NotasEscribe Raúl González Salinero Concluimos hoy esta miniserie sobre la propaganda cristiana primitiva acerca del martirio, y en concreto, la reducción a términos reales, históricamente verosímiles de la famosa “condena a las fieras/leones” de la que se ha formado un auténtico mito literario-teológico. Aunque los casos no son tampoco numerosos, los relatos hagiográficos históricamente menos fiables ofrecen algunas de las escenas más truculentas de asesinatos de cristianos en la arena como imagen impactante y, probablemente, más eficaz del sacrificio martirial como fueron los casos de las Actas de Pablo y Tecla, de santa Marciana, y de los santos Taraco, Probo y Andrónico. Y no cabe duda que, desde sus mismos inicios, la literatura apologética reforzó esta imagen. Ambos géneros literarios se nutrieron mutuamente con una retórica que habría de dar origen a una ideología de la muerte por la fe absolutamente extraña a la tradición clásica --como señalan los historiadores modernos que se han ocupado del tema como son SK. Hopkins; A. Quacquarelli; R. Lane Fox; J. Perkins y C. R. Moss—a pesar del infructuoso esfuerzo de Clemente de Alejandría por establecer la equiparación del mártir con la figura del héroe clásico, en su obra “Tapices”, Stromata IV, 4. De todos modos, es cierto que, como denota la célebre frase de Tertuliano (Christiani ad leonem: Apología, 40, 50; con alusiones en otras obras como la Exhortación a la castidad, 12, recogidas por otros autores cristianos como Cipriano de Cartago, Epístola 55 a Cornelio, 6; y Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, IV, 15.), este tópico aparece ya completamente asentado en el discurso apologético a finales del siglo II, sus inequívocas manifestaciones en clave teológica están ya presentes en los escritos de Ignacio de Antioquía un siglo antes (B. A. Paschke argumenta que existe ya una referencia a la condena ad bestias ya en la Primera Carta de Pedro, 5, 8 (finales del siglo I), aunque sus razones no parecen ser convincentes. Bajo el significativo epígrafe «trigo soy de Dios», así se expresa Ignacio: b[Escribo a todas las iglesias y anuncio a todos que voluntariamente voy a morir por Dios si vosotros no lo impedís. Os ruego que no tengáis para mí una benevolencia inoportuna. Dejadme ser pasto de las fieras por medio de las cuales podré alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y soy molido por los dientes de las fieras para mostrarme como pan duro de Cristo. Halagad más bien a las fieras para que sean mi sepulcro y no dejen rastro de mi cuerpo a fin de que, una vez muerto, no sea molesto a nadie [...] No os doy órdenes como Pedro y Pablo. Aquéllos eran apóstoles; yo soy un condenado; aquellos, libres; yo, hasta ahora, un esclavo. Pero si sufro [el martirio], seré un liberto de Jesucristo y en él resucitaré libre. Ahora, encadenado, aprendo a no desear nada (Epístola a los romanos, IV, 1-3 en la edic. y trad. J. J. Ayán Calvo, Ignacio de Antioquía. Cartas, Ciudad Nueva, Madrid, 1999, pp. 152-155. ]b La anhelada muerte por la acción de las fieras salvajes sirve a Ignacio para construir una metáfora dramática de fuerte significado teológico: el futuro mártir se considera trigo de Dios que ha de ser molido por los dientes de las bestias con el fin de convertirse en pan duro de Cristo. Un poco más adelante expresa la misma idea en un pasaje rebosante de trágico efectismo: b[¡Ojalá goce con las fieras que están preparadas para mí! Ruego que se muestren breves conmigo. A ellas las azuzaré para que me devoren rápidamente, no me vaya a suceder como a algunos, a los que, acorbardadas, no tocaron. Y si ellas, sin voluntad, no quieren, yo mismo las obligaré [...] Fuego, cruz, manadas de fieras, laceraciones, separación y dispersión de huesos, mutilación de miembros, trituramiento de todo el cuerpo, perversos tormentos del diablo vengan sobre mí con la sola condición de que alcance a Jesucristo (Epist. rom., V, 2-3; ed. y trad. Ayán Calvo, pp. 154-155). ]b Ignacio de Antioquía se describe ya como condenado (katakritós). Es evidente que ha recibido una sentencia a muerte, pero, a pesar de que desea fervientemente que sea en la arena de Roma, ignora realmente qué tipo de ejecución le aguarda, según idce en la Espistola a los esmirnenses IV, 2 (ed. y trad. Ayán Calvo, pp. 172-173): «¿Por qué me he entregado totalmente a la muerte, al fuego, a la espada, a las fieras?». Es muy posible que hubiese oído hablar de la damnatio ad bestias (condena a las fieras), e incluso que supiese de algún caso en que los cristianos habían sufrido como resultado de este tipo de sentencia, pero lo cierto es que, según se desprende de esta observación en forma de pregunta retórica, Ignacio desconocía en ese momento la forma en que habría de ser ajusticiado cuando llegase a Roma, expresando su deseo de que las autoridades no le propusieran por benevolencia librarse del martirio, como he escrito en mi libro sobre La persecución a los cristianos, pp. 37ss, que mencioné al principio de estas postales: sabemos por diferentes fuentes que, durante el juicio (especialmente en el momento de la quaestio, “interrogatorio”), los magistrados romanos trataron de persuadir a los cristianos procesados para que apostataran y así pudieran salvar sus vidas. Desde luego no existe forma de verificar si tales deseos se llegaron a cumplir, pero, de haber encontrado la muerte en la capital del Imperio, tal y como vaticina, es muy probable que esta se produjese por decapitación. No habría que descartar en este sentido que su traslado a Roma pudiese haber estado relacionado de alguna forma con el reconocimiento de una posible condición social elevada (su grado de instrucción intelectual y la posición jerárquica máxima que ocupaba en su comunidad apuntarían en la misma dirección). Llama la atención en cualquier caso que, especialmente durante las persecuciones generales a partir del emperador Decio (250 d.C.), apenas existiesen condenas contra los cristianos que no fuesen por decapitación, un hecho que D. Potter relacionó con la pérdida de credibilidad entre las masas populares de las viejas acusaciones anticristianas de incesto o de banquetes tiesteos, es decir donde se ingerían carnes humanas, y sobre todo con la presencia, cada vez más evidente, de cristianos entre las clases privilegiadas. Para las autoridades provinciales del Imperio, tal y como se constata, por ejemplo, en el norte de África, resultaba intolerable condenar a muerte agravada a cristianos que pertenecían a su mismo grupo social. Lo normal en estos casos era que la ejecución fuese por decapitación, tal y como ocurrió con el obispo Cipriano de Cartago. En este mismo sentido, un pasaje de las actas del martirio de Pionio evidencia que los magistrados locales no deseaban condenar a este cristiano a la arena por considerar que este tipo de condena infamante no correspondía a su rango social (aunque a la postre su destino fuese la hoguera, como indica su “Martirio” en VIII, 1). Desde el punto de vista de su trascendencia social, tal y como señaló G. Alföldy, la historiografía actual parece haber llegado a la conclusión cierta de que «fue raro el martirio de los cristianos antes de las grandes persecuciones que se iniciaron en tiempos del emperador Decio». Además, esas acciones persecutorias no afectaron por igual a todas las comunidades cristianas del Imperio y ni siquiera a todos los miembros de cada una de ellas, hecho que parece corroborarse por la constatación de las visitas a las cárceles de otros correligionarios de la misma comunidad, como señalan E. Wipszycka y A. Carfora, historiadores de la Iglesia, y en similar proporción más raras fueron aun las condenas ad bestias. Ni siquiera los testimonios epigráficos pueden desmentir esta apreciación. En un estudio reciente sobre las inscripciones martiriales procedentes de los cementerios suburbanos de Roma, en cuyo Coliseo la tradición eclesiástica sitúa la muerte cruenta de miles de cristianos arrojados a las fieras, no existe testimonio alguno sobre la damnatio ad bestias. Tan solo hay una referencia a la muerte por despedazamiento a cargo de perros (ED 15 = IC 48), y el resto de las condenas y torturas resulta ser muy diverso (y a veces insólito): desnudamiento público del reo; azotes; hoguera; garfios; lanzazos; hambre, decapitación, ahogamiento, destierro, etc., como señala Sabino Perea Yébenes, «Los suplicios de los mártires cristianos de Roma según las inscripciones suburbanas», en Idem, Estampas del cristianismo antiguo, Padilla, Sevilla, 2004, pp. 129-135. Todas las pruebas examinadas apuntan, por tanto, hacia la conclusión de que la damnatio ad bestias, la condena a las fieras fue una condena a muerte aplicada a los cristianos solo de forma excepcional, bien porque este tipo de pena no fue asumido por las autoridades romanas como habitual para estos casos, bien porque una parte considerable de los cristianos sentenciados a muerte gozaba de una posición social privilegiada en virtud de la cual estos reos eran normalmente ejecutados ad gladium, es decir, por la espada. Saludos cordiales de Raúl González Salinero UNED Madrid, y de A. Piñero.
