Bitácora
Charaña 2.0: posible pero improbable
José Rodríguez Elizondo
Reeditar Charaña ’75 es imposible. Ya Heráclito nos advirtió que Chile y Bolivia no se pueden bañar dos veces en los mismos acuerdos. Lo que sí se puede evaluar es la posibilidad de un Charaña enchulado, debido a cambios sobrevinientes. Y no se trata de que en vez de tres dictadores –los generales Pinochet, Banzer y Morales Bermúdez-, los protagonistas actuales sean Sebastián Piñera, Evo Morales y Alan García. Reducirlo todo a una calidad democrática sin ADN fraterno, sería idealismo puro.
LO NUEVO
Nuestras democracias han funcionado, igual que nuestras dictaduras, para mejor defender los objetivos geopolíticos que fijó la guerra del Pacífico: Chile, conservar lo que tiene; Perú, mantener presencia y vigilancia en Arica, y Bolivia, recuperar su cualidad marítima por Arica. ¿Cuáles serían, entonces, las novedades idóneas para un Charaña factible?
En rigor, la demanda peruana contra Chile y la mayor estatura estratégica de Bolivia. Al hacer contacto, ya produjeron un fenómeno inédito. Por primera vez, desde el tratado de 1929, un Presidente boliviano hizo públicamente co-responsable al Perú por la frustración de su aspiración marítima. Y lo hizo con la agresividad de quien han jugado, por demasiado tiempo, a un bilateralismo de ciencia-ficción.
Llevado por un reflejo virreinal, García cometió el error de devolver la agresividad. Olvidó que, en los códigos andinos, indio que insulta se defiende y blanco que insulta humilla. Rápido debió retroceder, enviando como embajador a Bolivia al ex canciller y activo promotor de la demanda contra Chile, Manuel Rodríguez Cuadros, con la instrucción de “restablecer los niveles históricos de amistad”.
Como resultado, Morales hoy tiene dos y media ganzúas para abrir el candado que le cierra el paso al océano: Una, el punto VI de la agenda con Chile; dos, las condiciones que establezca para amistar con García, y media, la posibilidad de que el Presidente ecuatoriano, Rafael Correa, apoye su crítica a la demanda contra Chile (en cuanto socio del club bolivariano y siempre que Hugo Chávez se haga el leso). Son ventajas que nunca otro líder boliviano tuvo.
Todo esto demuestra, de soslayo, que el ex Presidente Alejandro Toledo al impulsar la demanda, creó las condiciones para un eventual aislamiento de Perú. ¿A eso aludió García, en su último mensaje presidencial, cuando prometió no dejar al siguiente gobierno “bombas de tiempo que obstaculicen su acción”?
TRES “PEROS” BRAVOS
Gracias a estas novedades, Bolivia y Chile podrían consensuar un corredor ariqueño, con proyección marítima y compensaciones territoriales. En cuanto a entrega de soberanía, podría superarse la negativa previa de Piñera mediante una condición suspensiva doble: el visto bueno peruano requerido por el Protocolo de 1929 y la mantención del statu quo en el fallo de La Haya. Sería una de las “soluciones concretas, factibles y útiles” que definieron los vicecancilleres Fernando Schmidt y Mónica Soriano, en su reciente encuentro en La Paz.
Sin embargo, los “peros” son bravos. El principal, para Perú, sería su efecto-bumerán. Si con la demanda de 2008 se quiso –entre otras cosas- evitar un nuevo “charañazo”, este Charaña 2.0 se vería como una retorsión a la vena.
El pero, para Chile, es que volvería a erosionar el espíritu del Tratado de 1929. Conrado Ríos Gallardo, su negociador, ya lo advirtió a propósito de una precuela de Charaña, de 1950. Aludiendo a un editorial de El Mercurio, de 3 de septiembre de ese año, dijo que la interferencia de un tercero en la frontera chileno-peruana ponía en peligro la “existencia misma” del tratado.
Bolivia, por su parte, carece del largo plazo para negociar que asumen sus políticos realistas. Su nueva Constitución da dos años al próximo gobierno, para denunciar o renegociar los tratados que contradicen el derecho irrenunciable del Estado “sobre el territorio que le dé acceso al Océano Pacífico y su espacio marítimo”.
