CONO SUR: J. R. Elizondo

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Entrevista a José Rodríguez Elizondo


Para el ex diplomático y analista internacional José Rodríguez Elizondo, el «téngase presente» de Bolivia a la Corte de La Haya no fue sorpresa. Ya hace un año, en uno de sus libros, había advertido que La Paz “está en la misma línea peruana de la judicialización de los conflictos de poder”.

Pero, aunque tiene claro que, el gobierno boliviano se ha embarcado en la elaboración de “un sistema —o coartada— para denunciar unilateralmente el Tratado de Límites de 1904 y así construir un caso jurídico contra Chile”, también sostiene que la presentación de Bolivia (en la que señala su interés en el juicio donde Perú intenta desconocer el actual límite marítimo con nuestro país) puede terminar siendo útil a la posición chilena.

—En otro de sus libros, Ud. planteó que un objetivo de la demanda de Lima es bloquear cualquier solución a la mediterraneidad de Bolivia que pase por ex territorios peruanos. ¿Los bolivianos están haciendo esa misma lectura?

—En 2004 yo planteé el tema como hipótesis académica y después lo estructuré como ensayo periodístico en la revista Mensaje. Percibí dos tipos de reacción: silencio total en Chile, y rechazo en dos tiempos del embajador Juan Miguel Bákula (q.e.p.d.), entonces principal ideólogo de la posición peruana. Primero fue un franco debate por correo electrónico, en el cual me decía que aquello jamás estuvo en su intención ni en la de Alan García (primera Presidencia). Luego, en un libro de 2008, Bákula optó por descalificar mi hipótesis de manera pública. Habló de “una extraña interpretación”. Lo notable fue que, pocos meses después, Evo Morales transformó mi hipótesis en tesis boliviana. Fue cuando acusó a Alan García de haber demandado a Chile a sabiendas de que iba a perder, pues su objetivo sólo era “perjudicar a Bolivia”. ¿Y cómo?... pues, bloqueándole una salida al mar por Arica. Con esos antecedentes, el “téngase presente” actual sería una versión judicializada de la dura denuncia de Morales.

—En sus contactos con expertos peruanos, ¿ha accedido a antecedentes que confirmen su tesis?

—Salvo esa reacción de Bákula, no existe análisis que yo conozca. Por eso, vale la pena contar que el origen de mi hipótesis estuvo en una entrevista de 2001 al general y ex presidente peruano Francisco Morales Bermúdez. Este homólogo e interlocutor de los generales Pinochet y Bánzer en la época de los Acuerdos de Charaña, me explicó la relación entre la presión boliviana —que estaba recibiendo— y su variable de una salida soberana al mar para Bolivia con administración tripartita sobre el puerto de Arica. Años después, cuando creció el ruido de la demanda peruana, observé que Morales Bermúdez ni siquiera mencionó el tema de un posible conflicto marítimo con Chile. Ni en los años de Charaña ni en el año de la entrevista. Raro, pues la supuesta peruanidad del mar adyacente a Arica pudo ser motivo suficiente para negar su acuerdo a Bánzer y Pinochet en 1975 o para desconocer carácter fronterizo a los tratados de 1952 y 1954. Un historiador contrafactual diría que, de haberse aceptado la variable tripartita, Bolivia habría accedido, soberana, al segmento oceánico que hoy está en litigio en La Haya, por la línea del paralelo y sin bisectriz que lo modificara.

—¿Conviene o perjudica a Chile la presentación boliviana?

—Conviene… siempre que aceptemos que los actos jurídicos no existen en el vacío y son indivisibles de su motivación. Me explico: la iniciativa boliviana podría servir para probar que lo determinante en la estrategia peruana no fueron las nuevas tendencias del Derecho del Mar, sino la necesidad de evitar la presencia de un “país tampón” en la confluencia del mar peruano con el de Chile.

—¿Puede generar algún efecto en un tribunal que supuestamente sólo considera antecedentes jurídicos?

—Los jueces de cualquier tribunal suelen consignar en sus sentencias sólo elementos que tengan respaldo en el Derecho. Pero ninguno podría formarse un juicio propio si no examina los hechos que anteceden al Derecho o si ignora la Teoría de la Causa. Esa es la esencial complejidad del contencioso chileno-peruano: los hechos que se asumirán, sin ser mencionados en el fallo.