Viernes, 17 de Abril 2015
Comentarios
Notas
Escribe Antonio Piñero
Pregunta: Me gustaría preguntarle por la saga de Caballo de Troya de JJ Benítez y su opinión al respecto. He estado mirando por su blog por si había algún tipo de alusión a dicha saga y yo, al menos, no he encontrado nada. El libro con J Corral me parece excelente Respuesta: Ciertamente no le he dedicado tiempo. Son tantos los libros que afirman tener la verdad sobre la vida oculta de Jesús que no daría abasto a criticarlos. Además no conseguiría convencerlos, ni a sus autores ni a muchos de sus lectores. En concreto sobre J.J. Benítez: es un periodista muy listo y buen periodista. Su fuente de inspiración es un libro de presuntas revelaciones llamado El libro de Urantia (Google). Me parece que el primer libro de la saga de “El Caballo…” está más que claramente inspirado en esa “revelación” tanto que ha sido llevado a los tribunales en EEUU por plagio. Pero fue absuelto ya que Urantia era ya un libro del dominio público. Mi opinión es que sobre la vida oculta de Jesús no se sabe casi nada. Y todo el interés nace muchísimo después de la muerte de Jesús cuando ya está casi plenamente divinizado y naturalmente no había fuentes (incluidos los relatos de Lucas y Mateo, tan divergentes y tan milagrosos que rozan lo totalmente legendario. Por tanto, la decisión de un historiador es: todo ello, casi al cien por cien, es material legendario. No creíble. Le recomiendo mi libro “La vida oculta de Jesús a la luz de los Evangelios apócrifos”, Editorial El Olivo, Madrid 2014. Pr. : Quisiera preguntarle si usted sabe si existe alguna traducción al español de la Biblia ortodoxa en la que pueda trabajar y si me recomienda algún manual de traducción bíblica en el que trabajen con los textos originales en griego. R.: ¿Qué es la Biblia ortodoxa? Ese concepto no existe hoy. Tanto el NT como el AT están editados científicamente a partir de los mejores manuscritos y no hay texto ortodoxo, sino bueno o mal reconstruido. Los textos sobre los qye trabajan los científicos son los siguientes Para el Antiguo Testamento : La Biblia hebrea de Kittel- Kahle Para el Nuevo Testamento: El Novum Testamentum graece de Nestle-Aland edición 28. Mejores traducciones: Para el Antiguo Testamento: Cantera-Iglesias de la Edit. BAC, Madrid Para el Nuevo Testamento: Biblia de Jerusalén, de Desclée, Bilbao Para informarse sobre traducción científica del Nuevo Testamento griego y biblia en general: vea mi libro, junto con J. Peláez, El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos, Edit. El Almendro, Córdoba, de 1996. Y la revista Filología Neotestamentaria, mientras se publicó, por mi parte durante quince años, semestral hasta 2003, el New Testament Philology Bulletin, Sección Translation. Pr.: ¿Conocé a un autor llamado Cheikh Anta Diop? Dice que la civilización egipcia es negroafricana. ¿Qué le parece? ¿Tiene fundamento esta afirmación? Por otro lado, ¿puede recomendarme alguno de sus ensayos? Querría leer alguno, pero no sé por cuál empezar. R.: No lo conozco. Lo siento. “No todos podemos todas las cosas” (Virgilio) Sin duda, la civilización egipcia es africana, y su lengua y creencias religiosas se relacionan con el África central, negra, pero no por ello los egipcios han de haber sido necesariamente negros. Sobre mis ensayos, empiece por favor por la "Guía para entender el Nuevo Testamento", Edit. Trotta, Madrid, 4ª edic. 2011. Pr.: Le escribo porque me gustaría que publicase en su blog su opinión sobre la noticia surgida de http://www.larazon.es/religion/encuentran-la-cueva-en-la-que-jesus-de-nazareth-paso-su-infancia-HC9037922 y conocer si se puede afirmar tan a la ligera, que esa casa perteneció a Jesús, únicamente, por tener el escrito en su interior de \"VII De Sanctis Locus\" que le parece? R.: Sería una gran noticia simplemente que fueran restos del siglo I d.C. y si otros arqueólogos avalan la excavación La Bib. Arch. Soc. parece, por otro lado, seria. Porque mucha gente con ánimo pseudo científico postulan que Nazaret nunca existió… Pero que la casa sea la de Jesús..., es algo que no se puede probar por una inscripción latina que habrá de ser investigada (restos de polvo, tipo de letra, etc.) para ver de qué siglo es. Por el momento prudencia hasta ver la discusión con otros arqueólogos. P.: Me rondan ahora dos preguntas sobre Salomé: ¿Cree que la princesa ---y no una cortesana-- hubiese danzado ante sus invitados? ¿Es cierto que primero se adscribió el baile a Herodías? R.: Flavio Josefo no menciona lo del baile. Sólo el Evangelio de Marcos. La corte de Antipas era helenística y tenía costumbres grecorromanas, por tanto es posible lo del baile. Lo que no sabemos son esas añadiduras secundarias de la tradición: los siete velos, que quedara al final semidesnuda, etc. Eso es improbable en un contexto a pesar de todo judío. El texto dice solo que el baile agradó mucho a Antipas. Segundo: No sabía que el baile se atribuyera a Herodías. Creo que es totalmente improbable. Y no sé de dónde lo sacan cuando nuestra fuente es única. P.: No soy estudiante de historia o lenguas clásicas, sí de literatura y sobre el relato de la resurrección de Jesús veo que no sucedió por varios elementos sujetos a interpretación que no escucho de voces expertas: -el relato se parece tan en exceso al de Flavio Josefo sobre la muerte de Juan Bautista que elementos suyos son sin duda tomados. -la vida de Jesús está sazonada de “frases épicas” que a todos dejan callados, pero tras la resurrección no deja nada dicho, salvo bautizar en el nombre de x. x y x, lo cual es la profesión de fe. -la toma de datos de la pasión, incluido el episodio de Pilatos es imposible que sucediera, aparte de estar tan bien cubierta que parece que hubiera micrófonos. -la pasión se parecería más al arresto, interrogación y crucifixión colectiva de el mayor número de número de apóstoles y cristianos, presos durante meses, reducidos en el Evangelio a un buen y mal ladrón. La acción decaería mucho, si no. -la aparición fantasmal a los discípulos da a entender un Cristo sin propiedades humanas plenas, sino también místicas, dejando al creyente como en tantos casos la responsabilidad de “yo vi algo raro, lo crees o no” que tantas veces se ve en los programas televisivos del misterio. -no se apareció a no cristianos, olvidando el autor que la carga de la evidencia debe contar con abundantes testimonios de fuentes diversas. -la escena de Tomás no tiene sentido si ha presenciado de cerca todos los milagros de Jesús -en otro relato Jesús a falta de más datos se deja al cuidado de freír pescado. -la frase “hizo tantos milagros que no cabrían en el mundo x libros” equivale a decir=que no hizo ninguno. En suma veo un relato en el que el relatador pasó bastante tiempo rascándose la nuca y con la resurrección como un problema que sortear, buscando ganar tiempo (id a galilea), que tiene problemas en darle vida a Jesús, que envía en clave mensajes sobre un Jesús místico y no real y que como autor piensa “QUÉ MAS DA” un muerto más o menos, que es al fin y al cabo de lo que estamos hablando, y esa es la mayor mentira e iniquidad de un paternalista de un tipo del que he conocido muchos en mi vida. -por mucho que se cite a san Pablo, la existencia de un san Pablo real se basa sólo en nombrar que vivió siendo gobernador de una región alguien de x nombre en tal época, único dato. en suma no creo en la no-necesidad de un Dios, sino en la redacción paternalista de la mayor mentira conocida. ¿Qué opina? R.: Su capacidad de análisis es buena. Se han hecho ya miles de críticas racionalistas a la idea de la resurrección de Jesús. Yo coincido con algunas de las perspectivas. Ciertamente como historiador no puede decir que ese diera la resurrección. Simplemente que creyeron en ella sinceramente. Decir que resucitó es un modo de hablar en la antigüedad para expresar que Jesús estaba vivo espiritualmente entre ellos. Pero lo creían a pies juntillas. Y si no se admite esta creencia, no es posible explicar el nacimiento del cristianismo. El punto de vista de la mentira consciente, por tanto, no aclara lo que ocurrió después. En el siglo I la gente era súper crédula y todo eso les parecía muy plausible. P.: 1-Me gustaria conocer su opinion acerca de ¿como algunos discipulos del Apostol San Juan(San policarpo,etc)como confirman varias fuentes,pasaron de un cristianismo mas "pobre" y humilde a ser obispos de Jerusalen y otras ciudades? 2-¿Y como llegaron todos los cristianos "primitivos"(o gran parte de ellos) a instituir en Roma la Iglesia Cristiana Catolica Romana? 3-¿Si tan seguidores y "devotos"(por decirlo asi)eran todos esos Cristianos de Jesus,como llegaron a instituir la Iglesia Cristiana Catolica Romana copiando e introduciendo un modelo tan pagano(y enemigo)como el Imperio Romano? 4-¿Cree usted que estos primeros años de la fundacion de la Iglesia Cristiana Catolica Romana todos los Cristianos simpatizaban esta "obra" o se sentian identificados con ella?