LA ODISEA DE SHACKLETON: Javier Cacho




Blog de Tendencias21 sobre su legendaria expedición a la Antártida

26 de enero de 1915
Esta vez soy portavoz de malas noticias. El temporal ha empujado al hielo contra la costa y nos ha encerrado. La situación se complica día a día.


Atrapados
Cómo ha cambiado mi estado de ánimo, y el de todos, en estos días que han pasado desde mi última crónica. Ahora releo la última frase que escribí “un día más de navegación y lo conseguiremos” y me parece de un optimismo infantil. Este mundo de hielo tiene las garras demasiado afiladas.

La verdad es que el día 18, cuando el hielo nos bloqueó, no nos preocupamos demasiado. Ya nos había pasado otras veces. Bastaría con que el viento rolase o las corrientes actuasen para que abriesen nuevas vías y poder continuar.

Pero pasó un día y otro y otro más y el temporal del Noreste continuó empujando la banquisa contra la costa, comprimiendo toda la masa de hielo hasta que no quedó un espacio libre. Y cuando el 22 ese viento cesó, nuestras esperanzas no se cumplieron y todo siguió igual.

Teníamos la tierra a menos de 30 kilómetros, pero tan inalcanzable como si hubiera estado cien veces más lejos.

Los días siguieron pasando y a nuestro alrededor no se veía más que hielo. Y aunque a cierta distancia distinguíamos un cielo que indicaba que allí había aguas libres, a nuestro alrededor no se veían ni uno solo de esos canales de agua por donde poder continuar hacia nuestro objetivo, o hacia donde fuera.

Alexander V. O'Hara

19 de enero de 1915
Hoy no hemos podido avanzar nada. Pero eso no ha significado que hayamos permanecidos inactivos en el barco. Los científicos siempre encuentran cosas que hacer.


Hurley jugandose la vida para buscar un nuevo punto de vista
Hurley jugandose la vida para buscar un nuevo punto de vista
Esta mañana el tiempo era bueno pero no pudimos avanzar. Ni el témpano que nos bloqueó ayer el paso por delante, ni el que nos cerró por detrás se han movido y aquí seguimos, encerrados por el hielo. Incluso tengo la sensación de que el hielo ha aumentado. No se distingue vías de agua ni desde cubierta ni desde lo alto del mástil, en lo que se llama nido de cuervo.

He podido echar una ojeada al cuaderno de bitácora, donde ayer Worsley ayer al final del día anotó “Nos detendremos un rato hasta que la banquisa se abra cuando este viento del NE cese”. Pero hoy sigue soplando y, por lo tanto, aquí seguimos nosotros: esperando que cambie. Ojalá que las palabras del capitán se cumplan y el viento role pronto.

En cualquier caso, que el barco esté parado no quiere decir que la actividad a bordo se detenga. Un sondeo ha encontrado fondo a menos de 600 metros, con un suelo de barro, arena y piedras, algo propio de los alrededores del frente de un glaciar.

Los científicos también han aprovechado para dragar el fondo, encontrando diversos especimenes geológicos y biológicos. Se han pasado todo el resto del día clasificándolos.

Como todos los días que podemos hemos calculado nuestra posición, y a primera hora de la mañana nos ha dado que estábamos a 79º 34’ de latitud Sur y 31º 30’ de longitud Oeste. No nos queda mucho para llegar a bahía Vahsel, poco más de un centenar de kilómetros. Un día más de navegación y lo conseguiremos.
 

18 de enero 1915
El buen tiempo se alterna con el malo y avanzamos de forma intermitente. Esto provoca desazón y aburrimiento entre los hombres. El viento está rolando a Noreste y preocupa a Shackleton.


La navegación se hace cada día más difícil
La navegación se hace cada día más difícil
Después de la tempestad de nieve que tuvimos ayer y que nos obligó a buscar la protección de un gran iceberg y detenernos, hoy hemos podido seguir navegando a vela a lo largo de un canal que se había abierto a lo largo del frente del glaciar. Esto me ha permitido observarlo de cerca: los acantilados son de un blanco cegador, salpicados por hermosas sombras azules. Uno se queda hipnotizado mirándolos.

Creo que podría haberme pasado horas allí de no ser porque siempre hay cosas que hacer o porque quiero charlar con unos y otros. Worsley está preocupado. Me ha señalado que mientras que antes los canales estaban ocupados por escombros de hielo muy suelto, por lo que avanzábamos con facilidad, ahora este amasijo de trozos de hielo es muy más denso y cuesta mucho más abrirse paso a su través.

En cualquier caso hemos seguido avanzando, primero, y pese a las malas condiciones, unos veinte kilómetros, luego pudimos navegar cerca de treinta por aguas mucho más abiertas. Me acerque al camarote de Hurley, sabía que estaba escribiendo cartas porque sino hubiera estado fuera haciendo fotos. Estaba satisfecho de que sólo faltasen unos 150 kilómetros para llegar a Vahsel Burcht (siempre le gusta llamarla con el nombre en alemán).

A otros hombres estos avances, paradas y vuelta a avanzar a poco ritmo les aburre. Qué verdad es lo que dice Wild que aquí lo mejor es estar ocupado todo el día, aunque no sirva de nada lo que se esté haciendo.

Al final tuvimos que volver a detenernos. No había manera de penetrar por los canales atestados de hielo ni con toda la fuerza combinada de velas y maquinas. Precisamente nada más dar la orden de parar pude hablar un rato con Shackleton, se le veía muy preocupado. Me hizo notar que no le gustaba nada ese viento de Noreste, que empujaba a los hielos contra el frente del glaciar compactando toda el área.
 