—¿Cómo se explica la fuerte reacción de la Cancillería chilena?

—Tal vez porque el aventurerismo jurídico del gobierno boliviano fue excesivo. Pero aquí cabe una pregunta paralela y complementaria: ¿Cómo se explica el silencio de la Cancillería peruana?

—¿No tiene razón la Cancillería chilena cuando señala que Bolivia no tiene nada que ver con lo que se ve en La Haya ni puede pretender algún tipo de derechos sobre la zona?

—Tiene toda la razón. Según la Carta de la Corte, también podrían ser actores los Estados que tengan “un interés de orden jurídico” que pueda ser afectado por el fallo. Bolivia no lo tiene. Sólo tiene expectativas de negociación con sus vecinos que sí tienen interés jurídico real en el Pacífico. El que a esas expectativas las califique como “derechos” es una simple curiosidad semántica. Un oxímoron.

— ¿Cómo cabe manejar el factor Bolivia de forma tal de no quedar Chile cazado hacia adelante?

—Sólo me atrevo a decir que Bolivia debe reposicionarse en el terreno de la racionalidad política y jurídica, para que pueda volver a negociar con Chile como lo venía haciendo. Para estos efectos, la racionalidad consiste en asumir que en el mundo real de los hechos y del Derecho siempre hay problemas que no tienen solución. Lo sabio, entonces, es no plantear la soberanía como un sine qua non y empezar a contemplar la postergada vía de la integración.


Publicado en La Segunda, 14.7.11


José Rodríguez Elizondo
Lunes, 18 de Julio 2011



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Juventud, divina protesta José Rodríguez Elizondo
El fantasma estudiantil francés de mayo 68, está recorriendo Chile. Entonces, el gran Charles casi pidió la renuncia de ese pueblo que producía jóvenes tan ingratos. Aquí, Sebastián Piñera dice que el país está bien, pero la política está mal.

Por ahí anda la cosa. Pero, como Chile no vuela con piloto automático, yo haría un afinamiento orgánico: los partidos políticos, que se turnaron para construir, destruir y reconstruir nuestro entrañable país, han quedado fuera de juego. Basta escuchar los gritos de los jóvenes contra los políticos oficialistas u opositores y ver a los rectores parafraseando el viejo aforismo sajón: si no puedes conducir a tus estudiantes, arrímate a ellos.

¿Estrés de crecimiento? ¿frustración de quintiles postergados?... Ambas cosas, seguro, pero con dos claves de oro. Una, que a nuestros políticos no les molesta ser o parecer miembros de una clase privilegiada. Otra, que pese a la autocelebrada excepcionalidad chilensis –primer Estado en forma, primer Frente Popular, primera revolución en libertad, primer presidente marxista elegido, primer puesto en el concurso Milton Friedman-, los pocos políticos leídos que hoy tenemos son copiones. En vez de pensar la realidad de Chile con cabeza propia, buscan la revelación afuera, en los autores políticos de moda. Como resultado, no estamos actualizados en nosotros mismos.

A ese paso, nuestros partidos sólo se renovarán cuando el mundo copiado caiga en crisis política terminal. Lo grave es que eso ya comenzó a suceder, por falta de generación de reemplazo. Los jóvenes europeos, excluidos o desencantados de los partidos modélicos, hoy no quieren incluirse. Por cierto, los dirigentes establecidos vieron aquello como un síntoma fukuyamesco: en el fin de la historia no hay contraproyectos y la apatía de los jóvenes es sólo taimadura.

Hay dos conexiones que no se hicieron: Una, que la deserción de los jóvenes fue simétrica con su desvinculación de la prensa-papel. La otra, que esa deserción y esta desvinculación fueron coetáneas con la invención juvenil de las Nuevas Tecnologías de la Información (NTI). Porque, ojo, Bill Gates creó Microsoft a los 20 años, cuando era estudiante de Harvard y Mark Zuckerberg con su pandilla de Harvard crearon Facebook (hoy con 600 millones de afiliados) a esa misma edad.

