Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Por medio del estudio de • Las técnicas de traducción, como ha puesto de relieve Natalio Fernández Marcos; del • Agrupamiento de vocablos típicos de un lugar con un sentido determinado, • Por alusiones históricas, • Por ciertas expresiones características o incluso • Por alguna leve tendencia teológica en la traducción, los expertos han llegado también a afinar ciertos criterios internos para dilucidar en qué zona geográfica se tradujo cada uno de los libros. Ciertamente, en Egipto se tradujeron —además del Pentateuco— Jueces, 1-4 Reyes, 1-2 Crónicas (Paralipómenos), Proverbios, Job, Isaías, Jeremías, Baruc, Ezequiel. Lo más sorprendente es la afirmación común de los investigadores de que no fue Alejandría la cuna de todas las versiones; muchos libros se tradujeron al griego en la misma Palestina. Así, vieron la luz en Judea probablemente Rut, Ester, Cantar, Lamentaciones, Judit, 1 Macabeos. De origen palestino, aunque morara en Alejandría, era el traductor del Eclesiástico. Sobre el resto de los libros (por ejemplo los “profetas menores”) se albergan dudas casi insolubles respecto a su lugar geográfico de procedencia. Interés de la versión de los Setenta Ya hemos escrito al principio de esta serie acerca de la trascendencia religiosa y cultural de esta versión. Como a finales del siglo II a.C. se había completado la versión de los libros bíblicos más importantes del luego llamado canon hebreo, y puesto que los manuscritos a partir de los cuales se imprime hoy el texto hebreo son muy tardíos --del s. X/XI d.C. en adelante, con la excepción de los manuscritos hebreos bíblicos hallado en Qumrán--, la versión de los LXX, realizada sobre manuscritos mucho más antiguos, ofrece un doble interés. • A unos investigadores interesa las lecturas de los textos hebreos que subyacen a la traducción y que pueden reconstruirse, ya que la versión es por lo general muy literal. Así pues, los LXX pueden servir para restaurar críticamente el texto hebreo del Antiguo Testamento. · A otros estudiosos les atraen los LXX por el carácter griego mismo de la versión, como fuente para el conocimiento de la lengua, ideas y religión del judaísmo helenístico, que se expresó en griego. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 8 de Octubre 2011
Comentarios
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
De lo escrito se deduce fácilmente que la Biblia griega de los Setenta (LXX) recoge versiones de diferentes traductores, de muy variada calidad y de épocas distintas. A menudo también las traducciones de las diversas partes de un mismo libro, son diferentes en lengua, estilo y técnica de traducción, aunque se encuentran también marcadas coincidencias y rasgos comunes. En general la calidad de las versiones es buena y tendente a la fidelidad literal. Eso ayuda mucho hoy día –aunque tengamos un concepto muy diferente de lo que es una buena traducción— para saber en todo momento qué texto hebreo subyace a los libros. Cada libro presenta características propias. La versión de Proverbios y Job se aparta considerablemente del texto hebreo que conocemos, pero su griego es excelente. La traducción del Eclesiastés es, por el contrario, de una literalidad extremada y servil. A veces aparecen traslaciones de frases hebreas difícilmente inteligibles para un griego nativo. En ocasiones los traductores proceden más libremente con el original hebreo, como quizás suceda con el libro de Job (el Job de los LXX es una sexta parte más breve que el texto “masorético”, es decir, el texto hebreo dotado de vocales y de la masora, o variantes de lectura y escritura de cada pasaje anotadas al margen del manuscrito). En el caso de los Proverbios, los LXX se apartan también notablemente del original hebreo, quizás por tener un texto base distinto al que conocemos. Así, por poner un ejemplo, en Prov 8,22-31 la Sabiduría aparece más claramente que en el texto hebreo como figura divina personificada, engendrada por Dios y garante de una perfecta creación. Las expresiones técnicas filosóficas griegas no tuvieron relevancia en la traducción de los Setenta más que en casos excepcionales, como veremos. Pero la influencia general de la mentalidad griega, la lengua término de la traducción, es indudable, como veremos, ya se tratara de una versión estrictamente literal o de una más libre. Los Setenta llegaron a ser la fuente del lenguaje teológico del judaísmo helenístico y, por tanto, del cristianismo primitivo. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 7 de Octubre 2011
