CONO SUR: J. R. Elizondo

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Chile-Ecuador-Perú: Diplomacia a la carta José Rodríguez Elizondo

En marzo de 2008 la Presidenta Michelle Bachelet esperaba la visita de su homólogo ecuatoriano Rafael Correa. Tenía la esperanza, seguro, de que apoyara activamente a Chile en la demanda peruana ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ).

En la base de esa esperanza estaba, quizás, el recuerdo de la vieja geopolítica vecinal y paravecinal: asumir que Quito debía seguir, “de todas maneras”, la línea estratégica de Santiago respecto a Lima, así como La Paz –aunque a veces a regañadientes- debía encadenarse a las posiciones de Lima.
De puro desactualizados, aquí ignorábamos que los alineamientos geopolíticos tradicionales se habían desordenado, hasta el punto de parecer reversibles.

A esa altura, Evo Morales se burlaba de la gordura de García y había repudiado su demanda marítima contra Chile. Entendía que ésta afectaba la establecida aspiración marítima boliviana. Como contrapartida, Correa parecía olvidado de que, en 1995, ecuatorianos y peruanos se enfrentaron nada menos que en una guerra. Reaccionaba, así, a la inteligente ofensiva de amistad (si puede hablarse así) de la Cancillería peruana, post tratado de paz de 1999.

El hecho es que en 2008 los frutos de esa diplomacia peruana habían comenzado a madurar y las élites ecuatorianas ya no mencionaban sus reivindicaciones de soberanía amazónica ni otros viejos rencores contra el Perú.

EL INTERÉS ES MÁS FUERTE

Como en política exterior los intereses nacionales de coyuntura suelen competir con los viejos amores, en el trasfondo de esa diplomacia peruana también había un objetivo estratégico orientado hacia Santiago: socavar el alineamiento chileno-ecuatoriano respecto a la frontera marítima, con base en la común interpretación de los tratados tripartitos de 1952 y 1954. Según información ecuatoriana, Alejandro Toledo hasta había explorado, en enero de 2006, la posibilidad de un tratado fronterizo bilateral con Ecuador, que dejaba los espacios marítimos como estaban, pero aislaba a Chile en dicha interpretación.

García, sucesor de Toledo, ultrapotenció las relaciones económicas y culturales con Ecuador, apostando a que su distancia con Hugo Chávez no afectaría las posibilidades de un acercamiento con Correa. Al parecer, intuyó que a éste le convenía ampliar sus espacios de autonomía respecto al invasivo líder venezolano y que, sobre esa base, hasta podía competir con Bachelet por su afecto.

EL CARIÑO BOTADO

Este analista manifestó, entonces, que tal como estaban las cosas, sólo podíamos aspirar a que Correa mantuviera la común interpretación de los tratados tripartitos . Decodificando señales, parecía claro que el alineamiento ecuatoriano estaba chúcaro. En efecto, en 2005, con la demanda peruana en el horizonte, el canciller Francisco Carrión había declarado, enfático, que “Ecuador apoya sólo a Ecuador”. El Presidente Ricardo Lagos debió trabajar duro para que su homólogo, Alfredo Palacios, le firmara una declaración conjunta, ratificando la interpretación compartida de los tratados tripartitos.
En definitiva, fue lo que sucedió. En marzo de 2008, con la demanda peruana ya entablada, Bachelet sólo obtuvo de Correa una tibia declaración sobre la “plena coincidencia” en la interpretación de dichos tratados. No pudo –si es que lo intentó- sacarle el compromiso de una eventual acción conjunta ante la CIJ.

Recién entonces se hizo evidente la necesidad de regar mejor la amistad con Ecuador. Chile no debía ponerse fraterno sólo cuando necesitaba apoyo estratégico. Con esa orientación, Bachelet aumentó los recursos para la embajada en Quito y designó, como nuevo embajador, al prestigiado Juan Pablo Lira, tercer hombre de la Cancillería y buen conocedor del Perú, donde ya había servido como jefe de misión.

¿Demasiado poco y demasiado tarde?

Efectivamente, pues a diplomacia que se duerme se la lleva la corriente. Si la Presidenta hubiera reconocido a tiempo la importancia estratégica de Ecuador, designando un embajador con experiencia y perfil funcional, no habría necesitado un diplomático-bombero. Llorando sobre la leche derramada, incluso puede recordarse que esa prolijidad estuvo a punto de darse, con la “casi designación” de uno de los mejores expertos chilenos en integración regional. Lamentablemente, el hombre fue desembarcado cuando ya preparaba las maletas y los amigos lo despedían.
Si Lira escribe sus memorias, en algunas décadas más, tal vez recuerde ese episodio y diga que le asignaron la misión imposible de ganar el partido, con un gol en contra y jugando los descuentos.