Mientras los políticos pajareaban, los jóvenes crearon redes sociales, las fijaron -con blogs, facebook, twitter, youtube, msm- y terminaron inventando un léxico oral, escrito e icónico, que hoy es lengua materna. De hecho, iniciaron la era de la comunicación on line (COL), Cuarta Fase en la Historia de la Comunicación Social, tras las de la oralidad, escritura y audiovisualidad.

La COL implica rapidez. Es una novedad civilizacional que sintetiza los clásicos tres tiempos de la prensa-papel: los del acontecimiento, procesamiento y distribución. Por lo mismo, induce una nueva manera de pensar, de crear cultura y de posicionarse políticamente. Respecto a lo último, brinda tres directivas claras: 1) el mejor político es el que menos político parece, 2) en vez de optar por sistemas establecidos, mejor es crear una politicidad propia, 3) la politicidad propia está en la socialización que los jóvenes crearon.
Inevitablemente, algunos intelectuales miran el fenómeno con aprensión estética. Paradigmático es Mario Vargas Llosa, quien, partiendo de una base correcta -“si escribes y hablas así, es que piensas así”, ha concluído que los jóvenes de las NTI piensan “como un mono”. Otros, más apocalípticos, creen que llegó la crisis final de la Cultura, como si ésta fuera un producto social acabado. Ignoran que McLuhan, en los años 60, se adelantó a ese tipo de objeciones, con un aforismo estupendo; “nadie ha cometido jamás un error gramatical en una sociedad analfabeta”.

¿Se nos viene, entonces, una revolución sólo retórica?

No lo creo. Aunque sin la visibilidad de un asalto al Palacio de Invierno, los jóvenes de hoy son fieles a la esencia de ese aporte marxiano, según el cual “las armas de la crítica preceden a la crítica de las armas”. La diferencia epocal radica en que la fuerza de la crítica, ejercida mediante las NTI, es tan paralizante que puede hacer superflua la crítica de la fuerza.
Así, los jóvenes chilenos que marchan están gestando una nueva politicidad y no sabemos cómo ni cuándo plasmará. Como viene desde un momento de democracia, se expresa en la vocación de realizarla a todo vapor. De manera directa.

Al menos, hasta este instante.

Publicado en La Segunda, 1.7.11

José Rodríguez Elizondo
Lunes, 4 de Julio 2011



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Contrabandistas asimétricos José Rodríguez Elizondo
Cuando hablo conmigo mismo suelo ser políticamente incorrecto y toco temas de los que no se habla. La penúltima vez fue a propósito del suboficial peruano de apellido Ariza, acusado de ser un espía pagado por Chile. Entonces, aunque no sabía nada del tema, me dije que nuestra réplica totalizante, según la cual “Chile no espía”, era un pelín surrealista. En este mundo todos espían y son espiados, comenzando por los países más distinguidos. Y nada hay más fascinante que un agente secreto, con excepción de una agente secreta. Esa vez estuve muy de acuerdo conmigo.

Estos últimos días he vuelto a mi diálogo interior, con motivo de los 13 soldados bolivianos, uniformados y armados, a cargo del teniente Zenteno, capturados en Chile por 6 carabineros. ¿Alguien puede creer, me dije, que se trataba de una unidad militar disciplinada, encargada de capturar contrabandistas de autos chilenos, a bordo de autos chilenos contrabandeados?

Ante mi negativa rotunda, me planteé una hipótesis alternativa: se trataba de Fuerzas Especiales, con la misión de hacer levantamientos topográficos, para catastrar los puntos vulnerables de la frontera. Algo similar, quizás, a lo que hiciera ese camión peruano con 19 efectivos dentro y un coronel tocayo de Alan García en la cabina, que llegó tocando el claxon a Chacalluta. en abril de 2008.

Tampoco puede ser, me repliqué. Esos militares peruanos llegaron en camión propio, sin armas y los 19 eran oficiales y suboficiales. Además fueron tan simpáticos, que el carabinero de turno les creyó el despiste invocado, les dio vía libre para el retorno y no les pasó siquiera un parte. Sólo a posteriori, un amigo muy militar me comentó que ese policía fue castigado, que los peruanos “en nada bueno andaban” y que esa pasada tuvo todo el aspecto de un ejercicio de Estado Mayor.

