CONO SUR: J. R. Elizondo

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Marruecos es una monarquía constitucional de mucha solera cultural y con una performance política que fascina a los expertos. Estos comenzaron a percibirlo cuando el Rey Mohammed VI sobrevivió, de manera airosa, al impacto del fundamentalismo árabe en su región del Magreb. Quizás por eso, Marruecos hoy está poniendo mucho énfasis en una política exterior que lo proyecte más allá del Magreb y del Medio Oriente, donde Hasssan II –padre de Mohammed- jugo un destacado rol moderador. En esa línea proactiva, la Academia del Reino organizó en Rabat, a fines de abril de este año, una importante reunión internacional sobre “América Latina como horizonte del pensamiento”, en cuyo marco presenté la ponencia del título, Como creyente periodístico y académico en la “hora pedagógica”, la presento a continuación, convenientemente parcelada.


BONANZA EFÍMERA

El fin de la guerra fría fue una buena noticia para la democracia representativa en América Latina. Las Naciones Unidas proclamaban los “dividendos de la paz” y Francis Fukuyama, desde los Estados Unidos, saludaba el “fin de la historia”. Ya no habría que priorizar los cañones sobre la mantequilla y, con una sola excepción, todos los gobiernos de América Latina región eran producto de elecciones competitivas con pluralismo ideológico.

El sistema había llegado (o había vuelto) para quedarse y el ex canciller de México, Jorge Castañeda, dio una explicación sociológica: una nueva clase media baja había aportado “la anhelada base social de la democracia”. Como esta nueva clase tenía mucho que perder con aventuras populistas, desequilibrios financieros, pleitos internacionales y la corrupción, elegiría sistemáticamente gobiernos de centroizquierda o centroderecha (El País, 4.1.2011).

La mala noticia es que, pese a esa base ampliada, la confianza en la solidez de la democracia representativa no alcanzó a durar dos décadas. Desde el año 2015:
  • Comenzó a advertirse una creciente aversión a la alternancia en el poder.
  • Gobernantes de talante autoritario cambiaron las reglas del juego electoral para perpetuarse en el poder.
  • Otros gobernantes no pudieron completar los períodos de su mandato.
  • Se inició un listado de gobernantes prófugos, procesados, condenados y encarcelados por corrupción.
  • El personal político, huérfano de liderazgos, fue dominado por los operadores.
  • Los partidos políticos acentuaron su tendencia al clientelismo, abandonando o postergando los proyectos-país.
  • La administración pública civil fue haciéndose progresivamente más ineficiente.
  • La inseguridad ciudadana comenzó a crecer de manera alarmante.
  • La delincuencia comenzó a desbordar a la policía.
  • La inmigración por problemas políticos comenzó a crecer exponencialmente
  • Correlativamente, hubo síntomas de policialización de los militares y hasta fuerzas armadas co-gobernando.
  • Los analistas advirtieron lo obvio: por acción u omisión, este síndrome estaba inextricablemente vinculado al desencanto con la democracia representativa y a la corrupción. Recientemente, el imprevisto presidente peruano Martín Vizcarra, sintetizó esta percepción mediante una formulación bastante cruda, extensiva a toda la región:
  • “Corrupción e impunidad son dos caras de una misma moneda (y) amenaza la gobernabilidad de nuestras naciones” (El Mercurio, 13.4.2018)
EL DESENCANTO

La conocida encuesta Latinobarómetro, de 2017, midió el desencanto regional con la democracia, como venía haciéndolo en versiones anteriores. Una austera síntesis de sus contenidos dice que:
  • La merma en la popularidad de la democracia se identifica con la corrupción de la política.
  • La corrupción de la política produce un derrame hacia todos los actores públicos: políticos, económicos, religiosos, civiles y militares.
  • Más del 80% de los encuestados cree que se está gobernando en beneficio de grupos poderosos.
Respecto a la pregunta de si es posible erradicar la corrupción de la política, Latinobarómetro dice que el 50% de los encuestados responden que “sí” y el 43% que “no”. En relación con ello, las demandas de “mano dura” (autoritarismo político) están alcanzando cotas altas, incluso en los tres países con mayor tradición democrática: Costa Rica (78%), Chile (75%) y Uruguay (71%). En varios países de la región, más del 50% de la población cree que no es dable recuperar la credibilidad de la política.

