CONO SUR: J. R. Elizondo

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Fujimori: entre el Derecho y la realidad José Rodríguez Elizondo

En el misterioso mundo de los tribunales, las cosas no son como fueron, sino como se prueban … según la percepción de cada juez. Y si algún magistrado quiere conjugar su competencia técnica con un mínimo sentido de la realidad, suele caerle sobre el cráneo una ley inédita de Murphy: “si algo bueno haces, algo malo repondrá la normalidad”.

Como prueba, el fallo del ministro Orlando Alvarez rayando la pintura al dictamen de la fiscal Mónica Maldonado, que reconocía las trapacerías reales de Alberto Fujimori. Leyéndolo, resulta que Maldonado interpretó mal. El ex presidente sería inocente de facto, pues no está acreditada su participación en ninguno de los hechos monstruosos que terminaron desinstitucionalizando al Perú.

Confieso tener una percepción demasiado cercana del extraditable, como para perder el tiempo con la hermenéutica. Entiendo, incluso, que su más grave comportamiento ni siquiera figura en el proceso.

Sucede que en 1995, cuando comenzaban las operaciones en la guerra del Cenepa, pude percibir, desde Lima, cómo manipulaba el sentimiento patriótico peruano para asegurar su reelección. Tras un reprochado mal manejo de la política exterior, trataba de recuperar imagen con ese conflicto. Quizás por motivos de seguridad nacional, los políticos no fueron claros para denunciarlo.

Pero consta que Alan García hizo el alcance: “Si esto fuera cierto sería un hecho criminal manipular un incidente, dejar crecer un conflicto y sacrificar la vida de nuestros soldados para ganar votos con cinismo”.

Fallo surrealista

Alguien sospechoso de manejar así una guerra, es muy capaz de incurrir en aberraciones comparativamente menores. Por lo señalado, me parece surrealista un fallo según el cual no tiene responsabilidad por la actuación del escuadrón terrorista Colina ni por haber mantenido secuestrada, con maltratos, a su entonces esposa Susana Higuchi.

O que ni siquiera es multable por malversación de fondos, cuando cualquier peruano sabe que manejaba un presupuesto paralelo para sobresueldos de militares y civiles sobornables. Además, me duele leer que, en el caso del secuestro del periodista Gustavo Gorriti -“Gomato” en el fallo-, sale limpio de polvo y paja por encontrarse prescrita la acción penal. (Lo siento, Gustavo. Si tus amigos de distintos países no hubieran presionado a través de sus Cancillerías y el fujimontesinismo te hubiera hecho desaparecer -como fue la intención de aquellos sicarios-, hoy te estaríamos recordando con la tesis del secuestro permanente. Igual que a los desaparecidos del régimen de Pinochet.)

En síntesis, está claro que el “fujimorato” fue un hito catastrófico en la región y así lo entienden los más prestigiosos politólogos peruanos. Uno, de éstos, Manuel Dammert, incluso acuñó la categoría de “Estado Mafioso” para definirlo. Es de esperar, por bien de nuestra democracia, que los jueces de segunda instancia estén en condiciones de enterarse y fallen en consecuencia.

José Rodríguez Elizondo
Jueves, 12 de Julio 2007



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La imaginación fuera del poder José Rodríguez Elizondo

La información es notable: la Casa Blanca recluta escritores de ciencia ficción para que ayuden a prever atentados terroristas.

Aunque la idea no pudo venir de George W. Bush -quien confunde a Ray Bradbury con Brick Bradford y cree que Asimov es un doble agente soviético- confirma el valor que las democracias desarrolladas asignan a la imaginación.

Contrasta, al respecto, con nuestra democracia exitosamente subdesarrollada, donde soñamos con calzador, bajo el imperio de las tres leyes de la robótica chilensis: “todo problema es superdelicado”, “quien nada hace nada teme” y “sólo respondes ante el jefe del partido”.

En ese zapato chino el sector militar tiene licencia para inventar, pues su pega primaria consiste en prever amenazas a cualquier plazo. Y eso, claro, produce una dicotomía inquietante: mientras los estados mayores ejercen la imaginación prospectiva, los líderes civiles parecen limitados a ejecutar la ley anual de presupuestos.

Esto ha sido demasiado claro en materias de política regional y vecinal. Allí, tras la “reinserción” dirigida por Patricio Aylwin y el veranito de amistad con dos vecinos y medio, liderada por Eduardo Frei, dimos la tarea por hecha. Por no imaginar, debimos verificar que el “regionalismo abierto” no se equilibraba sólo gracias al mercado y nos encontramos con nuevas malas relaciones con los tres vecinos a la vez.