Quise mantener mi posición, diciéndome que los bolivianos devueltos fueron recibidos con fanfarria y honores militares en su regimiento, prueba de que algo notable hicieron por su patria. Pero debí replegarme ante una contrargumentación con peso icónico: eso fue sólo para parchar la imagen de soldados delincuentes, esposados por gendarmes y formalizados por la justicia. Tal imagen cayó como lluvia sobre mojado en el gobierno de Evo Morales, pues hacía recordar al mundo el caso del narcotraficante general René Sanabria.

Como todo eso me complicó el debate, fui en busca de la teoría y ésta me aportó unos datos interesantes. Por ejemplo, con los peruanos solemos tener un equilibrio estratégico oscilante. La última vez que la balanza se inclinó hacia ellos, en la época del general Juan Velasco Alvarado, estuvimos cerca de lo innombrable. Desde que está inclinada hacia Chile, existe una polémica asordinada, según la cual aquí administramos la paz y allá eso sería una petulancia inaceptable. Con Bolivia, por el contrario, existe una relación tan desigual, que no es factible un potenciamiento rápido hacia el equilibrio ni un planeamiento estratégico como el de Velasco Alvarado. Pero, como la sabiduría tradicional dice que “no hay enemigo chico”, nuestros estudiosos han venido descubriendo la teoría de la “amenaza asimétrica”.

¿Y qué es esa amenaza?

Según nuestro Libro de la Defensa Nacional, es una que se realiza mediante medios no homologables al poder del Estado desafiado. Sus ejecutores son militarmente más débiles, pero pueden producir daños graves, pues actúan inmersos en la sociedad y desde la impredectibilidad. Aquí expropio la exclamación ¡reflautas! a Condorito, pues capto que se trata de un concepto ómnibus. Comprende cualquier cosa que sea dañina para los amenazados, desde las intifadas y los mártires suicidas, del Medio Oriente, hasta la falsificación masiva de moneda nacional, el narcotráfico invasivo y ¿por qué no? el robo masivo y legalizado de un parque automotor fronterizo.

Quise chequear este descubrimiento con un amigo sabio, que venía llegando de La Paz. Su comentario se pasó de asertivo: “estás usando el celular más de 15 minutos al día”, me dijo. Para él, la cosa era mucho más sencilla y se reducía a un cuento de autos “chutos” (robados e indocumentados), que se reducen en los mercados secundarios bolivianos, con pingües ganancias para policías, militares y políticos en campaña electoral. Sobre la acogida gloriosa que tuvieron los 14 retornados, me explicó que se debía a la campaña de odio contra Chile: su gran impacto indujo a recibir como héroes a esos bandoleros, gruñó.

¿Quieren, lectores, que me deje hasta aqui?

Publicado en La Segunda 21.6.11

José Rodríguez Elizondo
Martes, 28 de Junio 2011



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El empresario y el soldado José Rodríguez Elizondo
Quienes aseguraban, el pasado miércoles, que Ollanta Humala y Sebastián Piñera no tocarían temas cototudos, no evaluaron la fuerza de sus genomas. En ellos dominan los genes de la audacia con pragmatismo, que se supone a los empresarios top y los del coraje con estrategia, que se exigen los jefes militares. Desde esos talantes, se las arreglaron para conversar de todo, sin melindres y hasta con humor.

Nuestro Presidente ya había lucido esa disposición cuando asumió la demanda peruana como un hecho consumado, dejando sin piso al enojo. Buena decisión, pues la enemistad -implícita en la judicialización del conflicto- había sido proclamada por el gobierno anterior sólo a nivel sub-presidencial y después de presentado el documento ante la Corte de La Haya. Es decir, cuando ya no podía cumplir ningún fin disuasivo. Luego, ni siquiera comentó la extraña carta del candidato Humala, condicionando su cariño a que Chile diera “explicaciones” por la Guerra del Pacífico. Por último, apostó grueso cuando fue el primero en saludarle la victoria, anticipándose al dictamen del ente electoral peruano. Fueron riesgos de iniciativa, en línea con lo que que predicaba ese sabio canciller que fue Carlos Martínez Sotomayor: nunca preguntes si los líderes peruanos son prochilenos o antichilenos, basta con que sean properuanos, pues así descubrirán cuánto nos necesitamos.

