Bitácora
El cholo, el gringo y el feo
José Rodríguez Elizondo
La Segunda, 6.4.11
Los top five de las elecciones peruanas protagonizaron, el domingo pasado, una nueva versión de la táctica del murciélago. Colgados del travesaño y reventando las pelotas que les caían, cuidaron su base de votos y mostraron una profunda aversión al riesgo. Ni siquiera Luis Castañeda, ex alcalde de Lima, asumió la necesidad de mojar la camiseta, pese a que, según las encuestas, era su última oportunidad.
Desde esa fomedad, hubo señales estéticas subliminales y despistantes. Ollanta Humala, de correcto terno oscuro y corbata azul, lucía como un correcto supervisor de tienda miraflorina. Nada que ver con el temible etnonacionalista de polera bolivariana, que organizaba marchas belicosas hacia el Hito 1 de la frontera con Chile. Pedro Pablo Kuczynsky (PPK), con corbata a franjas rojas y blancas, parecía tener la bandera peruana anudada al cuello. Que no se dijera que su pasaporte gringo le había quitado pizcas de patriotismo. Keiko Fujimori, con cruz de oro sobre fondo negro, destacaba por su serenidad asiática. Ninguna mueca que recordara el estilo taimado de su encarcelado progenitor. Tampoco temía parecer extranjera. Ex Primera Dama de un mandatario con pasaporte japonés, ya había decodificado las sutilezas del nacionalismo peruano.
Aunque todos consultaron sus apuntes, Humala propinó una penosa sesión de lectura en cámara. Incluso leyó las “respuestas” a las preguntas que le hicieron de cuerpo presente. Quiso ignorar, así, los notorios esqueletos que guarda en su armario, entre los cuales su relación con Hugo Chávez, su fobia antichilena, su rechazo a la economía de mercado y su eventual responsabilidad en “la matanza de Andahuaylas” (de 2005, por la que sigue preso su hermano Antauro). Al parecer, sus asesores brasileños no creyeron que podía ser tan políticamente correcto como Lula.
Encuestológicamente hablando, la segunda vuelta será la definición entre Humala y uno de los tres candidatos que lo siguen. En ese cuadro, el susto es grande para quienes lo perciben como un lobo disfrazado de cordero, que juega a pasar gato por liebre y para quienes valoran el auge de la economía peruana en democracia. Su pesadilla tiene la forma de una segunda vuelta entre Humala y Keiko. Es decir, “entre el cáncer y el sida”, como graficara Mario Vargas Llosa.
Para esos peruanos de la democracia con mercado y paz, lo mejor sería una renuncia heroica que posicione, en primera vuelta, a quien pueda derrotar tácticamente a Keiko y estratégicamente a Humala. Según nomenclatura sajona, esto supondría desahuciar a quien luce como un descendente “pato cojo” (Toledo) y acumular apuestas en el supuesto “caballo oscuro” (PPK). Pero, para complicar la cosa, en el entorno humalista se teme mucho más al “cholo” que al “gringo”.
Esa acumulación del susto con la urgencia, hace que afloren los reproches reprimidos contra Alan García. En su egocentrismo, el Presidente habría dejado sin candidato a su histórico partido aprista y socavado el liderazgo, antes claro, de Toledo. Ensimismado en su postulación propia para 2016, sería el gran culpable de la antiopción en curso.
Sin embargo, más que a García, la acusación debiera apuntar a la crisis de representatividad del sistema político pues, desde el primer “fujimorazo”, Perú es el paraíso de los outsiders. De hecho, los cinco candidatos del domingo pasado lo son, pues surgieron fuera de las estructuras partidistas o bajo la sombra de papá.
Desde esa fomedad, hubo señales estéticas subliminales y despistantes. Ollanta Humala, de correcto terno oscuro y corbata azul, lucía como un correcto supervisor de tienda miraflorina. Nada que ver con el temible etnonacionalista de polera bolivariana, que organizaba marchas belicosas hacia el Hito 1 de la frontera con Chile. Pedro Pablo Kuczynsky (PPK), con corbata a franjas rojas y blancas, parecía tener la bandera peruana anudada al cuello. Que no se dijera que su pasaporte gringo le había quitado pizcas de patriotismo. Keiko Fujimori, con cruz de oro sobre fondo negro, destacaba por su serenidad asiática. Ninguna mueca que recordara el estilo taimado de su encarcelado progenitor. Tampoco temía parecer extranjera. Ex Primera Dama de un mandatario con pasaporte japonés, ya había decodificado las sutilezas del nacionalismo peruano.
Aunque todos consultaron sus apuntes, Humala propinó una penosa sesión de lectura en cámara. Incluso leyó las “respuestas” a las preguntas que le hicieron de cuerpo presente. Quiso ignorar, así, los notorios esqueletos que guarda en su armario, entre los cuales su relación con Hugo Chávez, su fobia antichilena, su rechazo a la economía de mercado y su eventual responsabilidad en “la matanza de Andahuaylas” (de 2005, por la que sigue preso su hermano Antauro). Al parecer, sus asesores brasileños no creyeron que podía ser tan políticamente correcto como Lula.
Encuestológicamente hablando, la segunda vuelta será la definición entre Humala y uno de los tres candidatos que lo siguen. En ese cuadro, el susto es grande para quienes lo perciben como un lobo disfrazado de cordero, que juega a pasar gato por liebre y para quienes valoran el auge de la economía peruana en democracia. Su pesadilla tiene la forma de una segunda vuelta entre Humala y Keiko. Es decir, “entre el cáncer y el sida”, como graficara Mario Vargas Llosa.
Para esos peruanos de la democracia con mercado y paz, lo mejor sería una renuncia heroica que posicione, en primera vuelta, a quien pueda derrotar tácticamente a Keiko y estratégicamente a Humala. Según nomenclatura sajona, esto supondría desahuciar a quien luce como un descendente “pato cojo” (Toledo) y acumular apuestas en el supuesto “caballo oscuro” (PPK). Pero, para complicar la cosa, en el entorno humalista se teme mucho más al “cholo” que al “gringo”.
Esa acumulación del susto con la urgencia, hace que afloren los reproches reprimidos contra Alan García. En su egocentrismo, el Presidente habría dejado sin candidato a su histórico partido aprista y socavado el liderazgo, antes claro, de Toledo. Ensimismado en su postulación propia para 2016, sería el gran culpable de la antiopción en curso.
