CONO SUR: J. R. Elizondo

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Terremoto y asignatura pendiente José Rodríguez Elizondo

Privilegiemos lo políticamente urgente, pues el próximo terremoto le toca a tu sucesor



Los chilenos tenemos una experiencia sísmica ancestral. Sin embargo, no hemos asumido su conclusión lógica: las catástrofes naturales son la amenaza mayor para la integridad y seguridad nacionales. Baste pensar que nuestra última guerra se produjo entre 1879-1883 y, desde entonces, casi cada década tiene un cataclismo.

Por eso, si se justifica tener Fuerzas Armadas permanentes, apolíticas, modernas y tecnológicamente bien dotadas, para asegurar la defensa del país, también se justifica tener una institucionalidad de características similares, para prevenir desastres de la naturaleza o mitigar su impacto. De hecho, ningún bombardeo sistemático y prolongado de un eventual enemigo, podría ser más prolijamente destructivo que este terremoto.

Lo urgente sobre lo importante

Sin embargo, Chile sigue improvisando en la materia. Salvo el gobierno del radical Pedro Aguirre Cerda, que creó la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) y la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, para enfrentar el terremoto de 1939, nuestros Presidentes se han conformado con “oficinas de emergencia” que se ven sobrepasadas sistemáticamente. En el subconsciente de cada gobernante pareciera habitar un duende maligno que les dice “privilegiemos lo políticamente urgente, pues el próximo terremoto le toca a tu sucesor”.

Esa opción histórica por “la chapuza” termina favoreciendo soluciones sicológicas o de imagen, como la presencia, lo más ubicua posible, del Jefe de Estado en los lugares siniestrados. En la semana, ese afán hizo perder la noción del tiempo a la Presidenta Michelle Bachelet, hasta el extremo de dejar esperando una hora a su colega peruano Alan García, que llegaba con un importante cargamento de ayuda. Visto que antes había recibido, puntualmente, a Lula y a Hillary Clinton, un sabio y veterano diplomático comentó que “algo demasiado grave, dentro de la gravedad actual, debe haberle sucedido”.

Agréguese que ese actuar con “lo que hay” también favorece las irracionalidades puras. En la tardanza para disponer el envío de tropas al sur, que protegieran a la ciudadanía víctima de pillajes, se dieron la mano la mitología nacionalista según la cual “esas cosas no suceden en Chile” y el temor al incombustible fantasma de Pinochet: “La idea de tener a los militares en la calle no fue fácil”, reconoció, honesto, el ministro de Obras Públicas Sergio Bitar. Quizás por asumirlo, los jefes castrenses no fueron lo bastante rotundos para exponer la necesidad de su presencia inmediata en los lugares vandalizados. Ellos saben muy bien que los chacales de catástrofes no respetan mitologías y operan a favor del miedo.

Sin catecismo a mano

Por otro lado, nuestro déficit histórico se expresa en la carencia de protocolos ad-hoc. Es decir, de textos que pre-establezcan, sin miedo a “causar pánico” y con la simplicidad de un catecismo, las maneras de informar, reaccionar y actuar. Pautas de comportamiento que ilustren sobre la forma de ejercer los liderazgos en casos de catástrofe. A falta de esos manuales, el reciente rosario de tsunamis arrasó no sólo con las cosas, sino, además, con los chilenos desinformados.

Si hasta el Protocolo Diplomático –el protocolo por antonomasia- falló cuando, a falta de una forma prestablecida para solicitar o encauzar la ayuda externa, enviamos señales erróneas. Decir que Chile prefería derivar la ayuda inmediata a Haití y/o recibirla según prioridades específicas, era emitir un concepto muy racional, pero extremadamente anticlimático. Muchos lo interpretaron como una muestra más de nuestra arrogancia: los chilenos queríamos dar otra lección al mundo...

Oportunidad desperdiciada

En medio de la confusión, no evaluamos la única circunstancia novedosa de esta catástrofe: la de que, por ocurrir a días de la transferencia del poder, brindaba, gratis, la posibilidad de una acción conjunta real, con una gran photo- opportunity.

En efecto, la imaginación apolítica permitía diseñar un escenario genuinamente patriótico, con los asesores de imagen escondidos y todas las autoridades unidas, en primer plano, comenzando por la Presidenta en funciones y el Presidente Electo. Todos subordinando sus protagonismos a la eficacia, controlando gandhianamente sus orgullos y dando una lección real al mundo… aunque debieran tragar sapos políticos de rutina.

