Reseñas
Inteligencia espiritual
Juan Antonio Martínez de la Fe , 02/10/2014
Vivimos en un desierto espiritual
Ficha Técnica
Título: Inteligencia espiritual
Autor: Francesc Torralba Roselló
Edita: Plataforma Editorial, 6ª edición, Barcelona, 2014
Colección: Plataforma Actual
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 338
ISBN: 978-84-96981-74-4
Precio: 19,95 euros
Pero, ¿existe una inteligencia espiritual? Desde que Howard Gardner identificara ocho formas de inteligencia en el ser humano, autores varios han ido incorporando al elenco nuevas maneras de expresión de la inteligencia. Una de las que más éxito ha cosechado ha sido la inteligencia emocional, explicada por Daniel Goleman. La espiritual, de la que trata este libro, no es nueva, aunque su concreción se ha ido desarrollando a lo largo del tiempo, siendo conocida, también, con otros apelativos, tales como inteligencia existencial o trascendente.
En el Prólogo de su obra, Francesc Torralba trata de perfilar los límites de su propuesta, aunque, probablemente, se haya de recurrir al primer capítulo para acercarnos a las definiciones, que nos permitan centrar el tema. ¿Qué es la inteligencia? Es éste el título que encabeza este primer bloque del libro. En general, el autor nos explica que por inteligencia entiende “la capacidad y la habilidad para responder, de la manera más adecuada posible, a las exigencias que presenta el mundo. Permite reflexionar, cavilar, examinar, revisar e interpretar la realidad.” En definitiva, cumple la inteligencia una función adaptativa que nos permite vivir y pervivir.
Y ¿qué hay de la inteligencia espiritual? La inteligencia espiritual ha sido presentada a principios del siglo XXI por Danah Zohar como un tipo de inteligencia en la línea de la inteligencia emocional, pero con características propias, que merecen destacarse en el estudio de la mente. Abarca los comportamientos éticos, el sentido de la trascendencia y de lo sagrado, nos dice Gonzalo Haya. Es decir, en palabras del autor, que se “detectan en el ser humano una serie de operaciones, un campo de necesidades y de poderes que difícilmente se pueden explicar a partir del cuadro de inteligencias múltiples que ofreció, en su momento, Howard Gardner.” Lo que viene a suponer que ese tipo de capacidades solo puede explicarse adecuadamente si se reconoce en el ser humano, y solo en él, la inteligencia espiritual.
Sentido espiritual
Para sus fines, Torralba parte de la tesis según la cual el ser humano tiene un sentido espiritual, padece unas necesidades de orden espiritual, que no puede desarrollar ni satisfacer de otro modo que cultivando y desarrollando esta inteligencia espiritual. Con esta base, pretende, a través de este ensayo que comentamos, dar a conocer una primera presentación formal de los poderes de la inteligencia espiritual, su cultivo y sus beneficios para el desarrollo de la vida humana; igualmente, propone explorar las consecuencias dramáticas de la atrofia de esta inteligencia, tanto en el plano individual como en el colectivo.
Y deja claro el autor los terrenos vinculados a esta temática pero que no aborda en su trabajo, tanto el dualismo como el monismo antropológico; muy al contrario, concibe “al ser humano como una unidad multidimensional, exterior e interior, dotado de un dentro y de un fuera, como una única realidad polifacética, capaz de operaciones muy distintas en virtud de las distintas inteligencias que hay en él.” Por otro lado, el objetivo del libro es abordar las bases filosóficas de la inteligencia espiritual, pero no sus bases biológicas. Por todo ello, se limita a presentar las propiedades de esta inteligencia espiritual y su peculiaridad dentro del conjunto de las inteligencias múltiples.
Dicho esto, el autor, con buen criterio, hace un recorrido sobre El mapa de las inteligencias desarrollado por Gardner, deteniéndose en cada uno de sus tipos de manera resumida: La inteligencia lingüística, la musical, la lógico-matemática, la corporal y kinestésica, la espacial y visual, la intrapersonal, la interpersonal y, por último, la naturista. Si bien en la obra es oportuno este capítulo recordatorio, no merece mayor comentario por ser tema bastante conocido.
Y, ya en el capítulo III, aborda el núcleo: ¿Qué es la inteligencia espiritual? Comienza con un recorrido sobre lo más destacado de la amplia bibliografía aparecida desde el momento en que Zohar y Marshall acuñaron el término: Viktor Frankl, Robert Emmons, Kathleen Noble, Frances Vaughan, David B. King, Singh G., son, entre otros los autores citados en este espacio. Se detiene Torralba en la definición que da Gardner de la inteligencia espiritual: “la capacidad para situarse a sí mismo con respecto al cosmos, como la capacidad de situarse a sí mismo con respecto a los rasgos existenciales de la condición humana como el significado de la vida, el significado de la muerte y el destino final del mundo físico y psicológico en profundas experiencias como el amor a otra persona o la inmersión en un trabajo de arte.” Y de Singh G. destaca que la inteligencia espiritual, debidamente cultivada, hace del ser humano un homo religiosus, ya que la creencia religiosa es una manifestación del desarrollo de la inteligencia espiritual.
Es evidente que los términos espíritu y espiritual encierran unos conceptos difíciles de delimitar. Pero Torralba es claro cuando lo aplica al ser humano: “Cuando afirmamos que el ser humano es capaz de vida espiritual en virtud de su inteligencia espiritual, nos referimos a que tiene capacidad para un tipo de experiencias, de preguntas, de movimiento y de operaciones que solo se dan en él y que, lejos de apartarle de la realidad, del mundo, de la corporeidad y de la naturaleza, le permiten vivirla con más intensidad, con más penetración, ahondando en los últimos niveles.” Quiere esto decir que lo espiritual no se diluye en una situación, sino que siempre es capaz de distanciarse de ella sin diluirse en ella; la inteligencia espiritual no nos contrapone al mundo, sino que nos hace tomar postura frente a él, no es esclavo de sus instintos. Y, por supuesto, deja patente que la vida espiritual no es patrimonio de las personas religiosas.
Una vida así entendida, claro es que presenta una serie de necesidades que, según Torralba, han sido tabuladas y consideradas en los entornos sanitarios más sofisticados del mundo. Tales necesidades, que se exacerban en situaciones límite, las recoge siguiendo a Simone Weil: “la necesidad de sentido, la de reconciliación con uno mismo y con la propia vida, la de reconocimiento de la propia identidad como persona, la de orden, la de verdad, la de libertad, la de arraigo, la de orar, la simbólico-ritual y la de soledad y silencio.” Una relación con la que, con total seguridad, no todo el mundo está de acuerdo, pero es muy coherente con el desarrollo del planteamiento del autor, que sí quiere dejar claro que el materialismo radical ha sido incapaz de satisfacer tales exigencias. Y otra cosa queda clara: la espiritualidad no necesariamente ha de vincularse a lo religioso, surgiendo el concepto de espiritualidad laica; en apoyo de su tesis, cita a Bernard Besret, Luc Ferry, René Barbier, André Comte-Sponville o Gabriel Madinier.
Para finalizar este capítulo, Torralba aborda unas pocas cuestiones. La primera es la fina línea divisoria entre inteligencia espiritual y la intrapersonal de Gardner; ya este consideraba que la espiritual puede ser una amalgama de la interpersonal y la intrapersonal, aunque sostiene que puede ser una buena candidata para convertirse en una octava inteligencia en su listado; aunque advierte, eso sí, de la problemática que plantea su inclusión en dicho listado el hecho de que lo moral o lo espiritual depende mucho de las culturas. Torralba acepta la proximidad entre lo que defiende como inteligencia espiritual y la llamada intrapersonal, pero no acepta que sean totalmente coincidentes; para él, la primera abre la mente a una constelación de preguntas que resume en siete grandes bloques: preguntas por el yo, preguntas sobre el destino futuro (inmortalidad, …), preguntas sobre el propio origen, preguntas sobre el sentido de la vida, preguntas sobre la finalidad de la vida humana, preguntas sobre el origen del mundo y, finalmente, preguntas sobre la posibilidad de un Dios. El otro aspecto que toca es el de la estrecha relación entre la inteligencia espiritual y el cuerpo: es ella misma cuerpo, pero no solo cuerpo; gracias a ella, el ser humano es capaz de generar un mundo intangible; pero, no cabe duda: existe una estrecha relación entre la inteligencia corporal y la espiritual. Y cierra este bloque dedicando unas líneas a la inteligencia emocional.
