CONO SUR: J. R. Elizondo

Bitácora

16votos
Nuestra mejor marca José Rodríguez Elizondo

Como todos los chilenos, seguí la operación rescate por la tele. Pero, como presunto internacionalista, opté por la información del cable y así descubrí que en otros países estaban en las mismas. Alguien dijo en CNN que la odisea de nuestros mineros era parangonable con la del primer paseo sobre la luna y nadie se espantó. Es que ahora era cierto: Chile se había convertido en un ejemplo real para el resto del mundo. Antes decíamos eso a cada rato, pero el mundo jamás se enteraba.

A la hora de los análisis, hay dos cosas que, en cuanto agnóstico político, me parece importante rescatar. La primera, que el sentimiento patrio fue la argamasa que mantuvo unidos a los 33 sepultados –boliviano incluído- y a 17 millones de insepultos. Los símbolos nacionales, tan manoseados en este Chilito ansioso de notoriedad, adquirieron allá abajo un sentido literalmente profundo y eficientemente operativo. Cantando el himno y cubriéndose con la bandera, los del socavón nos enseñaron que no sólo sirven para hacer mala retórica o sacar aplausos en el festival de la canción, sino para organizarse en las emergencias, con el objetivo de sobrevivir.

Lo otro rescatable es que en todo esto hubo una decisión política sorprendente. No la del simpático Laurence Golborne, de tan buen desempeño en el terreno, sino la de su jefe directo. Porque el Presidente Piñera bien pudo acondicionarnos para admitir que la muerte era más que probable, fingir que se esforzaba pero no podía, pedir encuestas secretas de imagen, consultar segundos y terceros pisos. Hasta pudo arreglárselas para ser compadecido (¡qué mala suerte la de Sebastián!).

El caso es que el Presidente hizo todo lo contrario: decidió de inmediato, apostándolo todo, a la vida y rescate de los enterrados. De un colectivo que ni siquiera contaba con un famoso de reality, medianamente rentable en términos de imagen. Tampoco chequeó las cuentas nacionales con su ministro de Hacienda, antes de decir que no había que fijarse en gastos.

Simplemente, no recuerdo una decisión politica de superior calidad humana. Tampoco recuerdo una que, sin planificación estratégica ni campañas sofisticadas, haya posicionado mejor la imagen de Chile en el extranjero. Desde ahora, los 33 serán nuestra mejor marca durante muchos años, pues mostraron que somos algo más que una oficina de exportación-importación con nombre de país.
Por eso, no debiera molestar que el Presidente saque los réditos políticos que le corresponden.

Está bien que quien actúa bien reciba el reconocimiento de propios y extraños. Está mejor si entre esos extraños se encuentra la oposición, porque eso ennoblece a nuestra política. Fue estupendo, por ejemplo, que entre los rostros de estos días y noches haya estado el de Isabel Allende, con todo lo que ella representa.

Por último, habrá que recordar la anécdota del minero Mamani, desgarrado entre su deseo de acompañar a su Presidente, de regreso a Bolivia y su solidaridad con los otros 32 rescatados, que más de alguna broma deben haberle jugado por su altiplánica mediterraneidad. Fue la yapa de integración que trajo lo que comenzó como una desgracia… y que habría sido una desgracia si nos hubiéramos sentado a llorar nuestro infortunio.

Antenoche y en la mañana de ayer, todas las cámaras del mundo estuvieron enfocando el Chile que quisiéramos tener siempre. Y gracias a la decisión de un Presidente de quien se decía que le faltaba corazón.

La Tercera, 14.10.2010

José Rodríguez Elizondo
Jueves, 14 de Octubre 2010



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

Bitácora

13votos

En sus escarceos con la política peruana y mundial, Mario Vargas Llosa terminó cumpliendo una difícil proeza: la unanimidad negativa de los militantes en partidos. Primero, creó feroces anticuerpos en la vieja y en la nueva izquierda, cuando denunció el stalinismo de la revolución cubana. Después, antagonizó con sus propios electores y simpatizantes del centro y la derecha peruanos, cuando defendieron o no combatieron al hoy encarcelado Alberto Fujimori.