Estas mediciones significan que América Latina está entre las regiones más profundamente defraudadas con la performance de la democracia representativa. Habría decaído peligrosamente la afirmación de que “la democracia soluciona problemas”. En cuanto a las ideologías políticas, la encuesta afirma que “la izquierda y la derecha siguen existiendo, pero su incidencia en lo que sucede es cada día menor”.

Más grave, aún, la encuesta de Latinobarómetro de 2018 ratifica la recién glosada. De esto se colige que se mantiene la mala percepción sobre los políticos, con la consiguiente desconfianza hacia los partidos y el alto nivel de inconformidad con la democracia. Pero agrega una advertencia ominosa: “lo que cinco años atrás era tolerable, hoy no lo es”.

DECODIFICACIONES

Obviamente, el mencionado estado de situación de la democracia produce análisis diferenciados y complejos. Entre ellos se distinguen, por su optimismo o resignación, los que producen los analistas militantes de los partidos políticos.

Por lo general, esos analistas expresan -o fingen- tranquilidad. Dan a entender que se puede surfear sobre las malas ondas pues, incluso en el marco de una democracia poco representativa, la gente es libre para votar o no votar. Añaden que, a diferencia de los ciclos dictaduras/democracias, hoy sólo estamos hablando de democracias más o menos imperfectas. En cuanto a la corrupción, serían gajes del desarrollo. En todas partes existe y otros países están peor que el propio.

Desde la inercia del statu quo, esos analistas subestiman tres fenómenos vinculados: el presidencialismo sin contrapesos políticos adecuados, la judicialización de la política y la policialización de las fuerzas armadas. De acuerdo con estos factores, la defensa de la democracia representativa estaría dependiendo, cada vez más, de la probidad de los jueces y de la apoliticidad de los militares. En Brasil, el país geopolíticamente más importante de la región, los jueces están enjuiciando a Presidentes y ex Presidentes de la República y las fuerzas armadas están patrullando las ciudades para resguardar el orden interno.

Puede agregarse que en los ciclos democracias/dictaduras, antes de y durante la Guerra Fría, se valoraba culturalmente la democracia, por su propio mérito y también como objetivo final. Para los dictadores, parafraseando a Oscar Wilde era “el homenaje que el vicio rinde a la virtud”.

En cambio, lo que ahora existe es la desvalorización -expresa o tangencial- de la democracia realmente existente. En ésa línea se está negando, incluso, la valoración minimalista de Karl Popper, para quien el mérito esencial de la democracia es la revocabilidad pacífica de los malos gobernantes: “es posible deshacerse del gobierno sin derramamiento de sangre, por medio de una votación”. Como bien sabemos, esa valoración reducida también está en peligro. Existen hoy gobernantes elegidos, que se muestran dispuestos a asumir la ordalía de la sangre, para mantenerse en el poder.

Con el mérito de lo expresado, la aparente desaprensión de los analistas militantes es políticamente suicida. Las primeras víctimas del fracaso de la democracia serían los partidos políticos mismos y sus analistas orgánicos. Por eso, en vez de aferrarse a la valoración irónica de Winston Churchill, debieran conocer esa parábola mordaz de Bertolt Brecht, según la cual “soy libre dijo el esclavo…y se cortó
el pie”.

José Rodríguez Elizondo
Martes, 5 de Junio 2018



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CHILE, BOLIVIA Y CARETAS José Rodríguez Elizondo

Los alegatos de los abogados bolivianos y chilenos en La Haya fueron seguidos con toda atención en el Perú. Y no por interés en la aplicación del derecho internacional, sino porque sus expertos saben que es Arica -provincia peruana antes de la guerra del Pacífico- el territorio que pretenden los bolivianos pragmáticos, para tener una salida soberana al mar. Es el tema de la siguiente entrevista, publicada en la prestigiosa revista Caretas.


