Reseñas
Cerebro y trascendencia
Juan Antonio Martínez de la Fe , 22/07/2014
Ficha Técnica
Título: Cerebro y trascendencia
Autor: Ramón María Nogués
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2013
Colección: Fragmentos
Traducción: Marta Ballester Braut
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 252
ISBN: 978-84-92416-65-3
Precio: 19 euros
“La mente humana es sorprendente y desconcertante. Seguramente tanto como el cerebro. “ Son las primeras palabras de esta obra y suponen mucho del fundamento en que se apoyará su argumentación, porque parte ya de la base de diferenciación entre ambos conceptos, mente y cerebro; una diferenciación no aceptada por todos, aunque puedan sus defensores ser una minoría, y con muchos matices entre quienes la aceptan.
Otro de los principios desde los que arranca el autor es la abundancia que de ambos, cerebro y mente, tenemos los seres humanos, una abundancia que supera con creces las necesidades de la especie para su supervivencia, según la teoría de Darwin. “Los humanos –dice Nogués- presentamos obsesivamente actividades de lujo: la búsqueda de la belleza, la preocupación por una ética utópica, la organización de actividades esplendorosas de ocio y juego, y la realización de actividades simbólicas aparentemente inútiles basadas en mitos que crean una nueva realidad por encima de las realidades observables con evidencia experimental.”
Pues bien, ese punto de fuga, por el que circulan todas las culturas y que acaba siendo uno de los rasgos más valorados y característicos de cada una de ellas, es lo que el autor llama trascendencia. Es importante, pues, definir qué entendemos aquí, como para debatir cualquier tema, por trascendencia, fijar su definición. Y Nogués acepta el reto: “La trascendencia es una forma peculiar de conocimiento y de expresión compleja, abierta, que configura nuestra originalidad mental y resulta imprescindible para coronar ‘desde arriba’ las otras formas más funcionales del saber. Es la forma que permite a la mayoría conformar el sentido del vivir.” Esto supone superar la idea de que la trascendencia tiene un carácter exclusivamente religioso; evidentemente, lo incluye, pero también abarca la estética, la ética, el nacionalismo, la pasión amorosa, la palabra, el símbolo, etc.
¿Objetivo que se planteó el autor a la hora de acometer la redacción de este ensayo? Lo deja bien claro en esta Introducción que comentamos: “Lo que pretendo es ayudar a entender dónde se afinca la desconcertante trascendencia.” Ni más, ni menos.
Tras la Introducción, la obra se divide en siete grandes bloques o capítulos: I. El organismo, el cerebro y la mente; II. La singularidad humana: la emergencia del yo; III. El bordado del mundo mental: una necesidad innecesaria; IV. La trama fina de la trascendencia; V. Modalidades de la trascendencia; VI. Las dimensiones hondas: siempre más allá; y VII. Las configuraciones de la trascendencia: religiones, sabidurías y espiritualidades.
En el capítulo primero, El organismo, el cerebro y la mente, postula Nogués, fundamentalmente, el emergentismo. Lo inicia precisando lo que ya se reclamaba en la Introducción: “En definitiva, cuando hablamos de mente siempre nos referimos a una capacidad principalmente atribuible al cerebro.” Y “el cerebro es una estructura que centraliza el sistema nervioso de un ser viviente animal.” Dicho esto, el autor recurre a la ley de la complejidad-conciencia de Pierre Teilhard de Chardin, según la cual la conciencia es una propiedad de la materia que se manifiesta de forma clara solo cuando la estructura material presenta un índice de complejidad suficiente. A partir de ahí, sucede el análisis de la estructura cerebral de los seres vivos más simples, cuya complejidad es creciente según se asciende en la escala evolutiva, hasta llegar a los primates y al homo sapiens en los que la actividad de las redes neuronales alcanza las máximas cotas de complejidad. Al llegar aquí, plantea una nueva filosofía de la mente, una nueva manera de reflexionar sobre ella, apoyada en la base de que los aspectos materiales del cerebro no explican suficientemente la aparición de propiedades emergentes, como es la empatía, por ejemplo, en contraposición a un reduccionismo simplificador. Y finaliza con la inclusión de un listado de competencias y funciones mentales que requieren algún tipo de conciencia y que afloran en vertebrados muy desarrollados y, en algunos aspectos, solo en humanos. Destacando el hecho de que las funciones mentales, cuanto más complejas, más mecanismos de socialización requieren.
El capítulo segundo se dedica a La singularidad humana: la emergencia del yo. Plantea, desde el inicio, la problemática suscitada por parte de la comunidad científica, que intenta reducir la singularidad del ser humano hasta extremos inimaginables; y, junto a la crisis de esta singularidad, hemos asistido, en los últimos cincuenta años a diversas crisis (del liberalismo, del marxismo y, finalmente, del progreso técnico) dando como resultado que todo el modelo de progreso se ha roto, instaurándose una idea de la marcha de la cultura humana como un tanteo azaroso que va dando golpes de ciego. Dice el autor: “la ciencia biológica, observadora privilegiada de la especie humana, [ha] asimilado, con devoción y fidelidad, la convicción de que el proceso evolutivo en su conjunto permanece a la deriva y sin ninguna dirección coherente, motivo que desautoriza la propia noción de progreso.” Seguidamente, analiza el proceso genético para identificar los genes que determinan la peculiaridad de nuestra especie. Le sigue su profundización en el progreso estructural del cerebro, situándose en una posición equilibrada entre quienes afirman cosas como que “el cerebro humano es una chapuza que vive para engañarnos” (E. Punset) y quienes se mueven en elogios ditirámbicos sobre nuestro cerebro y sus posibilidades. Luego, el capítulo se ciñe a lo esencial de su argumentación, que se centra en el emergentismo en general, para descender al detalle: de un cerebro complejo emerge el psiquismo y en el psiquismo humano emerge un yo consciente que, a juicio de Nogués, solo se da en nuestra especie. Viene el estudio del yo, del que dice: “el yo es psicológicamente la clave de bóveda de la experiencia mental humana, y su desorganización lleva simplemente a la demencia”; recorre este concepto, confrontándolo con el de alma, en diferentes culturas: hebrea, griega, hindú y china, para desembocar en Descartes, ya en la modernidad. Y concluye: “Actualmente, la propia reflexión filosófica realizada por el cristianismo no se considera obligada a admitir una realidad como el alma, ontológicamente distinta al cuerpo, pese a defender que la conciencia y el yo no son epifenómenos simples y secundarios del funcionamiento del cerebro. Esta visión proviene de modelos emergentes sólidos que recuerdan posturas como las de Teilhard de Chardin y son consideradas compatibles con la fe cristiana.” Tras estas reflexiones, la conclusión del autor es que “en definitiva, la descripción completa y exhaustiva de la conciencia humana y del yo continúa siendo actualmente, desde todos los puntos de vista, una operación imposible.” Como se puede apreciar, se trata de un capítulo que suscita apasionados debates.