Piñera ambién estuvo en línea con el cambio de Humala pues, antes de su visita, éste había archivado su programa inicial, asumiendo que los indicadores económicos no son de derechas ni de izquierdas, que no hay que matar a la gallina de los huevos de oro y que ser antichileno no es rentable. Fin, ojalá definitivo, de sus dogmas sobre la superioridad de la raza cobriza, la perversidad de Chile, la creencia de que sólo el nacionalestatismo salvará al Perú y la ejemplaridad de Venezuela. Fue una mutación más rápida que las del increíble Hulk, en cuyo decurso pasó del padrinazgo escombroso de Hugo Chávez al padrinazgo prestigioso de Mario Vargas Llosa.

Así, con reflejo militar, Humala reconoció que la vanguardia no puede alejarse demasiado del cuerpo principal. O, para decirlo en peruano, que “una cosa es con guitarra y otra con cajón”. Pero, también instaló una interrogante: ¿estamos ante el comienzo de una hermosa amistad, como dijera Rick al comisario francés, al final de Casablanca?

Nunca tanto. Chilenos y peruanos hemos pasado mucho tiempo al margen de la transparencia, dejando que la desconfianza calcificara. Por eso soslayamos el rol enrarecedor que siempre ha jugado Bolivia en la relación mutua. De partida, no osamos debatir si los Acuerdos de Charaña fueron o no el big bang de la demanda peruana. Además, seguimos aceptando que la aspiración marítima boliviana sea sólo responsabilidad de Chile, como si una salida por Arica –con la prescriptiva anuencia del Perú- no fuera la solución más realista. Desde ese escapismo compartido, nos hemos negado a tres definiciones vinculadas: Una, que el opósito de bilateral no es lo multilateral, sino lo trilateral. Otra, que Chile y Perú debieran negociar una política común hacia Bolivia. Tercera, que la cesión de soberanía no es un elemento obligatorio de esa política eventual. De paso, la semana pasada Humala declaró a CNN que su gobierno no será un obstáculo para la aspiración de Bolivia, ”porque entendemos que piden una salida por Arica”. En Chile no debiéramos dar esto por no dicho.

Sumando y restando, la emergente relación Piñera-Humala permite soñar entre un mínimo y un máximo. Lo primero, porque Humala, en cuanto líder nacionalista, está en mejor pie comparativo para aceptar que el curso de colisión no está en su interés nacional. Como paradigma inverso tiene a Richard Nixon quien, valiéndose de su conservadurismo por sobre toda sospecha, inauguró una relación virtuosa con el belicoso comunista Mao Zedong.

En cuanto al sueño máximo, que sería el de mutar la competencia en integración, tiene un soporte de peso: la actividad de los empresarios chilenos y peruanos, que ha pasado de la simple cantidad a una nueva calidad. Esto hace factible proyectar un potenciamiento conjunto, superando los rehenazgos de una Historia maltratada. Los integracionistas o’higginianos tienen en ese sector a un aliado poderoso, para instalar la lógica de la paz con desarrollo.

Como ecuación de los sueños, muestras cancillerías podrían comenzar a preparar, de consuno, una buena agenda para después de La Haya.

Publicado en La Segunda, 17.6.11

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 19 de Junio 2011



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La elección de mis amigos peruanos José Rodríguez Elizondo

Adquirí entrañables amigos durante los años que viví en el Perú y ellos me enseñaron, entre otras cosas, a ser menos chilenocéntrico. Por eso entendí que la interrogante correcta, en las recientes elecciones, no era cuál candidato convenía más a Chile, sino cuál era mejor para el Perú.

Pero esa pregunta tuvo una variable dramática en la segunda vuelta. El destino, lubricado por Alan García, puso a mis amigos como parte de un electorado mayoritario, que debía elegir al candidato menos inconveniente. Una opción que reponía la vieja tesis sartreana del compromiso: ciertas situaciones exigen actuar, aunque haya que ensuciarse las manos.