¿Qué le parece lo más novedoso en los alegatos bolivianos?
El montar un caso en que todos pierden: Bolivia, porque los jueces no pueden asignarle soberanía sobre territorios chilenos; Chile, porque su “poder suave” quedó lastimado al enfrentar un juicio humillante, y la Corte de La Haya, por meterse en camisa de once varas. 

¿En qué consiste esa camisa?
En asumir, de manera imprudente, competencia ante una demanda artificiosa, Esto le debió quedar claro con el doble discurso boliviano que sus jueces debieron soplarse: el de los abogados internacionales, pidiendo una justicia que hiciera ineficaz un tratado de límites y el de Evo Morales, confesando que lo suyo era recuperar Antofagasta. Es decir, revertir los resultados de una guerra que él llama “invasión”, para embolinar la perdiz. Por eso, los jueces hoy arriesgan convertirse en los clásicos “aprendices de brujo”. En lugar de dirimir una controversia para desactivar un conflicto, pusieron un escenario global, que potencia el conflicto y fortalece a un líder que está lejos de garantizar la paz y sensatez internacionales. 

Parece una jugada demasiado arriesgada por parte de Evo…
El es supremamente audaz y lo que ha hecho es una típica “fuga hacia adelante”. Y más en términos de poder personal que de interés nacional. Su señuelo es el mar con soberanía a corto plazo, objetivo incrustado en el alma boliviana. Pero su objetivo real es la reelección indefinida, con base en lo que he llamado “estrategia de aproximación indirecta”. Esta implica debilitar a Chile para luego -conseguido ese objetivo- volverse hacia el Perú. Me explico: si acepta que recuperar Antofagasta es imposible, acondicionará a los suyos para aceptar lo que los bolivianos del poder han buscado desde 1825: soberanía sobre Arica, que nunca fue boliviana. 

¿Qué posibilidades tiene Chile de que sus argumentos resulten triunfantes ante la Corte Internacional de Justicia?Técnicamente, todas. Ningún tribunal puede obligar a un país a negociar la cesión de territorios pasando por sobre un tratado de límites. Pero, bastaría una simple exhortación amable de los jueces a “negociar de buena fe”, para que Morales envuelva a Bolivia en una bandera gigante. Es que aquí los tecnicismos importan poco y lo comunicacional es casi todo. Alan García lo vio desde un comienzo, cuando aconsejó a ciertos escuchas chilenos “no le den bola a Evo”. Sabía lo que decía, pues como presidente estuvo en la prehistoria del tema. Recordemos que Morales lo acusó de haber demandado a Chile por la frontera marítima, para bloquearle una salida boliviana al mar.

¿Lo decidido por la Corte respecto del diferendo marítimo con el Perú incidirá en su fallo en este caso?
Es parte de la camisa de once varas. Si los jueces inducen una negociación para dar a Bolivia una salida soberana al Pacífico, chocarán con su propio fallo de 2014. Este ratifica la continuidad de los litorales peruano y chileno y, obviamente, si hay continuidad de dos, no cabe la inserción de un tercero. Por eso Morales soslaya, por el momento -subrayo “por el momento”-, cualquier protagonismo del Perú. Imagino que en Torre Tagle siguen al milímetro los avatares de este pleito y algunos estarán releyendo a Bákula.

¿Favorece a Evo Morales la caída de PPK y la asunción de Martín Vizcarra?
Posiblemente lo peor para él era PPK, por sus vínculos con “el imperio”. Quizás ignora que la negociación chileno-boliviana de 1948-1951, invocada como principal por sus abogados, fue fruto de la inducción de Harry Truman. Ese líder del “imperio” fue muy convincente sobre el tema, ante el presidente chileno Gabriel González Videla. El mismo a quien el abogado Antonio Remiro Brotons ungió en La Haya como estadista máximo de Chile.

