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Queridos amigos:
Tengo que corregir un dato, referente al precio, del libro que comenté el pasado viernes 13, de la Prof. García Ureña, "El Apocalipsis. Pautas de lectura". El precio no es 28 euros sino 23. En estos tiempos es una buena noticia, sobre todo porque el libro es bueno. Saludos Antonio Piñero
Sábado, 21 de Diciembre 2013
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Hoy escribe Antonio Piñero
Comento esta semana un libro que me ha parecido original e interesante, bien escrito, ágil y con interpretaciones muy puestas al día sobre la figura siempre atractiva de Jesús. Su auto es Gerhard Lohfink (GL), profesor emérito de Nuevo Testamento de la Facultad de Teología Católica de Tubinga. En el ámbito de la exégesis, aunque del Antiguo Testamento, es también muy conocido su hermano Norbert, autor de numerosos libros. La versión española del libro que comentamos se ha producido muy pronto: la edición alemana es de 2012. Su título en español es el de esta postal. ISBN: 978-84-254-3107-4. Traducción de Marciano Villanueva Salas, Herder, Barcelona 3013, 604 pp. La bibliografía, casi toda ella alemana, no está al final, en larga lista, sino en citas completas a pie de página cuando es necesario. El libro presenta solo el índice de pasajes bíblicos citados. Esta carencia de un gran número de páginas con bibliografía indica el tono del libro: más para un público amplio sin complicaciones de eruditas precisiones propias de comentarios o ensayos más técnicos. Pero a pesar de la sencillez y claridad del lenguaje, el tenor del volumen es estrictamente científico y, si no me equivoco, es la típica obra de madurez en la que esa aparente sencillez y claridad esconden muchísimos años de estudio y reflexión. Por ello se trata de una obra de decantación de saberes que es muy de agradecer en estudiosos de mente lúcida, con muchos años de experiencia a sus espaldas. El libro me parece original en algunos de sus planteamientos, ya que en apariencia el tema “Jesús” está architrillado. Ahora bien, pero dado el tenor de nuestras fuentes, los evangelios canónicos, tan aparentemente claros a veces, tan crípticos y contradictorios en otras, tan ricos en múltiples sentido, es fácil sospechar que difícilmente se llegará a un punto final sobre nuestro personaje en el que todo esté dicho. El libro de GL no aborda el tema del Jesús de la infancia, el de la vida oculta, etc., sino que tras una sección inicial sobre la cuestión del Jesús histórico, en la segunda irrumpe de lleno el tema de la “La proclamación del reino de Dios”. Ni siquiera hay un capítulo expreso –la cuestión se va entreverando con otras— dedicado a Juan Bautista y su relación con Jesús. La sección introductoria sostiene, como ya es usual, la utilización de los métodos histórico-críticos para alcanzar la figura del Jesús histórico, pero emplea un notable número de páginas en defender la necesidad de la fe (histórica y teológica) para alcanzar en profundidad lo que significa el personaje. GL argumenta que en la transmisión histórica de cualquier individuo ilustre del pasado apenas existe la presentación de hechos netos. Todo está envuelto en interpretación. Sin necesidad de entrar en un estudio profundo de filosofía del conocimiento sabemos que ni siquiera existe le percepción pura, sino que lo percibido por los sentidos es radicalmente interpretado por el cerebro. Igual ocurre en la historia: es absolutamente imposible que se nos transmitan los simples hechos de un personaje ilustre, sino que la tradición adopta la forma de cómo lo vieron los transmisores. GL viene a decir con ello que la fe es una suerte de interpretación, por lo que está en múltiples aspectos de la vida. En el caso de Jesús la fe es absolutamente necesaria porque sus palabras y hechos han sido transmitidos por su seguidores, a saber por gentes que creían que su persona era mucho más que la transcripción de los meros hechos. Por esta vía defiende GL que su “historia” de Jesús tenga su componente de teología interpretativa, que en su caso –dice— no representa algo que vaya más allá de la consideración y la puesta por escrito de lo que de Jesús pensaron los primeros testigos. Sostiene que tenemos que tener fe necesariamente en que lo que se nos dice del personaje se acerca a la verdad o nos meteremos en un callejón sin salida. Teóricamente soy un defensor estricto de la pura historia, de la asepsia pura en cuanto sea humanamente posible, pero tengo que aceptar que la tesis de GL tiene su parte de verdad de perogrullo. Pero no se puede admitir con fe todo lo que nos transmitieron los primeros testigos (gente del siglo I con su mentalidad peculiar para nosotros) porque nos llevaría inevitablemente a la aceptación de lo claramente legendario, al posible desvarío, al deslizamiento ingenuo de admitir más de lo que es científicamente admisible. Debe reconocer, ahora bien, que la moderna apologética es muy inteligente, y como un buen abogado, ha escudriñado los mas pequeños resquicios de las debilidades de la crítica y se ha introducido por ahí. Como el libro es muy amplio, me reduciré a comentar algunos temas esenciales. 1. Respecto al reino de Dios, defiende ardorosamente GL la noción de que lo propio de Jesús es el anuncio de que con su persona el reino de Dios ha llegado ya. El tiempo es el “ahora” de Jesús, y el lugar, la tierra de Israel, pero con una proyección hacia todas las naciones de la tierra, conforme a los profetas: el pueblo elegido ha de ser “luz de las naciones”. GL es insensible a la cantidad de textos que afirman que el reino de Dios no ha llegado aún. Cita fugazmente (p. 104) el libro famoso de Johannes Weiss, Die Predigt Jesus vom Reiche Gottes “La predicación de Jesús sobre el reino de Dios” de 1892 (hay un segunda y una tercera edición, expandidas, de 1900), pero es totalmente inmune a sus argumentos. No distingue GL entre los preámbulos del reino de Dios –que se inician ciertamente con la persona de Jesús y con su lucha denodada contra el reinado de Satanás en este mundo-- y la verdadera llegada del Reino, ni tampoco cómo algunas expresiones de Jesús que pueden favorecer la tesis de la presencia real del reino de Dios ya en tiempo de Jesús se deben al lenguaje entusiasta y exaltado de su proclamador. 2. El libro que comentamos tiene un interesante capítulo sobre la restauración / reunificación de Israel en el pensamiento de Jesús, con un buen monto de textos bíblicos que añadir a la obra de Ed Parish Sanders, Jesús y el judaísmo (Trotta, Madrid 2003), un capítulo que no suele aparecer en los libros sobre Jesús de este estilo. Me parece muy recomendable. 3. GL no insiste, como muchos estudiosos confesionales, sobre la absoluta singularidad de Jesús respecto a Juan Bautista y más bien admite que toda la escatología de Jesús depende de él, quien quizás fue su maestro por un tiempo (p.62). 4. GL en capítulos diversos describe a un Jesús desinteresado por la política de su tiempo y radicalmente pacifista. No tiene para nada en cuenta los más o menos 35 indicios evangélicos que apuntan a lo contrario, y que han sido recogidos por Fernando Bermejo en un trabajo muy interesante, ya publicado, titulado Jesus and the Anti-Roman Resistance A Reassessment of the Arguments, que creo que el autor debería resumir en castellano e ir publicando en este Blog, pues su contenido es muy importante y hace cambiar la consideración global sobre Jesús 5. Es también interesante el cap. 5 “La llamada al seguimiento” en la que GL distingue muy didácticamente entre la vocación de los discípulos de Jesús y la de los discípulos de los rabinos de entonces, así como las variantes entre el movimiento de seguidores Jesús y los “discípulos” de los celotas más redicales de su tiempo. Según GL, la comparación más exacta del movimiento en torno a Jesús sería la que genera la imagen de Eliseo respecto al profeta Elías, naturalmente multiplicado por decenas o centenares. 6. Gl se muestra radicalmente contrario a distinguir en la predicación de Jesús entre una ética general y otra “interina”, más apropiada para los momentos finales, inmediatamente anteriores a la llegada del Reino. Pero esta postura deja sin explicar tres posturas éticas señaladas muy oportunamente por diversos investigadotres desde Albert Schweitzer: el desapego de la familia; la dejación del trabajo por la predicación del Reino y el desinterés absoluto por el dinero, temas candentes en las exigencias de Jesús a ciertos discípulos, que si se generalizaran (a pesar de todas las explicaciones de GL) llevarían a una sociedad absolutamente inviable…, por lo que parecen bien descritos como preceptos propios de una ética interina, para unos poquitos, en absoltuo generalizable a todos los seguidores de Jesús. Por tanto parece que la división propuesta por Schweitzer se impone. 