Muchos creyeron (creímos) que, aíslado de izquierdas, centros y derechas, él tendería a sublimar tanta orfandad embistiendo contra los políticos, en general. “Esto puede ser compensatorio, pero al final de la vía antipolítica, cualquiera que sepa Historia lo entiende, podría encontrarse con amigos indeseables para un demócrata”, le advertimos con cierta pedantería.

Afortunadamente, no era ése su destino. Tras su frustrada incursión como candidato presidencial, Vargas Llosa comenzó a consolidarse como un paradójico Quijote realista. Caballero solo, nunca transigiría con los políticos corruptos y seguiría combatiendo a los nacionalistas primitivos. Pero, por otra parte, entendería que los políticos eran necesarios y diversos. Los había “gárrulos” y “cacasenos”, pero también sacrificados y hasta heroicos servidores públicos. Lo que no tenía sentido era esperar que diputados, senadores o presidentes fueran, además, escritores o filósofos.

Así fue configurando una notable mezcla entre el individualismo ideologizado y combativo de su primer maestro, Jean Paul Sartre y el pragmatismo elegante de los filósofos liberales que comenzó a admirar en su madurez. Desde ese talante, su responsabilidad de gran intelectual ya no lo impulsaría a autoerigirse en mentor y ejecutor directo de sus ideas, sino a presionar a los políticos realmente existentes, para que defendieran la democracia y los derechos humanos.

¿Y presionarlos cómo?

Pues, a través de aquellos seres humanos supranacionales que comenzaron a seguir la evolución de sus personajes e ideas, literalmente desde la aparición de “Los cachorros”. En ese ejército de lectores, conquistado y fascinado por un trabajo de décadas, Vargas Llosa descubrió una fuerza que también podía ser política, capaz de imponerse, incluso, a la de los “políticos puros”. El gran test fue su decisiva acción, a golpe de columna, para poner en fuga al dictador Fujimori. Sin buscarlo, el escritor se había convertido en el Víctor Hugo de Hispanoamérica.

Es muy posible que, siguiendo esa ruta, Vargas Llosa olvidara que le debían un premio o asumiera que en la nórdica Academia seguirían haciéndose los suecos. Era la última pequeña victoria que dejaba a quienes, entre sectarismos políticos y envidias gremiales, comenzaban a pregonar su decadencia literaria. Ese enfant terrible que siempre fue Paco Umbral, le había lanzado un par de maldades de grueso calibre, en 1988: Una, que como el Premio Nobel había ido a García Márquez, Julio Cortázar había optado por el cáncer y Vargas Llosa por la derecha. Otra, que "el escritor que se siente agotado se mete en política".

Pero, así como terminó imponiendo su consecuencia moral a los políticos -incluso a su ex gran enemigo Alan García-, Vargas Llosa terminó imponiendo su calidad literaria a la Academia Sueca. Gracias a su consecuencia y coraje sostenidos, ya no se repetirá la omisión del gran Borges.

El Premio Nobel se salvó: ya no se quedó sin Mario Vargas Llosa. Aunque parezca ditirámbico, la noticia debiera titularse así.

José Rodríguez Elizondo
Viernes, 8 de Octubre 2010



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

Bitácora

13votos
Piñera entre Quito y la región José Rodríguez Elizondo

En la política regional sí se está viendo la “nueva forma de gobernar”. Con el Presidente Piñera comenzamos a salir del submarino de la hipercautela, donde estuvimos entumecidos casi diez años. El primero que se dio cuenta, al toque, fue Hugo Chávez. “Que no se meta conmigo”, gritó.