Lamentablemente, desperdiciamos esa estupenda oportunidad.


Publicado en LaTercera, 7 de marzo 2010

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 7 de Marzo 2010



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9votos
Triste éxito de los hermanos Castro José Rodríguez Elizondo

Este texto, publicado en el diario chileno La Tercera del 25.2.10, fue escrito cuando en Cuba agonizaba el albañil Orlando Zapata y su dramática huelga de hambre no era (aún) noticia mundial. Creo que, tras la culminación de esa protesta terrible contra el régimen, difícil sería producir una prueba más contundente de mi diagnóstico final. JRE



Raúl Castro cumplió ayer el equivalente a medio período presidencial chileno. Durante ese lapso mantuvo incólume la estructura de esa empresa semisecular y de conservación total, conocida –vaya paradoja- como Revolución Cubana.

Tamaño éxito es un bofetón para quienes lo soñaron como el líder pragmático de la coyuntura. Uno que supo esperar décadas, para iniciar la transición hacia la democracia; el que comenzó por la comunicación social restrictivamente liberada; quien, para ese efecto, abrió a los cubanos el mundo de los celulares, computadores personales e internet (previo pago en dólares, negros o no); de yapa, quien les permitió acceder a los grandes hoteles, antes reservados a los “burgueses”, donde podían colgarse del Wi Fi. La corajuda bloguera Yoani Sánchez ya no estaría más sola.

Raúl no fue ese hombre del destino. La pirámide sociopolítica de Cuba, compuesta por una base sin opciones, una gerontocracia coral al medio y un dios discapacitado en la cúpula, sólo admitía “engañitos” para mejor administrar el congelamiento. Esto quedó clarísimo cuando el Hermano Máximo indujo la purga de una docena de jerarquitas, que ejercían la mofa crítica. Entonces hicimos, desde esta columna, una observación para politólogos: en Cuba había “una falsa dualidad de poder, donde el poder viejo no quiere desaparecer y el menos viejo no quiere asomar nariz”.

Por otra parte, estos dos años confirmaron a Fidel Castro como el más importante dictador que haya parido la región. Desde 2008, en silla de ruedas, con chandal y zapatillas Adidas, ha demostrado que no necesita uniforme ni títulos para seguir dominando. Le basta dictar textos que llevan como epígrafe “Reflexiones del compañero Fidel”, para que los jefes subalternos sepan cómo deben pensar. Si durante los años guerrilleros sus huestes gritaban “comandante en jefe, ordene”, hoy podrían gritar “comandante en jefe, reflexione”.

Por lo mismo, es impensable que Fidel anciano autorice cambios sustanciales. Su inmutabilidad ahora dejó “pagando” a José Miguel Insulza, Barak Obama y todos quienes, de buena fe, buscaron allanar a Cuba el retorno a la sociabilidad hemisférica. El jamás se comprometerá con la Carta Democrática Interamericana.

Tampoco cambió su incombustible aversión política hacia los gobernantes democráticos de Chile. Eduardo Frei Montalva fue, para él, un falsario que prometió revolución sin sangre y dio sangre sin revolución. Respecto a Salvador Allende siguió una estrategia indirecta, de socavamiento ideológico, para “demostrar” lo inviable de su vía revolucionaria sin armas. A Ricardo Lagos le disparó de mampuesto, a través de Chávez, denostándolo como falso socialista. Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, advertidos, supieron mantenerlo a raya. En cuanto a Michelle Bachelet, fresca está la crueldad con que destruyó su idea romántica sobre el Fidel de la Sierra Maestra.

En definitiva, el otoñal patriarca ni transita ni permite transitar, a Raúl ni a nadie, pues es consecuente con su divina inmovilidad. Su inevitable antiéxito será, entonces, compartir espacio histórico no con nuestros dictadores subdesarrollados, sino con los dictadores máximos de las sociedades desarrolladas. Esos que, mezclando autismo con megalomanía, identificaron su destino personal con el de sus naciones, para desgracia de la humanidad.

Por eso, Raúl pudo suspender la pena de muerte, pero no ha podido suspender la muerte en vida. En Cuba, ésta sigue estando en otra parte.