Sin embargo, más que a García, la acusación debiera apuntar a la crisis de representatividad del sistema político pues, desde el primer “fujimorazo”, Perú es el paraíso de los outsiders. De hecho, los cinco candidatos del domingo pasado lo son, pues surgieron fuera de las estructuras partidistas o bajo la sombra de papá.
Bitácora
Bolivia-Chile Evo conversando y con el mazo dándole a Piñera
José Rodríguez Elizondo
El miércoles 23 de marzo, los lectores del diario chileno El Mercurio se encontraron con una notable curiosidad mundial. Mientras leían una entrevista al presidente de Bolivia, Evo Morales, en la cual se manifestaba optimista sobre las conversaciones bilaterales que llevaba con Chile -incluyendo la aspiración marítima-, la radio les informaba algo drásticamente distinto: en el acto principal de “el día del mar”, Morales anunciaba que llevaría a Chile ante los tribunales internacionales, tal como lo había hecho el Perú. Como background, una recreación sesgada, clásicamente irredentista, de la historia de la guerra de 1879, que sólo podía disuadir a los bolivianos que valoraban su previo acercamiento amistoso.
¿Cómo se contextualiza esta voltereta espectacular, en la cual el presidente de Bolivia aparece con un doble discurso, antagónico y simultáneo?
A continuación, diez claves para la procesar la respuesta.
1.- El Presidente Morales optó por el inviable atajo de la “diplomacia de los pueblos”, que es cualquier cosa menos diplomacia. Quiso ignorar que las aspiraciones que no se satisfacen en más de un siglo, difícilmente se arreglan en el Día del Mar. Con esto renunció a administrar las ganancias politicas que estaba obteniendo, en Lima y Santiago, gracias a una buena mezcla de intuición e inteligencia. Tal vez fue víctima de la Constitución que él mismo inspiró. Bueno, también se le nota nervioso desde su frustrado “gasolinazo”.
2.- La movida de Morales era previsible y fue prevista. El experto y experimentado general ® Ernesto Videla ya había llamado la atención, en un boletín mensual de su autoría, sobre la necesidad de denunciar las proyecciones antichilenas de la nueva Constitución boliviana de 2009. Luego, en mi libro Temas para después de La Haya, fechado en octubre del 2010, llamé la atención sobre los artículos de esa Constitución que transforman la aspiración marítima en un derecho y sientan las bases para sepultar el tratado limítrofe con Chile de 1904. Entonces escribí (y excúsenme por la autocita), lo siguiente: “Esta heterodoxia del constitucionalismo boliviano está en la misma línea peruana de la judicialización de los conflictos de poder, que derivó en la demanda marítima”. Es decir, era un clásico “efecto-demostración”, en cuya virtud Morales se abocaba a la tarea de multilateralizar y judicializar su tema. Por cierto, una movida que cierra los espacios para negociar, pues es insalvable la contradicción entre un gobierno que se atiene al tratado limítrofe vigente y otro que crea normas ad hoc para desconocerlo.
3.- Todo indica que en ese “efecto-demostración” hubo una especie de transferencia tecnológico-política. Baste recordar el perfil del embajador que Alan García envió a Bolivia, para hacer las paces con Morales, después de una gran insultadera recíproca. Ese gran discípulo de Maquiavelo que es García, designó como su representante a Manuel Rodríguez Cuadros, el mismo que, como canciller de Toledo, dirigiera la penúltima fase de la estrategia marítima peruana hacia Chile. Durante su gestión en La Paz, el hábilísimo Rodríguez tranquilizó a quienes, como el propio Morales, pensaban que la demanda peruana bloqueaba la aspiración marítima boliviana. Su tesis fue que, por el contrario, dicha demanda era “la llave del candado” que encerraba a Bolivia en la mediterraneidad. .
4.- Si alguna incidencia tuvo el caso del general boliviano narcotraficante, René Sanabria, como piensan algunos analistas, ésta fue secundaria. La captura de ese alto oficial por los agentes antidrogas de los Estados Unidos, en operación conjunta con carabineros de Chile, debió molestar a Morales, por no haber sido advertido previamente. Sin duda, es duro sentirse “bypaseado” en temas que afectan a la autoridad boliviana del combate contra las drogas, máxime cuando ya se había expulsado de Bolivia a los agentes norteamericanos de la DEA. Pero, como lo sabe cualquier conocedor del antihéroe televisivo Jack Bauer, avisar una captura de ese nivel por motivos de protocolo, a veces permite volar al pajarito.
5.- El que Morales haya traicionado las confianzas chilenas, es relativo, Con esto quiero decir que en la materia hubo mucho voluntarismo. Un querer confiar, como la tortuga en el alacrán del cuento. Yendo a contramano, yo dije en su oportunidad que, para considerar a Morales como interlocutor confiable, en temas estratégicos, éste debía pasar el test de la sucesión o alternancia democrática. En otras palabras, no era cuestión de un mandatario individualizable, sino del sistema que estaba “refundando”.
6.- No es casual el “timing” de la voltereta de Morales. Seguramente, él y sus asesores piensan que el momento actual es determinante, pues el año que viene está al filo de la definición de dos temas macro. Uno, el fallo de los jueces de la Haya, que, como cualquiera sabe, ajustará o desajustará la aspiración boliviana de una salida al mar por Arica. Otro, los dos gambitos que la Constitución de Morales, planteó a Chile: la mutación de la aspiración marítima en “un derecho irrenunciable e imprescriptible” (artículo 268) y la eventual denuncia unilateral del tratado de 1904 (artículo 9 transitorio). En este contexto, Morales presionó al máximo a su homólogo chileno Sebastián Piñera, para obtener una “propuesta” antes del Día del Mar. No quiso considerar que mal podría Piñera avanzar o finiquitar una negociación de carácter estratégico, sin saber de qué mar dispondrá Chile ni si Bolivia seguirá respetando el tratado de 1904.