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Dado que debo confesar que en ocasiones, lamentablemente, no me es posible responder a los comentarios de los lectores –por inteligentes y amables que sean–, aprovecho hoy mi turno para efectuar un par de observaciones sobre algunas preguntas al último texto que inserté en el blog. De lo escrito la semana pasada espero resulte claro que no me he manifestado tajantemente a favor de la autenticidad del logion contenido en Mt 10, 23b. Por ello, me resulta razonable que haya quien se incline por lo contrario, como declara hacerlo algún amable lector. Por el momento, sin embargo, sigo inclinándome a considerar más probable su proveniencia jesuánica. En esta opción, me alegra hallarme en compañía de un autor creyente como es Dale C. Allison (a quien tengo por uno de los más competentes investigadores contemporáneos sobre la figura histórica de Jesús). El dicho no presupone necesariamente la muerte de Jesús (como, por lo demás, tampoco la presupone –a diferencia de lo que a veces se afirma– Mc 14, 25). En este sentido, aunque a alguien le parezca “testamentario”, tal "parecer" no va más allá de una impresión subjetiva -como indica el propio lector que esgrime la objeción, al emplear el verbo "parecer"-. Respecto a por qué poner en boca de Jesús una profecía fallida, la respuesta puede ser precisamente que el dicho había sido transmitido en la tradición, y que estaba tan bien establecido en ella que no podía ser eliminado fácilmente. La presencia del dicho a pesar de la dificultad que crea es lo que, en principio, aboga por su autenticidad. Lo mismo ocurre con otros dichos citados en mi anterior post. En todo caso, el punto principal de mi texto no era solo mostrar que existen argumentos razonables (razonables, no -lo repito- definitivos) a favor de la autenticidad del dicho, sino también, y sobre todo, hacer reflexionar a los lectores sobre el hecho de que exegetas respetados (como v. gr. John P. Meier) se empeñan en convencernos de que Mt 10, 23b no es auténtico, a pesar de que existen argumentos razonables a favor de su autenticidad. Tal vehemencia parece corresponder no tanto al rigor científico, cuanto -como ocurre en otros casos con Meier (y con tantos otros) a la necesidad de conjurar la posibilidad de poner en boca de Jesús ciertas afirmaciones (que, en este caso, muestran las limitaciones cognoscitivas del predicador galileo de modo especialmente claro). Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Jueves, 6 de Octubre 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Sea exactamente como fuere el motivo último de la versión de los LXX, tal como escribíamos en la nota anterior, al principio, s. III a.C. sólo se tradujeron los cinco primeros libros de la Biblia. La base textual de esta versión era la forma alejandrina del texto hebreo, a su vez una variante de la palestinense. Es decir, se supone que los judíos alejandrinos tenían en la Biblioteca de sus sinagogas una copia de la Biblia hebrea que circulaba por Israel y qu habría otra por Babilonia, donde residían muchos judíos. Sólo más tarde les tocó el turno a otros escritos, hasta el último, el Eclesiastés, que fue vertido por un judío llamado Áquila hacia el año 125 de nuestra era. Su traducción, como otras que emprendió este sujeto, era en extremo literal. Casi ilegible para un griego de nacimiento. En el intermedio se tradujeron los Salmos (hacia 210 a.C.), luego Ezequiel, Isaías, Reyes, Jueces (ya concluida su traducción a mediados del s. II a.C., pues en esos momentos Eupólemo, historiador judío, emplea los LXX para su Crónica). Los libros de Daniel, Esdras, Macabeos, Job, Proverbios estaban ya vertidos a finales del s. II a.C. Parece que Ester estaba ya traducido poco después del 114 a.C. El nieto de Jesús ben Sira (el autor del Eclesiástico), llegado a Egipto el 132 a.C., menciona la existencia de una traducción, evidentemente completa, de la Torá, de los Profetas y de los restantes escritos, que debía ser la de los LXX (Eclo, Prólogo). Finalmente, Ester, Rut, Cantar de los Cantares fueron trasladados al griego bien un poco antes, o ya en tiempos de la era cristiana. La leyenda de la versión milagrosa se amplió, aplicándose a todos los libros del texto veterotestamentario, y se supuso que gozaba de la misma inspiración divina. Finalmente se añadieron a la colección algunos escritos de fecha más reciente, compuestos ya originariamente en griego (ciclo de los Macabeos y la Sabiduría de Salomón). Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Miércoles, 5 de Octubre 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Toca por fin el turno al Comentario al Evangelio de Marcos, segunda parte,, de Joel Marcus, de La Universidad norteamericana de Duke, tan mencionado por mí. Le tengo un especial cariño porque es uno de los libros que más me han gusto últimamente. Y también porque este volumen ha sido traducido por mí, por encargo de la Editorial Sígueme de Salamanca, para la “colección de Estudios Bíblicos” (nº 131). Ha supuesto una buena dosis de trabajo… durante un año. Pero el autor confiesa que a él le ha costado ¡16 años componer el comentario completo! Me falta por indicar el ISBN: 978-84-301-1736-9. Este comentario, como han podido comprobar los lectores en algunas muestras que he presentado en el Blog, contiene mucho material nuevo y sorprendente. Conozco ya por lo menos a dos personas que me han confesado que lo han leído con absoluta lentitud y devoción, casi como si estuvieran estudiándolo de rodillas. Lo más interesante, creo, es cómo el autor se mete dentro de la piel del Evangelista y desentraña su pensamiento, a base de un prodigioso juego de comparación con el texto de otros pasajes del evangelio mismo, y sobre todo, con la literatura judía de la época o posterior. A la hora de la traducción nunca di la lata al autor preguntándole dudas –como creo que hacen a menudo otros traductores incomodando a los autores--porque su inglés es claro, aunque conciso y denso en ocasiones. Pero cuando estaba a mitad de la traducción, le escribí para darle mis felicitaciones por la emoción que me había producido una de sus páginas. Transcribo la carta tal como la pensé y envié: la traducción es de ahora: Dear Joel: À propos of a brilliant metaphor you have written at P. 834, “To gaze at William Blake’s radiant engraving of the latter text”, which I suppose is to be understood as “having read a poetry” by Blake, I do like to send the following lines to you for your satisfaction. I have sustained many times in public that only Jews, brought up since their infancy in all Jewish traditions, can deeply understand Jewish products such as the Gospels. We, brought up as Christians, have our eyes wide shut! Normally, the beauty, deepness, and intensity of most of your conclusive sentences in your COMMENT (most of them at the end of your “COMMENTS”) are most striking. Here is one of the most impressive… al least for me: “We can only conclude that, for Jesus, the divine creativity has something better than sex in store for the redeemed. And those who have read the rapturous last canto of Dante’s Divine Comedy, or the description in Job 38:7 of the morning stars singing together, the divine beings shouting for joy; or have gazed at William Blake’s radiant engraving of the latter text; or have listened to the movingly human yet intensely mystical ending of Mahler’s Resurrection Symphony—such audiences may experience a similar intimation that the future life will be characterized by exaltation and even by ecstasy, and that this ecstasy will somehow be reflected not only in purified souls but also in glorified and mutually glorifying bodies. This intuition of the corporeal nature of redemption is confirmed by the linkage that our passage forges between redeemed humans and the angels in heaven, since elsewhere in Mark heaven is the origin of the miraculous divine power that creates food in the wilderness (6:41), sweeps away physical deficiencies (7:34), and fills Jesus’ own body with wonder-working power (1:10–11).” (P. 834). And here the Spanish translation (I hope you can read it): “Sólo podemos concluir que, para Jesús, la creatividad divina tiene en cartera para los redimidos algo mejor que el sexo. Los que han leído el último y entusiasta canto de La Divina Comedia de Dante, o la descripción en Job 38, 7 de las estrellas matutinas que cantan juntas, seres divinos que estallan de alegría; o han contemplado el radiante grabado de William Blake de este último texto; o han oído el final de la Sinfonía de la Resurrección de Mahler, conmovedoramente humano y a la vez intensamente místico, tales personas pueden sentir similarmente las señales de que la vida futura se caracterizará por la exaltación y hasta por el éxtasis, y que este éxtasis se reflejará de algún modo no sólo en las almas purificadas, sino también en los cuerpos por igual glorificados que se glorifican mutuamente. Esta intuición de la naturaleza corpórea de la salvación se confirma por el vínculo establecido por nuestro pasaje entre los redimidos y los ángeles en el cielo, puesto que en otros lugares del Evangelio de Marcos es el cielo el origen del poder milagroso divino que crea el alimento en el desierto (6, 41), que elimina las deficiencias físicas (7, 34), y que plenifica el propio cuerpo de Jesús con un poder que obra maravillas (1, 10-11)”. Only the one who knows how uninteresting the corporeal body for the normal Christian mentality (Gnostic) is, and only the one who at he same time knows the deep respect for the corporeal creation and the humanitarianism that Jews have had ever since, only this man can perceive that this comment could never arise from the pen of a mere Christian, but only from the pen of a Judeo-Christian! I have read it in a loud voice, in Spanish, before my wife, and my tears sprang off my eyes of elative emotion. Thank you indeed for your work. I am enjoying it. Warm regards Yours, Antonio He aquí la traducción que he hecho para esta nota Querido Joel: A propósito de una brillante metáfora que ha escrito Usted en la p.. 834, “To gaze