7. Los capítulos dedicados a la explicacion da las parábolas de Jesús me han imprsionado favorablemente por la frescura, originalidad, y por las comparaciones que utiliza GL con elementos contemporáneos que ayudan a entender el significado preciso de cada parábola. Como es natural, al postular que el reino de Dios ha llegado ya, GL insiste en la parábolas del crecimiento (grano de mostaza; sembrador). 8. Otro capítulo original e interesante es el nº 8, “Jesús y el universo de los signos”, en donde estudia GL el lenguaje corporal de Jesús, sus actuaciones en los milagros de sanación y exorcismos, el trato con los enfermos y los niños, etc. Me ha descubierto perspectivas interesantes sobre la humanidad de Jesús. 9. No suele aparecer tampoco en los libros de este corte popular (pero, debo insistir, en este caso altamente científico) el tema “Jesús y el Antiguo Testamento”, en el que GL toma posición acerca de cómo Jesús interpretaba sus Escrituras. Por ejemplo, su postura en contraposición a la aparición abundante de la violencia en lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento. Dentro de este mismo capítulo admite GL que Jesús nunca se propuso predicar o evangelizar a los gentiles, es decir, no fue un predicador universalista; calfica la postura de Jesús ante el estado como positiva, porque interpreta la perícopa de Mc 12, “Dad al César…”, como una exhortación a cumplir con las obligaciones estatatales –aunque sean injustas—de cada individuo; se muestra partidario de que Jesús se entendió a sí mismo como el Siervo sufriente de Is 53 (4º Canto del Siervo), pero no entra a discutir que esta cuestión es ampliamente debatida: muchos estudiosos atribuyen la comparación Siervo sufriente / Jesús a los evangelistas, y la entienden como una explicación a posteriori de la pasión y muerte en cruz…, que no serían voluntarias; por tanto, la comparación con el Siervo sufriente no sería una aclaración propia de Jesús. 10. En el cap. 12 “Jesús y la Torá (ley de Moisés)” se muestra muy reticente GL a admitir como propia del Jesús histórico, aun estando de acuerdo con su autoconciencia de su propio mesianismo, la tendencia de los evangelistas --sobre todo Marcos 2 (Jesús curando en sábado y Jesús como Señor del sábado) y Mateo 5 (Antítesis del Sermón de la Montaña)— a presentar a Jesús mesías como portador de una nueva Ley, o de una interpretación super radical de la Ley, es decir, como alguien superior a Moisés, y por tanto con poderes casi divinos. Más bien insite GL en que Jesús no vino sino a cumplir la Torá pero profundizando en su contenido esencial para observarla precisamente con más exactitud, prescinciendo de algunos detalles prescindibles. 11 Otro capítulo interesante es el 19, titulado “La reclamación de excelsitud de Jesús”, título que en español no suena bien, pero que el autor explica claramente al principio de la sección: podría haberlo titulado “autocomprensión” o “autconsciencia ” de Jesús, pero –afirma—se trata de que Jesús dio a entender que reclamaba que se le reconociera como profeta y como mesías de Israel pero con hechos y no con palabras, y que actuaba con gran prudencia por temor a las autoridades. Este modo de proceder se explica por una conciencia muy elevada de sí mismo (en teología se denomina “cristología implícita”, puesta de relieve más tarde por la teología misma de la comunidad de seguidores, que no inventa nada, sino que declara explícitamente lo que Jesús sólo manifestó implícitamente). En esta línea sostiene GL que Jesús exigió (“reclamó”) para sí el título de Hijo del Hombre, que lo conectaba directamente con la misteriosa figura del capítulo 7 del libro de Daniel. Jesús creía que Dios lo constituiría en juez supremo del Juicio Final tal como declaró en el proceso ante el Sanedrín, y en concreto en su respuesta al Sumo Sacerdote: Mc 15,62). Por tanto GL construye un puente en la personalidad misma de Jesús hacia la declaración de divinidad por parte de sus seguidores. Naturalmente GL discute poco los problemas que la investigación independiente ve en toda esta teoría. El cap. 20 aborda el espinoso tema de la resurrección y apariciones, aunque GL declara que no pertenecen al ámbito estricto de la historia, sino al de la fe… Pero recordemos que antes ha justificado que hay razones para creer en la transmisión interpretativa de los primeros testigos (y, por tanto en este caso, en la realidad de la tumba vacía). En consecuencia GL proclama su fe en que Jesús resucitó realmente y que el tema debe entrar en cualquier libro sobre el personaje. Respecto a las apariciones rechaza las teoría de la mentira colectiva, de las visiones o alucinaciones también colectivas o individuales, y sostiene que la mejor explicación de ellas es la teoría denominada “experiencias de descubrimiento”. Fue un convencimiento interno, un descubrimiento, de que Jesús no había permanecido en la muerte, un experimentar en el corazón de sus discípulos la cercanía del Maestro e incluso la gracia de su perdón por haberlo abandonado. Mas tarde estas “experiencias de descubrimiento” se fusionaron en el esquema narrativo tradicional de la aparición (pp. 486-487). Confieso que este campo me desborda y que me declaro escéptico ante esta teoría. 12. El libro de GL no acaba con la resurrección y apariciones, sino con una comparación relativamente detallada de la concepción del reino de Dios de Jesús y las utopias literarias como la Tomás Moro, 1516 y Francis Bacon 1626. El autor sostiene que el reino de Dios predicado por Jesús no es una utopía, sino una realidad presente en el mundo, y la prueba se halla en que inmediatamente tras la muerte de Jesús, a partir del suelo de Israel se crearon comunidades de desguiodres en toda la cuenca mediterránea. La traducción de Villanueva Salas es buena y tiene su mérito al tratarse del alemán. Además, el libro apenas tiene erratas. Hay una graciosa en la p. 533: Ciertos historiadores… “vieron en Jesús una especie de predicador marxista de la revolución que apostataba por la violencia” por “apostaba”. Sí le estaría agradecido al traductor que cuidara un poquito más la distinción en español estre pasado simple y compuesto (por ejemplo, “Los evangelios han hablado desde ángulos diferentes” (p. 52) en vez de “Los evangelios hablaron…”. Me explico: El pretérito indefinido simple se usa cuando se expresa una acción que terminó dentro de una unidad de tiempo ya concluida. Ejemplo “Juan llegó ayer… hace un minuto…. El mes pasado”. El compuesto se usa cuando se describe una acción que va incluida dentro de un lapso de tiempo que todavía dura, no concluido. Ejemplo: “Desde 1850 ha llovido mucho”. Pero “Ayer llovió mucho”. Pero si la acción sigue hasta el presente, utilizaría el compuesto. Compárense los dos ejemplos siguientes: “Desde 1850 a 1950 la Medicina progresó enormemente” (“ha progresado” sería incorrecto porque la acción no dura hasta hoy día). Pero: “Desde 1850 la medicina ha progresado mucho” (sería correcto, porque la acción dura hasta hoy). El libro en su conjunto me parece interesante y da para pensar. Pienso que los que compraron el libro de Pagola hallarán aquí material muy sabrso y que les resultará muy atractivo. La editorial Herder ha hecho bien en traducirlo. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 20 de Diciembre 2013