El bordado del mundo mental: una necesidad innecesaria. Así se encabeza el tercer capítulo de la obra. ¿Qué lugar ocupa en el proyecto del autor? “Intentar considerar aquellas estructuras cerebrales y sus correspondientes funciones que intervienen en la estructuración de la vida mental y esta enigmática y cuantiosa manifestación cerebral humana que es la trascendencia.” Para alcanzar su objetivo, introduce un primer epígrafe, La construcción de la experiencia mental; parte de dos principios neurobiológicos: en primer lugar, que el mundo mental no es una experiencia que pueda remitirse únicamente al cerebro, sino a todo el organismo. Y, en segundo lugar, recordar que el sistema nervioso está formado por una red citológica muy compleja y extendida por todo el cuerpo, disponiendo de un sistema humoral que algunos llaman el cerebro húmedo; este cerebro húmedo participa de manera decisiva en la elaboración y consolidación de la experiencia mental. A partir de aquí, Ramón María Nogués pasa a detallar conjuntos estructurales del sistema encefálico, aunque este sea un todo integrado: tronco cerebral, cerebelo, hipotálamo e hipófisis, sistema límbico, córtex cerebral, hemisferios, … Entra, seguidamente, en quizás el punto más sensible del capítulo, las experiencias de subjetividad. Para el autor, es indudable que las experiencias mentales presentan un tono inevitablemente subjetivo; tal vez, la experiencia mental más central que está en la base de cualquier dimensión psíquica humana es SOY y HAY; soy, como la identificación básica de un núcleo de referencia que me identifica; y hay, como la percepción inicial de la alteridad, con la que identifico la realidad exterior a mí. Se detiene en el papel que juegan las emociones y cómo la conciencia reflexiva, junto con la razón, unifica el amplio panorama que se abre con el raciocinio; no deja de lado el papel del inconsciente y lo que se ha venido en llamar el cerebro social, es decir, todo el entramado cerebro-sociedad.
El siguiente paso es el conocimiento, del que dice el autor que “lo que llamamos conocimiento como actividad de la mente humana se manifiesta en un abanico amplio y variado de posibilidades.” Para este conocimiento, propone dos grandes dimensiones, la experimental y la experiencial. Define así la primera: “aquella capacidad cognoscitiva que está relacionada sobre todo con la observación y la medida de la realidad con la intención de determinar, hasta donde sea posible, cómo son las cosas.” Por su parte, la dimensión experiencial se centra más directamente en la percepción subjetiva y afecta al mundo de los qualia o a los matices con que adjetivamos la experiencia de nosotros mismos y del mundo. Y, dentro de este conocimiento experiencial, distingue tres apartados, que detalla: el conocimiento iluminador o estético, el simbolizador o abierto a la trascendencia, y el que se caracteriza por la creatividad transformadora expresada en la ética y en la técnica. Pues bien: dentro de este complejo panorama del conocimiento se inscribe la experiencia de lo trascendente; y lo resume así: “Quizás precisamente porque contamos con un cerebro hipertrofiado por la abundancia, la supervivencia debe expresar una necesidad no necesaria, que es la de entregarse a lo trascendente”, enlazando así con la misma idea ya expresada más arriba. Y reitera que trascender significa ir más allá de la realidad inmediata y, concretamente, más allá de las necesidades estrictas; no es necesaria esta trascendencia y por eso es, en cierto modo, prescindible, pero puede ser equilibradora y estabilizadora. Eso sí: no hay que pensar que ella, la trascendencia, gracias a su seductora promesa de esclarecer las últimas preguntas, está a salvo de constituir un espejismo, si no va acompañada de las medidas cautelares correspondientes y necesarias.
El cuarto capítulo de esta interesante obra lleva por título La trama fina de la trascendencia. En resumen, trata de la inextricable relación entre el razonar y las emociones. Afirma el autor que la razón pura o la razón fría no es sino una quimera, una abstracción del funcionamiento real del cerebro, que parte de la suposición de que puede aislarse una capacidad mental del resto y hacerla funcionar de manera aislada, concluyendo que ni la razón ni la emoción actúan entre ellas de manera independiente. Da, así, entrada al tema de la emoción, que pasa a analizar detenidamente en el epígrafe La estructura de la emoción, en la que evoca el cognitivismo, estudia el miedo, como una emoción fundamental y se basa, sobre todo, en la exposición de los planteamientos de Damasio. A renglón seguido, aborda el tema de la inteligencia, deteniéndose en los ocho tipos que distingue Gardner: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal-cenestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista, a las que añade la inteligencia espiritual y la inteligencia moral; y destaca el siguiente aspecto: “Tras el reconocimiento de las riquezas y de los matices que presenta la inteligencia, los análisis neuroculturales han manifestado también que ni siquiera la inteligencia lógica puede considerarse universal”; lo que lleva a concluir, con la natural humildad, lo erróneo que es pensar que mi observación adecuadamente tratada con una lógica sencilla conduce a una conclusión irrebatible; sencillamente, porque mi observación argumentada está inevitablemente sesgada por innumerables factores. Nuestra vida mental, por tanto, viene dada por el conjunto de intersecciones entre el mundo de los sentimientos y el de los razonamientos, concluyendo, con Damasio, que “la razón no trabaja correctamente si no es asistida emocionalmente.” Aquí, Nogués se detiene en el “marcador somático”, hipótesis planteada también por Damasio, que “sugiere la existencia de un proceso prácticamente subliminal e inconsciente que, reuniendo recursos de la razón, la memoria y las emociones, nos orienta en nuestras decisiones desde planteamientos anteriores y que aparece como una decisión voluntaria explícita en el mundo consciente.” Llega así al punto culminante de su planteamiento; como ya ha dicho, la trascendencia es lo que va más allá de las simples capacidades de supervivencia, según las tesis evolucionistas; se trata, pues, de un exceso, un desbordamiento de aquellas capacidades; y, dentro también de la idea de la evolución, dicha excrecencia no es algo inútil, sino que supone una oportunidad positiva; lo que, en definitiva, da carta de razonabilidad a su existir.
Modalidades de la trascendencia es el contenido del quinto capítulo de la obra. Se trata de un capítulo en el que el autor comenta cómo la trascendencia no es solo una función sobrante u opcional, sino una situación normal de la mente expresada en numerosas experiencias diarias de la vida concreta. Y lo hace ante la proliferación de opiniones que consideran a la trascendencia como una opción o, incluso, un error o engaño de la mente, dado que la pura realidad es que el cerebro es un procesador de información que se ajusta estrictamente a las necesidades de supervivencia. Estas opiniones, según Nogués, constituyen una visión reduccionista del cerebro que es, en realidad, mucho más que un captador y un procesador de información, ya que, entre sus funciones, se incluyen fenómenos tan sorprendentes como la creatividad, la intuición, la previsión de futuro, la necesidad de sentido o la conciencia personal. Y, para apoyar su planteamiento, el autor se refiere en este capítulo a aspectos no específicamente racionales del funcionamiento mental. Así, aborda la trascendencia de sentirnos limitados, el valor añadido estético, el desbordamiento ético, la inmensidad amorosa, las trascendencias en la identidad grupal y, finalmente, las modulaciones de la trascendencia por las diferencias sexuales; aspectos que constituyen los títulos de los diferentes epígrafes que contiene el capítulo.