at William Blake’s radiant engraving of the latter text”, que supongo debe entenderse como “tras leer una poesía” de Blake, tengo el gusto de enviarle las líneas siguientes que serán de su satisfacción. He sostenido muchas veces en público que sólo los judíos, nutridos desde su primera infancia en todas las tradiciones judías, pueden entender profundamente productos judíos como los Evangelios. Nosotros, los educados como cristianos tenemos para ellos los ojos cerrados. La belleza, la profundidad y la intensidad de la mayor parte de sus frase que concluyen su COMENTARIO (la mayor parte de ellos al final de sus "COMENTARIOS") son normalmente extraordinarios He aquí uno de los más impresionantes… al menos para mí: “We can only conclude that, for Jesus, the divine creativity has something better than sex in store for the redeemed. And those who have read the rapturous last canto of Dante’s Divine Comedy, or the description in Job 38:7 of the morning stars singing together, the divine beings shouting for joy; or have gazed at William Blake’s radiant engraving of the latter text; or have listened to the movingly human yet intensely mystical ending of Mahler’s Resurrection Symphony—such audiences may experience a similar intimation that the future life will be characterized by exaltation and even by ecstasy, and that this ecstasy will somehow be reflected not only in purified souls but also in glorified and mutually glorifying bodies. This intuition of the corporeal nature of redemption is confirmed by the linkage that our passage forges between redeemed humans and the angels in heaven, since elsewhere in Mark heaven is the origin of the miraculous divine power that creates food in the wilderness (6:41), sweeps away physical deficiencies (7:34), and fills Jesus’ own body with wonder-working power (1:10–11).” (p. 834). He aquí la traducción española (espero que Usted pueda leerla): “Sólo podemos concluir que, para Jesús, la creatividad divina tiene en cartera para los redimidos algo mejor que el sexo. Los que han leído el último y entusiasta canto de La Divina Comedia de Dante, o la descripción en Job 38, 7 de las estrellas matutinas que cantan juntas, seres divinos que estallan de alegría; o han contemplado el radiante grabado de William Blake de este último texto; o han oído el final de la Sinfonía de la Resurrección de Mahler, conmovedoramente humano y a la vez intensamente místico, tales personas pueden sentir similarmente las señales de que la vida futura se caracterizará por la exaltación y hasta por el éxtasis, y que este éxtasis se reflejará de algún modo no sólo en las almas purificadas, sino también en los cuerpos por igual glorificados que se glorifican mutuamente. Esta intuición de la naturaleza corpórea de la salvación se confirma por el vínculo establecido por nuestro pasaje entre los redimidos y los ángeles en el cielo, puesto que en otros lugares del Evangelio de Marcos es el cielo el origen del poder milagroso divino que crea el alimento en el desierto (6, 41), que elimina las deficiencias físicas (7, 34), y que plenifica el propio cuerpo de Jesús con un poder que obra maravillas (1, 10-11)”. Sólo el que sabe cuán poco interesante es el cuerpo material para la mentalidad cristiana normal (que es gnóstica), y sólo el que al mismo tiempo sepa el profundo respeto hacia la creación corpórea y el humanitarismo que los judíos han practicado desde siempre, sólo esa persona puede caer en la cuenta de que este comentario nunca podría haber salido de la pluma de un cristiano sin más, ¡sino sólo de la de un judeocristiano! Lo he leído en voz alta, en español, delante de mi esposa, y saltaron las lágrimas de mis ojos por la profunda emoción que estas líneas me produjeron. Gracias de verdad para su trabajo. Estoy disfrutando de él. Saludos cordiales de Antonio ............ Sin más comentario. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Martes, 4 de Octubre 2011
Notas
Saludos a todos los lectores:
Hoy, lunes, 3 de octubre 2011, la nota de Gonzalo del Cerro sobre Los Hechos apócrifos del Apóstol Tomás hace el número mil (si no me equivoco, porque el sistema cuenta incluso las notas borradas por cualquier motivo)c de este Blog "Cristianismo e Historia". Felicito a quienes fundaron el sitio "Tendencias21" por tener esta buena idea y por darnos la oportunidad de comunicarnos, a los lectores por su paciencia, y nos auto felicitamos los autores mismos por haber tenido el ánimo de llegar hasta aquí. Saludos a todos Gonzalo del Cerro / Fernando Bermejo / Antonio Piñero
Lunes, 3 de Octubre 2011