Tosco será el coronel, pero adivinó que ahora Chile se orientará hacia una relación más cercana con Colombia y que ambos países, con la bendición de Obama, podrían catalizar una masa crítica similar (o superior) a la bolivariana. Tras la elección de Juan Manuel Santos el momento es clave, pues México está receptivo, Perú sabe que aislarse daña la salud, Argentina es de izquierdas pero no fanática y Brasil ya tuvo un escarmiento con Honduras. Entre Fidel Castro y Chávez dejaron a Lula pagando la cuenta política del asilo de Zelaya, eso le complicó la movida iraní y lo dejó sin juego de piernas ante los EE.UU. De paso, el reconocimiento chileno de Honduras se vio favorecido por esa coyuntura. Lula no estaba en condiciones de seguir compartiendo el costo de su error con nadie y Piñera lo calculó bien.

Por lo dicho, la reciente visita a Quito hay que evaluarla en dos dimensiones: la regional y la bilateral, signada por el próximo vencimiento del plazo para que Ecuador adhiera (o no) al proceso que Perú nos sigue en La Haya. A este respecto, a Chile ya no le basta con que Correa entregue fotocopia de la carta astuta que le envió Alan García. Tampoco vale una repetición de declaraciones anteriores, que ratificaron la vigencia y contenidos de los tratados de 1952 y 1954. Lo fundamental es que, si decide marginarse del pleito, los abogados peruanos dirán que Ecuador no “siente” amenaza alguna, pues sabe que el tema es estrictamente jurídico y, por tanto, relativamente opinable.

Adelantándose a ese argumento, Correa creyó descubrir un espacio internedio: el 2 de agosto dictó un decreto, con carta náutica incluída, dejando constancia del espacio marítimo nacional, con paralelos demarcatorios. Ese mismo afán hace evidente que el edificio Carrera y Torre Tagle hoy comparten (y compiten por) la amistad ecuatoriana que antes considerábamos exclusiva. Son los costos del submarino.

En el plano regional, está claro que la política continúa y, si a Piñera no lo trancan, estará en condiciones de iniciar el repechaje para reconquistar Quito. En eso lo ayudará la mala relación de Ecuador con Colombia y la necesidad de Correa, cada vez más apremiante, de reducir su dependencia de Venezuela.

Por lo mismo, una relación privilegiada Santos-Piñera podría convertir al chileno en un socio estratégicamente importante para Correa y otros. Con ese plus sería más fácil convertirnos en “país puente” de economías transoceánicas. Ese que soñamos, sin captar que debemos contribuir a reparar sus accesos.

Es importante que Piñera logre proyectar “poder suave” hacia la región, pues la vida en el submarino apenas permite ratonear.



La Tercera, 7 agosto 2010.


José Rodríguez Elizondo
Domingo, 8 de Agosto 2010



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

Bitácora

9votos
Charaña 2.0: posible pero improbable José Rodríguez Elizondo
Reeditar Charaña ’75 es imposible. Ya Heráclito nos advirtió que Chile y Bolivia no se pueden bañar dos veces en los mismos acuerdos. Lo que sí se puede evaluar es la posibilidad de un Charaña enchulado, debido a cambios sobrevinientes. Y no se trata de que en vez de tres dictadores –los generales Pinochet, Banzer y Morales Bermúdez-, los protagonistas actuales sean Sebastián Piñera, Evo Morales y Alan García. Reducirlo todo a una calidad democrática sin ADN fraterno, sería idealismo puro.

LO NUEVO

Nuestras democracias han funcionado, igual que nuestras dictaduras, para mejor defender los objetivos geopolíticos que fijó la guerra del Pacífico: Chile, conservar lo que tiene; Perú, mantener presencia y vigilancia en Arica, y Bolivia, recuperar su cualidad marítima por Arica. ¿Cuáles serían, entonces, las novedades idóneas para un Charaña factible?

En rigor, la demanda peruana contra Chile y la mayor estatura estratégica de Bolivia. Al hacer contacto, ya produjeron un fenómeno inédito. Por primera vez, desde el tratado de 1929, un Presidente boliviano hizo públicamente co-responsable al Perú por la frustración de su aspiración marítima. Y lo hizo con la agresividad de quien han jugado, por demasiado tiempo, a un bilateralismo de ciencia-ficción.