¿Conoce usted la opinión que tiene al respecto el expresidente y actual vocero Carlos Mesa?
Conozco una de 2013, que está en su blog y me extraña mucho que no haya salido a colación en La Haya. Marca una profunda diferencia con la fuga hacia delante de Morales. Basta citarle el siguiente párrafo: “el presidente Morales debe entender la grave complejidad que representa la posición peruana, sobre la que Bolivia no hace nada desde hace tantos años. Pero debe estar claro que no hay otro camino que Arica si no queremos ir al absurdo impracticable de partir en dos el territorio de Chile”.

Post fallo de La Haya, ¿cuál será el nuevo escenario?
Depende de si Morales tiene o no éxito en su ilegítimo empeño re-re-re-electoral. Si lo consigue, tendrá que enfrentar la frustración de sus electores, cuando verifiquen que La Haya no les dio una salida soberana al mar. Desde su audacia, eso puede potenciar otra fuga hacia adelante y ahí todos debemos estar bien preparados. Un presidente capaz de ignorar un referendum, camuflar una guerra, inventar triunfos bélicos inexistentes y sembrar la cizaña entre sus vecinos, es un peligro para todos. Comenzando por los bolivianos.

José Rodríguez Elizondo
Viernes, 6 de Abril 2018



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Finalizados los alegatos en La Haya, los abogados de Chile y Bolivia se sienten satisfechos y los periodistas tratan de decodificar lo sucedido en términos de derrota-victoria. Es una misión imposible, pues los jueces de la Corte Internacional de Justicia cultivan la ambigüedad deliberada, en nombre de la "creatividad". Además, saben que lo suyo no es "el estricto derecho", sino el derecho flexible de la ONU. Mucho de esto -y algo más- queda claro en la siguiente entrevista (1.4.2018) que me hizo el periodista chileno Matías Jullian, de la cadena de diarios regionales de El Mercurio.


Considerando que la estrategia boliviana de apelar al sentimentalismo y la empatía parece estar ganando la batalla comunicacional, ¿cree que Chile debería incluir elementos políticos emocionales en su estrategia?
 
No lo creo. En los torneos de sentimentalismo siempre gana el relato de David sobre el de Goliat. Más eficaz es desmontar el relato del supuesto David. Explicar, por ejemplo, que cuando Evo Morales habla de “la invasión de Chile”, lo hace para escamotear la guerra del Pacífico, la responsabilidad en ella del gobierno de Bolivia, la participación del Perú y el tratado secreto de 1873. Quiere hacer creer, a los jueces, que la acción militar chilena fue lo que Sartre llamaba “un acto gratuito” y no una acción inscrita en la lógica terrible de la guerra. En suma, quiere monopolizar la emoción de un proceso histórico que comprometió profundamente a tres naciones. Así pasa colado su desconocimiento unilateral y constitucionalizado de un tratado de límites.
 
¿Podrían aceptar los jueces ese desconocimiento del tratado de 1904?
 
Teóricamente no. Iría contra la Carta de la ONU y ellos son jueces de la ONU. Pero sí podrían ayudar a relativizarlo, a quitarle peso. Es la vía indirecta seguida por los abogados de Bolivia. Para ellos, al negociar temas que suponían la modificación eventual del tratado, nosotros mismos redujimos su trascendencia.
 
¿Y eso es cierto?
 
La verdad es que somos culpables de inocencia. No captamos el talento de Morales para tergiversar los hechos y la misma Historia. Por ejemplo, cuando lanzó su Constitución de 2009, con dos artículos convocando a desconocer el tratado de 1904, no dijimos ni pío de manera pública. Chile emitió una protesta diplomática que hasta hoy no se conoce, porque  fue y sigue siendo secreta. Con toda certeza los jueces de la CIJ ni se enteraron de que Bolivia había decidido desconocer un tratado de límites. O, si algunos se enteraron, pensaron que para Chile no era un evento de importancia nacional.
 
 
Tomando en cuenta que la Corte ya se declaró competente, dando cierto esperanza a la causa boliviana, y que también es una Corte política y no netamente jurídica, ¿no se corre el riesgo de tener un resultado negativo?
 