Núcleo de la obra
Con el capítulo cuarto, Los poderes de la inteligencia espiritual, llegamos al núcleo de la obra. Cuenta con diecisiete apartados cuyo conjunto es el más amplio del libro. Son diecisiete posibilidades que nos brinda la inteligencia espiritual, que, con frecuencia, se diferencian poco entre sí, aunque cada una encierra matices que le otorgan su singularidad. Solo se esbozan aquí, en estas apresuradas líneas, pero son merecedoras de una reposada lectura que, por otro lado, no conducirá siempre a coincidir con los planteamientos de Francesc Torralba. La búsqueda de sentido es el primero de estos poderes; la inteligencia espiritual nos hace capaces de interrogarnos por el sentido de la existencia, por lo que realmente dota de valor y significado a nuestra estancia en el mundo. El preguntar último; no nos ofrece el autor un listado exhaustivo de aquellas cuestiones que nos plantea la inteligencia espiritual, pero sí ofrece algunas: ¿Para qué estoy en el mundo? ¿Qué sentido tiene mi existencia? ¿Qué puedo esperar después de mi muerte? ¿Qué sentido tiene el mundo? ¿Para qué sufrir, para qué luchar? ¿Qué es lo que merece la pena ser vivido? ¿Cómo dotar de sentido a mi vida? Preguntas sin respuesta, pero que estimulan el desarrollo filosófico, científico y tecnológico de la humanidad.
Sigue La capacidad de distanciamiento, el poder tomar distancia de la realidad circundante; es la condición de posibilidad de la propia consciencia de la singularidad y de la realización de la vida en un marco de libertad; concepto este, el de libertad, muy abordado, especialmente desde los estudios sobre nuestro cerebro. Viene, a continuación, La autotrascendencia, una facultad que nos permite movernos hacia lo que no conocemos, para ir hacia lo que no tenemos, para entrar en el terreno de lo desconocido; es evitar instalarnos en donde estamos, en el estadio que se conoce.
El asombro. Una cosa es existir y otra muy distinta es darse cuenta de que uno existe; una cosa es mirar y otra admirarse de la realidad; en palabras del autor, “es una experiencia mental y emocional, una sensación que también afecta a lo corporal, pero que tiene su raíz en la inteligencia espiritual.” El sexto poder que nos explica Torralba es el El autoconocimiento; la inteligencia espiritual nos faculta para adentrarnos por la infinita senda que conduce al conocimiento de uno mismo, lugar en el que convergen la inteligencia intrapersonal y la espiritual; y con esta última, podemos distinguir el personaje, del ser, la representación, de la esencia.
La facultad de valorar es la siguiente propuesta del autor; es decir, la capacidad de tomar distancia del mundo y de uno mismo para repensar el pasado y anticipar el futuro; para valorar y emitir juicios de valor sobre decisiones, actos y omisiones. Únicamente el ser humano es capaz de construir una escala de valores. A continuación, nos habla de El gozo estético o facultad para tomar consciencia de lo bello y valioso que hay en las acciones y omisiones del pasado y, también, para vivir la experiencia estética, deleitarse con la belleza de la realidad, para captar lo sublime de las cosas.
Le sigue El sentido del misterio, porque el desarrollo de las ciencias naturales no atrofia el sentido de lo misterioso, sino que, antes al contrario, lo desarrolla con más intensidad ya que, mientras más se adentra uno en los misterios de la naturaleza, va descubriendo más niveles de la realidad por conocer. La décima propuesta es La búsqueda de una sabiduría; nos dice Torralba: “Toda persona anhela, desde lo más profundo de su ser, una sabiduría vital, una visión global de la existencia, una orientación que le permita vivir una existencia feliz”, y la inteligencia espiritual nos permite elaborar una síntesis global del mundo y encontrar el lugar que cada uno ocupa en él.
Apartado once: El sentido de pertenencia al Todo. Mejor, las palabras del autor: “El desarrollo de la inteligencia espiritual faculta para tomar conciencia de la íntima relación de todo con todo, de la profunda y subterránea interconexión entre los seres del cosmos, entre todas las acciones y las omisiones, los procesos que acaecen en la naturaleza. Quien cultiva la inteligencia espiritual es capaz de sentirse miembro del gran Todo, estrechamente unido a cualquier entidad física, biológica, vegetal o irracional.” Es inevitable pensar en el poco cuidado que tenemos con nuestra casa, la Tierra. Y el doce: La superación de la dualidad. Se trata de la capacidad de borrar la línea fronteriza que, a los ojos de la razón, separa a un ser de otro ser; con el apoyo de la inteligencia espiritual, podemos ver al otro como una realidad que emana de un mismo principio, como un ser que forma parte del mismo Todo. Se trata, pues, de un hermano en la existencia.
El epígrafe trece es El poder de lo simbólico; la inteligencia espiritual nos permite trascender el mundo natural y a nosotros mismos; convierte los objetos naturales y los que fabricamos en realidades simbólicas, en instrumentos que comunican algo que está más allá de ellos. Y el siguiente bloque es La llamada interior; a medida que desarrollamos nuestra vida, nos damos cuenta de que estamos llamados a hacer algo con ella y que tenemos que descubrirlo por nosotros mismos, ya que nadie puede sustituirnos; en definitiva, la búsqueda de sentido de la vida es un ejercicio de escucha.
Alcanzando los tres últimos epígrafes de este más que interesante capítulo, nos encontramos, primeramente, con el quince: La elaboración de ideales de vida; se trata de objetivos, referencias personales, aspiraciones que deseamos hacer realidad a lo largo de nuestra vida; son la expresión concreta de lo que deseamos llegar a ser, de lo que nos proponemos lograr y tenemos intención de conseguir con esfuerzo, tesón y sacrificio. Otro de los poderes de la inteligencia espiritual es La capacidad de religación; en la medida en que el ser humano se interroga por lo eterno, por lo infinito, prepara la religiosidad, aunque ésta puede no irrumpir en la vida de una persona; “la religiosidad expresa la capacidad de religarse que tiene el ser humano, de vincularse a un Ser que reconoce como distinto de sí y con el que establece alguna forma de comunicación.” Aunque, eso sí, la espiritualidad no exige necesariamente la religación con un Ser superior, pero tampoco la excluye. Y el último epígrafe de este capítulo se refiere a La ironía y el humor, capacidades para las que hay que tomar distancia respecto del mundo, de uno mismo y de los otros, pues, en definitiva, la ironía es una forma de humor que se sobre esta posibilidad, nos explica Torralba.
Inteligencia espiritual
Con todas estas cualidades aquí enunciadas someramente, no es de extrañar que el siguiente capítulo se dedique a El cultivo de la inteligencia espiritual. En estas páginas, se nos ofrece una serie de consejos que nos ayudarán a estimularla. En primer lugar, figura la práctica asidua de la soledad, una soledad que no ha de interpretarse como una fuga del mundo y que se desarrolla en proporción inversa al crecimiento en edad. Viene luego el gusto por el silencio, correlato de lo antedicho; y no se trata solo del silencio físico, sino, sobre todo, el silencio interior. Le sigue la contemplación que, partiendo de los sentido externos, trasciende el plano de la percepción; no se trata de observar atentamente, ni de una mera visión, sino que se trata de ser receptivo a la realidad, ensanchar al máximo la sensibilidad para captar el latido de la realidad exterior, para conectar con lo que se oculta en ella, con ese trasfondo invisible a los ojos. También estimula nuestra inteligencia espiritual el filosofar, que incluye, además del estímulo a la inteligencia espiritual, el desarrollo de otros tipos de inteligencia, como la intrapersonal o la lógico-matemática. Siguiendo a Kandinsky, hay que buscar lo espiritual en el arte: cuando uno profundiza en una obra artística, se encuentra con una vida espiritual activa. También es buen ejercicio la práctica del diálogo socrático; no todo diálogo tiene dimensiones espirituales, pero cuando los interlocutores abordan cuestiones últimas, la inteligencia espiritual recibe especial cuidado. Y, aunque pueda parecer lo contrario, también el ejercicio físico beneficia a este tipo de inteligencia, pues estimula las distintas capacidades de la persona y dinamiza sus múltiples inteligencias. El dolce far niente, el dulce no hacer nada que, contrariamente a lo que se pueda pensar, no es necesariamente estéril o vacío. Y si esto es así, ¿qué decir de la experiencia de la fragilidad?; el conocimiento de la muerte, la consideración del sufrimiento y de la miseria de la vida son experiencias impulsoras de la inteligencia espiritual. Como lo es también el deleite musical, merced a la especial capacidad de la música para estimularla. Lugar importante ocupa la práctica de la meditación, es decir, ejercitar con método la atención y cultivar armónicamente la mente para potenciarla; se trata de prescindir del pensar, de purificar el interior para mejorar tanto la vida emocional como la mental y acceder al sosiego. Por último y no por ello menos importante, estimula nuestra inteligencia espiritual el ejercicio de la solidaridad, pues, cuando se practica, se hace porque se siente uno estrechamente unido al otro, a sus dolores y sufrimientos, porque es alguien que forma parte de nuestro propio mundo personal.