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Hecho VI (cc. 51-61: El joven que había asesinado a la muchacha Había allí un joven que había cometido una acción ilícita. Se acercó a recibir la eucaristía con la boca, pero las dos manos se le secaron de forma que no podía ni siquiera acercárselas a la cara. Cuando Tomás conoció lo sucedido, se dirigió al joven para preguntarle qué había hecho para que la eucaristía, que hacía tanto bien a todos, le hubiera producido aquel mal. Considerándose convicto por la eucaristía del Señor, se postró a los pies del apóstol y le explicó los detalles de su caso. Aquel joven se había enamorado de una mujer y era correspondido por ella. Cuando oyó la predicación de Tomás sobre la continencia y su importancia para la salvación, no sólo se convirtió a la vida de castidad, sino que quiso convencer a la mujer para que vivieran ambos en “santidad y vida limpia”. Como la mujer no quiso aceptar el nuevo proyecto, tomó el joven una espada y la mató, porque no podía soportar la idea de que cometiera adulterio con otro (c. 51,3). El apóstol reprobó la acción y pidió que le trajeran agua en una jofaina. Después de una invocación a las aguas, ordenó al joven que se lavara en ellas las manos, que inmediatamente recuperaron su estado original. Confesó entonces que creía que el Señor Jesucristo podía realizarlo todo. Tomás rogó al joven que lo llevara a la posada donde yacía la difunta. Al verla el apóstol, se llenó de tristeza porque la mujer era hermosa. Hizo una larga invocación a Jesús pidiendo simplemente la resurrección de la mujer. Luego, dijo al joven que ya que la había matado con el hierro, la resucitaba ahora con la fe. La mujer saltó de las parihuelas y se postró a los pies del apóstol. Le preguntó dónde estaba el otro señor que estaba con él y que no permitió que ella permaneciera en el lugar horrible donde estaba. Como en otros casos, se había producido la presencia de Tomás y Jesús en el momento de un milagro o una visión (HchTom 34,1). Descripción de las penas del infierno Tomás rogó a la mujer que contara lo que había visto en el lugar horrible del que hablaba. Tenemos en este pasaje la descripción más estremecedora de las penas del infierno, que se ha conservado en la literatura (cc. 55-57). Empieza su relato la mujer desde el momento en que un hombre negro y sucio la llevó a un lugar donde había diversas hendiduras, en las que eran atormentadas las almas con diversos tormentos correspondientes a diferentes pecados. Menciona a las almas de los que han pervertido las relaciones sexuales del hombre y la mujer, a los adúlteros, calumniadores, desvergonzados, ladrones. Los guardianes de las almas quisieron apoderarse de la mujer, pero no se lo permitió el que era semejante a Tomás, sino que la encomendó precisamente a sus cuidados. Por eso, le rogaba ahora que la librara de volver a los lugares donde había visto a las almas atormentadas con tan refinados tormentos. El apóstol aprovechó la ocasión para dirigir a los presentes una exhortación a la vida nueva que él predicaba. Tenían que abandonar el hombre viejo para vestirse del nuevo. Enumeraba los vicios que debían rechazar, entre los que no podían faltar el adulterio, la avaricia y la calumnia, así como practicar la fe, la mansedumbre, la esperanza. El resultado fue una abundante cosecha de conversiones. Los nuevos cristianos daban gloria a Dios y le pedían que les hiciera la gracia de formar parte de su rebaño y de olvidar sus antiguos errores. El Hecho termina con un himno solemne a Jesucristo de carácter literariamente ampuloso. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 3 de Octubre 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Escribimos en la nota anterior que las teorías propuestas sobre el origen de la versión de la Septuaginta están llenas de dificultadas. Las describo brevemente: 1 En primer lugar, las fuentes no mencionan nunca una iniciativa judía, de Alejandría o de otra ciudad, como inicio de la tarea de traducción. Sabemos, más bien, que los judíos de Alejandría mantenían continuos contactos con la metrópoli y se hallaban siempre subordinados y dependientes del sumo sacerdote de Jerusalén. En consecuencia, éste tendría que haber autorizado la versión. Pero este hecho es bastante inverosímil, ya que en el propio Israel por aquella época estaba terminantemente prohibido que las traducciones orales de textos bíblicos del hebreo al arameo (que debían hacerse corrientemente en las sinagogas, ya que el común del pueblo en Israel mismo era arameo hablante y no entendía bien el hebreo) se plasmaran por escrito. Mucho menos permitirían las autoridades de Jerusalén una versión al griego. 