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 28 de Febrero 2010



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Bitácora

7votos
Piñera, Insulza y la OEA José Rodríguez Elizondo

Al apoyar la reelección de José Miguel Insulza para Secretario General de la OEA, Sebastián Piñera renunció a tenerlo en la parrilla del suspenso y pareció conformarse con su ironía inicial. Al fin de cuentas, fue Michelle Bachelet quien se contradijo al presionarlo para que se pronunciara, al toque, tras advertirle que no debía opinar sobre temas de política exterior antes de instalarse en La Moneda,

Disipado el suspenso, surge una pregunta “lógica”:

¿Fue el viejo arte político de tragar sapos o el reconocimiento de que aquí había una irreversible política de Estado?

Meollo multilateral

En cuanto organización regional de la ONU, la OEA, sigue sus principios y reproduce su tipo de liderazgo. En ambas Cartas, el Secretario General, es un “funcionario”, con amplias facultades administrativas y una facultad política acotada: advertir o proponer acciones al Consejo de Seguridad o a los representantes de los Estados Miembros, en caso de amenazas o violaciones a la legalidad que los rige. Por lo mismo, no puede intervenir en la política interna de ningún país ni aceptar instrucciones de ningún gobierno, aunque sea el de su propia nación. Este combo de atribuciones y prohibiciones se plasma en un formal juramento (“Oath”) de servicio.

En la ONU, esto implica un proceso de co-optación, que define el Consejo de Seguridad -derecho de veto en ristre- y que tiene como condicionamiento la carencia de agenda política propia y simultánea de los candidatos. Javier Pérez de Cuéllar, considerado por muchos como el mejor de la breve estirpe, acató rigurosamente esos códigos. Decía tener tantas nacionalidades como países miembros, visitó su país un par de veces durante sus dos períodos y siempre dijo que se le eligió por parecer el más confiable y no por méritos del gobierno del Perú.

En la OEA, debido a la ausencia de veto, hay procesos competitivos abiertos. Pero, la neutralidad política que se pide, la ha convertido en reducto de diplomáticos fogueados y ex gobernantes que no quieren convertirse en domésticos jarrones chinos o que buscan una inmunidad de paso.

Eso, hasta que llegó Insulza.

Oportunidad malograda

La diferencia marcada por el pánzer fue fruto, como decía el filósofo, de sus circunstancias.

Una breve sinopsis indica que, en los primeros años de Lagos, el hombre sondeó, sin éxito, la posibilidad de emigrar hacia la OEA. El Presidente, que no le había dado muestras especiales de cariño, entendió, a tiempo, que Insulza era una pieza esencial de su gobierno. Su criterio cambió hacia 2005, cuando percibió que un jefe chileno de la OEA podría compensar su duro déficit en materia de política regional. En pos de esa imagen, el canciller Ignacio Walker actuó como un “generalísimo en campaña” de Insulza, no hubo retiro tras un encarnizado empate con el candidato mexicano y se buscaron los votos y la amistad de Chávez (que éste leería como“hipoteca”). Así, cuando Insulza quiso, no pudo y cuando pudo ya había pasado la vieja. Es decir, una secuencia imaginaria, con una gestión brillante en la OEA como prólogo de un gran gobierno en La Moneda.

La inteligencia del pánzer puede haberlo entendido, pero no su corazón. Por eso, trató de mantener sus opciones abiertas, ejerciendo como jefe multilateral sin perder presencia política nacional. Fatalmente, esto lo convirtió en manjar de sus críticos, entre los cuales los republicanos entonces gobernantes en los EE.UU; los opositores chilenos, que en marzo comienzan a gobernar, y sus propios partidarios, que lo acusaron de “aversión al riesgo”.

Esa ambigüedad existencial también perjudicó su gestión funcionaria, al mellar sus reflejos. Está claro que el pánzer no estuvo a su propia altura en diversos temas de la OEA y, conspicuamente, en el caso test de Honduras, tributario de la polarización chavista. Tampoco acertó a ejercer su iracundia funcional, cuando Chávez lo insultó groseramente. Perdió, así, la oportunidad de un protagonismo histórico y, quizás, políticamente muy rentable.