Lógico es que, tras conocer la manera de cultivar la inteligencia espiritual, sepamos qué frutos podemos recoger. Es a lo que dedica Francesc Torralba el capítulo sexto de la obra: Beneficios de la inteligencia espiritual; no se trata de un capítulo novedoso, pues sus aportaciones aparecen como consecuencias naturales de todo lo expuesto hasta ahora; es más: una lectura reposada de este elenco de beneficios nos permite percibir, como ocurre en otras de sus páginas, cierto solapamiento de conceptos pues interseccionan unos con otros. Arranca con los siete criterios que Hétu propone para identificar la madurez espiritual: apertura a la experiencia, toma de responsabilidad, cuidado de las relaciones interpersonales, superación de uno mismo, flexibilidad, búsqueda de sentido y, finalmente, cultivo de la interioridad. Torralba nos propone algunos beneficios más del cultivo de la inteligencia espiritual. En primer lugar, la riqueza interior; luego, profundidad en la mirada, es decir, mirar a fondo, habituar la vista a la calma, la paciencia, la serena espera, demorar el juicio, enfocar desde todos los lados posibles y abarcar el caso particular; a continuación, se refiere a la consciencia crítica y autocrítica, o, lo que es lo mismo, actitud crítica frente a uno mismo y al mundo; la calidad de las relaciones, en las que no se puede sustituir a una persona por otra, pues cada una es insustituible en su peculiaridad; la autodeterminación, saber regular nuestra vida desde nosotros mismos, para lo que es imprescindible tomar consciencia de quiénes somos; el sentido de los límites, identificarlos e identificar nuestras resistencias, compañeras inseparables de la vida humana; conocimiento de la posibilidades vitales, es decir, no solo conocer nuestros límites, sino, también nuestras posibilidades; transparencia y receptividad, ser receptivos a los estímulos, más capaces de impregnarnos de lo que acontece fuera del yo; equilibrio interior, pues, con ejercitar la inteligencia espiritual, producimos una transformación interior, tanto de las capacidades y nivel de consciencia, como de comportamientos y actitudes; la vida como proyecto, la capacidad de autodirigirnos, a pesar de nuestras limitaciones y determinismos parciales ya que podemos orientar nuestra existencia dotándola de un estilo peculiar y característico; capacidad de sacrificio; y, finalmente, vivencia plena del ahora, pues nuestra memoria nos faculta para recordar vivencias, hechos ya acaecidos, mientras que nuestra imaginación nos habilita para proyectar el futuro e identificar horizontes posibles. Es evidente que se trata de aportaciones descriptivas por lo general, sin un apoyo minuciosamente argumentado, puesto que no es ese el objeto de este ensayo. En todo caso, son postulados racionalmente asumibles, con independencia del mayor o menor acuerdo que se tenga con el autor sobre cada uno de estos beneficios que nos propone como frutos de la inteligencia espiritual.
Pero, así como se puede cultivar este tipo de inteligencia, que tanto bien nos proporciona, cabe, igualmente, la posibilidad de que la entorpezcamos, a lo que se dedica el capítulo séptimo, La atrofia de la inteligencia espiritual. Las propias palabras de Francesc Torralba nos indican el trasfondo de este capítulo: “La atrofia no es el fracaso. Es la consecuencia de la deseducación, del no cultivo, de la dejadez. Cuando uno fracasa, es porque ha intentado realizar un proyecto, aplicar una hipótesis de trabajo. Cuando uno se atrofia es porque no ha desarrollado un dispositivo que estaba en él. Lo que ocurre en la actualidad con la inteligencia espiritual, es que raramente se cultiva en el ámbito educativo formal; que permanece en un estado potencial.” Dicho esto, el autor nos propone una serie de elementos que contribuyen a la atrofia de la inteligencia espiritual, que es, justamente, el arma necesaria para combatirlos. Nos habla, así, del sectarismo, el cerrarse en una comunidad y aislarse del mundo, considerando que la verdad solo se encuentra allí y, fuera de ella, vive el error; el fanatismo, el deseo vehemente de obligar a los demás a cambiar, pues no se soporta que sean diferentes; el gregarismo, es decir, esa tendencia a imitar, a copiar, a meterse dentro del grupo, sin criterio alguno, a seguir los pasos de la multitud, a emular activamente lo que hacen los otros; la banalidad, ese estímulo ambiental que nos lleva a vivir en la superficialidad, a correr alocadamente de novedad en novedad, de emoción en emoción, sin tener en cuenta quiénes somos; el consumismo, ese reducir la vida a consumir objetos e informaciones, identificando lo real con lo que es objeto de una posible experiencia, con lo útil, respondiendo no a la pregunta de quiénes somos sino de cuánto tenemos; el vacío existencial es otra consecuencia de la atrofia de vida espiritual que nos lleva a una frustración existencial, a un sentimiento de falta de sentido de la propia existencia; el aburrimiento de vivir, la apatía y desgana vital tienen como antídoto perfecto el cultivo de la inteligencia espiritual; el autoengaño, por el que fabricamos una imagen irreal, inexacta de nosotros mismos, al intentar hacerla más aceptable; el gusto por lo vulgar, consecuencia de la incapacidad para ofrecer resistencia a un estímulo, dejando de lado el distanciamiento necesario de lo que nos viene de fuera; la intolerancia, la incapacidad de aceptar al otro por causa de sus ideas, convicciones o creencias; el narcisismo, la adoración del yo, el amor desordenado de sí mismo, el culto a la propia persona; y, finalmente, la parálisis vital, la desgana de vivir, la expresión del nihilismo práctico. Torralba nos describe sucintamente cada uno de estos obstáculos así como sus consecuencias en la vida diaria, explicando cómo el cultivo de la inteligencia espiritual nos ayuda a superarlos.
El octavo y último capítulo es Inteligencia espiritual, felicidad y paz. Se trata de una reflexión sobre todo lo expuesto en las páginas que le preceden. Torralba nos habla de la relación entre inteligencia espiritual y transformación social, dado que aquella, lejos de apartar al ser humano de su entorno natural y social, lo hace más receptivo, más sensible, más plenamente integrado en el entorno. Continúa con una reflexión sobre la necesidad de tener muy en cuenta la inteligencia espiritual en el desarrollo del proceso educativo, lo que no siempre sucede por el lastre de un laicismo mal entendido que elude el tema, espinoso sin duda, de la espiritualidad; aporta aquí algunos ejemplos de iniciativas pioneras, a modo experimental, de la educación de la inteligencia espiritual en el entorno educativo público y laico, aunque se detiene, de manera especial, en la publicación de las escuelas católicas madrileñas Reflexiones en torno a la competencia espiritual. La dimensión espiritual y religiosa en el contexto de las competencias básicas educativas, aunque advierte el autor de la necesidad de no confundir espiritualidad con fe. También considera la relación entre la inteligencia espiritual y la ética global, aportando la Declaración de una ética global, del II Parlamento Mundial de las Religiones. Igualmente, se refiere a la pacificación del mundo, un valor esencial para construir el futuro, por el cultivo de la inteligencia espiritual, para, a renglón seguido, unir esta con la consciencia ecológica: el ser espiritual tiene el sentido de pertenencia al Todo y despierta la actitud de respeto activo frente a cualquier forma de vida, desde las más simples hasta las más complejas. Y finaliza con un apartado dedicado al proyecto de una vida feliz, con cuyas palabras cierra su trabajo: “La inteligencia espiritual, en la medida en que nos abre a la cuestión del sentido y permite tomar distancia del propio ser y de la propia vida, faculta para identificar lo que en ella no anda bien, las debilidades y las flaquezas que hay en ella, también sus fortalezas y capacidades latentes. Esto es clave para diseñar inteligentemente el futuro.”
Es, en definitiva, una obra clara en sus objetivos, expuesta con suma claridad y precisión formal. No todos aceptarán sus postulados; es más: muchos procurarán rebatirlos con argumentos de tanto peso, al menos, como los que emplea Francesc Torralba. Pero siempre, el lector interesado encontrará en estas páginas un excelente compendio, muy al alcance de todos, de cuanto atañe a la inteligencia espiritual. El libro se cierra con una relación de fuentes bibliográficas y de bibliografía especializada.
Índice
Prólogo
I. ¿Qué es la inteligencia?
II. El mapa de las inteligencias
1. Inteligencia lingüística
2. Inteligencia musical
3. Inteligencia lógico-matemática
4. Inteligencia corporal y kinestésica
5. Inteligencia espacial y visual
6. Inteligencia intrapersonal
7. Inteligencia interpersonal
8. Inteligencia naturista
III. ¿Qué es la inteligencia espiritual?
1. Deshaciendo entuertos
2. Inteligencia espiritual y vida espiritual
3. Necesidades espirituales
4. ¿Una espiritualidad laica?
