Una vez más tengo que reconocer que me equivoque y que juzgue mal a Shackleton. Les cuento detenidamente. Hace ya bastantes semanas que abandonamos el barco, a veces tengo la sensación de que eso ocurrió hace un siglo. Al día siguiente el Jefe nos exhortó a dejar atrás todas las cosas que no fueran necesarios, y prohibió llevar más de medio kilógramo de objetos privados por persona.
En una crónica ya les conté que sólo hizo tres excepciones: los diarios que algunos estaban escribiendo, las medicinas que llevaban los médicos y el banjo de Hussey. No puse objeciones a los dos primeros, las medicinas por motivos obvios, los diarios porque, como buen periodista, sé la importancia de esos testimonios personales escritos en el momento en que los hechos tienen lugar. Pero no estuve muy de acuerdo en el tercero.
Qué envidiosos somos los humanos
No dije nada a nadie, bastantes problemas teníamos para empezar yo a pedir explicaciones, pero pronto supe que a otros compañeros tampoco les gustó la decisión. Incluso a muchos también les parecía una soberbia tontería el permitir que se llevasen los diarios. Algunos llegaron a decir que le había dejado el banjo porque Hussey era su amigo.
Tengo que reconocer que mi máquina de escribir pesaba mucho más que el banjo, pero me había costado muy cara, y aunque en un primer momento no me costó mucho dejarla atrás, luego empecé a dudar si Shackleton habría obrado correctamente. Sin embargo, pocos días después me di cuenta de que me había equivocado.
Mientras que por las mañanas todos tenemos nuestras obligaciones, por las tardes el tiempo es libre y cada cual lo dedica a hacer lo que quiere: leer, charlar, jugar a las cartas…o a todas esas cosas una tras otra. Es decir que el tiempo se nos hace eterno.
O debería decir que “el tiempo se nos hubiera hecho eterno”…sin ese banjo que tanto hemos criticado algunos.
Porque todos, todos los días sin excepción. Hussey se pasa las tardes tocando el banyo. Siempre se pone junto a la tienda donde está la cocina, porque dice que con el calor de la llama del hornillo de grasa de foca, que siempre está ardiendo, y allí, hora tras hora toca y canta.
Y junto a él siempre hay gente que corea sus canciones.
Qué tendrá la música
No sé qué extraño poder tiene la música pero todo parece cambiar cuando escuchas una canción. Parece como si te transportase a otro lugar, o como si los recuerdos de otros lugares, momentos y personas los volvieras a vivir.
Ese banjo nos mantiene la esperanza de que saldremos de aquí. Nos da fuerzas para aguantar lo que haga falta.
Además, no sé si se habrán dado cuenta que cuando varias personas cantan la misma canción, se crea un vínculo entre ellas. Puede parecer ridículo pero lo estoy experimentado todos los días.
Ese nos ayuda a ser un equipo unido. Y eso es lo que he escuchado a Shackleton, que tenemos que ser un equipo, que tenemos que permanecer unidos y si lo hacemos… saldremos de ésta.
Qué equivocado estaba. Un banjo es más valioso que los diarios, porque nos ayudará a salir de esta aventura. Un banjo tiene más valor que las medicinas, porque en sí mismo es una medicina.
Sí, tengo que reconocer que este banjo vale más que mi máquina de escribir. Mucho más. Aquí y ahora tiene un valor incalculable.
En una crónica ya les conté que sólo hizo tres excepciones: los diarios que algunos estaban escribiendo, las medicinas que llevaban los médicos y el banjo de Hussey. No puse objeciones a los dos primeros, las medicinas por motivos obvios, los diarios porque, como buen periodista, sé la importancia de esos testimonios personales escritos en el momento en que los hechos tienen lugar. Pero no estuve muy de acuerdo en el tercero.
Qué envidiosos somos los humanos
No dije nada a nadie, bastantes problemas teníamos para empezar yo a pedir explicaciones, pero pronto supe que a otros compañeros tampoco les gustó la decisión. Incluso a muchos también les parecía una soberbia tontería el permitir que se llevasen los diarios. Algunos llegaron a decir que le había dejado el banjo porque Hussey era su amigo.
Tengo que reconocer que mi máquina de escribir pesaba mucho más que el banjo, pero me había costado muy cara, y aunque en un primer momento no me costó mucho dejarla atrás, luego empecé a dudar si Shackleton habría obrado correctamente. Sin embargo, pocos días después me di cuenta de que me había equivocado.
Mientras que por las mañanas todos tenemos nuestras obligaciones, por las tardes el tiempo es libre y cada cual lo dedica a hacer lo que quiere: leer, charlar, jugar a las cartas…o a todas esas cosas una tras otra. Es decir que el tiempo se nos hace eterno.
O debería decir que “el tiempo se nos hubiera hecho eterno”…sin ese banjo que tanto hemos criticado algunos.
Porque todos, todos los días sin excepción. Hussey se pasa las tardes tocando el banyo. Siempre se pone junto a la tienda donde está la cocina, porque dice que con el calor de la llama del hornillo de grasa de foca, que siempre está ardiendo, y allí, hora tras hora toca y canta.
Y junto a él siempre hay gente que corea sus canciones.
Qué tendrá la música
No sé qué extraño poder tiene la música pero todo parece cambiar cuando escuchas una canción. Parece como si te transportase a otro lugar, o como si los recuerdos de otros lugares, momentos y personas los volvieras a vivir.
Ese banjo nos mantiene la esperanza de que saldremos de aquí. Nos da fuerzas para aguantar lo que haga falta.
Además, no sé si se habrán dado cuenta que cuando varias personas cantan la misma canción, se crea un vínculo entre ellas. Puede parecer ridículo pero lo estoy experimentado todos los días.
Ese nos ayuda a ser un equipo unido. Y eso es lo que he escuchado a Shackleton, que tenemos que ser un equipo, que tenemos que permanecer unidos y si lo hacemos… saldremos de ésta.
Qué equivocado estaba. Un banjo es más valioso que los diarios, porque nos ayudará a salir de esta aventura. Un banjo tiene más valor que las medicinas, porque en sí mismo es una medicina.
Sí, tengo que reconocer que este banjo vale más que mi máquina de escribir. Mucho más. Aquí y ahora tiene un valor incalculable.