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Se ha señalado en ocasiones que, aunque varios apologistas cristianos de los siglos II y III (como Tertuliano, Minucio Félix, Ireneo…) conocían las obras de Josefo, no citaron el Testimonium Flavianum. Aunque esto ha sido aducido como prueba de que la totalidad del texto no es más que una interpolación, también se ha aducido como prueba de que el pasaje original debe de haber sido neutral, en la medida en que no habría sido útil para propósitos apologéticos (baste citar como ejemplo a John P. Meier o a R. Van Voorst). Sin embargo, a esto puede objetarse lo siguiente. Para empezar, el silencio de muchos en el período patrístico podría no tener significación alguna. En primer lugar, una porción nada desdeñable de la literatura cristiana de los ss. II y III se ha perdido, por lo que un argumento ex silentio no resulta concluyente. Por otra parte, aunque hubo autores cristianos que usaron a Josefo, en los primeros siglos citaron principalmente no las Antigüedades Judías, sino sobre todo la Guerra de los judíos y el Contra Apión. inconclusive. El único uso claro de las Antigüedades se encuentra en un fragmento atribuido a Ireneo de Lyon, pero este autor no parece haber estado familiarizado con el libro XVIII de las Antigüedades, donde se contiene el Testimonium Flavianum. La razón es que no es probable que esta obra voluminosa sobre la historia judía haya circulado mucho, por lo que muchos autores cristianos podrían no haber conocido durante bastante tiempo el pasaje de Josefo sobre Jesús. Además, antes de Orígenes ningún escritor cristiano parece haber pensado que valiera la pena citar a Josefo como autoridad en asuntos relativos al Nuevo Testamento. Ahora bien, incluso aceptando, en atención al argumento, que hubiera autores cristianos que estuvieran familiarizados con el Testimonium, la razón ofrecida para explicar la ausencia de mención alguna a él es sorprendentemente extraña. Por una parte, algunos estudiosos que mantienen que el pasaje no fue citado porque era neutral y por tanto no susceptible de ser utilizado son los mismos que en otros lugares de sus obras sostienen que la reconstrucción “neutral” es también “bastante favorable” a Jesús. Por otra parte –y esto es más decisivo-, si el texto hubiera sido verdaderamente neutral, resulta muy difícil entender por qué al menos algunos de los tempranos apologistas no lo habrían utilizado: en efecto, aunque no habría sido útil para ser usado en apoyo de creencias teológicas específicas, los autores cristianos podrían haberse dado el gusto de utilizar a Flavio Josefo, un judío no creyente, como un testigo independiente de la sabiduría de Jesús y de su actividad taumatúrgica. Constatamos, por tanto, una vez más, que los supuestos argumentos a favor de una reconstrucción de un texto original neutral pueden ser respondidos fácilmente, cuando no reducidos al absurdo. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Martes, 17 de Diciembre 2013
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Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía II La Homilía está desarrollando el debate entre Simón Mago y Pedro y se mueve alrededor del concepto de Dios. Pedro ha hablado de temas fundamentales dentro de sus intereses: la unidad divina, el Profeta verdadero, la regla de los emparejamientos (syzýgias). La figura de Dios está expuesta en la Biblia y forma parte de la doctrina enseñada por Moisés. Pero llama la atención la insistencia de Pedro en el hecho de la distinción de las partes verdaderas y las partes falaces de la Escritura. Como si la Escritura contuviera pasajes engañosos con el objeto de probar la fidelidad y el criterio justo de sus lectores. Partes verdaderas y partes falsas de la Escritura Pedro lo expresa con absoluta libertad. Dice concretamente: “Las Escrituras aceptaron muchas falsedades contra Dios” (II 38,1). Moisés entregó la Ley con explicaciones a sus discípulos. Pero no mucho después “la Ley escrita aceptó algunas falsedades contra el Dios único, creador del cielo, de la tierra y de todo su contenido. El diablo se atrevió a realizar esto por alguna razón” (II 38,1). La razón era la de desenmascarar a los que escuchan con agrado las cosas escritas contra Dios y justificar a los que buscan siempre las afirmaciones que dejan clara la opinión sobre la bondad de Dios, puesta en duda por Simón Mago. Pedro declara abiertamente que Simón aprovecha las páginas dudosas de la Biblia para engañar a los incautos y desviarlos del amor de Dios. Pero sorprendentemente reconoce que en las páginas de la Biblia existen esos pasajes llenos de falsedades y que formarán el Leimotif del debate de Pedro y Simón. Pedro da la solución en breves pero claras palabras: “Todo lo dicho o escrito contra Dios es falso. Pero decimos esto como verdadero no solamente por el buen nombre, sino en honor a la verdad” (II 40,1). La unidad y la bondad de Dios no dejan posibilidad a duda alguna. Pedro se lo advierte a Clemente para borrar de su mente cualquier sombra de sospecha contra la realidad de que “Dios es único y bueno”. Ventajas del retraso del debate Clemente tendrá ocasión de certificar estos criterios gracias a la dilación del debate. El retraso servirá para que Pedro le exponga la forma de interpretar las Escrituras contra la intención de los impíos que pretenden hacer ley general de los pasajes falaces de la Biblia para apartar a los bien intencionados del amor de Dios y de sus promesas. Pedro explica su idea diciendo a Clemente: “Con el pretexto de la dilación, aprendiendo el misterio de las Escrituras y consiguiendo no pecar contra Dios, te alegrarás sin punto de comparación”. Dios tiene medios para convertir en bien lo que en apariencia parece ser una contrariedad. El insistente “yo Clemente” aborda una vez más a Pedro en demanda de nuevos conocimientos o nuevas razones para comprender los extremos de su doctrina: “Dime cuáles son las mentiras que aparecen en las Escrituras y de qué forma resulta que son realmente mentiras”. Pedro responde y promete dar cuenta de las dudas y consultas de Clemente hasta dejar diáfana la lista de sus verdades. Así habla el maestro a su amigo y discípulo Clemente: “Escucha, pues, de qué modo las Escrituras dicen muchas mentiras sobre Dios, como podrás comprender al leerlas”. Se trata, pues, de la correcta interpretación de las Escrituras con la cautela de que las verdades están a veces enredadas con los errores. El criterio de verdad es la bondad de Dios Pedro parte de una base inconmovible, que es la bondad de Dios. Todo lo que se diga contra Dios, su unidad y su bondad, es falso. El que busca la verdad debe rechazar cualquier afirmación en ese sentido. “No sé, querido Clemente, si alguien, por insignificantes que sean su amor a Dios y su benevolencia, podrá aceptar o ni siquiera escuchar las cosas que se dicen contra él”. No es posible que alguien que tiene un alma monárquica (fe en la unidad de Dios) admita que existen varios dioses o acepte que existe uno solo, pero lleno de defectos. Un Dios lleno de defectos lo haría incapaz de imponer la justicia y el derecho en un juicio justo. Concluye Pedro que Dios es perfecto en todo. Alude a las afirmaciones bíblicas en las que Dios aparece como deliberando sobre lo que desconoce, burlón, impotente, injusto y otros aspectos posibles de su presunta personalidad defendida por el Mago. Pero contra aspectos dudosos o discutibles, Pedro deja caer la afirmación firme y concisa de que Dios es el dueño de todo, que todo lo posee y no necesita de nada. Está por encima de dudas, sospechas o falsas interpretaciones. Todo dentro del discutido carácter personal del Dios Creador, mente artesana que concibió el universo, lo creo y lo conserva con su poder. HANS WAITZ, “Die Pseudoclementinen und ihre Quellenschriften”, en Zeitschrift für die N. T. Wissenschaft, 28 (1929) 270-272; ID., “Die Lösung des pseudoklementinischen Problems”, en Zeitschrift für Kirchengeschichte 59 (1940) 304-341. Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Lunes, 16 de Diciembre 2013
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