CLAVES QUITEÑAS

La pérdida de posiciones de Chile se verificó, sutil pero claramente, en septiembre de 2009, cuando llegó a Quito el canciller Mariano Fernández y los participantes chilenos a la Segunda Reunión del Consejo Interministerial Binacional.

Ahí Fernández aplicó su inteligencia y humor, para que los acuerdos logrados fueran de alto interés mutuo. Pero, al final del día, un cálido Presidente Correa lo despidió con una improvisación del tipo “excelente trabajo, estupendo para la integración y fíjese que hace poco tuvimos la segunda Interministerial con el Perú, que vino encabezada por Alan García”. Ese párrafo (reconstruido) significaba que a chilenos y peruanos los quería por igual, aunque los segundos lo mimaban mejor.

Dado que este articulista estaba en Quito en esos mismos días, pudo percibir idéntico talante en dos políticos-intelectuales prominentes: el ex Presidente Rodrigo Borja y Alberto Acosta, Presidente de la última Asamblea Constituyente. Para el primero, Alan García tenía ficha de “supremamente inteligente” y no estaba en el interés de Ecuador malograr la amistad con el Perú. Acosta, por su parte, hasta había semantizado el tema: “tenemos una buena relación nueva con Perú, una buena relación tradicional con Chile y el problema es con Colombia”. Añadió, para buenos entendedores, que “Bachelet podría hacer mucho más para acercarse a Ecuador”.

NOTICIA ANTE LAS CÁMARAS

Con todo, Ecuador no está en condiciones de dar un vuelco en sus posiciones de Estado. Correa tendría que ser un monarca absoluto y poco avispado, para decir que los tratados que invoca Chile no son limítrofes o no le atañen.

El sabe –o debe saber- que ni siquiera los últimos cancilleres peruanos están de acuerdo en la función que cumplen dichos tratados. Para Oscar Maúrtua, ex canciller de Alejandro Toledo, Perú no ha fijado frontera marítima con Chile ni con Ecuador; su sucesor, Manuel Rodríguez Cuadros –actual embajador en Bolivia-, estima que con Chile no, pero con Ecuador sí; el canciller actual, José A. García Belaunde, dice que los tratados tripartitos no fijaron limites sino “criterios”; Antero Flores-Aráoz, penúltimo ministro de Defensa, fue claro: “la frontera marítima del Perú con Ecuador no está delimitada”.

Percibiendo este incordio de la lógica, García fijó su objetivo a un nivel minimalista. Suponiendo que los jueces de la CIJ son de carne y hueso y les interesa lo que sucede en el entorno de los litigantes, se conforma con impedir la imagen de Perú en formal conflicto con dos países al mismo tiempo. Para ese efecto, inventó un compromiso extrajudicial, por el cual él reconoce la soberanía marítima de Ecuador, tal como existe y el Presidente ecuatoriano no interviene como parte activa ante la CIJ.

Para lubricar ese compromiso eventual, el jefe peruano halagó al ecuatoriano con un regalo que a los chilenos ni se nos ocurrió: la ratificación del Tratado Constitutivo de Unasur, tema al que Correa ha dado alta prioridad. Obtuvo la aprobación de su Congreso en un par de semanas y, pragmático como es, no temió estar acompañado sólo por Guyana y los países filochavistas o chavistas de frentón: Argentina,Venezuela, Bolivia y Ecuador.

En cuanto a Correa, el tiempo de las definiciones le llegó en los primeros días de junio. Notificado por la CIJ, debe decidir entre participar como actor en el pleito o aceptar el compromiso que le estaba proponiendo el jefe peruano. Tras optar por lo segundo, el rápido García le organizó una presentación conjunta en Lima, ante los medios, para lo cual se enfundó en una de esas bellas camisas ecuatorianas, bordadas, que suele usar Correa. Entendiendo que el acuerdo estaba en la batea, quiso escenificarlo con un toque de folclor.