Mi ex director periodístico Enrique Zileri, periodista legendario y el liberal más consecuente que he conocido, resolvió la antiopción con un gallardo editorial en su revista Caretas. Allí rechazó de plano la pretensión de Keiko Fujimori respecto al gobierno de su padre (“el mejor de la historia del Perú”) y calificó su candidatura como “un humillante agravio a la Nación”. Visto que eso implicaba -en lenguaje de computadora- un apoyo por default a Ollanta Humala, explicó que “la Patria es más que la administración de su economía y el bienestar de sus empresas, por más vitales e importantes que sean para el desarrollo”.

Gustavo Gorriti, ex compañero de despacho y ediciones especiales, periodista laureado y testigo de cargo en el proceso contra Alberto Fujimori (fue secuestrado por una banda de Vladimiro Montesinos), también se manifestó con dureza. Escribió que “bajo ninguna circunstancia se debe votar por Fujimori (…) hay que hacer todo lo legalmente posible para que la mafia criminal que gobernó el país en la década del 90, no vuelva al poder ni ahora ni jamás”. El votaría por Humala “para prevenir un peligro mucho mayor”.

El correo electrónico me trajo otras voces respetadas. Miguel, cultísimo internacionalista, simpatizante de Kuczinsky y enemigo de la dictadura de Fujimori, tuvo la percepción del éxito de Humala…antes de la primera vuelta. Previó, entonces, que la historia del autogolpe fujimorista podría repetirse y “sólo nos queda decir, aunque soy ateo, que Dios nos ampare”.

Fernando, hoy reposado empresario y ayer intrépido fotógrafo de combate -cubrimos la guerra de Centroamérica-, fue categórico y escueto. En una instantánea de alta definición, me reveló que “gana Humala por cuatro puntos”. Rosario, empresaria exitosa y sensible, me regaló una metáfora literaria: “La niña Keiko no sabe nada de lo que es el país (…) y Humala es ‘La Niña Mala’ que atormentaba al protagonista y su actual promotor MVLl”. Guillermo, quien me asistía como eficiente periodista para un programa de canal 9, fue el único que prefirió a Keiko, aunque “sin entusiasmo”. Su explicación: “yo viví cuando estaba en primaria las dictaduras de Velasco y Morales y su secuela negativa (…) recuerdo cómo teníamos miedo de hablar cosas frente a otras personas y cómo las libertades iban cayendo una detrás de otra (…) no quiero eso para mis hijos y tampoco quiero una guerra exterior”.

Dejo para el final mi intercambio con Luis Esteban, periodista e historiador que hoy ejerce sus talentos en España. Cuando le manifesté que su opción por Humala chocaba con la percepción chilena, según la cual era un peligro vivo, me respondió: “Es difícil que un extranjero llegue a entender la profunda humillación que para el Perú fue sufrir un régimen como el de Fujimori y la vergüenza que sería para nosotros que esa gente volviera a gobernar”. Agregó dos cosas: el antichilenismo de Ollanta era cierto, pero el hombre aprendía rápido y desde el poder las cosas se ven diferentes y “el Perú y Chile se necesitan ahora más que nunca y es muy de agradecer que Piñera esté guardando silencio sobre las elecciones peruanas”.

Combinando esos insumos cercanos con la información abierta, creo que ayer cuajó una versión con agujeros de la dicotomía entre la ética del deber ser (primero la moral) y la ética de la responsabilidad (primero el país), con dos alineamientos extraños e inestables: con Humala, los intelectuales, los idealistas, los chavistas y los marxistas variopintos, siendo Vargas Llosa su garante; con Keiko, los empresarios grandes y medianos, sus periferias, las derechas inorgánicas y los marginados de siempre, siendo Hernando de Soto su avalista.

Al cierre de este texto todo indica que el vencedor es Humala. Esto me induce a terminar adhiriendo, con esperanza humilde, a lo que dice Luis Esteban. Debemos apostar a la buena relación, pues es cierto que chilenos y peruanos nos necesitamos, aunque hagamos lo posible por desmentirlo. Desde ese talante, el que la demanda marítima haya sido una “construcción jurídica” inamistosa, es un hecho consumado, con errores por cuenta nuestra que debemos asumir. Como escribiera Bernardo O’Higgins, “lo más próspero que sea el Perú, tanto más lo será Chile”.

Humala debiera asomarse al pensamiento de nuestro prócer común..

Publicado en La Segunda, 6.6.11

José Rodríguez Elizondo
Miércoles, 8 de Junio 2011



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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