La postal de hoy, complementada con otras observaciones, al final y netamente separadas es la transcripción de la presentación pública del libro de Lourdes García Ureña, cuya ficha es: El Apocalipsis. Pautas literarias de lectura. Con prefacio de Adela Yarbro-Collins. CSIC, Madrid, 2013, 231 pp. Colección “Textos y estudios ‘Cardenal Cisneros’ de la Biblia Políglota Matritense, nº 79. ISBN: 978-84-00-09719-6. Precio 28 euros. Señoras y Señores: Como algunos de Ustedes saben, llevo muchos años estudiando el Nuevo Testamento, e incluso he dedicado un capítulo de un libro mío al Apocalipsis desde el punto de vista de la exégesis y de la historia. Creía sinceramente que podía decir que conocía algo de este enigmático libro que cierra el Nuevo Testamento… ¡hasta que he leído el libro de la Profesora García Ureña! ¡Dios mío!, me dije al terminar… Pero ¿había tantas cosas en el Apocalipsis? ¿Se pueden dar tantas pautas de lectura, y tan valiosas, solo desde el punto de vista literario? ¡Qué cantidad de detalles se me habían escapado y que ahora percibo! Y eso que lo he leído siempre el libro en su lengua original, el griego. Opinaba que sabía. ¡Pero ahora caigo en la cuenta de cuánto ignoraba! Este cambio de la obscuridad a la luz se lo debo al volumen que presentamos. Es un libro magnífico, en verdad, en el que la autora ha condensado y destilado muchísimo acumen crítico, mucho de sentido común para analizar y ordenar un material abigarrado y enorme, a la vez que nos ha presentado en él, muy bien digerida, una buena cantidad de bibliografía moderna, no sólo sobre el Apocalipsis en sí –pienso que ha leído todo lo esencial— sino también sobre otros muchos libros de exégesis del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento y de teología en general, y en especial sobre teoría literaria y los géneros, sobre la novela y el relato corto y los cuentos, sobre teoría del discurso, sobre teatro griego, sobre retórica, etc. Este libro que presentamos se basa precisamente en la aplicación de los mejores estudios actuales de teoría del discurso y del relato. Y ahora vayamos a lo concreto. ¿Qué es y qué representa este libro? Voy aquí a ser breve, pues en la descripción del volumen sé que la autora misma va a emplear una buena parte de su exposición. Ante todo este libro es la demostración de que el Apocalipsis es una obra literaria de elevada factura. El que lo escribió no era solo un vidente, sino también un excelente literato que sabía cómo hacer para narrar bien, para transmitir un mensaje nítido, para emocionar, conmover, en casos aterrorizar y en la mayoría, consolar a sus lectores u oyentes, para guiarlos a prepararse para lo que va ser el fin, de lo cual está él convencido ¡Hay que estar bien dispuestos… y los fieles a Jesús pueden consolarse ya por para ellos el final es absolutamente feliz! Este es en síntesis el mensaje. El libro de la Prof. García Ureña expone las pautas de lectura –las líneas según las cuales debe leerse el Apocalipsis-- sirven para comenzar a entender este libro. La autor revela que las pautas generales se hallan al principio del Apocalipsis mismo en 1,1-3: a) es una revelación celeste sobre Jesucristo; b) otorgada por Dios mismo ; c) a sus siervos, y en concreto a Juan sobre aquello que es preciso que ocurra de inmediato; d) y una revelación que es veraz. Y a partir de estas claves, nuestra autora desvela las estrategias literarias empleadas por el autor para comunicar la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo sobre lo que va sucederá al final de la historia; sencillamente para aclarar cómo expone el autor del Apocalipsis que los malvados aquí en la tierra pierden la batalla final y decisiva, junto con su jefe Satanás; cómo ganan los buenos, los que están con Dios, y cómo será la espléndida felicidad futura que les espera. Algo maravilloso porque el paraíso futuro será algo absolutamente nuevo y resplandeciente. El universo antiguo se encogerá, desaparecerá como se va disminuyendo de tamaño un rollo de pergamino y se tira a la papelera por inservible, y en su lugar aparecerá una nueva tierra, un nuevo cielo, y ante todo una nueva y maravillosa Jerusalén…, donde van a habitar por siempre los justos y, finalmente, cómo el autor impulsa a sus lectores a emprender desde ese mismo momento de la lectura la peregrinación definitiva para entrar y habitar permanentemente en esa ciudad maravillosa. Expandir las pautas de lectura y sus estrategias consiste en el desciframiento y exposición del método cómo hace el autor para conseguir el efecto que sus lectores estén ciertos de ese final feliz, lo apetezcan y se sientan entre los elegidos. Ahora bien, sólo hay dos sistemas para lograr hacerse con el conocimiento de estas estrategias; o bien buscamos y hallamos nosotros mismos esas claves a base de muchísimas lecturas, a menudo a ciegas, o bien tiene que venir otra persona que haya pasado ya por esa experiencia y nos las comunique sabiamente. Y este es en resumen el libro que presentamos. El lector moderno necesita ayuda para comprender un texto escrito hace casi veinte siglos con una mentalidad muy distinta a la suya y la autora ofrece magistralmente esa ayuda. Por ejemplo, la primera pauta estratégica: el lector de hoy no debe leerlo en silencio, sólo para sí mismo: se trata de literatura para ser escuchada, más que leída por uno mismo, y se trata también de un libro pensado no sólo para que haya un lector y oyentes en una sala apropiada, sino que esos oyentes deben estar reunidos en una asamblea litúrgica donde se va a proclamar la palabra divina y donde se va a dar testimonio de cómo obró y obrará Jesucristo a favor de sus fieles… ¡que son ellos! Destaca el libro como el escritor ha sido testigo de lo que ha visto, o de gran parte de ello, y también de lo que ha oído. Se le han presentado ante sus ojos dos escenarios, el cielo y la tierra, alternándose, y él ha visto como en un gran teatro no lo que ha pasado ya, sino lo que va a pasar pronto. Consecuentemente el volumen analiza cómo el autor hace para describir lo que ve y todo lo que oye --cómo se mueven las figuras, sus características, sus cualidades, sus vestimentas y colores, su actuación, qué voces, sonidos, ruidos agradables o temerosos rodean a la acción--, o bien por qué de repente el autor pasa del relato a un estilo directo: los personajes no aparecen sólo descritos pasivamente sino que a veces hablan y el libro transmite directamente lo que dicen. Se trata entonces de un drama, no de un relato. La autora investiga cómo se engarzan, pues, las partes narrativas del texto con los diálogos y cómo esta mezcla puede unirse en un género literario preciso, como veremos en seguida. Estudia también la autora de nuestro libro, detenidamente, cómo son las visiones del autor del Apocalipsis. ¿Se pueden dividir en clases, según lo que ve y lo que oye? ¿Cuáles son las características en las que el lector u oyente debe fijarse? ¿Por qué y cómo intervienen seres celestiales, ángeles sobre todo, o Jesucristo o Dios Padre mismo, explicando lo que ocurre o va ocurrir? ¿Cómo describe el vidente los lugares que aparecen en el relato? ¿Por qué se detiene y recrea el autor en los colores e insiste sobre todo en el blanco y en el rojo? ¿Qué técnicas emplea para hacer sensibles los sonidos, que desempeñan un papel importantísimo en el Apocalipsis? Es decir, ¿cómo logra crear una auténtica atmósfera sonora que conduce al lector/oyente al espanto o a la admiración? ¿Es el estilo del Apocalipsis obra de puro gabinete literario, de un autor encerrado entre cuatro paredes, él y su imaginación, o bien el propio de la literatura del pueblo, literatura oral, esa que se transmite popularmente por obra de bardos o aedos que emplean ciertas fórmulas estereotipadas para conseguir los efectos pretendidos? Y, aunque la autora sostiene que se trata más bien de literatura oral, ¿no hay partes que se parecen más a una pieza de teatro, a un drama en concreto, con técnicas que ya encontramos en la tragedia griega, como por ejemplo, la aparición de un heraldo o mensajero que cuenta cosas o anuncia lo que va a ocurrir? ¿Cómo se une una cosa con la otra? Y lo que es más curioso, ¿por qué aparecen coros, como en la tragedia griega, que entonan himnos, con su propia melodía, y que parecen ser como la respuesta del público que participa en lo que se cuenta precisamente a través de la figura de ese coro? ¿Cómo sabemos que esos coros cantaban y cómo podemos intuir que los lectores del momento sabían la melodía con la que iba la letra de lo que cantaban? En una palabra, si queremos entender cómo funciona por dentro, literariamente, el Apocalipsis, el libro de la Profesora García Ureña nos lo dice con gran pedagogía y orden: nosotros lo aprendemos y luego al leer el Apocalipsis, comprendemos. ¿Qué cosas son las más importantes que creo haber aprendido gracias estudio de García Ureña y que opino debo transmitir a ustedes ahora? O dicho de otro modo, ¿qué es lo que más me ha llamado la atención al leer ese libro? Pienso que, ante todo, algo para muchos sorprendente y en lo que yo no había caído en la cuenta hasta el momento: la mejor descripción de lo que es, literariamente hablando, el Apocalipsis es decir que este libro tiene la estructura literaria de un “cuento”, o “relato breve” magistral, por si algunos piensan exclusivamente en cuentos para niños. El cuento es la forma o género literario que mejor se acomoda al conjunto del libro, y es mejor considerarlo así que definirlo como “un conjunto de visiones” o algo parecido. Y para realzar en qué sentido emplea el vocablo “cuento” la Profesora García Ureña tengan ustedes en cuenta