¿O habria algunos(mera intuicion)discupulos o seguidores del Apostol San Pablo que iban por otros "cauces" o caminos?¿Ninguno de sentiria ofendido al ver el Cristianismo mezclado con el Imperio Romano? 5-Bueno esta duda no tiene relacion con las anteriores preguntas,y seguramente se la hallan preguntado antes,¿Cree usted en la historicidad del pasaje de Jesus en que multiplica panes y peces?¿si este hecho se desarrollo pero añadieron un "poco de fantasia" como sucedio que tantas personas hambrientas se quedaran alli y fueran saciadas de su hambre?¿o bien como se desarrollarian estos hechos realmente? R.: Sus preguntas son demasiado generales, menos la última, y son el producto de que Usted desconoce la historia de la Iglesia o del cristianismo primitivo en general. No puedo responderle a las cuatro primeras porque eso exigiría un grueso tratado sobre la formación del Nuevo Testamento y de la Iglesia de los primeros siglos. En líneas generales fue así como Usted lo dibuja, acomodación al mundo presente al retrasarse la venida de Jesús como mesías definitivo y acomodación a las estructuras y normas de vida del Imperio Romano. Hay claramente una pérdida del sentido apocalíptico de Jesús de la llegada del fin del mundo inmediato. Para eso debe Usted informarse en los tratados que ya existen. Sobre el desarrollo del primer cristianismo tiene usted dos libros míos: • “Guía para entender el Nuevo Testamento”, Edit. Trotta, Madrid, 4ª edic. 2011. • “Cristianismos derrotados”, EDAF, Madrid, 2009, con varias reediciones. Y sobre la historia del cristianismo primitivo, le sugiero que empiece por la obra de Fernández Ubiña y Sotomayor (más otros), de ese título de Editorial Trotta, también publicado en torno a 2008 Multiplicación de los panes: para mí es un milagro totalmente legendario. Por tanto, creo que hay algo más que adornos. No podemos saber si hubo alguna acción de Jesús que pudiera interpretarse como multiplicación de comida (hay leyendas semejantes en el Antiguo Testamento) y acrecentarse hasta formar este milagro, considerado por los estudiosos como “contra las leyes naturales” y por tanto legendario. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Jueves, 16 de Abril 2015
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
En el post anterior nos referimos al material relativo a un “pretendiente al trono” (Lc 19, 12.14-15a.27) incluido en la parábola lucana de las minas, señalamos los aparentes paralelismos entre esta sección y algunos episodios decisivos relativos a la vida del etnarca Arquelao, y observamos la extrañeza que puede causar el hecho de haberse empleado una alusión a un gobernante recordado sobre todo por su torpeza y su brutalidad. Recordemos que el rey de la parábola se comporta de este modo tan brutal: “Y en cuanto a aquellos enemigos míos que no quisieron que yo reinase sobre ellos, traédmelos acá y degolladlos en mi presencia”. ¿Habría Jesús –o el autor del evangelio de Lucas– tomado como modelo de la actuación de Dios –o del Mesías– a una figura tan ominosa? ¿Tiene esto algún sentido? A esta cuestión Brian Schultz ha ofrecido una respuesta en un artículo publicado en 2007 en la revista Novum Testamentum, titulado “Jesus as Archelaus in the Parable of the Pounds (Lk. 19:11-27)”. En lo que sigue sintetizaré sus ideas. Sabemos por las Antigüedades de Josefo que, tras ser nombrado etnarca de Judea y Samaría, Arquelao llevó a cabo algunas actividades edilicias, como la construcción de Arquelais cerca de Jericó y la reconstrucción del complejo palaciego de Herodes el Grande en Jericó (que había sido atacado y destruido a la muerte de Herodes), situado en el extremo meridional de la ciudad, y que sería usado durante la primera mitad del s. I hasta que los edificios fueron de nuevo destruidos, esta vez por un terremoto, en el año 48. Resulta también interesante el hecho de que la antigua carretera de Jericó a Jerusalén pasaba justo al sur de este enorme complejo palaciego, y que cuando esa carretera ascendía luego por las colinas próximas ofrecía a los viajeros una vista impresionante de estas posesiones reales. De ese modo, cuando iban en dirección a Jerusalén, los peregrinos judíos de final de la época del Segundo Templo tendrían un recordatorio de la figura de Arquelao. Ahora bien, resulta que según Lucas el episodio anterior a la parábola de las minas es el episodio con Zaqueo, que es localizado precisamente en Jericó. Lucas conecta narrativamente ese episodio con la parábola de las minas, localizada en el transcurso del viaje a Jerusalén. Lo que Schultz conjetura es la posibilidad de que el material relativo al rey en la parábola proceda del propio Jesús, y que haya sido la visión del complejo palaciego reconstruido por Arquelao lo que propició la alusión a este. La escabechina que hace el rey de la parábola recuerda de hecho a la que llevó a cabo Arquelao. Josefo sugiere en Antigüedades que Arquelao fue recordado sobre todo por la masacre (sphágein) de aquellos de los que él temía se le opondrían, aun si estos estaban en el Templo llevando a cabo su culto durante la Pascua. Para describir la acción mandada por el rey en la parábola, Lucas utiliza el verbo katasphágein. La idea vehiculada sería que quienes no aceptan el reino del Mesías sufrirán un destino semejante al que sufrieron las víctimas de Arquelao, incluso si siguen con sus actividades religiosas en el Templo. Schultz concluye que esto tiene sentido como el Sitz im Leben de la parábola, y que por tanto esta debería ser atribuida a Jesús y no al evangelista. Este autor argumenta, además, que la alusión a Arquelao no tendría sentido como una creación posterior, pues mientras que en tiempos de Jesús Arquelao todavía sería recordado, una generación o dos más tarde su recuerdo se habría vuelto del todo irrelevante en la política de Judea y en la memoria, por lo que apenas puede imaginarse qué propósito habría podido tener un redactor en aludir al etnarca como un tipo del Mesías, mucho menos teniendo en cuenta que sus destinatarios ni siquiera habrían oído hablar de él. La argumentación de Schultz no me parece implausible, en especial si se conecta con otras imágenes claramente violentas empleadas por Jesús para describir el destino escatológico de quienes, resistiéndose a su predicación, se opusieran al reino de Dios. Allí, después de todo, será el llanto y el rechinar de dientes. La condenación es la otra cara de la salvación, y Jesús no la imaginó –a diferencia de muchos de sus cultores modernos– como una mera “ausencia de Dios”. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 15 de Abril 2015
Notas
Escribe Antonio Piñero
Pregunta: Estoy leyendo la saga de libros "caballo de troya" de JJ Benitez, este autor afirma que dejando a un lado la ficciòn, la raiz de la historia es el resultado de varios años de su investigaciòn sobre la vida y figura de Jesús, quisiera preguntarle si ha leido algunos de estos libros y si piensa que ciertamente contienen algunos datos veridicos centrandonos en la vida de jesus y en la palestina del siglo I o de lo contrario se trata de de una novela sin datos historicos? Respuesta: Los libros de esa serie, a pesar de las afirmaciones del autor, caen plenamente dentro de la ficción. Un ejemplo parecido ocurre con Dan Brown: en su “Código da Vinci” los personajes sostienen que están profiriendo verdades científicas. Pero no es así: es pura ficción. Y en concreto el inicio de todo en “El Caballo” es una copia inteligente del material del libro de “revelaciones” Urantia, publicado en 1910, más o menos. No hay nada nuevo ue no haya salido de la mente de J.J. Por tanto, no le haga el menor caso. No tenemos documentos para sustanciar casi ninguna afirmación seria sobre la vida oculta de Jesús. Me permito recomendarle mi libro de Edit. El Olivo: “La vida (oculta) de Jesús a la luz de los evangelios apócrifos (y canónicos), Madrid 2014. Espero que le ilustre al respecto. Pr.: Quiero hacer un trabajo investigativo del qumram y quiero saver si me puedes decir unos libros que pueda utilizar para investigar. R.: Lo primero que debe hacer es leerse dos o tres veces con sumo cuidado los textos de Qumrán e intentar entenderlos. La edición española de Florentino García Martínez, Editorial Trott, Madrid, con múltiples reediciones es muy buena. Observará enseguida que, aunque entienda las palabras, no entenderá bien el sentido. Hay que saber bastante de judaísmo para entenderlo. Por tanto, lo primero que tiene que hacer es estudiar una buena historia del judaísmo de la época del Segundo Templo (desde la vuelta del Exilio hasta su destrucción en el 70), como la P. Sachi de Edit. Trotta, Madrid. Y luego leer los Apócrifos del Antiguo Testamento (Edic. Cristiandad, Madrid) y una buena introducción a estas obras como la de García Martínez, Fernández y Aranda (Edit. Verbo Divino) y entonces podrá entender algo de