Llevado por un reflejo virreinal, García cometió el error de devolver la agresividad. Olvidó que, en los códigos andinos, indio que insulta se defiende y blanco que insulta humilla. Rápido debió retroceder, enviando como embajador a Bolivia al ex canciller y activo promotor de la demanda contra Chile, Manuel Rodríguez Cuadros, con la instrucción de “restablecer los niveles históricos de amistad”.

Como resultado, Morales hoy tiene dos y media ganzúas para abrir el candado que le cierra el paso al océano: Una, el punto VI de la agenda con Chile; dos, las condiciones que establezca para amistar con García, y media, la posibilidad de que el Presidente ecuatoriano, Rafael Correa, apoye su crítica a la demanda contra Chile (en cuanto socio del club bolivariano y siempre que Hugo Chávez se haga el leso). Son ventajas que nunca otro líder boliviano tuvo.

Todo esto demuestra, de soslayo, que el ex Presidente Alejandro Toledo al impulsar la demanda, creó las condiciones para un eventual aislamiento de Perú. ¿A eso aludió García, en su último mensaje presidencial, cuando prometió no dejar al siguiente gobierno “bombas de tiempo que obstaculicen su acción”?

TRES “PEROS” BRAVOS

Gracias a estas novedades, Bolivia y Chile podrían consensuar un corredor ariqueño, con proyección marítima y compensaciones territoriales. En cuanto a entrega de soberanía, podría superarse la negativa previa de Piñera mediante una condición suspensiva doble: el visto bueno peruano requerido por el Protocolo de 1929 y la mantención del statu quo en el fallo de La Haya. Sería una de las “soluciones concretas, factibles y útiles” que definieron los vicecancilleres Fernando Schmidt y Mónica Soriano, en su reciente encuentro en La Paz.

Sin embargo, los “peros” son bravos. El principal, para Perú, sería su efecto-bumerán. Si con la demanda de 2008 se quiso –entre otras cosas- evitar un nuevo “charañazo”, este Charaña 2.0 se vería como una retorsión a la vena.

El pero, para Chile, es que volvería a erosionar el espíritu del Tratado de 1929. Conrado Ríos Gallardo, su negociador, ya lo advirtió a propósito de una precuela de Charaña, de 1950. Aludiendo a un editorial de El Mercurio, de 3 de septiembre de ese año, dijo que la interferencia de un tercero en la frontera chileno-peruana ponía en peligro la “existencia misma” del tratado.

Bolivia, por su parte, carece del largo plazo para negociar que asumen sus políticos realistas. Su nueva Constitución da dos años al próximo gobierno, para denunciar o renegociar los tratados que contradicen el derecho irrenunciable del Estado “sobre el territorio que le dé acceso al Océano Pacífico y su espacio marítimo”.

Ese emplazamiento -grave y de plazo corto- contra el tratado boliviano-chileno de 1904, es incompatible con el debate serio que implicaría un Charaña actualizado.

La Tercera, 1.8.10

José Rodríguez Elizondo
Martes, 3 de Agosto 2010



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

Bitácora

7votos
Requiem para Don Lucho José Rodríguez Elizondo

El proceso chileno de Salvador Allende, el golpe de Estado de Augusto Pinochet y la reacción de Leonid Brezhnev de canjearlo por un preso político suyo, hicieron de Luis Corvalán Lepe (Don Lucho) uno de los jefes comunistas más famosos del mundo. Lo conocí en el tráfago del proceso, como jefe vitalicio del PC chileno y, en el curso de las décadas, pude semientender las complejidades de su rol. Es lo que trato de explicar, en el siguiente artículo, escrito ante la noticia de su muerte.