El sexto capítulo es Las dimensiones hondas: siempre más allá. Parte de la idea de que la mejor forma de comprender la normalidad de la vida nace cuando se produce lo extraordinario, como acontece con la trascendencia; “vivimos la trascendencia en las condiciones habituales del funcionamiento de la mente, pero su perfil se distingue más claramente en las manifestaciones explícitas, cuando la trascendencia adquiere unos contornos casi excesivos y la persona se siente fascinada por una realidad más allá de la realidad.” Y aquí llegamos a la gran cuestión de la búsqueda de la verdad. Un primer escollo: definir qué es la verdad; hay que admitir que existen muchas verdades vigentes y que no siempre es fácil armonizarlas; al igual que hay que aceptar nuestra limitación tanto en la indagación como en la expresión de lo que consideramos la verdad. Lo que nos ha de llevar a una postura de humildad, equidistante tanto de un relativismo ingenuo como de un exclusivismo que pretenda monopolizar las formas del conocimiento; así, afirma: “puede decirse que toda forma de conocimiento que excluya sistemáticamente otras formas por defecto (por ejemplo, un cientificismo que excluyese la subjetividad o la reflexión filosófica) corre el riesgo de promover una situación de agnosia en cuanto a la totalidad del conocimiento.” Una agnosia similar a la que se produce cuando nuestro cerebro se ve incapacitado para reconocer la coherencia conjunta de lo que se percibe. Dentro de esta realidad se incluye, por supuesto, la trascendencia, que, según Nogués, se desdobla en cuatro grandes direcciones: el Todo, el Adentro, el Arriba y el Otro. A cada una de estas direcciones dedica el autor varias páginas, del mayor interés. El Todo representa la mayor fascinación de la trascendencia y analiza su presencia en el mundo antiguo, el hindú, la tradición judía y la cultura china, deteniéndose en aquellas visiones que relacionan a Dios a ese Todo: Einstein, Barrow, Hawking, Dawkins y Walsch; en cuanto a el Adentro, dice: “si en vez de mirar afuera dirigimos la atención hacia dentro de cada uno de nosotros, la trascendencia tropieza con el ego y su consistencia.” Es el tema del yo, que estudia desde las diferentes perspectivas que se dan en Oriente y Occidente; el Arriba “es como la tendencia a buscar lo trascendente de manera antitética a como lo hacemos cuando lo buscamos ‘adentro’, en lo más profundo de todo. La tendencia a buscar lo trascendente Arriba depende probablemente de un registro neurológico evolutivo muy arraigado”; el Otro es la contrapartida de mi mundo interior y, para poder captar adecuadamente la cualidad del otro, los matices de la propia han de estar bien afianzados; cuando el otro es percibido como trascendente, aparecen la benevolencia y la fraternidad y abre a la persona a la dimensión social y a un realismo utópico, motor de la humanización social. No es tarea fácil seguir estas cuatro direcciones de la trascendencia, pues requiere un ejercicio mental y espiritual muy fino; Nogués distingue cuatro aspectos que caracterizan la comprensión de la trascendencia: un agnosticismo de calidad que sabe que habla de una realidad que no podemos describir; enriquecedoramente atónito ante la inmensidad de la realidad; abierto por la conciencia darwiniana de nuestro origen y de nuestra naturaleza limitada; y, finalmente, cálido, para amar la vida y porque sin amor la vida implosiona. Se trata de un capítulo muy sugerente y sugestivo.
Llegamos así al séptimo y último capítulo de la obra: Las configuraciones de la trascendencia: religiones, sabidurías y espiritualidades. En él, Nogués trata de configurar la experiencia de la trascendencia: “La trascendencia es una experiencia inicialmente subjetiva, una dimensión de la actividad mental lujosa humana que aparece de modo más o menos sutil en diferentes situaciones y que se orienta en direcciones distintas y que finalmente se configura explícitamente en las grandes dimensiones culturales como por ejemplo las religiones, las tradiciones de sabiduría o los movimientos espirituales.” Aunque reconoce que no es fácil establecer unos límites y fronteras definidos entre estos tres tipos de realidades, acomete una aproximación a cada una de ellas, advirtiéndonos que cualquier configuración de la trascendencia que aspire a ser completa debe atender a los dos frentes del mundo de la razón y el de las emociones. En cuanto a la configuración religiosa de la trascendencia, nos dice que “suele estructurarse a propósito de cuatro nociones principales: la existencia de Dios, el carácter personal de la divinidad, la existencia de un alma humana y la existencia de la vida después de la muerte.” Dentro del apartado de sabidurías, el autor engloba las configuraciones de la trascendencia que no contemplan, de manera específica, la idea o noción de Dios, aunque antropológica y socialmente funcionan como religiones en el sentido descriptivo del término y su ámbito cultural es típicamente oriental. Finalmente, trata de aclarar qué se entiende por espiritualidades, que son un conjunto de configuraciones de la trascendencia muy variables que pueden llegar, incluso, a negarla; para el autor, “el nervio de las espiritualidades quizá podría situarse en la calidad de la búsqueda de la trascendencia.” Eso sí: se impone un control de calidad de estas configuraciones de la trascendencia, pues tras su apariencia pueden esconderse algunas no fiables; el autor propone unos cuantos criterios para calibrar la calidad de tales configuraciones: monoteísmo universalista en el caso de las religiones, compatibilidad interreligiosa e intertradiciones, lenguaje culturalmente inteligible, calificación antropológica y, por último, instituciones homologables. Añade, además, tres ejes en los que situar las polaridades entre las que debe situarse un buen sistema de configuración: un primer eje que conecta la inmanencia y la trascendencia, un segundo representaría la conexión entre la razón y la emoción, y un tercer eje que relacione las polaridades del mundo interior y del mundo exterior. Para concluir, el autor propone una triple dinámica que pueda orientar un camino de colaboraciones y de sinergias humanizadoras que abran paso a un nuevo paradigma de las relaciones estado-religiones/sabidurías; en primer lugar, la salidas de la religión desde la religión; en segundo lugar, los valores religiosos transferidos a la república; y, por último, nuevas perspectivas entre estado y religiones; aspectos con los que Nogués pretende contribuir con sus propuestas a las actuales vicisitudes entre la res pública y las religiones y espiritualidades. Y concluye: “Si las religiones aciertan a encontrar un sentido vivo en su presencia en las sociedades, pueden constituir un factor esencial en la importante misión de recordar a la sociedad el valor incondicional de sus mejores opciones, un valor que difícilmente puede deducirse del juego político que el Estado garantiza.”
Una larga serie de referencias bibliográficas completa este libro, de muy recomendable lectura, junto a un índice onomástico que facilita su consulta; siendo una referencia de la vasta labor investigadora y reflexiva de Nogués, echamos en falta la cita de algunos nombres indispensables en el estudio del cerebro, como el de Dick Swaab, lo que, sin embargo, no resta mérito a la calidad de esta profunda obra.
Índice
Introducción
I. El organismo, el cerebro y la mente
1. La mente, coexistente con la vida
2. Redes elementales
3. Redes más complejas
4. El sistema nervioso y la mente en los vertebrados
5. La nueva filosofía de la mente
II. La singularidad humana: la emergencia del yo
1. La crisis de la noción de progreso
2. El progreso genético
3. El progreso estructural cerebral
4. Consideraciones globales
5. La emergencia del yo
a. El fenómeno emergente
b. De un cerebro complejo emerge el psiquismo
c. En el psiquismo humano emerge un yo consciente
d. El yo consciente y el alma
III. El bordado del mundo mental: una necesidad innecesaria
1. La construcción de la experiencia mental
2. Niveles estructurales
3. Experiencias de subjetividad
4. Un conocimiento muy variado
5. Lo trascendente: una necesidad innecesaria
6. Pequeño balance
IV. La trama fina de la trascendencia
1. El bordado mental: el juego de la razón y de la emoción
2. La estructura de la emoción
3. Variedad de inteligencias
4. Intersecciones. La razón asistida emocionalmente
5. El marcador somático
6. La estructura de la trascendencia: confianza razonable
V. Modalidades de la trascendencia
1. La trascendencia de sentirnos limitados
2. El valor añadido estético
3. El desbordamiento ético
4. La inmensidad amorosa
5. Trascendencias en la identidad grupal
6. Las modulaciones de la trascendencia por las diferencias sexuales
VI. Las dimensiones hondas: siempre más allá
1. El Todo
2. El Adentro
3. El Arriba
4. El Otro
5. Las dimensiones de la trascendencia y el cortocircuito de la imaginación
VII. Las configuraciones de la trascendencia: religiones, sabidurías y espiritualidades
1. La configuración religiosa
2. Las sabidurías
3. Las espiritualidades
4. Religiones, sabidurías y espiritualidades fiables
5. Una perspectiva de futuro: la religión saliendo de la religión y el estado asumiendo la trascendencia
a. La “salida de la religión” desde la religión
b. Los valores religiosos transferidos a la república
c. Estados y religiones: nuevas perspectivas
Referencias bibliográficas
Índice onomástico
Título: Cerebro y trascendencia
Autor: Ramón María Nogués
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2013
Colección: Fragmentos
Traducción: Marta Ballester Braut
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 252
ISBN: 978-84-92416-65-3
Precio: 19 euros
“La mente humana es sorprendente y desconcertante. Seguramente tanto como el cerebro. “ Son las primeras palabras de esta obra y suponen mucho del fundamento en que se apoyará su argumentación, porque parte ya de la base de diferenciación entre ambos conceptos, mente y cerebro; una diferenciación no aceptada por todos, aunque puedan sus defensores ser una minoría, y con muchos matices entre quienes la aceptan.