2. En segundo lugar, no se ve claro lo de las necesidades litúrgicas, pues no consta de ningún modo que en el siglo III a.C. se leyeran en las sinagogas alejandrinas de un modo sistemático la Ley y los Profetas, y en grandes secciones. Parece ser que el establecimiento rígido de esta costumbre es mucho más tardío, quizás en el primer siglo de la era cristiana, como deducimos de Lucas 4,16-20: "Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura.17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:18 El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos", etc. Probablemente, en el siglo III a.C., en sábados y festividades, se leían tan sólo unos pocos versículos bíblicos. Si en la liturgia se necesitaba una versión en lengua vernácula (griego), bastaba con que se hiciera oralmente en cada ocasión, al igual que se obraba en Israel cuando un trujamán (traductor) vertía sobre la marcha del hebreo al arameo (targum). Por otro lado, la Carta o Epístola a Aristeas no dice que de la Ley traducida se hicieran copias para distribuirlas en las sinagogas. De hecho sólo menciona dos: una se depositó en la biblioteca real, y la otra fue entregada a los jefes de la comunidad judía en Alejandría a petición propia. 3. En tercero, no son verosímiles las motivaciones culturales privadas o públicas, ya que razones de lectura personal (o en bibliotecas semiprivadas) no parecen que justificaran una empresa tan costosa y larga como la traducción de toda la Ley y otros libros de la Biblia a la lengua griega. Hoy día los investigadores tienden a aceptar las líneas generales de la versión de la Carta de Aristeas, pero despojando a este escrito de los rasgos inverosímiles o legendarios. Así, unos piensan que es muy probable que la iniciativa de la traducción partiera del Rey. Y esto no por un mero afán literario, sino por razones de tipo jurídico. Los judíos pretendían siempre, aun en la Diáspora, atenerse a las costumbres patrias (la ley de Moisés), por lo que luchaban por conseguir de los monarcas un régimen jurídico especial. Por ello, a la administración ptolemaica en Alejandría le pudo muy bien interesar tener a su disposición un ejemplar en griego de esa famosa ley que tanto invocaban los judíos y por la que regían sus vidas. Hemos resaltado ya el hecho de que en la antigüedad apenas se hacían traducciones, pero sí eran usuales en el Oriente (por ejemplo, el imperio persa) desde tiempos antiguos la versión de decretos y leyes reales. No es extraño, por tanto, que la Ley, como código jurídico que afectaba a una parte importante de la población de Alejandría, fuera vertida al griego al igual que, por ejemplo, se tradujo el derecho consuetudinario egipcio, que afectaba a la pobla¬ción subyugada del país en aquellos ámbitos no contemplados por leyes griegas más generales. Otros estudiosos, sin embargo, niegan que la ley específica por la que se regía la comunidad de los judíos alejandrinos hubiera de ser precisamente el Pentateuco, por lo que no ven claras las razones de tipo jurídico para la versión. Más bien, se inclinan a considerar que tras la indicación de la Epístola a Aristeas del interés del bibliotecario real por poseer la Ley en la Biblioteca se escondió en realidad un propósito cultural por parte del monarca. En síntesis que por todas partes se ven dificultades. Natalio Fernández Marcos, en la Introducción al vol. I de la versión de los Setenta –ya comentada- escribe: “El móvil principal de la traducción estaría en la iniciativa real, pero confluirían otras motivaciones, como la de la lucha por el prestigio social y cultural por parte de los judíos (es decir, hacerse un hueco en la sociedad culta helenística; conseguir una posición de prestigio frente a al arrolladora cultura griega). Es posible que en un segundo momento la traducción sirviera también a als necesidades litúrgicas y pedagógicas de la comunidad judía de Alejandría” (p. 16). Nos quedan aún otros temas conexos por tocar: • Precisar la fecha de la traducción de los resantes bloques que no son el Pentateuco • La calidad de la traducción • Lugares de procedencia de la traducción de algunos libros en particular… y el espinoso tema de la • Helenización de los Setenta. Lo haremos en un par o tres de notas siguientes. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Domingo, 2 de Octubre 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Algo tan aparentemente simple hoy día como verter un corpus de textos sagrados de una lengua a otra (es decir, traducir los libros de la Biblia al griego) fue en la antigüedad un fenómeno sin precedentes, en especial porque se trataba de literatura legal, histórica y poética de un pueblo y lengua semíticos trasladados al lenguaje de la superior cultura griega, que era muy despreciativa para las culturas "bárbaras". Por ello, el acceso al tesoro religioso de los judíos por medio de una traducción a la lengua universal del momento, el griego, habría de tener notables consecuencias en el ámbito de lo cultural y lo religioso. Pasado el tiempo, esta versión influiría decisivamente en la conformación teológica del cristianismo --será la Biblia adoptada por los cristianos-- y en las relaciones de éste con el judaísmo. La Biblia hebrea en ropaje griego es un testimonio importante de la unión entre helenismo y religión judía, pues quienes compusieron algunos de sus libros o los que utilizaron tal versión daban testimonio de que su judaísmo