a veces incluso destacada en negrita.
Pero en ninguna parte –de los medios de comunicación-- he visto explicitado el porqué, la razón de que justifique esa afirmación. Naturalmente se dirá: “La respuesta es obvia. Siendo el Papa vicario de Cristo en la tierra y habiendo éste terminado en la cruz, él también. Pero creo que esta obviedad no es bastante.
Pienso que una mirada breve a un texto muy famoso, apócrifo, del cristianismo primitivo puede darnos una pista, que “se non è vera e ben trovata”: Se trata de un célebre pasaje de los “Hechos de Pedro”, de autor anónimo, muy probablemente de antes de finales del siglo II. He aquí el texto:

Quo vadis

35 (6). 1 Mientras discurrían de este modo, Jantipa se enteró de la conversación que su marido había mantenido con Agripa y envió (un siervo) para comunicárselo a Pedro, a fin de que abandonara Roma. Los otros hermanos, juntamente con Marcelo, le exhortaban también para que se marchara. Pedro les decía:
- ¿Debemos huir, hermanos?
Le respondían:
- No, pero (tú, sí), ya que puedes aún servir al Señor.
2 Se dejó persuadir por los hermanos y se dispuso a salir solo. Les dijo:
- Que nadie venga conmigo. Saldré solo tras cambiarme de vestimenta.
Pero de camino, cuando salía por la puerta de la ciudad, vio al Señor que entraba en Roma. Al verle, le dijo:
- ¿A dónde vas, Señor? (Quo vadis Domine)
Éste le respondió:
- Entro en Roma para ser crucificado.
3 Pedro añadió:
- Señor, ¿para ser crucificado de nuevo?
Le dijo:
- Sí, Pedro: voy a ser crucificado de nuevo.
Pedro, reflexionando en su interior y tras contemplar al Señor que subía al cielo, se volvió a Roma lleno de gozo y alabando al Señor por lo que había dicho: "Voy a ser crucificado". Esto precisamente es lo que le iba a ocurrir a Pedro.

(Edición de A. Piñero-G. del Cerro a base del manuscrito de Vercelli del siglo IX. El texto griego procede del Monte Atos (Vatopedi) o “Martirio de Pedro”, (quizás del siglo XII). El pasaje contiene una mezcla de las versiones griega y latina: Madrid (BAC), 2012, I 653.

La tradición es que Pedro el primer papa, huye de de Roma, presionado por sus fieles para huir de la persecución del terrible Nerón. Pero cuando acepta—renuncia a su oficio—se encuentra en el camino con Jesús, a quien representa Pedro en la tierra, que le dice que vuelve a Roma para ser de nuevo crucificado.
Pedro comprende que el final de un Papa, renuncie o no, ha de ser morir como Cristo en la cruz.
Además hay textos claros en los Evangelio, sobre la presunta fundación de la Iglesia por parte de Jesús, que muestran esa tensión entre “no renuncia” y muerte” de su vicario, sobre todo en el Evangelio de Juan.


II La segunda pregunta, sencilla también, es el porqué de la insistencia de la rareza de que un Papa presente su renuncia, y se afirme, con razón que voluntariamente sólo se han dado dos casos en la historia del papado, el de Celestino V y el del Papa Ratzinger. Una vez más, creo que la raíz está en la tradición más primitiva recogida en los Evangelios, en esos breves textos en los que el Jesús de Mateo funda la iglesia (desde luego, un Jesús que aquí parece olvidar que lo que a él la interesaba no era una iglesia futura, sino el grupo escatológico de los Doce, que representaba el Israel restaurado que cogobernaría el futuro, pero inmediato red sobre Israel).

1 El primer texto es el archiconocido de Mt 16,18-19:

Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»

Obsérvese que en un simple lectura cursiva el pasaje da la impresión de que este poder de atar y desatar es duradero, de por vida. Y esa es la impresión que queda en los fieles

2 El pasaje siguiente es también de Mateo: 18,17-22:

Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. 18 «Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.19 «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» 21 Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» 22 Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.»

El pasaje habla de la “comunidad”, naturalmente, y probablemente refleja el estado del grupo de Mateo cuando se redacta el Evangelio. El dirigente es apoyado por la comunidad que aprueba y confirma lo esta cabeza rectora “ate” o “desate”. Y obsérvese cómo interviene Pedro y adquiere el protagonismo de la escena. Él es el principal. Y la tarea de perdonar, es decir, el encargo de Jesús a Pedro dura para siempre…, o al menos, de nuevo, esa es la impresión del lector.

3. Claro también nos parece el pasaje del Evangelio de Juan 21,14-19:


Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. 15 Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» 16 Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» 17 Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. 18 «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.» 19 Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»


En este texto parecen responderse las dos breves y sencillas cuestiones que hemos abordado hoy. La primera: el encargo de apacentar las ovejas es de por vida. Segunda: el que cuida las ovejas de Jesús morirá en la cruz. Ambas cosas quedan bien asentadas en el pasaje.

Por ello, “un Papa ha de morir siempre en la cruz”… y la renuncia a su poder de “atar y desatar” parece de por vida.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 1 de Marzo 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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