Otro de los principios desde los que arranca el autor es la abundancia que de ambos, cerebro y mente, tenemos los seres humanos, una abundancia que supera con creces las necesidades de la especie para su supervivencia, según la teoría de Darwin. “Los humanos –dice Nogués- presentamos obsesivamente actividades de lujo: la búsqueda de la belleza, la preocupación por una ética utópica, la organización de actividades esplendorosas de ocio y juego, y la realización de actividades simbólicas aparentemente inútiles basadas en mitos que crean una nueva realidad por encima de las realidades observables con evidencia experimental.”
Pues bien, ese punto de fuga, por el que circulan todas las culturas y que acaba siendo uno de los rasgos más valorados y característicos de cada una de ellas, es lo que el autor llama trascendencia. Es importante, pues, definir qué entendemos aquí, como para debatir cualquier tema, por trascendencia, fijar su definición. Y Nogués acepta el reto: “La trascendencia es una forma peculiar de conocimiento y de expresión compleja, abierta, que configura nuestra originalidad mental y resulta imprescindible para coronar ‘desde arriba’ las otras formas más funcionales del saber. Es la forma que permite a la mayoría conformar el sentido del vivir.” Esto supone superar la idea de que la trascendencia tiene un carácter exclusivamente religioso; evidentemente, lo incluye, pero también abarca la estética, la ética, el nacionalismo, la pasión amorosa, la palabra, el símbolo, etc.
¿Objetivo que se planteó el autor a la hora de acometer la redacción de este ensayo? Lo deja bien claro en esta Introducción que comentamos: “Lo que pretendo es ayudar a entender dónde se afinca la desconcertante trascendencia.” Ni más, ni menos.
Tras la Introducción, la obra se divide en siete grandes bloques o capítulos: I. El organismo, el cerebro y la mente; II. La singularidad humana: la emergencia del yo; III. El bordado del mundo mental: una necesidad innecesaria; IV. La trama fina de la trascendencia; V. Modalidades de la trascendencia; VI. Las dimensiones hondas: siempre más allá; y VII. Las configuraciones de la trascendencia: religiones, sabidurías y espiritualidades.
En el capítulo primero, El organismo, el cerebro y la mente, postula Nogués, fundamentalmente, el emergentismo. Lo inicia precisando lo que ya se reclamaba en la Introducción: “En definitiva, cuando hablamos de mente siempre nos referimos a una capacidad principalmente atribuible al cerebro.” Y “el cerebro es una estructura que centraliza el sistema nervioso de un ser viviente animal.” Dicho esto, el autor recurre a la ley de la complejidad-conciencia de Pierre Teilhard de Chardin, según la cual la conciencia es una propiedad de la materia que se manifiesta de forma clara solo cuando la estructura material presenta un índice de complejidad suficiente. A partir de ahí, sucede el análisis de la estructura cerebral de los seres vivos más simples, cuya complejidad es creciente según se asciende en la escala evolutiva, hasta llegar a los primates y al homo sapiens en los que la actividad de las redes neuronales alcanza las máximas cotas de complejidad. Al llegar aquí, plantea una nueva filosofía de la mente, una nueva manera de reflexionar sobre ella, apoyada en la base de que los aspectos materiales del cerebro no explican suficientemente la aparición de propiedades emergentes, como es la empatía, por ejemplo, en contraposición a un reduccionismo simplificador. Y finaliza con la inclusión de un listado de competencias y funciones mentales que requieren algún tipo de conciencia y que afloran en vertebrados muy desarrollados y, en algunos aspectos, solo en humanos. Destacando el hecho de que las funciones mentales, cuanto más complejas, más mecanismos de socialización requieren.
El capítulo segundo se dedica a La singularidad humana: la emergencia del yo. Plantea, desde el inicio, la problemática suscitada por parte de la comunidad científica, que intenta reducir la singularidad del ser humano hasta extremos inimaginables; y, junto a la crisis de esta singularidad, hemos asistido, en los últimos cincuenta años a diversas crisis (del liberalismo, del marxismo y, finalmente, del progreso técnico) dando como resultado que todo el modelo de progreso se ha roto, instaurándose una idea de la marcha de la cultura humana como un tanteo azaroso que va dando golpes de ciego. Dice el autor: “la ciencia biológica, observadora privilegiada de la especie humana, [ha] asimilado, con devoción y fidelidad, la convicción de que el proceso evolutivo en su conjunto permanece a la deriva y sin ninguna dirección coherente, motivo que desautoriza la propia noción de progreso.” Seguidamente, analiza el proceso genético para identificar los genes que determinan la peculiaridad de nuestra especie. Le sigue su profundización en el progreso estructural del cerebro, situándose en una posición equilibrada entre quienes afirman cosas como que “el cerebro humano es una chapuza que vive para engañarnos” (E. Punset) y quienes se mueven en elogios ditirámbicos sobre nuestro cerebro y sus posibilidades. Luego, el capítulo se ciñe a lo esencial de su argumentación, que se centra en el emergentismo en general, para descender al detalle: de un cerebro complejo emerge el psiquismo y en el psiquismo humano emerge un yo consciente que, a juicio de Nogués, solo se da en nuestra especie. Viene el estudio del yo, del que dice: “el yo es psicológicamente la clave de bóveda de la experiencia mental humana, y su desorganización lleva simplemente a la demencia”; recorre este concepto, confrontándolo con el de alma, en diferentes culturas: hebrea, griega, hindú y china, para desembocar en Descartes, ya en la modernidad. Y concluye: “Actualmente, la propia reflexión filosófica realizada por el cristianismo no se considera obligada a admitir una realidad como el alma, ontológicamente distinta al cuerpo, pese a defender que la conciencia y el yo no son epifenómenos simples y secundarios del funcionamiento del cerebro. Esta visión proviene de modelos emergentes sólidos que recuerdan posturas como las de Teilhard de Chardin y son consideradas compatibles con la fe cristiana.” Tras estas reflexiones, la conclusión del autor es que “en definitiva, la descripción completa y exhaustiva de la conciencia humana y del yo continúa siendo actualmente, desde todos los puntos de vista, una operación imposible.” Como se puede apreciar, se trata de un capítulo que suscita apasionados debates.
El bordado del mundo mental: una necesidad innecesaria. Así se encabeza el tercer capítulo de la obra. ¿Qué lugar ocupa en el proyecto del autor? “Intentar considerar aquellas estructuras cerebrales y sus correspondientes funciones que intervienen en la estructuración de la vida mental y esta enigmática y cuantiosa manifestación cerebral humana que es la trascendencia.” Para alcanzar su objetivo, introduce un primer epígrafe, La construcción de la experiencia mental; parte de dos principios neurobiológicos: en primer lugar, que el mundo mental no es una experiencia que pueda remitirse únicamente al cerebro, sino a todo el organismo. Y, en segundo lugar, recordar que el sistema nervioso está formado por una red citológica muy compleja y extendida por todo el cuerpo, disponiendo de un sistema humoral que algunos llaman el cerebro húmedo; este cerebro húmedo participa de manera decisiva en la elaboración y consolidación de la experiencia mental. A partir de aquí, Ramón María Nogués pasa a detallar conjuntos estructurales del sistema encefálico, aunque este sea un todo integrado: tronco cerebral, cerebelo, hipotálamo e hipófisis, sistema límbico, córtex cerebral, hemisferios, … Entra, seguidamente, en quizás el punto más sensible del capítulo, las experiencias de subjetividad. Para el autor, es indudable que las experiencias mentales presentan un tono inevitablemente subjetivo; tal vez, la experiencia mental más central que está en la base de cualquier dimensión psíquica humana es SOY y HAY; soy, como la identificación básica de un núcleo de referencia que me identifica; y hay, como la percepción inicial de la alteridad, con la que identifico la realidad exterior a mí. Se detiene en el papel que juegan las emociones y cómo la conciencia reflexiva, junto con la razón, unifica el amplio panorama que se abre con el raciocinio; no deja de lado el papel del inconsciente y lo que se ha venido en llamar el cerebro social, es decir, todo el entramado cerebro-sociedad.