En términos reales -no sólo de derecho-, no hay resultado favorable posible para nadie. Para Bolivia, porque la agresividad judicializada de Morales alejó por mucho tiempo la posibilidad de una buena relación, base de una buena negociación. Para Chile tampoco hay buen pronóstico. Si los jueces nos obligan a negociar, Morales lo apuntará como una victoria épica y envolverá a su país en una bandera. Y si desestiman la demanda, como procede, ya habrá aumentado en otros países la conocida percepción simplista: “qué bueno sería que Chile, con tanto mar que tiene, le diera una parte a Bolivia”. Así lo dio a entender el Papa e incluso lo plantean chilenos importantes, con proposiciones “imaginativas”.
 
¿Sería un fracaso de nuestra política de Estado?
 
Yo creo que en vez de Política de Estado, con su correspondiente Docencia de Estado, hemos tenido una Doctrina Jurídica de Estado. Los conflictos de poder se reducen a conflictos jurídicos y basta con que los abogados sepan de qué se trata. Por eso, casi todos los chilenos, políticos comprendidos, ignoran la complejidad trilateral del caso. No asumen que en esa guerra fuimos tres, que el tratado de límites con el Perú de 1929 está amarrado con el tratado de 1904 y que una primera devolución o canje de territorios podría arrastrar otras. Es decir, se está ignorando que donde hubo guerra, incluso la bondad debe subordinarse al realismo. Es que, como dijo Lord Wellington, “una victoria es la mayor tragedia del mundo, con excepción de una derrota”.  
 
MORALES Y LAS ELECCIONES
 
Con respecto al rol de Evo Morales, ¿apoya la teoría de que su motivación ulterior es sumar apoyo para perpetuarse en el poder?
 
Eso no es una teoría. Los bolivianos informados saben que él no está actuando por la sola pulsión patriótica. Morales ligó, de manera indisoluble, la agresividad contra Chile, la demanda en trámite y el afán de atornillarse al sillón presidencial. Y, como las cosas tienen su dinámica propia, hoy aparece como el campeón de los “recuperacionistas” bolivianos, que son los revanchistas históricos. Es el líder que promete recuperar Antofagasta. Esto es gravísimo. Ha sacado del closet el fantasma innombrable, sin medir el riesgo de convertirse en aprendiz de brujo.
 
En ese sentido, ¿cómo cree que ven los bolivianos a Morales?
 
Creo que lo ven como un caudillo popular, aunque despótico y, según referendum reciente, más de la mitad no lo quiere como presidente vitalicio. La gente ilustrada lo considera agresivo e insolente. Nótese la diferencia que hacen los expresidentes bolivianos entre su apoyo a la causa marítima y su apoyo a Morales. Jaime Paz Zamora ni siquiera quiso viajar a La Haya para evitarse la manipulación.
 
LA VECINDAD
 
Producto de varios elementos de orden político, económico, cultural, e incluso deportivo, existe la noción de que Chile se está convirtiendo un poco en el vecino poco querido del barrio. ¿Comparte esta apreciación? De ser así, ¿en qué elementos lo ve? Si no, ¿en qué se fundamenta?
 
Lamentablemente, algo de eso hay. Afuera caemos pesaditos. Para mí todo comenzó con la cultura de “los jaguares”, en la época de Pinochet. Esos chilenos arrogantes, recién enriquecidos, que vivían dando ejemplos al mundo y que desplazaron a los “chilenitos” apocados pero buena gente. En un libro de 2002 consigné un montón de testimonios sobre esa nueva percepción, tan perjudicial para cualquier causa propia. Rescato un titular en el gravitante Frankfurter Allgemeine Zeitung: “chilenen machen sich umbeliebt” (“los chilenos se ponen antipáticos”).  Desgraciadamente, no hemos cicatrizado del todo. Bastaron dos copas América para que “el jaguarismo” renaciera en el supermasivo contexto del fútbol.
 
Tomando en cuenta lo anterior, ¿cuáles deberían ser los lineamientos del Gobierno de Piñera con respecto a las relaciones con los países vecinos?
 