Tras esa experiencia, gracias a los buenos contactos entre Michelle Bachelet, Alejandro Foxley y sus homólogos, debiéramos poner la imaginación en precalentamiento. Para comenzar, podríamos aplicarla a la complicada relación con el Perú y a nuestra vinculación especial con la OEA.

Ganancia para tres

Sobre lo primero, siendo claro el link entre la redelimitación marítima pedida por los peruanos y la aspiración marítima de Bolivia, bien podríamos reconducir el tema hacia la tesis que siempre debió levantarse y nunca se hizo: la de que tal aspiración no debe ser factor de discordia entre Chile y Perú pues, en teoría, nada impide un previo acuerdo bilateral sobre lo que estamos dispuestos (o no) a negociar. Si además lo hacemos con un ojo puesto en la integración fronteriza, es muy posible que la imaginación signifique ganancia para tres.

En cuanto a la OEA, debemos abandonar la idea provinciana de que la jefatura de José Miguel Insulza fue un diploma para nuestra política exterior. En rigor, fue el reconocimiento hemisférico a un político eminente, al margen de su nacionalidad.

Si así lo entendiéramos, podríamos empujar al panzer para que lidere ese “integracionismo abierto” que nos llora a gritos. Ello, aunque pueda costarle la reelección y obviando la limitación genómica de la OEA. Con o sin Insulza, ésta siempre oscilará entre la hegemonía y la prescindencia de los EE.UU.

Desgraciadamente, Insulza parece entrampado en el paralizante dilema de ser un gran líder regional o un eventual candidato presidencial. Quizás no imagina que si fuera lo primero, lo segundo le vendría gratis. En lo inmediato, esa prudencia excesiva ya le costó una durísima advertencia de Mario Vargas Llosa, un líder intelectual con quien podemos discrepar, pero nunca dejar de respetar.


(Publicado en La Tercera el 8.7.07)

José Rodríguez Elizondo
Jueves, 12 de Julio 2007



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El miedo a la imaginación José Rodríguez Elizondo

La información es notable: el gobierno de los EE.UU está reclutando escritores de ciencia ficción para que lo ayuden a prever atentados terroristas.

Si se hubiera comenzado por ahí, las Torres Gemelas seguirían en pie y Osama bin Laden continuaría aserruchándole el piso a Sadam Hussein. Por eso, la idea no pudo venir de George W. Bush. El todavía cree que Asimov es un doble agente soviético y confunde a Ray Bradbury con Brick Bradford.

Sea quien fuere el genio, la iniciativa confirma una diferencia de origen entre las democracias desarrolladas y las subdesarrolladas: el distinto valor que asignan a la imaginación, en los niveles estratégicos del Estado.

Para las primeras, ha sido la chispa de la invención y, por tanto de su avance tecnocientífico. En la base del “american dream” está la convicción de que no se progresa ratoneando, apernándose a una chamba o “surfeando” sobre los problemas.

En nuestras democracias subdesarrolladas, en cambio, se nos acondicionó para soñar con la chamba vitalicia. Generaciones creyeron que vivir fuera del presupuesto fiscal era vivir en el error y que el buen burócrata –en todos los niveles- se rige por dos leyes básicas: “quien nada hace nada teme” y “recuerda que sólo respondes ante el jefe del partido”.

Hay quienes creen que ese miedo a la imaginación está en nuestro genoma. Virreinatos, capitanías y prebendas debieron ser, para los conquistadores, un destino equivalente al “american dream”.

Que inventen ellos

Con sus ascensos bloqueados en España, el peligro que visualizaban estaba en los artistas, los intelectuales críticos y los indios imaginativos. Además… ¿no fue el rector de la Universidad de Salamanca, don Miguel de Unamuno, quien soltó el infortunado exabrupto “que inventen ellos”?.

Dentro de ese marco, el sector militar ha tenido una gran ventaja comparativa, que le viene de su rol primario y carácter permanente. Obligados a prever las amenazas, sus líderes saben que la imaginación prospectiva es un requisito profesional.

Así, mientras proyectan estrategias a mediano y largo plazo, los líderes civiles del Estado ejecutan la ley anual de presupuestos. No vaya a ser cosa que, por imaginarse más allá, la alternancia regale instituciones o inauguraciones a sus adversarios políticos.

Lo grave es que, cuando la asimetría es demasiado enorme, los recelos cruzados se potencian. Los uniformados comienzan a mirar con demasiado desdén a los políticos. Los civiles, a su vez, comienzan a rezongar sobre el “gasto improductivo” y a enviar a los militares a sus cuarteles …donde éstos perfeccionan su arte de la simulación.