5. Inteligencia espiritual e intrapersonal
6. La inteligencia espiritual y el cuerpo
7. Inteligencia espiritual y emocional
IV. Los poderes de la inteligencia espiritual
1. La búsqueda de sentido
2. El preguntar último
3. La capacidad de distanciamiento
4. La autotrascendencia
5. El asombro
6. El autoconocimiento
7. La facultad de valorar
8. El gozo estético
9. El sentido del misterio
10. La búsqueda de una sabiduría
11. El sentido de pertenencia al Todo
13. El poder de lo simbólico
14. La llamada interior
15. La elaboración de ideales de vida
16. La capacidad de religación
17. La ironía y el humor
V. El cultivo de la inteligencia espiritual
1. La práctica asidua de la soledad
2. El gusto por el silencio
3. La contemplación
4. El ejercicio de filosofar
5. Lo espiritual en el arte
6. El diálogo socrático
7. El ejercicio físico
8. El dulce no hacer nada
9. La experiencia de la fragilidad
10. El deleite musical
11. La práctica de la meditación
12. El ejercicio de la solidaridad
VI. Beneficios de la inteligencia espiritual
1. La riqueza interior: la creatividad
2. Profundidad en la mirada
3. Consciencia crítica y autocrítica
4. La calidad de las relaciones
5. La autodeterminación
6. El sentido de los límites
7. El conocimiento de las posibilidades
8. Transparencia y receptividad
9. Equilibrio interior
10. La vida como proyecto
11. Capacidad de sacrificio
12. Vivencia plena del ahora
VII. La atrofia de la inteligencia espiritual
1. El sectarismo
2. El fanatismo
3. El gregarismo
4. La banalidad
5. El consumismo
6. El vacío existencial
7. El aburrimiento
8. El autoengaño
9. El gusto por lo vulgar
10. La intolerancia
11. El narcisismo
12. La parálisis vital
VIII. Inteligencia espiritual, felicidad y paz
1. Inteligencia espiritual y transformación social
2. La educación de la inteligencia espiritual
3. Inteligencia espiritual y ética global
4. La pacificación del mundo
5. Inteligencia espiritual y consciencia ecológica
6. El proyecto de una vida feliz
XI. Bibliografía
Fuentes bibliográficas
Bibliografía especializada
Título: Inteligencia espiritual
Autor: Francesc Torralba Roselló
Edita: Plataforma Editorial, 6ª edición, Barcelona, 2014
Colección: Plataforma Actual
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 338
ISBN: 978-84-96981-74-4
Precio: 19,95 euros
Pero, ¿existe una inteligencia espiritual? Desde que Howard Gardner identificara ocho formas de inteligencia en el ser humano, autores varios han ido incorporando al elenco nuevas maneras de expresión de la inteligencia. Una de las que más éxito ha cosechado ha sido la inteligencia emocional, explicada por Daniel Goleman. La espiritual, de la que trata este libro, no es nueva, aunque su concreción se ha ido desarrollando a lo largo del tiempo, siendo conocida, también, con otros apelativos, tales como inteligencia existencial o trascendente.
En el Prólogo de su obra, Francesc Torralba trata de perfilar los límites de su propuesta, aunque, probablemente, se haya de recurrir al primer capítulo para acercarnos a las definiciones, que nos permitan centrar el tema. ¿Qué es la inteligencia? Es éste el título que encabeza este primer bloque del libro. En general, el autor nos explica que por inteligencia entiende “la capacidad y la habilidad para responder, de la manera más adecuada posible, a las exigencias que presenta el mundo. Permite reflexionar, cavilar, examinar, revisar e interpretar la realidad.” En definitiva, cumple la inteligencia una función adaptativa que nos permite vivir y pervivir.
Y ¿qué hay de la inteligencia espiritual? La inteligencia espiritual ha sido presentada a principios del siglo XXI por Danah Zohar como un tipo de inteligencia en la línea de la inteligencia emocional, pero con características propias, que merecen destacarse en el estudio de la mente. Abarca los comportamientos éticos, el sentido de la trascendencia y de lo sagrado, nos dice Gonzalo Haya. Es decir, en palabras del autor, que se “detectan en el ser humano una serie de operaciones, un campo de necesidades y de poderes que difícilmente se pueden explicar a partir del cuadro de inteligencias múltiples que ofreció, en su momento, Howard Gardner.” Lo que viene a suponer que ese tipo de capacidades solo puede explicarse adecuadamente si se reconoce en el ser humano, y solo en él, la inteligencia espiritual.
Sentido espiritual
Para sus fines, Torralba parte de la tesis según la cual el ser humano tiene un sentido espiritual, padece unas necesidades de orden espiritual, que no puede desarrollar ni satisfacer de otro modo que cultivando y desarrollando esta inteligencia espiritual. Con esta base, pretende, a través de este ensayo que comentamos, dar a conocer una primera presentación formal de los poderes de la inteligencia espiritual, su cultivo y sus beneficios para el desarrollo de la vida humana; igualmente, propone explorar las consecuencias dramáticas de la atrofia de esta inteligencia, tanto en el plano individual como en el colectivo.
Y deja claro el autor los terrenos vinculados a esta temática pero que no aborda en su trabajo, tanto el dualismo como el monismo antropológico; muy al contrario, concibe “al ser humano como una unidad multidimensional, exterior e interior, dotado de un dentro y de un fuera, como una única realidad polifacética, capaz de operaciones muy distintas en virtud de las distintas inteligencias que hay en él.” Por otro lado, el objetivo del libro es abordar las bases filosóficas de la inteligencia espiritual, pero no sus bases biológicas. Por todo ello, se limita a presentar las propiedades de esta inteligencia espiritual y su peculiaridad dentro del conjunto de las inteligencias múltiples.
Dicho esto, el autor, con buen criterio, hace un recorrido sobre El mapa de las inteligencias desarrollado por Gardner, deteniéndose en cada uno de sus tipos de manera resumida: La inteligencia lingüística, la musical, la lógico-matemática, la corporal y kinestésica, la espacial y visual, la intrapersonal, la interpersonal y, por último, la naturista. Si bien en la obra es oportuno este capítulo recordatorio, no merece mayor comentario por ser tema bastante conocido.
Y, ya en el capítulo III, aborda el núcleo: ¿Qué es la inteligencia espiritual? Comienza con un recorrido sobre lo más destacado de la amplia bibliografía aparecida desde el momento en que Zohar y Marshall acuñaron el término: Viktor Frankl, Robert Emmons, Kathleen Noble, Frances Vaughan, David B. King, Singh G., son, entre otros los autores citados en este espacio. Se detiene Torralba en la definición que da Gardner de la inteligencia espiritual: “la capacidad para situarse a sí mismo con respecto al cosmos, como la capacidad de situarse a sí mismo con respecto a los rasgos existenciales de la condición humana como el significado de la vida, el significado de la muerte y el destino final del mundo físico y psicológico en profundas experiencias como el amor a otra persona o la inmersión en un trabajo de arte.” Y de Singh G. destaca que la inteligencia espiritual, debidamente cultivada, hace del ser humano un homo religiosus, ya que la creencia religiosa es una manifestación del desarrollo de la inteligencia espiritual.
Es evidente que los términos espíritu y espiritual encierran unos conceptos difíciles de delimitar. Pero Torralba es claro cuando lo aplica al ser humano: “Cuando afirmamos que el ser humano es capaz de vida espiritual en virtud de su inteligencia espiritual, nos referimos a que tiene capacidad para un tipo de experiencias, de preguntas, de movimiento y de operaciones que solo se dan en él y que, lejos de apartarle de la realidad, del mundo, de la corporeidad y de la naturaleza, le permiten vivirla con más intensidad, con más penetración, ahondando en los últimos niveles.” Quiere esto decir que lo espiritual no se diluye en una situación, sino que siempre es capaz de distanciarse de ella sin diluirse en ella; la inteligencia espiritual no nos contrapone al mundo, sino que nos hace tomar postura frente a él, no es esclavo de sus instintos. Y, por supuesto, deja patente que la vida espiritual no es patrimonio de las personas religiosas.
Una vida así entendida, claro es que presenta una serie de necesidades que, según Torralba, han sido tabuladas y consideradas en los entornos sanitarios más sofisticados del mundo. Tales necesidades, que se exacerban en situaciones límite, las recoge siguiendo a Simone Weil: “la necesidad de sentido, la de reconciliación con uno mismo y con la propia vida, la de reconocimiento de la propia identidad como persona, la de orden, la de verdad, la de libertad, la de arraigo, la de orar, la simbólico-ritual y la de soledad y silencio.” Una relación con la que, con total seguridad, no todo el mundo está de acuerdo, pero es muy coherente con el desarrollo del planteamiento del autor, que sí quiere dejar claro que el materialismo radical ha sido incapaz de satisfacer tales exigencias. Y otra cosa queda clara: la espiritualidad no necesariamente ha de vincularse a lo religioso, surgiendo el concepto de espiritualidad laica; en apoyo de su tesis, cita a Bernard Besret, Luc Ferry, René Barbier, André Comte-Sponville o Gabriel Madinier.