Fue entonces cuando los televidentes nos asomamos a una de esas raras oportunidades en que la noticia surge de la pantalla misma. García, con su reconocida retórica y mirando a la cámara, aseguraba que las relaciones marchaban sobre rieles y que entre ambos países no había problema limítrofe alguno. Correa, en su turno, se alegró por el excelente nivel de las relaciones pero, respecto a los límites vigentes, emitió una condición suspensiva: sería bueno, dijo, que eso constara “por escrito”.

En ese momento, los respectivos lenguajes corporales mostraron al ecuatoriano algo incómodo y al peruano notoriamente descolocado. Volteando la cara hacia Correa, con mirada entre sorprendida y disgustada, García dejó claro que su amigo se había salido del guión.

PEOR ES NADA

García termino escriturando el compromiso pedido, bajo la forma de una carta. Tras recibirla, el líder ecuatoriano se encuentra ante otro dilema de marca mayor: el de si puede arriesgar la garantía de dos tratados permanentes, por la epístola de un colega transitorio.

Por una parte, no hay memoria de que algún jefe de Estado serio haya hecho algo semejante. Por otra, tampoco un futuro Presidente peruano estaría obligado a respetar la carta de García, por sobre su propia –y eventualmente distinta- interpretación de esos tratados.

Respecto a Chile, cabe preguntarse si Correa advirtió o no al Presidente Sebastián Piñera, sobre las alternativas de su sinuoso juego a tres bandas. Si no lo hizo, significa que dejó de privilegiar una amistad tradicional. Si lo hizo, quiere decir que es muy ecuánime y le da lo mismo Chana que Juana.
En estas circunstancias, las posibilidades del Presidente chileno se han reducido. Catalizar un alineamiento judicial de Ecuador es más difícil que ayer, pero podría usufructuar de un apoyo acotado y de más baja intensidad. La hipótesis sería que Correa le facilitara la carta-constancia en que García reconoce a Ecuador lo mismo que niega a Chile. Detallando la imaginación, bastaría con sacarle copia autorizada e incorporarla al proceso .

Es lo que los angloparlantes llaman second best y nosotros “peor es nada”. Algo que se parece mucho al histórico consuelo de María Antonieta, cuando descubrió que, a falta de pan, buenas son las tortas.

Revista Mensaje julio 2010

José Rodríguez Elizondo
Viernes, 2 de Julio 2010



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¿Dónde esta el interés de Quito? José Rodríguez Elizondo
Los juristas lo recitan como el padrenuestro: “donde existe la misma razón debe existir la misma disposición”. Parecía de cajón, entonces, que Ecuador actuara junto con Chile ante la demanda marítima peruana. Ambos países habían firmado los mismos tratados de 1952 y 1954 y estaban sujetos a la eventualidad de perder espacios marítimos si triunfaba la tesis de Perú. Más de una declaración conjunta dejó constancia de esta sintonía.

A mayor abundamiento, la argumentación de Chile coincide con la perplejidad de la nomenclatura peruana respecto al límite marítimo con Ecuador. Para Oscar Maúrtua, ex canciller de Alejandro Toledo, Perú no lo ha fijado con Chile ni con Ecuador; su sucesor Manuel Rodríguez Cuadros, estima que con Chile no, pero con Ecuador sí; el canciller actual, José A. García Belaunde, dice que los tratados no fijaron limites sino “criterios”; Antero Flores-Aráoz, penúltimo ministro de Defensa, fue claro: “la frontera marítima del Perú con Ecuador no está delimitada”.

Pero, llegada para Ecuador la hora judicial de la verdad –la notificación de La Haya- su Presidente Rafael Correa no se puso a pensar como jurista, sino como el alcalde de La Pérgola, en lo que le conviene más. Nada impide, por tanto, que “pase”, como en el póker o diga compartir las tesis de Chile, aunque sin intervenir en la litis.

Esas y otras posibilidades elusivas, junto con la del apoyo franco a Chile, serán fruto de su interpretación politica sobre lo que conviene a Ecuador: si apoyar a nuestro país o cuidar sus excelentes relaciones actuales con Perú.

Esto no debiera sorprender. En septiembre del año pasado, quien escribe verificó, in situ, que Perú había realizado una gran labor diplomática en Ecuador. Ya nadie recordaba en Quito el viejo lema del “país amazónico” y todos reconocían que la relación bilateral era algo esplendoroso. “Alan García es supremamente inteligente”, me dijo el ex Presidente Rodrigo Borja y agregó, críptico, que la demanda peruana tenía “implicancias” para Ecuador.