Conclusiones

Con lo señalado, ya podemos respondernos la pregunta inicial, diciendo que la postulación primera de Insulza obedeció sólo a una audaz politica de gobierno.

Paradójicamente, es el apoyo de Piñera el que da a su actual postulación el carácter de una genuina política de Estado en contexto multilateral. Por eso, sería políticamente muy correcto que el PE pusiera un honesto denuedo en el empeño.

En cuanto a la neutralidad funcionaria de un Insulza reelegido, no debiera plantearle problemas a nadie.

No le queda otra y todos ganan, comenzando por la OEA.

Publicado en La Tercera el 14.2.10.

José Rodríguez Elizondo
Lunes, 15 de Febrero 2010



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Bitácora

10votos

El admirable formalcivismo que enmarca la transferencia de poderes en Chile, no alcanza a ocultar diferencias graves en temas estratégicos de la política exterior regional. Todas tienen relación con el carácter esotérico que los dos últimos gobiernos asignaron a los temas no comerciales.

Por eso, Sebastián Piñera, en plena campaña, convocó a establecer una política exterior “que sea una política de Estado (…) y que no se desvíe por tentaciones o preferencias personales”. Los analistas, por su lado, nunca se tragaron que, so pretexto de delicadeza en la temática, se homologara la discreción diplomática con el soslayamiento de las opciones políticas y estratégicas del Estado. Y menos, que se invocara a los expertos co-optados, los comités ad-hoc y las expresiones de unidad nacional en casos de conflicto abierto, como prueba de una política participativa. Agréguese que diplomáticos tan conspicuos como José Miguel Barros y senadores tan plurales y representativos como Ricardo Núñez y Andrés Allamand, también denunciaron lo impresentable del “secretismo”.

Momento de la verdad

Inevitablemente, el cambio de mando está transparentando cuatro discrepancias estratégicas. La primera quedó en evidencia cuando Piñera “reveló” que su gobierno no tomaría como modelo al de Hugo Chávez. Tan previsible opción catalizó la réplica tosca e inconsecuente del líder venezolano. Dijo que nuestro próximo presidente, a fuer de millonario, nunca entendería una revolución socialista y no debía “meterse” con Venezuela. Lo notable fue que Michelle Bachelet –tantas veces víctima del intrusismo de Chávez- aprovechó el finteo para transmitir una advertencia (reprimenda) a su sucesor: más prudente sería opinar sólo cuando asuma el cargo. Léase, cuando tenga acceso al cofre de los misterios.

La segunda discrepancia se focaliza en la relación con el Perú y su demanda marítima. A la fecha, el cruce entre la estrategia integral peruana y la defensa jurídica chilena, tiene esa relación en un punto muerto de paradójica explosividad. En ese contexto, Piñera luce dispuesto a tomar la iniciativa –algo inusual en nuestra política exterior-, para “sacarla del refrigerador”. Adelantó tres puntos claves: a) recuperará la política de “cuerdas separadas”, para encapsular el pleito, b) no serán cuerdas separadas ingenuas, pues integrará la defensa jurídica de Chile con la defensa diplomática y comunicacional, c), no incluirá el tema “transferencias de soberanía”en su relación con Bolivia. De yapa, invitó afectuosamente a Alan García para que concurra a su toma de posesión.

Lo señalado contiene la tercera gran discrepancia, vinculada a Bolivia, Piñera asumirá, ante este país, esa ley de vasos comunicantes con el Perú, que se activa cuando surge la sospecha de una eventual transferencia de soberanía en Arica. Es un sinceramiento cuya necesidad caía de madura y que ya fue demandado, con fuerza, por el histórico canciller Conrado Ríos Gallardo, negociador del Tratado de 1929.

La cuarta discrepancia es simple, pero de tonelaje: apoyar o no, la reelección de José Miguel Insulza como jefe de la OEA

Diplomacia de amarre

Bachelet está defendiendo duramente la intangibilidad de lo actuado. Partió quitando importancia a las medidas de Chávez que afectaron, de momento, a la señal de TVN en Venezuela. Respecto al Perú, negó la posibilidad de pedir prórroga para la presentación de la contramemoria ante la Corte de la Haya. Prefirió dar conocimiento privado del documento –muchos kilos de texto- a su sucesor, en una especie de opción por la lectura rápida.