podía plasmarse con toda propiedad en una lengua distinta a la “sagrada”, el hebreo, la lengua de la creación, en opinión general de los “sabios”, los rabinos. Sin embargo, vista desde la distancia de los siglos, esta empresa de traducción parecía inevitable y necesaria por la nutrida presencia de judíos en toda la Diáspora controlada por los griegos (especialmente en Egipto, como hemos ya afirmado), para quienes el hebreo, por falta de práctica, había llegado a ser una lengua difícilmente comprensible. En realidad no se sabe exactamente cómo empezó esta gran tarea de traducción, aunque sobre sus orígenes circularon ya en la antigüedad algunas leyendas. La más importante es la recogida en la llamada Carta de Aristeas a Filócrates (escrita —según la opinión común— entre el 200-150 a.C.). En síntesis la historia que transmite este escrito es la siguiente: El bibliotecario del rey Ptolomeo II Filadelfo (285-246 a.C.), Demetrio de Fálero, propone al monarca la traducción de la ley de los judíos para enriquecer con ella la biblioteca real. El monarca accede y ordena escribir al sumo sacerdote de Jerusalén pidiéndole el envío de varones calificados para verter las Escrituras (al principio sólo el Pentateuco: los cinco primeros libros de la Biblia) al griego. Notemos de pasada cómo la “Carta” supone que ya en Palestina había gente que sabía tan bien la lengua helénica como para efectuar una versión nada fácil. La respuesta del sumo sacerdote es afirmativa. Inmediatamente envía a Alejandría a 72 varones expertos en ambas lenguas. El rey los acoge, y los somete a una serie de pruebas de sabiduría, de las que los futuros traductores salen airosos. Reunidos en un cierto lugar, probablemente la isla de Faros, los 72 varones hacen una traducción colectiva que se concluye precisamente en 72 días. Más tarde se añadirá a la leyenda (recogida por Filón de Alejandría) el hecho milagroso de que los traductores, trabajando separadamente, produjeron cada uno una versión que por singular inspiración divina coincidía al pie de la letra con la de los demás. Una vez vertida, la Ley es leída en público en griego, y recibe de todos grandes alabanzas. Se hacen de ella dos copias: una va a la biblioteca del Rey, y otra pasa a manos de los judíos. Esta versión del origen de los Setenta ha suscitado desde la antigüedad numerosas dudas y cuestiones. Muchos investigadores no han prestado crédito a los datos de la Carta de Aristeas y han propuesto teorías para el origen de esta traducción bíblica distintas de las que presenta el anónimo autor de tal “carta”. Es decir teorías diversas a que fue la iniciativa real la que motivó la traducción. Las más interesantes suponen que la versión de los Setenta se debió: A) A las necesidades litúrgicas de la comunidad judía de Alejandría que había olvidado el hebreo y precisaba una versión inteligible del texto sacro para ser leída durante los oficios litúrgicos sabatinos, o privadamente; B) A conveniencias y exigencias culturales, ya personales o del conjunto de la comunidad hebrea: si los griegos se educaban literariamente con la lectura de Homero, los judíos de Alejandría lo hacían con la lectura y estudio de la Ley; C) A afanes de proselitismo: difundir el texto sacro entre los griegos; este afán de conseguir adeptos va unido la D) A razones de orden jurídico o relacionadas con la comunidad judía de Alejandría, a saber, la posesión en griego de un ejemplar de la Torá que fuese el código de los tribunales judíos de justicia. Estas teorías sobre las causas que motivaron la versión de los LXX están erizadas de dificultades, aunque quizás la última sea la menos improbable de todas. Lo veremos en la próxima nota. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 1 de Octubre 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
La diáspora de los judíos es muy antigua. Tenemos noticias fidedignas de un asentamiento de judíos como mercenarios en la isla de Elefantina, en el Nilo, al menos desde el s. VI a.C. En Babilonia permanecieron muchos judíos tras el forzado exilio (desde principios del siglo VI a inicios del V), y en esta zona se constituyó quizás, junto con la de Egipto, la comunidad judía más pujante de entre las que no residían en Israel. Según Flavio Josefo, el número de judíos babilonios habría que contarlo por decenas de miles (Antigüedades de los judíos XI 5,2). Es comunidad, sin embargo, no utilizaba el griego como lengua de comunicación sino el arameo. En Asia Menor había una colonia de judíos suficientemente sólida. Según Filón de Alejandría (Embajada a Gayo 245), en todas las ciudades principales había asentamientos judíos de importancia. Desde el principio de la conquista romana (a finales del s. II a.C.) se encuentran numerosas menciones de judíos y de sus comunidades en las regiones de Asia Menor occidental y meridional. También el norte de África no egipcio (Libia/Cirenaica) contó con numerosos asentamientos de israelitas. La diáspora más numerosa fue, sin duda, la egipcia. Aunque antigua –desde el s. VI a.C.: la de la isla Elefantina, ya mencionada--, comenzó a hacerse realmente importante a partir del dominio griego sobre el país. Cuenta la obra apócrifa veterotestamentaria Carta de Aristeas (12-13), que Ptolomeo I Lago deportó a cien mil judíos desde Israel a Egipto y puso a treinta mil de ellos de guarnición en diversas fortalezas. Según Jesús Peláez (“El judaísmo helenístico”, cap. II de la obra de grupo, editada por mí, Biblia y Helenismo. El Almendro, Córdoba. 