Alberto Acosta, ex Presidente de la Asamblea Constituyente, figura política de “gran reserva” e intelectual destacado, me dio luces adicionales: “tenemos una buena relación nueva con Perú, una buena relación tradicional con Chile y el problema es con Colombia”. Agregó, para buenos entendedores, que “Bachelet podría hacer mucho más para acercarse a Ecuador”.

En otras palabras, la clave estuvo siempre en la diplomacia y Chile dio muestras de entenderlo cuando envió a Ecuador a Juan Pablo Lira, como embajador top con dotación reforzada. O cuando Mariano Fernández co-presidió, con inteligencia y humor, la segunda reunión interministerial en Quito, 2009. Pero, también ahí se había adelantado la cancillería peruana. Correa lo hizo presente, con sutileza, en su discurso de saludo a Fernández y equipo, al recordar -sin querer queriendo- que hacía poco habían realizado una interministerial con Perú… que vino con el Presidente García.

En síntesis, está claro que la buena relación ecuatoriano-peruana es muy valiosa para Correa, pero hace agua por la frontera. En tales circunstancias, éste decidirá según su interpretación del interés nacional, la presión de García y su “semblanteo” a Sebastián Piñera. Por cierto, nuestro Presidente lo sospechó desde el principio, pues se esforzó bastante en su relación personal con su homólogo ecuatoriano.

Publicado en La Tercera el 31.5.2010.

José Rodríguez Elizondo
Lunes, 31 de Mayo 2010



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En su actual zoom de acercamiento con Argentina, el Presidente Sebastián Piñera debe estar verificando dos axiomas fundamentales: uno, que para Chile y Argentina la buena relación es literalmente estratégica y, dos, que esa buena relación depende de que los intereses nacionales primen siempre por sobre las devociones presidenciales.

Para ser justos, El primer axioma lo sospechó desde un principio. Durante su campaña, ya nos comunicó que Argentina. es el país con el cual tenemos más desarrollada nuestra integración, nuestra política de buena vecindad y que debíamos seguir avanzando. Para una eventual agenda binacional, mencionó la cooperación política, el apoyo a la participación de Argentina en el grupo G20, y el fortalecimiento de la integración económica. Prudente, .omitió el apoyo a Néstor Kirchner como mandamás de Unasur.

El segundo axioma está conjugándose. Por una parte, Piñera debe estar agradeciendo esa presión ecuánime que lo hizo desprenderse de sus intereses en Lan. Una aerolínea con tanta y tan prestigiada presencia en Argentina, lo habría expuesto no sólo a problemas comerciales importantes, sino a mayúsculos atolladeros políticos. A desafíos aptos para hacer trizas no sólo los buenos deseos de libre competencia, sino la viabilidad de la amistad estratégica binacional. Durante los gobiernos de la Concertación ya hubo indicios de que esta problemática existía, con motivo de los vuelos de Lan a las islas Malvinas.

MAQUIAVELOS Y ESTAFAOS

Pero la suerte que es grela (caprichosa), según Discépolo, hoy quiere que los intereses presidenciales chilenos y argentinos muestren un curso de colisión nuevo, aunque más solapado, en cuanto vinculado al principio democrático de la libertad de prensa. Se trata de la durísima guerra declarada por el matrimonio Kirchner contra la prensa opositora, con epicentro en el poderoso grupo Clarín. Un combate singular que podría pluralizarse y alcanzarnos, si los directivos de este grupo consiguen comprar nuestra Chilevisión (que en rigor no es nuestra, sino del Presidente Piñera).

A nivel de simple rumor, ya es un gambito maquiavélico. Con la sola filtración de su interés, los mandamases de Clarín comprobaron que no son ningunos otarios (pajarones), pues pusieron a la defensiva a los cónyuges K. No sería poco peligro, para éstos, tener un canal de televisión opositor operando desde la inmediata extraterritorialidad. Ahora, si el tema va en serio, también pondrían a la defensiva a Piñera, quien queda mal en cualquier circunstancia.

En efecto, si optara por defender a sangre fría las libertades de prensa, de las empresas o de los mercados, sería visto, incluso por los neutrales, como parte económicamente interesada. Y eso sería lo de menos pues, desde la “perspectiva K”, el tema sería muchísimo más grave: algo así como una “simple” entrega de armas al enemigo, por parte del Presidente de Chile.

VENTA Y PEAJE

Poco importa, para estos efectos, que los cónyuges K hayan demostrado escasa sofisticación diplomática y poco interés por las sutilezas de la política exterior. Visto que las relaciones argentino-chilenas se dan entre los mandatarios realmente existentes y como con la amistad estratégica no se juega, Piñera debe impedir, a costa de cualquier sacrificio, que el mal escenario se imponga.