que el Premio Nobel de este año ha sido concedido a Alice Munro por sus magníficos volúmenes de cuentos o relatos breves. La inmensa mayoría de los grandes literatos modernos –y ahora está muy en boga el gran Chejov ruso-- ha escrito cuentos, o relatos breves no precisamente para niños por los que son famosos. Según la Prof. García Ureña, el Apocalipsis tiene todas las características de un cuento: intervienen no sólo personajes humanos, sino sobrenaturales, Dios, los ángeles, Satanás; aparecen animales casi personificados, como langostas, o totalmente, como el Cordero, que es Jesucristo; tiene un gran protagonismo una gran fiera con siete cabezas y diez cuernos; los caballos tienen a veces más realce y protagonismo que sus jinetes. Y segundo, y muy importante: el escenario y el tiempo aparecen en una dimensión absolutamente fantástica, como en los cuentos. Los lugares de la acción van cambiando: el cielo y la tierra se alternan (Así,1-3: tierra; 4-5: cielo; 6,1-7,8: tierra; 7,9-17: cielo; 8,1-11,14: tierra; 11,15-19: cielo; 12-14: tierra;15: cielo;16-18: tierra;19: cielo; 20: tierra; 21,1-22,5: cielo y tierra). Lo que va a pasar sobre la tierra acontece o se dice antes en el cielo. El tiempo es una veces el presente y otras el futuro. Por tanto, los personajes y el espacio y el tiempo desempeñan papeles de fantasía como no pueden hacerlo en una novela o en una pieza de teatro normal. Estamos en una estructura de cuento, en la que no importa sólo lo que pasa, a veces importa poco o menos, sino el mensaje, todo lo que se quiere transmitir por medio de la descripción y acciones fantásticas. En el caso del Apocalipsis se trata de un cuento en donde, en mi opinión y en la de otros, las escenas importantes se repiten tres veces para lograr una intensidad pedagógica y emopcional: los tres ciclos de los sellos, las trompetas y las copas son lo mismo, solo que dibujado tres veces con detalles distintos. Un cuento también es donde los números y su significado tienen una importancia notable. Es uno de los patrones dominantes la repetición de unidades numéricas. El número principal es el siete: 1,4ss: siete comunidades a las que el autor dirige siete cartas;1,4 y 11,15 siete espíritus o ángeles; 2,1: siete candelabros de oro y siete estrellas; 4,1-8,1: siete sellos; 5,6: siete cuernos y siete ojos; 8,7-12; 9,1-21; 11,15-19: siete trompetas; 10,3: siete truenos; 11,13: muerte de siete mil personas; 12,3: siete cabezas; 14,1-15,5: siete visiones sobre la llegada del Hijo del hombre; 15,5-16,21: siete copas llenas de desgracias. El significado del siete es la plenitud. Y hay más número importantes como el cuatro… ¡el de los jinetes! En fin podría seguir explicando otras muchas cosas que me han llamado la atención y que he aprendido, como por ejemplo que el que narra, el vidente Juan, es a la vez narrador y personaje de la historia que se relata; cómo mezcla profundos saberes del Antiguo Testamento y de la apocalíptica judía con la cultura griega, etc. Y una cosa importante, he caído en la cuenta de que quien quiera traducir bien el Apocalipsis tiene que leer este libro de la Prf. García Ureña. La precisión en las versiones de los adjetivos, en especial, de los sonidos, y de las características que adornan a personajes y cosas es asombrosa por lo exacta y precisa. Fijándose bien, aquí también se aprende mucho. Pero quiero concluir y dar el protagonismo debido a la autora: al acabar el libro, leído por mí con gran detenimiento, he sentido que me ha sabido a poco; he querido seguir leyendo, pero no había más páginas. He llegado entonces a la conclusión de que es absolutamente preciso que la autora escriba la segunda parte de este libro. Aquí ha expuesto y explicado el método literario del autor del Apocalipsis. Digamos el sistema de su gabinete literario donde recoge y elabora todos los ecos de la literatura oral. O en otras palabras: cómo lo hizo el autor. Cierto: conocer el método de composición es imprescindible para comenzar a entender el Apocalipsis. Pero ahora desearía que la autora escribiera el segundo libro con la idea de transmitir con más detalle el contenido, es decir, la exégesis y explicación más detenida del mensaje, dando ya por supuesto que sabemos cómo el autor ha logrado escribirlo. La autora es una experta, doctora en Filología Clásica y en Teología, ¿quién mejor? Ahora tiene por delante la tarea de explicar en detalle el mensaje: ¿qué dijo exactamente el enigmático autor? Tanto para los lectores de finales del siglo I como para el presente. ¿Cuál es con exactitud su contenido teológico? ¿Es el semi anónimo autor, Juan de de Patmos, un discípulo de Pablo? Por cierto, estoy seguro de que así es, por extraño que parezca a algunos, pues a pesar de ser un libro embebido casi al cien por cien en el Antiguo Testamento y en la literatura apocalíptica judía, los rasgos fundamentales de su interpretación de la figura y misión del Mesías, del valor salvífico de su muerte y resurrección, son totalmente paulinos. Y por eso entró en el canon del Nuevo Testamento, por con ello se acomodaba a sus líneas geneales de interpretación de Jesús. Y por ello la lectura denominada “canónica” –es decir la exégesis apoyada en otros libros del Nuevo Testamento, que es también fundamentalmente paulino—es correcta en este caso. No en vano el Cordero, Jesucristo, figura central del Apocalipsis, se inspira en el dictum paulino “Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado” (1 Cor 5,8). Pero hay muchos más temas a desarrollar en la futura segunda parte: ¿cómo entender la profecía del Apocalipsis: ¿es un libro circunstancial? ¿Una profecía para un momento determinado y solo para ese momento? ¿Es una profecía que no se cumplió, y por tanto queda sin valor? O lo tiene fuera de su época… ¿Es lícito trasladar su mensaje circunstancial a un final de los tiempos indeterminado…, sea este cuando sea? ¿En qué sentido es interpretable como clave de personajes y circunstancias concretas de ese final? ¿Es un código secreto como lo entiende tanta gente…, por cierto de un modo ignorante y grosero. ¿Por qué es tan cruel el Apocalipsis con los enemigos y vaticina tanta destrucción? ¿Dónde está la misericordia divina? ¿Qué hacer con su doctrina del milenio, con esos años de reino de Dios y de su Mesías en la tierra, convertida en Jauja durante mil años? ¿Por qué ya Dionisio de Alejandría atacó no sólo la lengua sino la doctrina del milenio? ¿Por qué el libro no fue declarado plenamente canónico en la Iglesia oriental hasta el siglo X? Y muchos más temas interesantes. La sabiduría de la Maestra puede abordar estas y otras cuestiones análogas, que dada la maestría con la que se ha enfrentado al método, no dudo que será también un éxito cuando se enfrente al contenido. Gracias, pues, Prof. García Ureña por regalarnos este libro imprescindible. Le cedo la palabra. ------------ Hasta aquí la transcripción de mi presentación del libro en la Aula de Humanidades de la Universidad San Pablo- CEU de Madrid. En este Blog quiero añadir algunas pequeñas observaciones, que no tenían lugar en una presentación, pero que tienen su pequeño interés y que no empañan en absoluto el rigor y excelencia del libro presentado: • Ya existe la edición 28ª del texto griego de Nestle-Aland. La autor debía haberla tenido en cuenta (ha escrito su libro sobre el texto de la 27ª), al menos en algunos pasajes esenciales. • Sería necesario insistir, ya que el autor del Apocalipsis es teológicamente paulino, que no debemos traducir la palabra griega doûlos, por “siervo”, que es descafeinarla, sin por “esclavo”, con en la cartas de Pablo (Saulo -- > pasa a Paulos , “El Pequeño”, como nombre de esclavo de Dios, comprado por la sangre de Jesucristo, cambio de estado de quien antes había sido libre). En el Apocalipsis se contraponen los esclavos del Imperio (los poderosos, los comerciantes, los malvados en general) a los esclavos de Dios. Ahora se traduce “siervo”, porque esclavo suena mal… pero en la época de los primeros lectores del texto eso es lo que deseaba manifestar el autor. • La revelación del final que el vidente proclama “nueva” sólo lo es parcialmente: el núcleo está en Pablo (1 Tes 4,13-17), pero es tan parco, escaso y conciso que casi bien merece llamarla “nueva” porque da muchísimos más datos que Pablo. • La autora afirma que hacia el 96, fecha de composición del Apocalipsis, las 7 cartas a las 7 iglesias de Asia Menor, son como las cartas de otros apóstoles a sus comunidades. Puede