2006, pp. 112-117), los rasgos más sobresalientes de las comunidades judías residentes en ciudades griegas fueron los siguientes: A) Utilización de la lengua griega como vehículo de comunicación, de expresión literaria y religiosa. Ejemplo sintomático de ello es la sustitución de nombre semíticos por otros griegos, que indica la acomodación de los judíos al entorno. Los papiros e inscripciones presentan amplio material al respecto. Aunque los nombres hebreos o semíticos no desaparecen totalmente durante el período helenístico, surgen a su lado multitud de onomásticos griegos como Alejandro, Ptolomeo, Antípatro, Demetrio, Jasón y similares. A veces, los judíos traducen sus nombres hebreos al griego: Matatías, por ejemplo, se transforma en Teodoro. Los judíos no dudaron incluso en utilizar nombres derivados de divinidades griegas como Apolonio, Heraclides, Dionisio. A veces empleaban dos nombres a la vez: uno griego, semítico, el otro. Fue en el seno del judaísmo helenístico, como ha afirmado Helmut Köster, donde • Las proposiciones teológicas se transformaron en filosofía, • Los libros de la Biblia se convirtieron en obras de alcance filosófico y religioso que, como los escritos de Homero, podían ser interpretados alegórica¬mente. Así - La historia de la creación se convirtió en una cosmogonía; - Los ritos religiosos como la circuncisión y la observancia del sábado se podían volver a entender desde el punto de vista espiritualista y simbólico. - Las oraciones judías tradicionales adoptaron en la traducción griega formulaciones estoicas B) Cierta autonomía religiosa, con Jerusalén y el Templo como puntos de referencia, es decir, los judíos se acostumbraron a vivir su piedad sin el Templo, tan lejano, pero nunca perdieron su veneración y contacto con él, a cuyo mantenimiento contribuían gustosos con aportaciones económicas anuales. C) Organización de la comunidad a la manera de las asociaciones helenísticas. El judaísmo helenístico adoptó en su aspecto exterior y en su estructuración administrativa un ropaje griego. Esto fue especialmente evidente en Alejandría o en la Cirenaica (actual Libia). D) Una producción literaria peculiar con fines apologéticos. Esto vale sobre todo para los judíos de Egipto, los más prolíficos desde el punto de vista literario: Los restos de literatura judeohelenística del período ptolemaico (siglos III-I a.C.) llegados hasta nosotros dan prueba del grado de helenización de la diáspora alejandrina y son muestra de los esfuerzos del judaísmo por desarrollarse dentro de la cultura helenística sin renunciar a su peculiar idiosincracia. Esta literatura judía helenística no es anónima como la de los judíos de Palestina (a excepción del libro de Ben Sira, o Eclesiástico), y cultivó los más variados géneros literarios. Ejemplos: • Artápano escribió una novela que hace de Moisés el descubridor de la escritura y fundador de la religión egipcia, e indirectamente de la griega. • Ezequiel, denominado "trágico" para distinguirlo del profeta, es autor de tragedias e imitador del estilo de Esquilo y Eurípides. • Autores anónimos falsifican los Oráculos Sibilinos. Los Oráculos que son judíos (a partir del s. II a.C.) interpretan por ejemplo la Teogonía de Hesíodo haciendo de los titanes y divinidades del Olimpo los primeros reyes que trajeron la guerra sobre la humanidad después de Noé. • El filósofo y apologeta Aristóbulo (siglo II a.C., probablemente) es el iniciador de la interpretación alegórica del Pentateuco, en un estadio quizás anterior a Filón e incluso al de la Carta de Aristeas • Jasón de Cirene escribió en griego una obra en cinco libros sobre la revuelta de los Macabeos. La compuso aproximadamente hacia el 100 a.C., según el modelo de los historiadores griegos Algunas de estas obras se han conservado en estado fragmentario. Parte fue recogida por Alejandro Polihístor, un historiador pagano del siglo I a.C., que reunió una colección de extractos de escritores, algunos de ellos judíos. Otra parte se halla en la obra de Eusebio de Cesarea, quien insertó parcialmente la colección de Polihístor en su Preparación evangélica. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 30 de Septiembre 2011
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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