Esto supone tres condiciones conjuntas: que se desprenda, rápidísimo, de su canal de televisión, que éste no sea adquirido por la prensa opositora al matrimonio K y que la operación sea lo bastante transparante como para no dejar dudas soibre el cumplimiento de las tres condiciones.

En el intertanto, nuestro Presidente deberá pagar el peaje de votar por el marido de doña Cristina para jefe de Unasur.

Como dice el fatalismo chileno, peor sería mascar laucha.


Version completa de texto publicado en La Tercera, 5.5.2010

José Rodríguez Elizondo
Jueves, 6 de Mayo 2010



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Bitácora

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Lecciones para Chile del fallo de la CIJ José Rodríguez Elizondo

El oráculo de La Haya habló para los pueblos del Río de la Plata, y, como siempre, sonó sabiamente salomónico. Los uruguayos tenían toda la razón tecnocientífica del mundo: la papelera Botnia, no contaminaba las aguas del limítrofe río Uruguay y no procedía desmantelarla. En semántica rioplatense, la tecnología finlandesa importada era bárbara.

Pero, los argentinos, por su lado, tenían toda la razón jurídica del mundo: los uruguayos, saltándose el estatuto binacional del río, no les informaron antes de instalar esa planta industrial en una de sus riberas. Ergo, los ambientalistas de Gualeguaychú, indignados con causa, se habrían tomado el puente internacional como una medida retorsiva.

Es que los jueces de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) no suelen seguir la lógica del juego suma cero, sino la del juego suma variable. Ese que, según el color del cristal con que se mire, permite ganar o perder a todos. Parecen creer que, para solucionar un conflicto internacional, sus fallos deben tener una buena dosis de ambigüedad.

MORALEJAS

De esto saltan tres moralejas principales:

- Primera, los gobernantes que recurren a la justicia internacional, por ser incapaces de conversar sus diferencias, suelen descubrir que han perdido tiempo y recursos económicos, para quedar más o menos donde estaban.

- Segunda, si creen que romper un statu quo soslayando la norma jurídica los posiciona mejor para ganar el partido, pueden terminar cambiando pan por charqui. En la especie, el bloqueo “privado” del puente internacional produjo pérdidas económicas cuantiosas para Uruguay.

- Tercera, si piensan que negociar es rendirse y que amurrarse es signo de firmeza, arriesgan perder el control de su política exterior y/o poner en juego su gobernabilidad. Así, los ambientalistas de Gualeguaychú desbordaron el rol conductor de Néstor y Cristina Kirchner (en ese orden), impidieron la designación del primero como jefe de Unasur y hoy podrían desacatar el fallo, comprometiendo el honor de la nación.

BARBAS EN REMOJO

Nada de esto es ajeno para chilenos y peruanos, próximos adjudicatarios de un fallo de la CIJ.
Quienes siguen, en Perú, las tesis del diplomático Juan Miguel Bákula, para quien el conflicto marítimo es “estrictamente jurídico” y no tiene Historia política detrás, sacarán cuentas optimistas. El salomonismo de la CIJ parece decir que si Chile no tiene nada que ganar, Perú puede ganar “alguito”.

Pero otros, como Enrique Obando, reputado experto en temas de Defensa, dan a entender que el pleito judicial es sólo la cobertura del “permanente problema de la mediterraneidad boliviana” y de intereses geopolíticos y geoeconómicos en pugna: “quien salga vencedor generará megapuertos y tornará dependiente a su vecino de la economía de estos puertos”, ha escrito recientemente.

En Chile, algunos expertos oficiales seguirán demostrando, según la lógica de la negación especializada, que con Perú “no hay controversia jurídica”. Con esa tesis en la frente, analizarán al milímetro las circunstancias técnicas del fallo y enfatizarán las diferencias entre una contienda por la pureza y otra por la soberanía de las aguas.

Pero otros responsables, asumiendo los contenidos reales del conflicto, estarán repasando las proféticas advertencias de Conrado Ríos Gallardo -el canciller chileno que negoció el Tratado de 1929- y asumiendo que llegó el tiempo de sincerar posiciones. Decodificando: saben que no cabe seguir políticamente a la expectativa ni cometiendo “errores no forzados”.