El siguiente paso es el conocimiento, del que dice el autor que “lo que llamamos conocimiento como actividad de la mente humana se manifiesta en un abanico amplio y variado de posibilidades.” Para este conocimiento, propone dos grandes dimensiones, la experimental y la experiencial. Define así la primera: “aquella capacidad cognoscitiva que está relacionada sobre todo con la observación y la medida de la realidad con la intención de determinar, hasta donde sea posible, cómo son las cosas.” Por su parte, la dimensión experiencial se centra más directamente en la percepción subjetiva y afecta al mundo de los qualia o a los matices con que adjetivamos la experiencia de nosotros mismos y del mundo. Y, dentro de este conocimiento experiencial, distingue tres apartados, que detalla: el conocimiento iluminador o estético, el simbolizador o abierto a la trascendencia, y el que se caracteriza por la creatividad transformadora expresada en la ética y en la técnica. Pues bien: dentro de este complejo panorama del conocimiento se inscribe la experiencia de lo trascendente; y lo resume así: “Quizás precisamente porque contamos con un cerebro hipertrofiado por la abundancia, la supervivencia debe expresar una necesidad no necesaria, que es la de entregarse a lo trascendente”, enlazando así con la misma idea ya expresada más arriba. Y reitera que trascender significa ir más allá de la realidad inmediata y, concretamente, más allá de las necesidades estrictas; no es necesaria esta trascendencia y por eso es, en cierto modo, prescindible, pero puede ser equilibradora y estabilizadora. Eso sí: no hay que pensar que ella, la trascendencia, gracias a su seductora promesa de esclarecer las últimas preguntas, está a salvo de constituir un espejismo, si no va acompañada de las medidas cautelares correspondientes y necesarias.
El cuarto capítulo de esta interesante obra lleva por título La trama fina de la trascendencia. En resumen, trata de la inextricable relación entre el razonar y las emociones. Afirma el autor que la razón pura o la razón fría no es sino una quimera, una abstracción del funcionamiento real del cerebro, que parte de la suposición de que puede aislarse una capacidad mental del resto y hacerla funcionar de manera aislada, concluyendo que ni la razón ni la emoción actúan entre ellas de manera independiente. Da, así, entrada al tema de la emoción, que pasa a analizar detenidamente en el epígrafe La estructura de la emoción, en la que evoca el cognitivismo, estudia el miedo, como una emoción fundamental y se basa, sobre todo, en la exposición de los planteamientos de Damasio. A renglón seguido, aborda el tema de la inteligencia, deteniéndose en los ocho tipos que distingue Gardner: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal-cenestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista, a las que añade la inteligencia espiritual y la inteligencia moral; y destaca el siguiente aspecto: “Tras el reconocimiento de las riquezas y de los matices que presenta la inteligencia, los análisis neuroculturales han manifestado también que ni siquiera la inteligencia lógica puede considerarse universal”; lo que lleva a concluir, con la natural humildad, lo erróneo que es pensar que mi observación adecuadamente tratada con una lógica sencilla conduce a una conclusión irrebatible; sencillamente, porque mi observación argumentada está inevitablemente sesgada por innumerables factores. Nuestra vida mental, por tanto, viene dada por el conjunto de intersecciones entre el mundo de los sentimientos y el de los razonamientos, concluyendo, con Damasio, que “la razón no trabaja correctamente si no es asistida emocionalmente.” Aquí, Nogués se detiene en el “marcador somático”, hipótesis planteada también por Damasio, que “sugiere la existencia de un proceso prácticamente subliminal e inconsciente que, reuniendo recursos de la razón, la memoria y las emociones, nos orienta en nuestras decisiones desde planteamientos anteriores y que aparece como una decisión voluntaria explícita en el mundo consciente.” Llega así al punto culminante de su planteamiento; como ya ha dicho, la trascendencia es lo que va más allá de las simples capacidades de supervivencia, según las tesis evolucionistas; se trata, pues, de un exceso, un desbordamiento de aquellas capacidades; y, dentro también de la idea de la evolución, dicha excrecencia no es algo inútil, sino que supone una oportunidad positiva; lo que, en definitiva, da carta de razonabilidad a su existir.
Modalidades de la trascendencia es el contenido del quinto capítulo de la obra. Se trata de un capítulo en el que el autor comenta cómo la trascendencia no es solo una función sobrante u opcional, sino una situación normal de la mente expresada en numerosas experiencias diarias de la vida concreta. Y lo hace ante la proliferación de opiniones que consideran a la trascendencia como una opción o, incluso, un error o engaño de la mente, dado que la pura realidad es que el cerebro es un procesador de información que se ajusta estrictamente a las necesidades de supervivencia. Estas opiniones, según Nogués, constituyen una visión reduccionista del cerebro que es, en realidad, mucho más que un captador y un procesador de información, ya que, entre sus funciones, se incluyen fenómenos tan sorprendentes como la creatividad, la intuición, la previsión de futuro, la necesidad de sentido o la conciencia personal. Y, para apoyar su planteamiento, el autor se refiere en este capítulo a aspectos no específicamente racionales del funcionamiento mental. Así, aborda la trascendencia de sentirnos limitados, el valor añadido estético, el desbordamiento ético, la inmensidad amorosa, las trascendencias en la identidad grupal y, finalmente, las modulaciones de la trascendencia por las diferencias sexuales; aspectos que constituyen los títulos de los diferentes epígrafes que contiene el capítulo.