Qumrán. Pr.: Me interesaría conocer su opinión sobre el obra de Richard A. Horsley y Neil Asher Silberman \"La revolución del reino\". Especialmente sobre el párrafo que le adjunto: \"La aclamación de la muchedumbre al profeta Jesús que entraba cabalgando en la Ciudad santa ha sido tomada en su valor aparente, no solo por los evangelistas, sino por los posteriores comentaristas cristianos, que creyeron que la muchedumbre había reconocido a jesús de Nazaret como el verdadero rey davídico. Son embargo, está claro que -con su burro y su andrajosa ropa campesina- Jesús estaba parodiando el tipo de cortejo que debía de resultar familiar para la gente de Jerusalén\" R.: No he leído precisamente esa obra. Pero sí conozco bien a los dos autores y los tengo en alta estima. De los dos, en otros libros, he aprendido mucho. Mi opinión: esa interpretación es posible, pero jamás me atrevería a afirmar que “está clara”. Es bien conocido que había en Israel y en los profetas --lea, por favor Zacarías 9,9-- una cierta corriente pacifista que deseaba contrarrestar la opinión general de un mesías guerrero por excelencia. Dado que Jesús no rechazaba estrictamente la violencia, pero –pienso—era un personaje como Gedeón, que pensaba que el brazo de Yahvé y sus doce legiones de ángeles iban a hacer la tarea guerrera, es también posible que quisiera mostrar que tenía una idea del mesianismo parecida a la del texto de Zacarías. Pr.: Esta vez te consulto, para que me informes, sobre que escrituras citaba Jesús, si las escrituras hebreas o la traducción griega. Según he leído y si no recuerdo mal, Emanuel Tov ha demostrado, que la Septuaginta aunque traducida para los judíos de la diáspora, también debió circular en Judea. Personalmente deduzco por la personalidad nacionalista de Jesús y su procedencia de Galilea, que el profeta judío apocalíptico debió utilizar las escrituras hebreas. Aún así, en algunos foros veo con frecuencia, que se afirma, que Jesús citaba la Septuaginta. ¿Que dicen los académicos al respecto? R.: Desde luego circulaban los LXX en Israel y probablemente eran usadas por las sinagogas de los judíos helenistas en Jerusalén, que –según Hechos—estaban fundadas por ellos y para ellos. Y es también muy posible que Jesús supiera griego. No tenemos por qué dudar de que era “un carpintero”, un artesano de la madera en general, y que sus clientes podían sr griegos. Pero pensar que Jesús utilizaba las Escrituras en griego es una hipótesis que saca las cosas no dichas explícitamente en los Evangelios de su quicio normal. Y por tanto esas hipótesis anormales no basta con enunciarlas. Hay que probarlas. Mientras tanto, lo usual en Israel en ese momento será lo probable en la interpretación, es decir, se guía el exegeta por el contexto judío-galileo probable. Desde esta óptica parece muy poco probable que en un ambiente piadoso, galileo, de lengua aramea, etc., Jesús utilizara el griego para las Escrituras. Además, hay libros que “demuestran” o que “hacen posible” que Jesús incluso discutiera de las Escrituras en hebreo como era lo usual en la época entre os estudioso. Por ejemplo, Jesús hace un juego de palabras entre “ben”, “hijo” en hebreo y “eben”, “piedra” en el pasaje de Mc 12,10: “¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?»” cuando cita este texto en el contexto de la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12,1ss) en donde el mesías = Jesús es llamado “hijo” (ben) que luego se transforma en la piedra angular de Israel (eben). Este juego de palabras solo se puede hacer en hebreo”. Pr.: Quería consultarle sobre una palabra griega. En el pasaje de Apocalipsis, 3:10, hay una diferente traduccion segun la version. Alonso Shokels, Nacar Colunga, traducen te guardare en la prueba. Reina Valera 60 traduce te guardare de la prueba. Si hacemos las 2 aplicaciones tendriamos 2 significados: Te guardare dentro de la prueba. Te guardare de (quitandote) de la pruba. La version Peshita traduce: Te guardare durante la prueba. (similar a Shokels y Nacar Colunga) Si vamos al griego aparece la particula ek. Don Antonio, ek se puede traducir de las 2 maneras? Te guardare de la prueba y te guardare en (durante) la prueba, o solo admite una traduccion? R.: Para mí y hasta ahora, en conjunto, el comentario al Apocalipsis más completo y maravilloso que he visto es el de R. H. Charles, de 1920 (Intenational Critical Commentary de T & T Clark, Edimburgo). Por él me guío siempre. Su traducción es “ I also will keep thee from the hour of tribulation”. La traducción de la Peshitta, al ser el siríaco tan parecido al arameo de Galilea, también merece una gran consideración. En este caso, si se entiende bien el texto no hay contradicción expresa. El vidente considera que una gran prueba, consistente en daños, enfermedades plagas, va a caer sobre toda la tierra, habitada en general por increyentes y que “durante esa prueba”, el Santo y el Verdadero (el Cordero divino) mantendrá a sus fieles fuera de ella. En sí no quiere decir que les eliminará los malos ratos de la prueba, sino que esos malos ratos no les llevarán a apartarse de Dios y su Cordero. Entonces en ese sentido puede entenderse también los “guardaré de la prueba”. En síntesis, ambos sentido son posibles pero es mejor traducir “de la prueba” porque en griego, y en el otro caso en el sale esta construcción, Evangelio de Juan 17,15, tiene este sentido de “sacar de”. En griego normal la preposición “ek” siempre es “de desde”, con la idea de sacar algo de algún sitio. Pero, a la vez, compárense los dos textos y se verá, que Dios no saca del mundo a sus fieles, pero sí los saca de la prueba, es decir, no deja que caigan en la tentación de Satanás mientras están inmersos en el tiempo, durante la prueba. Pr.: ¿En tiempos de Pablo los judíos hablaban hebreo? Hasta donde llegan mis conocimientos, se hablaba arameo y el hebreo era usado en las sinagogas para la lectura de los textos sagrados. ¿Es así? Pablo, ¿hablaba al pueblo judío en hebreo? tal cómo lo señala Hechos de los apóstoles? Pr.: Nos consta que el pueblo en Israel hablaba arameo en tiempos de Jesús. Y la clases altas también. Ello fue el resultado de más de doscientos años de dominio persa, que utilizaron el arameo como lengua oficial de la parte occidental de su imperio. Por eso existía en las sinagogas el meturgemán = trujamán, que traducía al arameo las Escrituras. Y por eso tenemos los targumes que son esas traducciones y que son precisos para nosotros porque sus versiones están llenas de cambios pequeños, eliminaciones, adiciones, etc., que nos indican el pensamiento teológico de la época Y nos consta también que las Escrituras se leían en hebreo en las sinagogas. Exactamente igual que hoy día en Grecia la gente habla un griego demotikí, que se diferencia bastante del griego clásico, pero el Nuevo Testamento se lee en griego antiguo. El hebreo, ciertamente se empleaba para discutir sobre las Escrituras y para escribir, a veces, sobre ella. Eso ha hecho que la Misná se haya conservado en hebreo y que tras muchos siglos el estado de Israel actual haya podido resucitarlo y actualizarlo, enseñarlo en las escuelas y hacerlo un idioma moderno. El problema con los Hechos es que los antiguos griegos no distinguían entre hebreo y arameo (les sonaba casi a los mismo) y empleaban para los dos el mismo adjetivo: hebraistí. Por eso cuando Pablo habla hebraistí al pueblo de Jerusalén (Hch 21,40) probabilísimamente se trata de arameo. La diferencia entre una lengua y otra en la época sería es como la del castellano y el gallego clásico-universitario. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Martes, 14 de Abril 2015
Notas