Durante la guerra fría, dichos recelos cruzados estuvieron en el meollo de cada golpe de Estado. Ahora, aprovechando el veranito de pragmatismo, bien podríamos asumir que la asimetría sigue siendo una luz roja. Esto significa que –y aquí quería llegar después de tanto rodeo- sin la imaginación homologada de civiles y militares, nunca podrá consolidarse la democracia regional.

Mi homenaje para esos estudiantes franceses del siglo pasado, que escribieron en los muros “la imaginación al poder”. Es un buen diagnóstico para nuestra débil democracia de hoy.


(Publicado en LR en 3.7.07)

José Rodríguez Elizondo
Martes, 10 de Julio 2007



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En una entrevista publicada por La Tercere (23.06.07), el escritor José Rodríguez Elizondo dice que para Perú es inaceptable que Bolivia pida soberanía sobre territorios que Lima perdió en la Guerra del Pacífico. Propone que Chile busque un criterio común con Perú antes de negociar una salida al mar con Bolivia, la que choca con el reclamo limítrofe peruano.



¿Qué relación tiene el reclamo limítrofe de Perú con la demanda marítima de Bolivia?

De causa-efecto. La idea nace en el primer gobierno de Alan García, quizás para soslayar el aprieto en que puso el general Pinochet al general Francisco Morales Bermúdez, cuando le presentó el consenso de Charaña, en 1976. Como la posición peruana oficial dice que el Perú “no es obstáculo” para la aspiración marítima de Bolivia, Morales Bermúdez no podía decir rudamente que “no”. Entonces, sacó de una manga la variable de la soberanía compartida y la administración tripartita. Diez años después, Alan García tuvo muy presente esa experiencia.

¿El reclamo limítrofe peruano equivale a esa propuesta, que echó por tierra el acuerdo de salida soberana para Bolivia?

Sí, pero de manera preventiva. Para no verse en un aprieto similar, García levantó ej ‘86 la tesis de la frontera marítima equitativa y la dejó aparcada, pues su objetivo real era disuadir a Bolivia. La Paz debía saber que, si volvía a pretender un corredor por territorio antes peruano, Perú no sólo tenía la llave de paso, según el Tratado de 1929: tenía, además,un reclamo sobre el mar adyacente.

¿Perú dice a Bolivia que sí, pero actúa como que no?

Para Perú es inaceptable que, tras perder territorios por ir a una guerra en apoyo de Bolivia, este país pretenda un resarcimiento con trasnsferencia de soberanía sobre esos mismos territorios. Cuando Perú dice que sí, se trata del territorio y litoral que fue boliviano o de una variable integracionista

Expertos dicen que un litigio en La Haya tardaría varios años. ¿Se cerró la puerta para Evo Morales si esto se concreta?

Si se concreta y el tribunal asume jurisdicción, el mar que pretende alcanzar Bolivia se transforma en cosa litigiosa. Y seguirá siéndolo, al menos, por un período presidencial…. Es importante que Morales entienda que el larguísimo plazo existe y que el tema no depende de la sola voluntad política de Chile.

¿A qué atribuye el anuncio de Alan García de ir a La Haya?

A una notable astucia de la Historia. El inventó el tema de la frontera equitativa para disuadir a Bolivia, pero Alejandro Toledo lo usó en el marco de sus disputas con Ricardo Lagos. Cuando García volvió, su canciller quiso levantar una agenda asociativa con Chile, pero chocó con el nacionalismo humalista y con el error nuestro, al levantar el tema con la indicación sobre los límites de Arica-Paricanota. Si Toledo cortó la retirada de García, nosotros lo empujamos.

¿Por qué Chile debe mantener una buena relación con Peru, si su reclamo, además, bloquea un acuerdo con Bolivia?

No conviene poner al gobierno peruano entre la espada y la pared de los nacionalismos. Aunque parezca difícil, debemos asumir la conveniencia de mantener un pleito en La Haya sin perder la sonrisa, como plantea el mismo García y sugiere Michelle Bachelet. Además, si hostigamos a García, estaríamos haciendo el juego de todos quienes, dentro de la región, ignoran lo simpáticos que somos. Y, desgraciadamente, no son pocos.

Usted ha planteado que, considerando las dificultades históricas, Chile debería explorar un criterio común con Perú antes de negociar con Bolivia. ¿De qué forma esto ayudaría?

Me parece de toda lógica. No podemos seguir jugando al comprahuevos con los bolivianos y éstos no deben seguir siendo un tercero que cataliza la discordia entre chilenos y peruanos.

¿Sería posible una solución con Bolivia orientada a la transferencia de territorios sin soberanía?

Por supuesto. Hay varias soluciones que permiten soslayar el concepto absolutizado de soberanía.