El sexto capítulo es Las dimensiones hondas: siempre más allá. Parte de la idea de que la mejor forma de comprender la normalidad de la vida nace cuando se produce lo extraordinario, como acontece con la trascendencia; “vivimos la trascendencia en las condiciones habituales del funcionamiento de la mente, pero su perfil se distingue más claramente en las manifestaciones explícitas, cuando la trascendencia adquiere unos contornos casi excesivos y la persona se siente fascinada por una realidad más allá de la realidad.” Y aquí llegamos a la gran cuestión de la búsqueda de la verdad. Un primer escollo: definir qué es la verdad; hay que admitir que existen muchas verdades vigentes y que no siempre es fácil armonizarlas; al igual que hay que aceptar nuestra limitación tanto en la indagación como en la expresión de lo que consideramos la verdad. Lo que nos ha de llevar a una postura de humildad, equidistante tanto de un relativismo ingenuo como de un exclusivismo que pretenda monopolizar las formas del conocimiento; así, afirma: “puede decirse que toda forma de conocimiento que excluya sistemáticamente otras formas por defecto (por ejemplo, un cientificismo que excluyese la subjetividad o la reflexión filosófica) corre el riesgo de promover una situación de agnosia en cuanto a la totalidad del conocimiento.” Una agnosia similar a la que se produce cuando nuestro cerebro se ve incapacitado para reconocer la coherencia conjunta de lo que se percibe. Dentro de esta realidad se incluye, por supuesto, la trascendencia, que, según Nogués, se desdobla en cuatro grandes direcciones: el Todo, el Adentro, el Arriba y el Otro. A cada una de estas direcciones dedica el autor varias páginas, del mayor interés. El Todo representa la mayor fascinación de la trascendencia y analiza su presencia en el mundo antiguo, el hindú, la tradición judía y la cultura china, deteniéndose en aquellas visiones que relacionan a Dios a ese Todo: Einstein, Barrow, Hawking, Dawkins y Walsch; en cuanto a el Adentro, dice: “si en vez de mirar afuera dirigimos la atención hacia dentro de cada uno de nosotros, la trascendencia tropieza con el ego y su consistencia.” Es el tema del yo, que estudia desde las diferentes perspectivas que se dan en Oriente y Occidente; el Arriba “es como la tendencia a buscar lo trascendente de manera antitética a como lo hacemos cuando lo buscamos ‘adentro’, en lo más profundo de todo. La tendencia a buscar lo trascendente Arriba depende probablemente de un registro neurológico evolutivo muy arraigado”; el Otro es la contrapartida de mi mundo interior y, para poder captar adecuadamente la cualidad del otro, los matices de la propia han de estar bien afianzados; cuando el otro es percibido como trascendente, aparecen la benevolencia y la fraternidad y abre a la persona a la dimensión social y a un realismo utópico, motor de la humanización social. No es tarea fácil seguir estas cuatro direcciones de la trascendencia, pues requiere un ejercicio mental y espiritual muy fino; Nogués distingue cuatro aspectos que caracterizan la comprensión de la trascendencia: un agnosticismo de calidad que sabe que habla de una realidad que no podemos describir; enriquecedoramente atónito ante la inmensidad de la realidad; abierto por la conciencia darwiniana de nuestro origen y de nuestra naturaleza limitada; y, finalmente, cálido, para amar la vida y porque sin amor la vida implosiona. Se trata de un capítulo muy sugerente y sugestivo.
Llegamos así al séptimo y último capítulo de la obra: Las configuraciones de la trascendencia: religiones, sabidurías y espiritualidades. En él, Nogués trata de configurar la experiencia de la trascendencia: “La trascendencia es una experiencia inicialmente subjetiva, una dimensión de la actividad mental lujosa humana que aparece de modo más o menos sutil en diferentes situaciones y que se orienta en direcciones distintas y que finalmente se configura explícitamente en las grandes dimensiones culturales como por ejemplo las religiones, las tradiciones de sabiduría o los movimientos espirituales.” Aunque reconoce que no es fácil establecer unos límites y fronteras definidos entre estos tres tipos de realidades, acomete una aproximación a cada una de ellas, advirtiéndonos que cualquier configuración de la trascendencia que aspire a ser completa debe atender a los dos frentes del mundo de la razón y el de las emociones. En cuanto a la configuración religiosa de la trascendencia, nos dice que “suele estructurarse a propósito de cuatro nociones principales: la existencia de Dios, el carácter personal de la divinidad, la existencia de un alma humana y la existencia de la vida después de la muerte.” Dentro del apartado de sabidurías, el autor engloba las configuraciones de la trascendencia que no contemplan, de manera específica, la idea o noción de Dios, aunque antropológica y socialmente funcionan como religiones en el sentido descriptivo del término y su ámbito cultural es típicamente oriental. Finalmente, trata de aclarar qué se entiende por espiritualidades, que son un conjunto de configuraciones de la trascendencia muy variables que pueden llegar, incluso, a negarla; para el autor, “el nervio de las espiritualidades quizá podría situarse en la calidad de la búsqueda de la trascendencia.” Eso sí: se impone un control de calidad de estas configuraciones de la trascendencia, pues tras su apariencia pueden esconderse algunas no fiables; el autor propone unos cuantos criterios para calibrar la calidad de tales configuraciones: monoteísmo universalista en el caso de las religiones, compatibilidad interreligiosa e intertradiciones, lenguaje culturalmente inteligible, calificación antropológica y, por último, instituciones homologables. Añade, además, tres ejes en los que situar las polaridades entre las que debe situarse un buen sistema de configuración: un primer eje que conecta la inmanencia y la trascendencia, un segundo representaría la conexión entre la razón y la emoción, y un tercer eje que relacione las polaridades del mundo interior y del mundo exterior. Para concluir, el autor propone una triple dinámica que pueda orientar un camino de colaboraciones y de sinergias humanizadoras que abran paso a un nuevo paradigma de las relaciones estado-religiones/sabidurías; en primer lugar, la salidas de la religión desde la religión; en segundo lugar, los valores religiosos transferidos a la república; y, por último, nuevas perspectivas entre estado y religiones; aspectos con los que Nogués pretende contribuir con sus propuestas a las actuales vicisitudes entre la res pública y las religiones y espiritualidades. Y concluye: “Si las religiones aciertan a encontrar un sentido vivo en su presencia en las sociedades, pueden constituir un factor esencial en la importante misión de recordar a la sociedad el valor incondicional de sus mejores opciones, un valor que difícilmente puede deducirse del juego político que el Estado garantiza.”
Una larga serie de referencias bibliográficas completa este libro, de muy recomendable lectura, junto a un índice onomástico que facilita su consulta; siendo una referencia de la vasta labor investigadora y reflexiva de Nogués, echamos en falta la cita de algunos nombres indispensables en el estudio del cerebro, como el de Dick Swaab, lo que, sin embargo, no resta mérito a la calidad de esta profunda obra.
Índice
Introducción
I. El organismo, el cerebro y la mente
1. La mente, coexistente con la vida
2. Redes elementales
3. Redes más complejas
4. El sistema nervioso y la mente en los vertebrados
5. La nueva filosofía de la mente
II. La singularidad humana: la emergencia del yo
1. La crisis de la noción de progreso
2. El progreso genético
3. El progreso estructural cerebral
4. Consideraciones globales
5. La emergencia del yo
a. El fenómeno emergente
b. De un cerebro complejo emerge el psiquismo
c. En el psiquismo humano emerge un yo consciente
d. El yo consciente y el alma
III. El bordado del mundo mental: una necesidad innecesaria
1. La construcción de la experiencia mental
2. Niveles estructurales
3. Experiencias de subjetividad
4. Un conocimiento muy variado
5. Lo trascendente: una necesidad innecesaria
6. Pequeño balance
IV. La trama fina de la trascendencia
1. El bordado mental: el juego de la razón y de la emoción
2. La estructura de la emoción
3. Variedad de inteligencias
4. Intersecciones. La razón asistida emocionalmente
5. El marcador somático
6. La estructura de la trascendencia: confianza razonable
V. Modalidades de la trascendencia
1. La trascendencia de sentirnos limitados
2. El valor añadido estético
3. El desbordamiento ético
4. La inmensidad amorosa
5. Trascendencias en la identidad grupal
6. Las modulaciones de la trascendencia por las diferencias sexuales
VI. Las dimensiones hondas: siempre más allá
1. El Todo
2. El Adentro
3. El Arriba
4. El Otro
5. Las dimensiones de la trascendencia y el cortocircuito de la imaginación
VII. Las configuraciones de la trascendencia: religiones, sabidurías y espiritualidades
1. La configuración religiosa
2. Las sabidurías
3. Las espiritualidades
4. Religiones, sabidurías y espiritualidades fiables
5. Una perspectiva de futuro: la religión saliendo de la religión y el estado asumiendo la trascendencia
a. La “salida de la religión” desde la religión
b. Los valores religiosos transferidos a la república
c. Estados y religiones: nuevas perspectivas
Referencias bibliográficas
Índice onomástico
Reseñas
El quinto principio, experiencias de lo innombrable
Redacción T21 , 22/07/2014
Los cinco principios
1º Todo lo que digo y hago está mal
2º No creo en lo que me dicen. La verdad es lo opuesto a lo que me dicen
3º La rabia me mantendrá vivo
4º Si trabajo duramente, el doble que los demás, tal vez logre llevar una vida que se aproxime a una vida normal
5º ¡A la mierda!