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía XI Frente a la idolatría, la religión verdadera Pedro abunda en consideraciones sobre la insensatez de la idolatría y en los perfiles absurdos en los que se mueve. De nuevo alude a la acción de la serpiente, que engaña al hombre para desviarlo del amino recto que conduce a la salvación. El apóstol hace un recuento de las doctrinas y de los detalles que componen el conjunto de la religión verdadera. “En la religión de Dios, se predica que se debe vivir sobriamente, ser casto, dominar la ira, no sustraer lo ajeno, vivir justamente, moderadamente, con firmeza, mansamente, contenerse a sí mismo en las necesidades, más que cuando no se tiene nada saciarse injustamente quitando lo de otro” (Hom XI 15,2). La respuesta de la idolatría Con relación a los llamados dioses, sucede prácticamente lo contrario. Los idólatras acuden a los lugares designados para ellos, se embriagan gustosamente y encienden altares, cuya grasa atrae a los espíritus ciegos y sordos hasta el lugar del olor. De este modo, algunos de los que están allí se saturan de furores entusiastas, otros de absurdos alimentos, otros se dedican a la lascivia y otros al robo y al homicidio. Pues entonces el vapor de la sangre y la libación de los vinos embotan a los espíritus impuros, que están ocultos dentro de ellos y provocan que sientan gusto en aquellas cosas, que los envuelven de fantasías falsas en sueños y los castigan con miles de sufrimiento; los embriagan gustosamente y encienden altares, cuya grasa, atrae a los malos espíritus. Todo esto explica los variados desvíos de los que practican los cultos vanos a los ídolos. La realidad es que el vapor de la sangre y la libación de los vinos embotan a los espíritus impuros, que están ocultos en lo más íntimo de los idólatras. Los idólatras bajo el poder de los demonios Con variadas excusas de supuestas ofensas, o necesidad, amor, ira o tristeza los malos espíritus ahogan a los idólatras con un lazo o con agua, los arrojan de un precipicio y les quitan la vida mediante suicidio, apoplejía o cualquiera otra dolencia. Los demonios emplean todo su furor y sus estrategias para perder a la humanidad. Pero los hombres tienen a su disposición el poder de Dios y la capacidad de su libre albedrío para rechazar la acción de sus enemigos. La virtud capaz de llevarlos al triunfo es la piedad, que no es otra cosa que el cumplimiento de la Ley. La piedad como solución Frente a los que suponen que hay también hombres piadosos que caen en semejantes padecimientos, Pedro afirma que esto es imposible. Pues “el piadoso con Dios, de quien hablo, es aquel que realmente lo es, no el que solamente lo es de nombre; pero el que realmente lo es cumple perfectamente las disposiciones de la ley que se le ha entregado” (Hom XI 16,2-3). Si uno obra impíamente, no es piadoso. De la misma manera, si un extranjero cumple la Ley, es judío; si no la cumple es griego. El concepto de piedad es la actitud correcta en las relaciones del hombre con Dios, proclamadas en el texto de la Ley. Sigue diciendo Pedro que el judío que cree en Dios cumple la Ley, y por la fe en ella, aleja incluso los otros padecimientos por semejantes y pesados que sean como montañas. Pero el que no cumple la Ley, por no creer en Dios, se convierte evidentemente en desertor; y de ese modo, al no ser judío es pecador; y por su pecado es víctima de los sufrimientos preparados para castigar a los pecadores. El conocimiento o la ignorancia de la verdad Es evidente que los judíos tenían unas normas expresas y proclamadas con absoluta claridad en el texto de la Ley dada por Dios a Israel por medio del profeta Moisés. En opinión del Pseudo Clemente, la fidelidad a la letra de la Ley es el cumplimiento de la justicia exigida por Dios. Entre los judíos y los griegos se da esta diferencia esencial, que también puede afirmarse como conocimiento de la verdad frente a la ignorancia. Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Domingo, 12 de Abril 2015
Notas
Escribe Raúl González Salinero
Retomamos hoy el tema de las persecuciones de cristianos en el Imperio Romano y en concreto el tema de la condena a morir desgarrado por las fieras en el anfiteatro, iniciado unas semanas atrás El surgimiento del fenómeno de los martirios voluntarios despertó en el mundo pagano cierta repugnancia hacia una doctrina que supuestamente consentía e incluso fomentaba una conducta fanática, reprobable y dañina según el sentir general. Ante este peligro, pronto surgieron entre los apologistas protestas e improperios en contra de esta práctica, como ya señaló Ramón Teja, en su artículo «Morts amor: la muerte voluntaria o la provocación del martirio entre los primeros cristianos (siglos II-IV)», en F. Marco Simón, F. Pina Polo y J. Remesal Rodríguez (eds.), Formae mortis: el tránsito de la vida a la muerte en las sociedades antiguas, Universitat de Barcelona (Col. Instrumenta 30), Barcelona, 2009, pp. 133-142. atribuyendo su existencia solo a la desviación doctrinal y, por tanto, tratando de establecer falsamente una correspondencia entre el martirio intencionado y las herejías (principalmente el marcionismo y el montanismo) y de hecho, según puso de manifiesto Daniel Boyarin, el martirio sirvió para reforzar las «apologías» dentro de los diferentes grupos cristianos: los montanistas reivindicaron un gran número de martirios como evidencia de que el espíritu profético del poder divino residía en el seno de su iglesia. Así, Hipólito de Roma trató de desprestigiar a su rival, Calixto, asegurando que había sido en realidad un mártir voluntario y, por tanto, falso (Refutación de todas las herejías, IX, 12, 1-9). Las propias actas del martirio de Policarpo se abren con otro falso mártir, Quinto de Frigia (cap. 4), un emigrante del que se insinúa su carácter herético (quizás montanista), quien, tratando de buscar la muerte voluntaria, terminó por renegar de su fe cristiana tras observar de cerca a las fieras salvajes. Y, sin embargo, tal y como ha demostrado G. E. M. de Ste. Croix, (en su obra Christian Persecution, Martyrdom, and Orthodoxy (ed. M. Whitby y J. Streeter), Oxford University Press, Oxford, 2006, pp. 153-200 (esp. pp. 130, 153 y 183) el problema de los martirios voluntarios (a los que, no lo olvidemos, los propios apologistas pudieron haber incitado de forma inconsciente a través de la ferviente exaltación del martirio presente en sus narraciones) afectó por igual a los grupos cristianos ortodoxos. No habría que olvidar tampoco que las narraciones martiriales se sitúan invariablemente dentro de un contexto procesal determinado y que, dependiendo de la cercanía o distanciamiento respecto a la realidad jurídica del momento, su grado de verosimilitud podrá también, en consecuencia, reforzarse o resentirse. Es cierto que, por sus características intrínsecas, algunos Acta Martyrum pueden contribuir en ciertos detalles a un conocimiento más preciso de los procesos judiciales; sin embargo, tan solo una minoría de estos relatos (difícil, por otro lado, de individualizar) pudo apoyarse en copias oficiales de los procesos legales seguidos contra los cristianos. Para poder discernir aquellas partes que presumiblemente responden con mayor probabilidad a un contexto jurídico verosímil, habrá que detectar con claridad, tal y como ha señalado Gonzalo Bravo, aquellos elementos que no se avienen en absoluto con la práctica procesal romana, tales como los exordios, presentaciones, dedicatorias, diálogos de contenido apologético. Resulta imposible admitir, por ejemplo, la veracidad de los diálogos que, según algunas actas martiriales, mantenían los condenados con la multitud que asistía al anfiteatro, habida cuenta del ruido, a veces ensordecedor, que se producía durante todo el espectáculo. También parecen legendarias las descripciones detalladas y ensalzadas del martirio, así como la inclusión de sueños, visiones o milagros (miracula y prodigia). Los procesos verbales oficiales registrados por un agente judicial (en latín exceptor o commentariensis) encargado de anotar las preguntas y respuestas durante la vista, aparecen redactados casi taquigráficamente, con una ausencia total de artificios literarios; en ellos se hacen constar, entre otros datos, la fecha, el lugar, la identificación del acusado, el interrogatorio, la sentencia, la publicación y la ejecución. A veces se ha considerado como un hecho cierto la conservación perenne de estos documentos y la posibilidad de que los cristianos pudieran haber accedido a su compra (como se afirma literalmente, por ejemplo, en la Pasión de Probo), «algo que una sana crítica histórica y hagiológica ―comenta P. Castillo Maldonado― ha venido a desmoronar» (como afirma en su obra Cristianos y hagiógrafos. Estudio de las propuestas de excelencia cristiana en la Antigüedad tardía, Signifer, Madrid, 2002, p. 101). Ahora bien, aun suponiendo que algunos cristianos hubiesen conseguido excepcionalmente copias de los procesos o que hubiesen sido testigos de los mismos y que sus revelaciones de ciertos detalles de las fórmulas judiciales se pudiesen aproximar más o menos a la realidad (existe una carta de Dionisio de Alejandría mencionada por Eusebio de Cesarea, en la que su remitente hacía referencia a los informes del tribunal de L. Mussius Aemilianus, un proceso que él mismo había presenciado), una comparación profunda con las copias de los procedimientos legales de la administración romana en Egipto conservadas en papiro denota en la mayoría de los casos diferencias sustanciales, debidas sin duda a la reproducción desvirtuada de los mismos por necesidades retóricas o a la modificación e invención de todo el proceso en favor de la dramatización narrativa que exigía este tipo de literatura. Llama la atención en este sentido que, salvo alguna excepción (por ejemplo, el proceso seguido in secretario contra los mártires escilitanos), casi siempre, el desarrollo del proceso descrito por las actas de los mártires con anterioridad a mediados del siglo III no compagina bien con el espíritu de las disposiciones de Trajano (en las que se exigía el nombre de un acusador para admitir la causa), de forma que podría afirmarse que