CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Debate sobre el matrimonio y la virginidad en los HchNerAqu
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Pesadumbres del matrimonio

El turno era ahora de Aquiles en responder a la pregunta de su ama que recordaba el trato displicente que había tenido su padre con su madre. Le decía que los hombres, antes de unirse en matrimonio con sus prometidas, son, o fingen ser, humildes y amabilísimos. Pero después de la boda desenmascaran su hipocresía y se muestran tales como son. Si se enamoran de las criadas, las corrompen. Las criadas se insolentan entonces con las señoras, a las que menosprecian. Si las señoras reprenden a las criadas, los maridos las defienden no sólo de palabra, sino a veces con el látigo. Y las que no podían soportar la menor palabra dura de sus madres, tienen que soportar ahora no solamente palabras ásperas, sino hasta “puñetazos y patadas” (c. 3,3).

Continúa la intervención de Aquiles, que abunda en el mismo tema desde el punto de vista contrario. Acaba de presentar las ventajas de la virginidad, lo que aparece más destacado cuando resalta las pesadumbres que la vida matrimonial aporta a la mujer casada. Es posible que el marido sea alegre y lisonjero. Ello no disminuye las desgracias que acompañan a la mujer a lo largo de su convivencia y su maternidad. Una vez que concibe un hijo en su vientre, tiene que soportar molestias varias. El peso la convierte en indefensa frente a sus servidumbres. Se torna “débil, hinchada, pálida”, tiene que evitar alimentos agradables y adoptar otros nocivos. Y eso en el supuesto de que la concepción no tenga otros problemas. Porque con cierta frecuencia, surgen problemas en el feto que ponen en peligro la vida de la madre. El niño que nace resulta muchas veces debilucho o contrahecho.

En el trance del nacimiento, se producen desvíos que exigen provocar la extracción del feto troceado, con lo que el hijo degüella a la madre y es degollado antes de nacer (c. 4,3). Cuando el niño viene al mundo con normalidad, puede nacer bizco, lleno de pústulas o endemoniado, fuente de preocupaciones para la madre, que tiene que necesita un exorcista antes que una nodriza.

Ventajas de la virginidad

Nereo toma la palabra para insistir en la felicidad que proporciona la virginidad, ajena a todas las pesadumbres enumeradas por su hermano. La virginidad es deseable para Dios y amada por los ángeles.”El que la posee es semejante a Dios” (c. 5,1). El que no la posee, ha perdido esta semejanza con Dios, ha quedado sin la integridad y ha caído en la corrupción. Más aún, la mujer que cae en el pecado, puede borrarlo con la penitencia, pero la que pierde la integridad no puede ya volver a recuperarla. Todo puede recuperarse, dice Nereo, excepto la virginidad. Aunque una mujer reciba el perdón por su corrupción, la realidad es que nunca más podrá volver a alcanzar la medida de la castidad natural en la que había sido creada. Una locura, perder la gloria de la virginidad, concluye Nereo, dentro del contexto encratita en que se mueven estos Hechos.

La virginidad es la noble amiga de la Trinidad. Lo que la reina representa entre todas las mujeres del reino, eso es la virginidad entre todas las virtudes de la vida cristiana. Hasta el punto de que “ocupa el segundo lugar después del martirio” (c. 6,1). Ella aventaja a todas las virtudes, que están a su servicio, lo mismo que las azafatas están al servicio de la reina. La acompañan las virtudes de la fe, la esperanza, la caridad y todas las actitudes positivas que están junto al rey de los cielos, como son, entre otras, la paciencia, la constancia, la solidaridad, el conocimiento y la verdad. Todas estas virtudes constituyen no solamente las delicias del paraíso, sino la auténtica riqueza eterna de la que gozan los bienaventurados.

Aquiles ratifica los datos aportados por su hermano como una pequeña muestra de la inmensa riqueza que representa la virginidad. Es como una gota de agua tomada como muestra de la corriente de un gran río. Y añade el dato de la libertad de que disfruta al margen del dominio del varón y de los frecuentes abusos que emplea con ella el que antes la trataba con falsas lisonjas. El ángel encargado de cuidar de la virginidad está triste por haber permitido que la virgen haya perdido su natural privilegio y no haber evitado que la corrupción ocupe el lugar que antes tenía la integridad.

Prosigue Aquiles su larga alocución lanzando a los cuatro vientos una solemne pregunta: “¿En qué te ha ofendido o te ha dañado la virginidad como para que la arrojaras de ti y para que admitieras en su lugar a su enemiga?” (c. 8,1). Habla de la virginidad como si fuera una amiga o compañera que ha acompañado a la mujer en todos los momentos de su vida. Porque ha estado con ella desde sus juegos de niña hasta los acontecimientos más trascendentales de su existencia cristiana, como son su bautismo, su participación del cuerpo y la sangre de Jesús en la eucaristía y sus bodas espirituales. Después de largas y prolijas reflexiones un tanto repetitivas, concluye Aquiles con una recomendación final: “Ahora, pues, elige lo que quieras, o al esposo inmortal con eterno gozo, o a un hombre mortal, cuya alegría perece” (c. 8,4).

(Vista de las catacumbas de Domitila en Roma)

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro


Lunes, 4 de Marzo 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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