Nunca he dado consejos ni lineamientos a la autoridad. Pero asumo que el Presidente sabe lo riesgoso que es asumir un conflicto en al terreno elegido por los contrincantes. También debe saber, como buen estratego político y empresarial, que si se hace siempre lo mismo, con los mismos actores, lo más seguro es que se obtengan los mismos resultados.
 
¿Cree que las actuales iniciativas de integración comercial y económica, como el reciente TPP, aportan en ese sentido?
 
Toda buena política de integración aporta al desarrollo de las potencias pequeñas o medianas. Además, por sus proyecciones, quita el filo a los nacionalismos soberanistas y facilita las negociaciones realistas. Demostrativa, a nivel subregional, es la Alianza del Pacífico, donde estamos con Perú, Colombia y México. La TPP debiera proyectarse en el mismo sentido, pero con más ambición. Las élites bolivianas debieran pensar que la cultura del irredentismo, que cultiva el Presidente Morales, los aleja de los beneficios de este tipo de integración y los enclaustra en la integración sin futuro del chavismo-madurismo venezolano.
 
¿Se le puede sacar buen partido a la buena afinidad que se tiene con Macri y con Temer?
 
Con Argentina y Brasil es obligatorio tener la mejor relación posible. Si los presidentes tienen, además, una buena relación personal, miel sobre hojuelas.
 
EL CASO PERUANO
 
Con respecto a Perú, ¿cuáles son los principales desafíos que debe abordar Vizcarra?
 
Son demasiados, comenzando por la recuperación de su sistema político, Perú es una sociedad entrañable, de una cultura histórica prodigiosa, con talentos señeros a nivel global, en el arte, la literatura, la diplomacia y el periodismo. Me entristece que ese país, donde viví una década, esté entrampado en un círculo vicioso, entre la desaparición de sus partidos históricos, la sistemática emergencia de “outsiders” y el asedio de los corruptos.
 
 
A raíz de lo sucedido con PPK y con varios otros ex presidentes de Perú, ¿cree que la corrupción es un problema que se pueda decir estructural en la política del Perú?
 
Eso me suena casi a racismo. No creo que haya países estructuralmente corruptos, pues significaría que los hay estructuralmente inmunes. Países inferiores y superiores. Lo que sí creo es que la corrupción, como las liebres, salta donde menos se piensa. Hace cinco años nadie habría pensado que la corrupción iba a azotar a nuestros prestigiados carabineros.
 
 
¿Qué opina de la calidad institucional en Perú y en la región en general? ¿Cree que es esa la verdadera razón del subdesarrollo y de la crisis política? ¿Es un problema superable?
 
Vivimos un momento horrible para la democracia, como región. Hoy está fracasando hasta el escepticismo radical de Karl Popper, para quien el gran mérito de la democracia consiste en que permite cambiar los malos gobiernos sin derramar sangre. No es lo que están viviendo los venezolanos, donde antes hubo una democracia bastante potable. En estos momentos estoy escribiendo una ponencia sobre el tema, que da para mucho más que una respuesta rápida.

José Rodríguez Elizondo
Lunes, 2 de Abril 2018



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HAY MÉTODO EN LA LOCURA DE EVO José Rodríguez Elizondo

En el pleito boliviano-chileno ante la Corte Internacional de Justicia, Evo Morales y sus acompañantes no esperan que un fallo les entregue una salida soberana al mar por territorio de Chile. No son tan ilusos. Lo que esperan es avanzar en una estrategia de mediano y largo plazo, bajo cobertura jurídica, para crear las condiciones que les permitan desentenderse del tratado de límites de 1904, sin el costo de un encontronazo. Es una variable de lo que los teóricos de la Defensa llaman "aproximación indirecta".