7.- La dicotomía “halcones-palomas” es demasiado tosca para analizar las complejidades internas y subyacentes de Bolivia. Alinear a distintos lados al canciller David Choquehuanca y al vicepresidente Alvaro García Linera, en el combate por la influencia ante Morales, puede ser sólo un reflejo de las condicionantes históricas. En efecto, la dicotomía estratégica sigue pasando por quienes, debido a razones culturales, están más o menos alineados con el Perú. Aludiendo a este fenómeno, un gran diplomático boliviano, Guillermo Gutiérrez Vea Murguía, escribió en 1992 que había que desconfiar tanto de la arrogancia de los chilenos como “de la dudosa amistad” del Perú. También, cabe mencionar a Domingo Santa María, mandatario chileno de fines del siglo 19, para quien Chile nunca podría desplazar la hegemonía peruana sobre Bolivia. Personalmente, recuerdo mis conversaciones con Walter Montenegro, un fino diplomático boliviano al que conocí en Lima, para quien Bolivia era “el país de las oportunidades perdidas”. Sobre estas bases de la cultura nacional, los bolivianos que sufrieron cuando Morales se insultó con Alan García, hoy deben paladear este vuelco. A la inversa, quienes creyeron en una diplomacia profesional y ´plenamente independiente respecto a Chile, quizás interpreten lo sucedido como un retroceso grave.
8.- Creo que el presidente Piñera aprendió mucho de la experiencia peruana de sus dos predecesores, quienes se limitaron a asegurar que Chile no tenía ninguna controversia jurídica con el Perú. Dijeron lo que no existía, pero no definieron el conflicto político realmente existente. Tal actitud los induciría a aceptar, a regañadientes, la eventual formalización de la demanda peruana. Sin embargo, tras ser presentada ésta en 2008, altos funcionarios de la presidenta Bachelet la calificaron como un “gesto inamistoso”, dando pábulo a Alan García para remarcar que sólo se había ajustado al Derecho . Conocedor de ese periplo, Piñera calificó de imediato la movida judicializante de Morales como una “pretensión inaceptable”, dando de inicio una definición político-estratégica clara. Sólo después aludió a “una situación jurídicamente inadmisible” y ratificó su voluntad de mantener el diálogo. Tal secuencia deja en claro que no se dejará enredar en sutilezas abogadiles y que un Estado con líderes maduros jamás deja de dialogar. Sería la cara chilena del “efecto-demostración” o, más bien, del “efecto-escarmiento”.
9.- Aunque en Chile el caso es un asunto de Estado (traducción: los partidos se alinearon de inmediato tras Piñera), de momento está produciéndose una discusión asordinada sobre el talante oficial para enfrentar el próximo futuro con Morales… y con el mismísimo García. Para representantes de la ahora opositora Concertación, por ejemplo, habría que endurecer ese talante, pues Morales se habría inspirado en el rápido paso desde la enemistad Bachelet-García a la amistad García-Piñera. En otras palabras, le habría parecido que demandar a Chile, por temas de soberanía, le saldría prácticamente “gratis”. Por lo visto, esos representantes no consideran que las señales de enemistad de Bachelet fueron estratégicamente tardías, pues se produjeron tras formalizarse la demanda, por lo cual no cumplieron ningún rol disuasivo. Además, no se hicieron desde el propio nivel presidencial. De este modo, Piñera debió interactuar con García sobre la base de hechos consumados, que dejaban como única alternativa profundizar la enemistad, acelerando un curso de colisión. Sin perjuicio de ello, la sola polémica indica que no será fácil, para Morales, lograr lo que pretendía: jugar simultáneamente con la judicialización del tema marítimo y aeguir negociando con su homólogo chileno.
10.- Finalmente, Morales debe asumir la responsabilidad política de iniciar una movida de muy mal pronóstico regional, que seguirá, seguro, con la adhesión de sus dos líderes mayores. Como siempre, Fidel Castro le ofrecerá la “propia sangre” del pueblo cubano y Hugo Chávez, para mortificar a Piñera, deseará atracar en un puerto boliviano. Como Morales ya sospecha que hay apoyos que restan, tratará de buscar otras solidaridades, pero lo tiene difícil. Apoyarlo en este gambito temerario implica aceptar que una disposición interna ponga en suspenso todos los tratados de límites que en el mundo han sido. Sería actuar como ese esclavo de una obra de Bertot Brecht que, tras proclamar que era libre, se cortó un pie.
A continuación, diez claves para la procesar la respuesta.
1.- El Presidente Morales optó por el inviable atajo de la “diplomacia de los pueblos”, que es cualquier cosa menos diplomacia. Quiso ignorar que las aspiraciones que no se satisfacen en más de un siglo, difícilmente se arreglan en el Día del Mar. Con esto renunció a administrar las ganancias politicas que estaba obteniendo, en Lima y Santiago, gracias a una buena mezcla de intuición e inteligencia. Tal vez fue víctima de la Constitución que él mismo inspiró. Bueno, también se le nota nervioso desde su frustrado “gasolinazo”.
2.- La movida de Morales era previsible y fue prevista. El experto y experimentado general ® Ernesto Videla ya había llamado la atención, en un boletín mensual de su autoría, sobre la necesidad de denunciar las proyecciones antichilenas de la nueva Constitución boliviana de 2009. Luego, en mi libro Temas para después de La Haya, fechado en octubre del 2010, llamé la atención sobre los artículos de esa Constitución que transforman la aspiración marítima en un derecho y sientan las bases para sepultar el tratado limítrofe con Chile de 1904. Entonces escribí (y excúsenme por la autocita), lo siguiente: “Esta heterodoxia del constitucionalismo boliviano está en la misma línea peruana de la judicialización de los conflictos de poder, que derivó en la demanda marítima”. Es decir, era un clásico “efecto-demostración”, en cuya virtud Morales se abocaba a la tarea de multilateralizar y judicializar su tema. Por cierto, una movida que cierra los espacios para negociar, pues es insalvable la contradicción entre un gobierno que se atiene al tratado limítrofe vigente y otro que crea normas ad hoc para desconocerlo.
