PANORAMA MUNDIAL. José Abu-Tarbush







Blog de Tendencias21 sobre los problemas del mundo actual a través de los libros

Manifiesto por Europa
Daniel Cohn-Bendit y Guy Verhofstadt: ¡Por Europa! Un manifiesto. Madrid: Biblioteca Nueva, 2012 (168 páginas).

Europa sufre una crisis múltiple. No sólo de naturaleza económica, sino también demográfica, ecológica, política e institucional. Ante este diagnóstico, advertido por los autores, su opción es la de continuar avanzando en el proceso de integración hasta desembocar en una Europa unida, federal y posnacional, que fortalezca sus debilidades y aproveche sus ventajas estratégicas con un papel relevante en el mundo globalizado del siglo XXI.

De lo contrario, seguir aferrados al Estado nación, a sus intereses nacionales y políticas individuales, no se avanzará. Tampoco cobrarán relevancia alguna los Estados europeos aisladamente y con su poder fragmentado, como también recoge en una obra muy recomendable José Ignacio Torreblanca (La fragmentación del poder europeo. Barcelona: Icaria & Estudios de Política Exterior, 2011).
 
Ante unas economías emergentes muy competitivas, unido a la globalización económica y financiera, con decisiones que trascienden las fronteras estatales en sus efectos,  Cohn-Bendit y Vershofstadt consideran que mantener el actual marco interestatal o intergubernamental europeo resulta poco adecuado.
 
Si Europa desea preservar sus valores, logros sociales, diversidad cultural, prosperidad y estilo de vida, deberá emprender una senda más acorde a los retos y desafíos actuales, instrumentando la globalización y otorgándole unos contenidos sociales, ecológicos y políticos. En esta tesitura, consideran que el fracaso de la UE equivale al del multilateralismo, la universalización de la justicia y los derechos humanos.

Además de reclamar una política presupuestaria, fiscal, económica y social común en la zona euro, los autores reivindican, entre otros aspectos, transformar la Comisión Europea en un Gobierno europeo; salir de la austeridad y apostar por el crecimiento; reducir la dependencia de los combustibles fósiles; invertir en la transformación del modelo de producción y crecimiento con especial sensibilidad frente a la crisis ecológica; y, en esta misma línea, apoyar las energías renovables con su dinamización y crecimiento del empleo.

Frente a los detractores (nacionalistas, conservadores y populistas) de la idea de Europa, Cohn-Bendit y Vershofstadt son partidarios del multiculturalismo en detrimento de las tesis de Merkel y Sarkozy; también de la inmigración ante el envejecimiento de la población europea y la reducción de su natalidad; y de introducir la nacionalidad e identidad europea.

Desde esta óptica, niegan que la esencia de Europa sean las naciones en lugar de sus ciudadanos, apostando por una Europa de los pueblos y no por la que entroniza el Estado nación. Ante el actual repliegue nacional, abogan por una Europa posnacional, en la que la unión implique solidaridad; y en la que el interés europeo y nacional sean una misma cosa.  En suma, abogan por hacer una política europea y no nacional.

Precedido por el prólogo del Secretario de Estado para la Unión Europea, Íñigo Méndez de Vigo, y con una entrevista a los dos autores por el periodista del diario Libération, Jean Quatremer, especializado en asuntos europeos,  el manifiesto de Daniel Cohn-Bendit y Guy Verhofstadt pretende ser un revulsivo para el debate sobre el futuro de la Unión en su actual encrucijada política y económica.
 
 

¿Hacia dónde va el mundo?
Susan George, Jean Pierre Dupuy, Yves Cochet y Serge Latouche: ¿Hacia dónde va el mundo? 2012-2022: La última oportunidad.  Barcelona: Icaria, 2012 (80 páginas).

En este breve texto acerca de la dirección hacia la que se dirige el mundo se esboza un panorama no muy alentador y que, lejos de todo tipo de sensacionalismo, se puede considerar apocalíptico.

De hecho, los cuatro autores subrayan que la humanidad está en un periodo crucial para su propio bienestar y supervivencia. De no adoptar medidas,  los cambios serán irreversibles e irreparables. 

Ante este paisaje,  Jean-Pierre Dupuy destaca la siguiente fórmula de autoengaño: pese a la conciencia de que nos dirigimos “inexorablemente hacia el fin”, existe una extendida creencia o percepción de que éste se aleja a medida que nos aproximamos.

Por su parte, Yves Cochet niega las expectativas sobre la mejora de la economía y de que todo volverá a ser igual que antes. Su diagnóstico es más escalofriante, considera que la recesión será más larga y profunda que las previsiones más alentadoras.

E incluso augura un probable hundimiento del sistema financiero mundial a lo largo de la década actual, que podrá coincidir con el declive de la “producción petrolera”, o bien con un “cataclismo climático, ecológico  o geológico”.