ser verdad, pero lo cierto es que no se ha conservado ninguna; sólo de Pablo. Las 7 cartas del Nuevo Testamento que no son de Pablo (Sant Jud 1 2 3 Juan 1 2 Pedro) no son auténticas. Por tanto se extrapola la costumbre paulina a otros apóstoles. • Respecto a la divinización de Jesús es interesante señalar que en el Nuevo Testamento las doxologías (acciones de gracias y de alabanza, a la vez) se hacen a Dios, no a Jesús. Pero en el Apocalipsis sí se hacen también a Jesús/ Cordero (ejemplo: Ap 1,5-6), lo cual es muy raro. Por tanto, el proceso de divinización de Jesús está muy avanzado. • En esta línea de avance en la divinización debe señalarse que en el Apocalipsis, al estilo del libro de Daniel, siempre hay dos tronos y por tanto Dios Padre es más importante que el Cordero; éste está subordinado al Padre (monarquianismo o subordinacionismo) porque los casos en los que se menciona un solo trono (Ap 21,3; 22,1) el contexto indica en seguida que es el trono de Dios Padre y no –como se ha preendido—un trono doble, con dos asientos, en el que están sentados Dios Padre y el Cordero en pie de igualdad. Creo que hasta ese punto no llega el autor del Aocalipsis. • Debe observarse cómo el paraíso definitivo consta no sólo de cielo, sino de tierra nueva. ¿Quién la habitará? No lo dice claramente el autor del Apocalipsis; pero nótese que el cielo/paraíso tiene connotaciones materiales. Como buen semita, Juan de Patmos –al igual que Pablo— no puede, probablemente, prescindir del cuerpo de los elegidos, aunque sea espiritual. Este rasgo “materialista”, semita, en contraste con el espíritu griego que no considera que el cuerpo, material, pueda participar de la bienaventuranza de los Acampos Elíseo, puede explicar por qué otro paraíso de una religión originada entre pueblos semitas, el islam, tenga también rasgos materiales y disfrutes incluso sexuales (huríes, etc.). Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 13 de Diciembre 2013
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Hace un año, o quizás año y medio, abordé brevemente en este blog la cuestión de si es más probable que Jesús fuera o no el único miembro de su grupo en ser crucificado. Alineándome con una minoría (exigua pero conspicua) de estudiosos, que van de Robert Eisler a Hyam Maccoby pasando por Samuel Brandon, manifesté entonces que históricamente lo más probable es que, si hemos de creer el testimonio de los Evangelios de que en el Gólgota hubo una crucifixión colectiva, los co-crucificados estuvieron relacionados más o menos estrechamente con Jesús. La idea de que los crucificados con Jesús formaron parte de sus seguidores, o de un grupo conectado con él, no es, por tanto, novedosa en absoluto (más recientemente la ha sostenido en España también, por ejemplo, Josep Montserrat en su libro El galileo armado). Sin embargo, la idea no ha sido –que yo sepa– argumentada con detenimiento con anterioridad. Aunque esto puede parecer llamativo, no lo es tanto si se entiende que, al igual que la aplastante mayoría de estudiosos y lectores dan por supuesto que Jesús no tuvo nada que ver (porque, por razones dogmáticas, no pudo tener que ver con ellos y punto), quienes discrepan suelen dar igualmente por supuesto que esa es la explicación más simple y natural, y que poco más hay que decir al respecto. Habiendo advertido este extremo, consideré conveniente abordar sistemáticamente la cuestión. Dado que un blog no es, evidentemente, un lugar para hacer ciencia, dije entonces a los lectores que volvería al tema una vez lo hubiera tratado y hubiera publicado mis conclusiones en el lugar adecuado. El proceso de reflexión lleva su tiempo, especialmente cuando uno tiene la mala costumbre de exponer su obra antes de ser publicada al juicio de varios de los mejores especialistas (tanto españoles como extranjeros), incluyendo por supuesto a aquellos cuya perspectiva es muy diferente a la de uno. A continuación, el proceso de publicación es asimismo lento, especialmente cuando se escribe fuera de España en revistas en extremo exigentes sometidas a un estricto proceso de revisión por pares. Incluso una vez aceptado el artículo, las respuestas a las objeciones, el proceso de revisión estilística y el de impresión y corrección de pruebas puede llevar a su vez muchos meses (en este caso, medio año). Tras el largo proceso requerido, puedo ahora comunicar a nuestros amables lectores que la tarea ha sido realizada. Mi artículo acaba de ver la luz en una revista especializada que constituye una de las dos o tres publicaciones periódicas de referencia a nivel internacional en los estudios neotestamentarios: “(Why) Was Jesus the Galilean Crucified Alone? Solving a False Conundrum”, Journal for the Study of the New Testament 36.2 (2013), pp. 127-154. El artículo es el primero de una larga serie que verá la luz en 2014, y previsiblemente también en 2015, en otras revistas, y cuya publicación comunicaré a los lectores a su tiempo. El artículo considera las distintas posibilidades en la identificación de los co-crucificados con Jesús (omitiendo la posibilidad de que fuera una pareja de marcianos cuya nave se hubiera estrellado en las inmediaciones del Gólgota…), y concluye que, en todos los casos, con mucho lo más probable históricamente es que se trataba de sediciosos relacionados con Jesús. Aunque resulta claro que, como escribió Nietzsche, lo que no se ha llegado a creer mediante razones no puede ser refutado mediante razones, quienes buscan la verdad –o, como mínimo, la verosimilitud– histórica encontrarán ahí un buen número de argumentos detalladamente expuestos. Para quienes estén interesados, este es el título de las distintas secciones de que se compone el artículo, accesible en un buen número de bibliotecas universitarias españolas: Posing the Right Questions Recovering the Identity of those Crucified with Jesus. Initial Explorations Recovering the Identity of those Crucified with Jesus: A Man in the Middle Deconstructing the Synoptic Gospels’ Accounts on the Co-crucified Why was the Identity of those Crucified with Jesus Removed by the Gospel Tradition? Why were these Men Crucified? Conclusions No son pocos quienes han manifestado con convicción y vehemencia su frontal oposición a la idea de que los co-crucificados con Jesús pudieran tener algo que ver con él. A estos animosos exegetas y teólogos me tomo la libertad de sugerirles que escriban un artículo académico en alguna revista prestigiosa refutando los argumentos de la contribución citada. Les sugiero el propio Journal for the Study of the New Testament, pero si lo prefieren pueden intentarlo con New Testament Studies, Zeitschrift für neutestamentliche Wissenschaft o quizás el Journal of Biblical Literature. En fin, que recordando la tradición esópica… Hic Rhodus, hic salta. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 11 de Diciembre 2013
Notas![]()
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía II La Homilía II continúa introduciendo el futuro debate entre Pedro y Simón. Pedro busca bases reales para un conocimiento profundo de las doctrinas del Mago. Un obstáculo real para las posturas de Pedro es la abundancia de signos y prodigios realizados por Simón. Clemente recibe información precisa sobre los sucesos, pero distingue por visión de Pedro la clasificación de los milagros de Simón Mago. Pedro establece el criterio para la clasificación de los signos. Todos, los fieles y los recalcitrantes, reconocen que se trata de hechos reales. Pero Pedro rechaza el valor de los milagros que podrían ser clasificados en el elenco de inútiles (II 33.1). Milagros útiles y provechosos “En cambio, dice Pedro, los signos de la verdad misericordiosa son beneficiosos para los hombres”. Así fueron los realizados por Cristo y son ahora los que Pedro hace en el nombre del que lo envió a evangelizar. Zaqueo llega anunciando que Simón pospone el debate, circunstancia que produce en Clemente un cierto disgusto. Se creía bien preparado y dispuesto para debatir con el Mago el tema de la dirección del mundo, si por el azar o por la Providencia de Dios. El retraso del debate le causaba una contrariedad, por la que Pedro tuvo que salir al paso diciendo a su amigo que nada ni nadie quitaría la posibilidad de la victoria de Pedro sobre su adversario. Más aún, estaba seguro de que Dios sacaría algún bien del retraso, aunque sólo fuera el hecho de loa posibilidad de una mejor preparación para el debate. Amigos de Pedro infiltrados entre la