3.- Todo indica que en ese “efecto-demostración” hubo una especie de transferencia tecnológico-política. Baste recordar el perfil del embajador que Alan García envió a Bolivia, para hacer las paces con Morales, después de una gran insultadera recíproca. Ese gran discípulo de Maquiavelo que es García, designó como su representante a Manuel Rodríguez Cuadros, el mismo que, como canciller de Toledo, dirigiera la penúltima fase de la estrategia marítima peruana hacia Chile. Durante su gestión en La Paz, el hábilísimo Rodríguez tranquilizó a quienes, como el propio Morales, pensaban que la demanda peruana bloqueaba la aspiración marítima boliviana. Su tesis fue que, por el contrario, dicha demanda era “la llave del candado” que encerraba a Bolivia en la mediterraneidad. .
4.- Si alguna incidencia tuvo el caso del general boliviano narcotraficante, René Sanabria, como piensan algunos analistas, ésta fue secundaria. La captura de ese alto oficial por los agentes antidrogas de los Estados Unidos, en operación conjunta con carabineros de Chile, debió molestar a Morales, por no haber sido advertido previamente. Sin duda, es duro sentirse “bypaseado” en temas que afectan a la autoridad boliviana del combate contra las drogas, máxime cuando ya se había expulsado de Bolivia a los agentes norteamericanos de la DEA. Pero, como lo sabe cualquier conocedor del antihéroe televisivo Jack Bauer, avisar una captura de ese nivel por motivos de protocolo, a veces permite volar al pajarito.
5.- El que Morales haya traicionado las confianzas chilenas, es relativo, Con esto quiero decir que en la materia hubo mucho voluntarismo. Un querer confiar, como la tortuga en el alacrán del cuento. Yendo a contramano, yo dije en su oportunidad que, para considerar a Morales como interlocutor confiable, en temas estratégicos, éste debía pasar el test de la sucesión o alternancia democrática. En otras palabras, no era cuestión de un mandatario individualizable, sino del sistema que estaba “refundando”.
6.- No es casual el “timing” de la voltereta de Morales. Seguramente, él y sus asesores piensan que el momento actual es determinante, pues el año que viene está al filo de la definición de dos temas macro. Uno, el fallo de los jueces de la Haya, que, como cualquiera sabe, ajustará o desajustará la aspiración boliviana de una salida al mar por Arica. Otro, los dos gambitos que la Constitución de Morales, planteó a Chile: la mutación de la aspiración marítima en “un derecho irrenunciable e imprescriptible” (artículo 268) y la eventual denuncia unilateral del tratado de 1904 (artículo 9 transitorio). En este contexto, Morales presionó al máximo a su homólogo chileno Sebastián Piñera, para obtener una “propuesta” antes del Día del Mar. No quiso considerar que mal podría Piñera avanzar o finiquitar una negociación de carácter estratégico, sin saber de qué mar dispondrá Chile ni si Bolivia seguirá respetando el tratado de 1904.
7.- La dicotomía “halcones-palomas” es demasiado tosca para analizar las complejidades internas y subyacentes de Bolivia. Alinear a distintos lados al canciller David Choquehuanca y al vicepresidente Alvaro García Linera, en el combate por la influencia ante Morales, puede ser sólo un reflejo de las condicionantes históricas. En efecto, la dicotomía estratégica sigue pasando por quienes, debido a razones culturales, están más o menos alineados con el Perú. Aludiendo a este fenómeno, un gran diplomático boliviano, Guillermo Gutiérrez Vea Murguía, escribió en 1992 que había que desconfiar tanto de la arrogancia de los chilenos como “de la dudosa amistad” del Perú. También, cabe mencionar a Domingo Santa María, mandatario chileno de fines del siglo 19, para quien Chile nunca podría desplazar la hegemonía peruana sobre Bolivia. Personalmente, recuerdo mis conversaciones con Walter Montenegro, un fino diplomático boliviano al que conocí en Lima, para quien Bolivia era “el país de las oportunidades perdidas”. Sobre estas bases de la cultura nacional, los bolivianos que sufrieron cuando Morales se insultó con Alan García, hoy deben paladear este vuelco. A la inversa, quienes creyeron en una diplomacia profesional y ´plenamente independiente respecto a Chile, quizás interpreten lo sucedido como un retroceso grave.
8.- Creo que el presidente Piñera aprendió mucho de la experiencia peruana de sus dos predecesores, quienes se limitaron a asegurar que Chile no tenía ninguna controversia jurídica con el Perú. Dijeron lo que no existía, pero no definieron el conflicto político realmente existente. Tal actitud los induciría a aceptar, a regañadientes, la eventual formalización de la demanda peruana. Sin embargo, tras ser presentada ésta en 2008, altos funcionarios de la presidenta Bachelet la calificaron como un “gesto inamistoso”, dando pábulo a Alan García para remarcar que sólo se había ajustado al Derecho . Conocedor de ese periplo, Piñera calificó de imediato la movida judicializante de Morales como una “pretensión inaceptable”, dando de inicio una definición político-estratégica clara. Sólo después aludió a “una situación jurídicamente inadmisible” y ratificó su voluntad de mantener el diálogo. Tal secuencia deja en claro que no se dejará enredar en sutilezas abogadiles y que un Estado con líderes maduros jamás deja de dialogar. Sería la cara chilena del “efecto-demostración” o, más bien, del “efecto-escarmiento”.
9.- Aunque en Chile el caso es un asunto de Estado (traducción: los partidos se alinearon de inmediato tras Piñera), de momento está produciéndose una discusión asordinada sobre el talante oficial para enfrentar el próximo futuro con Morales… y con el mismísimo García. Para representantes de la ahora opositora Concertación, por ejemplo, habría que endurecer ese talante, pues Morales se habría inspirado en el rápido paso desde la enemistad Bachelet-García a la amistad García-Piñera. En otras palabras, le habría parecido que demandar a Chile, por temas de soberanía, le saldría prácticamente “gratis”. Por lo visto, esos representantes no consideran que las señales de enemistad de Bachelet fueron estratégicamente tardías, pues se produjeron tras formalizarse la demanda, por lo cual no cumplieron ningún rol disuasivo. Además, no se hicieron desde el propio nivel presidencial. De este modo, Piñera debió interactuar con García sobre la base de hechos consumados, que dejaban como única alternativa profundizar la enemistad, acelerando un curso de colisión. Sin perjuicio de ello, la sola polémica indica que no será fácil, para Morales, lograr lo que pretendía: jugar simultáneamente con la judicialización del tema marítimo y aeguir negociando con su homólogo chileno.
10.- Finalmente, Morales debe asumir la responsabilidad política de iniciar una movida de muy mal pronóstico regional, que seguirá, seguro, con la adhesión de sus dos líderes mayores. Como siempre, Fidel Castro le ofrecerá la “propia sangre” del pueblo cubano y Hugo Chávez, para mortificar a Piñera, deseará atracar en un puerto boliviano. Como Morales ya sospecha que hay apoyos que restan, tratará de buscar otras solidaridades, pero lo tiene difícil. Apoyarlo en este gambito temerario implica aceptar que una disposición interna ponga en suspenso todos los tratados de límites que en el mundo han sido. Sería actuar como ese esclavo de una obra de Bertot Brecht que, tras proclamar que era libre, se cortó un pie.
Bitácora
"Bolivia baraja la judicialización de su aspiración marítima"
José Rodríguez Elizondo
Como abogado, periodista, ex embajador y experto en temas bilaterales José Rodríguez Elizondo ha conocido varias negociaciones diplomáticas. Al analista internacional no le asombran los recientes dichos del ex vicecanciller boliviano Hugo Fernández, quien dijo que la ex Presidenta Michelle Bachelet ofreció al vecino país un enclave de 28 kilómetros ubicado entre el sur de la Quebrada de Camarones y el norte de Iquique. Rodríguez dice que desde hace un siglo que se conversa esto a nivel bilateral y que los dichos de Fernández no ayudan a la relación entre Chile y Bolivia.
-¿Cuáles han sido los hitos en la relación entre Chile y Bolivia en el gobierno de Sebastian Piñera?
-Hay un hito básico y pregubernamental: cuando el candidato Piñera demarcó el territorio de lo negociable, excluyendo la transferencia de soberanía a Bolivia. Ese compromiso anuló cualquier entendimiento o sospecha de oferta previa en esa línea y comenzó a cambiar la relación con el Perú. Alan García, pese a sostener que la aspiración boliviana sólo atañe a Chile, venía denunciando negociaciones bajo la mesa entre Michelle Bachelet y Evo Morales. En cuanto a puntos pendientes de la agenda, serían todos, mientras no haya anuncio oficial en contrario.
-¿Cómo analiza las revelaciones bolivianas sobre un supuesto corredor ofrecido por el gobierno de Bachelet a Evo Morales, mientras continúa entre Chile y Perú un juicio en La Haya?
-Hay una trilateralidad del tema, pues los "deseos de Bolivia" se reducen, sin eufemismo, a su voluntad constitucionalizada de asumir soberanía sobre litoral chileno, sea éste ex peruano o ex boliviano. En este contexto, que se arrastra desde la inmediata posguerra del Pacífico, la demanda marítima peruana puede ser vista como un efecto retorsivo acumulado, para castigar distintas negociaciones chileno-bolivianas sobre un corredor ariqueño. Para Bolivia sería un efecto-demostración de estrategia indirecta y exitosa, pues quieren ver a Chile no como un país demandado por cuestiones jurídicas actuales, sino como un país cuestionado por sus conquistas bélicas del pasado.
-¿Pero en específico qué le parecen los dichos del ex vicecanciller Fernández, acerca del ofrecimiento del enclave de 28 kilómetros?
-Representantes de Chile y Bolivia vienen conversando sobre corredores y enclaves desde hace más de un siglo. Pero, en diplomacia, lo conversado sólo puede ser un precedente para nuevas negociaciones, pues nada está acordado hasta que sea firmado, ratificado y protocolizado. En ese contexto, las "revelaciones" son síntoma de una profesionalización defectuosa o de una maniobra táctica. Nada que ayude a una negociación en trámite.
-Se informó que esa propuesta se entregó 2009, en un borrador y que fue paralizada luego por el Presidente Piñera por considerarlo inadecuado.
-Por lo dicho, una eventual propuesta en "borrador" no compromete al sucesor de quien la formula. Además, no veo cómo Bolivia podría conformarse con un enclave no soberano en Chile, teniendo ya uno con poco uso en Perú, desde la época de Fujimori... salvo que pretenda crear un polo geopolítico, mediante una especie de fusión molecular de enclaves transfronterizos.
-La Cancillería boliviana negó que el gobierno de Bachelet le ofreciera un enclave sin soberanía. ¿Cree que el gobierno de La Paz amolda una verdad?
-Por un lado, el "secretismo chilensis", sumado a una política exterior de Estado más bien retórica, facilita que se invoquen públicamente simples "borradores" o que se manipulen hechos y dichos producidos bajo reserva diplomática. Por otra parte, cuando la Cancillería boliviana niega lo que dice un ex vicecanciller, nos está dando un aviso hidalgo: debemos eliminar, rápido, las goteras de nuestra profesionalidad diplomática, especialmente en materia de resguardos y constancias.
-¿Cómo interpreta que el cónsul de Bolivia en Santiago pidiera en Holanda acceso a la demanda marítima de Perú contra Chile?
- El gobierno boliviano baraja la judicialización de su aspiración marítima, a imagen y semejanza del Perú, como una de sus opciones. Para ese efecto, habría una base normativa en su propia Constitución, según la cual debiera denunciar unilateralmente el Tratado con Chile de 1904, por contradecir el derecho inalienable a un acceso soberano al océano. Así, estaría creándose una doctrina según la cual la aspiración boliviana, en cuanto constitucionalizada, dejaría de ser una mera expectativa. Hasta se ha creado el oxímoron de los "derechos expectaticios".
Entrevista a José Rpdríguez Elizondo publicada en El Mercurio el 13.2.2011.
-Hay un hito básico y pregubernamental: cuando el candidato Piñera demarcó el territorio de lo negociable, excluyendo la transferencia de soberanía a Bolivia. Ese compromiso anuló cualquier entendimiento o sospecha de oferta previa en esa línea y comenzó a cambiar la relación con el Perú. Alan García, pese a sostener que la aspiración boliviana sólo atañe a Chile, venía denunciando negociaciones bajo la mesa entre Michelle Bachelet y Evo Morales. En cuanto a puntos pendientes de la agenda, serían todos, mientras no haya anuncio oficial en contrario.
-¿Cómo analiza las revelaciones bolivianas sobre un supuesto corredor ofrecido por el gobierno de Bachelet a Evo Morales, mientras continúa entre Chile y Perú un juicio en La Haya?
-Hay una trilateralidad del tema, pues los "deseos de Bolivia" se reducen, sin eufemismo, a su voluntad constitucionalizada de asumir soberanía sobre litoral chileno, sea éste ex peruano o ex boliviano. En este contexto, que se arrastra desde la inmediata posguerra del Pacífico, la demanda marítima peruana puede ser vista como un efecto retorsivo acumulado, para castigar distintas negociaciones chileno-bolivianas sobre un corredor ariqueño. Para Bolivia sería un efecto-demostración de estrategia indirecta y exitosa, pues quieren ver a Chile no como un país demandado por cuestiones jurídicas actuales, sino como un país cuestionado por sus conquistas bélicas del pasado.
-¿Pero en específico qué le parecen los dichos del ex vicecanciller Fernández, acerca del ofrecimiento del enclave de 28 kilómetros?
-Representantes de Chile y Bolivia vienen conversando sobre corredores y enclaves desde hace más de un siglo. Pero, en diplomacia, lo conversado sólo puede ser un precedente para nuevas negociaciones, pues nada está acordado hasta que sea firmado, ratificado y protocolizado. En ese contexto, las "revelaciones" son síntoma de una profesionalización defectuosa o de una maniobra táctica. Nada que ayude a una negociación en trámite.
-Se informó que esa propuesta se entregó 2009, en un borrador y que fue paralizada luego por el Presidente Piñera por considerarlo inadecuado.
-Por lo dicho, una eventual propuesta en "borrador" no compromete al sucesor de quien la formula. Además, no veo cómo Bolivia podría conformarse con un enclave no soberano en Chile, teniendo ya uno con poco uso en Perú, desde la época de Fujimori... salvo que pretenda crear un polo geopolítico, mediante una especie de fusión molecular de enclaves transfronterizos.
-La Cancillería boliviana negó que el gobierno de Bachelet le ofreciera un enclave sin soberanía. ¿Cree que el gobierno de La Paz amolda una verdad?
-Por un lado, el "secretismo chilensis", sumado a una política exterior de Estado más bien retórica, facilita que se invoquen públicamente simples "borradores" o que se manipulen hechos y dichos producidos bajo reserva diplomática. Por otra parte, cuando la Cancillería boliviana niega lo que dice un ex vicecanciller, nos está dando un aviso hidalgo: debemos eliminar, rápido, las goteras de nuestra profesionalidad diplomática, especialmente en materia de resguardos y constancias.
-¿Cómo interpreta que el cónsul de Bolivia en Santiago pidiera en Holanda acceso a la demanda marítima de Perú contra Chile?
- El gobierno boliviano baraja la judicialización de su aspiración marítima, a imagen y semejanza del Perú, como una de sus opciones. Para ese efecto, habría una base normativa en su propia Constitución, según la cual debiera denunciar unilateralmente el Tratado con Chile de 1904, por contradecir el derecho inalienable a un acceso soberano al océano. Así, estaría creándose una doctrina según la cual la aspiración boliviana, en cuanto constitucionalizada, dejaría de ser una mera expectativa. Hasta se ha creado el oxímoron de los "derechos expectaticios".
Entrevista a José Rpdríguez Elizondo publicada en El Mercurio el 13.2.2011.
Bitácora
Hipótesis para dos visitas
José Rodríguez Elizondo
Quienes evalúan las visitas de Sebastián Piñera a Lima y de Alan García a Santiago por los brindis, chascarros y otras amenidades, subestiman los previos indicadores del conflicto.
La realidad, sin eufemismos, dice que Perú, tras judicializar su pretensión sobre parte del mar chileno, hizo saltar dos sentimientos peligrosos: aquí, la sensación de una odiosidad peruana irreductible; allá, la de una revancha subliminal, pero parcial. En ese contexto, algunos chilenos siguieron planteando que Perú había construído un caso jurídico (lo cual es cierto) y que no hay problema pendiente entre nuestros países (lo cual es contradictorio). En Perú, García nos denunciaba como modelo de armamentismo, impulsaba un pacto regional de no agresión y los nacionalistas inflaban la convicción de que Chile desacataría un fallo seguramente adverso.
Así, lo innombrable se hizo plausible. Me lo reconoció, en julio de 2008, el histórico general peruano y respetado ex canciller Edgardo Mercado Jarrín: “vivimos uno de los momentos más críticos de la relación desde la guerra de 1879”. Sobre tal base, lo sensato era salir de los juegos en la cornisa y preparar los escenarios para después de La Haya. En lo que a nosotros respecta, esto suponía postergar el tema de las inculpaciones para desmontar los mecanismos de la tragedia griega.
Debíamos desarrugar, pragmáticos, el entrecejo de la enemistad; poner el énfasis en la virtualidad de paz, propia del proceso judicial –por “construído” que fuera-, y esperar que un nuevo gobernante tuviera el coraje de hacer las rectificaciones pertinentes.
Para beneficio de la paz regional y continuidad del desarrollo chileno y peruano, este es el rol que está desempeñando Piñera. Con su rapidez natural, captó que debíamos enfrentarnos con hechos propios consumados, entre los cuales la reducción del conflicto a lo jurídico, la consiguiente indefinición estratégica y la silente resignación a la demanda. A partir de ese análisis descarnado, decidió viajar a Lima en noviembre pasado y, entre trotes y brindis intencionados, nos hizo crujir el ego comunicando el nuevo talante a los peruanos. Estos percibieron, con una mezcla de sorpresa y escalofrío metafórico, que Piñera realmente confiaba en nuestras razones jurídicas y, por tanto, que Chile respetaría cualquier fallo. Como efecto inmediato, bajó el rating de los revanchistas y el balón de las rectificaciones quedó en el campo de García.
El líder peruano, que también es rápido, pese a lucir como una estatua semoviente, vio abrirse su propia oportunidad. Con un ojo en la Historia y el otro en su tercera elección, percibió que la coyuntura contenía una promesa insólita: la de que la demanda peruana no impediría, per se, una fructuosa integración económica con el modélico (pero arrogante) Chile. A semejanza de la satisfacción ecuatoriana tras instalar su bastión de Tiwinza en la geografía peruana, sería una rareza que cuadraba el círculo de los nacionalistas belicosos y de los indoamericanistas del Apra. Gracias a Piñera, él podría redimir, dignamente, las hipotecas de la vieja guerra.
Si esa fue su visión, García la escenificó con brillo en su reciente visita a Chile. Ante distintos auditorios, lució su cultura chilena de lector infantil de “El Peneca” y sedujo sin recato a nuestros empresarios (que no se les ocurra invertir en países como Argentina y Venezuela, pues). Entremedio, un complejísimo y sutil mensaje para sus compatriotas: la promesa de un futuro en integración compensaba hasta una eventual decepción con el fallo de La Haya. Fue como si parafraseara la frase atribuida a Atahualpa: “usos son de los pleitos, vencer y ser vencidos”.
Corolario: el escenario oscuro se está disipando y la paz tiende a ser más fuerte. Como en el título de un filme español, “amanece, que no es poco”.
El Mercurio 23 enero 2011
La realidad, sin eufemismos, dice que Perú, tras judicializar su pretensión sobre parte del mar chileno, hizo saltar dos sentimientos peligrosos: aquí, la sensación de una odiosidad peruana irreductible; allá, la de una revancha subliminal, pero parcial. En ese contexto, algunos chilenos siguieron planteando que Perú había construído un caso jurídico (lo cual es cierto) y que no hay problema pendiente entre nuestros países (lo cual es contradictorio). En Perú, García nos denunciaba como modelo de armamentismo, impulsaba un pacto regional de no agresión y los nacionalistas inflaban la convicción de que Chile desacataría un fallo seguramente adverso.
Así, lo innombrable se hizo plausible. Me lo reconoció, en julio de 2008, el histórico general peruano y respetado ex canciller Edgardo Mercado Jarrín: “vivimos uno de los momentos más críticos de la relación desde la guerra de 1879”. Sobre tal base, lo sensato era salir de los juegos en la cornisa y preparar los escenarios para después de La Haya. En lo que a nosotros respecta, esto suponía postergar el tema de las inculpaciones para desmontar los mecanismos de la tragedia griega.
Debíamos desarrugar, pragmáticos, el entrecejo de la enemistad; poner el énfasis en la virtualidad de paz, propia del proceso judicial –por “construído” que fuera-, y esperar que un nuevo gobernante tuviera el coraje de hacer las rectificaciones pertinentes.
Para beneficio de la paz regional y continuidad del desarrollo chileno y peruano, este es el rol que está desempeñando Piñera. Con su rapidez natural, captó que debíamos enfrentarnos con hechos propios consumados, entre los cuales la reducción del conflicto a lo jurídico, la consiguiente indefinición estratégica y la silente resignación a la demanda. A partir de ese análisis descarnado, decidió viajar a Lima en noviembre pasado y, entre trotes y brindis intencionados, nos hizo crujir el ego comunicando el nuevo talante a los peruanos. Estos percibieron, con una mezcla de sorpresa y escalofrío metafórico, que Piñera realmente confiaba en nuestras razones jurídicas y, por tanto, que Chile respetaría cualquier fallo. Como efecto inmediato, bajó el rating de los revanchistas y el balón de las rectificaciones quedó en el campo de García.
El líder peruano, que también es rápido, pese a lucir como una estatua semoviente, vio abrirse su propia oportunidad. Con un ojo en la Historia y el otro en su tercera elección, percibió que la coyuntura contenía una promesa insólita: la de que la demanda peruana no impediría, per se, una fructuosa integración económica con el modélico (pero arrogante) Chile. A semejanza de la satisfacción ecuatoriana tras instalar su bastión de Tiwinza en la geografía peruana, sería una rareza que cuadraba el círculo de los nacionalistas belicosos y de los indoamericanistas del Apra. Gracias a Piñera, él podría redimir, dignamente, las hipotecas de la vieja guerra.
Si esa fue su visión, García la escenificó con brillo en su reciente visita a Chile. Ante distintos auditorios, lució su cultura chilena de lector infantil de “El Peneca” y sedujo sin recato a nuestros empresarios (que no se les ocurra invertir en países como Argentina y Venezuela, pues). Entremedio, un complejísimo y sutil mensaje para sus compatriotas: la promesa de un futuro en integración compensaba hasta una eventual decepción con el fallo de La Haya. Fue como si parafraseara la frase atribuida a Atahualpa: “usos son de los pleitos, vencer y ser vencidos”.
Corolario: el escenario oscuro se está disipando y la paz tiende a ser más fuerte. Como en el título de un filme español, “amanece, que no es poco”.
El Mercurio 23 enero 2011
Bitácora
Los WiKILEAKS DE chile
José Rodríguez Elizondo
Entrevista a José Rodríguez Elizondo, publicada en El Mercurio el 2.1.11, y realizada por Por Matías Bakit R.
Como ex embajador, experto en temas bilaterales y autor de muchos libros al respecto, el cientista político y abogado José Rodríguez Elizondo conoce bien los recovecos de la diplomacia internacional.
Por ello, es voz autorizada a la hora de analizar cuáles son las verdaderas implicancias de las revelaciones de WikiLeaks que el lunes dio a conocer cables del Departamento de Estado en los que se criticaba al Presidente Piñera.
-¿Cuál es su opinión sobre el cable que se reveló del Departamento de Estado en el que se habla del Presidente Piñera?
-Es intercambiable con el despacho que pudo hacer cualquier corresponsal de prensa. La diferencia es que el despacho del periodista agota su objetivo al publicarse y el informe del diplomático, tras llegar al Departamento de Estado, muta en raw material (materia prima) para diversos objetivos: análisis prospectivo del comportamiento de Chile bajo el nuevo liderazgo de Piñera, componente necesario para actualizar perfil de la región, informe especial al Presidente Barack Obama, etc. Como los superiores del embajador no tienen el mismo rol ni los mismos filtros que un director de medios, no procesarán la información como noticia, sino con criterios funcionales a los intereses de los Estados Unidos.
-¿Qué tan delicado es esto en las relaciones entre Chile y Estados Unidos?
-Cualquier líder inteligente debe suponer que no es monedita de oro para todos. Si además es político, debe conocer el arte de tragar sapos sin arcadas delatoras. A nivel de Presidencia, debe asumir que las opiniones locales incómodas siempre son conocidas más allá de sus fronteras. Lo nuevo es que, antes de WikiLeaks, los "pelambres" quedaban en el limbo de las sospechas y la parte afectada podía autoaplicarse la vieja vacuna cínica "peor sería que no hablaran de mí". Después de WikiLeaks, la sospecha cambió por la certeza en primer plano mundial. Esto puede doler mucho... pero nunca hasta el extremo de cortarse las venas. En resumen, el tema es muy delicado para las relaciones de Obama con su servicio exterior y de Piñera con el servicio de Obama, pero no debiera serlo tanto para las relaciones Chile-Estados Unidos.
-¿Cómo debe reaccionar la Cancillería?
-Como lo está haciendo el canciller Moreno: registrando cada punto, impostando cierta flema británica e informando sobre las explicaciones que dieron y siguen dando los responsables norteamericanos. Salvo revelación atroz pendiente, incluso podría insinuar una especie de comprensión graduable, tipo "nosotros también cometemos chapuzas, pero nunca tanto". Lo mejor, dentro de lo malo, sería terminar con un buen crédito político contra la superpotencia. Más no se puede. Y sería ingenuo pretender que Obama y Hillary Clinton pidan perdón de rodillas.
-¿Qué le pareció la reacción del Departamento de Estado?
-Me gustó que reconociera el bochorno y no se encerrara en la prepotencia amurrada de los poderosos. No me gustó que descargara su frustración contra Assange. Tampoco me gustó que, imitando la reacción de los futbolistas malos, culpara a la prensa por acoger filtraciones que no supo sellar.
-¿Qué impacto puede tener la opinión de Estados Unidos sobre Piñera?
-Entiendo que el Presidente cultiva sus recuerdos de los Estados Unidos y no está, como Lula, en el negocio de disputarle su hegemonía global. Por tanto, debe molestarle que en Washington trabajen sobre sus perfiles conflictivos o que no expresen una profunda alegría por su liderazgo. Pero, como tiene la resiliencia del éxito, su eventual resentimiento será de muy corta duración.
Por ello, es voz autorizada a la hora de analizar cuáles son las verdaderas implicancias de las revelaciones de WikiLeaks que el lunes dio a conocer cables del Departamento de Estado en los que se criticaba al Presidente Piñera.
-¿Cuál es su opinión sobre el cable que se reveló del Departamento de Estado en el que se habla del Presidente Piñera?
-Es intercambiable con el despacho que pudo hacer cualquier corresponsal de prensa. La diferencia es que el despacho del periodista agota su objetivo al publicarse y el informe del diplomático, tras llegar al Departamento de Estado, muta en raw material (materia prima) para diversos objetivos: análisis prospectivo del comportamiento de Chile bajo el nuevo liderazgo de Piñera, componente necesario para actualizar perfil de la región, informe especial al Presidente Barack Obama, etc. Como los superiores del embajador no tienen el mismo rol ni los mismos filtros que un director de medios, no procesarán la información como noticia, sino con criterios funcionales a los intereses de los Estados Unidos.
-¿Qué tan delicado es esto en las relaciones entre Chile y Estados Unidos?
-Cualquier líder inteligente debe suponer que no es monedita de oro para todos. Si además es político, debe conocer el arte de tragar sapos sin arcadas delatoras. A nivel de Presidencia, debe asumir que las opiniones locales incómodas siempre son conocidas más allá de sus fronteras. Lo nuevo es que, antes de WikiLeaks, los "pelambres" quedaban en el limbo de las sospechas y la parte afectada podía autoaplicarse la vieja vacuna cínica "peor sería que no hablaran de mí". Después de WikiLeaks, la sospecha cambió por la certeza en primer plano mundial. Esto puede doler mucho... pero nunca hasta el extremo de cortarse las venas. En resumen, el tema es muy delicado para las relaciones de Obama con su servicio exterior y de Piñera con el servicio de Obama, pero no debiera serlo tanto para las relaciones Chile-Estados Unidos.
-¿Cómo debe reaccionar la Cancillería?
-Como lo está haciendo el canciller Moreno: registrando cada punto, impostando cierta flema británica e informando sobre las explicaciones que dieron y siguen dando los responsables norteamericanos. Salvo revelación atroz pendiente, incluso podría insinuar una especie de comprensión graduable, tipo "nosotros también cometemos chapuzas, pero nunca tanto". Lo mejor, dentro de lo malo, sería terminar con un buen crédito político contra la superpotencia. Más no se puede. Y sería ingenuo pretender que Obama y Hillary Clinton pidan perdón de rodillas.
-¿Qué le pareció la reacción del Departamento de Estado?
-Me gustó que reconociera el bochorno y no se encerrara en la prepotencia amurrada de los poderosos. No me gustó que descargara su frustración contra Assange. Tampoco me gustó que, imitando la reacción de los futbolistas malos, culpara a la prensa por acoger filtraciones que no supo sellar.
-¿Qué impacto puede tener la opinión de Estados Unidos sobre Piñera?
-Entiendo que el Presidente cultiva sus recuerdos de los Estados Unidos y no está, como Lula, en el negocio de disputarle su hegemonía global. Por tanto, debe molestarle que en Washington trabajen sobre sus perfiles conflictivos o que no expresen una profunda alegría por su liderazgo. Pero, como tiene la resiliencia del éxito, su eventual resentimiento será de muy corta duración.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
Libros de José Rodríguez Elizondo
Últimos apuntes
Archivo
Enlaces
Tendencias21
-
Descubren en un lago de Noruega un naufragio ocurrido hace más de 700 años
23/11/2024 09:50 -
Descubren en un lago de Noruega un naufragio ocurrido hace más de 700 años
23/11/2024 09:50 -
Nuestro antiguo ancestro Lucy convivió con hasta cuatro especies protohumanas diferentes
22/11/2024 17:54 -
Nuestro antiguo ancestro Lucy convivió con hasta cuatro especies protohumanas diferentes
22/11/2024 17:54 -
Un aprendizaje rápido y social integró a los niños a las sociedades durante el 99% de nuestra historia
21/11/2024 17:58
Blog latinoamericano de Tendencias21
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850