Publicado en El Mercurio, 21 de marzo de 2018

Siguiendo una estrategia de aproximación indirecta, los tuits de Evo Morales desde La Haya, su presencia en la sala del tribunal, la reingeniería de la historia a cargo de abogados extranjeros y el reivindicativo himno naval cantado a coro ante los medios, fueron un emplazamiento en bloque. Los jueces, en cuanto funcionarios de la ONU, deben privilegiar la justicia inmanente de su causa, por sobre el "derecho formal", para garantizar la paz y seguridad internacionales. Para ese efecto, basta con que obliguen a Chile a negociar y soslayen la vigencia del Tratado de 1904 

Ha sido el punto más alto de la ofensiva política de Morales, desde que constitucionalizara la necesidad de poner fin, unilateralmente, a dicho tratado de límites. Además, con sus alusiones a Antofagasta "siempre nuestra" dejó en claro que, en jerga política boliviana, hoy es un "recuperacionista" (revanchista), con cuatro objetivos cardinales: a) inducir una gran unidad nacional contra Chile, b) potenciar la agresividad de los agentes de su "poder duro", c) debilitar internacionalmente el "poder blando" de Chile, y d) acaparar fuerzas políticas para seguir gobernando. Obviamente, el último objetivo es el que ha generado los tres primeros. 

Por parte chilena, tras una década de política exterior concentrada en La Haya, sin éxitos reales, se sigue jugando lealmente el juego de la razón jurídica ante la CIJ. Se quiere creer que allí la legalidad internacional domina la realidad política y se olvida que la Carta de la ONU -mandatoria para sus jueces- homologa "los principios de la justicia y del derecho internacional". Desde esa fe conmovedora, un ex canciller insistió, hace poco, en que Chile había ganado claramente el juicio contra el Perú. Esto, porque la CIJ acogió la "sólida tesis jurídica" sobre el paralelo del hito 1. Los 21.000 kilómetros cuadrados de mar que, creatividad mediante, adjudicó al Perú y los 30.000 que convirtió en aguas internacionales eran harina de otro costal. 

En el clímax del pleito que Morales nos ha propinado a los chilenos, eso habría que tenerlo muy presente. Él intuye que, según aprecien la envergadura del conflicto, los jueces pueden dar rienda suelta a su "creatividad". Por ello, no ha vacilado en enriquecer su repertorio de provocaciones, en la misma sede de la CIJ, importándole un comino que eso pueda disgustar a los litigantes ortodoxos. 

Puede que algunos de nuestros expertos arrisquen la nariz. Quieren creer que los jueces se fastidian ante ese tipo de audacias, o que antes se sentían halagados porque nuestros gobernantes no intervenían para nada. Sin embargo, los hechos les están diciendo que, manipulando el Derecho, el Presidente boliviano ha ilusionado a los suyos, desconcertado a una minoría de chilenos y alzado el umbral de un conflicto mayor. 

Parafraseando a Shakespeare, Morales está demostrando que "hay método en su locura", porque su afán de poder sigue siendo más fuerte. 

 

José Rodríguez Elizondo
Jueves, 22 de Marzo 2018



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7votos

Como si fuera una teleserie de Netflix, los escenarios y protagonistas principales de la transmisión del mando presidencial, en Chile, fueron los mismos de las tres temporadas anteriores. Cuando Sebastián Piñera termine su período, Chile habrá completado 16 años de alternancia bipersonal y los viudos (as) de Michelle Bachelet estarán intentando una temporada quinta. Esto no habla bien de la renovación de liderazgos democráticos, pero permite conocer hasta el tuétano a ambos jefes de Estado y decodificar mejor sus circunstancias.



 
Publicado en Caretas y El Mostrador 15.3.2018
 
 GENIO Y FIGURA DE BACHELET

Bajo la lupa de sus ocho años de gobierno, Bachelet se confirmó como una política ideologizada, superdesconfiada y bastante terca. Su decisión de enviar al Congreso un proyecto de Constitución Política, a tres días del final, lo ratificó con creces. Creyó más en la simbología que en la realidad, no dijo quién o quienes le redactaron el texto, no hay actas de supuestos debates y ningún partido de su coalición fue consultado. En suma, un íntimo “saludo a la bandera”, pues Piñera no va a priorizar en su agenda ese endoso intempestivo.