compañía de Simón Como prueba de su afirmación, Pedro se dispuso a instruir a Clemente acerca de ciertos detalles útiles para sus fines y propósitos. Le informa concretamente del hecho de que algunos amigos y fieles de Pedro convivían fingidamente con Simón con la clara intención de conocer más detalles y más profundamente de las ideas del Mago. Pedro lo refiere con absoluta claridad: “Algunos de nuestros compañeros conviven fingidamente con Simón como si estuvieran convencidos por su error más ateo, con la idea de conocer sus propósitos y explicárnoslos para que podamos debatir razonablemente con ese hombre terrible” (II 37,1). Pedro, pues, no descuidaba ninguna posibilidad de hacer el debate más favorable a sus principios. Y conocimiento de los argumentos de su adversario era una palanca poderosa para cerrar todas las escapadas de la habilidad dialéctica de Simón. Retraso del debate provocado por Simón Pedro se lo explica a Clemente no sólo para consolarle del disgusto del retraso del debate, sino para confirmar su optimismo ante las facilidades que la dilación provocada por el Mago proporcionaba a su preparación. Era Clemente un colaborador excelente de Pedro. Su cultura filológica y su entusiasmo por la doctrina de Pedro formaban un dúo muy útil para los fines del Apóstol en su contencioso con el Mago en uno de los temas fundamentales de su enemistad mutua sobre la doctrina del gobierno del mundo. Según la opinión de Pedro, la dilación era no sólo una contrariedad sino un motivo de felicitación de Pedro a su amigo Clemente, que de este modo quedaba mejor equipado para el combate dialéctico con un hombre calificado de terrible por el mismo Pedro. Uso común de la Escritura en Pedro y en Simón Mago Un hecho comúnmente aceptado por Pedro y por Simón era la autoridad de la Ley y la Sagrada Escritura. Ambos debatientes recurren por eso a la Biblia en busca de argumentos que favorezcan sus posiciones doctrinales. Pedro comienza reconociendo que las Escrituras contienen errores sobre la unidad de Dios, puestos en ellas como prueba para sus lectores. Como no era para menos, el mismo diablo andaba por medio de los textos sagrados para engañar a los lectores. Ya veremos cómo Pedro y Simón tendrán que abordar textos bíblicos en los que se habla de dioses o presentan usos de Dios que habla en plural, como si realmente se pudiera hablar de dioses en plural. El autor dirá con cierto convencimiento que si habla en plural, es porque existen por lo menos más de un Dios. El gran argumento de Pedro no puede ser más contundente. Las afirmaciones contrarias a la bondad y unidad de Dios son necesariamente falsas. En consecuencia, cuando Simón afirme que Dios hizo cosas malas y que merece ser reprochado por su actividad, no merece aducir más argumentos para concluir que su doctrina es falsa y merece ser rechazada por sus errores admitidos y afirmados. Dentro del enfrentamiento dialéctico entre Pedro y Simón, veremos otro día la estrategia de Simón para engañar a los incautos, a la que se opondrá Pedro con una presentación de la personalidad de Dios como Dios único y Creador de los cielos y la tierra con todo lo que contienen. Como veremos más adelante, la Mitología griega ocupa una gran parte en la Literatura Pseudo Clementina. El texto da testimonio claro de esta afirmación, que puede comprobarse en JAMES M. R., “A Manual of Mythologie in the Clementines”, JTS 33 (1932) 262-265. Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Lunes, 9 de Diciembre 2013
Notas
Escribe Antonio Piñero:
Hoy me escribe un lector lo siguiente: Sigo y archivo con mucho interés todas sus aportaciones, pero en el tercer comentario al libro GPO Crítica antropológica de la religión, en el tercer y último punto de su valoración, cuya cita es: 3. Y como dije al final de mi comentario a “La Religión, ¡vaya timo!” no pierdo la esperanza de que, como todo lo material, el universo entero, parece estar guiado por un Elemento Racional, en apariencia al menos y a pesar de la teoría del caos en lo “infinitamente” pequeño, la Razón Universal, formar parte de ella como un mínimo átomo tras la muerte. Mi respuesta: Es una repetición aunque abreviada pero en el fondo es lo mismo, de lo que puse al final de la tercera entrega de mi reseña a "la Religión, vaya timo". En el fondo quiero decir que, aunque sea agnóstico, me resisto a creer que no haya absolutamente nada después de la muerte en el sentido de que como soy Spinoziano, pienso en un "Deus sive natura"; que el universo está regido por una razón universal y que desearía que, al menos el espíritu de cada ser humano que lo merezca pueda conservarse como un átomo de esa razón universal. Saludos cordiales Antonio Piñero
Domingo, 8 de Diciembre 2013
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Concluimos hoy la reseña de Crítica antropológica de la religión de Gonzalo Puente Ojea La tercera parte del libro, que va imbricada en los diversos capítulos anteriores a los textos, es un crítica acerba y dura en ocasiones, a otros autores de libros sobre los orígenes de la religión. Menciono sólo los más importantes: Pascal Boyer, Religion Explained. Evolutionary Origen of Religious Thought, Basic Books, New York 2001; Walter Burkert, La creación de lo sagrado: la huella de la biologia en las religiones antiguas, Acantilado, Barcelona 2009 –que yo mismo reseñé en Revistadelibros, cuando se publicaba en papel, en 2010--. GPO los critica porque sus obras obedecen a planteamientos esencialmente fenomenológicos y meramente conductistas (p. 46) , lo que supone “una indigencia intelectiva y metodológica”. Especialmente duro es GPO con Burkert a quien critica que se anda por las ramas al definir la religión como a) que se ocupa de lo invisible; b) en que trata de comunicarse y interelacionarse con esos socios invisibles, y c) que tiene una pretensión de verdad y de legitimación por su supremo interés para el ser humano (p. 49). GPO indica que los análisis de Burkert "son misérrimos y plagiados" y su tesis sobre la religión es "criptoanimista". Intenta sazonar sus teoría "con un acento científico naturalista, biologista y evolucionista que no aporta nada más que vaguedades y nada nuevo" (íd.) Otra dura crítica va contra Roy A. Rappaport, Ritual and Religion in the Making of Humanity, Cambridge University Press, Cambridge 1999; versión española de 2001en la misma editorial, porque es una apología descarada de los ritos religiosos, que no conduce a ningún sitio y porque su obra es una “selva selvática de toda suerte de sugerencias, ideas, nociones y conceptos combinados en una amalgama de ritual y religión (aprovecho para insistir una vez más en que es conveniente en castellano distinguir entre “ritual” = “normas para ejecutar un rito” y “ritos” acciones que se ejecutan conforme a un ritual; que el inglés no distingue y que si nosotros seguimos esa no distinción empobrecemos el castellano: a propósito: en líneas generales GPO es un magnífico traductor con más que notables aciertos), o la inversa, de figura circular y y reversible, que hace imposible establecer un esquema direccional de causalidad eficiente y real, y tampoco de orden lógico consistente, que nos sea autorreferencial y retórico, porque no pasa de ser un ingenioso ejercicio de prestidigitación verbal que elimina toda significación genética y realmente causal, como dicta la escuela formalista, conductista y sociologista a la que pertenece. En suma, un discurso compuesto con retazos y en el cual ‘todos los gatos son pardos’, dicho con una metáfora popular muy querida por la tradición filosófica idealista” (p.53). Contra una posible interpretación de la génesis de la religión en la mente humana ya desarrollada, en concreto en su capacidad para articular palabras y montar una sintaxis y una semántica, y que esta capacidad fuera la “causante” de la creación de la religión, argumenta GPO que este planteamiento sería en extremo superficial y fenomenológico, intrascendente y poco apropiado. La palabra es el átomo lingüístico, puramente convencional a la hora de la relación entre el sonido y sus referentes, y la imagen es el átomo representacional. Ahora bien, se producen muchísimos errores generados por malos usos, lo que crea en muchas ocasiones un caos cognitivo e intelectual. Buscar por ahí la vía para indagar sobre el origen de la religión no lleva a ninguna parte. Todo esto a propósito del libro de Steven Pinker, The Language Instinct. How the Mind Creates Languages, Allen