Ficha Técnica
Título: El quinto principio, experiencias de lo innombrable
Autor: Paul Williams
Edita: Herder Editorial. Barcelona, mayo de 2014
Traducción: Agustina Luengo
Materia: Relato sobre la psicosis
Colección: Psicopatología y Psicoterapia de las Psicosis
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 128 págs.
ISBN: 978-84-254-3204-0
PVP: 14,90 €
El quinto principio, experiencias de lo innombrable es una obra del psicoanalista británico Paul William en la cual este autor relata, de forma literaria y en primera persona, sus traumáticas experiencias infantiles, mostrando cómo la mente de un niño (desde su nacimiento hasta los ocho años), con una extraordinaria capacidad resiliente, diseña estrategias para sobrevivir en circunstancias extremas de miedo, exclusión y ataques emocionales; sufrimiento causado por aquellos adultos que tendrían que haberle protegido.
Más tarde vendrían “largos años de psicoanálisis personal y de trabajo, primero en el mundo de la antropología y más tarde en el ámbito de la clínica de la psicosis y los trastornos mentales graves. Ambos trabajos, así como la experiencia “reparadora” personal, seguro que han contribuido de forma notable al éxito de su empresa, casi por definición prometeica: nombrar lo innombrable”, dice en el Prólogo a la edición española Jorge L. Tizó.
Este libro no es una autobiografía, ni la historia clínica de un individuo. “El autor de este libro y el individuo sobre el que se escribe no son la misma persona. Se trata de una obra literaria que da cuenta de los métodos de los que se vale la mente en sus esfuerzos por prevalecer en circunstancias opresivas. Con respecto al tema, el autor se ha comprometido a proporcionar una interpretación fiel e inteligible de acontecimientos ininteligibles. La mente en cuestión, en la medida en que se asemeja a otras mentes, hablará al lector de manera tal que le resulte familiar, aunque algunas de las cosas sobre las que se escribe puedan parecerle extrañas.” (Extracto del Prefacio)
«El único aspecto de la situación que podía cambiar era yo mismo». Gracias a cinco Principios que fueron desarrollándose en su mente, ese niño no solo logra sobrevivir y mantenerse cuerdo, sino que llegó a convertirse en una persona de talento y un profesional reconocido. Este libro describe la dolorosísima, titubeante y contradictoria vía para forjar un «quinto Principio» que le permitió vivir sin negar el pasado y, al mismo tiempo, sin encadenarse a él.
Índice
Prólogo a la edición española. Intentar hablar de los infiernos inefables de la infancia. Jorge L. Tizón
Prefacio
1. Recuerdos
2. Equivocado
3. Escuela
4. Maldad
5. Mentiras
6. Hambre
7. Drogas
8. Asesinato
9. El quinto principio
Apéndice
Datos del autor
Paul Williams es psicoanalista y formador de la Sociedad Británica de Psicoanálisis. Ejerció de psicoterapeuta en el British National Health Service hasta 2010 y de profesor en diversas universidades del Reino Unido e Irlanda. Entre 2001 y 2007, fue coeditor del International Journal of Psychoanalysis y ha publicado numerosos trabajos sobre trastornos de personalidad y psicosis.
Reseñas
Los Alquimistas
Redacción , 15/07/2014
Tres banqueros centrales y un mundo en llamas
Ficha Técnica
Título: Los Alquimistas
Autor: Neil Irwin
Edita: Ediciones Deusto. Primera edición, junio de 2014
Traducción: Mar Vidal
Materia: Empresa
Colección: Economía
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 576 págs.
ISBN: 978-84-234-1850-3
PVP: 22,50 €
Libro electrónico: 14,99 €
Este relato, basado en una investigación que se llevó a cabo en veintisiete ciudades de once países, es la historia sin fisuras del papel de los bancos centrales en la economía mundial durante la última crisis financiera. Se trata de un ajuste de cuentas histórico con los bancos centrales y su poder, con la gran crisis financiera de nuestro tiempo y con la relación entre el capitalismo y el Estado.
Y es que los bancos centrales han ido ganando poco a poco un poder creciente en toda la economía, con una influencia inimaginable en sus comienzos. Para llegar al fondo de la verdad, el autor traza un recorrido histórico desde sus inicios hasta los años de Greenspan y muestra las caras y personalidades de unos banqueros poseedores de un poder extraordinario sobre nuestro destino colectivo. Lo que ellos decidieron hacer con esos poderes es el centro de la historia.
Cuando las primeras grietas se hicieron visibles para todos, en agosto de 2007, empezamos a escuchar a diario tres nombres que se nos empezarían a hacer día a día más familiares. Eran los líderes de los tres bancos centrales más importantes del mundo: Ben Bernanke de la Reserva Federal de Estados Unidos, Mervyn King del Banco de Inglaterra, y Jean-Claude Trichet del Banco Central Europeo. Durante los siguientes cinco años, ellos y sus compañeros de los bancos centrales regaron con miles de millones la economía mundial para contener las oleadas de pánico que amenazaban con derribar el sistema financiero global.
Los alquimistas es un emocionante relato de los años más intensos que ha vivido la economía mundial en nuestra historia reciente. Un juego de póquer en el que las apuestas han superado todo lo imaginable. Una ruleta con miles de millones apostados a un solo número. Definitivo, revelador y fascinante, Los alquimistas nos explica el día a día jamás contado de unos meses y años que cambiaron el mundo.
Johan Palmstruch y el nacimiento de la banca central
Johan Palmstruch, el banquero nacido en Letonia, criado en Holanda y residente en Suecia, se defendía contra una persecución que parecía más bien inquisitorial. Una nación entera quería saber adónde había ido a parar su dinero, y la mejor respuesta que Palmstruch fue capaz de mascullar consistió en describir el caos de aquellos últimos días del primer banco central del mundo, cuando los clientes y los investigadores del Gobierno hacían cola frente a las puertas del banco protestando e insultando: «¡Ladrón, puerco...!». Y él se preguntó: «¿Quién, en medio de este tumulto diario, de las amenazas, las malas palabras, los desafíos y las discusiones, en peligro de muerte..., es capaz de hacer asientos y llevar así un libro de contabilidad?».
La investigación sobre el Stockholms Banco, de Palmstruch, había descubierto que no sólo faltaban decenas de miles de dá-leros (el dáler era la moneda sueca de la época) de su caja fuerte, sino también que la casi quiebra del banco había costado a la Corona real sueca una enorme suma de dinero. Palmstruch recibió la orden de devolver lo que el banco había perdido. Y si nopudiera hacerlo, éste sería ejecutado. Estábamos, al fin y al cabo, en 1668, no en 2008, y los actos de Palmstruch como hombre con capacidad para imprimir dinero a voluntad habían diezmado los ahorros personales de los suecos, arruinado su economía nacional y obligado al Gobierno a intervenir para evitar que la catástrofe fuera completa.
La sentencia sobre Palmstruch fue conmutada en 1669, y fue liberado de la cárcel en 1670. Un año más tarde, cuando este hombre, el primer banquero central de la historia, murió, no era conocido como un mago monetario, sino como un delincuente que había llevado al desastre la economía de una de las primeras potencias europeas. En el transcurso de media década había habido un boom del crédito y un aumento del nivel de vida asociado al mismo; luego hubo un aumento repentino de la inflación seguido de un hundimiento del crédito y una recesión.