En cuando a Bolivia, soslayó el tema “soberanía” y aprovechó su visita a La Paz -con motivo de la segunda toma de posesión de Evo Morales- para inaugurar una novedosa “diplomacia de amarre”. Aludiendo a la agenda de 13 puntos, “sin exclusiones”, que contempla el tema marítimo, dijo que “todos esperamos que en los años venideros nuestros Estados continúen profundizándola”. Morales no pudo estar más de acuerdo y agregó que ésa era la “diplomacia de los pueblos”.

Respecto a Insulza, apoyarlo, para Bachelet, es cuestión de Estado y no hacerlo sería “grave”. A este respecto, escamado por la presión –y, seguro, por el rol activo que jugó Insulza como actor político en la campaña presidencial-, Piñera dice que opinará y decidirá sólo después de asumir.

Con esa gota de ironía devuelve la advertencia de Bachelet e introduce, para el panzer, una cinematográfica nota de suspenso.

Publicado en La Tercera el 30.1.2010

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 31 de Enero 2010



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Bitácora

9votos
Hipótesis sobre Sebastian Piñera José Rodríguez Elizondo

La novedad que puede aportar Sebastián Piñera al manejo de la relación chileno-peruana, se funda en su capacidad para apostar duro… cuando llega a convicciones fuertes. ¿Y qué convicciones fuertes tiene en esta materia?

Pueden discernirse una de carácter coyuntural y otra de tipo histórico. La primera implica, además, una autocrítica frontal: El Presidente electo cree que Chile no ha enfrentado la relación regional y vecinal con una genuina política exterior de Estado. Debido a un manejo secretista y/o partidista, los últimos gobiernos de la Concertación se habrían privado de la claridad y determinación que aportan los debates informados, con expertos “pluralistas”. Esto habría inducido determinados “desaciertos”, tales como la nueva creación de expectativas en Bolivia y la desprolija conversación telefónica de Michelle Bachelet con Alan García, en el marco del “caso Donayre”.

Su segunda convicción fuerte, es su aceptación de la relación de vasos comunicantes entre Chile, Bolivia y el Perú. Liberado del dogma bilateralista, Piñera enfrenta esa realidad triangular, diciendo que Chile no debe agendar con Bolivia el tema de la soberanía territorial ni marítima porque a) no se ha discutido ni consensuado internamente, b) no depende sólo de Chile, de acuerdo al tratado chileno-peruano de 1929 y c) el Perú, normalmente. no ha dado su visto bueno a una eventual transferencia.

Sobre esas bases, el próximo Presidente propone soluciones de otro tipo para Bolivia y enfrenta el conflicto con el Perú a favor de ese sinceramiento estratégico. Elimina, así, un recelo que siempre ha estado en la base de la conflictividad peruana con Chile…aunque algunos quieran negarlo.

En cuanto al pleito por la frontera marítima, Piñera anuncia un combinado de continuidad y cambio. Continuidad en el manejo “profesional” del proceso ante la Corte Internacional de Justicia, en La Haya. Cambio, en cuanto integraría ese componente con una defensa política, una defensa diplomática, un esfuerzo comunicacional y equipos de expertos ad-hoc. Sería el fin de ese “ideologismo juridicista” que, para sus críticos, ha impedido enfrentar la estrategia peruana con la correspondiente contraestrategia chilena.

Sobre la base de lo señalado, puede presumirse que Piñera elaborará la contraestrategia que nunca se levantó e impulsará una nueva versión de las “cuerdas separadas”. En esa línea -y siempre que Alan García manifieste idéntica disposición-, tratará de encapsular el pleito, alejandose de la peligrosa espiral de incidentes que hemos venido experimentando.

La hipótesis dice, en síntesis, que Sebastián Piñera llega para potenciar la excelente relación económico-comercial entre ambos países, sobre la base de una política proactiva y de la reciprocidad de su contraparte peruana. A su favor cuenta no sólo con la distensión propia de los cambios en las cúpulas y con el interés del empresariado binacional. También cuenta la esperanza de que su sinceramiento con Bolivia diluya la exasperación que produce, en el Perú, cualquier negociación que suponga la eventual transferencia de un soberano pedazo de Arica.


Publicado en revista Caretas 21.1.2010 (V. PDF)


José Rodríguez Elizondo
Viernes, 22 de Enero 2010



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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