nos hallaríamos, de facto, ante el relato de procesos claramente ilícitos, algo inconcebible (al menos en tantos casos) para el ordenamiento judicial romano. Tampoco deberíamos pasar por alto el hecho de que muchas titulaturas o funciones administrativas reflejadas en las actas de los mártires no concuerdan con la documentación epigráfica de la época y que a veces se cometen anacronismos como la acumulación de funciones (praeses = “presidente” et praefectus; rector et praeses; iudex, praefectus et praeses) que en ese momento debían estar ya separadas, así como la mención de cargos oficiales raros o insólitos dentro del contexto procesal (augustalis, domesticus, comes, dux, tribunus legionis). En la propia base jurídica de las persecuciones contra los cristianos podemos percibir que el simple reconocimiento del nomen christianum y, por tanto, de la pertenencia a una religión proscrita, predisponía en contra a las autoridades imperiales y provinciales, que gozaban de la prerrogativa para impulsar procesos penales que podían conducir al martirio y a la ejecución pública de los acusados de lesa majestad, como indica el famoso historiador Theodor Mommsen, Derecho penal romano (trad. P. Dorado), Temis, santa Fe de Bogotá, 1999 (orig. Leipzig, 1899), p. 364, que se reafirmaran en su creencia cristiana rechazando la apostasía y, con ello, toda posibilidad de salvar la vida. En derecho romano la aplicación de las penas dependía de la categoría social del reo: los ciudadanos romanos culpables de un delito merecedor de la pena capital eran normalmente condenados a la decapitación por la espada (poena capitis ad gladium), mientras que los demás podían recibir la sentencia de una muerte agravada. Después de la Constitutio Antoniniana (212) este esquema dependiente del status social se conservó respecto de los considerados como honestiores (aristocracia, funcionarios y autoridades cívicas), y los que recibían el nombre de humiliores. Estos últimos, como antes los que no poseían la ciudadanía romana, podían ser condenados a morir en la hoguera (vivi crematio), en la cruz (damnatio in crucem) o ad bestias en el anfiteatro, como se reconoce, por ejemplo, en la Carta de las iglesias de Lyon y Vienne conservada por Eusebio de Cesarea (Historia Eclesiástica, V, 1, 48). Las torturas aplicadas a los procesados, que aparecen descritas de forma tan refinada en las actas de los mártires, eran en estos casos habituales y constituían una parte importante del procedimiento jurídico (quaestio). La damnatio ad bestias, el ser arrojado a las fieras, era realmente una forma de ejecución terrible que, junto con la crucifixión, la hoguera y la poena cullei (saco de cuero donde se encerrda a los condenados y se los arrojaba al mar), entraba dentro del conjunto de los denominados summa supplicia, una categoría que conllevaba un agravante de la pena de muerte por delito público, como indica el Digesto, 48, 19; 8; 13; 29; 31. Los condenados a este tipo de muertes eran denominados genéricamente con el término técnico de noxi o dañinos. Dando por hecho que los cristianos se encontrarían invariablemente entre ellos, una amplia parte de la historiografía ha supuesto que la sentencia para los miembros de esta secta nova et malefica no podía ser otra que la pena de muerte agravada, es decir, la aplicación de alguna modalidad de summa supplicia, destacando especialmente la damnatio ad bestias. Ahora bien, como ha demostrado T. D. Barnes, no existen pruebas fidedignas en las fuentes antiguas que demuestren que los cristianos fueran ajusticiados por medio de la crucifixión (aunque hay otros autores como D. Potter que defienden la postura contraria); y las condenas a la hoguera y especialmente a las fieras en el contexto de los munera, aunque sin duda existieron, fueron excepcionales en comparación con las ejecuciones por decapitación. De hecho, estas últimas fueron abrumadoramente mayoritarias a pesar de que, como en el caso de los mártires escilitanos, los cristianos fuesen reos de muerte agravada. Además, no habría que olvidar que, como ha admitido la investigación actual, en las comunidades cristianas «estuvieron representados los diferentes estamentos de la sociedad romana, también los círculos de mejor posición social, y en algunos casos incluso los miembros de la aristocracia senatorial» tal como han señalado ilustres historiadores entre ellos G. Alföldy. En estos últimos casos no había duda de que la aplicación de la sentencia capital sería por medio de la espada. He aquí las formas de pena de muerte aplicadas a los cristianos que registran las fuentes martiriales de cuya base histórica no parecen existir dudas según el consenso historiográfico actual: Martyres espada fuego fieras otras Policarpo X Germánico (en las Actas de Policarpo) X Carpo, Papilo y Agatónica X X Justino y otros X Mártires de Lyon X X Mártires escilitanos X Apolonio X X Perpetua y Felicidad X Pionio X Dionisio de Alejandría y otros X Cipriano X Maximiliano X Marcelo X Julio, el veterano X Félix X Agape, Irene y Quionia X Euplo X Fileas X Como puede observarse de 21 casos (algunos múltiples) conservados de Acta Martyrum 10 fueron ejecuciones por espada, 4 por la hoguera, otros 4 por torturas varias y solo 3 condenados a las fieras. El próximo día concluiremos. Saludos de Raúl González Salinero y A. Piñero
Domingo, 12 de Abril 2015
Notas
Escribe Antonio Piñero
Pregunta: Los señores Earl Doherty y Frank R. Zindler, fundamentan la teoría del MITO CRISTO o Mito de Jesús, con dos argumentos que paso a mencionar: 1.- Una conspiración de silencio: En la literatura del siglo I, excluidos los evangelios, apenas hay referencias a la actividad de Jesús. Ninguno de estos textos registra sus enseñanzas, sus milagros ni el proceso que llevó a su ejecución. Earl Doherty llama a esto, de forma irónica, «una conspiración de silencio». 2.- Errores de tipo geográfico y sociocultural de la Palestina del I siglo, evidenciados en ciertos relatos evangélicos (evangelios sinópticos), los que de paso revelan que los evangelistas NO fueron en definitiva testigos oculares de los hechos, sino simples coleccionistas de historias, pues no eran judíos de pura cepa, ni tampoco vivieron en la Palestina de antes de la destrucción del templo (año 70 d.c.). Respuesta: ¡Esos señores acaban de descubrir el Mediterráneo!! Bien considerados, los argumentos son simplistas y diría que hasta estúpidos y son archiconocidos. A. Naturalmente: Jesús pasó desapercibido casi totalmente para el imperio de la época. Si hubiera tenido un periódico global, no sé si a muerte de tres insurrectos en la levantisca Palestina, habría suscitado un mínimo comentario de dos líneas en la página final. ¿Y qué? ¿Acaso otros personajes históricos de los que nadie duda dejaron alguna huella o comentario sobre ellos más que una simple mención, como es el casi –sin lugar a duda—del Testimonio de Flavio Josefo, tan negativo respecto a Jesús, una vez depurado de las glosas de escribas cristianos. O el mismo de Suetonio, bien analizado, o incluso el de Tácito, a pesar de las discusiones… B. ¡Otro Mediterráneo! Ya sabemos que los evangelios no son el producto de testigos oculares. ¿Acaso lo fue Tito Livio de lo que narra de la historia de Roma? Y por supuesto que comenten errores geográficos. Pero bien leídos, y separando las dos figura superpuestas que en ellos se dibujan sobre un mismo personaje –la de un rabino, o maestro de la Ley fracasado-- y su idealización posterior como mesías celestial, proporcionan informaciones históricas impagables. Un ejemplo: casi todo lo que sabemos del fariseísmo anterior al año 70 lo debemos a los evangelios, El que no haga esta distinción, el que no tenga en cuenta que la figura de Jesús fue repensada e idealizada y reescrita, pero conservando la base histórica del rabino fracasado y casi ignoto fue el Jesús galileo, le costará mil dolores de cabeza explicar no solo la redacción de los evangelios, sino la figura de Pablo y todo el cristianismo posterior. Pr.: ¿Usted que tipo de lectura me recomendaría para avanzar en el conocimiento de las escrituras sobre todo del Nuevo Testamento (desde un punto de vista critico/religioso)? ¿Que opina acerca de la biblia Peshitta en comparación con otras biblias? R.: Yo le recomendaría la que creo la mejor de mis obras hasta el momento, en este sentido: “Guía para entender el Nuevo Testamento”, Editorial Trotta, 4ª edic. 2011. Hay versión electrónica. La Peshita nada tiene que ver con las Biblias modernas. Se trata de la más antigua versión al siríaco del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. Es del siglo III y sus lecturas en el Nuevo Testamento sirven, y a veces, mucho como confirmación de lecturas dudosas de los manuscritos griegos. Para Usted no le va a servir de nada para lo que Usted pretende, aunque como el arameo de Galilea, la lengua materna de Jesús, es lo más parecido que hay al siríaco, algunas de las