Bachelet también se ratificó, hasta el último minuto, como irresoluta y misteriosa en las materias vinculadas con los uniformados. Abandonó palacio sin hacer efectiva la responsabilidad del jefe de Carabineros, institución ayer prestigiosa a nivel global y hoy inmersa en una crisis grave por actos de corrupción. Además, mientras entregaba la banda presidencial, los periodistas seguían preguntando si había firmado el decreto por el cual cerraba el polémico penal militar de Punta Peuco. Fue una promesa sin testigos, que ella hizo a una víctima de la dictadura de Pinochet. Nunca la ratificó de manera asertiva, pero calzaba con ese “distanciamiento afectivo brutal” que, según propia confesión, experimentó hacia los uniformados tras el golpe del 73.

Como contrapartida, la ex Presidenta demostró que su aversión al riesgo limitaba con la gratificación generosa y tácita a sus leales. La cantidad de nombramientos, destinaciones y sinecuras concedidas durante su última semana dio pábulo, a propios y extraños, para evocar las “leyes de amarre”. Esas con que Pinochet quiso lastrar el inicio del gobierno de Patricio Aylwin.

LA REINGENIERÍA DE UN JEFE


La performance de Bachelet sirvió para destacar la reingeniería que se aplicó Piñera, su reverso pragmático. Este comenzó borrando su imagen previa de Presidente chacotero, con trajes de mala confección, que jugaba futbolito en un patio de la Moneda. Gracias a su experiencia procesada, sus canas compactas y su esposa Cecilia, hoy se ajusta a la majestad del cargo, usa ropa a la medida y comienza a lucir la serenidad de los senior statesmen.

Desde ese nuevo talante, sus irreprimibles chascarros (“piñericosas”) le son perdonados y su asertividad luce tan necesaria como refrescante Durante los días previos a la toma de posesión supo decir, sin circunloquios, que en Venezuela existe una dictadura, que hay terrorismo real en la Araucanía, que el Papa no es infalible en materias de este reino (“erró” en el caso de un obispo bajo sospecha) y que en lugar de cerrar Punta Peuco mejorará el nivel de dignidad de los otros recintos carcelarios.


Procesando al toque la experiencia con Odebrecht de otros mandatarios, puso sus muchos millones en un fideicomiso ciego, incluyendo algunos milloncitos adicionales de su familia. En paralelo, designó un equipo de ministros que da confianza a su sector político y no luce fácilmente acribillable para la oposición. Como novedad llamativa, designó como canciller al escritor Roberto Ampuero, ex comunista y actual liberal de la escuela vargasllosiana. Será el encargado de conducir la conflictiva relación con Bolivia, en el marco del proceso que esta semana se reactiva en La Haya.

COLOFÓN TRILATERAL


Incidentalmente, la presencia de Evo Morales en la ceremonia del domingo coincidió con la exhibición, en su país, de una “bandera” de 197 kilómetros alusiva a su demanda contra Chile. Habrá que ponderar si dicho banderazo vale más que sus buenas palabras y el abrazo que le propinó a su hermano Presidente Piñera. En todo caso, no se quedó a almorzar con el recién ungido y los otros mandatarios asistentes, quizás porque entre estos ya no estaban sus patas bolivarianos.

Pedro Pablo Kuczynski, el Presidente peruano, sí estuvo ahí y devoró sus centollas. Dada su afinidad con Piñera, podría pensarse que, si no estuviera acosado por el fujimorismo de la tendencia Keiko, estaríamos en un momento bilateral inmejorable. Se daría la triple razón que expuso en su obra el otrora influyente intelectual y diplomático Juan Miguel Bákula: voluntad política (el genio), capacidad para impulsarla (el poder) y la convergencia de circunstancias para concretarla (la oportunidad).


Por cierto, intentar esa proeza sería un golpe muy duro para Evo y una gran tarea para chilenos y peruanos con imaginación.

José Rodríguez Elizondo
Jueves, 15 de Marzo 2018



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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