Ese emplazamiento -grave y de plazo corto- contra el tratado boliviano-chileno de 1904, es incompatible con el debate serio que implicaría un Charaña actualizado.
La Tercera, 1.8.10
LO NUEVO
Nuestras democracias han funcionado, igual que nuestras dictaduras, para mejor defender los objetivos geopolíticos que fijó la guerra del Pacífico: Chile, conservar lo que tiene; Perú, mantener presencia y vigilancia en Arica, y Bolivia, recuperar su cualidad marítima por Arica. ¿Cuáles serían, entonces, las novedades idóneas para un Charaña factible?
En rigor, la demanda peruana contra Chile y la mayor estatura estratégica de Bolivia. Al hacer contacto, ya produjeron un fenómeno inédito. Por primera vez, desde el tratado de 1929, un Presidente boliviano hizo públicamente co-responsable al Perú por la frustración de su aspiración marítima. Y lo hizo con la agresividad de quien han jugado, por demasiado tiempo, a un bilateralismo de ciencia-ficción.
Llevado por un reflejo virreinal, García cometió el error de devolver la agresividad. Olvidó que, en los códigos andinos, indio que insulta se defiende y blanco que insulta humilla. Rápido debió retroceder, enviando como embajador a Bolivia al ex canciller y activo promotor de la demanda contra Chile, Manuel Rodríguez Cuadros, con la instrucción de “restablecer los niveles históricos de amistad”.
Como resultado, Morales hoy tiene dos y media ganzúas para abrir el candado que le cierra el paso al océano: Una, el punto VI de la agenda con Chile; dos, las condiciones que establezca para amistar con García, y media, la posibilidad de que el Presidente ecuatoriano, Rafael Correa, apoye su crítica a la demanda contra Chile (en cuanto socio del club bolivariano y siempre que Hugo Chávez se haga el leso). Son ventajas que nunca otro líder boliviano tuvo.
Todo esto demuestra, de soslayo, que el ex Presidente Alejandro Toledo al impulsar la demanda, creó las condiciones para un eventual aislamiento de Perú. ¿A eso aludió García, en su último mensaje presidencial, cuando prometió no dejar al siguiente gobierno “bombas de tiempo que obstaculicen su acción”?
TRES “PEROS” BRAVOS
Gracias a estas novedades, Bolivia y Chile podrían consensuar un corredor ariqueño, con proyección marítima y compensaciones territoriales. En cuanto a entrega de soberanía, podría superarse la negativa previa de Piñera mediante una condición suspensiva doble: el visto bueno peruano requerido por el Protocolo de 1929 y la mantención del statu quo en el fallo de La Haya. Sería una de las “soluciones concretas, factibles y útiles” que definieron los vicecancilleres Fernando Schmidt y Mónica Soriano, en su reciente encuentro en La Paz.
Sin embargo, los “peros” son bravos. El principal, para Perú, sería su efecto-bumerán. Si con la demanda de 2008 se quiso –entre otras cosas- evitar un nuevo “charañazo”, este Charaña 2.0 se vería como una retorsión a la vena.
El pero, para Chile, es que volvería a erosionar el espíritu del Tratado de 1929. Conrado Ríos Gallardo, su negociador, ya lo advirtió a propósito de una precuela de Charaña, de 1950. Aludiendo a un editorial de El Mercurio, de 3 de septiembre de ese año, dijo que la interferencia de un tercero en la frontera chileno-peruana ponía en peligro la “existencia misma” del tratado.
Bolivia, por su parte, carece del largo plazo para negociar que asumen sus políticos realistas. Su nueva Constitución da dos años al próximo gobierno, para denunciar o renegociar los tratados que contradicen el derecho irrenunciable del Estado “sobre el territorio que le dé acceso al Océano Pacífico y su espacio marítimo”.
Ese emplazamiento -grave y de plazo corto- contra el tratado boliviano-chileno de 1904, es incompatible con el debate serio que implicaría un Charaña actualizado.
La Tercera, 1.8.10
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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