De seguir así, llegó a decirme pesaroso, no nos va a dejar un sitio por dónde avanzar.

17 de enero de 1915
Estamos tan próximos a nuestro objetivo, bahía Vahsel, que el grupo de expedicionarios ha comenzado escribir cartas a sus familias, para que se las llevemos nosotros de regreso


Durante todo el día hemos seguido avanzando por delante del frente de un glaciar gigantesco cuyos acantilados de hielo, de casi 100 metros de altura, caían en vertical al mar. Durante parte de ese recorrido hemos podido ver las marcas que las mareas habían dejado en el hielo. Puesto que estaban separadas unos dos metros, eso indica la amplitud entre la bajamar y la pleamar.

Pero más importante es que eso significa que, en esas partes, el glaciar está anclado al fondo del mar, lo que es de capital importancia a la hora de establecer una base. Dado que si se instala la base sobre una lengua de glaciar que no esté apoyada en el fondo marino, sino que flote, puede desprenderse en cualquier momento, llevándose todo lo que haya encima. Como le ocurrió a la expedición del alemán Wilhelm Filchner, al que también tengo que dedicar una crónica.

Precisamente él fue quien con su barco el Deutschland había descubierto en 1912 la Tierra de Luitpold, donde se encuentra bahía Vahsel a donde nos dirigimos. Nosotros, estos últimos días, estamos recorriendo el trozo de costa que hay entre la Tierra de Coast, descubierto por Bruce, como ya os comenté en una crónica pasada, y la costa que descubrió Filchner.

Aunque al final de la jornada nos hemos topado con una placa de hielo que nos ha obligado a pararnos, el avance del día no ha podido ser mejor y el sextante de Worsley nos ha permitido calcular que en las anteriores 24 horas hemos hecho más de 200 kilómetros.

Esto significa que, con un poco de suerte estamos a un día de navegación de nuestro objetivo: bahía Vahsel. Puesto que cuando lleguemos tendremos que trabajar sin interrupciones para descargarlo todo a la mayor brevedad posible, algunos miembros de la expedición han comenzado a escribir cartas a sus familiares, para que nosotros las pongamos en el correo en Buenos Aires cuando el Endurance regrese después de desembarcarlos.

Sí, el gran momento ya está próximo. Pero una ventisca nos ha obligado a detenernos de nuevo.


16 de enero de 1915
Hemos localizado una bahía que podía ser un buen lugar para desembarcar el equipo expedicionario, pero Shackleton, después de mucho dudar, ha decidido continuar más al Sur


Continuamos avanzando pegados a los acantilados para aprovechar el canal que normalmente se forma entre estos y la banquisa. Pero no es un camino de rosas y tan pronto el Endurance puede navegar con las velas desplegadas hacia el Sur, como una espesa capa de hielo se interpone en nuestro camino y debemos arriar las velas y esperar horas a que se abra una vía de agua para poder seguir.

Precisamente, en este intermitente avance, hemos disfrutado de uno de los mejores días desde que partimos de Georgia del Sur. Esa noche Frank Hurley, con quien me llevo muy bien puesto que le ayudo con los pesados equipos fotográficos, me ha enseñado lo que había escrito en su diario. Le he pedido permiso para poder reflejarlo en la crónica de hoy mi periódico, el Diario Crítica.

Dice así: “Los reflejos blanquecinos de los icebergs y los témpanos se extendían por agua de color azul turquesa, mientras que el hielo de la banquisa, con sus sombras azul oscuro centelleando bajo el sol, ofrecía una de las panorámicas más esplendidas que he visto en la Antártida”. Y no debemos olvidar que Hurley acaba de regresar de una larga expedición con Douglas Mawson en el otro extremo de la Antártida; luego de bellezas naturales entiende bastante.

Sin lugar a dudas, el momento más espectacular ha tenido lugar hace unas horas cuando, a la luz del crepúsculo, nos hemos topado con el borde de un gran glaciar que procedente del interior de la barrera penetraba una considerable distancia en el mar. Uno de sus lados formaba una bahía protegida de los vientos que podría ser un lugar excelente para el desembarco.

Worsley estaba entusiasmado. Los acantilados de hielo de la costa bajaban en suave pendiente hasta el mar. Formando un muelle natural, de un metro de altura, ideal para amarrar el barco con seguridad mientras se procedía a su descarga.

Pero Shackleton ha preferido seguir, todavía nos encontramos a  400 kilómetros de nuestro objetivo, bahía Vahsel, y según le ha explicado a Worsley no quería aumentar en esa distancia el recorrido, ya largo de por sí, que sus hombres deberán hacer el año próximo para cruzar la Antártida.

Cuando Worsley se ha ido, me ha comentado a media voz, aunque más parecía que hablaba para sí mismo que ojalá no tuviera que arrepentirse de esta decisión.

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Editor del Blog
Javier Cacho
Eduardo Martínez de la Fe
Javier Cacho es científico y escritor especializado en historia de la exploración polar.
Fue miembro de la Primera Expedición Científica Española a la Antártida, a donde regresó en otras cinco ocasiones, las últimas como jefe de la base antártica Juan Carlos I. Recientemente ha publicado “Amundsen-Scott, duelo en la Antártida” (2011), y “Shackleton, el indomable” (2013). En el blog, recrea la expedición de Shackleton a través de un periodista imaginario, Alexander Vera O’Hara.


La obra definitiva sobre la odisea de Shackleton. No te la pierdas.


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