El mismo autor señala que es más fácil arreglar el “mundo financiero e institucional” que el de la ecología. Ésta sigue una dinámica dependiente de la ecoesfera. No conoce fronteras ni soberanías, tampoco se atiene a negociaciones y acuerdos.

La responsabilidad humana en su deterioro es innegable. Pero el daño causado sólo puede repararse con un nuevo enfoque del problema que, si bien no lo resuelve, al menos puede atenuar el impacto y violencia de la catástrofe

Serge Latouche reitera, apoyándose en varios informes, la idea de la catástrofe que se agrava, ya sea por “la crisis de los recursos no renovables (petróleo, gas, carbón, uranio, tierras raras, otros minerales y también el agua)”; bien por los efectos de la contaminación, la muerte de los océanos y el cambio climático; además de la crisis de la alimentación, desertificación y deforestación.

Estas tres aportaciones vienen precedidas por la de Susan George, que retoma la tesis esbozada en una obra suya anterior: Sus crisis, nuestras soluciones (Barcelona: Icaria, 2010).  En este trabajo el mundo aparece organizado en cuatro círculos concéntricos: el primero es dominado por las finanzas, el segundo por la economía real, el tercero por la sociedad y el último por la ecología.

En su opinión, de lo que se trata es de invertir esta jerarquía. En primer lugar, la cúspide, deberá ser ocupado por el planeta, la naturaleza, de donde se extraen los alimentos, las materias primas y la vida misma. En segundo lugar, la sociedad, con decisiones democráticas acerca de su organización. En tercer lugar, la economía real y productiva. Y, por último, las finanzas como “una herramienta al servicio de la economía”. 

Contestación Política Árabe (IV)
Sami Naïr: La lección tunecina. Cómo la revolución de la Dignidad ha derrocado al poder mafioso. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2011 (301 páginas).

Uno de los textos más específicos sobre las revueltas árabes, centrado en el estudio del caso tunecino, es el del Sami Naïr. Además de ser una de las primeras reflexiones aparecidas en formato de libro, su obra se apoya tanto en el análisis teórico como en cierta base empírica.

Con diferencia, la experiencia tunecina ha sido considerada  —hasta el momento— la más exitosa en su transición hacia un sistema político abierto y democrático. No son pocos los autores que señalan la configuración sociopolítica tunecina como clave decisiva en ese tránsito. De modo que su condición inicial de epicentro de la denominada primavera árabe no sería del todo azarosa.

Una de las principales tesis que sostiene el autor es la identificación del régimen de Ben Ali con un clan mafioso, caracterizado por la creciente concentración de poder en manos del núcleo gobernante, integrado por el matrimonio Ben Ali y Leila Trabelsi, seguido de cerca por los hermanos de ésta y otros miembros de la llamada familia. Su originalidad residió precisamente en ese “intento de someter completamente el poder político a los intereses de un clan mafioso”.

Su aislamiento de toda base de apoyo social era muy significativo. De su omnívora codicia no escapaban ni siquiera los tradicionales círculos cercanos al poder, que se vieron amenazados y amordazados en su actividad profesional, económica y, en particular, en sus negocios.

En contraste con otras experiencias de su entorno, la tunecina muestra algunas relevantes fortalezas que conviene reseñar. Un Ejército sin tradición de injerencia en la vida política, alejado de las prácticas del denominado clan mafioso y que, de forma decisiva, se negó a reprimir a los manifestantes que desafiaban al régimen autocrático.

En el ámbito social destaca la cohesión de la sociedad tunecina, carente de las rupturas tribales, étnicas y confesionales de otras sociedades árabes; la fortaleza de su sociedad civil, que cuenta con una importante tradición asociativa; y su mayor grado de secularización, de mayor separación del espacio público y religioso, además de ―en teoría― contar con uno de los movimientos islamistas más moderados de la región.

Sin olvidar, por último, pero no menos importante, la pequeña dimensión del país y de su población (cerca de 11 millones), la carencia de recursos energéticos y su modesta ubicación geopolítica. Elementos que, sin duda alguna, desde la esfera externa, facilitaban su apuesta por el cambio político en el orbe árabe-musulmán, donde la prioridad de las grandes potencias occidentales no era precisamente la democratización, sino la estabilidad geopolítica en aras de sus intereses energéticos, económicos y financieros.

Sin embargo, estas perspectivas se ven fuertemente ensombrecidas por varios factores, entre los que cabe destacar la profunda brecha socioeconómica que no logra remontar el país y la creciente polarización entre seculares e islamistas. El asesinato  del dirigente de izquierda Chokri Belaid (febrero 2013) es un ejemplo dramático de la actual encrucijada tunecina.  

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Editado por
José Abu-Tarbush
Eduardo Martínez de la Fe
José Abu-Tarbush es profesor titular de Sociología en la Universidad de La Laguna, donde imparte la asignatura de Sociología de las relaciones internacionales. Desde el campo de las relaciones internacionales y la sociología política, su área de interés se ha centrado en Oriente Medio y el Norte de África, con especial seguimiento de la cuestión de Palestina.





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