retrotraducciones (a partir del griego) de palabras de Jesús pueden parecerse relativamente a lo dicho en arameo por Jesús. Hice una reseña en mi blog (utilice el Buscador empleando una sola palabra clave) del libro de Abdelmunin Aya, “El arameo en sus labios. Saborear los cuatro evangelios en la lengua de Jesús”, de Fragmenta Editorial, Barcelona 2013, que hace reconstrucciones de sentencias famosas de Jesús a parir del árabe clásico y del arameo de la Peshita. Pr.: Hola. Según Heródoto, los egipcios eran negros. Si no me equivoco, en sus libros usa la palabra \"melanos\" o algo parecido (lo siento, no sé griego) para referirse a ellos. ¿Es así? Por otro lado, ¿el Cam que aparece en la Biblia era negro o blanco? R.: “Mélanos” en griego significa negro, ciertamente; de ahí “melanina”. Pero también tostado, ennegrecido por el sol. Puede por tanto, referirse a eso último. En hebreo Cham, significa “cálido o caliente”, raíz “chmm”. Es posible que el egipcio/copto Kem tenga algo que ver con ese vocablo habreo, y ciertamente en egipcio significa “negro”, pero también “tostado por el sol”. El Cam de la Biblia (Génesis, episodio de la desnudez de Noé) era ciertamente blanco para los hebreos, pues era hijo de este patriarca. Pr.: Usted me puede explicar cómo fue la historia del bautismo, de donde viene realmente ese rito, sé qué es, de Juan el Bautista pero porque la iglesia católica bautiza a los niños, cuál es la historia de este ritual. Gracias. R.: Siento no haberme ocupado de la historia del bautismo, porque se sale de mi ámbito de concentración de trabajo. Los datos del Nuevo Testamento los tiene Usted en un buen Diccionario de la Biblia como los comentados por mí n el Blog de la Editorial Herder, de Sal Terrae o de Clíe. Si le es posible, vaya a una buena biblioteca teológica (Seminario o Universidad) y busque un diccionario de teología. O lea "Conceptos fundamentales del cristianismo" (editor J. J. Tamayo) de la Editorial Trotta, 2ª edic. reformada, que le informará completamente. Pr.: ¿A qué se debe esa "ocultación" de la herencia que los egipcios legaron a los griegos? Quiero decir que se considera al Hélade la cuna de la civilización europea, pero gran parte de lo conseguido por los griegos es ¡egipcio! Tanto en arte como en ciencia. Todos los sabios griegos beben del conocimiento egipcio. R.: Los griegos jamás ocultaron nada. Platón, por ejemplo, siempre dijo que la sabiduría venía de Egipto. Pero en general los griegos no concretaban, o lo hacían muy vagamente qué es lo que habían tomado de los egipcios. De hecho, luego la remodelación de esa sabiduría fue tan portentosa por parte de los griegos que se puede decir que es propia. Hoy día los libros sobre la sabiduría egipcia abundan, a veces demasiado y con poco conocimiento de causa. Pr.: ¿ En donde aparece Jesús resucitando a Lázaro que tiene 4 días de muerto, no cree usted que el evangelista fallo en ese relato. Primero, ¿por qué si Lazaro ya estaba muerto, entonces, quiere decir que estaba en el reino de Dios, por qué Jesús lo resucita si él predicaba el reino de los cielos? Además para un Judío creerse un Dios era algo blasfemo. R.: • Lea bien el Evangelio de Juan capítulo 12 y usted mismo se responderá si el evangelista falló o no. Además, la inmensa mayoría de los investigadores cree que esa resurrección no es histórica. Pertenece al fono legendario de “tradiciones” que tenía la comunidad que está detrás de los diversos autores de ese evangelio. Y el conjunto del texto le da un significado altísimamente teológico y simbólico que usted captará si lee despacio. Le recomiendo el Comentario al Evangelio de Juan de Raymond E. Brown, de Edit. Verbo Divino. En conjunto es el mejor que conozco y está traducido al español. • No estaba en el reino de Dios, que para los judíos y para Jesús también era en la tierra de Israel , al menos en su primera fase. Además, las almas, según los judíos de la época, separadas del cuerpo, estaban en el Hades/ Sheol esperando el juicio. • Lo resucita para seguir en esta vida hasta el juicio definitivo y para demostrr el poder de Jesús. • Para el Evangelio de Juan Jesús no se creía Dios; era Dios y en él se había encarnado el Logos, o palabra divina. Lea, por favor, el comienzo del Evangelio. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 11 de Abril 2015
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Entre las innumerables víctimas de nuestro tiempo –víctimas de los déspotas y tiranos del mundo, de las grandes potencias y sus ejércitos e intereses económicos, de los grupos armados (a los que suelen proveer en última instancia las grandes economías del mundo), de los mercados sin escrúpulos, de la barbarie de toda laya (que se disfraza de muchas maneras, no pocas de ellas civilizadas)– no debe olvidarse a los miembros de diferentes religiones, que allí donde son minoría están siendo perseguidas de la manera cruel y cobarde que caracteriza a las hordas humanas cuando se hallan en superioridad numérica o de fuerza y necesitan canalizar en alguien su resentimiento, su imbecilidad y sus pulsiones más destructivas. Entre ellas se encuentran los yazidíes o los Bahai, pero cada vez más los cristianos. Es particularmente en algunos países de Oriente Próximo y del África islámica donde, como es sabido, los cristianos de distintas confesiones están siendo actualmente víctimas del avance del así llamado “Estado Islámico” y de las bandas armadas de yihadistas, como muestran por ejemplo los casos conocidos de los coptos decapitados en Libia o los 147 cristianos ametrallados en Kenia por el grupo somalí al Shabab. No hace falta añadir que estos sucesos –cuyo previsible destino parece ser el agravamiento progresivo (se calcula que en 2014 fueron asesinados en virtud de sus creencias religiosas unos 4.300 cristianos, más del doble que en 2013)– solo pueden ser contemplados con la mayor repugnancia. Y a los muertos hay que sumar los desplazados y los presos, a veces en situación de práctica esclavitud. En estas circunstancias terribles, resulta oportuna la convocatoria de unas jornadas –“Oriente cristiano y mundo árabe”-, organizadas conjuntamente por la Universidad San Dámaso y la Casa Árabe de Madrid, dedicadas al conocimiento del pasado, el presente y el futuro de las comunidades cristianas del Próximo Oriente, que contarán con la participación de estudiosos occidentales y expertos y miembros de las Iglesias orientales. El marco geográfico contemplado abarca Egipto, Líbano, Siria, Turquía, Iraq y Palestina. Las jornadas se desarrollarán del 15 al 17 de abril en Madrid, auditorio de Casa Árabe (c/ Alcalá, 62), desde las 10h. del miércoles 15 hasta las 13 h. del viernes 17. La asistencia es gratuita, aunque hace falta una inscripción previa. Para asistir es necesario inscribirse enviando un correo electrónico con el asunto "Oriente cristiano y mundo árabe" al siguiente email: confirmaciones@casaarabe.es. No es obligatoria la asistencia a todas las sesiones. En el siguiente enlace pueden obtener más información y descargar el programa del seminario: http://www.casaarabe.es/eventos-arabes/show/oriente-cristiano-y-mundo-arabe Saludos cordiales de Fernando Bermejo Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Viernes, 10 de Abril 2015
Notas
Escribe Antonio Piñero
Tengo que reconocer, y enmendar, un gazapo involuntariamente deslizado en el artículo “¿Estuvo Jesús en Cachemira? ¿Cree Usted que Zoroastro existió?“ Compartir” (76) de 1 de marzo de 2015. Preguntas y respuestas”. Una lector muy amable y oportuna me escribe: “Hola Sr Piñero. Soy una gran seguidora y admiradora de su obra e investigación desde hace años . En este post. O postal como usted dice, me ha sorprendido un comentario que usted le hace a una persona que le pregunta sobre Flavio Josefo (copio y pego ): "Y Pablo en Gálatas 1-2 habla de Santiago el hermano del Señor en sentido físico. Parece imposible que Pablo no supiera que Jesús era un puro mito literario. " Lo que me ha sorprendido es que aquí parece Usted reconocer que Jesús es puro mito literario, y sin embargo, siempre le he oído decir que cree que Jesús existió en el tiempo , el espacio , y la historia. ¿Cómo se conjuga esto ? Gracias de antemano. Un saludo. Respuesta: Muchas gracias por descubrir esta inmensa y notable errata en mi postal "¿Estuvo Jesús en Cachemira? ¿Cree Usted que Zoroastro existió? “Compartir” (76) de 1 de marzo de 2015. Preguntas y respuestas" Efectivamente dice: “Y Pablo en Gálatas 1-2 habla de Santiago, el hermano del Señor, en sentido físico. Parece imposible que Pablo no supiera que Jesús era un puro mito literario”. Debe decir: “Y Pablo en Gálatas 1-2 habla de Santiago, el hermano del Señor, en sentido físico. Parece imposible que Pablo no supiera que Jesús NO era un puro mito literario”. El argumento es: cuando Pablo habla del hermano del Señor, que controlaba la “iglesia” o comunidad de Jerusalén, muy poco tiempo después de la muerte de Jesús –unos dos o tres años—no duda un segundo de que él fue a la capital a ver a Pedro y de paso a Santiago, y en ningún momento se le ocurrió pensar que Santiago era hermano de un mito literario, sino de un personaje de carne y hueso ya fallecido y que era el Maestro de todos, Jesús. Y G. Puente Ojea, que es quien ha insistido en este argumento, añade que se ha dicho de todo respecto a Pablo, pero jamás que estuviera tan chiflado como para hablar con “el hermano de un mito literario” (El texto exacto está en el libro conjunto, editado por mí, “¿Existió Jesús realmente?” de 2010, Edit. Raíces. Madrid). Saludos, Antonio Piñero