En esa línea, con la humildad necesaria y teniendo a la vista el pleito del Río de la Plata, el gobierno podría aprovechar el tiempo que queda hasta 2012, año probable del fallo, para hacer docencia ciudadana y así reducir riesgos. Al efecto, debiera partir enseñando que dar señales de “firmeza” no es función primaria de los buenos diplomáticos.

Las iniciativas del Presidente Piñera de eliminar una ambigüedad embarazosa frente a Bolivia y descongelar la relación con Perú, sin dejar de lado la acción diplomática y comunicacional, parecen orientarse en la dirección correcta. Haciendo ese camino, quizás lleguemos a entender que nunca es sano vivir al borde de una cornisa y que negociar no es sinónimo de capitular.

Publicado en La Tercera el 25.4.10

José Rodríguez Elizondo
Lunes, 26 de Abril 2010



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Claroscuro vecinal José Rodríguez Elizondo

El canciller Alfredo Moreno es el único ministro que no podrá dedicarse, prioritariamente, a las tareas de reconstrucción. Como su agenda no depende sólo de lo que interesa a Chile, tiene por delante tareas urgentes, más políticas que solidaristas, relacionadas con los países que nos rodean.

CON ARGENTINA, debemos tener claro que -no importa cuál peronista gobierne- lo esencial es seguir cultivando una relación literalmente estratégica. Muy mal habremos estado, alguna vez, pero nunca llegamos a las trompadas y eso es un punto decisivo.

Dado que esa realidad impone obligaciones, hay que tener protocolos listos. Y sucede que el gobierno de Cristina Fernández acaba de reflotar, contra el Reino Unido, el histórico tema de las Malvinas argentinas. Motivo: la autorización de SM británica para que empresas petroleras inicien actividades de exploración en la plataforma marítima de las islas.

Ante eso, no interesa si la política pos Menem ha sido errática o reactiva. Lo que debe preocuparnos es nuestra propia relación con Elizabeth II y si la señora K se conforma con los apoyos retóricos que gestiona (y obtiene) en las cumbres. Al efecto, debiéramos analizar si pretende algo especial de Chile, como un tratamiento portuario discriminatorio hacia los buques que transporten materiales de las empresas petroleras, o limitar el rol de Punta Arenas, en cuanto base comercial de los isleños.

Además, motu proprio, podríamos uniformar la nomenclatura. No es de recibo que, en algunos documentos o discursos de servidores públicos, siga aludiéndose a las Malvinas como “Falklands” a secas. Importa, pues muchos argentinos siguen pasándonos factura por el apoyo de Pinochet a Margaret Thatcher, durante la guerra de 1982. No asumen que una eventual victoria sobre los británicos pudo ser el prólogo de una guerra contra Chile.

CON BOLIVIA perseveramos en la riesgosa ambigüedad de las políticas secretas. En efecto, si la agenda de los 13 puntos indujera una negociación sobre transferencia de soberanía de un territorio ex peruano (corredor por Arica) , estaríamos a) creando falsas expectativas a este vecino y b) incordiando aun más la relación con el Perú.

Mejor sería insistir en el fútbol, con la dupla Evo-Sebastián en un mismo equipo y buenos servidores que les permitan golear sin asco. El deporte, como enseñara el gran Mandela, abre un excelente espacio para la amistad que precede a la comprensión. ¿Y que debe comporender Evo?... pues, que su aspiración marítima eventual –con paso soberano por Arica- es un tema para tres.

CON PERU nuestras relaciones estaban en la UTI desde que. ejecutando el legado del ex canciller Manuel Rodríguez, Alan García consumó una incordiante demanda internacional contra Chile. Quizás una victoria táctica, pero al costo de una enemistad llena de malos augurios estratégicos.

Pero, cuando papas y rocotos quemaban, el cambio de gobierno y los terremotos chilenos abrieron una ruta hacia la sensatez perdida. García –político de decisiones rápidas- lo entendió al toque y aterrizó en Santiago con una importante ayuda solidaria. A mayor abundamiento, no le importó esperar una hora a su colega chilena, volvió para el 11 y tuvo “el honor” –como él mismo dijo- de compartir un nuevo terremoto con nosotros. Con esto, facilita una versión renovada de las “cuerdas separadas” y hasta una mejor aceptación nuestra de los hechos y errores consumados.

Como rezaba el bello título de un filme español, amanece, que no es poco.


Publicado en La Tercera el 14.3.10.

José Rodríguez Elizondo
Martes, 16 de Marzo 2010



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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