Lane, London, 1994. Igualmente ataca GPO con dureza a Jerry Fodor-Steven Pinker por su modelo canónico de la teoría representacional/computacional de la mente (pp. 90-106), que tiene también como base que la mente crea procesos mentales con contenido, e indirectamente que estos contenidos se corresponden con la realidad (p. 99). El ataque de GPO va contra la idea subyacente de esta teoría que podría expresarse así: si la mente crea la religión –en apariencia necesariamente—es porque crea algo con contenido, y ese contenido, el mundo de Dios, de la religión, de lo sobrenatural, de lo espiritual etc., es algo existente en la realidad. GPO argumenta que el “núcleo ontológico y gnoseológico de la teoría es… la teoría causal de la mente…(repito: la mente crea contenidos “objetivos”), que es errónea, así como lo es también postular que las “representaciones mentales son la única manera de hacer científicamente respetable a la psicología”, en concreto a la psicología del sentido común… (p. 92). GPO concluye taxativamente que las meras representaciones son en muchos casos productos fantásticos de la mente. En una palabra, fuera de la hipótesis animista sobre el origen de la religión, hay pocas perspectivas de verdad. El resto de las hipótesis son altamente especulativas y carentes de baso. Segundo: el animismo con su dualismo ontológico espíritu-materia no se corresponde con la realidad ni con la ciencia de hoy. Es una falacia inteligente, pero falacia al fina y al cabo. Tercero: fuera de un sistema rigurosamente materialista, científico, que atienda a los avances de la neurofisiología del cerebro, en un marco íntegramente empirista, no hay manera de explicar el proceso del conocimiento humano. No hay más que energía física en diferentes estados. El cerebro funciona químico-físicamente a base esencialmente de descargas eléctricas. Incluso los conceptos más abstractos y las emociones no son más que estados físicos del cerebro. La mente es igual al cerebro. El yo es una función del cerebro. Si a esto se añade que la idea de Dios en sí radicalmente contradictoria y que lo único existente es el universo material, no hay lugar ninguno para la religión y menos para una religión que se base en revelaciones de lo Alto y que esté llena de mitos. El ataque es total y destructivo. ¿Qué pensar de toda esta construcción? Mi respuesta es similar a la ofrecida en la reseña del libro “La religión, ¡vaya timo!”, que resumo brevemente: 1. Estoy de acuerdo en que la idea de Dios, en concreto la que procede por un lado de la revelación bíblica y por otro de la filosofía platónica aristotélica es contradictoria. No `pueden darse a la vez, y en grado eximio, atributos que en sí son contradictorios como la justicia absoluta y la misericordia absoluta. Admito, de acuerdo con mi reseña al libro de A. Torres Queiruga, Algo así es el Dios en el que yo creo, Trotta, Madrid, 2013, que no me convence en absoluto la existencia de Dios, y menos de un Dios personal, con la simultanea existencia del Mal (en sí el mal no existe, dice GPO, sino que es un mero flatus vocis; lo que hay son actos o acciones que pueden ser negativos a hacer daño a alguien, etc.). No me convence la absoluta necesidad que pudiera haber tenido Dios de crear un mundo finito, y por tanto muy imperfecto y dañino, aunque podamos decir con Leibnitz que es el mejor de los mundos posibles. Los argumentos que coadunan Mal y Dios no me convencen en absoluto. Hay que buscar por otro lado. 2 En todo caso podemos actuar “como si” Dios existiera, como dice Enmanuel Kant en La crítica de la razón práctica, movido por su pasmo ante el cielo estrellado. 2. La mente humana está hecha de tal modo que solo puede pensar materialmente. De hecho expresamos nuestras ideas no sensibles por medio de conceptos sensibles. Un ejemplo: a un profesor para decir que explica bien o mal se la llama “claro” u “oscuro”…, ambos son términos físicos, aunque nos referimos a cualidades de su mente y de su exposición. La mente humana es esencialmente materialista y piensa en términos materiales; es muy difícil conseguir la abstracción pura. Y si la conseguimos, por ejemplo, en matemáticas, con conceptos como triángulo, etc., no podemos imaginarnos prácticamente nunca un triángulo abstracto sin unas medidas concretas. Esta característica de la mente humana explica por ejemplo, la tendencia hacia las metáforas y los símbolo; la razón es que no podemos explicar lo aparentemente intelectual si no es por medio del ámbito material, por ejemplo, Dios como “luz de luz” que nos conduce por analogía a lo imaginamos como inmaterial. Por tanto, la misma mente humana nos lleva como de la mano a pensar que nada hay más que la materia. 3. Y como dije al final de mi comentario a “La Religión, ¡vaya timo!” no pierdo la esperanza de que, como todo lo material, el universo entero, parece estar guiado por un Elemento Racional, en apariencia al menos y a pesar de la teoría del caos en lo “infinitamente” pequeño, la Razón Universal, formar parte de ella como un mínimo átomo tras la muerte. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 6 de Diciembre 2013
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
La cuestión que se plantea en el título de la postal de hoy es obviamente crucial, y ha sido abordada de nuevo en la literatura especializada en las últimas décadas. Antonio Piñero ha dedicado una serie de interesantes postales a la cuestión, comentando también algunas de las obras recientes. Mi intención hoy no es abordar este tema, sino llamar la atención de los lectores sobre un dato que quizás ha podido pasar inadvertido para muchos. Me refiero a lo ocurrido con el libro de Larry W. Hurtado, How on Earth Did Jesus become a God? Historical Questions about Earliest Devotion to Jesus, William B. Eerdmans, Grand Rapids (Michigan), 2005. La editorial Sígueme publicó, en enero de este año, el librito ¿Cómo llegó Jesús ser Dios? Cuestiones históricas sobre la primitiva devoción a Jesús, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2013, 157 pp. ISBN: 978-84301-1821-2. (Traducción de F. J. Molina de la Torre). Sobre lo que quiero llamar la atención de los lectores interesados es sobre el hecho de que el librito en castellano no corresponde, en realidad, sino parcialmente, al original inglés. El original está formado de 8 capítulos, 2 apéndices escritos por Horst-Heinz Deichmann y Roland Deines, y va acompañado de 3 índices (de autores modernos, materias y textos citados), y tiene 234 páginas en un formato de libro habitual. Sin embargo, la versión española contiene únicamente la traducción de tres de los ocho capítulos, y ha suprimido los apéndices y varios índices; ha modificado ligeramente la introducción y las conclusiones; y tiene 160 páginas en formato minor, de modo que en realidad contiene aproximadamente un tercio del libro original. La explicación de esto es, simplemente, que el responsable de copyright de la editorial Sígueme, por un descuido, no hizo constar este extremo, por lo que muchos lectores pensarán que el librito en castellano corresponde al original, lo que ya he dicho está lejos de ser el caso. La editorial quiso hacer un libro accesible y fácilmente legible, y optó por la traducción únicamente de los 3 primeros capítulos y por la omisión de otro material. Esto significa, no obstante, que los lectores interesados en la argumentación de Hurtado deberán acceder al original inglés. De todos modos, quienes tengan poco tiempo o ganas de leerse todo el original no habrán desperdiciado su dinero. Los 3 capítulos elegidos reflejan bastante bien las ideas centrales de Hurtado y proporcionan un vademécum del pensamiento de este autor, sin duda uno de los protagonistas de referencia en el debate actual sobre el tema mencionado. Los dos apéndices del libro son, en el mejor de los casos, completamente secundarios. Doy aquí, a los lectores interesados, los títulos de los capítulos 4 a 8 (los capítulos 5 a 8 habían sido publicados antes por el autor en revistas especializadas): 4. A "Case Study" in Early Christian Devotion to Jesus: Philippians 2:6-11 5. First-Century Jewish Monotheism 6. Homage to the Historical Jesus and Early Christian Devotion 7. Early Jewish Opposition to Jesus-Devotion 8. Religious Experience and Religious Innovation in the New Testament Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 4 de Diciembre 2013
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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