Para finalizar este capítulo, Torralba aborda unas pocas cuestiones. La primera es la fina línea divisoria entre inteligencia espiritual y la intrapersonal de Gardner; ya este consideraba que la espiritual puede ser una amalgama de la interpersonal y la intrapersonal, aunque sostiene que puede ser una buena candidata para convertirse en una octava inteligencia en su listado; aunque advierte, eso sí, de la problemática que plantea su inclusión en dicho listado el hecho de que lo moral o lo espiritual depende mucho de las culturas. Torralba acepta la proximidad entre lo que defiende como inteligencia espiritual y la llamada intrapersonal, pero no acepta que sean totalmente coincidentes; para él, la primera abre la mente a una constelación de preguntas que resume en siete grandes bloques: preguntas por el yo, preguntas sobre el destino futuro (inmortalidad, …), preguntas sobre el propio origen, preguntas sobre el sentido de la vida, preguntas sobre la finalidad de la vida humana, preguntas sobre el origen del mundo y, finalmente, preguntas sobre la posibilidad de un Dios. El otro aspecto que toca es el de la estrecha relación entre la inteligencia espiritual y el cuerpo: es ella misma cuerpo, pero no solo cuerpo; gracias a ella, el ser humano es capaz de generar un mundo intangible; pero, no cabe duda: existe una estrecha relación entre la inteligencia corporal y la espiritual. Y cierra este bloque dedicando unas líneas a la inteligencia emocional.
Núcleo de la obra
Con el capítulo cuarto, Los poderes de la inteligencia espiritual, llegamos al núcleo de la obra. Cuenta con diecisiete apartados cuyo conjunto es el más amplio del libro. Son diecisiete posibilidades que nos brinda la inteligencia espiritual, que, con frecuencia, se diferencian poco entre sí, aunque cada una encierra matices que le otorgan su singularidad. Solo se esbozan aquí, en estas apresuradas líneas, pero son merecedoras de una reposada lectura que, por otro lado, no conducirá siempre a coincidir con los planteamientos de Francesc Torralba. La búsqueda de sentido es el primero de estos poderes; la inteligencia espiritual nos hace capaces de interrogarnos por el sentido de la existencia, por lo que realmente dota de valor y significado a nuestra estancia en el mundo. El preguntar último; no nos ofrece el autor un listado exhaustivo de aquellas cuestiones que nos plantea la inteligencia espiritual, pero sí ofrece algunas: ¿Para qué estoy en el mundo? ¿Qué sentido tiene mi existencia? ¿Qué puedo esperar después de mi muerte? ¿Qué sentido tiene el mundo? ¿Para qué sufrir, para qué luchar? ¿Qué es lo que merece la pena ser vivido? ¿Cómo dotar de sentido a mi vida? Preguntas sin respuesta, pero que estimulan el desarrollo filosófico, científico y tecnológico de la humanidad.
Sigue La capacidad de distanciamiento, el poder tomar distancia de la realidad circundante; es la condición de posibilidad de la propia consciencia de la singularidad y de la realización de la vida en un marco de libertad; concepto este, el de libertad, muy abordado, especialmente desde los estudios sobre nuestro cerebro. Viene, a continuación, La autotrascendencia, una facultad que nos permite movernos hacia lo que no conocemos, para ir hacia lo que no tenemos, para entrar en el terreno de lo desconocido; es evitar instalarnos en donde estamos, en el estadio que se conoce.
El asombro. Una cosa es existir y otra muy distinta es darse cuenta de que uno existe; una cosa es mirar y otra admirarse de la realidad; en palabras del autor, “es una experiencia mental y emocional, una sensación que también afecta a lo corporal, pero que tiene su raíz en la inteligencia espiritual.” El sexto poder que nos explica Torralba es el El autoconocimiento; la inteligencia espiritual nos faculta para adentrarnos por la infinita senda que conduce al conocimiento de uno mismo, lugar en el que convergen la inteligencia intrapersonal y la espiritual; y con esta última, podemos distinguir el personaje, del ser, la representación, de la esencia.
La facultad de valorar es la siguiente propuesta del autor; es decir, la capacidad de tomar distancia del mundo y de uno mismo para repensar el pasado y anticipar el futuro; para valorar y emitir juicios de valor sobre decisiones, actos y omisiones. Únicamente el ser humano es capaz de construir una escala de valores. A continuación, nos habla de El gozo estético o facultad para tomar consciencia de lo bello y valioso que hay en las acciones y omisiones del pasado y, también, para vivir la experiencia estética, deleitarse con la belleza de la realidad, para captar lo sublime de las cosas.
Le sigue El sentido del misterio, porque el desarrollo de las ciencias naturales no atrofia el sentido de lo misterioso, sino que, antes al contrario, lo desarrolla con más intensidad ya que, mientras más se adentra uno en los misterios de la naturaleza, va descubriendo más niveles de la realidad por conocer. La décima propuesta es La búsqueda de una sabiduría; nos dice Torralba: “Toda persona anhela, desde lo más profundo de su ser, una sabiduría vital, una visión global de la existencia, una orientación que le permita vivir una existencia feliz”, y la inteligencia espiritual nos permite elaborar una síntesis global del mundo y encontrar el lugar que cada uno ocupa en él.
Apartado once: El sentido de pertenencia al Todo. Mejor, las palabras del autor: “El desarrollo de la inteligencia espiritual faculta para tomar conciencia de la íntima relación de todo con todo, de la profunda y subterránea interconexión entre los seres del cosmos, entre todas las acciones y las omisiones, los procesos que acaecen en la naturaleza. Quien cultiva la inteligencia espiritual es capaz de sentirse miembro del gran Todo, estrechamente unido a cualquier entidad física, biológica, vegetal o irracional.” Es inevitable pensar en el poco cuidado que tenemos con nuestra casa, la Tierra. Y el doce: La superación de la dualidad. Se trata de la capacidad de borrar la línea fronteriza que, a los ojos de la razón, separa a un ser de otro ser; con el apoyo de la inteligencia espiritual, podemos ver al otro como una realidad que emana de un mismo principio, como un ser que forma parte del mismo Todo. Se trata, pues, de un hermano en la existencia.
El epígrafe trece es El poder de lo simbólico; la inteligencia espiritual nos permite trascender el mundo natural y a nosotros mismos; convierte los objetos naturales y los que fabricamos en realidades simbólicas, en instrumentos que comunican algo que está más allá de ellos. Y el siguiente bloque es La llamada interior; a medida que desarrollamos nuestra vida, nos damos cuenta de que estamos llamados a hacer algo con ella y que tenemos que descubrirlo por nosotros mismos, ya que nadie puede sustituirnos; en definitiva, la búsqueda de sentido de la vida es un ejercicio de escucha.
Alcanzando los tres últimos epígrafes de este más que interesante capítulo, nos encontramos, primeramente, con el quince: La elaboración de ideales de vida; se trata de objetivos, referencias personales, aspiraciones que deseamos hacer realidad a lo largo de nuestra vida; son la expresión concreta de lo que deseamos llegar a ser, de lo que nos proponemos lograr y tenemos intención de conseguir con esfuerzo, tesón y sacrificio. Otro de los poderes de la inteligencia espiritual es La capacidad de religación; en la medida en que el ser humano se interroga por lo eterno, por lo infinito, prepara la religiosidad, aunque ésta puede no irrumpir en la vida de una persona; “la religiosidad expresa la capacidad de religarse que tiene el ser humano, de vincularse a un Ser que reconoce como distinto de sí y con el que establece alguna forma de comunicación.” Aunque, eso sí, la espiritualidad no exige necesariamente la religación con un Ser superior, pero tampoco la excluye. Y el último epígrafe de este capítulo se refiere a La ironía y el humor, capacidades para las que hay que tomar distancia respecto del mundo, de uno mismo y de los otros, pues, en definitiva, la ironía es una forma de humor que se sobre esta posibilidad, nos explica Torralba.
Inteligencia espiritual
Con todas estas cualidades aquí enunciadas someramente, no es de extrañar que el siguiente capítulo se dedique a El cultivo de la inteligencia espiritual. En estas páginas, se nos ofrece una serie de consejos que nos ayudarán a estimularla. En primer lugar, figura la práctica asidua de la soledad, una soledad que no ha de interpretarse como una fuga del mundo y que se desarrolla en proporción inversa al crecimiento en edad. Viene luego el gusto por el silencio, correlato de lo antedicho; y no se trata solo del silencio físico, sino, sobre todo, el silencio interior. Le sigue la contemplación que, partiendo de los sentido externos, trasciende el plano de la percepción; no se trata de observar atentamente, ni de una mera visión, sino que se trata de ser receptivo a la realidad, ensanchar al máximo la sensibilidad para captar el latido de la realidad exterior, para conectar con lo que se oculta en ella, con ese trasfondo invisible a los ojos. También estimula nuestra inteligencia espiritual el filosofar, que incluye, además del estímulo a la inteligencia espiritual, el desarrollo de otros tipos de inteligencia, como la intrapersonal o la lógico-matemática. Siguiendo a Kandinsky, hay que buscar lo espiritual en el arte: cuando uno profundiza en una obra artística, se encuentra con una vida espiritual activa. También es buen ejercicio la práctica del diálogo socrático; no todo diálogo tiene dimensiones espirituales, pero cuando los interlocutores abordan cuestiones últimas, la inteligencia espiritual recibe especial cuidado. Y, aunque pueda parecer lo contrario, también el ejercicio físico beneficia a este tipo de inteligencia, pues estimula las distintas capacidades de la persona y dinamiza sus múltiples inteligencias. El dolce far niente, el dulce no hacer nada que, contrariamente a lo que se pueda pensar, no es necesariamente estéril o vacío. Y si esto es así, ¿qué decir de la experiencia de la fragilidad?; el conocimiento de la muerte, la consideración del sufrimiento y de la miseria de la vida son experiencias impulsoras de la inteligencia espiritual. Como lo es también el deleite musical, merced a la especial capacidad de la música para estimularla. Lugar importante ocupa la práctica de la meditación, es decir, ejercitar con método la atención y cultivar armónicamente la mente para potenciarla; se trata de prescindir del pensar, de purificar el interior para mejorar tanto la vida emocional como la mental y acceder al sosiego. Por último y no por ello menos importante, estimula nuestra inteligencia espiritual el ejercicio de la solidaridad, pues, cuando se practica, se hace porque se siente uno estrechamente unido al otro, a sus dolores y sufrimientos, porque es alguien que forma parte de nuestro propio mundo personal.