Luis Corvalán el año pasado. Foto: PC de Chile.
Luis Corvalán el año pasado. Foto: PC de Chile.
Cenando en casa de mi amigo Sergio Teitelboim, a comienzos de los años 70, hice una pregunta peluda a su hermano Volodia: ¿Por qué Corvalán es un jefe casi vitalicio? El tema tenía dos subentendidos: la subordinación jerárquica del mismo Volodia y de Orlando Millas –comparativamente dos colosos comunistas chilenos- y un debate sobre la organización administrativa del culto a los jefes, propia del stalinismo.

La respuesta fue insólitamente clara. En vez de explicar que se trataba de un tremendo dirigente, Volodia dijo “es un gran animador del partido”. Es decir, ni líder carismático, ni obrero puro ni burócrata intercambiable. Corvalán estaba donde estaba, rumbo a las dos décadas, porque sabía mover a la gente, darle espacio a los divos, negociar con los jerarcas de Moscú y hacerse querer por la mayoría.

Respuesta correcta. Daba buena cuenta de la compleja tarea de don Lucho, como le decían todos. Otro no habría conseguido que los talentos de Orlando y Volodia sumaran, en lugar de dividir. Tampoco habría conseguido que la clase política lo respetara, por ser un comunista afectuoso. a veces divertido y poco confrontacional..

¿Y qué tecnología usaba?

A mi juicio, la de lucir como un chilenazo del campo. La clave está en el poncho que usaba. Esto significa que, cazurramente, delegaba el gran pensamiento en otros y cultivaba el eufemismo con prolijidad. Respecto a lo primero, creía que Marx y Lenin habían resuelto todo lo que era resoluble. Respecto a lo segundo, llegó a la maestría, usando la frase “no pocos” y la palabra “precisamente”. Ejemplo: después del XX Congreso del PC soviético, reconocía que Stalin había cometido “graves errores”, pero aseguraba que “la Historia no lo dejará precisamente en el suelo”. Y, si quería criticar a Nikita Jrushov, el denunciante de Stalin, decía que “cometió no pocos errores”, con lo cual nadie sabía si eran muchísimos o demasiados.

Al final, “no pocos” pensaban que Corvalán era un staliniano irredento y que esos eufemismos los usaba por si otro Congreso rehabilitaba al “dios bigotudo”. Es decir, “por si las moscas”, que era otro de sus dichos favoritos. Obviamente, cantidad de camaradas suyos copiaron su estilo circunvalatorio, que se convirtió en la manera comunistamente correcta de escribir.

Lo dramático para este marxista-leninista chilenazo, fue que el golpe se llevó a su hijo Luis Alberto y acabó con casi todas sus sutilezas. Luego, la caída de los muros terminó con sus certezas. Así, de sujeto de la Historia con agenda propia, pasó a ser objeto de las agendas de Pinochet, Kissinger, Brehznev y Castro, en cuanto prisionero político chileno canjeable por un prisionero político ruso (de esos que para él no existían), aval de la lucha armada castrista (que él había resistido) y retornado clandestino… bajo el mando de Gladys Marín.

Entonces Corvalán quiso mirar la derrota cara a la cara, como le había enseñado Lenin, iniciando una catarsis autocrítica. Pero, no le fue precisamente fácil. Le faltó tiempo y le sobraron años disciplinada militancia. Con todo, no es poco lo que alcanzó a reconocer. Por ejemplo, que lo sucedido no estaba en los libros que él leía, que como soviethincha se le había pasado la mano, que las leyes del mercado también valen en el socialismo y que Stalin cometió “crímenes abominables”.

En definitiva, fue un actor político importante, honesto dentro de su fe, un buen jefe de familia y una buena persona. Como el paraíso del proletariado ya no existe, Dios, que es transversal, tendrá que dejarlo entrar al suyo.

Don Lucho, se lo ganó, descanse en paz.

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 25 de Julio 2010



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

1 ... « 48 49 50 51 52 53 54 » ... 92


Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





Archivo
L M M J V S D
        1 2 3
4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17
18 19 20 21 22 23 24
25 26 27 28 29 30  



RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile