Bitácora
Bolivia-Chile Evo conversando y con el mazo dándole a Piñera
José Rodríguez Elizondo
El miércoles 23 de marzo, los lectores del diario chileno El Mercurio se encontraron con una notable curiosidad mundial. Mientras leían una entrevista al presidente de Bolivia, Evo Morales, en la cual se manifestaba optimista sobre las conversaciones bilaterales que llevaba con Chile -incluyendo la aspiración marítima-, la radio les informaba algo drásticamente distinto: en el acto principal de “el día del mar”, Morales anunciaba que llevaría a Chile ante los tribunales internacionales, tal como lo había hecho el Perú. Como background, una recreación sesgada, clásicamente irredentista, de la historia de la guerra de 1879, que sólo podía disuadir a los bolivianos que valoraban su previo acercamiento amistoso.
¿Cómo se contextualiza esta voltereta espectacular, en la cual el presidente de Bolivia aparece con un doble discurso, antagónico y simultáneo?
A continuación, diez claves para la procesar la respuesta.
1.- El Presidente Morales optó por el inviable atajo de la “diplomacia de los pueblos”, que es cualquier cosa menos diplomacia. Quiso ignorar que las aspiraciones que no se satisfacen en más de un siglo, difícilmente se arreglan en el Día del Mar. Con esto renunció a administrar las ganancias politicas que estaba obteniendo, en Lima y Santiago, gracias a una buena mezcla de intuición e inteligencia. Tal vez fue víctima de la Constitución que él mismo inspiró. Bueno, también se le nota nervioso desde su frustrado “gasolinazo”.
2.- La movida de Morales era previsible y fue prevista. El experto y experimentado general ® Ernesto Videla ya había llamado la atención, en un boletín mensual de su autoría, sobre la necesidad de denunciar las proyecciones antichilenas de la nueva Constitución boliviana de 2009. Luego, en mi libro Temas para después de La Haya, fechado en octubre del 2010, llamé la atención sobre los artículos de esa Constitución que transforman la aspiración marítima en un derecho y sientan las bases para sepultar el tratado limítrofe con Chile de 1904. Entonces escribí (y excúsenme por la autocita), lo siguiente: “Esta heterodoxia del constitucionalismo boliviano está en la misma línea peruana de la judicialización de los conflictos de poder, que derivó en la demanda marítima”. Es decir, era un clásico “efecto-demostración”, en cuya virtud Morales se abocaba a la tarea de multilateralizar y judicializar su tema. Por cierto, una movida que cierra los espacios para negociar, pues es insalvable la contradicción entre un gobierno que se atiene al tratado limítrofe vigente y otro que crea normas ad hoc para desconocerlo.
3.- Todo indica que en ese “efecto-demostración” hubo una especie de transferencia tecnológico-política. Baste recordar el perfil del embajador que Alan García envió a Bolivia, para hacer las paces con Morales, después de una gran insultadera recíproca. Ese gran discípulo de Maquiavelo que es García, designó como su representante a Manuel Rodríguez Cuadros, el mismo que, como canciller de Toledo, dirigiera la penúltima fase de la estrategia marítima peruana hacia Chile. Durante su gestión en La Paz, el hábilísimo Rodríguez tranquilizó a quienes, como el propio Morales, pensaban que la demanda peruana bloqueaba la aspiración marítima boliviana. Su tesis fue que, por el contrario, dicha demanda era “la llave del candado” que encerraba a Bolivia en la mediterraneidad. .
4.- Si alguna incidencia tuvo el caso del general boliviano narcotraficante, René Sanabria, como piensan algunos analistas, ésta fue secundaria. La captura de ese alto oficial por los agentes antidrogas de los Estados Unidos, en operación conjunta con carabineros de Chile, debió molestar a Morales, por no haber sido advertido previamente. Sin duda, es duro sentirse “bypaseado” en temas que afectan a la autoridad boliviana del combate contra las drogas, máxime cuando ya se había expulsado de Bolivia a los agentes norteamericanos de la DEA. Pero, como lo sabe cualquier conocedor del antihéroe televisivo Jack Bauer, avisar una captura de ese nivel por motivos de protocolo, a veces permite volar al pajarito.
5.- El que Morales haya traicionado las confianzas chilenas, es relativo, Con esto quiero decir que en la materia hubo mucho voluntarismo. Un querer confiar, como la tortuga en el alacrán del cuento. Yendo a contramano, yo dije en su oportunidad que, para considerar a Morales como interlocutor confiable, en temas estratégicos, éste debía pasar el test de la sucesión o alternancia democrática. En otras palabras, no era cuestión de un mandatario individualizable, sino del sistema que estaba “refundando”.
6.- No es casual el “timing” de la voltereta de Morales. Seguramente, él y sus asesores piensan que el momento actual es determinante, pues el año que viene está al filo de la definición de dos temas macro. Uno, el fallo de los jueces de la Haya, que, como cualquiera sabe, ajustará o desajustará la aspiración boliviana de una salida al mar por Arica. Otro, los dos gambitos que la Constitución de Morales, planteó a Chile: la mutación de la aspiración marítima en “un derecho irrenunciable e imprescriptible” (artículo 268) y la eventual denuncia unilateral del tratado de 1904 (artículo 9 transitorio). En este contexto, Morales presionó al máximo a su homólogo chileno Sebastián Piñera, para obtener una “propuesta” antes del Día del Mar. No quiso considerar que mal podría Piñera avanzar o finiquitar una negociación de carácter estratégico, sin saber de qué mar dispondrá Chile ni si Bolivia seguirá respetando el tratado de 1904.
7.- La dicotomía “halcones-palomas” es demasiado tosca para analizar las complejidades internas y subyacentes de Bolivia. Alinear a distintos lados al canciller David Choquehuanca y al vicepresidente Alvaro García Linera, en el combate por la influencia ante Morales, puede ser sólo un reflejo de las condicionantes históricas. En efecto, la dicotomía estratégica sigue pasando por quienes, debido a razones culturales, están más o menos alineados con el Perú. Aludiendo a este fenómeno, un gran diplomático boliviano, Guillermo Gutiérrez Vea Murguía, escribió en 1992 que había que desconfiar tanto de la arrogancia de los chilenos como “de la dudosa amistad” del Perú. También, cabe mencionar a Domingo Santa María, mandatario chileno de fines del siglo 19, para quien Chile nunca podría desplazar la hegemonía peruana sobre Bolivia. Personalmente, recuerdo mis conversaciones con Walter Montenegro, un fino diplomático boliviano al que conocí en Lima, para quien Bolivia era “el país de las oportunidades perdidas”. Sobre estas bases de la cultura nacional, los bolivianos que sufrieron cuando Morales se insultó con Alan García, hoy deben paladear este vuelco. A la inversa, quienes creyeron en una diplomacia profesional y ´plenamente independiente respecto a Chile, quizás interpreten lo sucedido como un retroceso grave.
8.- Creo que el presidente Piñera aprendió mucho de la experiencia peruana de sus dos predecesores, quienes se limitaron a asegurar que Chile no tenía ninguna controversia jurídica con el Perú. Dijeron lo que no existía, pero no definieron el conflicto político realmente existente. Tal actitud los induciría a aceptar, a regañadientes, la eventual formalización de la demanda peruana. Sin embargo, tras ser presentada ésta en 2008, altos funcionarios de la presidenta Bachelet la calificaron como un “gesto inamistoso”, dando pábulo a Alan García para remarcar que sólo se había ajustado al Derecho . Conocedor de ese periplo, Piñera calificó de imediato la movida judicializante de Morales como una “pretensión inaceptable”, dando de inicio una definición político-estratégica clara. Sólo después aludió a “una situación jurídicamente inadmisible” y ratificó su voluntad de mantener el diálogo. Tal secuencia deja en claro que no se dejará enredar en sutilezas abogadiles y que un Estado con líderes maduros jamás deja de dialogar. Sería la cara chilena del “efecto-demostración” o, más bien, del “efecto-escarmiento”.
9.- Aunque en Chile el caso es un asunto de Estado (traducción: los partidos se alinearon de inmediato tras Piñera), de momento está produciéndose una discusión asordinada sobre el talante oficial para enfrentar el próximo futuro con Morales… y con el mismísimo García. Para representantes de la ahora opositora Concertación, por ejemplo, habría que endurecer ese talante, pues Morales se habría inspirado en el rápido paso desde la enemistad Bachelet-García a la amistad García-Piñera. En otras palabras, le habría parecido que demandar a Chile, por temas de soberanía, le saldría prácticamente “gratis”. Por lo visto, esos representantes no consideran que las señales de enemistad de Bachelet fueron estratégicamente tardías, pues se produjeron tras formalizarse la demanda, por lo cual no cumplieron ningún rol disuasivo. Además, no se hicieron desde el propio nivel presidencial. De este modo, Piñera debió interactuar con García sobre la base de hechos consumados, que dejaban como única alternativa profundizar la enemistad, acelerando un curso de colisión. Sin perjuicio de ello, la sola polémica indica que no será fácil, para Morales, lograr lo que pretendía: jugar simultáneamente con la judicialización del tema marítimo y aeguir negociando con su homólogo chileno.
10.- Finalmente, Morales debe asumir la responsabilidad política de iniciar una movida de muy mal pronóstico regional, que seguirá, seguro, con la adhesión de sus dos líderes mayores. Como siempre, Fidel Castro le ofrecerá la “propia sangre” del pueblo cubano y Hugo Chávez, para mortificar a Piñera, deseará atracar en un puerto boliviano. Como Morales ya sospecha que hay apoyos que restan, tratará de buscar otras solidaridades, pero lo tiene difícil. Apoyarlo en este gambito temerario implica aceptar que una disposición interna ponga en suspenso todos los tratados de límites que en el mundo han sido. Sería actuar como ese esclavo de una obra de Bertot Brecht que, tras proclamar que era libre, se cortó un pie.
A continuación, diez claves para la procesar la respuesta.
1.- El Presidente Morales optó por el inviable atajo de la “diplomacia de los pueblos”, que es cualquier cosa menos diplomacia. Quiso ignorar que las aspiraciones que no se satisfacen en más de un siglo, difícilmente se arreglan en el Día del Mar. Con esto renunció a administrar las ganancias politicas que estaba obteniendo, en Lima y Santiago, gracias a una buena mezcla de intuición e inteligencia. Tal vez fue víctima de la Constitución que él mismo inspiró. Bueno, también se le nota nervioso desde su frustrado “gasolinazo”.
2.- La movida de Morales era previsible y fue prevista. El experto y experimentado general ® Ernesto Videla ya había llamado la atención, en un boletín mensual de su autoría, sobre la necesidad de denunciar las proyecciones antichilenas de la nueva Constitución boliviana de 2009. Luego, en mi libro Temas para después de La Haya, fechado en octubre del 2010, llamé la atención sobre los artículos de esa Constitución que transforman la aspiración marítima en un derecho y sientan las bases para sepultar el tratado limítrofe con Chile de 1904. Entonces escribí (y excúsenme por la autocita), lo siguiente: “Esta heterodoxia del constitucionalismo boliviano está en la misma línea peruana de la judicialización de los conflictos de poder, que derivó en la demanda marítima”. Es decir, era un clásico “efecto-demostración”, en cuya virtud Morales se abocaba a la tarea de multilateralizar y judicializar su tema. Por cierto, una movida que cierra los espacios para negociar, pues es insalvable la contradicción entre un gobierno que se atiene al tratado limítrofe vigente y otro que crea normas ad hoc para desconocerlo.
3.- Todo indica que en ese “efecto-demostración” hubo una especie de transferencia tecnológico-política. Baste recordar el perfil del embajador que Alan García envió a Bolivia, para hacer las paces con Morales, después de una gran insultadera recíproca. Ese gran discípulo de Maquiavelo que es García, designó como su representante a Manuel Rodríguez Cuadros, el mismo que, como canciller de Toledo, dirigiera la penúltima fase de la estrategia marítima peruana hacia Chile. Durante su gestión en La Paz, el hábilísimo Rodríguez tranquilizó a quienes, como el propio Morales, pensaban que la demanda peruana bloqueaba la aspiración marítima boliviana. Su tesis fue que, por el contrario, dicha demanda era “la llave del candado” que encerraba a Bolivia en la mediterraneidad. .
4.- Si alguna incidencia tuvo el caso del general boliviano narcotraficante, René Sanabria, como piensan algunos analistas, ésta fue secundaria. La captura de ese alto oficial por los agentes antidrogas de los Estados Unidos, en operación conjunta con carabineros de Chile, debió molestar a Morales, por no haber sido advertido previamente. Sin duda, es duro sentirse “bypaseado” en temas que afectan a la autoridad boliviana del combate contra las drogas, máxime cuando ya se había expulsado de Bolivia a los agentes norteamericanos de la DEA. Pero, como lo sabe cualquier conocedor del antihéroe televisivo Jack Bauer, avisar una captura de ese nivel por motivos de protocolo, a veces permite volar al pajarito.
5.- El que Morales haya traicionado las confianzas chilenas, es relativo, Con esto quiero decir que en la materia hubo mucho voluntarismo. Un querer confiar, como la tortuga en el alacrán del cuento. Yendo a contramano, yo dije en su oportunidad que, para considerar a Morales como interlocutor confiable, en temas estratégicos, éste debía pasar el test de la sucesión o alternancia democrática. En otras palabras, no era cuestión de un mandatario individualizable, sino del sistema que estaba “refundando”.
6.- No es casual el “timing” de la voltereta de Morales. Seguramente, él y sus asesores piensan que el momento actual es determinante, pues el año que viene está al filo de la definición de dos temas macro. Uno, el fallo de los jueces de la Haya, que, como cualquiera sabe, ajustará o desajustará la aspiración boliviana de una salida al mar por Arica. Otro, los dos gambitos que la Constitución de Morales, planteó a Chile: la mutación de la aspiración marítima en “un derecho irrenunciable e imprescriptible” (artículo 268) y la eventual denuncia unilateral del tratado de 1904 (artículo 9 transitorio). En este contexto, Morales presionó al máximo a su homólogo chileno Sebastián Piñera, para obtener una “propuesta” antes del Día del Mar. No quiso considerar que mal podría Piñera avanzar o finiquitar una negociación de carácter estratégico, sin saber de qué mar dispondrá Chile ni si Bolivia seguirá respetando el tratado de 1904.
7.- La dicotomía “halcones-palomas” es demasiado tosca para analizar las complejidades internas y subyacentes de Bolivia. Alinear a distintos lados al canciller David Choquehuanca y al vicepresidente Alvaro García Linera, en el combate por la influencia ante Morales, puede ser sólo un reflejo de las condicionantes históricas. En efecto, la dicotomía estratégica sigue pasando por quienes, debido a razones culturales, están más o menos alineados con el Perú. Aludiendo a este fenómeno, un gran diplomático boliviano, Guillermo Gutiérrez Vea Murguía, escribió en 1992 que había que desconfiar tanto de la arrogancia de los chilenos como “de la dudosa amistad” del Perú. También, cabe mencionar a Domingo Santa María, mandatario chileno de fines del siglo 19, para quien Chile nunca podría desplazar la hegemonía peruana sobre Bolivia. Personalmente, recuerdo mis conversaciones con Walter Montenegro, un fino diplomático boliviano al que conocí en Lima, para quien Bolivia era “el país de las oportunidades perdidas”. Sobre estas bases de la cultura nacional, los bolivianos que sufrieron cuando Morales se insultó con Alan García, hoy deben paladear este vuelco. A la inversa, quienes creyeron en una diplomacia profesional y ´plenamente independiente respecto a Chile, quizás interpreten lo sucedido como un retroceso grave.
8.- Creo que el presidente Piñera aprendió mucho de la experiencia peruana de sus dos predecesores, quienes se limitaron a asegurar que Chile no tenía ninguna controversia jurídica con el Perú. Dijeron lo que no existía, pero no definieron el conflicto político realmente existente. Tal actitud los induciría a aceptar, a regañadientes, la eventual formalización de la demanda peruana. Sin embargo, tras ser presentada ésta en 2008, altos funcionarios de la presidenta Bachelet la calificaron como un “gesto inamistoso”, dando pábulo a Alan García para remarcar que sólo se había ajustado al Derecho . Conocedor de ese periplo, Piñera calificó de imediato la movida judicializante de Morales como una “pretensión inaceptable”, dando de inicio una definición político-estratégica clara. Sólo después aludió a “una situación jurídicamente inadmisible” y ratificó su voluntad de mantener el diálogo. Tal secuencia deja en claro que no se dejará enredar en sutilezas abogadiles y que un Estado con líderes maduros jamás deja de dialogar. Sería la cara chilena del “efecto-demostración” o, más bien, del “efecto-escarmiento”.
9.- Aunque en Chile el caso es un asunto de Estado (traducción: los partidos se alinearon de inmediato tras Piñera), de momento está produciéndose una discusión asordinada sobre el talante oficial para enfrentar el próximo futuro con Morales… y con el mismísimo García. Para representantes de la ahora opositora Concertación, por ejemplo, habría que endurecer ese talante, pues Morales se habría inspirado en el rápido paso desde la enemistad Bachelet-García a la amistad García-Piñera. En otras palabras, le habría parecido que demandar a Chile, por temas de soberanía, le saldría prácticamente “gratis”. Por lo visto, esos representantes no consideran que las señales de enemistad de Bachelet fueron estratégicamente tardías, pues se produjeron tras formalizarse la demanda, por lo cual no cumplieron ningún rol disuasivo. Además, no se hicieron desde el propio nivel presidencial. De este modo, Piñera debió interactuar con García sobre la base de hechos consumados, que dejaban como única alternativa profundizar la enemistad, acelerando un curso de colisión. Sin perjuicio de ello, la sola polémica indica que no será fácil, para Morales, lograr lo que pretendía: jugar simultáneamente con la judicialización del tema marítimo y aeguir negociando con su homólogo chileno.
10.- Finalmente, Morales debe asumir la responsabilidad política de iniciar una movida de muy mal pronóstico regional, que seguirá, seguro, con la adhesión de sus dos líderes mayores. Como siempre, Fidel Castro le ofrecerá la “propia sangre” del pueblo cubano y Hugo Chávez, para mortificar a Piñera, deseará atracar en un puerto boliviano. Como Morales ya sospecha que hay apoyos que restan, tratará de buscar otras solidaridades, pero lo tiene difícil. Apoyarlo en este gambito temerario implica aceptar que una disposición interna ponga en suspenso todos los tratados de límites que en el mundo han sido. Sería actuar como ese esclavo de una obra de Bertot Brecht que, tras proclamar que era libre, se cortó un pie.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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