¿Sería complicado para Evo Morales no mostrar "soberanía" entre los resultados ante el frente interno en La Paz?

Obvio. Pero un liderazgo de verdad debe atreverse a enfrentar la impopularidad. Hay veces en que soluciones impopulares pueden ser más justas o necesarias.

El ex cónsul en Bolivia, Edmundo Pérez Yoma, dijo que el tema de Bolivia y Perú -cruzados- era insoluble. ¿Lo cree así?

Sólo en la medida en que sigamos chocando con las mismas tres piedras: el supuesto carácter bilateral de la aspiración boliviana, la negativa a explorar la posibilidad de una política común chileno-peruana y la pretensión de que los errores sólo los cometen los otros.

José Rodríguez Elizondo
Lunes, 2 de Julio 2007



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Ese mar que nos separa José Rodríguez Elizondo

Me consta la convicción con que muchos amigos peruanos me plantean el tema de la frontera marítima. También me consta su sorpresa cuando les digo que, además de mantenernos en la zona del recelo histórico, ese tema oculta más de lo que muestra.

Y así lo creo, pues es raro que recién en 1986 y sin un estímulo político contingente, estudiosos peruanos hayan observado que la frontera respetada desde los años 50 – de jure y/o de facto- es poco equitativa. Además, porque la intuición primaria de los terrícolas les dice que todas las fronteras son injustas. Por eso, como siempre existe algún paralelo o meridiano aborrecible, la paz internacional debe aferrarse a los tratados, expresa o tácitamente fronterizos. En definitiva, fronteras son las que esos documentos señalan y no las que sugiere la siempre subjetiva equidad.

Mi hipótesis de simple particular es, entonces, que la motivación real de la nueva océanografía peruana es enfrentar, en mejor pie, la recurrente aspiración boliviana para salir al mar por territorios que fueron del Perú. Mi fundamento inicial está en el “abrazo de Charaña” de 1975, cuando los generales Augusto Pinochet y Hugo Bánzer comenzaron a negociar una salida al mar para Bolivia que pasaba, precisamente, por territorio antes peruano.

En esa ocasión, asumiendo la letra del tratado de 1929, Pinochet sometió el proyecto consensuado al Presidente Francisco Morales Bermúdez, pero éste lo sorprendió con una réplica creativa. En vez de someterse al simple “sí o no”, el general peruano tomó cartas en la negociación, proponiendo una zona de soberanía compartida y la administración tripartita del puerto de Arica.

Momento de la verdad

Fue un “momento de la verdad”, en el cual todos mostraron sus cartas escondidas: Bolivia, su apetencia de territorios ex-peruanos, el Perú sus pretensiones sobre Arica y Chile su reconocimiento de que la modificación de los tratados puede negociarse (no son “intangibles”, como dicen los místicos). Pero, lo importante para efectos actuales, es que entonces nadie dijo que se estaba negociando sobre cosa litigiosa, dado que el espacio marítimo pretendido por Bolivia también podía pertenecer al Perú.

El año 2001, cuando entrevisté al general Morales Bermúdez para mi libro “Chile-Perú: el siglo que vivimos en peligro”, éste me explicó, con grata transparencia, que su propuesta tuvo como finalidad “que en Bolivia no se dijera que el Perú era el que se oponía”.

Es decir, la hizo para eludir el pie forzado en que quiso ponerlo Pinochet y así lo entendieron peruanos distinguidísimos: “Chile queda con la responsabilidad total de cerrar el paso a la aspiración boliviana”, escribió el embajador Jorge Morelli Pando. El general Edgardo Mercado Jarrín, por su lado, advirtió que en el futuro debía buscarse un entendimiento trilateral, pues la situación podía “comprometer los intereses de seguridad del Perú”.

Con esos (y otros) antecedentes, creo que el Perú, al levantar tenuemente en 1986 el tema de la frontera marítima y al levantarlo con fuerza, hoy - siempre con Alan García como Presidente-, está impidiendo que se repita el escenario de 1975. De este modo, frente a una eventual nueva negociación boliviano-chilena, García ya no necesitaría hacer cuestión de derechos peruanos sobre el territorio de tránsito, quedando mal con Bolivia.

Evo Morales sabría, de antemano, que para disfrutar no ya de una “llegada”, sino de una “entrada” al mar, tendría que esperar el resultado de un eventual contencioso entre Chile y el Perú.

Por lo señalado, tengo el atrevimiento de preguntar:

¿No sería menos peligroso, más fraterno y hasta más económico, que Chile y el Perú exploren la posibilidad de un criterio común previo sobre la aspiración marítima de Bolivia?

Publicado en La Republica el 19.6.07.

José Rodríguez Elizondo
Viernes, 22 de Junio 2007



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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