Dicho de otro modo, en pocos años, Suecia había experimentado lo mejor y lo peor de la banca central. Pero Johan Palmstruch y todas las demás personas involucradas en el Stockholms Banco habían hecho también otra cosa: habían iniciado la era moderna de las finanzas globales y todo lo fantástico y lo terrible que se deriva de ellas. Para entender adecuadamente cómo los «chicos de Basilea» respondieron ante la conflagración financiera de 2007 a 2012, resulta útil comprender cómo, de entrada, llegaron a ostentar tanto poder. Y ésa es una historia que empieza con Johan Palmstruch. (Extracto del capítulo primero)
Sumario
Cronología
Introducción. Se abre el grifo
Primera Parte. La llegada de los Alquimistas, 1656-2006
- Johan Palmstruch y el nacimiento de la banca central
- La calle Lombard, Rule Britannia y el dictum de Bagehot
- El Club del nombre Propio
- Locura, pesadillas, desesperación y caos: cuando la banca central va mal (en dos actos)
- La angustia de Arthur Burns
- Jugando a la ruleta en Maastricht
- Masaru Hayami, el kétchup y la agonía del ZIRP
- El consenso de Jackson Hole y la Gran Moderación
Segunda Parte. Pánico, 2007-2008
- El comité de tres
- Concluido para la Navidad
- Un muro de dinero
Tercera Parte. EL Día después, 2009-2010
- La batalla por la Fed
- La nueva Odisea griega
- El discurso del rey
- El peligroso viaje inaugural de la QE2
Cuarta parte. La Segunda Ola, 2011-2012
- El Chopper, la troika y la debacle de Deauville
- El «presidente» de Europa
- Velocidad de escape
- El mundo de «Super Mario»
- La medicina china del doctor Zhou
Epílogo. Retorno a Jackson
Agradecimientos
Nota sobre las fuentes
Notas
Datos del autor
Reseñas
También los superhéroes van a terapia
Redacción T21 , 10/07/2014
Ficha Técnica
Título: También los superhéroes van a terapia
Autor: Marcelo R. Ceberio
Edita: Herder Editorial . México, mayo de 2014
Materia: Psicología
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 188 págs.
ISBN: 978-84-254-3262-0
PVP: 14.90 €
Es interesante pensar qué imagen tenemos de los héroes, dice Marcelo R. Ceberio en el Prólogo a esta obra que nos afirma, con su título, que También los superhéroes van a terapia. “Los héroes están investidos de una gran idealización, aspectos de perfectibilidad que le atribuimos y que los acercan a la divinidad alejándolos de su condición terrena. Elementos todos que posibilitan adorarlos, idolatrarlos, reforzando aún más esas características divinas.
Estas características que atribuimos y que agigantan a nuestros héroes hacen que nosotros nos veamos más insignificantes tal cual un grano de arena al lado del desierto del Sahara y que perdamos de vista nuestras propias virtudes y nuestra valoración personal. No se trata de negar la virtuosidad y abnegación de próceres y personas ilustres; se trata de no olvidar quiénes somos y cuánto valemos.
Todos llevamos un héroe dentro. Todos poseemos un flanco de virtudes y capacidades que nos encumbran. Solamente tenemos que mirar dentro de nosotros”, concluye el autor.
Son muchas las generaciones que han crecido acompañadas por la figura de los Superhéroes. En historietas, películas, series de TV y hasta jugando con muñecos, estos íconos de la justicia repletos de virtudes han sido una fuente de proyecciones de nuestros mayores deseos de notoriedad y valor. ¡Quién no se ató rudimentariamente el delantal de cocina de su madre y lo utilizó como capa emulando a Supermán, el hombre de acero! ¡Quién no deseó correr con la velocidad de Flash o intentó sacar músculos frente al espejo para tener un cuerpo apolíneo como el de Batman o Spider Man!
Tan sólo nos fijábamos en sus actos heroicos, en la idolatría de la gente frente a esos eventos magnánimos, en el agradecimiento y su fama consecuente. Pero lo que en nuestra infancia no lográbamos ver en tal lechado de virtudes era la humanidad de estos personajes cuya vida está precedida por eventos traumáticos severos, poblados de la suerte de seres queridos, el abandono, la soledad.
Este libro no busca opacar la imagen de nuestros Superhéroes: simple y de manera analítica, y hasta graciosa, trata de mostrar en nuestros íconos de la infancia ese flanco humano mediante hipotéticas futuras sesiones de terapia. Aquí cada Superhéroe, después de tantos actos heroicos y tanta vida poblada de reconocimientos, decide consultar a un psicólogo motivado por diferentes afecciones mentales.
Lejos de desmitificar a nuestros ídolos, pero muy cerca de humanizarlos, También los Superhéroes van a terapia es un libro homenaje a todos aquellos personajes que desde nuestra infancia nos enseñaron a que valores como la justicia, la verdad, la honestidad, la valentía, la bondad, la generosidad, nos guiaron, guían y guiarán durante toda nuestra vida.
Índice
Prólogo. Los héroes cotidianos
Introducción
Supermán
Batman
Spider-Man
La Mujer Maravilla
Flash
El increíble Hulk
James Bond
El cacique Patoruzú
Los cuatro fantásticos
Popeye
Bibliografía
Datos del autor
Reseñas
Diccionario LID. Inteligencia y seguridad
Redacción , 01/07/2014
Ficha Técnica
Título: Diccionario LID. Inteligencia y seguridad
Director de la obra: Antonio M. Díaz Fernández
Edita: LID Editorial Empresarial S.L . Madrid. 1ª ed. Septiembre de 2013
Idiomas: Español, inglés, francés y portugués
Colección: Diccionarios LID
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 335 pág.
EAN-ISBN: 978-84-8356-760-9 (LID Editorial Empresarial S.L.)
EAN-ISBN: 978-84-7471-141-7 (Ministerio de la presidencia)
PVP: 29,90 €
Este diccionario, el más completo en el campo de la inteligencia y la seguridad, cuenta con 1.500 términos definidos en español y con sus correspondientes traducciones al inglés, francés y portugués al español, además de gráficos y tablas de uso frecuente.
Un equipo multidisciplinar de una veintena de especialistas en activo ha definido cada concepto de forma sencilla y fácil de entender, cubriendo los términos especializados de estructuras de inteligencia, fuentes, análisis, diseminación y operaciones encubiertas, inteligencia económica, inteligencia competitiva, inteligencia militar, diplomacia, espionaje, terrorismo, seguridad, ética, guerra fría, recursos humanos, aspectos legales, criptografía y criptología.
Es una obra de consulta imprescindible para todo aquel que quiera completar su formación y estar al día en el mundo de la inteligencia y de la seguridad con un enfoque internacional, desde profesionales que desarrollen su actividad en este ámbito, hasta profesores y estudiantes universitarios y traductores especializados.
Índice
Prólogo. José Manuel Blecua
Presentación. Antonio M. Díaz Fernández
Introducción
Autores
Español - Otros idiomas
Otros idiomas – Español
Tablas
Bibliografía
Índice onomástico
Autores
María francisca Abad, Rogelio Alonso, Rubén Arcos, Silvia Arroyo, Xavier Boltaina, Marco Cepik, Luis de la Corte, Eduardo E. Estévez, Antonio Fernández Hernández, Andrea Giménez-Salinas, José Luis González Cussac, Lucía Halty, Óscar Jiménez Jiménez, José Antonio Jiménez Quintero, Beatriz Larriba, Joan Anton Mellón, Enric Miravitllas, Marcos Pablo Moloeznik, Arturo Ribagorda, Carolina Sancho, Fernando Velasco y Antonio Viamonte.
Redacción T21
Este canal ofrece comentarios de libros seleccionados, que nuestra Redacción considera de interés para la sociedad de nuestro tiempo. Los comentarios están abiertos a la participación de los lectores de nuestra revista.
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Secciones
Archivo
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850