Lógico es que, tras conocer la manera de cultivar la inteligencia espiritual, sepamos qué frutos podemos recoger. Es a lo que dedica Francesc Torralba el capítulo sexto de la obra: Beneficios de la inteligencia espiritual; no se trata de un capítulo novedoso, pues sus aportaciones aparecen como consecuencias naturales de todo lo expuesto hasta ahora; es más: una lectura reposada de este elenco de beneficios nos permite percibir, como ocurre en otras de sus páginas, cierto solapamiento de conceptos pues interseccionan unos con otros. Arranca con los siete criterios que Hétu propone para identificar la madurez espiritual: apertura a la experiencia, toma de responsabilidad, cuidado de las relaciones interpersonales, superación de uno mismo, flexibilidad, búsqueda de sentido y, finalmente, cultivo de la interioridad. Torralba nos propone algunos beneficios más del cultivo de la inteligencia espiritual. En primer lugar, la riqueza interior; luego, profundidad en la mirada, es decir, mirar a fondo, habituar la vista a la calma, la paciencia, la serena espera, demorar el juicio, enfocar desde todos los lados posibles y abarcar el caso particular; a continuación, se refiere a la consciencia crítica y autocrítica, o, lo que es lo mismo, actitud crítica frente a uno mismo y al mundo; la calidad de las relaciones, en las que no se puede sustituir a una persona por otra, pues cada una es insustituible en su peculiaridad; la autodeterminación, saber regular nuestra vida desde nosotros mismos, para lo que es imprescindible tomar consciencia de quiénes somos; el sentido de los límites, identificarlos e identificar nuestras resistencias, compañeras inseparables de la vida humana; conocimiento de la posibilidades vitales, es decir, no solo conocer nuestros límites, sino, también nuestras posibilidades; transparencia y receptividad, ser receptivos a los estímulos, más capaces de impregnarnos de lo que acontece fuera del yo; equilibrio interior, pues, con ejercitar la inteligencia espiritual, producimos una transformación interior, tanto de las capacidades y nivel de consciencia, como de comportamientos y actitudes; la vida como proyecto, la capacidad de autodirigirnos, a pesar de nuestras limitaciones y determinismos parciales ya que podemos orientar nuestra existencia dotándola de un estilo peculiar y característico; capacidad de sacrificio; y, finalmente, vivencia plena del ahora, pues nuestra memoria nos faculta para recordar vivencias, hechos ya acaecidos, mientras que nuestra imaginación nos habilita para proyectar el futuro e identificar horizontes posibles. Es evidente que se trata de aportaciones descriptivas por lo general, sin un apoyo minuciosamente argumentado, puesto que no es ese el objeto de este ensayo. En todo caso, son postulados racionalmente asumibles, con independencia del mayor o menor acuerdo que se tenga con el autor sobre cada uno de estos beneficios que nos propone como frutos de la inteligencia espiritual.
Pero, así como se puede cultivar este tipo de inteligencia, que tanto bien nos proporciona, cabe, igualmente, la posibilidad de que la entorpezcamos, a lo que se dedica el capítulo séptimo, La atrofia de la inteligencia espiritual. Las propias palabras de Francesc Torralba nos indican el trasfondo de este capítulo: “La atrofia no es el fracaso. Es la consecuencia de la deseducación, del no cultivo, de la dejadez. Cuando uno fracasa, es porque ha intentado realizar un proyecto, aplicar una hipótesis de trabajo. Cuando uno se atrofia es porque no ha desarrollado un dispositivo que estaba en él. Lo que ocurre en la actualidad con la inteligencia espiritual, es que raramente se cultiva en el ámbito educativo formal; que permanece en un estado potencial.” Dicho esto, el autor nos propone una serie de elementos que contribuyen a la atrofia de la inteligencia espiritual, que es, justamente, el arma necesaria para combatirlos. Nos habla, así, del sectarismo, el cerrarse en una comunidad y aislarse del mundo, considerando que la verdad solo se encuentra allí y, fuera de ella, vive el error; el fanatismo, el deseo vehemente de obligar a los demás a cambiar, pues no se soporta que sean diferentes; el gregarismo, es decir, esa tendencia a imitar, a copiar, a meterse dentro del grupo, sin criterio alguno, a seguir los pasos de la multitud, a emular activamente lo que hacen los otros; la banalidad, ese estímulo ambiental que nos lleva a vivir en la superficialidad, a correr alocadamente de novedad en novedad, de emoción en emoción, sin tener en cuenta quiénes somos; el consumismo, ese reducir la vida a consumir objetos e informaciones, identificando lo real con lo que es objeto de una posible experiencia, con lo útil, respondiendo no a la pregunta de quiénes somos sino de cuánto tenemos; el vacío existencial es otra consecuencia de la atrofia de vida espiritual que nos lleva a una frustración existencial, a un sentimiento de falta de sentido de la propia existencia; el aburrimiento de vivir, la apatía y desgana vital tienen como antídoto perfecto el cultivo de la inteligencia espiritual; el autoengaño, por el que fabricamos una imagen irreal, inexacta de nosotros mismos, al intentar hacerla más aceptable; el gusto por lo vulgar, consecuencia de la incapacidad para ofrecer resistencia a un estímulo, dejando de lado el distanciamiento necesario de lo que nos viene de fuera; la intolerancia, la incapacidad de aceptar al otro por causa de sus ideas, convicciones o creencias; el narcisismo, la adoración del yo, el amor desordenado de sí mismo, el culto a la propia persona; y, finalmente, la parálisis vital, la desgana de vivir, la expresión del nihilismo práctico. Torralba nos describe sucintamente cada uno de estos obstáculos así como sus consecuencias en la vida diaria, explicando cómo el cultivo de la inteligencia espiritual nos ayuda a superarlos.
El octavo y último capítulo es Inteligencia espiritual, felicidad y paz. Se trata de una reflexión sobre todo lo expuesto en las páginas que le preceden. Torralba nos habla de la relación entre inteligencia espiritual y transformación social, dado que aquella, lejos de apartar al ser humano de su entorno natural y social, lo hace más receptivo, más sensible, más plenamente integrado en el entorno. Continúa con una reflexión sobre la necesidad de tener muy en cuenta la inteligencia espiritual en el desarrollo del proceso educativo, lo que no siempre sucede por el lastre de un laicismo mal entendido que elude el tema, espinoso sin duda, de la espiritualidad; aporta aquí algunos ejemplos de iniciativas pioneras, a modo experimental, de la educación de la inteligencia espiritual en el entorno educativo público y laico, aunque se detiene, de manera especial, en la publicación de las escuelas católicas madrileñas Reflexiones en torno a la competencia espiritual. La dimensión espiritual y religiosa en el contexto de las competencias básicas educativas, aunque advierte el autor de la necesidad de no confundir espiritualidad con fe. También considera la relación entre la inteligencia espiritual y la ética global, aportando la Declaración de una ética global, del II Parlamento Mundial de las Religiones. Igualmente, se refiere a la pacificación del mundo, un valor esencial para construir el futuro, por el cultivo de la inteligencia espiritual, para, a renglón seguido, unir esta con la consciencia ecológica: el ser espiritual tiene el sentido de pertenencia al Todo y despierta la actitud de respeto activo frente a cualquier forma de vida, desde las más simples hasta las más complejas. Y finaliza con un apartado dedicado al proyecto de una vida feliz, con cuyas palabras cierra su trabajo: “La inteligencia espiritual, en la medida en que nos abre a la cuestión del sentido y permite tomar distancia del propio ser y de la propia vida, faculta para identificar lo que en ella no anda bien, las debilidades y las flaquezas que hay en ella, también sus fortalezas y capacidades latentes. Esto es clave para diseñar inteligentemente el futuro.”
Es, en definitiva, una obra clara en sus objetivos, expuesta con suma claridad y precisión formal. No todos aceptarán sus postulados; es más: muchos procurarán rebatirlos con argumentos de tanto peso, al menos, como los que emplea Francesc Torralba. Pero siempre, el lector interesado encontrará en estas páginas un excelente compendio, muy al alcance de todos, de cuanto atañe a la inteligencia espiritual. El libro se cierra con una relación de fuentes bibliográficas y de bibliografía especializada.
