Susan George, Jean Pierre Dupuy, Yves Cochet y Serge Latouche: ¿Hacia dónde va el mundo? 2012-2022: La última oportunidad. Barcelona: Icaria, 2012 (80 páginas).
En este breve texto acerca de la dirección hacia la que se dirige el mundo se esboza un panorama no muy alentador y que, lejos de todo tipo de sensacionalismo, se puede considerar apocalíptico.
De hecho, los cuatro autores subrayan que la humanidad está en un periodo crucial para su propio bienestar y supervivencia. De no adoptar medidas, los cambios serán irreversibles e irreparables.
Ante este paisaje, Jean-Pierre Dupuy destaca la siguiente fórmula de autoengaño: pese a la conciencia de que nos dirigimos “inexorablemente hacia el fin”, existe una extendida creencia o percepción de que éste se aleja a medida que nos aproximamos.
Por su parte, Yves Cochet niega las expectativas sobre la mejora de la economía y de que todo volverá a ser igual que antes. Su diagnóstico es más escalofriante, considera que la recesión será más larga y profunda que las previsiones más alentadoras.
E incluso augura un probable hundimiento del sistema financiero mundial a lo largo de la década actual, que podrá coincidir con el declive de la “producción petrolera”, o bien con un “cataclismo climático, ecológico o geológico”.
El mismo autor señala que es más fácil arreglar el “mundo financiero e institucional” que el de la ecología. Ésta sigue una dinámica dependiente de la ecoesfera. No conoce fronteras ni soberanías, tampoco se atiene a negociaciones y acuerdos.
La responsabilidad humana en su deterioro es innegable. Pero el daño causado sólo puede repararse con un nuevo enfoque del problema que, si bien no lo resuelve, al menos puede atenuar el impacto y violencia de la catástrofe
Serge Latouche reitera, apoyándose en varios informes, la idea de la catástrofe que se agrava, ya sea por “la crisis de los recursos no renovables (petróleo, gas, carbón, uranio, tierras raras, otros minerales y también el agua)”; bien por los efectos de la contaminación, la muerte de los océanos y el cambio climático; además de la crisis de la alimentación, desertificación y deforestación.
Estas tres aportaciones vienen precedidas por la de Susan George, que retoma la tesis esbozada en una obra suya anterior: Sus crisis, nuestras soluciones (Barcelona: Icaria, 2010). En este trabajo el mundo aparece organizado en cuatro círculos concéntricos: el primero es dominado por las finanzas, el segundo por la economía real, el tercero por la sociedad y el último por la ecología.
En su opinión, de lo que se trata es de invertir esta jerarquía. En primer lugar, la cúspide, deberá ser ocupado por el planeta, la naturaleza, de donde se extraen los alimentos, las materias primas y la vida misma. En segundo lugar, la sociedad, con decisiones democráticas acerca de su organización. En tercer lugar, la economía real y productiva. Y, por último, las finanzas como “una herramienta al servicio de la economía”.
En este breve texto acerca de la dirección hacia la que se dirige el mundo se esboza un panorama no muy alentador y que, lejos de todo tipo de sensacionalismo, se puede considerar apocalíptico.
De hecho, los cuatro autores subrayan que la humanidad está en un periodo crucial para su propio bienestar y supervivencia. De no adoptar medidas, los cambios serán irreversibles e irreparables.
Ante este paisaje, Jean-Pierre Dupuy destaca la siguiente fórmula de autoengaño: pese a la conciencia de que nos dirigimos “inexorablemente hacia el fin”, existe una extendida creencia o percepción de que éste se aleja a medida que nos aproximamos.
Por su parte, Yves Cochet niega las expectativas sobre la mejora de la economía y de que todo volverá a ser igual que antes. Su diagnóstico es más escalofriante, considera que la recesión será más larga y profunda que las previsiones más alentadoras.
E incluso augura un probable hundimiento del sistema financiero mundial a lo largo de la década actual, que podrá coincidir con el declive de la “producción petrolera”, o bien con un “cataclismo climático, ecológico o geológico”.
El mismo autor señala que es más fácil arreglar el “mundo financiero e institucional” que el de la ecología. Ésta sigue una dinámica dependiente de la ecoesfera. No conoce fronteras ni soberanías, tampoco se atiene a negociaciones y acuerdos.
La responsabilidad humana en su deterioro es innegable. Pero el daño causado sólo puede repararse con un nuevo enfoque del problema que, si bien no lo resuelve, al menos puede atenuar el impacto y violencia de la catástrofe
Serge Latouche reitera, apoyándose en varios informes, la idea de la catástrofe que se agrava, ya sea por “la crisis de los recursos no renovables (petróleo, gas, carbón, uranio, tierras raras, otros minerales y también el agua)”; bien por los efectos de la contaminación, la muerte de los océanos y el cambio climático; además de la crisis de la alimentación, desertificación y deforestación.
Estas tres aportaciones vienen precedidas por la de Susan George, que retoma la tesis esbozada en una obra suya anterior: Sus crisis, nuestras soluciones (Barcelona: Icaria, 2010). En este trabajo el mundo aparece organizado en cuatro círculos concéntricos: el primero es dominado por las finanzas, el segundo por la economía real, el tercero por la sociedad y el último por la ecología.
En su opinión, de lo que se trata es de invertir esta jerarquía. En primer lugar, la cúspide, deberá ser ocupado por el planeta, la naturaleza, de donde se extraen los alimentos, las materias primas y la vida misma. En segundo lugar, la sociedad, con decisiones democráticas acerca de su organización. En tercer lugar, la economía real y productiva. Y, por último, las finanzas como “una herramienta al servicio de la economía”.