Jueves, 9 de Abril 2015
Notas
Escribe Antonio Piñero
Pregunta: He leído algunas obras de sociología sobre la Palestina del siglo I, y todas ellas parecen estar de acuerdo en reflejar una gran, incluso una enorme, distancia social entre la sociedad rural y la sociedad urbana de aquella época. Si ello es cierto, da la sensación de que en aquellos tiempos se necesitaría un enorme esfuerzo para “saltar” de una sociedad rural a otra urbana. Eso parece que fue lo que consiguieron los primeros discípulos de Jesús tras la muerte de este al crear una comunidad en la ciudad de Jerusalén, teniendo en cuenta que la vida pública de Jesús se desarrolló, fundamentalmente, en el área rural de Galilea. En su opinión, ¿cómo estos primeros discípulos originarios de la Galilea rural lograron dar ese enorme salto y crear una comunidad urbana en Jerusalén? Respuesta: En realidad pensamos que tenemos datos suficientes (la presunta existencia de la llamada "Fuente Q" y lo que se halla en la base del Evangelio de Juan) que hubo otras dos comunidades cristianas primitivas que no se reunieron en Jerusalén, sino en Galilea y Samaria (ésta bastante más tarde, ciertamente) respectivamente. La razón de que algunos de los seguidores de Jesús decidieran pasar de Galilea a Jerusalén, es decir, meterse en la boca del lobo fue sencillamente la creencia firme de que, según la revelación de Zacarías 14,1-4: “He aquí que viene el Día de Yahveh en que serán repartidos tus despojos en medio de ti. Yo reuniré a todas las naciones en batalla contra Jerusalén. Será tomada la ciudad, las casas serán saqueadas y violadas las mujeres. La mitad de la ciudad partirá al cautiverio, pero el Resto del pueblo no será extirpado de la ciudad. Saldrá entonces Yahveh y combatirá contra esas naciones como el día en que él combate, el día de la batalla. Se plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de Jerusalén, al oriente, y el monte de los Olivos se hendirá por el medio de oriente a occidente haciéndose un enorme valle: la mitad del monte se retirará al norte y la otra mitad al sur”, Jesús mesías, ya resucitado y confirmado por Dios como Jesús y mesías vendría muy pronto a instaurar el reino de Dios y que todo comenzaría en Jerusalén. Por tanto, estar allí –trsladarse desde Galilea a la capital aunque conllevara riesgos-- suponía situarse en primera fila del futuro Juicio Final y del comienzo del reino de Dios. Es posible que algunos de los seguidores de Jesús, como la familia de Juan Marcos, tuvieran casa en Jerusalén. Según Hch 1,13-14, debía de ser bastante grande como para albergar a unas 120 personas en oración que suplicaban a Dios por la vuelta rápida del mesías y la restauración del reino de Israel (Hch 1,6), que es el inicio del reino de Dios sobre una tierra restaurada, una nueva tierra y un nuevo cielo. Pr. "¿Es realmente cierto que Elías, cuando venga primero, restaurará todas las cosas?"Comentario de Joel Marcus a Mc 9,9-13 (IV) (199-04) Como se llamara el ultimo Elias??. Quien sera su madre, como se llamara??. En que pagina o video lo dice el Papa Francisco o Benedicto, que vendra Elias??. R.: Eso es lo que creían los judíos del siglo I. Y no necesitaba madre alguna, porque Elías, según la tradición, no había muerto, sino que había sido trasladado al cielo vivo, como Melquisedec, por ejemplo. También pensaban que, sin bajar él personalmente del cielo a la tierra, podía enviar su espíritu sobre cualquier profeta de los tiempos finales para que preparara la venida del Mesías. Los seguidores de Jesús pensaron que Juan Bautista era en realidad era ese profeta dentro del cual se había instalado el espíritu de Elías, era el Elías esperado realmente. Y otros de los que oyeron a Jesús pensaron igualmente de Jesús, a saber que no era el mesías sino el precursor o preparador de la venida del reino de Dios. Pr.: Hace unos pocos años la editorial Sal Terrae publicó un diccionario de la biblia bastante completo del cual leí una reseña en su propio blog. Me gustó el diccionario, sin embargo me llamó la atención la entrada que se refiere a la fuente Q. Aún admitiendo que la fuente Q técnicamente es una hipótesis, dicha entrada del diccionario parece dar a entender como si recientemente hubiera sido puesta en tela de juicio su existencia. ¿Puedo preguntarle a usted, como filólogo, en qué estado de "credibilidad" está actualmente la fuente Q? R.: Siempre fue puesta en duda. Y seguirá siéndolo. La historia de la investigación es pendular. Mi opinión al respecto es que es la mejor de las hipótesis posibles. Las dudas sobre la "Fuente Q" van unidas a la resolución de las dificultades sobre cómo explicar los parecidos y diferencias entre los Sinópticos. Y en este casi casi siempre se niega la hipótesis de la "Fuente Q" para defender que el primer Evangelio fue Mateo (hipótesis ya antigua de Griesbach) y que Marcos abrevió a Mateo. Y esta solución no me gusta nada. Pr.: Creo que en el siglo I, y bajo la influencia de Roma, la esclavitud estaría muy presente y no comprendo por que no se menciona ,o caso no se practicaba?,o no la practicaban los judíos?,en caso de practicarse por que ningún escrito hace referencia?.ya que me parece hipócrita manifestar fe en DIOS y tener esclavos R.: La esclavitud estaba muy presente en el siglo I. Se practicaba al máximo, y era la columna vertebral del sistema económico del Mediterráneo y del Imperio Romano en general. Su sorpresa está muy fundada porque da toda la impresión de que era un hacho totalmente aceptado por todos. En las parábolas de Jesús cuando se habla de “siervos” hay que entender muchas veces “esclavo”. Jesús no se pronunció contra ella. Pablo de Tarso también la aceptaba con naturalidad y nada dijo contra ella, sino que se tratara bien a los esclavos. Los filósofos estoicos escribieron que la esclavitud no debería existir porque todos los hombres eran iguales (ni así para Aristóteles), pero no movieron un dedo por eliminarla. Por tanto, la sensibilidad del siglo I distaba mucho de ser igual a la nuestra. Así era. Pr.: Quería preguntarle por José y María (padres de Jesús), José es de la estirpe de David según la biblia pero mi pregunta es por María ¿es de la casa de Judea? ¿es la misma estirpe? no tengo muy claro ambas descendencias. R.: En honor a la verdad, no podemos saberlo. Y por dos motivos. El primero porque las genealogías, las dos, de Mateo y de Lucas son ficticias; y, segundo, porque toda la historia de Jesús como descendiente de David, por parte o madre, son meras construcciones teológicas una vez que se extiende, tras la muerte de Jesús, entre sus seguidores que Dios, con la resurrección, había confirmado su mesianismo. Soy, pues, totalmente escéptico. En realidad nada sabemos. Pr.: He leído recientemente su libro \"Jesús y las mujeres\" y deseo felicitarle por este gran trabajo, y como siempre, por la impresión de honestidad intelectual que me queda cada vez que leo algo de su obra. Sobre este libro que menciono, me ha quedado una duda que creo no haber hallado en las páginas del mismo. Al respecto de los capítulos finales que se centran en la figura de María Magdalena, da la impresión -y así lo manifiesta usted- de que en los escritos gnósticos hay una especial predilección o disposición hacia su figura. ¿Hay alguna hipótesis, o tiene usted alguna opinión por la cual entre los grupos gnósticos la figura de María Magdalena tuviera esta mayor relevancia que la que se le otorga en el cristianismo no gnóstico? R.: En realidad tampoco lo sabemos. Se sospecha que los gnósticos cayeron en la cuenta, y valoraron muy positivamente, la función que as mujeres tuvieron en sus propias comunidades. Algo parecido debió de ocurrir en el grupo o “escuela johánica”, grupo de judeocristianos marginales retirados a Samaria durante la persecución que narra Hechos 8, y que luego se trasladó probablemente a Éfeso durante la Guerra judía del 66-70. Esa misma disponibilidad religiosa de las mujeres debió de hacerse patente precisamente en ese grupo Y es claro que el Evangelio de Juan fue fundamental para la formación del gnosticismo cristiano del siglo II. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Miércoles, 8 de Abril 2015
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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