Índice
Prólogo
I. ¿Qué es la inteligencia?
II. El mapa de las inteligencias
1. Inteligencia lingüística
2. Inteligencia musical
3. Inteligencia lógico-matemática
4. Inteligencia corporal y kinestésica
5. Inteligencia espacial y visual
6. Inteligencia intrapersonal
7. Inteligencia interpersonal
8. Inteligencia naturista
III. ¿Qué es la inteligencia espiritual?
1. Deshaciendo entuertos
2. Inteligencia espiritual y vida espiritual
3. Necesidades espirituales
4. ¿Una espiritualidad laica?
5. Inteligencia espiritual e intrapersonal
6. La inteligencia espiritual y el cuerpo
7. Inteligencia espiritual y emocional
IV. Los poderes de la inteligencia espiritual
1. La búsqueda de sentido
2. El preguntar último
3. La capacidad de distanciamiento
4. La autotrascendencia
5. El asombro
6. El autoconocimiento
7. La facultad de valorar
8. El gozo estético
9. El sentido del misterio
10. La búsqueda de una sabiduría
11. El sentido de pertenencia al Todo
13. El poder de lo simbólico
14. La llamada interior
15. La elaboración de ideales de vida
16. La capacidad de religación
17. La ironía y el humor
V. El cultivo de la inteligencia espiritual
1. La práctica asidua de la soledad
2. El gusto por el silencio
3. La contemplación
4. El ejercicio de filosofar
5. Lo espiritual en el arte
6. El diálogo socrático
7. El ejercicio físico
8. El dulce no hacer nada
9. La experiencia de la fragilidad
10. El deleite musical
11. La práctica de la meditación
12. El ejercicio de la solidaridad
VI. Beneficios de la inteligencia espiritual
1. La riqueza interior: la creatividad
2. Profundidad en la mirada
3. Consciencia crítica y autocrítica
4. La calidad de las relaciones
5. La autodeterminación
6. El sentido de los límites
7. El conocimiento de las posibilidades
8. Transparencia y receptividad
9. Equilibrio interior
10. La vida como proyecto
11. Capacidad de sacrificio
12. Vivencia plena del ahora
VII. La atrofia de la inteligencia espiritual
1. El sectarismo
2. El fanatismo
3. El gregarismo
4. La banalidad
5. El consumismo
6. El vacío existencial
7. El aburrimiento
8. El autoengaño
9. El gusto por lo vulgar
10. La intolerancia
11. El narcisismo
12. La parálisis vital
VIII. Inteligencia espiritual, felicidad y paz
1. Inteligencia espiritual y transformación social
2. La educación de la inteligencia espiritual
3. Inteligencia espiritual y ética global
4. La pacificación del mundo
5. Inteligencia espiritual y consciencia ecológica
6. El proyecto de una vida feliz
XI. Bibliografía
Fuentes bibliográficas
Bibliografía especializada
Reseñas
Latinoamérica 2030: Estudio Delphi y Escenarios
Redacción T21 , 10/09/2014
The Millennium Project
Ficha Técnica
Título: The Millennium Project. Latinoamérica 2030
Editor y Coordinador General: José Luis Cordeiro
Edita: Lola Books. Berlín. Primera edición, 2014
Materia: Investigaciones Prospectivas
Número de páginas: 127 págs.
Encuadernación: Rústica. Tapa blanda
ISBN: 978-3-944203-07-2
PVP: 14 €
El Millennium Project nació en 1996 como la parte futurista de las Naciones Unidas, específicamente dentro del Consejo Americano de la Universidad de las Naciones Unidas. Desde entonces ha ido creciendo y ahora es una ONG (organización no-gubernamental) con cerca de medio de centenar de nodos alrededor del mundo. En Latinoamérica hay más de una decena de nodos desde México hasta Argentina y Chile, al igual que en otras partes del mundo como África, Asia, Europa, Norteamérica y Oceanía.
Desde su creación, dice Alicia Bárcena en su presentación, el Millennium Project viene realizando una contribución de gran valor para todos aquellos quienes, como nosotros, confiamos en la capacidad de la humanidad para identificar sus desafíos y generar respuestas creativas. En su entrega de 2010 inició una oportuna reflexión acerca del futuro de nuestra región. A esa primera identificación de factores y dimensiones relevantes para la comprensión de cómo se construirá nuestro futuro de cara al 2030, hoy se suma un interesante ejercicio de identificación y definición de posibles trayectorias de futuro.
Esta iniciativa de análisis de escenarios se añade así a una larga lista de ejercicios nacionales, de elaboración de visiones de futuro y planes de desarrollo de largo plazo, que los países (sus gobiernos o incluso organizaciones de la sociedad civil) de nuestra región han hecho y están realizando.”
[…] ”Varios factores se conjugan en la explicación de esta novedosa expresión de la política pública latinoamericana. La conmemoración del bicentenario de vida independiente en la mayor parte de nuestros países ha sido motivo de reflexión acerca de los progresos sociales obtenidos y también momento oportuno para interrogarse acerca del futuro deseado y la forma de construirlo. Se trata de un hecho simbólico que ha creado un ambiente adecuado para proponerse metas de desarrollo de más largo plazo.”
“Latinoamérica 2030 aporta elementos de discusión que serán de utilidad a las búsquedas nacionales que vienen realizándose. La prospectiva es una disciplina novedosa de construcción del futuro, aunque la región cuenta ya con una importante comunidad de especialistas y un numeroso acervo de trabajos, escuelas y personajes. Gracias a la metodología empleada y a la larga experiencia acumulada, el ejercicio plantea un panorama ambicioso de identificación de los grandes vectores portadores de cambio y de construcción de futuros.”
Contenidos
Agradecimientos
Presentaciones
Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Santiago de Chile, Chile
José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA, Washington, DC, EUA
Enrique V. Iglesias, Secretario General Iberoamericano, SEGIB, Madrid, España
Introducción
Parte 1: Estudio Delphi sobre eventos en Latinoamérica y el mundo al año 2030
1.1. Consideraciones preliminares
1.2. Diseño de la primera ronda del Real-Time Delphi
1.3. Los participantes
1.4. Síntesis de las respuestas
1.5. Razones de las respuestas
1.6 Ideas preliminares sobre escenarios simples
1.7. Conclusiones
Parte 2: Estudio Delphi sobre escenarios para Latinoamérica al año 2030
2.1. De la primera a la segunda ronda Real-Time Delphi
2.2. Los participantes
2.3. Matriz de escenarios
2.4. Escenario 1 – Mañana es hoy: Éxito latinoamericano
2.5. Escenario 2 – La tecnología como ideología: Creyentes y escépticos
2.6. Escenario 3 – Región en llamas: El presente informe es secreto
2.7. Escenario 4 – La red: Muerte y renacimiento
2.8. Conclusiones
Apéndices
Apéndice I: Estadísticas históricas y futuras de Latinoamérica y el mundo usando el modelo I Fs. (International Futures)
Apéndice II: Respuestas completas al estudio Delphi sobre eventos en Latinoamérica y el mundo al año 2030. (En CD-ROM y en Internet: 241 páginas
Apéndice III: Respuestas completas al estudio Delphi sobre escenarios para Latinoamérica al año 2030. (En CD-ROM y en Internet: 312 páginas)
Apéndice IV: Posibilidades entre Latinoamérica y Europa: El Nuevo Mundo y el Viejo Mundo. Héctor Casanueva
Apéndice V: Posibilidades entre Latinoamérica y Estados Unidos: ¡Pobre Latinoamérica! Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos. José Luis Cordeiro
Apéndice VI: Posibilidades entre Latinoamérica y Asia: Nada que perder, todo por ganar. Mario Ignacio Artaza
Bibliografía
Biografía de autores
Reseñas
Nuevas miradas sobre la resiliencia
Redacción , 04/08/2014
Ampliando ámbitos y prácticas
Ficha Técnica
Título: Nuevas miradas sobre la resiliencia
Coordinador: José María Madariaga
Edita: Gedisa Editorial. Barcelona, junio de 2014
Materia: Resiliencia
Colección: Psicología
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 256
ISBN: 978-84-9784-862-6
PVP: 19,9€
Vivimos en una sociedad caracterizada por profundas transformaciones sociales que dan lugar en numerosas ocasiones a una incertidumbre, que a veces nos hace vernos sin capacidad de respuesta. La resiliencia implica, no sólo un afrontamiento, sino lo que es más importante, también una transformación, un aprendizaje, un crecimiento, que va más allá de la mera resistencia a las dificultades. En estas páginas se aborda la resiliencia como multidimensional, por lo que es necesario conocer además de los atributos, rasgos, pilares, recursos o potencialidades de las personas, familias o comunidades, las dinámicas entre los factores emocionales, cognitivos y socioculturales que permiten respuestas resilientes, así como las circunstancias en función de las cuales se han producido. Pero aún más, es necesario entender cómo generar ese marco que haga posible la construcción social de la resiliencia como respuesta a los retos a los que se enfrenta actualmente la sociedad en un contexto globalizado y liderado por las comunicaciones virtuales y el uso de las redes sociales. Por tanto, asumir el paradigma de resiliencia plantea a profesionales e investigadores retos, que requieren compromisos y cambios necesarios y posibles, donde todo el mundo tenga algo que decir y algo que hacer. De ahí la publicación de esta compilación de artículos de diversos expertos en el tema.
Índice
Primera parte
1. La construcción social de la resiliencia. José María Madariaga, María de las Olas Palma, Pilar Surjo, Cristina Villalba y Ana Arribillaga
2. La resiliencia en el siglo XXI. Entrevista a Boris Cyrulnik
3. Resiliencia: el reto del cambio de mirada. Stefan Vanistendael
4. Los recursos de la resiliencia. Jean-Pierre Pourtois
5. Resiliencia local y comunitaria frente a la crisis sistemática. Joseba Azkarraga
6. La construcción de la respuesta resiliente, un modelo y su evaluación. Eugenio Saavedra
Segunda parte
7. La promoción de la resiliencia en niños/niñas y adolescentes. Jorge Barudy
8. CEANIM: 34 años de la historia de resiliencia comunitaria. María Angélica Kotliarenco
9. ¿Es posible trabajar la resiliencia en los contextos más desfavorables? Elige tu propia aventura. José Luis Rubio y Gema Puig
10. Fundamentos y aplicación de la resiliencia holística. Gloria Elena Gil
11. El proceso resiliente del apego en adopción, acogimiento familiar y residencial. Óscar Pérez-Muga
12. Generando posibilidades. Organizaciones resilientes. Organizaciones con futuro. Anna Forés, Jordi Grané y Rosa María Ollé
Reseñas
Pensar la mezcla
Redacción T21 , 28/07/2014
Un relato intercultural
Ficha Técnica
Título: Pensar la mezcla
Autora: Yolanda Onghena
Edita: Editorial Gedisa. Barcelona, junio de 2014
Materia: “Libros que ayudan a entender el mundo”
Colección: 360º Claves contemporáneas
Encuadernación: Rústica
Número de páginas: 208
ISBN: 978-84-9784-830-5
PVP: 16,5€
Pensar la mezcla se inscribe en un proceso de búsqueda de sentido común compartida con el lector. El libro quiere acompañar a éste en un camino que va y viene entre la mezcla y la identidad, en un relato a través del cual el lector intuya o confirme que toda identidad es mezcla y que siempre ha sido así: un juego de fragmentos vitales, diferencias concentradas o reconquistas identitarias, según el momento, según el contexto.
“En este libro, dice Yolanda Onghena, trataremos de acercarnos de otra manera a situaciones, relaciones e interacciones, sin tener como punto de partida “la convención, la fama, las jerarquías y el propio yo”, que a veces no nos dejan ver la armonía del conjunto como una dinámica de la cual formamos parte. Es una manera de plantear la mezcla –con su causa y su efecto que es la diferencia- no como el problema, sino como una posible solución. […] me gustaría que el lector se acercara al libro y a la mezcla, olvidando sistemas convencionales, razonamientos rígidos, estructuras jerárquicas, modas conceptuales e incluso su propia visión de las cosas, para dejarse seducir. Es lo que pretendo con este libro: seducir al lector. He intentado escribir un libro que me gustaría leer. Es mi parte del compromiso y mi manera de arriesgarme, como dice Berger : También significa arriesgarse a la incoherencia, a la locura incluso”. Puede haber incoherencias, locuras, pero me arriesgo porque me parece una manera sincera de acercarse, de compartir con el lector un tema que me obsesiona desde hace tiempo: la mezcla.” (Extracto del Prólogo)
Este libro no pretende ser una mirada generalizadora ni un análisis fragmentario sino un relato, una narración próxima a lo vivido por las personas, por cada persona. Quiere poner el acento en las percepciones, en las impresiones y emociones así como, en su contacto con los conceptos y los discursos en busca de lo que se puede compartir. El libro, además, pretende ser un recurso interdisciplinario, para repensar lo político, lo social y lo cultural. No tiene la pretensión de proponer una teoría nueva, una formula única, sino poner en cuestión el tema de la identidad y la diferencia en tres ritmos: el primero, el ritmo intimo individual de cada lector, su predisposición a participar en esta conversación; el segundo ritmo serán los préstamos entre disciplinas, y el tercero, la puesta en común y reinterpretación de esta escucha por parte del lector para renovar el imaginario social en la continuidad y el movimiento.
Pensar la mezcla invitará el lector a una reflexión sobre la identidad y la diferencia a partir de sus propias vivencias, para situar la identificación como un proceso en el cual se necesita un “ellos” para pensar un “nosotros”. El relato en sí pretende una reflexión a partir de una larga experiencia personal dedicada a la descripción y la comprensión de la mezcla y la identidad en sus diferentes formas, procesos y dinámicas.
Índice
Pensar la mezcla. Nosotros y ellos
Prólogo
I. La cultura, un sistema inquieto
1. Mezcla: ¿Fenómeno transitorio?
2. Colores contaminantes
3. La mirada y la palabra
4. Blanco versus negro
5. Mezclas concentradas: nosotros/ellos
6. Escuchar la mezcla
II. Para pensar la mezcla
1. La cultura en la mezcla
2. Maneras de hablar de la cultura
3. Maneras de interpretar la cultura
4. Maneras de nombrar la cultura
Bibliografia
Datos de la autora
Reseñas
Más allá de la contienda
Redacción T21 , 25/07/2014
Ficha Técnica
Título: Más allá de la contienda
Autor: Romain Rolland
Coeditan: Capitán Swing y Nórdica Libros. Madrid, junio, 2014
Traducción: Carlos Primo
Materia: Centenario de la 1ª Guerra Mundial
Encuadernación: Rústica con camisa
Número de páginas: 168 págs.
ISBN: 978-84-16112-35-7
PVP: 16,5 €
Más allá de la contienda, obra publicada por Romain Rolland el 24 de septiembre de 1914 en el Journal de Genève, mientras colaboraba como voluntario en la Cruz Roja, es el manifiesto pacifista más célebre de la Gran Guerra, comparable a Yo acuso de Zola.
“Tras un enfrentamiento preliminar a Gerhart Hauptmann, Rolland publicó esta declaración de guerra al odio, esta piedra fundacional de la invisible iglesia europea. El título, Más allá de la contienda, se ha convertido hoy en una consigna y en un lugar común. Sin embargo, en medio de las peleas discordantes de las facciones, este ensayo fue la primera declaración en poner una nota clara de justicia imperturbable, y trajo consuelo a miles de personas.
Se trata de un texto animado por una emoción extraña y trágica que nos trae ecos de aquellas horas en que incontables miríadas de hombres –entre ellos muchos amigos íntimos de Rolland- se desangraban y morían. Es el brote de un corazón desgarrado, el corazón de un hombre que podría conmover fácilmente al mundo por su heroica determinación de traer claridad a un mundo presa de la locura”. (Extracto del Prólogo)
Este texto excepcional, que instaba a los beligerantes a ganar altura moral y comprender la magnitud de la catástrofe, provocó enseguida numerosas reacciones violentas y rencorosas hacia su autor, tanto entre los franceses como entre los alemanes. La gran lucidez de sus pensamientos de paz y libertad, el ideal de acción no violenta y de comunión entre los pueblos fueron recompensados, sin embargo, al año siguiente con la obtención del premio Nobel de Literatura. Hoy traemos aquí, esta oportuna edición, que parece hablarnos a la sociedad del siglo XXI.
“Un gran pueblo asaltado por la guerra no deber defender únicamente sus fronteras, sino también su razón. Hay que salvarla de las alucinaciones, de las injusticias y de las estupideces, desencadenadas por esta plaga. A cada cual su oficio: el de los ejércitos es proteger el suelo de la patria, pero el de los hombres de pensamiento es, como su nombre indica, defender su pensamiento. No cabe duda de que si el pensamiento se pone al servicio de las pasiones nacionales puede convertirse en un instrumento útil para ellas, pero también se corre el riesgo de traicionar al espíritu, que no es una parte menos importante del patrimonio de dicho pueblo. Algún día, la Historia pasará a cada una de las naciones en guerra, y pondrá en su balanza la suma de sus errores, mentiras y odiosas locuras. Cuando ese día llegue, ¡intentemos que la parte que nos corresponde sea ligera!”. (Extracto de la Introducción)
Índice
Prólogo. Stefan Zweig
Introducción
- Carta abierta a Gerhart Hauptmann
- Pro Aris
- Más allá de la contienda
- El mal menor
- Inter arma caritas
- Al pueblo que sufre por la justicia
- Carta a los que me acusaron
- Los ídolos
- A favor de Europa
- A favor de Europa: un llamamiento desde Holanda
- Carta a Frederick Van Edden
- Nuestro prójimo, el enemigo
- Carta al periódico Svenska Dagbladet de Estocolmo
- Literatura de guerra
- El asesinato de las élites
- Jaurés
Notas
Apéndice (A los pueblos asesinados)
Declaración de Independencia del Espíritu
Datos del autor
Redacción T21
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850